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UN ENCUENTRO DE PASCUAL JUAN LLORET CON Pere Guillén y Josep Sontacreu DOS ESPLUGUENSES EN LA CUEVA HELADA DE CASTERET La práctica del excursionismo, el montañismo, la espe- leología, el submarinismo, etc. entraña generalmente, entre los que lo practican, algo más que la simple expansión deportiva. Son aficiones que llevan en sí una gran carga cultural que se amplía, al tiempo que van extendiendo su área de acción, y la afición cobra apasionamientos inu- sitados. Esto que ya habíamos observado con anterioridad, hoy lo podemos comprobar en la charla sostenida con dos mu- chachos espluguenses a los que la espeleología les ha cauti- vado de forma extraordinaria: Se llaman Pere Guillén y Josep Santacreu. Explican que, siguiendo la trayectoria que se han tra- zado de ir conociendo todo tipo de cuevas, este verano se trasladaron al Pirineo aragonés, para estudiar la gran cueva helada de N. Casteret que se halla bajo la montaña de «El Casco», más allá del Valle de Ordesa, atravesándola de parte a parte, por haber tenido su origen en unas filtra- ciones de agua a través de una diaclasa (grieta) que había partido la montaña. —Estuvimos preparándonos con bastante antelación, por- que para explorar esta cueva se precisa de un equipo es- pecial. Pero hicimos tanto acopio de material que, al primer intento, tuvimos que desistir porque la mochila nos pesaba excesivamente haciendo peligrar nuestra estabilidad en la escalada por las Clavijas de Cotatuero, que son paso obliga- do y tienen una verticalidad muy pronunciada. Después re- dujimos al mínimo el equipo y la cosa fue más fácil. Tres horas tardamos desde la entrada al Parque de Ordesa hasta la cascada de Cotatuero y tres más hasta llegar a la cueva. En el trayecto de las últimas, el paisaje cambia por com- pleto y los bosques se transforman en vegetación muy rasa entre la que es muy frecuente encontrar la bella flor «Edel- weis». Siguiendo uno de los caminos que conducen a la «Brecha de Rolando» pudimos ver cómo se escurrían los rápidos gamos al descubrir nuestra presencia. Se explican alternativamente y complementan las des- cripciones según el punto de vista de cada uno. El camino por la montaña es algo que sólo puede describirse cuando se ha vivido, sobre todo si a cada momento se sabe apreciar los motivos que se descubren al paso. —Llegamos a la cueva con la misma ilusión que uno llega ante algo que se ha soñado y que no estabas muy se- guro de poder alcanzar. Una gran cornisa de hielo protege la entrada como un anuncio de lo que ha de encontrarse en el interior. Sin perder tiempo nos dispusimos a calzar los «grampones» para caminar seguros sobre el hielo y sin darnos cuenta nos encontramos en la amplia sala por la que penetra bastante luz infundiendo una cierta tranqui- lidad. Sin embargo, la luz natural se debilita rápidamente y, muy pronto, hay que hacer uso de la luz eléctrica con la que íbamos equipados. Nos fuimos adentrando hasta llegar a un lago helado de 6 km de superficie. Su visión era algo extraordinario y aunque la escasa luz de nuestras linternas no daba alcance para apreciar su conjunto, uno hacia tra- bajar la imaginación para ir componiendo los distintos fragmentos que íbamos descubriendo. De las paredes baja- ban unos carámbanos de hielo transparente que, como columnas de un palacio de cristal, parecían sostener el alto techo del que pendían otros en forma de estalactitas, algu- nos de los cuales medían quince metros y más. ES VEN B O T I G A al centre d'Esplugues per no poder-la atendre. Negoci en constant increment. Feína fácil i agradable. Excel-lent inversíó Telefonar al 247 17 19 o bé al 371 0725 AC Baix Llobregat - Crònica de la Vida d'Esplugues (Esplugues de Llobregat) 01/10/1977. Pàgina 9

Cronica Vida Esplugues 10/1977, pag. 9

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Cronica Vida Esplugues de l'any 77

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UN ENCUENTRO DE PASCUAL JUAN LLORET CON

Pere Guillén y Josep Sontacreu DOS ESPLUGUENSES EN LA CUEVA HELADA

DE CASTERET

La práct ica del excursionismo, el montañismo, la espe-leología, el submar in ismo, etc. entraña generalmente, entre los que lo pract ican, algo más que la simple expansión deport iva. Son aficiones que l levan en sí una gran carga cu l tu ra l que se amplía, al t iempo que van extendiendo su área de acción, y la af ic ión cobra apasionamientos inu-sitados.

Esto que ya habíamos observado con anter ior idad, hoy lo podemos comprobar en la char la sostenida con dos mu-chachos espluguenses a los que la espeleología les ha cauti-vado de fo rma ext raord inar ia : Se l laman Pere Gui l lén y Josep Santacreu.

Expl ican que, siguiendo la t rayector ia que se han tra-zado de ir conociendo todo t ipo de cuevas, este verano se t ras ladaron al Pir ineo aragonés, para estudiar la gran cueva helada de N. Casteret que se hal la bajo la montaña de «El Casco», más al lá del Val le de Ordesa, atravesándola de par te a parte, por haber tenido su or igen en unas f i l t ra-ciones de agua a través de una diaclasa (grieta) que había par t ido la montaña.

—Estuv imos preparándonos con bastante antelación, por-que para explorar esta cueva se precisa de un equipo es-pecial. Pero h ic imos tanto acopio de mater ia l que, al p r imer in tento, tuv imos que desist i r porque la mochi la nos pesaba excesivamente haciendo pel igrar nuestra estabi l idad en la escalada por las Clavi jas de Cotatuero, que son paso obliga-do y t ienen una ver t ica l idad muy pronunciada. Después re-du j imos al m ín imo el equipo y la cosa fue más fáci l . Tres horas tardamos desde la entrada al Parque de Ordesa hasta la cascada de Cotatuero y tres más hasta l legar a la cueva. En el t rayecto de las ú l t imas, el paisaje cambia por com-pleto y los bosques se t rans fo rman en vegetación muy rasa entre la que es muy frecuente encontrar la bella f lo r «Edel-weis». Siguiendo uno de los caminos que conducen a la «Brecha de Rolando» pud imos ver cómo se escurrían los rápidos gamos al descubr i r nuestra presencia.

Se expl ican a l ternat ivamente y complementan las des-cripciones según el punto de vista de cada uno. El camino por la montaña es algo que sólo puede describirse cuando se ha v iv ido, sobre todo si a cada momento se sabe apreciar los mot ivos que se descubren al paso.

—Llegamos a la cueva con la misma ilusión que uno llega ante algo que se ha soñado y que no estabas muy se-guro de poder alcanzar. Una gran cornisa de hielo protege la entrada como un anuncio de lo que ha de encontrarse en el interior. Sin perder tiempo nos dispusimos a calzar los «grampones» para caminar seguros sobre el hielo y sin darnos cuenta nos encontramos en la amplia sala por la que penetra bastante luz infundiendo una cierta tranqui-lidad. Sin embargo, la luz natural se debilita rápidamente y, muy pronto, hay que hacer uso de la luz eléctrica con la que íbamos equipados. Nos fuimos adentrando hasta llegar a un lago helado de 6 km de superficie. Su visión era algo extraordinario y aunque la escasa luz de nuestras linternas no daba alcance para apreciar su conjunto, uno hacia tra-bajar la imaginación para ir componiendo los distintos fragmentos que íbamos descubriendo. De las paredes baja-ban unos carámbanos de hielo transparente que, como columnas de un palacio de cristal, parecían sostener el alto techo del que pendían otros en forma de estalactitas, algu-nos de los cuales medían quince metros y más.

E S V E N

B O T I G A al centre d'Esplugues per no poder-la

atendre. Negoci en constant increment. Feína fácil i agradable. Excel-lent inversíó

Telefonar al 247 17 19 o bé al 371 0725

AC Baix Llobregat - Crònica de la Vida d'Esplugues (Esplugues de Llobregat) 01/10/1977. Pàgina 9