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CREADOS BAJO EL SOL NACIENTE UN RECORRIDO POR LAS PIEZAS JAPONESAS DEL MUSEO CERRALBO

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  • CREADOS BAJO EL SOL NACIENTE

    UN RECORRIDO POR LAS PIEZAS JAPONESAS DEL MUSEO CERRALBO

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    Texto:Ariadna González del Valle Becaria FormARTE 2017-2018A partir de la catalogación realizada por Fernando Tabar para la exposición Lujo asiático. Artes de Extremo Oriente y chinerías en el Museo Cerralbo. 2004.

    Fotografías:María Jesús del Amo RodríguezÁngel Martínez LevasJavier Rodríguez Barrera

    Departamento de Investigación y ColeccionesMuseo CerralboC/Ventura Rodríguez, 1728008, Madrid

    NIPO: 030-18-002-X

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    ELIGE TU PROPIO MUSEO

    A través de este itinerario, os invitamos a conocer el Museo Cerralbo de una forma diferente, en esta ocasión, haciendo un recorrido por algunas de las principales obras japonesas presentes en sus salas.

    Todos los objetos de origen nipón, exceptuando los que se conservan en los almacenes, se encuentran en el Piso Principal del palacio, el cual fue concebido desde un principio por don Enrique de Aguilera y Gamboa, XVII marqués de Cerralbo, como un museo donde exhibir las colecciones artísticas reunidas por él y su familia. En esta planta noble, destinada a la vida social, nos encontramos con obras de arte, antigüedades y curiosidades dispuestas según el criterio del Marqués, para crear unas ambientaciones específicas. Dentro de este conjunto tan heterogéneo de objetos se integran las piezas orientales, entre ellas, las de procedencia japonesa, las cuales reflejan el gusto imperante en aquel momento por el mundo oriental. Así, en la segunda mitad del siglo xix, estuvo de moda coleccionar este tipo de objetos, que eran considerados artículos de lujo y servían para adornar las estancias con un toque de exotismo.

    Las obras japonesas, algunas de las cuales don Enrique probablemente adquirió en las subastas del Hôtel Drouot de París, se caracterizan por su diversidad –armas y armaduras, cerámicas, bronces…– y están datadas, mayoritariamente, hacia finales del periodo Edo (1614-1868) o en la era Meiji (1868-1912). Las piezas seleccionadas en este itinerario se presentan agrupadas en siete bloques temáticos que nos acercarán a distintos aspectos del arte y la cultura del país del Sol Naciente. Tras una breve parada en el Piso Entresuelo, para conocer la influencia oriental en el arte europeo, el recorrido tendrá su desarrollo en el Piso Principal. Pasen y vean.

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    RECORRIDO

    PISO ENTRESUELO

    PISO PRINCIPAL

    Imitación e invención

    La porcelana japonesa

    Armaduras y espadas

    El arte del cloisonné japonés

    Laca japonesa

    Leyendas de Japón

    La naturaleza y sus símbolo

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    IMITACIÓN E INVENCIÓN PISO ENTRESUELO: Salón Rojo

    Comenzamos nuestro recorrido en el Piso Entresuelo hablando de las chinerías o chinoiseries, las cuales son un claro ejemplo de la fascinación que Oriente ejerció sobre Occidente desde antiguo. Con este término se alude al estilo artístico europeo inspirado por las artes de China, Japón y otros países asiáticos. Con sus orígenes en el siglo xvii, cuando el mercado con Oriente se vio incrementado, las chinerías tuvieron su apogeo en Europa a mediados del siglo xviii. Así, junto a los objetos importados desde Oriente, estas imitaciones, que reflejaban muchas veces las fantasías europeas sobre estos países lejanos, también sirvieron para adornar los hogares con un toque de exotismo.

    En el palacio del marqués de Cerralbo nos encontramos con varios ejemplos de chinerías, entre ellas, una papelera que se ubica en el Salón Rojo, sobre una mesa. Es una imitación europea, de hacia 1700, de muebles japoneses lacados del siglo xvii que se encuadran dentro del arte nambán. La papelera es de madera lacada en negro, con una decoración pintada en dorado, en el frente de las puertas y los cajones del interior. En las puertas se puede apreciar un paisaje con ciruelo en flor, entre otras plantas y chozas campesinas. Este tipo de muebles era empleado para guardar y clasificar papeles, a manera de armario o estantería.

    Detalle del interior de la papelera.

    Papelera con mesa. Europa, hacia 1700. Madera y latón. Salón Rojo.

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    LA PORCELANA JAPONESAPISO PRINCIPAL: Salón Estufa

    Continuamos nuestro recorrido ahora por el Piso Principal y nuestra primera parada será en el Salón Estufa, con la porcelana como protagonista.

    Los comienzos de la producción de porcelana en Japón se remontan a los inicios del siglo xvii, varios siglos después de que fuera inventada en China, durante la dinastía Tang (618-906). Para su fabricación era necesaria una tecnología más avanzada que en el caso de otras pastas cerámicas, puesto que debía ser cocida a una temperatura muy elevada, de más de 1.100 grados, y se requería una específica mezcla de arcilla que incluía el caolín.

    Es a comienzos del siglo xvii cuando alfareros coreanos que viven en Japón descubren en la zona de Arita depósitos del material necesario para la realización de la porcelana, dando lugar a una nueva industria. Si en un principio se producía para el consumo local, durante la segunda mitad del siglo xvii la mayor parte de la producción se hacía ya para la exportación. Hasta ese momento, la porcelana procedente de China había dominado el mercado internacional. Pero, con la caída de la dinastía Ming, sus talleres se vieron afectados y los comerciantes holandeses se dirigieron a Japón, durante este siglo y el xviii, para cubrir la demanda europea de porcelana, que era exportada desde el puerto de Imari.

    Pareja de jardineras. Era Meiji (1868-1912). Porcelana. Salón Estufa.

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    Estos productos fueron de los primeros objetos artísticos japoneses con los que los europeos entraron en contacto. La porcelana concebida para la exportación incorporó elementos propios de Japón, pero también diseños y formas en relación a los gustos de Occidente, completamente ajenos a los ceramistas del lugar y que copiaron de modelos en madera que les facilitaban a menudo los holandeses. La porcelana azul y blanca China, popular en Europa, fue también modelo para sus creaciones. Y hacia la década de 1630 comenzó a realizarse asimismo otro estilo de porcelana, con decoración polícroma, que atrajo en gran medida al mercado europeo.

    Si durante largo tiempo en Japón solo estuvo permitido el comercio con los holandeses y China, debido a la política de aislamiento del periodo Edo, a mediados del siglo xix el país abrió sus puertos a otras potencias extranjeras, dándose a conocer gran número de objetos artísticos japoneses. La presencia de estos en las exposiciones universales del siglo xix generó una gran demanda de objetos de este país.

    La pareja de jardineras que se encuentran en el Salón Estufa son piezas realizadas para la exportación a raíz de la Exposición Universal de París de 1878, donde obtuvieron un gran éxito las porcelanas japonesas decoradas en azul y blanco con flores y pájaros. La decoración en azul nos muestra una escena continua de plantas y aves, motivos que nos encontramos también en la parte inferior, dentro de una serie de círculos, sobre un fondo gris. Estas jardineras cuadrangulares son de paredes gruesas y presentan un orificio en la base, para la salida del agua. Su función concuerda con el diseño inicial de esta sala como invernadero o jardín de invierno.

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    ARMADURAS Y ESPADASSala Árabe y Armería

    Las armaduras y espadas japonesas son obras de arte únicas, en las que se combina la practicidad y funcionalidad con una gran atención a las cualidades estéticas. Estos objetos fueron de gran valor para el samurái, figura que ha despertado gran fascinación en el mundo occidental.

    El auge del guerrero samurái se remonta al siglo xii, cuando la élite militar se hace con el control político de Japón, el cual durará hasta el siglo xix. La palabra samurái proviene del término japonés saburafu, que significa “servir al lado de uno”. Estos guerreros, expertos en el combate, acogieron con entusiasmo el budismo Zen y se regían por un código de honor conocido como bushido –el camino del guerrero–, el cual se convierte en un ideal de

    Armaduras.Periodo Edo (1614-1868). Hierro, cobre, laca, textiles. Sala Árabe.

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    conducta, enfatizándose la valentía, la rectitud, el honor y la lealtad, entre otros valores. Este código de conducta quedó formalizado, con reglas escritas, durante el periodo Edo (1614-1868), un periodo pacífico en el que muchos de estos samurái formaron parte de la élite intelectual. En 1868, con la Restauración Meiji, es entregado el gobierno al emperador, produciéndose entonces la abolición total de la clase samurái.

    Las armaduras fueron objetos de gran valor para el samurái y sirvieron no sólo para protegerle y engalanarle si moría en la batalla, sino también como símbolo de distinción dentro de la sociedad japonesa; utilizándose en los tiempos de paz en desfiles y ceremonias. La armadura samurái se caracterizó por una combinación de técnicas y materiales muy variada: hierro, cobre, laca, cuero, seda… Debido a ello, la fabricación de una de estas armaduras requería el trabajo, conocimientos y habilidades de varios artesanos especialistas, durando el proceso de creación varios meses.

    Las armaduras japonesas fueron evolucionando a lo largo del tiempo. Las tres presentes en la Sala Árabe pertenecen al periodo Edo y ponen el toque exótico al resto de ejemplares que reunió el marqués de Cerralbo en su armería. A través de ellas podemos observar los distintos componentes que las conforman: el casco (kabuto), la máscara (ho-ate) y la propia armadura o coraza (do). Todo ello es combinado con los accesorios que protegían las diversas partes del cuerpo: las hombreras (sode), los brazales (ko-te), un faldellín bajero (hai-date) y las espinilleras (sune-ate). Estas armaduras, más livianas que las europeas, están conformadas por varias placas de hierro que eran unidas entre sí por cordones de colores. Se trata, sin duda, de piezas únicas, funcionales y de gran belleza a un mismo tiempo. Junto con la armadura, otro objeto de gran valor para el samurái será la espada, su arma esencial, además del símbolo de su autoridad. Tanto es así que a menudo se la denominó “el alma del samurái”.

    Junto a una de estas armaduras y ubicado en una mesa, podemos observar otro objeto japonés, que consiste en un juego de siete recipientes para alimentos, con tamaño decreciente. Sobre esta tipología de objetos hablaremos más adelante.

    Jubako. Era Meiji (1868-1912). Madera lacada. Sala Árabe.

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    Hacia la segunda mitad del siglo xvi fue algo habitual que el samurái llevara en su cinturón dos espadas, una larga –katana– y una corta –wakizashi–, conformando el denominado daisho, que quedó formalmente establecido durante el Período Edo. Un ejemplar de wakizashi lo podemos apreciar en la Sala Árabe, en la parte izquierda de la pared donde se abre el balcón. Este sable corto posee las medidas mayores que puede tener el arma –con una longitid de entre 30 y 60 centímetros–, sin llegar a ser una katana. Entre los componentes que lo conforman nos encontramos con la empuñadura (tsuka), que tiene dos piezas de madera forradas de piel de escualo; la vaina (suya), que es de madera lacada en negro, y otra serie de elementos, que a menudo son altamente apreciados por sus cualidades artísticas y decorativas. Este es el caso de la tsuba o guarda, pieza de metal que sirve para evitar que la palma de la mano se desplace desde la empuñadura hacia el filo. Por su parte, la hoja es una pieza central y su forja suponía un proceso de trabajo cuidadoso, que fue desarrollado durante siglos, consiguiéndose en estas armas japonesas una perfecta combinación de tecnología y arte.

    Sable corto (wakizashi). Periodo Edo (1614-1868). Acero, bronce, madera, piel de zapa, laca y textiles. Sala Árabe.

    Detalle de la tsuba.

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    Estribos. Periodo Edo (1614-1868).

    Hierro, plata, madera y laca. Armería.

    Al hablar de las armas y armaduras, tampoco podemos dejar de lado los equipamientos ecuestres, con máscaras, monturas y estribos ricamente ornamentados. El caballo fue introducido en Japón durante el periodo Kofun (250-552) desde Asia continental y el guerrero samurái contó con su importante ayuda en la batalla. Como reflejo de esta alianza podemos apreciar en la Armería, según salimos de la Sala Árabe, a nuestra derecha, dos pares de estribos (abumi), realizados en hierro y decorados con plata, con la técnica del nielado. Presentan una forma curva y envolvente para el pie y su interior está revestido de madera lacada en rojo.

    Detalle de la decoración exterior con plata, formando diferentes motivos. El estribo de la izquierda presenta en el frente un dragón entre ondas y el de la derecha motivos florales.

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    EL ARTE DEL CLOISONNÉ JAPONÉSSalón Vestuario

    El esmalte cloisonné, tabicado o alveolado y denominado shippo en Japón, es una técnica para la decoración de objetos metálicos, normalmente realizados en cobre, que requiere un trabajo minucioso. En ella se utilizan finos alambres para delinear los contornos del diseño deseado, generándose así las diferentes áreas –cloisons en francés– en las que se aplicará el esmalte de color. Posteriormente, se realiza la cocción del objeto y todo este proceso de aplicación de esmalte y cocción se repite varias veces. Finalmente, se pule la superficie, quedando visibles los alambres en la pieza terminada, por lo que estos forman parte integral de la decoración.

    Antes del siglo xix, en Japón, los esmaltes cloisonné habían sido usados principalmente como pequeñas áreas de decoración en accesorios de arquitectura y en ciertos componentes de las espadas como la tsuba (guarda). La técnica renació de la mano del samurái de Nagoya Kaji Tsunekichi (1803-1883), quien, en la década de 1830, se vio obligado a encontrar alguna forma de complementar su escasa renta oficial, como ocurrió a tantos otros samurái en aquellos tiempos. Kaji, sin maestro previo, redescubrió la técnica a través del estudio del esmalte cloisonné chino. A partir de entonces se produjo el desarrollo de esta industria, que tuvo sus años de mayor esplendor artístico y técnico entre 1880 y 1910, periodo que ha sido llamado a menudo la Edad de Oro del esmalte cloisonné japones. Para finales del siglo xix este arte se había convertido ya en una de las formas más exitosas de manufactura y exportación, siendo sus productos ampliamente deseados en Occidente.

    Par de pequeños jarrones. Era Meiji (1868-1912). Cobre y esmaltes. Salón Vestuario.

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    Entre los artistas más célebres que trabajaron la técnica se encuentra la figura de Namikawa Yasuyuki (1845-1927) quien destacó por su utilización del esmalte negro translúcido y brillante como fondo, sobre el cual los diferentes motivos ornamentales resultaban más llamativos, como ocurre en una pareja de jarrones del Salón Vestuario.

    En este par de pequeños jarrones, dispuestos sobre el lavabo reutilizado como mesa de tocador, destacan sobre el fondo negro las figuras de dos dragones, enfrentados entre ellos y con actitudes diferentes, entre llamaradas rojas. La forma de los jarrones y los diseños decorativos son genuinamente japoneses, dentro de su dependencia remota original de los modelos chinos. El cobre de los bordes y la base de los jarrones ha sido dorado como era habitual.

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    LACA JAPONESAComedor de Gala, Salón Chaflán, Galería Primera

    y Biblioteca

    Continuando con nuestro recorrido por las piezas japones, nuestras próximas paradas serán en el Comedor de Gala y, posteriormente, el Salón Chaflán, la Galería Primera y la Biblioteca, donde vamos a poder apreciar varias piezas realizadas en madera y porcelana lacada, técnica que desarrollaron con gran maestría los japoneses.

    La laca de Asia Oriental es una resina extraída de la savia altamente tóxica de un árbol que crece por ese área, el Rhus verniciflua. Esta laca fue usada no sólo para proteger una gran variedad de objetos, siendo resistente al agua, ácidos y, hasta cierto punto, el calor; sino también para embellecer y decorar los mismos, muchos de ellos hechos para uso personal. Normalmente, la laca era mezclada con pigmentos rojos –cinabrio– o negros –óxido de hierro–, otorgándola estos colores tan característicos que podemos apreciar en las piezas presentes en el Museo. Y posteriormente era aplicada al objeto deseado a través de sucesivas capas (treinta o más en el caso de obras de alta calidad), que necesitaban ser consolidadas y pulidas, por lo que estamos hablando de un proceso de trabajo largo y costoso.

    En Japón, la utilización de la laca se remonta al Neolítico, durante el período Jomon. Tiene, por tanto, una larga historia, aunque su trabajo como una artesanía altamente refinada y apreciada por sus cualidades estéticas no se desarrolló hasta el periodo Nara, entre mediados del siglo vi al viii, bajo la influencia de la laca China introducida en el país durante esta época. Desde entonces, la técnica tuvo su propio desarrollo en Japón y, con la reapertura del país, a mediados del siglo xix, se produjo una gran demanda de este tipo de obras por parte de Occidente, aunque el prestigio de la laca japonesa, conocida como urushi, venía ya desde finales del xvi cuando fue introducida en Europa.

    Bandejas. Era Meiji (1868-1912). Madera lacada. Comedor de Gala.

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    En el interior de las puertas del Comedor de Gala nos encontramos ya con algunos de estos objetos lacados que adquirió el Marqués de Cerralbo. Se trata de un conjunto de cuatro bandejas (bon) de madera lacada y forma circular, en las que se dispone sobre el fondo rojo decoración vegetal y aves en vuelo. En esta misma sala también se ubica otra bandeja de madera lacada, con forma lobulada, en la que se presenta sobre fondo negro una escena con niños chinos contemplando una pelea de gallos.

    A través de estas piezas podemos apreciar un tipo de técnica decorativa que se convirtió en uno de los mayores logros en el trabajo de la laca en Japón: el maki-e o “pintura espolvoreada”. Este tipo de decoración característica del país nipón implica esparcir polvos de oro o plata sobre la laca fresca, aprovechando el carácter adhesivo de la misma. En su forma más simple y más utilizada, hiramaki-e, los polvos se aplican sobre un motivo decorativo que ha sido previamente dibujado y está realizado en plano. Frente a este tipo de decoración, en el takamaki-e, los dibujos sobre los que se esparce el polvo tienen cierto relieve, que ha sido conseguido con laca y carbón. Una vez realizada la decoración, normalmente se cubre el objeto con una capa de laca transparente para protegerlo y se abrillanta. Esta decoración plana y en relieve puede apreciarse de forma conjunta en la bandeja con la escena de niños. Bandejas. Era Meiji (1868-1912).

    Madera lacada. Salón Chaflán.

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    En el Salón Chaflán nos volvemos a encontrar con varios objetos lacados. Sobre un caballete de madera dorada imitando la caña de bambú, de factura occidental, se dispone una bandeja de madera lacada en negro. La decoración en relieve y plana, en dorado, plateado y con toques de laca roja, representa un ciruelo en flor con aves fénix (ho-oo). En su interior se disponen cuatro bandejas, igualmente de madera lacada, dos de ellas de forma lobulada y otras dos con forma estilizada de pato mandarín. Como hemos podido comprobar, los objetos a lacar suelen ser de madera, aunque también se utilizaron muchos otros materiales, entre ellos, tejido, metal, bambú trenzado, porcelana o papel. Un ejemplo de porcelana lacada lo encontramos en el propio Salón Chaflán, con una pareja de jarrones que tienen forma de calabaza doble. En ellos, la superficie está enteramente revestida de laca negra decorada con motivos dorados, estilizados como el cuerpo del jarrón, de aparente ligereza por su forma. Otra muestra de porcelana lacada se dipone en la Galería Primera, con un par de jarrones también cubiertos de laca negra y roja.

    Jarrón. Era Meiji, hacia 1870. Porcelana lacada. Salón Chaflán.

    Pareja de jarrones. Era Meiji (1868-1912). Porcelana lacada. Galería Primera.

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    Para terminar nuestro recorrido por algunas de las principales piezas lacadas del Museo, debemos adentrarnos en la Biblioteca. Aquí nos encontramos, sobre la mesa, con un juego de recipientes conocido como jubako, el cual tiene la función de almacenar y transportar comida preparada para su consumo. El uso de este tipo de cajas se inició en Japón hacia 1610 y continúa en la actualidad. Presentaban distintas formas –cuadrada, cilíndrica o hexagonal– y materiales, siendo el más apropiado para el uso doméstico la porcelana y para los portátiles la madera lacada.

    El jubako de esta sala, de forma hexagonal, es portátil y lleva un asa en la parte superior. Fue realizado probablemente para la exportación y presenta como singularidad, en lugar de los habituales recipientes apilables, un armazón plegable que se abre y sostiene los cuatro contenedores, simbolizando cada compartimento una de las cuatro estaciones. Está realizado en madera lacada en rojo y negro, con motivos ornamentales en dorado, rojo y plateado. En la parte superior se representa un ciruelo en flor con aves y una planta de crisantemos al pie del árbol. Los contenedores presentan vegetación y distintas aves en vuelo.

    Jubako.Era Meiji (1868-1912). Madera lacada y latón.

    Biblioteca.

    Detalle de la parte superior del jubako.

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    LEYENDAS DE JAPÓNGalería Primera

    Si nos dirigimos de nuevo a la Galería Primera, nos encontraremos con una vitrina de pared en la que se reúnen, entre otras piezas, varios objetos de procedencia nipona. En la balda superior, en penumbra y con difícil acceso a la vista, se dispone una figura de bulto redondo, realizada en gres, que representa a un hombre con perilla y sombrero, sentado en el suelo con las piernas flexionadas. Éste sujeta entre sus manos una calabaza doble que tiene un orificio en la parte alta para insertar una varilla de incienso. Centramos nuestra atención en esta figura, puesto que en ella se ha querido ver la representación del pescador Urashima-Taro, protagonista de una de las leyendas más populares del folclore japonés.

    La historia comienza cuando, un día, este joven hombre que había salido a pescar al mar cogió entre sus redes una tortuga y decidió liberarla, salvándole la vida. Al día siguiente Urashima fue a pescar de nuevo y se encontró con una bella mujer en un bote. Ella, que era en realidad la princesa Otohime, le explicó que era la única superviviente de un naufragio y Urushima decidió acompañarla a su casa. Tras varios días, ambos llegaron a Ryugu-jo , el magnífico palacio del dios Dragón, el cual estaba en el fondo del mar. Allí, la mujer le enseñó el jardín, en el que se podían ver flores de las cuatro estaciones creciendo al mismo tiempo, puesto que el palacio se encontraba en el mundo eterno. Se casaron y juntos vivieron tres felices años. Pero Urushima echaba de menos a sus padres y deseaba volver a su hogar. Antes de irse, su mujer le confesó que ella era una transformación de la tortuga que él había salvado y le entregó un recipiente como recuerdo, advirtiéndole que no lo abriera nunca. Cuando Urushima regresó a su pueblo, para su sorpresa, descubrió que habían pasado en realidad setecientos años desde que se fue. Desconcertado, abrió el recipiente que le había dado su mujer. De su interior salieron tres hilillos de humo y, de forma inmediata, Urushima se convirtió en un hombre anciano de cabellos blancos, ya que en dicho objeto moraba su

    Personaje sentado. Era Meiji (1868-1912). Gres. Galería Primera.

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    edad. Luego se transformó en una grulla y echó a volar, mientras que su mujer volvió a ser una tortuga y desde entonces soporta el Monte Penglai (Monte Horai) sobre su caparazón.

    En esta misma galería se ubica una pareja de jarrones de porcelana, fabricados en Japón durante la era Meiji para su venta en Europa, que nos invitan a conocer otro relato en el que se mezcla, esta vez, parte de leyenda y también parte de verdad, debido a la existencia real de sus protagonistas: Yoshitsune no Minamoto y su amante Shizuka Gozen, dos de los personajes trágicos más famosos de la historia de Japón.

    Yoshitsune (1159-1189) fue un victorioso general que luchó en defensa de su clan, los Genji, contra el hasta entonces dominante clan Taira, al que venció. Por su parte, Shizuka Gozen (1165-1211), fue bailarina de Shirabyôshi, un estilo de danza medieval. Según cuenta la tradición, los éxitos militares de Yoshitsune despertaron las envidias de su hermano mayor, Yoritomo (1147-1199), quien lideraba el clan Genji. Como temía que el poder de su hermano acabara sobrepasando el suyo, Yoritomo se embarcó en una dura campaña de persecución, que llevó a la huida de Yoshitsune y a su separación de Shizuka. Finalmente, fue capturado y obligado a hacerse el harakiri. Poco se sabe del destino real de Shizuka, aunque se dice que cuando vagaba en busca de su esposo, cayó muerta en mitad de un camino, convirtiéndose la rama que utilizaba como bastón en un hermoso árbol.

    La pareja de jarrones presentes en esta galería nos muestran una escena idéntica que evoca, según algunos estudiosos, la despedida de estos dos amantes en la bahía de Daimotsu, hecho legendario que ocurrió a finales del siglo xii y que es narrado en la obra de teatro clásico Noh titulada Funa Benkei. El samurái Yoshitsune aparece acompañado de su fiel escudero Saito Musashibo Benkei (1155-1189) y Shizuka podría identificarse como la figura femenina que porta una naginata, arma de asta de hoja curva. La escena se desarrolla en un entorno con pinos y ciruelos en flor a orillas del mar.

    Pareja de jarrones Imari.

    Era Meiji (1868-1912).

    Porcelana. Galería Primera.

    o

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    LA NATURALEZA Y SUS SÍMBOLOSGalería Segunda y Tercera

    El mundo natural juega un significativo papel en el arte japonés, siendo a menudo representado en pinturas, grabados y textiles, al igual que en toda clase de artes decorativas. Este tipo de motivos está en estrecha relación con el Shinto, el sistema de creencias nativo de Japón, y también con el budismo, los cuales prestan especial atención a la naturaleza y a la armonía de las personas con ella.

    Jarrón. Era Meiji (1868-1912). Bronce. Galería Segunda.

    Jarrón. Era Meiji, hacia 1870.

    Bronce. Galería Tercera

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    Elementos como las montañas, nubes o ríos están cargados de simbolismo, al igual que ocurre con las representaciones de plantas y flores, motivos que a menudo son realizados de una forma sencilla y altamente estilizada, sin pretensiones de ser realistas. Así, por ejemplo, las montañas simbolizan lo inmóvil; el agua, o las olas, representan adaptación; el bambú significa larga vida, amistad, paz y armonía y la peonía, prosperidad, felicidad, amor y afecto. Por su parte, el crisantemo, flor de otoño con un largo periodo de floración, simboliza longevidad, fuerza y coraje y el pino, árbol de larga vida y gran resistencia, está relacionado con la vida eterna, la tranquilidad y la lealtad. En el caso de la representación de la fauna, también nos encontramos con una gran variedad de animales, reales y mitológicos, cargados de simbolismo. Entre ellos, son muy populares en Japón la tortuga y la grulla, ambos asociados con la longevidad. En las dos parejas de jarrones realizados en bronce con las que cerramos nuestro recorrido nos encontramos con la representación de diversos animales en altorrelieve. La primera pareja se ubica en la Galería Segunda. En la parte inferior del jarrón se representan tortugas míticas entre ondas acuáticas, en el cuerpo se sitúa un dragón entre olas y nubes y en el cuello aparecen dos qilin –kirin en japonés–. Este animal imaginario, de origen chino, suele representarse como una combinación de dragón, ciervo y león, con cuernos en su cabeza y piel escamada, aunque hay diversas variantes en su apariencia. Esta criatura es considerada un símbolo de buen augurio. Se dice de ella que puede alcanzar los mil años y es un ser tan amable que evita incluso pisar la hierba, temiendo dañarla, por lo que se le suele representar caminando entre nubes o agua. La otra pareja de jarrones, situada en la Galería Tercera, presenta grullas en la base, en el cuerpo pavos reales entre vegetación y un dragón en el cuello.

    Finalizamos aquí este recorrido por algunas de las principales piezas japonesas presentes en el Museo; recorrido con el que nos unimos a la celebración del 150 aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre Japón y España, con la firma del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación el 12 de noviembre de 1868.

    Detalle de los qilin.

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    CRONOLOGÍA DEL ARTE JAPONÉS

    Periodo Jomon: 10000 a. C.-250 a. C Periodo Yayoi: ca. 250 a. C. -250 d. C.

    Periodo Kofun: ca. 250-552 Periodo Asuka: 552-646

    Periodo Nara temprano (Hakuho): 646-710

    Periodo Nara (Tempyo): 710-794 Periodo Heian temprano: 794-898

    Periodo Heian Tardío: 898-1185

    Periodo Kamakura: 1185-1333

    Periodo Nambokucho: 1333-1392 Periodo Muromachi: 1392-1568

    Periodo Momoyama: 1568-1614 Periodo Edo: 1614-1868

    Era Meiji: 1868-1912