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Encuentro de las tradiciones del campo chileno con la Eucaristía CUASIMODO

Cuasimodo

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"Cuasimodo, Encuentro de las tradiciones del campo chileno con la Eucaristía" En este se capturan las ricas impresiones multicolores que introducirán esta vez al lector en la contemplación de otro fruto renovado de nuestra tierra. En él se hermanan de modo entrañable la tradición cultural y la fe: es el Cuasimodo, una celebración nacida de la piedad popular, específicamente chilena, única en el mundo, y hoy en franca expansión en el país; ámbito de un peculiar consorcio, cargado de simbolismo, entre realidades terrenas y divinas.

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Encuentro de las tradiciones del campo chileno con la Eucaristía Cuasimodo

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Ecos de un Chile antiguo y profundo donde se escucha el futuro

CuasimodoEncuentro de las tradiciones

del campo chileno con la Eucaristía

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Dirección creativa y diseño: Grupo Synergia Verum Editorial

Coordinación de la obra: Luis Herrera Aguerrevere

Textos: Joaquín Matus Toro

Fotografía e investigación: Tito Alarcón Pradena

Impreso en Chile por Quebecor World Chile S.A.

Comercial y Editorial VERUM S.A.

Alcántara 200 piso 6

Las Condes - Santiago de Chile

Tel. 370 29 18 Fax 369 56 57

www.verum.cl

1ª edición septiembre de 2007

2.000 ejemplares

I.S.B.N: 978-956-8645-03-8

© Todos los derechos reservados Comercial y Editorial VERUM S.A.

Nuestro agradecimiento a los Cuasimodistas, verdaderos autores

anónimos de estas páginas

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Índice

Introducción 5

Colina: Los jinetes de la Eucaristía 8

Bajo la mirada maternal y atenta de la Iglesia

Mons. Juan Ignacio González Errázuriz 44

Pbro. José Miguel Ortiz Bustamante 47

Pbro. Omar Canales Contreras 49

Pbro. Nicolás Achondo 50

Cultura chilena y Cuasimodo

Luis Iván Muñoz Rojas 53

Mario Olavarría Rodríguez 56

Juan Martínez González 58

Therese Matthews de Edwards 60

El Cuasimodo en expansión a lo largo de Chile

Cuasimodo de Santa Amelia 62

Cuasimodo de Lo Abarca 68

Cuasimodo de San Carlos de Apoquindo 70

El Cuasimodo en otros ámbitos de la piedad cristiana

Maipú 74

Auco 82

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El Cuasimodo es una expresión popular de fe que mez-cla la devoción y la cultura de nuestros valles centrales para transformarlos en una manifestación única en el mun-do, y de la cual Colina puede sentirse orgullosa, puesto que su Cuasimodo es uno de los más imponentes de todo el país.

Los colores de nuestros campos, los adornos de la re-ligión, el carácter firme y generoso de nuestros hombres y mujeres se hermanan en un mosaico lleno de vida y futuro, que la Editorial Verum ha logrado capturar en las páginas de su obra “Cuasimodo – Encuentro de la Eucaristía con las tradiciones del campo chileno”, que la Ilustre Munici-palidad de Colina tiene la alegría de presentar.

Mario Olavarría RodríguezAlcalde de Colina

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cos de un Chile antiguo y profundo donde se escucha el futuro...” Para auscultarlos, la editorial VERUM

continúa su recorrido por el panorama cultural vivo de nuestra patria: ese que se gesta y desarrolla, más allá del mundo oficial o del rigor académico, bajo el im-pulso de movimientos de alma que suben espontáneamente a la superficie desde la hondura de sectores orgánicos muy varia-dos de nuestra sociedad, guiados por una especie de instinto de trascendencia.

Para quien sepa detenerse ante ellos con solicitud, con espíritu atento y abier-to, tales movimientos de alma denotan tendencias significativas de nuestros días, signos de los tiempos que quieren decir-nos algo sobre anhelos que bullen en zo-nas enteras de la sociedad chilena y que piden estar presentes en los rumbos posi-bles de nuestra nación, al comenzar este confuso y contradictorio umbral del ter-cer milenio.

Es innegable que, por lo menos en es-tas últimas décadas, puede discernirse en ciertos ambientes una verdadera necesi-dad de búsqueda de las raíces históricas. Tal búsqueda se manifiesta en toda una amplia variedad de expresiones que em-pieza a llenar de sugerencia, de colorido, de autenticidad, de una indefinible densi-dad de ser el ámbito de lo que hemos lla-mado nuestra cultura viva, donde tal vez se refleje mejor la identidad chilena. No es la intención de la presente colección

Introducción

hacer un análisis del fenómeno, sino más bien darlo a conocer y dejarlo hablar, ma-nifestarse y dialogar a través de sus imá-genes y testimonios con el lector sensible y perceptivo.

En su primer libro-álbum la editorial VERUM presentó el sugestivo mundo de los carruajes. Una festiva y elegante rea-lidad, llena de armonía, prestancia, sen-timiento, encanto familiar y social. Ella reúne periódicamente a cocheros, res-tauradores, petiseros y artesanos, trajes típicos y caballos de raza y a un crecien-te público aficionado, renovando y enga-lanando las antiguas tradiciones huasas. Una vez disipada la gran polvareda de los graves conflictos y dramáticos cambios que vivió el país en la segunda mitad del siglo pasado, emergió esta realidad cul-tural nueva en nuestros campos reconci-liados.

No se tenía, tal vez, una noción ade-cuada de la fecundidad de los valores y costumbres hondamente arraigadas que dieron vida a aquellas antiguas haciendas donde en gran parte se formó Chile. El retorno de los carruajes al escenario cam-pesino por la vía de un deporte altamen-te civilizado es tan sólo uno de sus frutos más recientes.

En este segundo volumen, VERUM se empeña en capturar las imágenes y las ricas impresiones multicolores que intro-ducirán esta vez al lector en la contempla-ción de otro de esos frutos renovados de

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nuestra tierra. En él se hermanan de modo entrañable la tradición cultural y la fe: es el Cuasimodo, una celebración nacida de la piedad popular, específicamente chile-na, única en el mundo, y hoy en franca ex-pansión en el país; ámbito de un peculiar consorcio, cargado de simbolismo, entre realidades terrenas y divinas.

Sí, porque fundamentalmente es un acto de piedad eucarística, pero donde se hace presente, como tal, la vida y la cultu-ra propia de nuestros campos que de este modo asume una dimensión sacral. En este acto de fe, de amor a Dios y al prójimo, se reúnen, a lo largo del Valle Central princi-palmente, los huasos y sus familias reves-tidos de sus atuendos característicos a los que agregan símbolos religiosos relativos al Santísimo Sacramento, en una tradición cuyo origen parece perderse en los tiempos coloniales. Millares de hombres, mujeres y niños, montados en sus briosas cabalgadu-ras ornadas con sus mejores aperos, por-tando banderas chilenas y papales, así como sus propios estandartes, traen consigo su estilo de vida y su mundo en fiesta. Vienen a homenajear y a escoltar al Dios hecho carne que murió por nosotros, resucitó glorioso y se encuentra presente en la Hostia sagrada, que el sacerdote lleva a los enfermos. No es una realidad menor, ante lo que se pueda simplemente pasar de largo.

La palabra que da el nombre a la ce-lebración está compuesta por la reunión de los dos primeros vocablos latinos con que se inicia la antífona de entrada de la Misa del primer domingo que sigue a la Pascua de Resurrección: Quasi modo gé-niti infantes: “Como niños recién nacidos, busquen con ansia la leche pura del espí-ritu...” (1 Pe 2,2-3)

Desde el Concilio de Trento (1545-1563) la Iglesia Católica manda a los fie-les comulgar en Pascua de Resurrección o por lo menos una vez al año. De ahí se originó la caritativa costumbre por par-te de los sacerdotes de llevar la Sagrada Comunión a los enfermos que no podían acudir a la Iglesia en esa festiva ocasión.

Fue alrededor de esta costumbre pas-toral que comenzó un cierto día la cele-bración popular del Cuasimodo. ¿Cuándo fue exactamente? ¿Quién la inició? No se sabe con certidumbre. Surgió como sue-len nacer las tradiciones vivas destinadas a perdurar: por un instinto natural de trascendencia del alma campesina al so-plo del Espíritu Santo. Nadie la planificó, fue modelada por la gracia sobrenatural en el genio de un pueblo.

Aunque se la considera comúnmente una herencia de los tiempos coloniales, sólo hay registros históricos en fuentes escritas ya en el Chile independiente. Existe una crónica del diario “El Mercu-rio de Valparaíso” publicada en 1841, en la cual se afirma que ya se conocía esta fiesta desde el primer cuarto del s. XIX. De acuerdo a la tradición oral, se recuer-da la presencia del Cuasimodo en las zo-nas rurales al norte de Santiago (Colina, Renca, Conchalí, etc.) cuando unos ce-losos sacerdotes dominicos salían a lle-var la comunión a los enfermos después del Domingo de Pascua. Iban montados a caballo llevando el Santísimo Sacra-mento bajo el poncho, y los acompaña-ban jinetes de escolta que les indicaban el recorrido y protegían al sacerdote de los peligros de eventuales asaltos, toda-vía frecuentes en un Estado chileno en fase de consolidación.

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Sea como fuere la tradición cuasimo-dista nació en torno a la devoción euca-rística y al servicio de la Iglesia. Nuestros hombres de campo lucen la tradicional chaquetilla corta con hileras de botones en las mangas y en el costado de la espal-da, sobre la camisa a cuadros. Una faja de varios metros, generalmente de lana roja, ciñe la cintura y termina en una ar-tística punta con flecos cayendo a lo lar-go de la pierna. El pantalón castellano, negro con líneas blancas, y las polainas de cuero para proteger al jinete de los ro-ces en las cabalgadas por los campos lle-nos de espinos. Como calzado, el zapato negro de tacón alto, sobre el que se ubica la espuela de plata adornada de grandes rodajas, las que el huaso agita con habili-dad y maestría, produciendo melodiosos sonidos.

Pero he aquí lo que distingue la teni-da huasa del cuasimodista de aquella de uso común en fiestas y rodeos: el hom-bre de campo quiso enfatizar que él se reviste de un modo específico para es-coltar a Cristo en un servicio religioso a la Iglesia y al prójimo. Por respeto al Santísimo no lleva esta vez su sombrero, se cubre la cabeza con una gran pañole-ta de raso blanco. Sobre la chaquetilla le cae una capa corta o esclavina inspirada en la vestimenta sacerdotal, de la misma tela y color. Ambas llevan bordaduras en oro, con aplicaciones en forma de cruz, escudo chileno y símbolos eucarísticos como el cáliz y la hostia.

Hoy, la presencia renovada del Cua-simodo se extiende no sólo al Valle Cen-tral; comienza a aparecer aquí o allá des-de Arica hasta Coyhaique e inclusive en barrios o poblaciones netamente urbanas

que experimentan la novedad de la tradi-ción o la poderosa nostalgia de las raíces cristianas del campo chileno. Pasan ya de cien mil los cuasimodistas en nuestros días, reunidos en unas ciento cincuenta agrupaciones.

* * *

Dispóngase lector amigo a introducir-se en este universo especial del Cuasimo-do. Encontrará primero las fisonomías, el movimiento, los galopes, banderas y es-tandartes del más tradicional, antiguo y pujante: el de Colina, donde podrá con-templar toda la riqueza, fuerza y simbo-lismo de nuestros huasos transfigurados en jinetes de la Eucaristía.

Constatará cómo esta celebración de la Piedad Popular fue acogida por la mi-rada maternal y atenta de la Iglesia. Ense-guida podrá considerarla situada en el flujo más vasto de la cultura chilena.

No le será dif ícil sentir, a continua-ción, la potencia espiritual de este im-pulso de alma que se va extendiendo por los campos de otras regiones y llega has-ta los barrios urbanos, como el de San Carlos de Apoquindo. Verá finalmente a los cuasimodistas llegando a nuestros grandes Santuarios e integrándose en la corriente de la piedad cristiana de hoy, aportándole la originalidad, la vida y el colorido de tradiciones tan hondamente chilenas.

Entenderá por qué el Siervo de Dios Juan Pablo II, el Papa Peregrino, llamó a la Piedad Popular en su célebre visita a Chi-le: “Verdadero tesoro del pueblo de Dios y una muestra de la presencia activa del Espíritu Santo en la Iglesia”.

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Colina: Los jinetes de la Eucaristía

Es el gran día: Adelantándose al amanecer,

comienzan a reunirse los jinetes para formar sus

agrupaciones y cabalgar juntos a la iglesia

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Venciendo la penumbra, las blancas pañoletas y esclavinas juegan con la luz,

esparciendo una aureola legendaria en los caminos rurales de Colina

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Surjen las primeras claridades del alba: frente a la parroquia el presidente de la

Asociación de Cuasimodistas saluda a uno de los jinetes que guiará la columna

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La primera escolta con sus banderas chilenas aguardan

la llegada del párroco

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Parte el Cuasimodo de Colina, uno de los más antiguos, más apegado a la tradiciones y el más numeroso.

Sus participantes van solamente a caballo y escoltan la Eucaristía durante tres domingos seguidos

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También es característico de Colina el arco de banderas,

que a modo de palio, acompaña al sacerdote a entregar la Comunión a los enfermos

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Participando del Cuasimodo de Colina, Mons. Fabio Betancur

Tirado, arzobispo de Manizales – Colombia, entra con el Santísimo a

la Capilla de Esmeralda

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Cuando el galope de mil quinientos jinetes hace temblar el suelo y se vuelve una forma de devoción…

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Muchas edades y rostros unidos por el mismo Espíritu en una misma fe

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El sol de un nuevo día ilumina a este niño cuasimodista, señalando el futuro de una tradición llena de vida

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Pequeños en edad, grandes en fe

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Segundo Ortiz Moreno, setenta años corriendo

el Cuasimodo

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El mismo “élan” de fe profunda que se asoma en los rostros parece agitar las banderas. Las tradiciones de nuestros campos y la piedad

popular se funden en el amor a la Eucaristía

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La inmensa columna de jinetes se detiene: Cristo Sacramentado es recibido en la capilla de Santa Filomena que ha

sido preparada por los cuasimodistas del lugar, quienes descienden de sus

cabalgaduras y se forman frente al altar

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El sacerdote orando con todos se dispone a dar la comunión a los

enfermos de la capilla

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Blanca Carrasco, a sus 15 años es una joven cuasimo-dista de Santa Filomena. La víspera de la fiesta se une a la alegría de su entorno co-locando gracia femenina en los adornos florales para el Santísimo Sacramento que ven-drá. Simbolizan su entusiasmo y compromiso como cuasimodista. Al día siguiente “correrá a Cristo” junto a su cofradía, y ofrecerá al Señor un corazón bien dispuesto, que lo recibirá en la misa de clausura

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Participando en la celebración desde sus monturas: Después de una larga jornada de doce horas, durante las cuales recorrieron varias capillas

rurales y sectores de la ciudad, el gran Cuasimodo de Colina se despliega en la explanada municipal

para asistir a la misa de clausura

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La intensa jornada está terminando. Los últimos rayos del sol iluminan las cumbres lejanas

mientras el atardecer cae sobre el gran Cuasimodo, que puesto en la presencia del Dios Eucaristía, le entrega

su devoción, sus oraciones y sacrificios

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Bajo la mirada maternal y atenta de la Iglesia

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on mirada clara y afecto pasto-ral, Mons. Juan Ignacio Gon-zález Errázuriz, obispo de San

Bernardo, analiza el Cuasimodo a la luz del Magisterio Pontificio.

“Benedicto XVI dijo en Aparecida que uno de los grandes tesoros que tie-ne nuestra Iglesia en América es haber logrado hacer esta unión entre muchos valores antiguos, los valores que trajo la fe, y uno de ellos es éste.” Destaca que “el Cuasimodo tiene claramente un origen eucarístico; era la compañía del Santísimo. Lo interesante es que estas manifestaciones se van convirtiendo en motivo de Piedad popular. La última vez que estuve con ellos, fuimos con los cuasimodistas en una pequeña romería a la Virgen en un cerro cercano a rezar el Rosario. Va entrando la idea de que esta es una manera de vivir la fe.”

Como pastor, se preocupa por el perfeccionamiento espiritual de cada Cuasimodista: “El Papa resalta en el discurso de Aparecida esta idea, tan interesante, de que la Iglesia está para salvar las almas una a una.” Por eso más que el Cuasimodo “a mí

“La piedad popular es un verdadero tesoro del pueblo de Dios, es una demostración continua de la presencia

activa del Espíritu Santo en la Iglesia.” (Juan Pablo II, discurso en La Serena, 5/4/1987)

me interesan los cuasimodistas ¿Qué pasará con el cuasimodista cuando muera? Sabemos que fue un hombre de fe, que vivió en la gracia de Dios, que vivió bien su matrimonio.”

Pero  Mons.  González  sabe  bien que  el  Cuasimodo  supone  una  autén-tica  piedad  popular,  animada  por  un aliento  sobrenatural: “Donde hay pie-dad hay Cuasimodo; si tú no infundes la piedad no hay Cuasimodo.” Más aún, ve que los cuasimodistas, con sus símbolos y su brío, “se transforman de

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alguna manera en ministros, que lle-van la palabra y llevan al Señor, es una cosa muy preciosa y muy profunda.”

Al obispo le preocupa integrar bien el Cuasimodo en la vida eclesial: “el Cuasimodista que está muy incorpo-rado a la parroquia pasa a ser agente pastoral, catequista. Otra idea es que sigan acompañando al sacerdote a lle-var la Comunión en otras épocas del año tal vez sin forma de Cuasimodo”·

Don Juan Ignacio constata que el cuasimodo es una manifestación de piedad popular que está en expansión: “Hay todo tipo de gente, profesionales, gente sencilla, dueñas de casa, dueños de fundo.

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“El Cuasimodo ha conocido perío-dos difíciles, pero contra lo que algunos pudieron pensar, su vitalidad jamás se ha marchitado. Es difícil romper la pie-dad popular de los pueblos. Hoy hay más cuasimodos que antes y en lugares insos-pechados. Es una cosa de amor a Dios y piedad: hay que darle la comunión a los enfermos y hay una forma de hacerlo, la forma es la del Cuasimodo. La gran ba-talla nuestra es la batalla de la piedad, incluso estoy preparando una carta pas-toral al respecto. Me parece que la vida del campo desemboca en la piedad. En el cuasimodo no hay distinciones, todos se visten iguales, con los mismos trajes, en una misma cosa. Hay algo muy serio y

Cuasimodistas en la Parroquia Santa Teresa de Ávila, Huelquén. La diócesis de San Bernardo cuenta con 22 asociaciones de Cuasimodo

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“La sabiduría de los pueblos originarios les llevó afortunadamente a for-mar una síntesis entre sus culturas y la fe cristiana que los misioneros les ofrecían. De allí ha nacido la rica y profunda religiosidad popular, en la cual aparece el alma de los pueblos latinoamericanos. (...)

“Esta religiosidad se expresa también en la devoción a los santos con sus fiestas patronales, en el amor al Papa y a los demás pastores, en el amor a la Iglesia universal como gran familia de Dios que nunca puede ni debe dejar solos o en la miseria a sus propios hijos. Todo ello forma el gran mosaico de la religiosidad popular que es el precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina, y que ella debe proteger, promover y, en lo que fuera necesario, tam-bién purificar.”

Benedicto XVIDiscurso de la sesión inaugural de la

V Conferencia General del CELAM.

Aparecida, Brasil. Domingo 13 de mayo de 2007

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l Pbro. José Miguel Ortiz Busta-mante es rector del santuario de Santa Roma de Lima en Pelequén 

(VI Región), y como tal participa en el equipo de Piedad popular de la Confe-rencia Episcopal, bajo la presidencia de Mons. Gaspar Quintana.

Por lo mismo, su visión del Cuasi-modo  es  notablemente  certera  y  rica: “Hablamos de Piedad Popular y no de religiosidad popular, porque esto es reconocido como un don del Espíritu Santo (uno de ellos es la Piedad). El Se-ñor regala a quien quiere este don para que lo exprese popularmente a través de los medios que van encontrando en su propia cultura, en el caso chileno a través de la cultura campesina del va-lle central, tenidas de huaso, caballos y carruajes. Se trata, pues, de recoger los rasgos culturales; la fe se inculturiza en

lo que somos. Cuasimodo es expresión de ello, porque se trata de algo propio de nuestro país, surgió como una ‘poli-cía montada’ para acompañar a los sa-cerdotes en la Pascua de Resurrección.

“Hoy están siempre bajo la coordi-nación de una parroquia. Cuasimodo cumple una función de culto a la Euca-ristía y solidaria en cuanto a visitar a los enfermos. Esta es una expresión que sur-ge del pueblo, nosotros solamente la in-centivamos y orientamos. Hubo época en que la gente se acercaba solamente por la fiesta, eso es lo que estamos tratando de corregir, queda muy poco de esto.

“El Papa Juan Pablo II, cuando vino a Chile, tuvo un encuentro con la pie-dad popular en La Serena y manifestó que era un tesoro que estaba escondido y que debíamos sacar a flote. Él marcó una línea para la Piedad Popular tan-to para Chile como para el mundo, a través de un Directorio por el cual no-sotros nos vamos guiando.

“Me encanta y emociona la genero-sidad con que estos hombres y mujeres entregan su entusiasmo y cariño por el Señor, y lo mismo al contemplar el rostro de los enfermos cuando reciben al Señor. Ellos tienen un gran respeto por el sacerdote. Su actitud de fe es otra característica distintiva del Cuasimo-dista.

“Estamos preparando un ‘Catecis-mo para el Cuasimodista’: las verdades principales que ellos deben manejar. Así vamos recogiendo el guante que el Papa Juan Pablo lanzó en La Serena.”

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La escolta de cuasimodistas acompañando al Santísimo para un enfermo en el valle de Almahue

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l Pbro. Omar Canales, párro-co  de  Pichidegua  (VI  región), es un gran  impulsor del Cua-

simodo.  Alentando  los  anhelos  del mundo huaso que se manifiesta en la Piedad Popular, descubrió que la me-jor manera de  reanimar el  fervor de la vida eclesial en las 24 capillas de su rebaño, era dar cabida y encauzar los saludables movimientos que el propio Dios hace nacer entre sus fieles.

“El Cuasimodo es una forma de acercar a los hombres a la Iglesia con lo que ellos saben hacer, con la expresión tradicional, típica, con su montura, con su caballo y con sus vestimentas de huaso. Y eso entrecru-zarlo con la fe, con la vida litúrgica. Llevo dos años de párroco y veo que aquí hay mucha tradición que hay que recuperar, tradición de la fe.

“La gente está súper entusiasma-da. Tengo dos Cuasimodos ahora, uno urbano en Pichidegua y otro rural que es éste, el de Santa Amelia. Así incen-tivo a la gente a ser partícipe de esta actividad propia de la Iglesia chilena. La gente lo hace con fe, con devoción, porque saben que es llevar a Cristo Re-sucitado, el Pan Eucarístico, a todos los rincones, a donde haya un enfermo.

“La idea es ir recorriendo toda la parroquia con esta experiencia y crear un gran Cuasimodo con unos cien o doscientos cuasimodistas que me pue-dan acompañar en este gran desafío.

“Me gusta recuperar la tradición, la fe de la gente. Mi gran preocupación es por qué los hombres no vienen a Misa, por qué los hombres no se acer-can a la Iglesia. Creo que a través del Cuasimodo encontré la respuesta”.

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l Pbro. Nicolás Achondo  lleva 4 años de labor como vicario parro-quial  de  la  Inmaculada  Concep-

ción de Colina, y ha sido un observador privilegiado de la obra de Dios entre los jinetes de  la Eucaristía: “El Cuasimodo en Colina ha tenido un período de creci-miento espiritual y de purificación. Sus dirigentes están muy comprometidos, y también la gente de Colina da mues-

tras de ese proceso: muchos se arrodi-llan ante el paso del Santísimo, piden la bendición. Ese día la gente se vuelca a la calle porque el Señor está recorriendo a los enfermos. Es muy bonito cuando uno vuelve con el Cuasimodo porque es gente que ya ha visitado y la forma en que reciben al Señor es como una fiesta familiar. La gente de campo es más con-templativa: ve a Dios en lo creado.”

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El caballo de los cuasimodistas y la Historia: “El año 1992 el rey de España nos invitó a la celebración de los 500 años del

Descubrimiento de América para llevar de vuelta a los caballos de los conquistadores, que son los caballos chilenos. Es la jaca española que por nuestra geografía quedó

aislada. En la Plaza de Toros de Madrid reparten un folleto que dice que los caballos originales sólo existen en Chile. Estas fotos a mis espaldas son en la Plaza

de Salamanca frente a la Universidad. Fue un viaje muy bonito.”

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Cultura chilena y Cuasimodo

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uis Iván Muñoz, abogado y agri-cultor, es toda una personalidad en el mundo del caballo de raza,

del rodeo y de la tradición de nuestra tierra. Vicepresidente de la Federación de Criadores de Caballos Chilenos, aca-ba de ser renovado en su influyente car-go por otros cuatro años. Es al mismo tiempo una de los principales promo-tores de la exitosa Semana de la Chile-nidad que se realiza en el Parque Padre Hurtado en Santiago, que es anualmente visitada por unas quinientas mil perso-nas. Comienza con una premisa funda-mental: “Como Federación de Criadores de Caballo Chileno tratamos de colabo-rar e incentivar todo aquello que diga relación con la cultura chilena, y no so-lamente criar caballos. Históricamente, desde la época de la Colonia los criado-

El Cuasimodo representa, es cierto, un élan de religiosidad y de fe eucarística que emerge renovado desde la vitalidad del Chile popular profundo. Mucho ha-bría que decir sobre este movimiento de alma colectiva del hombre de nuestros campos, que anhela llevar sus tradiciones, su modo de ser y de vivir con toda su riqueza y colorido ante la presencia del Dios Encarnado. Un don del Espíritu en cierto sentido único en la variedad de las manifestaciones de la piedad popular latinoamericana o incluso mundial. Pero si se quiere apreciar la afirmación y el crecimiento del fenómeno cuasimodista en toda la riqueza y complejidad de

sus aspectos, es necesario situarlo también dentro del contexto más general de la peculiar búsqueda de identidad que hoy se nota en nuestro país como fenómeno psicológico, social y cultural. Resulta interesante saber cómo va siendo percibido este movimiento por figuras representativas de la actividad y de la cultura viva del agro chileno, de autoridades civiles o del mundo académico sensibles a esta

realidad, antigua y nueva al mismo tiempo.

res de caballos son los que se encargan de mantener las tradiciones. El eslogan de la federación es ‘preservando las tra-diciones’. Y lo hacemos en todo”.

Nada más natural que Luis Muñoz, al referirse al Cuasimodo, deje brotar afectos y consonancias que parecen venir de un profundo mundo interior enrique-cido por la experiencia y el amor creativo a la identidad nacional. “El Cuasimodo es parte de nuestra cultura. Desde pe-queño participaba en el Cuasimodo en Rauco y en la Fiesta del Carmen de Cu-ricó, donde mi padre tenía un campo. Cuando me vine a estudiar a Santiago, me integré nuevamente al Cuasimodo porque, en lo más profundo de mi cora-zón, sentía que era más chileno, que es algo nuestro, corresponde a nuestra geo-grafía, a nuestra historia, porque efec-

* * *

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tivamente esta costumbre de comulgar una vez al año era una obligación que la gente tenía con la Iglesia y quería respe-tar, y el resto de la sociedad lo ayudaba acompañando al sacerdote que llevaba la Comunión a los enfermos. Me siento identificado con esta tradición.

“Siempre he pensado que cultivar las tradiciones no significa que tú no estés de acuerdo con la cultura de otros países. Muy por el contrario, creo que estando consciente de que cada país tiene una cultura, la nuestra es la que nos identifi-ca, la que nos hace ser como somos. Tene-mos que incentivar todo aquello que nos identifique como chilenos. No me opongo a la globalización, sé que existe, pero de-bemos mantener nuestra identidad; y eso se logra cultivando todo esto. Me encanta que lo que hacían mis abuelos, lo sigan haciendo mis hijos y mis nietos.”

Su hija Francisca, casada con el empresario español avecindado en Chi-le Miguel Sáenz, alimenta con fidelidad y cariño el legado de su padre: “La fiesta del Cuasimodo me permitió participar de manera más activa en actividades junto a mi padre, creando entre noso-tros aun más profundos lazos afectivos. Era una fiesta de intimidad y reencuen-tro con nuestro campo y tradiciones.

“Los recuerdos que conforman nues-tra historia personal no sólo son aque-llas imágenes que vuelven a nuestras vi-das en los momentos menos esperados. También son esos sentimientos que nos conmueven especialmente con el paso de los años, momentos que nos enterne-ce recordar cuando el alma entristece.

“Cuando niños, la pasión y entusias-mo con que vivíamos se reflejaban espe-cialmente en actividades tan especiales como el Cuasimodo. Era un acontecimien-to de fe y cariño en nuestra familia, no sólo por su carácter religioso sino también por lo que significaban los preparativos.”

Todo un mundo de coloridos porme-nores afloran a su espíritu: “Con especial cariño recuerdo el paisaje, el camino que recorríamos con tanto entusiasmo en compañía de caballos, bicicletas, co-ches y carretas, especialmente ese color tan especial, el del polvo del camino, el color del esfuerzo y el cariño solidario con el que más necesita y está enfermo.”

El Cuasimodo, la vida del campo, los caballos, la cultura e identidad chilenas se funden para ella en la figura símbo-lo de su padre y se continúan en sus hi-jos: “Mi padre siempre ha sido el pilar fundamental y el referente para nuestra familia. Un padre de carácter fuerte, es-forzado, cercano, luchador, defensor de la familia y de nuestra identidad y va-lores. Gracias a él y a su constante ejem-plo aprendimos a querer, a conocer y a respetar el campo, sus fiestas y a todas esas personas que se dedican incansa-blemente a fomentar y divulgar la im-portancia de la chilenidad. Afortuna-damente mis hijos Santiago y Teresita están muy cercanos a nuestras tradicio-nes chilenas y participan con verdadero entusiasmo. Como mamá creo que es mi responsabilidad enseñar a mis hijos a querer su tierra en un ambiente de or-den, continuidad y orgullo, tal como mi padre hizo con nosotros.”

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Luis Muñoz, sus hijos Francisca y Luis Francisco, y

algunos de sus nietos

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l Alcalde de Colina, Mario Ola-varría Rodríguez, nunca ha que-dado indiferente ante el Cuasi-

modo. Muy por el contrario, ha tenido el gran mérito de percibir el alcance de esta tradición como factor de progreso de la comuna a su cargo. Se ha aboca-do con lucidez y delicadeza a impulsarla, teniendo presente que como autoridad le cabe, más que dirigirla, respetar su originalidad e impulsarla y estimular-la, prestigiándola y facilitándole su vida y crecimiento. Él mismo pasó a correr el Cuasimodo en compañía de su hija: “Hubo todo un proceso, fui muy cuida-doso con ellos. Primero quise ayudar a que las calles estuvieran perfectas, sin hoyos, limpias, todo bonito. Y cada co-munidad va colocando sus arcos de flores. Son tres meses de trabajo anti-cipado, no se hace de un día para otro. Después les dije que también quería co-rrer, y así pusimos lienzos, invitamos a la prensa, para darle un empuje, para que vaya subiendo de nivel.

“Hemos tenido visitas ilustres al Cuasimodo, como el Card. Errázuriz y el obispo de Manizales, Colombia. El Cuasimodo es algo que motiva a los católicos a salir a las calles. Esto fomenta el espíritu religioso. Es algo precioso, también por el compromiso de la gente. Este Cuasimodo se man-tiene intacto porque no hay bicicletas ni coches. Solamente el del cura y los caballos. Son huasos de verdad”.

El Alcalde Olavarría conoce los an-helos de la población en cuanto a los

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rumbos que debiera tomar la comu-na. Por eso el actual lema de Colina es “Tradición y Progreso”. Él tiene claro que más allá de su función administra-tiva está la meta de promover el Bien Común en su más noble sentido.

El alcalde corriendo como escolta junto

al Santísimo

“El Cuasimodo es parte de lo nuestro, aporta la tradición. Nadie quiere perder-lo, si se acabara sería como si te quitaran un hijo. La misión como alcalde es que crezca. El compromiso con el Cuasimodo no es una mera función administrativa”.

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uan Martínez González,  Presi-dente del Cuasimodo de Colina y Director  del  Colegio  Algarrobal, 

resume bien la realidad y seriedad del cre-cimiento del mayor de los Cuasimodos del país, “el único que se corre 100% a caballo”. Transmite la sana ufanía ante los frutos lo-grados: “Todos los años el Cuasimodo de

El presidente del gran Cuasimodo de Colina junto a Raúl Ortiz Moreno: “Cuando

corremos a Cristo nos sentimos más cerca de Dios”

Colina crece, especialmente en cuanto a niños y jóvenes se refiere, es la continuidad porque el día de mañana ellos llevarán la batuta”. Sabe lo que esto representa para la vida familiar, social y eclesial: “El número de jóvenes que participan en la parroquia aumentó gracias al Cuasimodo, la fami-lia es la que incentiva. Como preparación,

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antes de Pascua hay que confesarse, cum-plir con los sacramentos. No es obligato-rio pero la idea es que lo practiquen. Es algo cultural y religioso. En los colegios de Colina se da un énfasis especial al Cuasi-modo. Se ha convertido en una verdadera instancia de evangelización. Por ejemplo, en Canteras, la presencia de la Iglesia era casi nula; y ahora ha crecido. Hoy pasa el cura por el pueblo y la gente se persigna con respeto. Es un efecto del Cuasimodo que aumenta el fervor.

“La asociación tiene 10 clubes en Colina. Nuestra misión es clara: mante-

Juan Martínez, su ma-dre María Angelina, sus

hermanos y sobrinos: una familia cuasimodista

ner la tradición del Cuasimodo, formar a niños y jóvenes (que ellos entiendan de qué se trata la fiesta, que rezamos, que acompañamos a Cristo). Quien no entiende la rectitud y la profundidad de esta tradición, no sirve para el Cua-simodo.”

En una frase sintetiza la fuerza, la fe-cundidad y la elevación de esta celebra-ción popular: “Cuando corrimos en el Cuasimodo contemplamos el coche con el padre y el Santísimo, la multitud de ji-netes y banderas, todo lo que esto simbo-liza, y nos sentimos más cerca de Dios”.

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herese Matthews de Edwards, norteamericana de nacimiento y chilena de adopción, es presi-

denta de la Rama de Rienda de la Federa-ción de Criadores de Caballos Chilenos y de la Comisión de Rienda de la Federación Ecuestre de Chile. Ella marca con su gra-cia, entusiasmo y expertise el mundo de los carruajes, los caballos de raza, el rodeo y las tradiciones vivas de nuestra tierra:

“Mi afición por la Fiesta Huasa Religiosa del Cuasimodo nació el año 1983. Era la única posibilidad que existía en Chile en ese entonces para la participación deportiva de la mujer con un Caballo Chileno. Así, comencé a participar en los desfiles del 18 de Sep-tiembre y la Fiesta del Cuasimodo el Domingo después de Resurrección.

“¡Me pareció tan bonita esta cos-tumbre colonial de ir a dar la comu-nión a los enfermos a sus casas y el Cura escoltado por jinetes para evitar los robos! Ver a cientos de jinetes con coloridos pañuelos flameando en sus cabezas, mantas de huaso y escuchar los gritos tan especiales, que de a poco fui entendiendo como ‘¡Santo! ¡Cristo Rey! ¡Viva! ¡Viva el Sacramentado!’ me producían una emoción muy grande.

“Corro Cuasimodo en Lo Barne-chea y unos Cuasimodos chicos en otras fechas en San Carlos de Apoquindo, en Las Condes y en La Ermita del camino a Farellones.

“La primera vez que participé en un Cuasimodo en Lo Barnechea fui con

unas amigas y amigos de Inglaterra y EE.UU. Usamos monturas inglesas y chilenas y algo de ropa de huaso. Al año siguiente nos aperamos mejor y partici-pamos con monturas y ropa huasa. En el año 1988 vestí mi caballo con una capa religiosa que tenía una cruz y un cáliz de color verde y púrpura; la capa la diseñé yo misma en casa y así me gané el derecho de correr el Cuasimodo con el grupo de escolta acompañando al Sr. Cura en su carruaje.

“El año 2007 corrí el Cuasimodo con Marcelo Paz (en la foto), de una familia de arrieros antiguos de Lo Barnechea. Esa vez corrí con la capa, esclavina y pañuelo que tienen las decoraciones tí-picas de la Fiesta del Cuasimodo de Lo Barnechea. También ocupé mis capas antiguas aquel año.

“El Cuasimodo es una celebración religiosa donde no existen diversidad de personas ni clases sociales, todos son iguales, hijos de Dios y reciben la Co-munión. Jesús quiso unir a todos y que todos entraran al Cielo como iguales compartiendo y trabajando juntos. Es difícil para todas las personas que son tan diferentes poder unirse a una causa y no tener conflictos de intereses, pero el Cuasimodo nos une a todos. Ojalá que la unión y espíritu que se ve en esta fies-ta religiosa pueda guiarnos en momen-tos más difíciles cuando nos encontra-mos enojados, desesperados y desiguales para evitar conflictos mayores y así te-ner paz en nuestros corazones y vivir la vida con cariño al prójimo.”

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Cuasimodo de Santa Amelia

l Cuasimodo es una celebración en franca expansión en el país. Hoy en día existen más de 150

asociaciones. Pasemos de uno de los cuasimodos más antiguos a otro que recién comienza sus pasos. El año 2007

corrió al Señor Sacramentado la prime-ra compañía de jinetes en Santa Amelia de Almahue (Comuna de Pichidegua – VI región).

Fue un inicio lleno de fuerza, serie-dad y devoción.

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Silenciosos y recogidos, estos jinetes atraviesan la bruma

rumbo a la luz del Cuasimodo

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La nutrida columna de jinetes va llevando la Paz de Cristo por un

camino del Valle de Almahue

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El párroco en el momento que da su razón de ser al Cuasimodo: la comunión

llevada al enfermo. Una imagen inolvidable que

toma los rasgos coloridos de nuestro campo y los

eleva al ámbito universal y sobrenatural de la Iglesia

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Cuasimodo de Lo Abarca

l mismo Domingo de Resurrec-ción la localidad de Lo Abarca (un poco al norte de Cartagena) 

realiza  su  fiesta  del  Cuasimodo.  La columna de jinetes recorre las colinas 

y baja hasta el mar, en San Sebastián, para regresar a la plaza de la ciudad. Ahí  se  realiza  la  misa,  la  que  gene-ralmente celebra el propio obispo de Melipilla, Mons. Enrique Troncoso.

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Entre  tantas  historias  que  tejen  la realidad  humana  del  Cuasimodo,  vale mencionar a Tomás Muñoz Barrios (en las fotos de abajo). A sus 86 años sigue montando  junto  a  sus  compañeros  de devoción. Comenzó a correr el Cuasi-modo  hace  más  de  cuarenta  y  hoy  la 

fiesta atraviesa su historia  familiar, ya que su hermano, también cuasimodis-ta,  murió  en  trágicas  circunstancias. Una animita  recuerda  el  lugar,  y  todo el Cuasimodo hace un alto en el cami-no a rezar por él, en una conmovedora muestra de caridad fraterna y de fe.  

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Cuasimodo de San Carlos de Apoquindo

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ónica Sievers, directora de In-geniería de Ejecución en Admi-nistración Turística del DUOC,

organizó una corrida de Cuasimodo en San Carlos de Apoquino en una fecha poco tradicional. Las banderas y el rito se hicieron presentes en un barrio urbaniza-do como tantos de la gran capital metro-politana, para recordar una de las impor-tantes tradiciones de la zona central.

Pudo conseguirlo gracias al apoyo de la Asociación Nacional de Cuasimo-distas de Chile, y especialmente el Cua-simodo “Juan Pablo II” de Huechuraba, que incluso trasladó sus cabalgaduras en camión hasta el lugar de la corrida, para darle todo el brillo necesario.

“Creo que el turismo se sustenta en base a los valores patrimoniales de cada

país, sean tangibles o no –comenta ella–. Este año me invitaron a la ceremonia en que se declaró el palio y la esclavina como patrimonio intangible nacional. ¿Por qué no ayudar a difundir esto?, pen-sé. Yo estoy en San Carlos de Apoquindo, un lugar que a veces no conoce esto... ¿por qué no hacerlo en una fecha diferida con el Cuasimodo oficial, y así comenzar a difundirlo paulatinamente?”

Pero hay algo más profundo que la movió: “¡Esa fe que tienen los Cuasimo-distas, que es como imbatible frente a todo! Además me gusta el color, el ca-ballo, esa integración de la sociedad. Ojalá conservemos estas costumbres, les demos valor. Si pretendemos ser un país con valor turístico, mostremos nuestro país, no la imagen de otro.”

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El sol vivifica los colores, el viento agita las banderas mientras los jinetes proclaman al Dios

llevado por el sacerdote: “Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los Ejércitos; llenos están los cielos de la majestad de su gloria” – “Gloria al Padre,

gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo”

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El Cuasimodo en otros ámbitos de la piedad cristiana

Las agrupaciones son congregadas por la Asociación Nacional de Cuasimodistas de Chile durante el año para peregrinar a diferentes

santuarios: el de la Virgen del Carmen en Maipú, el de Santa Teresa de Los Andes en Auco, el de San Alberto Hurtado en Santiago, el de Laurita

Vicuña y el de Santa Rosa de Lima en Pelequén.

l  Padre  Carlos Cox,  rector  del Templo Votivo de Maipú, y Cle-mira Montenegro, presidenta de 

la Asociación Nacional de Cuasimodis-tas,  entidad  con  personalidad  jurídica canónica desde el 2004, a bordo de un tradicional coche, se dirigen a la misa en la explanada de Maipú (foto inferior).

Los  Cuasimodistas  revestidos  de sus  insignias  religiosas  despliegan  el 

pabellón  nacional  ante  el  monumento emblemático de la devoción chilena a la Madre de Dios. 

En Maipú se da una expresiva sín-tesis de tradiciones culturales y devo-ción cristiana, donde la gente de nues-tros campos se mueve entre símbolos de pertenencia e  identidad religiosa y civil, dando rienda suelta a la celebra-ción de su fe y a su alegría.  

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La procesión popular avanza como una síntesis de

catolicidad: el amor al Señor Sacramentado en el Cuasimodo,

a la Virgen en su Santuario, al Papado en las banderas

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Desde lo profundo del corazón hasta los detalles

exteriores, todo en Cuasimodo ostenta una nota vibrante de alegría cristiana

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En medio de la multitud, pero a solas con Dios

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uco.  La  explanada  del  Santua-rio de Santa Teresita se llena de color y de luz: son los cuasimo-

distas de diferentes puntos de Chile que vienen a rendir culto a quien santificó 

las  tradiciones  familiares  y  religiosas chilenas,  uniendo,  sublimadas,  la  vida de la ciudad y del campo en el silencio del claustro por amor a Jesucristo, a su Iglesia y a Chile.  

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Los colores en fiesta adornan la seriedad devota

de los rostros durante la Eucaristía en Auco

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Hay cuasimodistas de todas las generaciones

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Delicadeza y Firmeza juvenil bajo el sol de la

misma fe

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Con Cristo en la frente y el corazón

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La luz de la eternidad parece reflejarse en la mirada de

esta esta anciana cuasimodista, que

sostiene con ademán firme las riendas de

su cabalgadura

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El Cuasimodo ha terminado. Bajo un cielo en llamas, los jinetes

de Cristo cabalgan en silencio, saludando allí al Dios que

acaban de acompañar en los caminos de la tierra

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El próximo descubrimiento: Música y bailes en alabanza de fe y amor a la Reina del Tamarugal

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