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corazón de león

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Page 1: corazón de león

Hno. Felipe Barraza SánchezEvangelista

Estudio Bíblico

Tema: Corazón de LeónTexto: Hebreos 7: 14

“Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio.” (RVR-1960)

Muchas veces hemos escuchado la expresión “león de la tribu de Judá” atribuida a Jesús en nuestros cultos, en los mensajes y en las alabanzas, pero, como es de costumbre en el pueblo evangélico, no todos saben el porqué le llaman león a Jesús y porqué viene de la tribu de Judá. En esta redacción queremos presentar uno de los designios más grandes asignado al Señor Jesús en las Escrituras, con la cual nosotros como su pueblo tomaremos una promesa sin igual de bendición espiritual que nos ayudará a cumplir la misión cristiana aquí en la tierra.

La raza del león

No creo tener que mostrar una imagen que revele a un león para que usted en su propia mente lo caracterice, ya que se encuentra en nuestra “biblioteca virtual” del cerebro, y sin necesidad de verlo, usted ya sabe su forma, su rugido, su melena, etcétera.

En las Escrituras la palabra león se menciona más de 120 veces y en su gran mayoría es en relación con lo negativo, sea visto como adversario, rival, como animal de caza, como sentencia en el caso del foso de Daniel, como imperio enemigo en la visión de las cuatro bestias, como juicio en varias profecías, e inclusive hace alusión a nuestro adversario el diablo en 1ra Pedro 5:8 “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;” y esto es para pensar. Pocas son las referencias hacia lo bueno del león y las que existen son categóricas en cuanto a lo fuerte e indócil de este animal, entonces, ¿por qué habría de considerarse este nombre para la persona de Jesús?

Al parecer todo radica en la genealogía de Jesús, ya que según nuestro texto Jesús pertenece a la familia de la tribu de Judá. Como león y perteneciente a esta casa, el texto de Apocalipsis 5:5 nos lo deja claro:

“Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.”

Por lo tanto, no es cualquier león salvaje que se considere en las Escrituras ni tampoco se presenta como adversario, precisamente, es el león de Judá.

En cuanto a la genealogía de nuestro Señor Jesús tenemos el claro pasaje del evangelista Lucas en el capítulo 3:33-34

“…hijo de Aminadab, hijo de Aram, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá, hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré, hijo de Nacor,…”

Según la lista, también mencionada en Mateo 1:2, Jesús pertenece a la línea sanguínea de los grandes reyes de Israel y Judá. Personajes como Isaí, como el mismísimo rey David y Salomón, Josías y Zorobabel, estuvieron en la misma casta. Una gran orden de reyes y valientes siguieron esta misma línea de sangre.

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Es increíble entonces nuestro texto de Hebreos 7:14, que menciona cual es la familia de nuestro Señor, esto en el contexto de su sacerdocio, ya que el autor lo lleva a un sacerdocio más grande que el de la familia de Leví, más grande que el mismo Melquisedec, pero definitivamente de otra tribu, ya que nuestro Señor no es un simple sacerdote, tenía que venir de una gran familia de reyes, ya que indiscutiblemente él es “Rey de reyes y Señor de Señores”. 1 Timoteo 6:15; Apocalipsis 17:14; Apocalipsis 19:16.

Esto viene de una profecía dictada desde hace mucho tiempo atrás por el padre de Judá, cuando ya estaba en sus últimos días. Jacob, cuyo nombre fue cambiado por el de Israel, bendijo proféticamente a sus doce hijos, incluyendo a los dos hijos de José que tuvo en Egipto. Cuando llegó donde Judá para bendecirlo profirió estas palabras:

Génesis 49:8-12“Judá, te alabarán tus hermanos; Tu mano en la cerviz de tus enemigos; Los

hijos de tu padre se inclinarán a ti. Cachorro de león, Judá; De la presa subiste, hijo mío. Se encorvó, se echó como león, Así como león viejo: ¿quién lo despertará? No será quistado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos. Atando a la vid su pollino, Y a la cepa el hijo de su asna, lavó en el vino su vestido, y en la sangre de uva su manto. Sus ojos, rojos del vino, y sus dientes blancos de la leche.”

Su padre lo declara como cachorro de león, como el padre de una dinastía de leones cuya jerarquía sería traspasada de hijo en hijo hasta que llegue Siloh. “Siloh” es un término hebreo que viene a significar “Aquel a quien pertenece”, o bien, “Siloh” es el hombre de descanso, el dador del descanso o "portador del descanso." Algunos sitúan la palabra Siloh en la misma raíz que la palabra “Salem o Shalom”, que significa "descansar". Jesús es el dador de la paz que hizo la reconciliación entre Dios y el hombre pecador por medio de Su muerte en la cruz.

Siloh es la culminación de esta dinastía real, es el último de los reyes, el que tendrá un reino eterno que nunca tendrá fin. Isaías no lo pudo haber profetizado mejor:

Isaías 9:6-7“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su

hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrá límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.”

Siloh no puede ser otro que nuestro Señor Jesús. La misma profecía de Jacob nos trae a la memoria la vida de nuestro Cristo, observe de nuevo la cita con atención:

Génesis 49:10-11-12“…hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos. Atando a la vid su

pollino, y a la cepa el hijo de su asna, lavó en el vino su vestido, y en la sangre de uvas su manto. Sus ojos, rojos del vino, y sus dientes blancos de la leche.”

Las referencias mesiánicas son indiscutibles. Note usted la expresión profética de Ezequiel cuando exclama a viva voz: " ¡A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré, y esto no será más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré!" (Ezequiel 21:27) Jesús nació en esta familia real para ser el último de los grandes reyes. Por tal motivo las generaciones de los evangelios de Lucas y de Mateo llegan hasta Jesús, ya que él no tuvo descendencia sanguínea. Siloh es el último, así como

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Jesús también lo es. La descendencia de este gran Rey no será con linaje de este mundo, sino unidos bajo una sola sangre, la más grande y noble de todas, la única que clama por perdón, y es la sangre de Jesucristo, el bendito Hijo de Dios.

Jacob en su gran profecía le brinda un título noble a su hijo Judá, título que brindaría la característica del más grande de los felinos para su descendencia. Él y todos los suyos se convertirían en leones.

Génesis 49:9 “Cachorro de león, Judá…”

¿Judá fue siempre alguien con las características nobles, reales y combatientes de un león? No. Para llegar a una bendición, para alcanzar las promesas de Dios, siempre hay que actuar, hay que moverse, uno debe disponer más que su vida, nadie recibe nada si no hay un acto primero, sea esto, perdón, arrepentimiento, búsqueda o clamor.

Observemos la vida de Judá, para notar cómo un hombre llega a ese nivel de promesa, de ser un simple mortal para luego ser llamado un león.

Judá fue hijo de Jacob (Israel) y su madre fue Lea, el cuarto en lista de los doce. Cuando nació su madre presentó alabanza a Jehová (Génesis 29:35). Creció observando los dilemas familiares que tuvo su padre durante bastante tiempo.

Es importante la bendición la bendición que obtiene Jacob en Bet-el, ya que el mismo Dios le anticipa una bendición real para su casa.

Génesis 35:11“También le dijo Dios: Yo soy el Dios Omnipotente: crece y multiplícate; una

nación y conjunto de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus lomos”.

No estaría nada de mal conocer el nombre de los doce hijos de Jacob: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, José, Benjamín, Dan, Neftalí, Gad y Aser. (Génesis 35:23-26)

La historia del libro de Génesis nos relata la vida de José, el penúltimo de los hijos de Jacob, según el orden de nacimiento (Cf. Génesis 30:23). De entre todos sus hermanos José tenía un don. Soñaba e interpretaba los sueños. La grandeza de estos motivó la envidia de sus hermanos quienes lo presentaron como asesinado por una fiera llevando su túnica de colores envuelta en sangre. Pero la historia es conocida, en realidad no tuvieron valor para matarlo, lo arrojaron a una cisterna y luego lo vendieron a los ismaelitas que venían de la tierra de Madián. De los doce hermanos fue precisamente Judá el que lo vendió por veinte piezas de plata.

La referencia a Jesús es evidente: Judá vende a José por 20 piezas de plata. Judas vende a Jesús por 30 piezas de plata.

Judá vende a su hermano por el precio señalado. (Génesis 37:26-27)

¿Qué sucede después? La historia de José que cortada, porque el capítulo 38 es precisamente una mala situación que vive Judá. Ninguno de los otros hermanos vive algo así, solamente Judá, ya que él fue quien lo vendió. Todo el capítulo 38 trata acerca de un problema familiar que tuvo él con sus hijos y Tamar una de sus nueras. Con quien termina teniendo un hijo al pensar que su nuera era una ramera. El drama

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fue terrible. Recuerde siempre mi hermano que todo lo que el hombre sembrare eso también segará.

Pero Judá entra en juicio para si mismo. No todo tiene que estar mal, si en algo podemos remediar las cosas. Gn. 38:26 “entonces Judá los reconoció y dijo: más justa es ella que yo…”.

Cuando todo el problema familiar había pasado, vino el hambre en toda la tierra y José estaba en Egipto como gobernador. Los 7 años de hambre estaban muy cuidados bajo José. Todos iban a Egipto a buscar provisiones, incluso la familia de José. José los reconoce, y tras unas conversaciones les pide a que regresen con el hijo menor de la familia, Benjamín. Ellos sabían que si le quitaban a su Padre el hijo menor él moriría de la tristeza. Aquí viene una vuelta en la vida de Judá, observe:

Gn. 43:8 “entonces Judá dijo a Israel su padre: Envía al joven conmigo, y nos levantaremos e iremos, a fin de que vivamos y no muramos nosotros, y tú y nuestros niños. Yo te respondo por él; a mí me pedirás cuenta. Si yo no te lo vuelvo a traer, y si no lo pongo delante de ti, seré para ti el culpable para siempre.”

Esa es otra actitud. Este es otro Judá. Cuando más adelante viene el episodio conocido como la copa de José (Gn. 44), Benjamín es hallado culpable del robo de aquella copa, Judá intercede por Benjamín (Gn. 44:1-34)

Gn. 44:33-34 “(Judá) te ruego, por tanto, que quede ahora tu siervo en lugar del joven por siervo de mi señor, y que el joven vaya con sus hermanos. Porque ¿cómo volveré yo a mi padre sin el joven? No podré, por no ver el mal que sobrevendrá a mi padre”.

Judá fue capaz de dar su vida al servicio antes que se quedara su hermano. Tal gesto motiva a José a darse a conocer a sus hermanos y la reconciliación es grande.

Judá termina con su familia y José en la ciudad de Gosén conocida sobre todo en los días del Éxodo. (Gn. 46:28).

Por lo mismo, antes de morir, Jacob en el capítulo 49 bendice a Judá otorgándole el título noble de cachorro de león.

Hoy Dios nos habla de la misma manera. En cuanto reconozcamos nuestros errores, en cuanto nos arrepintamos de nuestras maldades, nos uniremos a esta dinastía de leones, por cuanto somos herederos de tan grandes bendiciones por medio de Cristo.