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Mientras cuentan estas cosas uno se siente tentado a imitar su gesta, pero piensa que se precisa juventud y mu- cha abnegación y renuncia para poder gozar estas bellezas. A veces, cuando se explican, casi se atropellari con las pala- bras para adelantarse con alguna anécdota y entonces se ríen del propio entusiasmo. Seguramente gozan más ahora de la aventura, que en el mismo momento que la vivieron. —La temperatura allí es gélida, pero, como no hay co- rrientes de aire, no percibes su extremado nivel, a menos que te pongas en contacto directo con el mismo hielo o con el agua que corre por los pequeños canales en un curso constante. Las precauciones, en el interior de la cueva, de- ben extremarse para no caer en alguna trampa. En algunos lugares, el hielo que pisábamos se volvía quebradizo y no se sabía nunca lo que podía haber debajo. Nos encontramos con un pozo de unos veinte metros de profundidad al que no pudimos descender por no llevar material apropiado. Una cascada helada que tenía milenos. En los muros, trans- parentes, podían apreciarse unos estratos formados por hielo que podríamos llamar fósil, porque su formación se remontaba al paleolítico. Mientras permanecieron en el interior de la cueva, la noción del tiempo se había perdido para los dos mucha- chos, que se hallaban inmersos en la exploración de la mis- ma. Otros espeleólogos se habían cruzado en su camino, pero en aquella ocasión ninguno había llegado hasta la salida, al otro lado de la montaña. Las galerías y salas de esta cueva, son más espaciosas que otras que habían explo- rado, pero en alguna ocasión habían tenido que arrastrarse sobre el hielo para seguir camino adelante. —Cuando llegamos eran las dos y media de la tarde del 10 de agosto y al salir de la cueva el sol había ido ya al ocaso. Entonces era cuestión de buscar cobijo para pasar la noche y nos encaminamos al refugio de Góriz que es una meta casi obligada, pues el retorno por el mismo camino es prácticamente imposible hacerlo de noche. Mientras conversábamos mirábamos las fotografías que hicieron de la cueva que, por falta de luz y posiblemente de técnica, quedaron muy oscuras, pero se adivina la mag- nificencia de la misma y la impresión que ha de causar descubrir uno a uno sus secretos. Y hemos querido saber el por qué de esta afición al montañismo, que ellos han concretado en la espeleología, y su respuesta confirma lo que apuntábamos al principio. En ello, hay algo más que la simple práctica del deporte. F O T O S C A R N E T FOTO TARRES-2 Esplugas de Llobregat —Nosotros nos sentimos inclinamos a esta afición, por- que vemos en ella un medio de superación personal, en la que el concepto de «equipo» tiene una importancia extraor- dinaria. No se puede hacer nada solo. Se necesita al com- pañero o a los compañeros y con ellos puedes llegar muy lejos. Aquí, en la montaña o dentro de ella, te das cuenta —como en la vida cotidiana—, que tu vida depende de los demás, del que tienes al lado y que la de él, a veces, está en tus manos y has de hacer lo posible y lo imposible para que supere aquella dificultad. Eso hace que te sientas muy unido a los otros. Conoces gente que vive tus mismas ilusiones, ves cómo piensan y ves cómo te ayudan para que sigas adelante. Además esto te va formando humana, cultural y hasta espiritualmente. Sin unos estudios, que no hemos podido cursar, vamos adquiriendo unos conocimientos que llegan a la investigación científica y que nos acerca a hombres de la universidad que esperan nuestros hallazgos alentándo- nos a la colaboración. La paleontología, la bioespeleología, y la geología, las vamos profundizando de una forma prác- tica que seguramente nos facilita un mejor conocimiento de este bello mundo en que vivimos. No esperábamos tanto de estos jóvenes y de otros mu- chmos que, como si no hicieran nada, van arrancando de la tierra esos misterios que hacen posible el avance de la cien- cia y dan seguridad a los pasos que damos los que, desde la ciudad, vemos las montañas como algo bonito y lejano que sirve de fondo al paisaje. su JOYERIA de confianza en Esplugues I. NAVAU JOYERO Relojería Compostura de joyas Taller propio Un auténtico profesional para aconsejarle y ofrecerle calidad y precios Av. Isidro Martí, 6 Tel. 371 85 81 ESPLUGUES (Barcelona) AC Baix Llobregat - Crònica de la Vida d'Esplugues (Esplugues de Llobregat) 01/10/1977. Pàgina 10

Cronica Vida Esplugues 10/1977 pag. 10

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Mientras cuentan estas cosas uno se siente tentado a im i ta r su gesta, pero piensa que se precisa juven tud y mu-cha abnegación y renuncia para poder gozar estas bellezas. A veces, cuando se explican, casi se atropel lar i con las pala-bras para adelantarse con alguna anécdota y entonces se ríen del prop io entusiasmo. Seguramente gozan más ahora de la aventura, que en el mismo momento que la viv ieron.

—La temperatura allí es gélida, pero, como no hay co-rr ientes de aire, no percibes su extremado nivel, a menos que te pongas en contacto d i recto con el mismo hielo o con el agua que corre por los pequeños canales en un curso constante. Las precauciones, en el in te r io r de la cueva, de-ben extremarse para no caer en alguna t rampa. En algunos lugares, el hielo que pisábamos se volvía quebradizo y no se sabía nunca lo que podía haber debajo. Nos encontramos con un pozo de unos veinte metros de p ro fund idad al que no pud imos descender por no l levar mater ia l apropiado. Una cascada helada que tenía milenos. En los muros, trans-parentes, podían apreciarse unos estratos formados por hielo que podr íamos l lamar fósi l , porque su fo rmac ión se remontaba al paleolí t ico.

Mientras permanecieron en el in te r io r de la cueva, la noción del t iempo se había perdido para los dos mucha-chos, que se hal laban inmersos en la exploración de la mis-ma. Otros espeleólogos se habían cruzado en su camino, pero en aquella ocasión ninguno había llegado hasta la salida, al o t ro lado de la montaña. Las galerías y salas de esta cueva, son más espaciosas que otras que habían explo-rado, pero en alguna ocasión habían tenido que arrastrarse sobre el h ie lo para seguir camino adelante.

—Cuando l legamos eran las dos y media de la tarde del 10 de agosto y al sal ir de la cueva el sol había ido ya al ocaso. Entonces era cuestión de buscar cob i jo para pasar la noche y nos encaminamos al refugio de Góriz que es una meta casi obl igada, pues el re torno por el m i smo camino es práct icamente imposib le hacerlo de noche.

Mient ras conversábamos mi rábamos las fotografías que

hic ieron de la cueva que, por fa l ta de luz y posiblemente

de técnica, quedaron muy oscuras, pero se adiv ina la mag-

ni f icencia de la misma y la impres ión que ha de causar

descubr i r uno a uno sus secretos. Y hemos quer ido saber

el por qué de esta af ic ión al montañismo, que ellos han

concretado en la espeleología, y su respuesta con f i rma lo

que apuntábamos al pr inc ip io . En ello, hay algo más que la

s imple práct ica del deporte.

F O T O S C A R N E T

F O T O T A R R E S - 2

Esplugas de Llobregat

—Nosotros nos sentimos incl inamos a esta af ición, por-que vemos en ella un medio de superación personal, en la que el concepto de «equipo» tiene una impor tanc ia extraor-dinar ia. No se puede hacer nada solo. Se necesita al com-pañero o a los compañeros y con ellos puedes llegar muy lejos. Aquí, en la montaña o dent ro de ella, te das cuenta —como en la vida cotidiana—, que tu vida depende de los demás, del que tienes al lado y que la de él, a veces, está en tus manos y has de hacer lo posible y lo imposible para que supere aquella d i f icu l tad. Eso hace que te sientas muy unido a los otros. Conoces gente que vive tus mismas i lusiones, ves cómo piensan y ves cómo te ayudan para que sigas adelante.

Además esto te va fo rmando humana, cu l tu ra l y hasta

espir i tualmente. Sin unos estudios, que no hemos podido

cursar, vamos adqui r iendo unos conocimientos que llegan

a la investigación cientí f ica y que nos acerca a hombres

de la univers idad que esperan nuestros hallazgos alentándo-

nos a la colaboración. La paleontología, la bioespeleología,

y la geología, las vamos profundizando de una fo rma prác-

t ica que seguramente nos faci l i ta un me jor conocimiento

de este bel lo mundo en que v iv imos.

No esperábamos tanto de estos jóvenes y de otros mu-chmos que, como si no hic ieran nada, van arrancando de la t ie r ra esos mister ios que hacen posible el avance de la cien-cia y dan seguridad a los pasos que damos los que, desde la ciudad, vemos las montañas como algo boni to y lejano que sirve de fondo al paisaje.

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