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1 Prof. Dr. Ángel Jorge Barahona Plaza Universidad Francisco de Vitoria LA PERTEECIA A LA IGLESIA. 1. Porque me encontré con la Iglesia, creo en Dios Mi relación con la Iglesia ha pasado por tres momentos. Un primer momento fue el inercial: nací dentro de la tradición social y religiosa a la que pertenezco, la de una España católica y en el seno de una familia bien anclada en este estilo de vida. Un segundo momento, en el que se rompieron esos vínculos, cuando tuve que desarraigarme para ir a una ciudad vecina al lugar donde vivía para cursar mis estudios universitarios. Los vínculos se disolvieron como el azúcar en el agua. De repente me vi inmerso en un clima de incredulidad, de sospecha, de crítica al sistema de valores que había considerado mío y sin respuestas a un mar de preguntas urgentes. Me dejé llevar por la corriente mimética de una juventud comprometida con la realidad social, alejándome de la fe de mis padres y buscando fuentes de legitimación de una conducta auténtica. Todo lo demás era tachado de costumbre e hipocresía. Un tercer momento llegó cuando, hastiado de ese fulgor del vivir para mí mismo, todo se trocó en oscuridad. Este momento fue un tiempo clave de la acción del Espíritu Santo. Sentía dentro de mí una especie de pregunta radical e inquietante: ¿eso es todo lo que la vida te puede ofrecer? Y una certeza: todo lo que me queda por experimentar son fuentes de alienación aún más alienantes que las que he recibido de mis padres. El que no tiene un Dios tiene un ídolo resonaba en cada momento, en cada pensamiento o decisión. Pero no tenía dónde retornar. Me habían llenado de prejuicios contra la Iglesia: inautenticidad, hipocresía, doblez, ritualismo vacío, extrañamiento del sufrimiento humano, lejanía de los problemas reales Un sinfín de tópicos pesaban sobre mi cabeza inmovilizándome. Me encontré sin quererlo frente al abismo intentando llenarlo con una montaña de libros de todo tipo de estilos. Ahora veo que mi historia personal se mezclaba fusionada con la de mi generación. Después de la confirmación, y coincidiendo con la vida universitaria, pocos permanecían vinculados a un útero de la Iglesia en la que habíamos sido insertados por el bautismo social, que se quedaba estrecho. No veíamos la aventura maravillosa que supone buscar a Jesucristo, pertenecer al Iglesia, cargados como estábamos de estereotipos y de falsas

CRISTO Es La Iglesia

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bien sintético....

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1

Prof. Dr. Ángel Jorge Barahona Plaza

Universidad Francisco de Vitoria

LA PERTE E CIA A LA IGLESIA.

1. Porque me encontré con la Iglesia, creo en Dios

Mi relación con la Iglesia ha pasado por tres momentos. Un primer momento fue el

inercial: nací dentro de la tradición social y religiosa a la que pertenezco, la de una España

católica y en el seno de una familia bien anclada en este estilo de vida. Un segundo

momento, en el que se rompieron esos vínculos, cuando tuve que desarraigarme para ir a

una ciudad vecina al lugar donde vivía para cursar mis estudios universitarios. Los vínculos

se disolvieron como el azúcar en el agua. De repente me vi inmerso en un clima de

incredulidad, de sospecha, de crítica al sistema de valores que había considerado mío y sin

respuestas a un mar de preguntas urgentes. Me dejé llevar por la corriente mimética de una

juventud comprometida con la realidad social, alejándome de la fe de mis padres y

buscando fuentes de legitimación de una conducta auténtica. Todo lo demás era tachado de

costumbre e hipocresía. Un tercer momento llegó cuando, hastiado de ese fulgor del vivir

para mí mismo, todo se trocó en oscuridad. Este momento fue un tiempo clave de la acción

del Espíritu Santo. Sentía dentro de mí una especie de pregunta radical e inquietante: �¿eso

es todo lo que la vida te puede ofrecer?� Y una certeza: �todo lo que me queda por

experimentar son fuentes de alienación aún más alienantes que las que he recibido de mis

padres�. El que no tiene un Dios tiene un ídolo resonaba en cada momento, en cada

pensamiento o decisión. Pero no tenía dónde retornar. Me habían llenado de prejuicios

contra la Iglesia: inautenticidad, hipocresía, doblez, ritualismo vacío, extrañamiento del

sufrimiento humano, lejanía de los problemas reales� Un sinfín de tópicos pesaban sobre

mi cabeza inmovilizándome. Me encontré sin quererlo frente al abismo intentando llenarlo

con una montaña de libros de todo tipo de estilos.

Ahora veo que mi historia personal se mezclaba fusionada con la de mi generación.

Después de la confirmación, y coincidiendo con la vida universitaria, pocos permanecían

vinculados a un útero de la Iglesia en la que habíamos sido insertados por el bautismo

social, que se quedaba estrecho. No veíamos la aventura maravillosa que supone buscar a

Jesucristo, pertenecer al Iglesia, cargados como estábamos de estereotipos y de falsas

2

imágenes de la fe. Leí muchos libros porque muchos libros se han escrito para intentar

fundamentar, desde el punto de vista de la teología, la necesidad de la Iglesia1, pero era

difícil que con los farragosos argumentos �casi todos para iniciados o teólogos-, me

convenciera, y menos siendo ya un resabiado aprendiz de filosofía, seducido por los gestos

y la palabras grandilocuentes, por los guiños a la vida hedonista que recibía, subliminal o

descaradamente, a todas horas y por los cantos de sirenas de filósofos resentidos.

La gente �yo- no tenía tiempo para leer tediosos desarrollos argumentales. Todo

empezaba a ir muy deprisa. En ese momento especial y oscuro de la acción del Espíritu

Santo, sin buscarlo, también por inercia, por vínculos afectivos, me encontré escuchando

unas catequesis para adultos que me desarmaron existencialmente, y con el paso del

tiempo, indagando en las fuentes librescas de la fe, también intelectualmente. Escuché un

kerigma2, de labios de un hombre sin más recursos que el haber sido enviado y haber

obedecido a lo que él llamaba �la Iglesia�.

Empezó un combate interior que duró poco tiempo, gracias a Dios, porque algo

dentro de mí me iba certificando qué era lo que siempre había querido oír: que Dios es

amor, que perdona a los que erramos una y otra vez, que renueva su alianza con los

alejados, que no excluye de su Iglesia a los que no valen, que ha enviado a su hijo para

mostrarnos una forma de vida plena. La liturgia fue esta fuente inagotable de teología para

legos.3

Sin embargo, un escollo seguía haciéndome mantener la distancia: este viejo tema

de origen evangélico de que Cristo es su Iglesia era cada vez es más acuciante resolverlo.

Este obstáculo es el mismo que veo que experimenta la gente, hoy en día, cuando yo me

encuentro en el mismo papel que se encontró el primer hombre que me anunció el Kerigma.

1 R. BLÁZQUEZ, Jesús sí, la Iglesia también, Sígueme, Salamanca 1983. 2 «La fe es recibida por la necedad del kerigma, el anuncio trae la salvación: Yo permanezco en la Iglesia porque creo que la fe, realizable solamente en ella y nunca contra ella, es una verdadera necesidad para el hombre y para el mundo. Yo permanezco en la Iglesia porque solamente la fe de la iglesia salva al hombre. El gran ideal de nuestra generación es uno, sociedad libre de la tiranía, del dolor y de la injusticia. En este mundo el dolor no se deriva sólo de la desigualdad en las riquezas y en el poder. Se nos quiere hacer creer que se puede llegar a ser hombres sin el dominio de sí, sin la paciencia de la renuncia y la fatiga de la superación, que no es necesario el sacrificio de mantener los compromisos aceptados, ni el esfuerzo para sufrir con paciencia la tensión de lo que se debería ser y lo que efectivamente se es». Conferencia Testimonio en Alemania: Joseph RATZINGER, "Por qué pertenezco a la Iglesia", 4 de junio, 1971, en la Academia Católica de Bayern, en Münich 3 Cipriano Kern: �El coro de la Iglesia es la cátedra de teología�. Cf. I.H. DALMAIS, Teología de la

celebración litúrgica, en La Iglesia en oración, Barcelona 1988, p. 251-304.

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Un texto del Cardenal Ratzinger me sirve de ejemplo para la intuición que iba

haciéndose carne en mí:

«Podemos pensar en la iglesia católica comparándola con la luna: por la relación luna-mujer

(madre) y por el hecho de que la luna no tiene luz propia, sino que la recibe del sol sin el cual sería

oscuridad completa. La luna resplandece, pero su luz no es suya sino de otro. La sonda lunar y los

astronautas descubrieron que la luna es solo una estepa rocosa y desértica, como montañas y arena,

vieron una realidad distinta a la de la antigüedad: no como luz. Y efectivamente la luna es en sí y por

sí misma desierto, arena y rocas. Sin embargo, es también luz y como tal permanece incluso en la

época de los vuelos espaciales.

¿No es ésta una imagen exacta de la Iglesia? Quien la explora y la excava con la sonda, como la luna,

descubrirá solamente desierto, arena y piedras, las debilidades del hombre y su historia a través del

polvo, los desiertos y las montañas. El hecho decisivo es que ella, aunque es solamente arena y rocas,

es también luz en virtud de otro, del Señor.

Yo estoy en la iglesia porque creo que hoy como ayer e independientemente de nosotros, detrás de

nuestra iglesia vive Su iglesia y no puedo estar cerca de Él si no es permaneciendo en su iglesia. Yo

estoy en la Iglesia porque a pesar de todo creo que no es en el fondo nuestra sino suya.4

A medida que iba descubriendo en mí que en todos los intentos de realización

personal me encontraba haciendo daño a alguien o a mí mismo �lo que la Iglesia llama el

pecado- iba perdonando a la Iglesia los suyos, y creándose dentro de mí paz: descansaba de

mi agitación interior. Yo tenía cráteres, era todo un cráter, pero había una luz que se iba

haciendo imposible de opacar y que quería que yo fuese su reflejo.

1.1.Un encuentro personal y transferible: ¿qué ha hecho la Iglesia conmigo?

Se podrían decir muchas cosas al respecto pero hay una que me parece definitiva:

desalienarme.

Meterme de lleno en la verdad de quién soy. Por encima de las disquisiciones

filosóficas, que lo que hacen es impedirme entrar en el barro, me ha descubierto que todos

4 Conferencia Testimonio en Alemania: Joseph RATZINGER, "Por qué pertenezco a la Iglesia", 4-06-1971.

4

mis proyectos, mis ideas, mi ir y venir de una experiencia a otra es un vagar de zorra en

busca de presa para saciar un hambre con tintes ontológicos.

Las decenas de cosas que se me iban abriendo a lo largo de mi vida eran objetivos

nuevos que intentaban suplir la frustración experimentada en los anteriores. La amistad, el

amor como eros, la carrera, el trabajo, el matrimonio, el afecto, el éxito, el reconocimiento

de los demás en sus mil y una caras, son necesarias para llenar el tiempo y dar sentido

positivo a la existencia, pero no son estaciones término, siempre están de paso. Si se ancla

uno en alguna es porque tiene miedo de quedarse suspendido en el vacío. Ahí intenta

poseer: a la amada, la posición, las sensaciones de seguridad, pero el descubrimiento de la

sabiduría que guarda la Iglesia acerca de los ídolos me hizo descubrir que todo son victorias

pírricas; todo está amenazado, todo es precario, nada es definitivo. Si nada es definitivo,

intentar que lo sea es un esfuerzo titánico infructuoso que exige reciprocidad, pero el otro,

su libertad, sus miedos, la vida, las circunstancias se empeñan en no salir como uno espera.

Todo lo cual, si quieres una vida auténtica, te lleva a plantearte que la vida no tiene sentido

o que no está ahí. La primera solución tiene dos salidas: sobrepujar en el orgullo diciéndote

a ti mismo que �todo es transitorio, nada merece la pena; hay que sacarle el jugo a lo que

queda�. A partir de ese momento el egoísmo es la bandera, y sólo se comparte lo que

devuelve algo a cambio. El resquemor y la sospecha del otro se convierten en una obsesión.

Esta salida es la nihilista. El postmodernismo que hay en el ambiente relativiza el valor de

las cosas, lo aprovecha en beneficio propio, y el orgullo se reafirma en la divinización

personal de algún aspecto que se convierte en culto: el arte, la literatura, lo cultural,

culinario, folclórico, la nación, la filosofía, las colecciones de cosas y vicios privados,

además de la televisión para gran parte de los hombres �más prosaica pero no menos

eficaz-. La otra salida es el resentimiento contra toda esperanza, la lucha contra los que

pretenden que hay una salida a la depresión colectiva. Aquí el postmoderno que habita en

nosotros se vuelve él mismo relativista, le concede poca importancia a las cosas, se vuelve

sabio nihilista, cínico, sospecha de la vacuidad de todo, sonríe con compasión cuando ve a

alguien que cree o confía en algo o en alguien, es la antesala de un nihilismo destructivo,

porque vive de la presa: el crédulo o el ingenuo, pero, a la postre, resulta positivo� Esta

segunda solución requiere un paso previo: ¿si no está �ahí�, dónde está?, preguntas que

inauguran la investigación. Y aquí hay muchos caminos: la ciencia, la filosofía, y la

5

teología. Los adoradores de estas disciplinas del conocimiento buscan desaforadamente,

aún en los recovecos más empiristas, fríos y asépticos, dar un sentido a la pregunta

inaplazable: ¿quién soy yo y para qué vivo? Este es el camino de la verdad, pero el camino

es largo y es normal entretenerse cogiendo margaritas. Eso es la alienación.

Pocos llegan a la sabiduría de reconocer que no saben nada de lo que realmente

importa y menos los que sacan las consecuencias de esta sabiduría y empiezan a buscar de

nuevo. Se resignan5.

Para mí fue la Palabra de Dios el camino. ¿Cuál es la primera verdad que abre

camino para el encuentro?: �que soy un hombre finito�, dicen unos, pero que de manera

prosaica significa que �soy un pecador�. Es decir, no tengo la vida dentro de mí como un

recurso a mano, la tengo que buscar y lo hago fuera de mí; busco fuera lo que no tengo

dentro, sea el amor, el ser para el otro, la admiración� y utilizo cualquier estrategia a mi

alcance: atajos, caminos intermedios insinceros, mentiras, tácticas, pero todas giran en

torno a completar mis carencias, mi no-ser que creo tiene el otro (aunque el otro es tan

carente como yo, no en los mismos aspectos, pero con pocas variaciones). El

descubrimiento de que somos fabricantes de modelos de imitación (ídolos), y que estamos

envueltos en un ciclo infinito de mímesis sin salida definitiva, me vino a través del medio

de desalineación que me ofreció la Iglesia: frecuentar la Palabra de Dios, sabiduría de

Dios� �¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?� ¿Quién

me podrá mostrar el camino si todos lo estamos buscando? Resonaba en mí el �YO SOY�

(Ex 3, 14) el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob� (Ex 3,6; Mt 22, 32)

porque aunque Dios es siempre el mismo (IS 43, 12-13), y su revelación en Cristo única y

definitiva (DV 4; Hb 1, 1-2), la experiencia de Dios es personal. Ahí estaba Dios

esperándome pacientemente para dejase conocer por mí con un respeto delicado y absoluto

a mis miedos, inseguridades y neurosis propias de mis pecados.

5 Entrevista de J.P. Manglano a Severo Ochoa, citada en Vivir con sentido: «Yo, entonces, empecé a preguntarle cosas más �abstractas�: ¿por qué es la vida?, ¿cuál es el origen?, ¿qué es la muerte?, ¿qué hay después?, ¿sabe usted dónde está el amor de su esposa?, ¿me podría explicar sobre una pizarra por qué, al atardecer, se pone usted tan triste? Severo Ochoa escuchaba. Pensaba un rato. Es pues, por sus carnosos labios dejaba caer un lacónico �no lo sé�. Y así, entre �no lo sé� y �no lo sé�, pasamos un largo rato. Al fin, se puso en pie, altísimo como era. Dio una vuelta por la sala. Volvió. Me miró desde arriba, en contrapicado. Y soltó su tremenda confesión: �No tengo ni una sola respuesta para nada de lo que de verdad me interesa. Puedes escribir bien grande que te he dicho que soy un extraño sabio� un sabio que no sabe nada�.

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Lo siguiente que hizo conmigo entra en la categoría de misterio: descubrir que

todo es fruto de una elección particular. No me ha convencido de ningún dogma, ni con

ningún argumento, no me ha seducido con promesas vanas o quiméricas. He sido elegido,

alguien me ha llamado y me ha dicho: tú ven y sígueme. Ese don significa que el Espíritu

Santo ha querido meter la vida divina dentro de mí. Lo cual no significa la vida intachable,

ni la perfección del espíritu, porque se trata de un regalo, es algo obvio para el que me

conoce, sino el don, sus dones. El primero, el del discernimiento: es decir, empezar a saber

qué es bueno y qué es malo. La consciencia preclara de que esa elección no ha sido por mis

virtudes, que son escasísimas, ni por mis méritos, porque no hay esfuerzo en la elección. Lo

único que ha habido ha sido no resistencia a la llamada (hablo como si se tratara de una

vocación, porque que lo es). El segundo: vivir en el agradecimiento, la perfecta alegría es

saber que todo es un don. La salud y la enfermedad, la vida y la muerte, el sufrimiento y el

gozo, porque todo está en función de la vida eterna6. Esta premisa relativiza todos los

demás absolutos. Si todo viene de lo alto, todo tiene un sentido, queda inaugurado el

descanso. Parece la indiferencia del cínico o del sabio, pero ni lo uno ni lo otro, es la vida

confiada en la bondad de Dios. La �gloria� de Von Balthasar es para mí vivir en la

alabanza: toda virtud brota ya del agradecimiento, de la constancia de la paciencia de Dios

y no de una conquista personal.

1.2.Una intuición: el paso del �yo� al �nosotros�.

Mi experiencia personal me ha permitido entender de alguna forma lo que está

pasando. El nivel de barbarie iletrada �en el sentido de masa mimética que se deja llevar

por las corrientes, como era mi caso- aumenta exponencialmente. La decepción que el

hombre de hoy experimenta sobre Iglesia está basada en tópicos, prejuicios, opiniones poco

fundamentadas forjadas sobre los amarillos medios de comunicación, y hace que la tarea de

desbrozado de la historia y purificación de la imagen que tiene ante el mundo sea tarea casi 6 J. Ratzinger, Escatología, Herder, Barcelona 2008 2ª Edc. p.122«La crisis de Occidente se debe, no en último lugar, a una educación y una filosofía que quieren salvar a l hombre rehuyendo de la cruz, contra la cruz y, en consecuencia, contra la verdad. La vida eterna y sólo ella es la respuesta suficiente a la cuestión sobre la existencia y la muerte humana en este mundo»

7

imposible o desazonadora. Masas de hombres están frustradas: tal vez esperaban una

Iglesia perfecta para tener a quién imitar, a qué aspirar, y no han entendido que el pecado

que habita en ella, a pesar de su santidad, es algo con lo que Cristo contaba para que todo

hombre se sintiera incluido en la salvación a través de ella7. Les hemos defraudado, les

hemos provocado el escándalo, porque nos hemos presentado como moralistas cumplidores

de una ley exigente que nos excedía. Tal vez sea ese el problema: anhelaban ver en

nosotros algo que no les hemos sabido transmitir y se encuentran resentidos contra nosotros

y amargados respecto a ellos porque les hemos robado la esperanza, ya no confían en que la

alegría, el amor, la paz, todo aquello que les ofrecíamos con nuestras palabras, sea posible

en la realidad8, porque con nuestros actos lo convertimos en palabrería vana. Sólo nos ven

como portadores de una carga pesada que piensan que para ellos es imposible de soportar y

que, por lo tanto, en nosotros es falso. Creen que la puerta estrecha es la tortura de una ley

que hay que cumplir con esfuerzo para entrar y no el camino de vida que realmente es.

Una vez franqueada la puerta de la Iglesia�por la humildad que nos hace pequeños:

�yo no puedo dar la talla, muéstrame tu misericordia y seré libre�- vivimos contentos por

un amor comprensivo y gratuito, donde todo esfuerzo moral nuestro dimana del

agradecimiento9 por la paciencia de Dios para con nosotros. El resto de los hombres, que no

7 «Su santidad [la de Cristo] se mostraba en el contacto con los pecadores que se acercaban a él, hasta el punto de que él mismo se convirtió en �pecado�, en maldición de la ley en la cruz, en plena comunidad con el destino común de los perdidos (cf. 2 Cor 5,21; Gal 3,13). Él atrajo los pecadores así, los hizo partícipes de sus bienes, y reveló así lo que era la �santidad�. Nada de separación, sino purificación, nada de condenación, sino amor redentor. ¿No es acaso la Iglesia la continuación de este ingreso de Dios en la miseria humana? ¿no es la continuación de la participación en la misma mesa de Jesús con los pecadores? ¿no es la continuación de su contacto con la necesidad de los pecadores, de modo que hasta parece sucumbir? ¿no se revela en la pecadora santidad de la Iglesia frente a las expectaciones humanas de lo puro, la verdadera santidad aristocrática de lo puro e inaccesible, sino que se mezcla con la porquería del mundo para eliminarla? ¿Puede ser la Iglesia algo distinto de un sobrellevarse mutuamente que nace de que todos son sostenidos por Cristo? Confieso que para mí la santidad pecadora de la Iglesia tiene en sí algo consolador. ¿No nos desalentaríamos ante una santidad inmaculada, judicial y abrasadora?» J. RATZINGER, Introducción al cristianismo, Cf. el Capt. La santa Iglesia Católica. 8

Ibidem: «Respecto a las expectativas que abrió Iglesia y que hemos dejado en [�] un amargor del corazón que quedó defraudado en su alta expectación y que ahora en amor enfermo y herido sufre la destrucción de su esperanza. ¿Qué diremos a todo esto? En último término sólo podemos profesar nuestra fe y dar el porqué que nos permite, a pesar de todo, amar en la fe a la Iglesia; sólo podemos decir por qué vemos el rostro de la Iglesia santa a través de su faz deformada.» 9 «Existe un test por el que se puede entender si la catequesis en una parroquia, en una asociación, en un movimiento, en un grupo, es una dimensión auténtica de la vida cristiana capaz de alimentar en el persona el seguimiento de Cristo y el sentido de pertenencia a la Iglesia. Este test es la misión. En la Carta Pastoral hemos definido la misión como la fuerza de la gratitud de aquellos que, p gracia, son cambiados en su humanidad por el encuentro con Cristo� La misión nace de la sobreabundancia del corazón de un hombre tan

8

se atreven a franquear la puerta, sin embargo, deciden entrar por la puerta ancha

construyéndose su propio templo. Creyendo que la construcción personal es el camino de la

felicidad, en realidad �mezclado con pequeños logros de autorrealización- encuentran

desorientación, caos, angustia, desasosiego, derivado todo del tener que estar allanando

continuamente un camino pedregoso, sin destino, donde yo soy el topógrafo y el ingeniero

que lucha a brazo partido con los otros topógrafos e ingenieros que pretenden el mismo

sendero.

1.3. El paso de Cristo a su Iglesia

1.31. Un vistazo a la situación del mundo

¿En qué medida es difícil, para el hombre de hoy, decir Sí a la Iglesia, incluso

aunque diga Sí a Cristo?

Las estadísticas de las distintas conferencias episcopales europeas sobre la

asistencia a misa y el número de bautismos, último baluarte para medir el sentido de

pertenencia efectiva a la Iglesia, son explícitas. Algunos hablaron en el Sínodo de los

obispos de Europa de situación de �franca apostasía�. Si esas estadísticas midieran la

coherencia de la vida con esa participación en los sacramentos el rango sería todavía más

escandaloso. Está comprobado en Alemania, en Francia, en Holanda, y ahora mismo en

España: el abismo que existe entre doctrinas medulares de la fe de la Iglesia y la conducta

social de los que dicen pertenecer a ella. Es el caso evidente de la recepción de la Humanae

Vitae en estos países en su momento y la evolución mimética que tomó en el resto.

Las estadísticas que se refieren a la creencia en Cristo solo, sin Iglesia, sin

confesionalidad y práctica eclesial, nos dicen una cosa clara: no nos garantizan la

autenticidad de la fe, porque sin Iglesia, se puede hacer de Él un gurú, un guía

acomodaticio o un maestro de cualquier talante, pacifista, ecologista, naturalista...

Un error común consiste en diferenciarlos, pero es un error razonable. No es

evidente que Una refleje al Otro, porque sus signos son a veces contradictorios y diversos,

y en algún caso se confunde al hábito con el monje. ¿Cómo entonces presentar al Uno y a la

Otra al hombre de hoy? ¿Qué puede llamar a la fe? ¿Qué puede contrarrestar la influencia

profundamente tocado por el acontecimiento que ha encontrado como para comunicar con alegría, inevitablemente, lo que él miso vive» p. 460, Angelo Scola, �Serán todos enseñados por Dios�, Communio, Año 16, Sept-Oct 1994.

9

omnímoda de los medios de comunicación que nos bombardean desprestigiando sin cesar al

cuerpo de Cristo?

Hemos de cambiar de mentalidad: porque para presentarlos según es costumbre, es

decir, ver a Cristo en la Iglesia, ya hace falta previamente tener fe10. Ver a Cristo en los

sacramentos también exige la fe11. Los que nos manifestamos como testigos de su acción

salvífica tampoco somos a veces dignos de crédito. No parece haber signos fiables que

representen fielmente aquello de lo que deberían ser signo. Al menos eso es lo que

machaconamente nos refriegan los medios últimamente con la pederastia, la educación

católica, las contradicciones del mensaje�

Las preguntas que nos asaltan ante esta insistencia son variadas: ¿Y si la Iglesia

católica está en vías de desaparición12? O ¿si el desprestigio es irreversible, cómo

vamos a apelar a ella para presentar a Cristo al mundo que lo desconoce? Nosotros

advertimos la influencia del Maligno en la obsesión de los medios por desprestigiarla �

aunque no nos sirva de excusa, pues éste actúa astutamente también a través nuestro-,

pero, para los demás, esa manipulación ha calado hondo y todo lo que hace es ratificar

su connivencia con el mundo: corrupción, pecado, doblez, mentira son etiquetas

adosadas al corazón de la opinión pública. Parece prevalecer la imagen que daba

Guillermo de Auvernia (siglo III), quien afirmaba que deberíamos temblar al ver la

10 CIC 23: "Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios, pero, como signos, también tienen un fin instructivo. No sólo suponen la fe, también la fortalecen, la alimentan y la expresan con palabras y acciones; por se llaman sacramentos de la fe" (SC 59). Y en el 1124 se dice la clave: �La fe de la Iglesia es anterior a la fe del fiel�. 11 CIC 1088 "Para llevar a cabo una obra tan grande" la dispensación o comunicación de su obra de salvación- "Cristo está siempre presente en su Iglesia, principalmente en los actos litúrgicos. Está presente en el sacrificio de la misa, no sólo en la persona del ministro, `ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz', sino también, sobre todo, bajo las especies eucarísticas. Está presente con su virtud en los sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues es El mismo el que habla cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura. Está presente, finalmente, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: `Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos' (Mt 18,20)" (SC 7). 1089 "Realmente, en una obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a la Iglesia, su esposa amadísima, que invoca a su Señor y por El rinde culto al Padre Eterno" (SC 7) 12 En Holanda se han cerrado decenas de Iglesias en los últimos años. En Francia el 80% de los nacidos en la última década no han sido bautizados. En Marsella se han cerrado decenas de Iglesias. En cambio hay casi dos centenares de nuevas Mezquitas. En Alemania hay innumerables Iglesias cuyos edificios están en alquiler.

10

perversión de la Iglesia: La Iglesia ya no es una novia, sino un monstruo

tremendamente salvaje y deforme...13

Podemos hablar sin ambages de crisis, ciertamente, aunque sin pesimismo porque,

como dice Fabrice Hadjadj, en declaraciones a 'Le Figaro' a raíz del �escándalo mediático�

en torno a la pederastia: «la Iglesia ha crecido a través de las crisis», «la crisis está en su

propia naturaleza� se trata de un fenómeno casi increíble: mientras que todas las demás

instituciones han sido barridas por las tempestades de la historia, ésta, la barca de Pedro,

sigue aquí desde hace más de dos mil años, con una sucesión apostólica ininterrumpida y

una doctrina que en lo esencial se ha desarrollado sin contradecirse a sí misma».

¿Qué podría llamar otra vez la atención sobre la singularidad única y maravillosa

de la Iglesia y su identidad con Cristo?

1.3.2 Análisis a vuela pluma de la situación actual

ÿ Se da de hecho un divorcio entre Fe y Vida que provoca un escándalo en el no

creyente. Por muchos ejemplos positivos que haya en contrario es más morboso y

más fácil dejarse llevar por el escándalo que afanarse en la búsqueda costosa de la

verdad.

ÿ En el ingente mercado de las ofertas de salvación, la de la Iglesia aparece, ante el

multiculturalismo al uso, como una más entre todas. ¿Por qué diferenciarla o

privilegiarla?

ÿ Se da un desencuentro entre los llamados a ser testigos y los que tienen que percibir

ese testimonio. No hay peor ciego que el que no quiere ver o sordo que no quiera

oír, pero aún oyendo o viendo, aún siendo nuestro testimonio auténtico siempre está

ya bajo sospecha.

ÿ Existe una contaminación indepurable del mensaje que exige una nueva

evangelización, porque hemos de tener en cuenta que uno de los principales

problemas es que nunca se ha depurado el paganismo14 del alma humana: la

13 Cf. H. U. von BALTHASAR, Casta meretrix: Sponsa Verbi. Guadarrama, Madrid 1964, 239 s.; también H. Riedlinger, Die Makellosigkeit der Kirche in den lateinischen Heheliedkommentarem des Mittelalters, Münster 1958. 14 Paganismo: como usos y costumbres sacrificialistas, mistéricas, mágicas, que mantienen el culto a las fuerzas de la naturaleza, a su violencia.

11

religiosidad natural, que tantas veces se ha identificado con el mensaje genuino de

Cristo y su Iglesia, sigue teniendo un papel protagonista en los ritos y en las

costumbres. Disociar al catolicismo de la religiosidad o de su paganismo subyacente

no es tarea fácil. Precisamente, el no estar delimitados esos lindes, es lo que ha

generado tanta confusión en la historia de la Iglesia entre cristianismo y cristiandad.

ÿ Estamos en una sociedad postcristiana, incluso anti-cristiana.

ÿ Los jóvenes oyen el tic-tac que nos acerca a la muerte (Hanna Arendt) pero parece

que viven sin más y no se preguntan por el sentido de la vida efímera.

ÿ Nuevas herejías cristianas irrumpen en el horizonte complicando aún más el

problema: cristianismo laicista (se pueden tener opiniones divergentes de la doctrina

sin sentirse fuera de la Iglesia). Se confunde al Cristianismo con un humanismo

liberador. O se considera la propuesta cristiana moralista y alejada de la realidad

aunque se siga participando de los sacramentos. O, los que se dicen cristianos, se

refugian encastillados en tradiciones culturales reaccionarias que poco o nada tienen

que ver con evangelio.

ÿ En el humus relativista es difícil encajar el revestimiento dogmático aparente de la

Iglesia. Reducción de la vida al naturalismo, temporalismo, historicismo,

situacionismo (F&R).

ÿ Los intentos revisionistas de la historia por nuestra parte, de las manipulaciones de

los sucesos pasados que gravitan sobre nuestra propuesta (las cruzadas, la

inquisición, las guerras de religión, los escándalos de los clérigos, la incoherencia

de la vida del cristiano), caen en saco roto ante la propaganda mucho más simple y

eficaz de los nuevos maestros, de los medios y del lastre histórico que soportamos

desde la Ilustración.15

1.3.3. 5ecesidad de un cambio de mentalidad.

15 La tesis de Willian T Cavanauhg en El mito de la violencia religiosa nos ilustra en este sentido. Desde la Ilustración se intenta separar la violencia religiosa de la violencia secular con la clara intención de convertir al Estado en el salvador de la tiranía de la religión: �Lo que cuenta como religioso o secular en un contexto dado es función de las diferentes configuraciones del poder� [este] intento de crear un concepto transhistórico y transcultural de la religión, que sería proclive naturalmente a la violencia, es uno de los mitos fundacionales que legitiman el estado-nación� Willian T Cavanauhg, El mito de la violencia religiosa, ideología secular y

raíces del conflicto moderno. Granada, Nuevo Inicio, 2010, P. 14.

12

Esta situación del mundo en relación con la Iglesia nos exige una reeducación total, un

vuelco de mentalidad, reconocer que la Iglesia está en franca retirada en la Europa de masas

descreídas, que como institución no es aceptada16 y que los hombres ya no se identifican

con ella como pudieron haberlo hecho con anterioridad. Mirando de cara a esta nueva

situación, que hace que, aunque se mantenga viva, falten generaciones enteras de jóvenes

que no van a recibir el anuncio17 del evangelio, nos vemos obligados a�:

ÿ Presentar los signos que llaman por ellos mismos a la fe en todos los

ámbitos de nuestra presencia.

ÿ Presentar una nueva apologética diferenciadora entre Fe y Creencias, porque

son cosas antitéticas.

� Porque una cosa son las tradiciones culturales y otra la fe.

� Porque una cosas son los argumentos anti-teológicos y otra los

anti-Dios.

� Porque una cosa son los argumentos anti-clericales y otra los

anti-eclesiales.

Son distintos discursos y requieren distintas respuestas.

ÿ Presentar la genuinidad inapelable del cristianismo es la tarea urgente.

Caritas Christi urget nos� ¿Qué es la caritas? Este es el sentido de una de

las últimas encíclicas de Benedicto XVI: depurar la genuina diferencia del

cristianismo respecto de todas las demás ofertas de salvación transcendente

o inmanente, basadas en la empatía o en la solidaridad o en el egoísmo..

Desde el punto de vista de la propia Iglesia jerárquica también es necesario un

cambio de mentalidad apoyada en fuentes teológicas, que superen la mentalidad de

civilización o cristiandad y se abran a la mentalidad más genuina de origen evangélico.

16 Se han hecho estadísticas sobre la confianza de los españoles en las instituciones y la Iglesia no está en los primeros puestos del ranking: sólo el 37 % la sitúa en los primeros puestos. No es un consuelo que los políticos estén en la cola. Cf. http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=17054 17 En este sentido Giussani se hace la misma pregunta y demuestra la misma inquietud: «La palabra iglesia indica un fenómeno histórico cuyo único significado consiste en que constituye para el hombre la posibilidad de alcanzar a certeza sobre Cristo, en ser en definitiva la respuesta a esta pregunta: �dado que yo llego el día después de que Cristo se haya marchado, ¿Cómo puedo saber si realmente se trata de Algo que me interesa más que nada, y cómo puedo saberlo con razonable seguridad?» CF. L. Giussani, Los orígenes de la

pretensión cristiana, pp. 39-47. Ed. Encuentro, Madrid, 1989. In p. 13. Por qué la Iglesia, la pretensión

permanece, ED. Encuentro, Madrid 1991.

13

ÿ No es necesario que todos estén dentro de la Iglesia, no se trata de una tabla de

náufrago sin agarrarse a la cual no hay salvación, sino de un sacramento: signo de�

que se ofrece y no se impone.

ÿ Ser luz, sal y fermento, es ser sacramento de salvación con el propio cuerpo: implica

morir sin más, para diluirse y dar sabor o luz, o volumen, a una masa mimetizada,

anodina e insípida, que pronto estará hastiada de sí misma y no tendrá donde

agarrarse, después de haber experimentado y agotado todas las fuentes posibles de

donde cree mana la vida.

ÿ Lo que la Iglesia puede hacer es seguir haciendo lo que ya hace ofreciendo lo que

nadie puede dar: un amor por encima de la muerte, una unidad por encima de toda

diferencia, un sentido al sufrimiento inédito y singular. Muchos han muerto de

forma ignominiosa e injusta, pero ninguno ha resucitado ante testigos como lo ha

hecho Cristo. Tenemos una buena noticia que seguir anunciando.

ÿ Levantar la cruz es el único antídoto contra el veneno de la muerte que nos ronda

detrás de cada decepción, detrás de cada acontecimiento donde esperábamos

realizarnos. El aburrimiento crece18 y empieza a ser motivo de preocupación para

los psicólogos de la sociedad del bienestar.

El Papa Benedicto XVI ya lo anunciaba desde antes de su elección como tal:

«En realidad el hombre no es salvado sino a través de la cruz y la aceptación de los

propios sufrimientos y de los sufrimientos mundo, que encuentran su sentido liberador en la

pasión de Dios. Solamente así el hombre llegará a ser libre. Todas las demás ofertas a mejor

precio están destinadas al fracaso.

El amor no es estético ni carente de crítica. La única posibilidad que tenemos de

cambiar en sentido positivo a un hombre es la de amarlo, transformándolo lentamente de lo

18 El aburrimiento en la filosofía aparece en Pascal, Kierkegaard, Schopenhauer, Nietzsche, Leopardi, Lacan y sobre todo en Neil Postman. Cuando las fuentes de la alienación se agotan o se vuelven repetitivas y monótonas irrumpe el aburrimiento por saturación haciéndonos presente inadvertidamente a la muerte. Heidegger (¿Qué es metafísica?) nos dice que por el hastío o aburrimiento el velo habitual de los seres se descorre y la existencia o los entes quedan desprovistos de esa cobertura. El ente en su totalidad agobiante, se nos hace presente. "Estamos aburridos de todo". Y aquí todo se refiere a la totalidad del ente. Estamos muy próximos a la "náusea" sartreana. La totalidad de los seres se esfuma en tanto que seres y se desnudan los entes como masa amorfa. La gratuidad de todo lo que es, la falta de fundamentación, entonces, se transparenta. Kierkegaard asocia el aburrimiento a la melancolía. Y lo considera como una de las consecuencias del ejercicio de la vida estética. Uno de los tres primeros niveles o formas en que se hace soportable la existencia humana.

14

que es en lo que puede ser. ¿Sucedería de distinto modo en la Iglesia? »19

2. El gran descubrimiento de la Iglesia es la vocación del hombre al amor.

Vocación natural para amar. El hombre está hecho para realizarse amando. La

autopoiesis consiste en donarse, entregarse. El hombre que no se dona experimenta la

frustración de sus expectativas, no sólo espirituales sino físicas, vive la experiencia de

fracaso del ser. Para rescatarse a sí mismo intenta la alienación: hacerse con el ser del otro,

pero el otro, al que me acerco buscando que él sea la fuente de mi alegría, no experimenta

el amor sino la posesión y la envidia. La creación del mundo en la libertad cuenta con esa

posibilidad de enajenación, para hacerle la vida llevadera al hombre si no acepta el reto de

la autenticidad. Sin embargo, esa salida de sí mismo está preñada de egoísmo y, por tanto,

el hombre, vuelve a sí mismo, sin haber salido realmente, sin advertirlo. A medida que

experimentamos nuestra incapacidad de ser amados como somos por los demás,

devolvemos a los otros esa percepción, viéndonos cada vez más los unos a los otros como

objetos más que como personas. Hasta descubrir cómo nos ama Dios20, la vida se convierte

en camino, en largo itinerario. La fe no es un fogonazo en la mayoría de los casos, sino una

pedagogía de carácter mistagógico.

La forma, inédita en la historia, hasta la llegada del cristianismo, es explícita en la

Deus Caritas est: donarse gratuitamente es la plena realización del ser humano. Antes que

dar objetos o darse a sí mismo como objeto, hay que haber recibido de otro su ser21. ¿Qué

es lo que el hombre necesita en una sociedad que se da todo, desde la salud al trabajo, y que

cubre las necesidades primarias de seguridad y bienestar suficientemente, en la que el

Estado paternal cubre casi todas las necesidades y que, sin embargo, el número de muertes

violentas más alarmante lo constituye el suicidio? Las estadísticas de la OMS son

explícitas. El 50 % de las muertes violentas en el mundo son suicidio.

19 Conferencia Testimonio en Alemania: Joseph RATZINGER, "Por qué pertenezco a la Iglesia", 1971. 20 Próspero de Aquitania, Sententiae ex operibus S. Agustini delibatae, 1, Sentencia 56: Tales nos amat Deus quales futuri sumus ipsius dono, non cuales sumus nostro merito� (Prospero, II concilio de Orange canon 12, Dz 185. DH 382. �Dios nos ama tal como hemos de ser por don suyo, no como somos por mérito nuestro�. Esta fórmula es la más bella expresión de la gratuidad que habremos de descubrir. El futuro anterior expresa el exquisito respeto divino a nuestra libertad. 21 La encíclica Deus Caritas est comentada: cf: www.angelfilosofia.es. Bonhoeffer: «El hombre es �para otros�. El ser para-sí es declarar que los otros son el infierno»

15

La muerte del ser se cura dando el ser22. La enfermedad recibiendo cuidados. Dar el

ser es entrar gratuitamente en la dinámica del sacrificio: ¿Qué es sacrificar? La búsqueda

del sentido de los ritos, de la liturgia, de los símbolos, es algo constitutivo del ser humano.

Sacerdote es el que hace lo sagrado, que es el sacrificio. Pero cuando lo hace está

conmemorando el único sacrificio que vale: el de un Dios que se dio a sí mismo en

expiación. Este sacrificio hace pasar el culto de la iglesia de lo sagrado a lo santo. Por eso

el sacerdote, más que un repartidor de culto al otro, es el transmisor de la misma sangre en

su propia sangre: o se da así mismo o está vacío de sentido lo que hace. Lo sagrado se

queda en numinoso, misterioso, envuelto en sangre23, lo santo se transforma en liturgia de

santidad24: El sentido del celibato se esconde detrás de este argumento: ¿se trata de donarse

todo o sólo en parte? Todo el mundo reclama el todo. No quiere compartir nada, y menos

en lo no compartible, que es el ser, que no se puede trocear. ¿Pero todo el ser quién se lo va

a dar? El mercadeo del amor es el consuelo de los que habiendo aspirado a todo se han

quedado a medias. Los hombres se autoafirman: no hay nada más. La tristeza y la amargura

se apoderan de ese sentimiento frustrante de que no hay nada más. ¿Pero es que acaso

puede un ciego guiar a otro ciego? O los dos reclaman lo mismo y ninguno lo puede dar�

no se puede dar lo que uno no tiene. Tiene uno que haberlo recibido todo para poder darlo

22 Por eso el centro de toda la vida de la Iglesia es la eucaristía, y por eso en su cabeza (Cristo) la representa el sacerdote: hace lo sagrado, no un culto vacío; hacer lo que sacrifica es darse. San Ignacio de Antioquia pidiendo a sus hermanos que dejen que los leones lo mastiquen, ejemplifica esta visión perenne de la vocación de la Iglesia. 23 Respuesta del Señor Michel SERRES al discurso del Señor René Girard: Discurso pronunciado en la

sesión pública de la academia francesa, jueves 15 de Diciembre de 2005: «Hay dos clases de religión. Casi naturalmente, las culturas engendran las religiones de lo sagrado, que se distinguen de aquellas que estos mismos colectivos apenas pueden tolerar [el cristianismo] porque, santas, impiden el asesinato. Raro y difícil de vivir por su excepción insoportable, el monoteísmo trae la crítica más devastadora de los politeísmos corrientes, que resucitan sin cesar con su fatalidad. Lo santo critica lo sagrado, como el monoteísmo la idolatría [�] De golpe, usted me ha hecho comprender esto, que ha cambiado mi vida, la de distinguir lo santo de lo sagrado, ni más ni menos que lo falso de lo verdadero. Teología, ética, epistemología hablan, en tres disciplinas, como una sola voz. [�]Lo santo se distingue de lo sagrado. Lo sagrado mata, lo santo pacifica. No violenta, la santidad se aleja de la envidia, de los celos, de las ambiciones de las posiciones de grandeza, asilos del mimetismo y así nos libra de las rivalidades cuya exasperación conduce hacia las violencias de lo sagrado. El sacrificio devasta, la santidad ilumina. Vital, colectiva, personal esta distinción recubre aquella, cognitiva, de lo falso y lo verdadero. Lo sagrado une violencia y mentira, asesinato y falsedad; sus dioses, modelados por la colectividad furiosa, rezuman lo inventado. Por el contrario, lo santo armoniza amor y verdad. Sobrenatural genealogía de la verdad que la modernidad no lo sospechaba: no llamamos verdadero más que a amar inocentemente; no descubriremos, no produciremos nada si no nos convertimos en santos.»

24 "Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios" (Rom 12,1) ...

16

todo. El europelagianismo25 cree que no se necesita a la Iglesia ni la ayuda de la gracia para

hacer el bien, pero con eso se pierde una dimensión antropológica y social que no puede dar

la solidaridad entre los pueblos, la ética cívica o la educación para la ciudadanía. ¿De qué

tipo de bien hablamos? El concepto de bien que manejan las éticas dominantes, se queda

corto. Haría falta una supraética para comprenderlo. Se trata según la encíclica DC de un

amor por encima de la muerte. No valen pactos. ¿Puede brotar la fuerza que el hombre

necesita para amar así, la capacidad de donarse a sí mismo para que el otro sea, de un

sacramento devaluado, o considerado un rito en desuso, o mejor, desnudado de su

significado? La fuerza deriva de la participación en un sacramento que, sin tener que pasar

por el sufrimiento de Cristo, sin embargo, produce el mismo efecto que produjo en él: hace

experimentar la resurrección en aquél que come su carne y bebe su sangre, es decir, da la

fuerza para vivir para el otro26. Este descubrimiento está en las antípodas de la vida sin

Cristo y sin la Iglesia. Lo que el hombre no ha advertido es que vivir para uno mismo, algo

que no se pone en cuestión como objetivo vital del hombre postmoderno, es el infierno, es

la soledad y el miedo al otro, una condenación que pesa como una losa. Vivir para el otro es

la fuente de la vida, de la realización como persona, de la verdadera humanización.

Ahora bien el tema es si se puede dar lo que uno no tiene. ¿Dónde y cómo se puede

recibir? Esta es la oferta de salvación en la historia que prepara para el más allá de la

historia. La necesidad de un amor no negociable, de un amor gratuito, que el hombre tiene

como posibilidad, aún cuando cree que no existe, si se abre a la fe. ¿Dónde encontramos

esa vocación a la caridad?

Es la oportunidad de anunciar el evangelio. Sólo la Iglesia tiene la posibilidad de

comunicar este secreto a voces que guarda desde hace milenios, porque ella es este mismo

cuerpo redivivo, hecho carne, que hace extensivos los miembros de Cristo al hombre de

cada generación para que se pueda unir a él, tocarle, conocerle. La Iglesia hace de manos de

Cristo.

2.1.¿Por qué la vida comunitaria?

25 Otra herejía expresada en el espíritu prometeico (activismo de la Iglesia). 26 2ª Cor, 5, 15.: 2. �Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, mas para aquel que murió y resucitó por ellos�

17

En la comunidad cristiana es donde se expresa fácilmente esta dimensión anhelada

por todo hombre del la caridad: compartir los bienes, los conflictos, las penas, las alegrías,

la reconciliación. Es el mejor medio natural en un mundo individualista, enclaustrado, lleno

de miedos a la relación con el otro. Es el momento de anunciar que la Iglesia es el cuerpo

de Cristo y es por tanto una comunidad de amor. Amor y unidad posibles por encima de la

determinación de nuestra soberbia, es la hora de la unidad en el éxtasis del individualismo,

la sospecha y desconfianza del otro. El aprendizaje de la donación al hermano sólo se puede

experimentar en la comunidad, en una Iglesia, comunidad de los que creen en Cristo, que se

haga visible, para que atraiga la atención de los que viven encerrados en sí mismos,

habiendo ya desesperado de un amor así. Al �mirad como se aman�, podríamos añadir el

�mirad cómo aman a los demás�27.

«Se piensa a veces que la fe vivida en una cultura secularizada debe ser una fe intimista,

fuertemente cerebralizada, sin ritos ni símbolos. La verdad es que, cuanto más se secularice la

sociedad y la cultura en la que vivimos, la fe debe marcar más su fuerza expresiva, no sólo en los

aspectos éticos del vida real, sino en la profesión común, en las celebraciones festivas, en los

símbolos, en la rotura gratuita de la estrecha cárcel del pragmatismo en el que se va encerrando el

hombre. En un mundo empobrecido de mercantilismo es urgente la misión de los cristianos:

manifestar la fuerza salvadora de lo gratuito, del ocio, de la alegría de la fe. Lo que hace falta es que

estas celebraciones y símbolos de la fe no sean vacíos, sino que estén engarzados con la vida real,

capaces de descubrir, realizar y manifestar la salvación de todos los recovecos de la vida desde la fe

en Dios y la celebración de la Pascua de Cristo. Se trata de superar el divorcio entre la fe y la vida, la

incomunicación entre celebrar y vivir, descubrir la fe como renovación de la vida y la vida renovada

y celebrada desde la gracia de Dios en quien creemos»28

La vida de comunidad nos hace descubrir parte del misterio de la Trinidad.

�Si Dios es communio, y el hombre fue creado como imagen de este Dios para expresar en

sí dicha imagen cada vez más y, de este modo, hacerse más semejante a Dios, con ello se pone de

relieve también el sentido último del hombre: está llamado a convertirse en lo que Dios es desde

27 Thomas E. WOODS, Cómo la Iglesia construyó la civilización occidental. Cf. Capt. �Cómo la caridad católica cambió el mundo�. P. 212: «Registrar en su totalidad la obras de caridad católica realizadas por individuos, parroquias, diócesis, monasterios, misioneros, frailes, monjas, organizaciones laicas exigiría muchos y extensos volúmenes. Baste decir que la caridad católica no ha tenido parangón en cuanto a cantidad y diversidad del trabajo realizado y el alivio al sufrimiento y de la miseria humana. Vayamos aún más lejos: fue la Iglesia católica quien inventó la caridad tal y como hoy la conocemos en occidente» Cf. También: Santiago Cantera, Historia breve de la caridad y la acción social de la Iglesia, Voz de Papel, Madrid, 2004.

28 E. JIMÉNEZ, Hombre en fiesta, Desclée de Brouwer, Bilbao 1992. p.29-30.

18

siempre �comunidad, intercambio de vida- para tener parte de una vez por todas en la consumada

communio del Dios trinitario�

La communio tiene para el hombre una doble orientación: es comunidad con Dios y también

comunidad con los demás seres humanos, e incluso con la creación entera. Ambas cosas van muy

íntimamente unidas�29.

Precisamente esto es la Iglesia. Ella, que nació de la actividad del Espíritu de

Pentecostés, debe seguir siendo �como dice el Concilio Vaticano II- �como un sacramento,

o sea, signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género

humano� (LG 1)�.30

�En la medida en que el Espíritu Santo es aquello persona divina que consigue la unidad y

hace desbordarse la vida divina, es para la Iglesia el �principio� que une y también (en aras de la

plenitud y la multiplicidad) distingue (mejor dicho: distingue para unir-une para distinguir)��31

En este mismo sentido nos dice Gisbert Greshake:

�El Espíritu Santo es la garantía de que la unidad del pueblo de Dios se realice precisamente

no de manera uniforme, sino en la multiplicidad de formas y dones (carismas) sumamente diferentes,

y de que dicha multiplicidad de lo diferente, converja en la unidad en virtud del intercambio mutuo.

Pues la unidad trinitaria es justamente esto: no uniformidad ni tampoco adición y suma de realidades

diferentes, sino la conjunción y existencia para los demás de personas distintas. La communio se

realiza como �unidad pericorética�, es decir, como una comunidad en la que cada uno tiene parte en

el ser particular del otro�.32

En el rezo del Angelus en la Solemnidad de la Santísima Trinidad del 2009, el Papa

Benedicto XVI subraya algo parecido a lo que venimos defendiendo:

�Hoy contemplamos la Santísima Trinidad� Tres Personas que son un solo Dios, porque el

Padre es amor, el Hijo es amor y el Espíritu es amor. Dios es todo amor y sólo amor, amor purísimo,

infinito y eterno. No vive en una espléndida soledad, sino que más bien es fuente inagotable de vida

que se entrega y comunica incesantemente.

Lo podemos intuir, en cierto modo, observando tanto el macro-universo �nuestra tierra, los

planetas, las estrellas, las galaxias� como el micro-universo �las células, los átomos, las partículas

29 Gisbert Greshake, Creer en el Dios uno y trino. Ed. Salterrae, Santander 2002, pp.55-56�30 Ibidem, p.84 31 �El Espíritu Santo es sobre todo un principio interior de vida nueva que Dios da, envía, suministra. Recibido por la fe y el bautismo, habita en el cristiano, en su espíritu, y aún en su cuerpo. Este espíritu, que es el espíritu de Cristo, hace hijo de Dios al cristiano y hace habitar a Cristo en su corazón. Sustituyendo al principio malo de la carne se hace en el hombre principio de fe, de conocimiento sobrenatural, de amor, de santificación. No hay que exigirlo, ni contrístalo, uniéndonos con Cristo realiza la unidad de su cuerpo� (Nota de la Biblia de Jerusalén a Rm 5,5) 32 Gisbert Greshake, Op.cit., p.88

19

elementales�. En todo lo que existe está grabado, en cierto sentido, el "nombre" de la Santísima

Trinidad, porque todo el ser, hasta sus últimas partículas, es ser en relación, y así se trasluce el Dios-

relación, se trasluce en última instancia el Amor creador. Todo proviene del amor, tiende al amor y

se mueve impulsado por el amor, naturalmente con grados diversos de conciencia y libertad�

La prueba más fuerte de que hemos sido creados a imagen de la Trinidad es esta: sólo el

amor nos hace felices, porque vivimos en relación, y vivimos para amar y ser amados. Utilizando una

analogía sugerida por la biología, diríamos que el ser humano lleva en su "genoma" la huella

profunda de la Trinidad, de Dios-Amor�.33

2.2. Una experiencia personal de esa realidad comunitaria

La gente que empieza a llegar a nosotros no pisaba la Iglesia, vienen empobrecidos

por la carencia de una experiencia de amor gratuito, están de vuelta de los amores que han

resultado frustrantes, interesados, negociados en el mercado de los afectos que exigen la

reciprocidad. Son personas que se han descubierto rodeados de falsedad o de mediocridad y

sienten la necesidad de algo más. Vienen porque han sido �salados�: conocen a alguien que

les habla y que les muestra un cuerpo � la comunidad- que potencia todas las dimensiones

del ser. Es decir, ven cómo se aman en comunidad, cómo están atentos a las necesidades

del otro, cómo se vive en una libertad insospechada, cómo, a pesar de todas las dificultades

de la relación humana, no se rompe nada porque tras el conflicto se da el perdón. La vida en

comunidad es un hallazgo del cristianismo y puebla la vida de la Iglesia desde siempre. En

los tiempos que corren, esa vida en medio de la vida urbana, sumida en la vorágine

cotidiana, en una sociedad de masas, es un tesoro escondido sólo revelado a los pequeños, a

los que no valen. Descubren una liturgia pausada, bella, cargada de símbolos, celebrada por

un pueblo y vienen de un mundo donde viven encerrados en sí mismos, en su

individualismo y soledad, donde todo lo que se comparte es mediatizado por la

reciprocidad, en el que el tiempo vertiginoso cotidiano les arrastra y que aquí, en la Iglesia,

ha sido exorcizado. Descubren que el cristiano no es un tipo amuermado y reprimido,

sumiso y aburrido, sino que vive en fiesta. Es el descubrimiento de un contraste inesperado,

de una ruptura con la monotonía que es impactante34.

33 Benedicto XVI, Angelus de la Solemnidad de la Santísima Trinidad, 7 junio 2009 34 «Celebrar una fiesta es reconocer que la vida es radicalmente buena, que el mundo es bueno, que las cosas son buenas, que la historia es buena. Hacer fiesta es incorporarse al gesto creados de Dios y reconocer en Él

20

2.3. La vida comunitaria como necesidad del hombre

El hombre es un ser comunitario, un ser social por naturaleza (Aristóteles). Hay

múltiples metáforas que apuntan a comparar el cuerpo con la sociedad (Tito Livio habla de

los miembros y el estómago); San Pablo lo aprovecha para hacerlo con la Iglesia35, para

significar la unidad necesaria que da cohesión a los diferentes miembros. El hombre es un

ser que se constituye como ser humano por el amor que recibe de otros. Pero la carencia

con la que nace no la puede cumplimentar nada ni nadie. Es más profunda que la necesidad

de alimentarse, de cuidado, de ternura. Su neotenia es espiritual36.

El ansia de amor absoluto no lo cubre ni el amor de una madre, que ya es decir, no

digamos los amigos, ni el resto de la familia o cualquier persona, ni mucho menos la

sociedad civil o, en nuestros tiempos, el Estado paternalista. El afecto, el sentimiento, las

efusiones amorosas, la amistad, cubren el aspecto más urgente de la necesidad de amor del

ser humano, pero no van hasta el fondo. Se nos ha acostumbrado a un vitalismo clausurado

en lo biológico: no hay nada más que sensaciones, emociones, experiencias estéticas

aderezadas con algunas gotas de ética de la solidaridad, pero eso es una mutilación. El

hombre no se satisface con eso, aunque puede conformarse o resignarse convencido de que

no es nada más que un animal con necesidades puramente animales de supervivencia, de

reproducción, de ocio. Hay en él un eco del paraíso que se expresa de manera infantil en las

miles de Arcadias, paraísos terrestres que quiere forjar en la nación, en la tierra madre, en la

familia, en los amigos o en sus fantasías, fórmulas de entretenimiento o pequeños mundos.

Siempre aflora la insatisfacción y el disgusto ante las pequeñas adversidades, ante la

finitud, lo efímero y quimérico de sus experiencias. Ese eco reclama la búsqueda constante

del hombre, herido por el pecado original y expulsado del paraíso, del camino de retorno.

Ese camino de retorno es el que propone Cristo a través de su Iglesia.

«Si yo estoy en la Iglesia es por las mismas razones porque soy cristiano. 5o se puede creer en

solitario. La fe es posible en comunión con otros creyentes. La fe por su misma naturaleza es fuerza

que la creación es buena� De esta afirmación gozosa de Dios y del mundo surge la gratitud y la alabanza, como expresión de la alegría que embarga a quienes celebran la fiesta». Ibídem, p.31. 35 1 Cor 12, 12 �Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo�� y así también su Iglesia. 36 Fabrice Hadjadj, La profondeur des sexes: pour une mystique de la chair, éd. du Seuil, París 2008.

21

que une. Esta fe o es eclesial o no es tal fe. Además así como no se puede creer en solitario, sino sólo

en comunión con otros, tampoco se puede tener fe por iniciativa propia o invención37».

La dificultad para este retorno o este inicio novedoso reside en que, en el fondo, el

hombre postmoderno ya no confía en nadie, ni siquiera en él mismo, a lo sumo se aguanta a

sí mismo o acepta resignadamente convivir con los demás como un mal menor. La única

posibilidad para que pudiese abrirse a la esperanza, y se concediese a sí mismo la

oportunidad de escuchar o beber de la fuente, sería que la Iglesia respondiese a su utopía. El

hombre al que no le es indiferente, que critica a la Iglesia y se distancia de ella, en el fondo

le pide que sea perfecta, porque necesita ese eco de amor que supone que debería ostentar y

que no encuentra por ningún lado38. ¿Por qué se obsesiona contra ella si dice tener tan poca

relevancia en su vida? No quiere que nadie le diga que hay otra forma de vida si él no sabe

cómo dársela a sí mismo y disfrutarla.

Todos los hombres tenemos este eco del paraíso, del reino, cuya caja de resonancia

es para nosotros la Iglesia, pero no para el hombre de la calle, al cual los prejuicios le hacen

descartarla como posibilidad de su salvación. Les es difícil entender en qué consiste la

santidad, se mantienen en el paradigma clásico que confunde lo sagrado con lo santo, que

espera la perfección intachable en sus miembros -que brilla por su ausencia39- como

expresión de autenticidad. No sabe cómo interpretar ese eco, y mira a cualquier sucedáneo

de amor para encontrar la respuesta40. Y lo encuentra en lo que el AT denomina idolatría y

el Nuevo la tentación del �te daré todo lo que ves si te postras y me adoras�.

Como eso que anhela, que pertenece a este imaginario cultural judeo-cristiano, no se lo

ofrece de inmediato ni a primera vista, la impaciencia ha llevado a los hombres a la

37 Conferencia Testimonio en Alemania: Joseph RATZINGER, "Por qué pertenezco a la Iglesia", 1971 38 Hadjadj, F., Declaraciones a Le Figaro (20/08/2010): �Si efectivamente los medios de comunicación se conmueven más por el mismo delito cuando lo comete un sacerdote que cuando se trata de un profesor de educación física, es algo significativo. �La paradoja es: si atacan más cuando son personas de iglesia las que se corrompen, es que perciben la especial pureza de su misión�. 39 «Símbolo no llama a la Iglesia �santa� porque todos y cada uno de sus miembros sean santos, es decir, personas inmaculadas. Este es un sueño que ha renacido en todos los siglos, pero que no tiene lugar alguno en el Símbolo; expresa el anhelo perpetuo del hombre de que se le dé un cielo nuevo y una tierra nueva, inaccesibles en este mundo. En realidad, las más duras críticas a la Iglesia de nuestro tiempo nacen veladamente de este sueño; muchos se ven defraudados, golpean fuertemente la puerta de la casa y tildan a la Iglesia de mentirosa». J. RATZINGER, Introducción al cristianismo, Cf. el Capt. La santa Iglesia Católica. 40 �Cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa.� Gilbert Keith CHESTERTON

22

fabricación de utopías totalitarias, pero como éstas han sido fuente de frustración indecible

y de conflictos sin parangón en la historia, se vuelve sobre sí mismo, encerrándose en el

último reducto: el individualismo. Nuestra sociedad actual se encuentra encerrada en este

lema postmoderno: �no esperes nada fuera de ti, vive para ti mismo, el infierno son los

otros�. Otros más confiados miran a la ciencia anhelantes para ver si ésta les responde: �yo

lo solucionaré todo, sólo espera un poco�. La pérdida de vista de esta dimensión

comunitaria y de la confianza en un cielo nuevo y una tierra nueva hace que los hombres se

vuelvan contra cualquiera que pretenda advertirles que esto es una autocondenación. Se

revuelven despreciando la oferta con diversos argumentos autojustificatorios, con una

postura despectiva y crítica, y frustrados:

ÿ Harto de intentarlo sin éxito la desdeñan �tal vez les gustaría que ese amor fuera

conseguido mágicamente-. La fábula de la zorra y las uvas es ilustrativa de esta

posición: mira a las uvas inaccesibles con desdén y dice �va, están verdes�.

ÿ La Historia está llena de errores humanos y de pecados que le sirven de excusa, y

viene aderezada con tópicos que no responden más que a una parte de la realidad

tomada por el todo: La Iglesia se ha presentado ante sus ojos tantas veces como

perfecta que se ha dejado confundir con una ética esforzada, exigente, moralista,

ocultando su cara precaria, frágil. De esta amanera, cuando se han visto las

vergüenzas de sus miembros, le ha sobrevenido el escándalo.

ÿ Los hombres se sienten lejos de ella porque se miran a sí mismos y se ven incapaces

de dar la talla. Están más dispuestos a perdonar las debilidades �sobre todo si

reflejan las propias- que a ver las virtudes �sobre todo si no son las propias-.

Aunque seamos hipócritas siempre rechazamos las conductas que revisten

hipocresía, esa falsa apariencia de perfección que denuncia nuestra imperfección.

ÿ El hombre necesita sentirse amado en su debilidad, pero le ofrecemos la imagen de

lo que ya ha hecho en nosotros Cristo, y no como éramos y somos. Esa imagen

sublimada, edulcorada o purificada, le hace sentirse juzgado, no perdonado. Se

siente lejos, la siente falsa. Se mira a sí mismo y se hunde como Pedro en medio del

lago Tiberiades (Jn 21, 1-14).

3. Tarea para el presente y futuro o ¿qué hacer en el Siglo XXI?

23

¿Cómo corregir eso que venimos constatando? Tal vez la urgencia de amor de la

humanidad nos dé una oportunidad de acercar los hombres a la Iglesia. Lo que siempre ha

sido un atractor magnético en la historia ha sido mostrar los signos de la fe: el amor sin

condiciones, al prójimo, sea amigo o enemigo, en la dimensión de la cruz. ¿Pero dónde se

puede experimentar eso que el hombre necesita? ¿Es una cuestión de ideas? ¿Un

convencimiento, fuerte? ¿Hay un lugar, un locus theologicae?

La Iglesia es la que, no obstante todas las debilidades humanas existentes en ella, nos da a Jesucristo;

solamente por medio de ella puedo yo recibirlo como una realidad viva y poderosa, aquí y ahora. Sin

la Iglesia, Cristo se evapora, se desmenuza, se anula. ¿Y qué sería la humanidad privada de Cristo?41

Dónde y cómo se pueden dar los signos que el mundo le exige. Es necesario pensar

en una educación en la fe para adultos. La catequesis que damos es infantil, o precaria, y

justo en un momento de la historia en el que los hombres son asaltados por los ataques

virulentos del laicismo y se requiere que sea más existencial, más cercana a su sufrimiento.

Cuando no hay preguntas las respuestas son inútiles. Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto

XVI lo vieron bien: se debe hacer después, lo que no se pudo hacer antes del bautismo. La

nueva Evangelización debe incluir a los bautizados. Como la primera evangelización

empezó por las sinagogas, para después ir a las ovejas que no pertenecían a Israel. Hay que

empezar como si fuera de cero, sin presuponer nada, aunque tengamos el bagaje de la

historia, esta nos enseña a aprender de nuestros errores y sabiendo que depende de nosotros,

aunque no sólo, porque�

"� este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que todos vean que una fuerza tan extraordinaria

procede de Dios y no de nosotros" (2 Cor 4,7).

El mundo, los hombres, están reclamando testigos creíbles por sus actos. Eso es lo

que nos enseñó Juan Pablo II y Teresa de Calcuta, por poner como ejemplo los más

públicos y emblemáticos. �Haced lo que ellos dicen y no hagáis lo que ellos hacen� (Mt 23,

3), tiene que ser reescrito en: �mirad cómo aman� �lo que ellos hacen- y entonces

41 Conferencia Testimonio en Alemania: Joseph RATZINGER, "Por qué pertenezco a la Iglesia", 1971

24

entenderéis �lo que ellos dicen��, que es muy importante. Una sola cosa pero muy

importante. 42

3.1.La verdadera singularidad del cristianismo

En un mundo en el que la violencia es una plaga, el amor al enemigo es el signo

principal� el que presenta la belleza del amor en la dimensión de la cruz. Si no se da ese

signo ¿quién va a querer ser católico? Todas las demás cosas que constituyen nuestra

identidad han sido usurpadas por las instituciones sociales que copian lo mejor del

cristianismo: las universidades, la caridad, los hospitales, la ayuda a los necesitados. Un

signo público del amor en esa dimensión originariamente cristiana es el amor a lo que el

mundo desprecie, o a lo que el mundo tema, pero sin alienaciones idealistas: sólo se puede

hacer con el cercano, lo demás es utópico� por eso la iglesia tiene que vivirse en

comunidad. Para que se vea el �mirad cómo se aman�, para amase así, hay que tener vida

eterna dentro. Esta vida eterna se manifiesta en hechos -el hebreo no conoce las

abstracciones-. ¿El mal? ¿El amor? Es todo concreto. El hombre de hoy, como el hebreo,

sólo está dispuesto a admitir hechos concretos, ser amado concretamente, por el que tendría

que odiarle o por el que no le debe nada.

3.2.¿Cuál es el signo distintivo de la pertenencia del cristiano a la iglesia?

Es importante definir en qué consiste hoy ser cristiano: ¿en rezar? Los musulmanes

rezan más. Podríamos hacer mil disquisiciones sobre la oración y sus diferencias, y decenas

de apuntes teológicos sobre lo que implica en uno y otros, pero a la hora de la verdad ver

cómo otro reza no me salva. ¿En trabajar y en ser honesto?: cualquier ciudadano, del signo

42 Juan Manuel DE PRADA, "Mirad cómo se aman", ABC, 28.I.06: En su Apología contra los gentiles, Tertuliano nos ofrece un testimonio de primera mano sobre la vida de los cristianos primitivos. Allí leemos que los paganos, admirados de la fraternidad que se entablaba entre los seguidores de Jesús, murmuraban envidiosos: «Mirad cómo se aman». Sin duda, esta concepción de la Iglesia como comunidad fundada en el amor, donde todos -con sus flaquezas e imperfecciones- tienen cabida fue el fermento que facilitó la expansión de la fe en el Galileo; y deberíamos preguntarnos, con espíritu crítico, si no habrá sido precisamente el decaimiento de esa concepción y su sustitución por otra demasiado «legalista» la que ha determinado a la postre su retroceso. Al recordarnos en su encíclica que el amor es el acontecimiento nuclear de la experiencia cristiana, Benedicto XVI nos propone un viaje hacia las raíces mismas de la fe, que San Juan supo compendiar en una sola frase: «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él».

25

que sea, se siente comprometido con el trabajo y la honestidad, aunque sea en beneficio

propio. Tal vez podríamos aventurarnos ya a esa definición: Llevar siempre en nuestro

cuerpo la forma de morir de Jesús (San Pablo 2ª Cor 4, 6-12) para que se vea que Cristo

está vivo. Ir como un cordero al matadero (Is 53, 7), al degüello por el otro que está

esperando ese testimonio de que en nosotros no hay miedo a darnos y anularnos porque

tenemos vida eterna dentro (Jn 3, 36). Esta figura no está cifrada en la sangre sino en la

belleza. La belleza será el último reducto de la salvación. La belleza más sublime se

configura en el contraste: el amor al enemigo es el máximo contraste.

Ante las múltiples clases de fe (religiosa, cultural, individualista, humanista, etc.),

estas afirmaciones parecen exageradas o fundamentalistas pero no son tanto si se miran

desde la urgencia de la caridad (Caritas Christi urget nos). Son muchos millones de

hombres los que no conocen a Cristo y que dependen de nuestra sincera conversión para

tener un encuentro con Él. No podemos no reflejar su rostro, no podemos sustituirle con

ideas o con sucedáneos, y su rostro es el de la cruz, ese es del que tenemos que ser espejo.

Pero sólo se puede ser espejo como don sobrenatural, como don gratuito del cielo, que uno

no se puede dar a sí mismo, sino que se experimenta como elección� Nosotros, la Iglesia,

no hemos optado, �yo� no he optado, sino que he sido elegido... Yo os he elegido (Jn 15, 9-

17)� hemos sido escogidos: tú ven y sígueme (Lc 9,59; Mt 4,19 y 9, 9), y dejándolo todo,

le siguieron (Lc 5,11).

El espíritu mismo da a nuestro espíritu testimonio (Rom 8, 19) de que Dios existe,

que somos amados, que somos adoptados� Sella dentro de nuestro espíritu esta

experiencia. No nos lo dice la razón, ni las verdades filosóficas: la fe es un encuentro a

través del Espíritu Santo. Cuando se anuncia el kerigma, desciende el Espíritu y hace esta

llamada: nos denuncia de pecado y luego nos dice que nos ama, personalmente, a cada uno.

Así es en todos los que se encuentran con Cristo. Si uno se lo cree puede pasar los pecados

a Cristo. Eso es el perdón gratuito y el inicio de una vida nueva.

La predicación tiene una gran tarea en la deconstrucción de los tópicos, y el más

grande de todos es el que el pecado es una simple transgresión moral de una ley abusiva y

contradictoria externa. En realidad los hombres creen que se realizan pecando, es decir,

haciendo su propia voluntad, cualquiera que sea y en cualquier ámbito en el que se dé. Pero

los pecados son todos hijos del mismo pecado, y son todos son la expresión del hombre que

26

se tiene que compensar de algún modo por la insatisfacción y el sufrimiento de una vida en

la que no se tiene más que a sí mismo. El pecado mata, esconde un germen de muerte,

creemos realizarnos pero nos vemos abocados a la frustración, a la soledad y al vacío

después de cada acción u omisión.

«El pecado lleva a la tristeza, privando a la persona de la capacidad de gozar y reposar el

bien. Reduce la capacidad de apreciar, de ser agradecido, de participar del gozo de otras personas y

de ser fuente de alegría para ellas. Quizás imite el gozo mediante una demostración de alborozo, pero

su risa será hueca. Intentará proyectar un sentido del humor, pero será sarcasmo e ironía �hasta el

cinismo- que daña las relaciones. Como no está en paz consigo mismo, se sentirá continuamente

tentado a luchar contra algo o contra alguien»43.

Cristo ha muerto para que los hombres no vivan más para sí mismos, como les

recuerda Pablo a los corintios ―eso es el pecado original y eso es lo que nos provoca una

profunda insatisfacción―. La amargura, el suicidio, la tristeza o la falsa alegría, son los

síntomas de que el hombre no soporta la vida porque no ama a nadie o no es amado por

nadie como es. Sentimos todos que somos amados en tanto en cuanto devolvemos el amor,

entramos en el juego de las reciprocidades, y sólo mientras seamos educados y no molestos

para el otro. En el trato cotidiano descubrimos que todos somos perfectos egoístas, aunque

nos cueste admitirlo, porque eso sería reconocer que no nos realizamos ni siquiera en la

egolatría. En el matrimonio se descubre esto una vez casado, creemos descubrir la verdad

insoportable cuando el otro no nos devuelve el amor que creímos tener en él, pensamos que

hemos vivido en la mentira, que la verdad es que el otro es un egoísta, y ese es el infierno

del otro que denuncia el existencialismo. El descubrimiento, que se vive como un

verdadero hallazgo, es que vivir para uno mismo es una condenación, una cárcel en la que

el prisionero guarda él mismo la llave. Lo que los hombres encuentran en su madurez como

solución a sus conflictos, que es vivir para sí mismos, como fuente de la felicidad, resulta

ser a la postre una prisión insufrible, llena de resquemor, desconfianza en el otro, de

actitudes precavidas, de encerramientos resignados en la soledad no querida...

¿Eso es malo? ¿Dónde está el problema? Que los hombres sean dioses de su propio

destino no es que sea malo o bueno, es que es una sensación pírrica, prometeica. Nietzsche

es el gran embaucador, nos pone ante un dilema falso, porque que este amor manifestado en

43 B., HÄRING, Libertad y fidelidad en Cristo, I, Barcelona, 1985, p.272.

27

la cruz es la verdad. Al otro lado del dilema sólo está la violencia, la desesperación, la vida

apegada a la tierra como resignación e impotencia para tocar lo que anhelamos: la vida

eterna. El nihilismo nos ha resabiado, nos ha hecho creer que eso es para los débiles, pero,

en realidad, los fuertes mueren solos, abandonados, se apean antes de tiempo. La

humanidad se ha hecho Dios de sí misma y todos los dioses son rivales. Los dioses que

somos todos no encontramos repuesta a nuestro mal, al sufrimiento; los hombres tenemos

pánico a la enfermedad y a la muerte, y confiamos en la medicina y en la genética, en la

magia de la ciencia, como la última utopía del siglo XXI, pero ésta se mostrará incapaz

porque no tocará el corazón del hombre, sólo su caparazón.

Ninguno puede creer si el Espíritu Santo no actúa, no es una obra de la virtud. Por

eso tiene que ser anunciada la Buena Noticia. Una noticia no depende de la dignidad del

mensajero, ni siquiera de su antigua credibilidad, sino de la situación en la que se encuentra

el receptor y del contenido de esa noticia. Filípides podía ser un soldado ateniense

mentiroso, pero ante la perspectiva de la muerte segura frente al enemigo superior, el

anuncio de una victoria suponía un respiro para el que esperaba angustiado la resolución de

la batalla. Ante la batalla definitiva, la buena noticia tiene que ser definitiva.

«Al hombre esclavo del pecado, muerto por el pecado, incapaz de darse por sí mismo la

vida, el cristianismo no le presenta una nueva ley, por perfecta que sea, para aplastarle y hundirle

más hondo. Cristo no se presenta como un modelo, que el hombre de pecado no puede imitar, para

impulsarle a la desesperación. La fe cristiana no es tampoco una doctrina sublime, que de nada

serviría a un hombre que se siente ahogar en las aguas de la muerte. El Evangelio de Cristo es

evangelio: buena noticia de la salvación»44.

Por eso San Pablo insiste e insiste en que el cristiano deje de juzgarse y condenarse

a sí mismo severamente, porque Dios no piensa como nosotros. He visto a muchos hombres

alejarse con dolor de la Iglesia porque no podían soportar su pecado. A muchos jóvenes no

volver, después de la confirmación, a pisar la Iglesia porque han experimentado la

decepción de sí mismos ante la conciencia de su primer pecado inaplazable, serio45, que le

44 E., JIMÉNEZ, Hombre en fiesta, DDB, Bilbao 1992, p. 79. 45 «Lo especial del hecho cristiano se muestra en su convencimiento de la grandeza del hombre: la vida del hombre va en serio. No procede con la argucia de las ideas� Se da lo irreversible y también la destrucción irremediable. El cristiano tiene que vivir con este jugárselo todo y con la conciencia de que está sucediendo así» p. 233. J., RATZINGER, Escatología, Herder, Barcelona 2007.

28

hace sentir el vértigo de una acción conscientemente dañina, para sí mismo o para los

demás46. Lo que hay detrás es una mala comprensión del Evangelio. �Yo no puedo estar

ahí, porque eso es para los perfectos�, se dicen. En el fondo nos hemos aniñado como

cristianos, porque sólo los niños ― o porque no tienen conciencia de pecado, o porque

piensan que no hacen daño con él y entonces es irrelevante, o porque no lo consideran

grave― pueden sentirse dentro, según esta mentalidad hemos convertido a la Iglesia en una

guardería de la infancia permanente.

«Tanto amó Dios al mundo que entregó a la muerte a su Hijo único» (Jn 3,16). Un

amor así, que duele tanto, no puede ensañarse con otro dolor añadido: el de que la criatura

se haga daño a sí misma por el pecado. Por eso Dios no va a reparar el daño con una Ley

que hurgue en la herida, sino con un acto curativo: te amo por encima de que [te]-me causes

la muerte y te lo demuestro de manera indudable, dando la vida por ti.

«Todos pecaron y están privados de la gloria, de la presencia de Dios. Pero gratuitamente les

justifica con el don de su amor, mediante la salvación realizada en Cristo Jesús» (Rom 3, 23-24)

Reconciliados con Dios en la sangre de Cristo «no hay ya motivo de condenación

para los que están unidos a Cristo Jesús» (Rom 8, 1). En la Iglesia se encuentra el

descanso del pecador, del hombre desasosegado, del solitario que encuentra un cuerpo,

un pueblo. La Iglesia es el cuerpo de Cristo que da cohesión y acogida a los miembros

doloridos.

3.3.¿Qué podemos hacer para proponer nuestra experiencia?

En una entrevista en el 2000 a Robert Spaemann respondía a la pregunta del

entrevistador sobre si jugaba todavía el cristianismo un papel importante en la sociedad

46 No tanto por la conciencia de haber ofendido a Dios, sino de no sentirnos perfectos y de haber hecho un daño irreparable a una imagen falsa que teníamos de nosotros mismos y que creíamos que era la que Dios quería de nosotros o la que los demás aceptarían de nosotros. Dios nos servía de coartada para presentarnos a los demás como dignos de ser amados, pero no lográbamos escapar de un juego de espejos en el que lo único realmente en juego era nuestro propio proyecto de cómo creemos que seremos amados. La ofensa a Dios, que nos aleja de él, es porque, habiendo sido creados perfectos para el amor, con el pecado nos hacemos daño a nosotros mismos. Santo Tomás, Suma contra gentiles III, 122: «Nosotros no ofendemos a Dios si no es por lo que hacemos contra nuestro bien».

29

diciendo y, en el caso de que así lo fuera, cómo debería desempeñarlo: «Otra cuestión

completamente distinta es el anuncio de la fe. Éste se sitúa bajo el lema �oportuna e

inoportunamente�. Tiene que acoger el contenido completo de la fe, no una selección hecha

�a la carta�. En efecto, con ese anuncio la Iglesia no pretende hacerse más simpática, sino

seguir transmitiendo aquello que le fue confiado. Por lo demás, sólo así puede continuar

siendo apreciada. �La fe a medias �me dijo una vez hace bastantes años, el antiguo Obispo

de Maguncia, Cardenal Volk� es mucho más difícil de transmitir que la fe entera�, ya que

aquella es mucho menos coherente, y al presentarse en forma fragmentaria pierde mucho en

fuerza de persuasión. Recuerdo a este propósito una preciosa cita de Nicolás Gómez

Dávila: �A una Iglesia que no vuelve la espalda al mundo, éste le da la espalda�»47.

Nuestra acción al respecto no puede ser una pastoral sacramentalizante (demanda la

fe), ni humanista (no hay diferencia con cualquier otra oferta intelectual), ni claudicante

(que renuncie a su idiosincrasia) adaptándose a la modernidad; ni una pastoral que busque

caer simpática rebajando los presupuestos del costoso aprendizaje de milenios que

constituye la enseñanza de la Iglesia. Tales fórmulas podrían servir �aunque ni siquiera-

para conservar a los que ya están en la Iglesia, pero para los alejados son insuficientes y

engañosas.

Podría abrirse paso en el debate intelectual, pero los interlocutores del otro lado del

debate rechazan su aportación porque han decido, los que se llaman a sí mismos tolerantes,

ideológica y dogmáticamente, que no tiene nada que decirles. Por lo tanto no están abiertos

al diálogo. Evocan un �déjà vu� inapelable.

Para los que tenemos fe son evidentes las ventajas y la importancia social de la

forma de vida propuesta por el cristianismo y la Iglesia, pero son más radicales y eficaces �

a la hora de ser imitadas- las propuestas negativas, que no reconocen su necesidad, y que ni

siquiera están dispuestas a admitir los lastres y perjuicios48 que llevan aparejados las nuevas

normas de convivencia social, familiar, etc., alejadas de los principios morales católicos.

47 Entrevista a Robert SPAEMANN publicada en la revista Politische Studien, Hans Seidel Stiftung, Atwerb-Verlag KG, Heft 372, Jahrgang 51, Juli/August 2000, pp. 9-22. Las preguntas en nombre de Politische

Studien las formuló Burkhard Haneke, Director del Departamento de Prensa y de Publicidad de la Fundación Hans-Seidel. 48 Son múltiples los estudios que ponen en relación psicopatologías y conductas antisociales de todo tipo en el comportamiento juvenil con los fenómenos de padre ausente, familias monoparentales. Son relevantes estadísticamente en relación comparativa con las derivadas de familias estándar.

30

Por tanto debemos depurar las visiones erróneas acerca de la misión de la iglesia,

que es lo que muchas veces ha alejado a los hombres de ella. Esto nos obliga a rescatar de

la lectura de la historia el papel de la Iglesia desde los primeros tiempos.

La historia de la Pasión es un paradigma de lo que en cada generación puede

repetirse con carácter universal. El centro de la vida del cristiano es la Pascua. El hombre es

el mismo en cualquier sitio, sufre por lo mismo, necesita ser querido para ser. Si no es

amado no se realiza, por eso todo lo que hace es buscar ser reconocido, estimado,

admirado, mediante sucedáneos del amor verdadero del que se siente despechado porque no

tuvo paciencia en escucharlo y aceptarlo. Sin embargo, el sucedáneo que ahora tiene no

acaba de colmarle en toda la profundidad que necesita. El hombre huye del sufrimiento,

como un instinto darviniano de supervivencia, pero no se da cuenta de que si no entra en él

nunca podrá experimentar lo que hay al otro lado, de misterioso y de esperanzador.

No hay nada nuevo: el hombre sigue siendo el mismo, las circunstancias parecen

distintas, pero las diferencias son cuantitativas no cualitativas. El mensaje de la cruz es

universal porque todo hombre sufre, y, por tanto, también lo que hay detrás de ella, porque

todo hombre busca agarrarse a la esperanza de que el sufrimiento no es la última palabra.

No obstante la predicación de la cruz no puede esconder la pretensión de seducir a

todo hombre. La Iglesia siempre ha sido un resto: muchos son los llamados pero pocos los

escogidos y sólo unos cuantos los que entran por la puerta estrecha. Además no es el

triunfo lo que persigue sino que cuenta con que el resultado sea la persecución. Siempre ha

sido perseguida �hasta por ella misma-, siempre se ha encontrado frente a los intentos de

convertirla en una creencia más o en una religión al estilo de las que vino a reasumir y

superar. Siempre se ha defendido frente a la manipulación o tergiversación del mensaje,

siempre dice lo que nadie quiere oír, y cuando no hemos hecho bien lo que teníamos que

hacer y hemos invertido el mensaje de la cruz dulcificándolo o amaestrándolo, se ha

repuesto de los escándalos que producimos los que decimos hablar en su nombre. La

profecía de que �las puertas del infierno no prevalecerán contra ella� es algo más que una

promesa poética.

La tarea es concreta: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los

otros. Que como yo os he amado, así os améis los unos a los otros. En esto conocerán los

demás que sois discípulos míos» (Jn 13, 34-35). ¿Y cómo se hace eso? Es fácil.

31

Decía Juan Pablo II en el Monte del Gozo, en Santiago de Compostela:

«¿No estáis aquí para convenceros definitivamente que �ser grandes� quiere decir �servir�?

Pero este servicio no es ciertamente un servicio humanitario. Ni la comunidad de discípulos de Cristo

es una agencia de voluntariado y de ayuda social. Un servicio de esta índole quedaría reducido al

horizonte de �espíritu de este mundo�. ¡No! Se trata de mucho más. La radicalidad, la calidad y el

destino del servicio, al que somos llamados se encuentra en el misterio de la redención del hombre.

Porque hemos sido creados, hemos sido llamados, hemos sido destinados, ante todo y sobre todo, a

servir a Dios, a imagen y semejanza de Cristo que, como Señor de todo lo creado, centro del cosmos

y de la historia, manifestó su realeza mediante la obediencia hasta la muerte, habiendo sido

glorificado en la resurrección. El reino de Dios se realiza en este servicio, que es plenitud y medida

de todo servicio. No actúa en el criterio de los hombres mediante el poder, la fuerza y el dinero. Nos

pide a cada uno total disponibilidad de seguir a Cristo, el cual �no vino a ser servido sino a servir�.

Si de veras deseáis servir a vuestros hermanos, dejad que Cristo reine en vuestros corazones, que os

llene de todo su amor, que os lleve por el camino que conduce a la �condición del hombre perfecto�.

¡No tengáis miedo a ser santos! Esta es la libertad con la Cristo nos ha liberado (Gal 5,1). No como

la prometen con ilusión y engaño los poderes de este mundo: un autonomía total, una ruptura de toda

pertenencia en cuanto criaturas e hijos, una afirmación de autosuficiencia, que nos deja indefensos

ante nuestros límites y debilidades, solos en la cárcel de nuestros egoísmos, esclavos del �espíritu de

este mundo�, condenados a la �servidumbre de la corrupción� (Rom 8 21). ¡Sí!, es necesario conocer

bien qué dones te ha concedido Dios en Cristo, para saber darlo a los demás»

3.3.1 Hace falta una reeducación en la fe, profundizar o aquilatar el bautismo.

Transformar �desde dentro y hasta lo profundo de la raíz� (Evangelium 5untiandi,

19 y 20). Superar las imágenes que han reducido al cristianismo a una moral, o a un

intelectualismo, a una filosofía de vida, a una religión sacrificialista como lo son todas las

demás49.

La experiencia de la iglesia a lo largo de los años tiene que servirnos de algo. Es la

experiencia del erizo. La zorra sabe muchas cosas pero ninguna es relevante, todas son

igual de insignificantes. El erizo sólo una pero muy importante.

La frase de Dostoievski en El idiota, en boca del protagonista que es definido como

un cristiano verdadero es: la belleza salvará al mundo. Pero ¿de qué belleza habla?

Estamos en la época del minimalismo, de la fragmentación y descomposición de la figura,

49 Cf. René GIRARD, Los orígenes de la cultura, Ed. Trotta, Madrid, 2006.

32

de la destrucción del canon, en la que cualquier cosa que a uno le guste es arte. Esta oleada

de relativismo estético, que aboga por el �sobre gustos hay mucho escrito pero nada

definitivo�, no hace justicia al afán universal de constancias, de comunicación, de

experiencias estéticas compartidas. ¿Habrá una belleza que pueda ser aceptada por todo

hombre? Si bien es verdad que la belleza para el cristiano no es más que un �indicio�50, lo

contrario sería un ídolo, que tiene que remitir a un referente que vaya más allá del eros.

Amar al enemigo es el signo principal por el que se muestra una belleza al mundo

inédita. � el que presenta la belleza del amor en la dimensión de la cruz. Todo el mundo

entiende el amor, hasta los pervertidos que se engolfan en sus fetiches, todo el mundo

reconoce qué es ser escuchado o despreciado, todo el mundo sabe qué sería para él ser

amado, ser aceptado tal cual uno es, aunque sea un desecho humano.

Ese canon nos lo ofrece el Evangelio. Amar como se muestra en la cruz. La cruz es

un signo estético millones de veces representado, pero es algo más.

Un signo público universal del amor. Todo el que lo contempla en una casa, en un

hospital, en una clase tiene delante una respuesta a su sufrimiento51. Ahora bien no es sólo

un pensamiento, o un consuelo, no es una abstracción, es una invitación a la acción:

entregarse por todos, aunque no basta. Experimentar que otro se entrega sólo se puede

hacer con el cercano, lo demás es la acción de un idealista. Después aparece una dimensión

más de esta forma de amor: entregarse es algo inaudito, maravilloso, pero no agota las

posibilidades del amor, todavía hay algo más grande que darse a sí mismo: es dar lo que

uno ama con toda su alma. Eso lo que ejemplifica el AT en Abraham y el NT en Dios Padre

dando a su Hijo, a su único.

La iglesia refugium pecatorum expresa la gratuidad, el amor de Dios va en serio, no

es el fruto de un desiderátum o de un ejercicio literario. En ella tiene cabida todo hombre,

50 «Así es como lo estético en el mejor de los casos puede servir como indicio para lo cristiano [�] «ya en la vida de la naturaleza es Eros el lugar por excelencia de la belleza: lo que se ama �sea profunda o superficialmente � aparece siempre como algo espléndido; y objetivamente como conocimiento admirable no pasa a formar parte de los que perciben más que en la certidumbre de un Eros� Ambos polos, correspondientes entre sí, son superados en el campo de la revelación donde el logos de Dios, que desciende kenóticamente, se manifiesta a sí mismo como amor, como ágape y, por ello, como gloria» p. 53. Hans Urs Von BALTHASAR, Sólo el amor es digno de fe, ED. Sígueme, Salamanca 51 El judío Elías CANETTI dice: �no hay un solo perseguido [o sufriente], sea cual sea el motivo por el que sufra, que en alguna parte de su alma no se vea a sí mismo como Cristo� Canetti, E., Masa y poder, Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, 2002, p. 606.

33

no es un club de selectos, de héroes, sino de todos los que sufren, de todos os hombres

débiles.

El sentido de la vida en comunidad es porque ésta constituye el cuerpo de Cristo y

éste es perfecto, tiene todos sus miembros puestos al servicio de cada uno. Miembros

vertebrados por la cabeza que es Cristo. La fe en solitario es un sinsentido, porque el amor

de Cristo no va referido a la familia, o no solo, sino al enemigo.

La historia personal tiene un sentido, una vocación. En un mundo biologiscista se

puede ver nuestro quehacer cómo la arbitrariedad laboriosa de una hormiga que vaga sin

sentido por la vida buscando cómo sobrevivir, pero desde el punto de vista de la fe todas

nuestras acciones son finalistas, somos responsables, tenemos una misión y un lenguaje que

nos comunica con la eternidad: la oración es la búsqueda de cuál sea la �voluntad de Dios�.

Para vivir así es imperiosa la necesidad de ser reeducados en la fe, de redescubrir el

bautismo. El cristiano nace del bautismo, pero la Iglesia nace en la Pascua de Cristo,

cuando Cristo �pasa� de este mundo a su Padre (Jn 13,1). Con Cristo que sale del sepulcro

y viene a ser �espíritu vivificante� (1 Cor 15, 45), surge una humanidad nueva (Ef 2, 125;

Gál 6, 15), una creación nueva� El cuerpo eclesial sólo es vivo si es el cuerpo de Cristo

resucitado (�despertado�, cf. Ef 5,14) y que derrama el Espíritu (Act 2, 33). Esta efusión del

Espíritu comienza ya el día de Pascua (Jn 20, 22).

3.3.2. La vida como acontecimiento pascual permanente.

La pascua es el centro de la vida de la comunidad: el ¡OH, feliz culpa! del Pregón

pascual, fue, personalmente, la llave de mi entrada a la iglesia.

Profundicemos un poco más en esto: el pecado descubierto en uno mismo produce

escándalo, es la causa del abandono de la iglesia o de no querer entrar en ella, pero es no

haber entendido el misterio. El hombre siempre espera de sí mismo ser querido, y cree que

ser querido es ofrecer a los otros la imagen de nosotros que creemos es la que les atraerá,

pero no es ahí, ni por eso, por lo que los hombres nos quieren. Insistimos una y otra vez,

sólo cuando estamos cansados de frustrarnos al no conseguirla, es cuando, resignados,

desistimos y sentimos que el amor no existe. No nos damos cuenta que los otros no quieren

lo que nosotros les mostramos de nosotros mismos; si nos quieren será en la verdad y si no

será una fantasía. El que nos quiere es porque ve y acepta nuestra debilidad, por eso el amor

34

de Dios nos sorprende con esta felix culpa que mereció tan gran redentor. El pecado que

habita en mí, sólo me escandaliza a mí, porque no pertenece a mi proyecto egolátrico, pero

para Él es la oportunidad de encontrarse conmigo. El prejuicio de que el pecado es

entendido como la mácula en la perfección, me llena de orgullo cuando lo descubro y me

aleja del amor de Dios, cuando es la condición de la verdadera humanidad, me lleva a la

humildad y al encuentro con Cristo: como Zaqueo yo también he sentido �hoy ha llegado la

salvación a esta casa�52.

3.3.3. María y la familia de 5azaret como paradigma de la Iglesia-comunidad.

Rescatar la imagen de María como imagen de la Iglesia debe ser el camino de esa

restauración53: ella fue la matriz de Cristo y es la matriz de todo cristiano. Ella guardaba

todo en su corazón, ella nos recibió como hijos adoptivos - �He ahí a tu hijo�-, ella es la

matriz de paredes interiores rugosas donde se puede anclar el feto del futuro cristiano.

María es la imagen de la reeducación bautismal que necesitamos para encontrar la belleza y

la riqueza que esconde este misterio: ella recibió el kerigma, ella gestó durante un tiempo al

niño en su seno sin comprometerle a nada, calladamente, dándole su alimento y ella le

educó en la familia de Nazaret, y ella estuvo a su lado en la prueba y en el momento

culmínante de toda vocación: enfrentarse a la persecución y a la cruz.

El hombre es un buscador de sentido, un creador de signos, vivimos de rituales y

liturgias; estaríamos todavía repitiendo lo mismo que los hombres primitivos si no

hubiéramos experimentado una evolución en la interpretación, en el escrutinio de los

signos, en la lectura de los acontecimientos. María54 es esa clave hermenéutica en la que la

Iglesia puede descubrir su esencia y su vocación, pues tiene todavía tiene mucho que decir

al respecto. La Iglesia es un memorial vivo del misterio pascual y el misterio pascual es la

reasunción de todos los rituales culturales de la humanidad. Pone en evidencia la inocencia

de las víctimas cuya sangre ha sido derramada en la historia del hombre sobre la tierra y 52 Lc, 19, 9-10 «Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abrahán, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido». 53 J. RATZINGER-H.U. VON BALTHASAR, Maria prima Chiesa, Edizioni Paoline 1981. 54 La Redemptoris Mater de Juan Pablo II es genial en este sentido, porque va más allá de lo que hemos descubierto gracias al Concilio Vaticano II: está estructurada según el esquema conciliar, pero con una fuerte impronta bíblica. Presenta a María, en primer lugar, como el misterio de Cristo (7-24) después, la sitúa en el centro de la Iglesia en camino (25-37), para subrayar al final su mediación materna (38-50). La novedad respecto al Concilio está en la insistencia de su dimensión histórica: presenta a María en su itinerario de fe, destacando su carácter de �noche espiritual� y �kenosis�.

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que Cristo decidió mezclar con la suya y hacer suya en la Iglesia. Dar la vida es ese secreto

que María ha visto y encarna, silenciosa y discretamente, y por el que nos enseña a esperar,

porque Dios es �causa primera�, que lleva la historia. Todo se basa en un Acontecimiento

único: la cruz. No es una idea, no es concepto� interroga y demanda posicionarse. Así

como ella lo hizo y entendió todo lo que había guardado en su corazón sin entender, a la

Iglesia le espera el mismo destino: esperar (amar, guardar y al final entender) la

consumación de todas las cosas en la cruz de Cristo.

Cuando su hijo le dice desde la cruz: Mujer, ahí tienes a tu hijo, le estaba mostrando

a cada uno de nosotros55.

«Y si uno quiere conocer lo que es la Iglesia, que entre en ella»56.

55 «Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu

hijo». Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa (Jn 19, 26-27). 56 J. RATZINGER, Introducción al cristianismo, Cf. el Capt. La santa Iglesia Católica.