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Crónicas del viejo Valparaíso FRANCISCO LE DANTEC SEGUNDA EDICIÓN AUMENTADA CON MÁS DE 300 IMÁGENES EDICIONES UNIVERSITARIAS DE VALPARAÍSO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALPARAÍSO

Crónicas del viejo Valparaíso · 2019-04-24 · alcalde de Valparaíso, Guillermo Winter, confiado en su pluma, le había sugerido escribir una Historia de Valparaíso, siendo él

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P 3 pValparaíso

Crónicas del viejoValparaíso

FRANCISCO LE DANTEC

SEGUNDA EDICIÓN AUMENTADA

CON MÁS DE 300 IMÁGENES

EDICIONES UNIVERSITARIAS DE VALPARAÍSO

DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALPARAÍSO

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P 4 pFrancisco Le Dantec

COLECCION QUINTIL

© Francisco Le Dantec Brugger, 2003Inscripción No 130.211

ISBN: 956-17-0333-5

Derechos ReservadosTirada de 750 ejemplares

Ediciones Universitarias de Valparaísode la Universidad Católica de ValparaísoFono (32) 27 30 87 - Fax (32) 27 34 29

E.mail: [email protected]

Coordinación de la Edición: Alvaro Soffia S.Diseño Gráfico: Guido Olivares S.

Asistente de Diseño: Mauricio Guerra P.Corrección de Pruebas: Osvaldo Oliva P.

Impreso en los talleres deImprenta Salesianos S.A.

General Gana 1486, Santiago

HECHO EN CHILE

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Dedico este volumen

a mi esposa María Cristina,

quien me estimuló en todo momento

a realizar esta tarea, y a mis hijos,

especialmente a Enrique.

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P 6 pFrancisco Le Dantec

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En sus manos hoy tiene parte de nuestra historia.

Tras un dedicado trabajo, Ediciones Universitarias de Valpa-raíso presenta este libro que reúne una serie de crónicas que,con Valparaíso como protagonista, escribió y publicó donFrancisco Le Dantec, textos que además se han visto enrique-cidos por ilustraciones que dan forma e imagen a las frases eideas del autor.

Francisco Le Dantec fue un periodista de oficio, pasión y vo-cación, que a través de la observación y pluma característicasde su profesión, recogió y grabó en el papel escenas, lugares ysensaciones del Valparaíso de otros años.

Los textos aparecieron por primera vez en El Mercurio deValparaíso, diario del que Le Dantec fue director, y dondepágina tras página se iba retratando un pedacito del puerto yde su gente.

Diariamente son innumerables las carillas escritas que circu-lan por la prensa. Muchas tienen vigencia sólo unas cuantashoras, transformándose en texto añejo al día siguiente, mien-tras que otras, pueden ser fuente de comentarios hasta poralgunas semanas o meses. Pero los textos de Le Dantec logra-ron algo aún menos frecuente: trascender, él y el Valparaísode sus crónicas. Hasta hoy, en que nuevamente llegan antelos ojos del lector para realzar la vida de Valparaíso, para reva-lorar la particular identidad de esta ciudad futuro Patrimoniode la Humanidad.

En este sentido, el trabajo de Francisco Le Dantec revive suimportancia y vigencia, especialmente en el acelerado mundode hoy, en que las prioridades e intereses centran la vista en elfuturo, en un ritmo tan rápido que muchas veces no deja ni eltiempo ni el espacio para detenernos y mirar detalles, obser-var y sentir nuestro alrededor.

Retratos del Puerto

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Así, este libro llega como una verdadera y oportuna invita-ción a hacer un paréntesis en la rutina diaria y dar un vis-tazo hacia atrás, unos cuantos años, para recordar cómoera la vida y pensar, con la perspectiva del ayer, cuántohemos cambiado o queremos crecer.

Es por esto que para la Oficina de Cooperación Técnicade la Universidad Católica de Valparaíso, participar en estareedición de Crónicas del viejo Valparaíso es motivo de or-gullo. Nos sentimos identificados con esta obra, porquenuestra tarea es vincular el mundo del conocimiento uni-versitario con el entorno, aportando al crecimiento y bien-estar de la zona y el país, y contribuyendo, al igual que lohizo Francisco Le Dantec, a construir la historia de nues-tra Región.

MABEL KELLER

JEFA OFICINA DE COOPERACIÓN TÉCNICAUNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALPARAÍSO

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Este libro corresponde a la segunda edición compendiada delas crónicas publicadas por don Francisco Le Dantec, en dos vo-lúmenes editados por Ediciones Universitarias de Valparaíso. Elprimero, Crónicas del viejo Valparaíso, fue publicado en 1984, yha servido como guía para esta nueva edición, a la que se le hanagregado algunas crónicas del segundo volumen Historias y leyen-das desde Valparaíso, publicado en 1991, el mismo año del falleci-miento del autor.

En la presente edición se han reunido solo las crónicas referidas aValparaíso, disponiéndolas en un orden cronológico. Hemos apo-yado esto con una rigurosa y nutrida selección de ilustraciones eiconografía, buscando a veces iluminar un tema, en otras propi-ciar connotaciones o sumar aportes que enriquecieran las cróni-cas con un material visual relacionado a cada temática y, sobretodo, a cada época.

Junto a esto, se desarrolló una exhaustiva lectura tendiente a en-contrar frases y fragmentos en el texto original, que complemen-tasen las imágenes, para que fuera el mismo autor quien comen-tase las fotografías, grabados, pinturas o dibujos con que sus cró-nicas fueron ilustradas. De igual modo, se utilizaron esos frag-mentos escogidos como párrafos destacados entre columnas, enun esfuerzo por resaltar su estilo y naturaleza periodísticos origi-nales.

Estas Crónicas, que nacieron en El Mercurio de Valparaíso en ladécada de los sesenta, ofrecen un justo equilibrio entre la investi-gación precisa y bien documentada, y la amenidad que se esperade una lectura en un suplemento dominical. Es por esto que seperfila como una obra capaz de congregar tanto al lector en buscade información veraz, como a aquel que desea recrearse.

Es esta una obra que invita a más de un modo de lectura, queposee varias “entradas”. Más que a una lectura de principio a fin,invita a una lectura “desordenada”, partiendo por cualquier cró-

Nota a la presente edición

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nica. Asimismo, su composición gráfica añade, a la lectura delos textos, la posibilidad de realizar una lectura de imágenes,deslizando la mirada solo por ellas y sus correspondientes tex-tos.

Cabe advertir algunas cosas que pueden inducir a error: cuan-do el autor habla de “hoy”, se refiere a la década de 1980; así,cuando habla del “Valparaíso de hace tres siglos”, en realidad setrata del Valparaíso de hace cuatro siglos.

Deseamos expresar nuestros más sinceros agradecimientos aquienes han cooperado en la realización de esta obra. A donAtilio Bustos, bibliófilo y Director de Bibliotecas de la Univer-sidad Católica de Valparaíso, y a Fernando Vergara, Conserva-dor del Fondo Histórico Patrimonial (Biblioteca EduardoBudge), por su oportuna guía en la búsqueda del material bi-bliográfico que ha enriquecido esta obra. A la periodista VerónicaMuñoz, de la Dirección de Docencia de la UCV, por su pa-ciencia y excelentes fotografías digitales. A Cecilia Guzmán delArchivo Histórico de la Armada de Chile.

EL EDITOR

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Es un honor escribir estas palabras de saludo, de bienvenida y reencuentroen torno a este periodista que, aunque nacido en Alicante, era como el propioaire porteño que nos envolvía día a día desde la alta torre de El Mercurio.

Lo veo caminar por calle Condell, frente al pasaje Ross, con su alta prestancia,su certeza de vivir, su expresión abierta, como el mar extenso de la Costanera.

Don Pancho, familiarmente se le decía, como familiarmente le decimos Pan-cho a Valparaíso.

Su cordialidad y su sonrisa, estoy viéndolas mientras escribo. Lo conocí a finesde los años cuarenta, cuando con esa gentileza de gran señor, hasta la estu-diante más desconocida era para él un material a ser forjado en el ideal de unaprofesión que no es para todos.

No fui su alumna porque en aquellos años estudiaba en la Escuela de BellasArtes. Conservo una tarjeta con su firma, en la cual, como el más hidalgocaballero, me agradece un poema escrito no hacía mucho, “CANTO A PRAT”,que acogió con benevolencia inmediata, anunciándome su publicación.

Se lo envié en un impulso del cual nunca tuve que arrepentirme, menos aúncuando tuve la alegría de verlo publicado.

Recuerdo su mirada escrutadora y fraterna tras los anteojos con bordes decarey. Aunque estaba frente a una montaña de papeles, se dio tiempo paraatender mi deseo de darle personalmente las gracias.

Sus frases fueron animadoras y francas. Directamente me preguntó “por quéelegía estudiar Bellas Artes, cuando también existían las bellas letras y las le-tras vivas del periodismo”. Tal vez no sean las palabras exactas, pero eso fue loque me transmitió y entendí muy bien.

Presintió, acaso, una vocación dormida en mí, una pasión a la que él mismoestaba ayudando, desde su hermoso escritorio, a entreabrir los párpados.

Cuento estos recuerdos por primera vez, dentro del iluminado cofre de estelibro, donde Francisco Le Dantec vuelve a acogernos como si el tiempo nohubiera transcurrido. Como si él lentamente no hubiera ido envejeciendo,alejándose en ese barco invisible, que sin hacer ruido sobre el agua, viene enbusca de cada uno de nosotros.

Crónicas de un viejo maestro

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Sin embargo, lo recuperamos nuevamente fresco, comunicativo. Comoen sus cursos de Historia del Liceo Eduardo de la Barra, de calle Colón.O bien cumpliendo con seguridad el ascenso de cada uno de sus cargosperiodísticos. Y en especial lo vemos inclinado, como sobre un mapainquietante, sobre el puerto de Valparaíso, sobre su historia cotidiana ysus épocas, sobre su origen y sus transformaciones, sobre su destino demar, señalado por el mar, como lo avizoró Vicuña Mackenna. Y es que elalcalde de Valparaíso, Guillermo Winter, confiado en su pluma, le habíasugerido escribir una Historia de Valparaíso, siendo él ya Director de ElMercurio. Y conciliar una investigación tan intensa, aún no emprendidade comienzo a fin, no era conciliable con sus actividades del momento, sibien la idea calzó de inmediato con su temperamento.

Y de esa forma fue como dio solución a la emergencia, inspirándose enlas historias y leyendas de Aurelio Díaz Meza, al que había leído dentrode su amplia necesidad de lectura, que es, junto a la experiencia de loshechos, la norma del verdadero periodista.

Concibió esa sucesión de ágiles y documentadas crónicas, profusamenteilustradas en la edición que iba a hacer de ella Ediciones Universitarias dela Universidad Católica de Valparaíso, que se ha caracterizado por sugrafismo, desde antes que se pusiera de moda, tan intensa y competitiva,en editoriales de Santiago.

Abarcar su índice, de principio a fin, es navegar por un Valparaíso que sedeja tomar en los primeros barcos a vapor, en trenes que no debierondejar de existir, entre próceres, artistas y viajeros, con todas sus alternati-vas históricas y mágicas que parecieran no tener fin.

El Almendral legendario y trágico en 1906, el origen de Viña del Mar, elCentenario, los primeros corsarios, la vida religiosa en el último siglo dela Colonia, el nacimiento de El Mercurio, las fortificaciones coloniales,las costumbres, el mercado de esclavos, todo está allí, con pluma firme ydocumentada.

Es como si el maestro deseara permanecer junto a sus antiguos alumnosde periodismo, o los que para él fueron invisibles, para infiltrarles lo pri-mero que deben defender dentro de sí. Su conocimiento y su amor por laciudad, su amor por la cultura y la historia de nuestros pasos y de losmiles de pasos que subieron y bajaron por tantas escaleras y callejas perdi-das en las nubes.

Gracias, don Pancho, hacía falta su palabra reunida, su tranquila miradasobrevolando el tiempo tal como lo hace en lo alto del bellísimo edificio,el alado Mercurio arcangélico, sosteniendo en un liviano pie, el incesantevendaval de la noticia.

SARA VIAL

PREMIO “ALFREDO SILVA DE LA FUENTE”DE LA ACADEMIA CHILENA DE LA LENGUA

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A fines del año 1960 mi amigo Guillermo Winter, a la sazónalcalde de Valparaíso, me insinuó que escribiera la historia de Valparaíso,pues, entonces, y hasta hoy día, sólo existe la que escribió VicuñaMackenna a fines del siglo pasado y que es muy corta, pues llegasolamente a la formación del Cabildo y tiene mucha documentación quemerece reparos históricos.

Había dificultades para la tarea, pues el tiempo que debía dedicar a misfunciones de Director de El Mercurio no me dejaba espacio suficientepara alejarme de Valparaíso en busca de la documentación necesaria.

Por esta razón, y como un ensayo, decidí escribir crónicas que se iríanpublicando en los suplementos dominicales de El Mercurio. Estecometido lo cumplí en forma más o menos continuada entre los años1961 y 1965.

Este es el origen de las crónicas que forman este volumen, escritas unpoco a la manera de las “Leyendas y episodios chilenos”, de Aurelio Díaz-Mesa Palma.

Para realizar este esfuerzo fue necesario recorrer todas las colecciones deEl Mercurio de la época, pues yo no conservaba ni originales niejemplares del diario.

Fui estimulado a hacer esta tarea por mi esposa María Cristina y mishijos, especialmente Enrique.

A ellos dedico este volumen que espero halle lectores benévolos quecompensen con su reconocimiento todos los esfuerzos gastados.

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VALPARAÍSO está por celebrar el 450°aniversario* de su descubrimiento y de su fun-dación. Es, pues, oportuno hablar de sus orí-genes históricos. La saga del origen de Valpa-raíso es clara y sencilla, pero muchos se hanempeñado en complicarla sin necesidad, y enenredarla sin causa ni motivo.

Cuando Diego de Almagro partió desde Cuz-co, a comienzos de julio de 1535, iba a la ca-beza de una lucida hueste con la que esperabahacer de la Nueva Toledo un imperio semejan-te al del Perú, en donde quedaba su ex socio, yahora rival, Francisco Pizarro.

Y para asegurarse de que nada faltaría en sugobernación, Almagro invirtió toda su fortu-na en equipar a sus hombres y tomó las provi-dencias para que, mientras él avanzaba pormontañas, desiertos y llanuras, le siguieran porel mar tres barcos cargados con los abasteci-mientos que le serían indispensables; y quedeberían traer a Chile todos los soldados quefuera posible enganchar para cubrir las bajasque indudablemente habrían de producirse enel largo y aventurado viaje.

Estos barcos eran el San Cristóbal, el Santiagoy el Santiaguillo. Era el primero un galeón quemandaba Juan Fernández, navegante que mástarde daría su nombre a las legendarias islas de

Diego deAlmagro partiódel Cuzco haciaChile a la cabezade una lucidahueste. Óleo deFray PedroSubercaseaux.

Juan de Saavedray la saga delorigen deValparaíso

* Nota del E. En esta segunda edición, motivada por elproceso que se lleva a cabo para la postulación de laciudad como Patrimonio Cultural de la Humanidad,no se han efectuado correcciones al texto original, 1984.

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Robinson Crusoe. Con este barco soñabaAlmagro realizar el primer viaje a España a tra-vés del Estrecho de Magallanes, navegando ensentido contrario al que llevó su descubridor,para que a su bordo fueran hasta el rey las no-ticias de sus hazañas, descubrimientos y fun-daciones. El segundo, de menor porte, era man-dado por Alonso Quintero, cuyo nombre seconserva en la rada, puerto y balneario situadoal norte de Valparaíso. La historia no ha con-servado el nombre del capitán del Santiagui-llo, el más pequeño de los tres barcos, y que,sin embargo, fue el único que logró cumplirsu misión.

Detenido por litigios y toda suerte de dificul-tades, Juan Fernández no pudo abandonar ElCallao. Por su parte, Alonso Quintero parece

que sabía más de las cartas de juego que de lascartas de marear, ya que Gonzalo Fernándezde Oviedo, amigo íntimo de Almagro, dice ensu Historia Natural y General de las Indias: Yo leconocí bien y él era marinero diestro y no delquadrante, sino del arbitrario a las derrotas a sa-ber común, e más aficionado que otro a unabaraxa de naipes, pero en el astrolabio ignorante.

Esta ignorancia de Alonso Quintero tuvo dosconsecuencias graves: la primera de ellas, des-trozó al Santiago en las aguas de Chincha; lasegunda, que calculó mal la posición de Valpa-raíso, fijándola en el 47° sur. Por este errorAlmagro creyó que se hallaba solamente a 180leguas del Estrecho de Magallanes, que era con-siderado entonces el fin de la cristiandad, y eltemor al durísimo invierno que en tal latitud

Grabado de Alonso Ovalle en la “Histórica Relación del Reyno de Chile”, Roma, 1646.

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esperaba, fue una de las causas determinantesde que no se sobrepusiera a las primeras con-trariedades que halló en Chile y que desistierade su conquista, emprendiendo el regresoal Perú, donde halló el desastre yla muerte en el patíbulo.

LA LLEGADA DEL“SANTIAGUILLO”

Cuando el estropeadoSantiaguillo entró enla ensenada en quehoy se levanta elpuerto de Los Vilos,terminaba el invier-no de 1536. Sus mal-trechos tripulantes ha-llaron un poblado depescadores indígenas ypor ellos tuvieron noticiasde que Almagro, después dehaber bajado a los valles deCopiapó, y tras de breve estada en los valles deCoquimbo, se había establecido con su ejérci-to en el asiento de Cancanicahua, donde mástarde habría de ser fundada la ciudad de SanFelipe del Real, y allí se reponían sus gentes delas fatigosas jornadas cumplidas.

Uno de los tripulantes del Santiaguillo partióen busca de Almagro para comunicarle la no-ticia del arribo del barco, que era portador deun cargamento de víveres y vestimenta para lossoldados, hierro en bruto y, lo que era más va-lioso en aquellos tiempos, de 600 juegos deherraduras para los caballos. El día de la As-censión de la Virgen, 15 de agosto de 1536,dice Vicuña Mackenna, que llegó el mensajerohasta el campamento del adelantado, cuyos sol-dados creyeron firmemente que la proteccióndivina de la Virgen, tan amada de los conquista-dores del nuevo mundo, parecía habérselos en-viado en su cruel penuria.

He aquí como cuenta Fernández de Oviedo lallegada del mensajero: E prosiguió su caminohasta un pueblo que dicen de La Ramada, dondevio que estaban en sus casas las gentes. Y estando

allí el día de la Ascensión, bien desconfiado e des-cuidado de los navíos que adelantados traía en eldescubrimiento de la mar (por ser la navegación

de aquellas costas peor e más rigorosas quecuantas hasta el presente tiempo se

saben o se ha navegado en es-tas Indias, a causa de las

grandes corrientes e con-trarios vientos que porallá son continuos, eimpiden tanto la na-vegación que acaece ehallarse atrás de loque han derrotado otrabaxado navegan-do 5 meses 60 leguasde costa), llegó un es-pañol a dicho pueblo

que venía del navío, concartas e relación que esta-

ba surto un navío sotil de losadelantados que se decía Santiago

en un puerto 20 leguas a la cabecera deChile e que venía muy mal condicionado y hacíamucha agua, e no traía ya estopa ni pez parapoder ser calefateado, por la mucha broma que elnavío traía.

De inmediato ordenó Almagro a su capitán al-guacil Juan de Saavedra que se adelantara contreinta hombres a caballo para reconocer el si-tio en que la nave había anclado y al que pron-to lo seguiría con sus hombres.

DESCUBRIMIENTO Y FUNDACIÓN

Fiel a la orden que había recibido, Juan deSaavedra adelantó por las cuestas y en los pri-meros días de septiembre divisó el mar desdelas alturas. A los pies quedaba un valle estre-cho y poblado de árboles, y desde lo alto de loscerros que rodeaban a una bahía mansa y lu-minosa, descendían arroyos que iban a perder-se en las playas.

La vista de ese panorama, con la pequeña po-blación que en el fondo del valle de Quintilformaban los pescadores, hizo recordar al ca-pitán de la descubierta de Almagro el panora-

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ma de su pueblo natal y le dio al lugar el nom-bre de Valparaíso.

Pocos días más tarde, siguiendo la ruta deQuillota y Marga-Marga, llegó Almagro a Val-paraíso. Toda la comarca que vadesde la Punta Du Prat hastaCon-Con y que rodea la bahíade Valparaíso era llamada por losindígenas con el nombre deAliamapo o Alin Mapo, quequiere decir país quemado (de-riva de Alin, quemado, y Mapo,tierra o país), pero el sitio preci-so en que se estableció Almagrolo constituía la ensenada profun-da donde quedó más tarde el sur-tidero de las naves, y hasta cuyasorillas llegaba un estrecho valle,al que los naturales llamaban Quintil, que es-taba atravesado por tres quebradas que luegollevarían los nombres de Juan Gómez, SanFrancisco y San Agustín, y que en los tiemposlluviosos eran cauces de otros tantos arroyosque iban a desembocar a la playa.

El mar llegaba hasta los bordes de los bosquesde boldos y quillayes, que crecían frondosos,mientras subiendo por los bordes de las que-bradas se hallaban canelos, maitenes, bellotosy peumos, y, de cuando en cuando, algún litre,en tanto que en las alturas destacaban su grácilsilueta las palmeras chilenas típicas de la región.

El descubridor hizo de esa hermosa caleta sucuartel general. Ahí desembarcó todo lo quetraía el Santiaguillo, que avanzó desde LosVilos, socorrió a su gente y herró a sus caballosy tomó todas las providencias de quien ha es-tablecido su asiento y ha hecho su fundación.

Las primeras medidas que decidió Almagrofueron alistar al Santiaguillo, para que navega-ra hacia el sur, explorara el litoral hasta el findel mundo, y enviar a su segundo, Gómez deAlvarado, a reconocer el territorio en la mismadirección.

Los fuertes vientos del sur, propios de la pri-mavera y del verano en nuestras costas, impi-

dieron que el Santiaguillo pudiera navegar ha-cia el mediodía y Gómez de Alvarado, deteni-do por los Promaucaes en las orillas del Maule,en el mismo sitio en que dos siglos antes ha-

bían derrotado a Chinchiruca,jefe de las tropas del inca TupacYupanqui, regresó al norte paradesalentar a su jefe acerca de lasposibilidades del país.

No le había ido mejor a Almagropor hallar riquezas, pues la ex-plotación de los lavaderos de orode Marga-Marga solamente ledio algunos granos, obtenidoscon esfuerzos que no justificabantan magro premio.

Desanimado por tantos revesesy tan escasas perspectivas, y ate-

morizado por el próximo invierno que calcu-laba duro y cruel, Diego de Almagro decidióregresar al Perú, siguiendo la ruta del desiertode Atacama. El Santiaguillo, que le acompañóa lo largo de la costa, fue de gran auxilio parael Adelantado, que finalmente llegó de regresoal punto de partida, derrotado, pobre y des-prestigiado, para terminar su vida de aventu-rero en el suplicio del garrote.

EL DESCUBRIDOR DE VALPARAÍSO

¿Quién era Juan de Saavedra el descubridor deValparaíso? Lo único concreto que se sabe esque era un brillante militar y pertenecía a unafamilia de hidalgos. Simultáneamente con élparticiparon destacadamente otros dos Juan deSaavedra en los acontecimientos que se desa-rrollaron en el Perú en las luchas entre Almagroy Pizarro y más tarde en la sublevación de Gon-zalo Pizarro contra la autoridad real y se con-funden los hechos de los unos con los de losotros.

Según Vicuña Mackenna, Juan de Saavedra eldescubridor del puerto chileno era natural dela Villa de Valparaíso, en Castilla la Nueva, si-tuada a unas ocho leguas de Madrid y a sietede Cuenca. Pero, otros historiadores conside-ran andaluz al capitán de Almagro y le hacen

A LOS PIES QUEDABA

UN VALLE ESTRECHO YPOBLADO DE ÁRBOLES,

Y DESDE LO ALTO DE

LOS CERROS QUE

RODEABAN A UNA

BAHÍA MANSA YLUMINOSA,

DESCENDÍAN ARROYOS

QUE IBAN A PERDERSE

EN LAS PLAYAS.

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P 18 pFrancisco Le Dantec

nacer en un cortijo o hacienda de nombre Val-paraíso, situado en la jurisdicción de Juan deAsnalfarache, en la provincia de Sevilla. Muyjoven pasó a América y se enroló en las tropasdel famoso conquistador de Guatemala cuan-do éste expedicionó a Quito y al norte del Perú.Pronto se distinguió por su bravura y habili-dad, lo que le valió el cargo de Capitán-Algua-cil (del árabe aluazir, lugarteniente) entre cu-yas funciones se hallaba la de hacer fundacio-nes. Diego de Almagro lo integró a su tropacon el mismo cargo, y es así como le corres-pondió descubrir y dar nombre a Valparaíso.Más tarde, hombre leal y sin dobleces, no qui-so participar en las luchas intestinas del Perú ycuando se produjeron alzamientos participósiempre de parte de las tropas leales al rey. Fuecorregidor del Cuzco, cargo en el que demos-tró extraordinaria prudencia: murió joven aúnen 1554 en la Batalla de Chuquinga a las órde-nes del mariscal Alonso de Alvarado contra lashuestes del rebelde Francisco de Hernández.

El segundo de los conquistadores que llevabael nombre de Juan de Saavedra formaba partedel ejército de Gonzalo Pizarro, del cual deser-tó al saber la proximidad de las tropas del rey.Capturado por Francisco de Carvajal, fue col-gado de un árbol junto con otros tres compa-ñeros. Este Juan de Saavedra era oriundo deMedellín.

El tercer Juan de Saavedra, fue un sargento delejército del virrey Blasco Núñez de Vela, delcual solamente se sabe que, derrotado su jefe,fue ahorcado en Puerto Vielo.

Las aventuras de unos y otros Juanes deSaavedra, han inducido a errores a muchos his-toriadores. Pero ya parece que no hay duda queel Juan de Saavedra que descubrió Valparaísofue el andaluz que se distinguió por su valentíay por su lealtad y que después de brillantes ser-vicios murió combatiendo por el rey.

EL NOMBRE DE VALPARAÍSO

Son varias las poblaciones y lugares geográfi-cos que en España y en otros países llevan elnombre de Valparaíso. No obstante que el puer-

to descubierto por Saavedra y fundado porAlmagro es el más conocido, vamos a dar a co-nocer la ubicación de los otros Valparaísos:

- Un caserío en la provincia de Murcia enEspaña.

- Municipio en la provincia de Zamora, enEspaña, que tiene unos 5.000 habitantes,célebre porque allí nació San Fernando, ypor una abadía Cisterciense medieval.

- Municipio del departamento de Antioquía,en Colombia.

- Ciudad de los Estados Unidos, en el Esta-do de Indiana, cerca de Chicago.

- Célebre monasterio de Jerónimos, situadocerca de Córdoba y fundado en el siglo XVI.

- Municipio de la provincia de Cuenca, di-vidido en Valparaíso de Arriba y Valparaísode Abajo.

- Aparte de estas poblaciones existe en Méxi-co un territorio municipal en Sacatecas,atravesado por un río del mismo nombre.

En España han existido dos títulos nobiliarioscon el nombre de Valparaíso, el de Conde deValparaíso, creado en 1705, y el de Marquésde Valparaíso, creado en 1632, y al que se diograndeza de España en 1726. El primer Mar-qués de Valparaíso fue don Francisco Gonzálezde Andía Irarrázabal y Zárate, Maestre de Cam-po, General de Infantería, y Gobernador y Ca-pitán General de Chile. y más tarde Virrey deGalicia, Navarra y Sicilia.

¿FUE FUNDADO VALPARAÍSO?

Desde antiguo ha sido motivo de discusión sihubo fundación de Valparaíso o no la hubo.

El triste fin de Diego de Almagro y el desastro-so resultado de su expedición, quitaron impor-tancia, por aquellos años, al hecho mismo dela fundación de una ciudad que a los pocosmeses de haber servido de asiento al adelanta-do, fue abandonada, y de la cual no se volvió ahablar hasta varios años más tarde. De ahí de-riva la nebulosa que rodea a los antecedentessobre la fundación de Valparaíso.

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P 19 pValparaíso

Pero un análisis acucioso de los hechos históri-cos nos lleva decididamente al convencimien-to de que hubo fundación.

En efecto, Almagro estableció un asiento enValparaíso, desde aquí tomó diversas providen-cias que indican actos de gobierno, tanto comoordenar la exploración de las costas, el recono-cimiento del territorio y también iniciar fae-nas de construcción de habitaciones y de ex-plotación de recursos naturales, principalmentede lavaderos de oro.

Pero, hay otros hechos que más positivamentesignifican reconocimiento tácito de la funda-ción de Valparaíso. Cuando Pedro de Valdiviallegó a Chile, después de fundar a Santiago, sedirigió a las costas para buscar el puerto natu-ral de su capital. En Valparaíso no procedió aninguna fundación como hizo en otras ciuda-des, sino que respetó y conservó el nombre quetenía desde los tiempos de Almagro, y aún más,al expedir el título de teniente del mar para

Juan Bautista Pastene, expresó textualmente:En el puerto de Valparaíso, que es en este valle deQuintil, término y jurisdicción de la ciudad deSantiago, a tres días del mes de septiembre, de1554; ahora y de nuevo nombro y señalo que estepuerto de Valparaíso para el trato de esta tierra yde la ciudad de Santiago*.

La frase ahora y de nuevo nombro y señalo esuna demostración clara de que se trata de larepetición de un hecho. En otras palabras,Valdivia no hacía otra cosa que reconocer queValparaíso ya había sido fundado antes. Y enconsecuencia fluye sin lugar a dudas, que Val-paraíso fue fundado por Diego de Almagro enlos primeros días de septiembre de 1536.

* Nota del E. Existen otras interpretaciones acerca deesta fuente, sin embargo, se puede considerar 1536como la fecha de inicio de la ocupación del lugar comopuerto colonial español.

Mapamundi de Simón Grynaeus, edición de 1532. “...decidió Almagro, alistar alSantiaguillo para que navegara hacia el sur, explorara el litoral hasta el fin del mundo...”