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Nº 3 Correo Querbes NOMBRADO PÁRROCO DE VOURLES El 25 de octubre de 1822, en su sexto año de sacerdocio, Luis Querbes es nombrado cura ecónomo de Vourles, un pueblo situado a 12 km al sur de Lyon. No le disgusta este nombramiento porque le permite alejarse, él que, a sus 29 años, nunca ha vivido en otro lugar, más que en el seno de su parroquia de origen. Cambiando el bullicio de la ciudad por la tranquilidad de la casa cural, experimentó por primera vez la soledad del sacerdote de campo. Se encuentra con un Vourles que cuenta con unos 1000 habitantes, en un paisaje de suelo pedregoso, lleno de baches, con una población que vive principalmente del viñedo. Produce un vino de “de calidad media”, que no pone en peligro ni el Beaujolais, al norte, ni el Côtes du Rhône, al sur. En el plano religioso, la gente de Vourles probablemente no es ni mejor ni peor que en otras partes de la región Lionesa. Durante estos años de restauración, se levanta de la devastación de la Revolución. La práctica religiosa no es común, especialmente entre los hombres. Todavía existen algunos aliados, incluso entre los burgueses de Lyon, que tienen una segunda residencia en la ciudad. Un grupo de fieles convencidos -en su mayoría mujeres- se resiste a las burlas de pensamiento de los anticlericales, que son pocos pero persistentes. El nuevo párroco no tiene nada de tímido: pronto se dieron cuenta los parroquianos de que sabía defenderse. Uno de los impertinentes actúa por su cuenta. Temiendo la reacción del párroco, se atreve a arrojar un mensaje anónimo al jardín de la rectoría. El bravucón sostiene que el clero es la fuente de todos los males de Francia, como lo ha manifestado la Revolución, según su criterio. Empujado por su celo, aconseja al joven pastor que tenga cuidado con los fanáticos y los hipócritas que le rodean, porque son capaces de lo peor. El domingo siguiente llegó la respuesta irónica y mordaz desde el púlpito. Ahí terminó todo. Es cierto que desde 1802, Vourles no era un lugar agradable. Se habían sucedido cinco sacerdotes de los que tres no habían hecho más que pasar. P. Luis Querbes, por Wilfrid Corbeil, csv.

Correo querbes n 3

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Correo QuerbesNOMBRADO PÁRROCO DE VOURLES

El 25 de octubre de 1822, en su sexto año de sacerdocio, Luis Querbes es nombrado cura ecónomo de Vourles, un pueblo situado a 12 km al sur de Lyon. No le disgusta este nombramiento porque le permite alejarse, él que, a sus 29 años, nunca ha vivido en otro lugar, más que en el seno de su parroquia de origen. Cambiando el bullicio de la ciudad por la tranquilidad de la casa cural, experimentó por primera vez la soledad del sacerdote de campo.

Se encuentra con un Vourles que cuenta con unos 1000 habitantes, en un paisaje de suelo pedregoso, lleno de baches, con una población que vive principalmente del viñedo. Produce un vino de “de calidad media”, que no pone en

peligro ni el Beaujolais, al norte, ni el Côtes du Rhône, al sur.

En el plano religioso, la gente de Vourles probablemente no es ni mejor ni peor que en otras partes de la región Lionesa. Durante estos años de restauración, se levanta de la devastación de la Revolución. La práctica religiosa no es común, especialmente entre los hombres. Todavía existen algunos aliados, incluso entre los burgueses de Lyon, que tienen una segunda residencia en la ciudad. Un grupo de fieles convencidos -en su mayoría mujeres- se resiste a las burlas de pensamiento de los anticlericales, que son pocos pero persistentes.

El nuevo párroco no tiene nada de tímido: pronto se dieron cuenta los parroquianos de que sabía defenderse. Uno de los impertinentes actúa por su cuenta. Temiendo la reacción del párroco, se atreve a arrojar un mensaje anónimo al jardín de la rectoría. El bravucón sostiene que el clero es la fuente de todos los males de Francia, como lo ha manifestado la Revolución, según su criterio. Empujado por su celo, aconseja al joven pastor que tenga cuidado con los fanáticos y los hipócritas que le rodean, porque son capaces de lo peor. El domingo siguiente llegó la respuesta irónica y mordaz desde el púlpito. Ahí terminó todo.

Es cierto que desde 1802, Vourles no era un lugar agradable. Se habían sucedido cinco sacerdotes de los que tres no habían hecho más que pasar.

P. Luis Querbes, por Wilfrid Corbeil, csv.

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La iglesia era vieja, pobre y sin estilo; amenaza ruina, y la casa cural no está mucho mejor. No merece la pena renovarla, hay que construirla íntegramente. En 1819 se consiguió una subvención del poder real a la que nadie hizo caso. Serán al nuevo párroco y al alcalde, Sr. Magneval, a quienes, partidarios de la causa, corresponderá llevarla a efecto.

Pero en esta comarca no es fácil el dinero líquido. El prefecto está dispuesto a poner su parte, pero a condición de que se aumente su aportación con contribuciones voluntarias. Después de tres años de peticiones, se levanta un nuevo templo, el doble mayor que el anterior, gracias a la generosidad de los bienhechores y a la insistencia de los feligreses. Es de un diseño sencillo y práctico, adornado con vagas alusiones a los estilos Imperial y bizantino. El mismo Monseñor Gaston de Pins bendecirá el edificio el 5 de mayo de 1828. Al mismo tiempo administró la confirmación a los niños de la vecindad.

Estos años de grandes reconstrucciones no impiden que el joven párroco cumpla con su tarea pastoral ordinaria: bautismos, eucaristías, matrimonios, confesiones, ex-tremaunción, funerales. Crea o reactiva algunas cofradías, cuida la liturgia todo lo que puede publicando, por ejemplo, una importante colección de cánticos. Además, tiene un cuidado especial en catequizar a los niños, vengan de la clase o del campo. El calendario establecido es el siguiente: Todos los días a la Iglesia a las 11:00 de la mañana, desde Todos los Santos hasta Pascua; el resto del año los domingos antes de vísperas. En pocas palabras, sin meter mucho ruido, el párroco de Vourles permanece en su puesto y cuida de su rebaño.

Bruno Hébert, c.s.v.

LOS CURAS ECÓNOMOSRobert Bonnafous nos dice que, legalmente, el P. Querbes no era párroco

sino que era “cura ecónomo de la sucursal de Vourles”, así como su colega Jean-Marie Vianney, cura ecónomo de Ars. Podréis decir al respecto, que este último, tras su canonización, paradójicamente, fue designado patrono de los párrocos de todo el mundo. Por supuesto, porque todos los fieles los

Fiesta de Dios en la Sagrada Familia,por André Biéler

Vourles, Vista general y entrada de Bourg

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llamaban “nuestro párroco”. Es que, después del Concordato de 1801, la Iglesia de Francia no contaba con párrocos más que en los lugares que eran cabeza de los cantones; el resto de sacerdotes eran curas ecónomos. Como resultado: la cuota pagada por el Estado era reducida, y sólo los párrocos eran inamovibles de sus cargos. Los obispos podían mover libremente a gran parte de su personal en el territorio de sus diócesis.

De hecho, también en Quebec, teníamos curas ecónomos. Y a modo de confirmación, yo sólo puedo pensar en mi hermano sacerdote que era, hasta su muerte accidental y prematura “cura ecónomo de Saint-Pierre-des Cas-cades”, en la diócesis de Valleyfield. Sin embargo, también la gente de las Cascadas, a mi hermano le llamaban siempre: “nuestro párroco”.

Edouard Seguin, c.s.v

JUAN Mª VIANNEY PÁRROCO DE ARSTres años después de su ordenación sacerdotal, Juan María Vianney fue

nombrado cura ecónomo de Ars, una aldea situada a 30 kilómetros al norte de Lyon. Este pueblo tiene sólo 230 habitantes repartidos en casas pobres en una meseta ligeramente ondulada, pero sin nada de pintoresco. Esta meseta de Dombes tiene poca tierra cultivable, pero sí una gran cantidad de arcilla, por lo que los árboles se secan. Un lugar perdido. Una mañana de febrero de 1818, el nuevo párroco descendió del carro de un campesino tirado por dos vacas, con sus muebles, su cama, etc. Al ver el campanario de la iglesia, se arrodilló en el camino fangoso.

En lo religioso, se sabe, que este pueblo ha caído muy bajo en el desprecio del domingo, la borrachera y la indiferencia. El ministerio del nuevo párro-co será inicialmente el los numerosos párrocos de la campiña en esta época: misa, bautismo, funerales y visitar a los enfermos. Juan María Vianney es un sacerdote pobre y de tardía instrucción.

El pueblo de Ars descubre rápidamente que este sacerdote es diferente a los demás: apenas se alimenta, pasa horas en oración en la iglesia, distribuye ropa a los pobres, le da a una persona su cama, su colchón a otra, acoge a los men-digos. Este pastor pronuncia sermones rigoristas, hace hincapié en la severidad de la justicia divina, advierte contra los peligros del baile, de los espectáculos, del cabaret. Como su maestro jansenista, el P. Balley, es duro con los pecadores.

Sin embargo, poco a poco, esta actitud se irá ablan-dando gracias a la influencia de la teología de San Al-fonso María de Ligorio, conocida poco después.Juan María Vianney

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¿Y la iglesia? Se encuentra en mal estado, coronada por un campanario miserable. Ésta será la preocupación de este celoso sacerdote: embellecer este lugar bendito. En primer lugar reparar el campanario, después alargar-lo ocho pies rehaciendo la fachada; blanquear todas las paredes interiores.

Mientras realiza este trabajo, el pastor se entrega a la preparación de sus sermones, restaura la cofradía del Santísimo Sacramento, funda dos es-cuelas y recluta buenos profesores. Cada vez más demacrado, confesará hasta dieciséis horas al día. Su carisma personal es leer el interior de las personas; un carisma poco común. Año tras año, la gente viene de lejos para consultarle y el flujo de los penitentes irá creciendo en la puerta de la pequeña iglesia.

Ludger Mageau, c.s.v.

LUIS QUERBES, MENSAJERO DE LA PALABRASacerdote desde hace poco y vicario en

San Nicecio, el joven Luis Querbes aborda su papel como predicador sagrado con toda seriedad. He aquí un extracto de uno de sus primeros sermones: “Situado sobre vues-tras cabezas, el ministro evangélico no os habla en su nombre, sino en nombre de aquel que le ha enviado... y ¡ay de él! si osa olvidar los deberes que le impone esta noble tarea y abandona la sencillez del Evangelio, para buscar vuestros va-nos aplausos. Debéis respetar en él la cualidad de embajador de Jesucristo y, yo que me presento por se-gunda vez en este púlpito, ¿seré digno de venir aquí con esta augusta cualidad y levantar mi voz en esta gran asamblea, viniendo de una juventud vivida en medio de vosotros, si yo no hubiera sido enviado, y si vosotros mismos no creyerais que Dios me ha confiado su palabra y que en su nombre yo os anuncio...? Recibidla, por lo tanto, no como palabra de hombre, sino como la de Jesucristo que nos envía...».

Luis María Querbes, sacerdote.

El ministro evangélico no habla en su nombre, sino en nombre de aquél que le ha enviado...

Recibid su palabra no como palabra de hombre... sino como la PALABRA de Jesucristo que nos envía...

El púlpito, de J.M. Perche

Editado por la Provincia de los C.S.V. de Canadá - Traducido en la Comunidad viatoriana de España