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Cub ile R e v i s t a m a r g i n a l p a r a l a p r o m o c ió n c u l t u r a l y literaria Año 4 / Número 21-22 / Noviembre 2010 - Febrero 2011 Alas... ahora vamos por las alas

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REVISTA MARGINAL PARA LA PROMOCIÓN CULTURAL Y LITERARIA. Editada por Ediciones Madriguera y el Grupo Musaraña en Coro, estado Falcón-Venezuela desde julio de 2007.http://www.madriguera.ya.st [email protected] [email protected]. Editores: - Ennio Tucci. - Mariana Chirino. - Jenifeer Gugliotta. Año 4, nº 21-22 Noviembre - Diciembre 2010 / Enero - Febrero 2011.

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CubileRevista m

arginal para la promoción cultu

ral y literaria

Año 4 / Número 21-22 / Noviembre 2010 - Febrero 2011

Alas... ahora vamos

por las alas

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Cubile-cubilis: Sustantivo neutro.

Lecho, cama; dormitorio; morada; nido;

guarida, madriguera.

Año 4, nº 21/22Noviembre -Diciembre 2010

Enero - Febrero 2011

Depósito legal: pp200702FA2591

© Ediciones Madriguera

http://www.madriguera.ya.stedicionesmadriguera@[email protected] Chimpire, calle Purureche entre calles Cristal y Chevrolet #87. Coro.

Editores:- Ennio Tucci- Mariana Chirino- Jenifeer Gugliotta- Oswaldo Ruíz

Portada:- En el Parque Bolivariano de Coro. Sesión Enero 2010.

República Bolivariana de Venezuela

HECHO EL DEPÓSITO DE LEY

- Editorial

Alas... ahora vamos por las alas.

Ennio Tucci� 1

- Cuentos

Zamuro en el gallinero.

Carlos Julio Ojeda Aponte� 4

Acerca de Víctor.

Vanessa Pereira� 7

La isla de las hormiguitas.

Joan Camargo � 9

Cuando la cordura estorba.

Miriam Matey � 11

Vegetal.

Anthony Marte � 12

- Poesía

Jhon González� 13

Daniel de Cullá (España)� 14

Manuel Arduino (Argentina)� 16

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�Editorial

Alas… ahora vamos por las alas

Ennio Tucci

“Si a pesar del miedo que nos paraliza volviéramos a tener fe en el hombre, tengo la convicción de que podremos vencer la resig-nación que nos envilece como a cobardes”.

Ernesto Sábato

Habrán pasado sólo unos meses desde la última vez que nos reunimos en torno a la misma mesa para comer jun-tos, un caldo que surgió del ánimo y el afecto de los que creemos en la comunidad de creadores, como factor de-terminante en la construc-ción de los nuevos modelos de gestión cultural dentro y fuera del arte.

La hermandad y amis-tad entre los creadores es un vínculo que trasciende la relevancia social hacia lo verdaderamente espiritual. La amistad es riqueza en sí misma, no importando números, cifras, ni tiem-po. Por ejemplo, aún me duele que un viejo ami-go me haya tratado de

mitómano para con-servar su gestión institucional “in-tachable” y sal-var su pellejo.

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� Editorial

Lo que nos ata al sueloEl recuerdo, la melancolía y la

añoranza siguen haciendo estragos entre nosotros, nos siguen atando al suelo y nos impiden avanzar. Pasa-mos horas recordando los “buenos tiempos” mientras el presente pasa frente a nosotros.

El Grupo Musaraña cumplió cinco años el pasado mes de noviembre, y ha sido inevitable invertir largas ho-ras recordando ese mil por ciento que dimos a la vida durante de este tiempo. Porque de un tiempo para acá estamos sin aliento.

Este año en cambio, hemos renovado nues-tros motivos para creer en la hu-

manidad y estrechar nuestros lazos como hermanos, como familia. Por-que aunque algunos nos hayan ro-bado el oxígeno, sabemos que este es el camino que nos llevará hasta un mejor puerto y que no hay for-ma de destruir nuestra fe si oramos juntos.

Al suelo también nos atan nues-tros principios, nuestras respon-sabilidades y nuestros asuntos de tierrafirmistas (“sangre fría corazón caliente”), pero decidimos avanzar con total libertad y fuera del alcan-

ce de los contrarios, de los carroñeros que siguen y

seguirán tendiendo su cerco a nuestro alrede-dor para que nos mu-

ramos de hambre de una buena vez.

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�Editorial

¿Los musaraños quieren volar?

Los musaraños deciden ponerse sus alas para salir de la isla a cono-cer nuevas tierras, nuevas formas de vivir, más nobles y humanas. En todo el país y el continente los mo-delos alternativos de hacer arte se fortalecen en argumentos, amistad, hermandad y familia. Núcleos en-dógenos de lucha y resistencia ante esta cotización interminable de se-res humanos, este sistema promo-tor de la esclavitud y la explotación del hombre por el hombre.

En un momento como este es ne-cesario echar a volar el arte como instrumento de liberación. Superar la crisis de las ideas. Seguir en la búsqueda de la libertad del espíri-tu, fomentar el contacto humano, el compartir, el afecto; la libertad de las ideas en el respeto, el debate, la argumentación y la reformulación constante, con el fin de fortalecer un criterio más amplio.

ArgumentosLas cosas deben estar bien esta-

blecidas para que cualquiera pueda emularlas, para que queden claras, para que todos entiendan, para que no se lo tomen a mal (o a bien). En-cajonar las cosas en un solo lugar. Cerrar una, dos, mil puertas a la duda.

A esto nos ha conducido el ejer-cicio de escuchar a nuestros conciu-dadanos. A esta encrucijada de tener que poblarnos de argumentos, por-que nadie entendió cómo es que lle-gó a fecundar el óvulo de su madre

siendo tan patético, en lugar algún otro compañero de testículo. Por-que nadie sabe el por qué y porque no hace falta saberlo o demostrarlo. Para qué buscar razones. Quién es-pera tener la razón.

Para qué justificarnos. Para qué cubrirnos de dogmas y principios. ¿Para ser clasificados en el renglón correcto? ¿Para sentarnos con nues-tros acordes? No tiene sentido se-guir pariendo argumentos que ya han sido expuestos. Si tuviera que hacer un credo sería un credo muy corto y comenzaría así: “Creo en la vida”, y no diría más nada. Porque creer en la vida debería ser suficien-te, aunque a veces quisiéramos ma-tar y vivimos huyendo para que no nos maten. Exponer las razones no tiene sentido.

¿Cuánto más temor podemos al-bergar? ¿A qué tememos y por qué? Las balas ya son cosa común y esta-mos claros que nada nos pertenece en este mundo.

Y qué puede importarnos estar de acuerdo con mil personas o con una, y para qué darles más argu-mentos para convencerlos que so-mos grandiosos. Lo somos. Debería bastar nuestra propia existencia y las maravillas que podemos lograr, y las veces que podemos romper con el sistema y volverlo a construir.

Por esto es necesario perseguir los imposibles, asumir la utopía irre-nunciable de la que habla Miliani y luchar por ella. Queremos volar, queremos alas... ahora vamos por las alas.

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Zamuro en el gallinero

DeDicaDo a la Granja inteGral Saraí reServorio De eSperanzaS

Carlos Julio Ojeda Aponte

Todo comenzó como una maña-na cualquiera del mes de abril, en la finca de Doña Micaela, ella tenía una casita rural muy bonita en una lomi-ta cerca del caño la Arenosa, desde la carretera se veía su jardín de flo-res y un bonito Araguaney, que ya estaba presto a regalar sus amari-llos, con la llegada de los primeros chubascos.

Micaela tenía en su parcela un co-nuco lleno de ajo en rama, culantro de monte, cebollín, ají, pimentón, topocho, plátano y algunas plantas medicinales como toronjil y romero; también tenía un patio lleno de na-ranjitas criollas, limones, matas de coco y guayabas; todo lo del campo le gustaba, pero había algo que era su verdadera pasión: su gallinero, y vaya que le ponía pasión, cada ma-ñana al recoger sus huevos, Micaela saludaba a sus gallinitas una a una, por su nombre, y le pedía permiso para sacar sus huevos, los cuales comía con su familia y vendía en la bodega del Tío Nepomuceno.

Los huevos de Micaela eran muy

buscados, por su excelente sabor, pues ella las alimentaba de forma natural, con maíz, coco, caña picadi-ta y hojitas de naranjillo, no le daba alimento concentrado pues no tenía mucha plata y como ella decía: ¡esas vainas modernas no dan gusto!, ¡nada como los huevos de las galli-nas pica tierra!

Micaela no imaginaba, que ese día su gallinero y su vida cambia-rían para siempre, pues estando en la cocina, escuchó un ¡CATAPLAZ, PUN, PUN! sobre el techo del galline-ro, ella se vino corriendo y encontró un Zamurito joven, que en su primer vuelo, había caído encima del techo y rebotado al suelo, al principio Mi-caela se asustó, pero recordó que su abuela le había dicho que cuando un zamuro caía en un gallinero era sinónimo de buena suerte pues se alejaba la peste.

Vaya sorpresa cuando se fijó que el zamurito estaba vivo, tenía la ca-beza pelada, muy chica y algo rojiza, estaba muy golpeado, ella decidió entonces adoptarlo y le puso como

Cuento

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nombre el Negrito, quien empezó a querer a Micaela como su madre.

Claro, lo que no sabía Micaela, y cómo saberlo, era que las gallinas pensaban otra cosa; desde siempre las gallinas sabían que cuando se reunían los zamuros en los cielos, y danzaban como borrachos, era presagio de que algo malo había su-cedido, y los llamaban los ángeles de la muerte, pues se habían dado cuenta que después de morir un ani-mal, al cabo de cierto tiempo, baja-ban los ángeles negros, se reunían a su alrededor, decían sus oraciones secretas bailando, y al ratico no que-

daba ningún rastro del cuerpo.Por eso cuando las gallinas se

dan cuenta que Micaela recoge el zamuro, le decían, ¡Micaela qué es-tás haciendo! ¡mátalo! ¡dale con un palo! ¡de seguro sus hermanos ven-drán por nosotras y desaparecemos! Micaela sorprendida por el ruido de las gallinas, pensó en voz alta: “lo voy a cuidar como a una de uste-des”.

Las gallinas fueron aceptando poco a poco al Negrito, quien se criaba como gallina y le gustaba mucho el maíz y el coco, lo malo era que siempre quería ser el pri-

Cuento

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�mero en comer, y con su tamañote a veces asustaba a las más jóvenes. Micaela decía que desde que había llegado el Negrito, se habían alejado las alimañas del gallinero y las en-fermedades en las gallinas. Negrito se comportaba como una gallina y a pesar de que podía volar nunca lo hacía, (tenía miedo de hacerlo), pues recordaba de aquel tremendo tran-cazo, que casi le cuesta la vida.

Una mañana luego de visitar el gallinero, Micaela se puso su vestido café, y decidió ir a la bodega del Tío Nepomuceno a llevar sus huevos, con la mala suerte que en el camino un camión que venía soplado, pisó una piedra del granzón y esta sa-lió disparada con tanta fuerza, que sin querer le pegó en toda la frente, partiendo su cabeza y ensangren-tando sus cabellos; ella murió casi al instante, pudiendo caminar unos metros a un pajonal que quedaba a un lado de la carretera.

Ese mismo día Negrito quería vol-ver a volar, y decidió emprender su primer vuelo, para ello tomó impul-so y cerró sus ojos, despegando de forma aparatosa y alcanzando poco a poco una sorprendente altura. Ne-grito planeaba en forma de V de una manera magistral, casi no movía sus alas, y aunque recordaba lo sabroso de su merienda de maíz y coco, a su olfato llegó un particular olor a carne, y le dio un hambre muy rara que no había conocido; enseguida desde lo alto miró una silueta en el suelo, Negrito planeó y bajó rápida-mente aterrizando al costado del ca-dáver de Micaela, al Negrito le crecía

la tristeza, se acercó y le picó sus manos y sus pies con la esperanza de que se levantará, sin embargo el sabor de las picadas, le provocaron muchas ganas de picarlas por todas partes, especialmente en la barriga y en los ojos.

Negrito desesperado miró hacia arriba y vio un montón de zamuros que volaban en zig-zag, él sabia, pues le habían dicho las gallinas, que los ángeles de la muerte se lle-vaban a los animales muertos, por eso pensó un poco y depositó su excremento alrededor de Micaela, y en un vuelo desesperado, voló muy muy alto, y se vino volando hacia abajo como una flecha, chocando contra una estaca filosa de un gua-yabo, partiendo su corazón en dos.

Al rato llegaron unos zamuros y al ver los cuerpos los rodearon, en-seguida un zamuro completamente negro y muy grande, líder de la ca-rroña, los aparta y les grita fuerte: !él ya no era uno de nosotros! ¡es una gallina! ¡comamos de su carne y dejemos a la doña tranquila, ella está marcada como alimento pro-hibido, algo malo debe tener! este zamuro tenía alma de gallina pero su corazón era de todo un guerre-ro, pensó el zamuro negro; al rato encontraron a Micaela enterita pues ningún zamuro comió de su carne, dándole cristiana sepultura.

Desde ese día, cada vez que lle-ga un zamuro a un gallinero en el llano, se dice que es símbolo de bue-na suerte y protección contra las en-fermedades.

Cuento

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MonóloGo interno

Acerca de Víctor

Vanessa Pereira

¿Cómo puedo hacer este cuento interesante? ¿Hago que Víctor sea hijo de unos padres ricos, que nunca tuvieron suficiente tiempo, y que de alguna extraña manera termine en la ca-lle? ¿Escribo sobre un pasado oscuro? ¿O mejor le doy a mi personaje un pasa-do lleno de optimismo y luz, y que, sin darse cuenta, entra en una etapa oscura, de dro-gas, vicios y putas; y acaba en la calle?

¿Qué día fue que lo vi? ¿El martes o el jue-ves de la semana pasa-da? No recuerdo cómo era su camisa. Sé que el pantalón era gris. Esto lo acoto para describirlo. En un buen cuento la descrip-

Cuento

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� Cuento

ción es fundamental. Sí, era gris el pantalón.

Los libros que estaba vendiendo. Joaquín dijo que era un buen dato leer los títulos de los libros que el señor Víctor vendía. No recuerdo, sólo sé que había uno que llamó mi atención. Se llamaba La Casa de las Muñecas, y era una obra de teatro. Sé también que estaba Madame Bo-vary, pero que no la compré porque no sabía que era una obra taaaaan importante, hasta que el otro día el señor escritor fue hasta el taller y habló largo rato del libro. Y también recuerdo el libro que compré: Poe-sías Completas de César Vallejo.

El gato. Sé que era blanco. Es-cuché decir que el señor Víctor vivía con varios gatos, pero la vez que lo visité sólo vi uno. Blanco. Muy lin-do. Se paseaba sobre los libros y los lamía. Quizá le gustaba el sabor de las páginas viejas. O quizá su len-gua disfrutaba de absorber la sa-biduría de todos aquellos autores. Quizá era un gato extraordinario, especial, súperdotado, no sé.

Ok Vanessa, focus. El señor Víctor. Estaba sentado,

vestido de chemisse y pantalón gris. Sentado sobre su silla. Viendo lejos, como dicen por ahí. Sin importarle lo que pasaba a su alrededor. Yo sé que yo no le importaba ni un poco. Nada. Estoy segura de que no sabía que yo estaba allí. ¿Qué habrá esta-do pensando? ¿Habrá estado recor-dando algo? Me intriga saber qué era. Sé que en mí no estaba pensan-do. Quizá cantaba una canción para sus adentros. Quizá la canción que

le cantaba su mamá para dormirlo, o quizá el himno nacional. ¿Será que el señor Víctor tiene mamá?, ¿pero si tiene mamá cómo terminó en la calle?.

Su cabello blanco, parece de ju-guete su pelo blanco. Es demasiado blanco. Es tieso, duro. Sé que para que lo tenga tan duro debe haber pasado mucho tiempo sin lavarlo; pero a la vez es muy blanco, muy puro, pues, muy blanco puro.

Su hablar. A pesar de lo cortante que fue, me trató bien. Cuando le pregunté el precio del libro de Cé-sar Vallejo me dijo que lo buscara en la portada. Y ahí estaba el precio. Así que loco no está. Si estuviera loco me hubiese dicho otra cosa o no me hubiese dicho donde estaría el precio. Le pagué y me fui cami-nando lentamente para poder verlo un poco mejor. No sé por qué me intimidaba un poco verlo a los ojos directamente.

Al caminar unos cuantos pasos, me detuve a observarlo de lejos. Se ve bien. Víctor está bien. Creo que es feliz allí con sus libros y gatos. Creo que disfruta más de la compa-ñía de los gatos que de los seres hu-manos. Los seres humanos apesta-mos más que los gatos. Un gato no miente, un gato no mata, un gato no engaña. Creo que Víctor es muy inteligente.

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�Cuento

La isla de las hormiguitas

Joan Camargo

para poder construir su casa tuvo que talar algunas plantas y sacar algo de tierra sobre la superficie de la isla.

Las plantas de la isla atraían también a muchos insectos, los cua-les la hormiguita reina capturaba y aunque todo de ellos se podía co-mer, ante la abundancia que había, sólo se comían lo más sabroso y desechaban el resto, en las hojas de las plantas también se acumulaba el agua, que recogían las hormiguitas en recipientes que fabricaban con los troncos de las plantas , ya que el agua de la laguna era salada y no se podía beber.

Con el tiempo las hormiguitas crecieron, y llegaron otras hormigas reinas que también tuvieron hijos, de manera que hubo que construir más hormigueros y por lo tanto se fueron talando más y más plantas, al hacer esto comenzaron a venir menos animales, y también se re-cogía menos agua, de manera que a medida que la cantidad de hormi-guitas aumentaba, la cantidad de

La hormiguita reina buscaba una nueva casa porque estaba embara-zada y volaba tratando de encontrar un buen lugar para tener a sus hi-jitos, en la búsqueda y confiada de sus alas cruzaba una laguna, que para la hormiguita reina por ser tan pequeña parecía un océano , pero entonces sucedió que justo a la mi-tad de la laguna vino una ráfaga de aire y le hizo perder el control y muy asustada se desplomó hacia la laguna.

Por suerte no cayó en la laguna, porque ella no sabía nadar, sino que aterrizó sobre un peñón de tierra, cubierto de plantas, que sobresalía de la laguna y que parecía una gran isla, la cual le consideró que era un lugar acogedor para ella y para sus hijos.

No hubo mayores daños, sólo se quebró las alas, por lo que la hormi-guita no podía volver a volar, mas no se entristeció por esto y comenzó a trabajar, construyó su casa pronto, para ello excavó una pequeña caver-na y allí nacieron sus hijos, aunque

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�0 Cuento

alimento y comida disminuía.La situación se hacía cada vez

más dura, en la isla de las hormigui-tas, al punto que estaban todas tris-tes y malhumoradas, no sabían que hacer, no tenían a donde ir para bus-car más agua y comida.

Entonces, una hormiguita, la más chiquitica de todas, de pron-to tuvo una idea, dijo:- ¡No talemos más plantas!, y luego que dijo esto la idea corrió por todos lados re-volucionando la isla, las hormigas reinas de todos los hormigueros se reunieron y las hormigas mayores les llevaron la idea, y luego las rei-nas en una gran reunión en don-de asistieron todas las hormiguitas anunciaron las medidas, la hormiga reina más vieja de todas tomó la pa-labra y dijo:- ¡No talaremos más, porque necesitamos más plantas!

Luego se organizó una serie de cambios en el comportamiento de las hormiguitas para poder resca-tar las plantas que aún quedaban, lo primero que se planteó fue darle un nombre a la isla que le recordara a las hormiguitas que no debían ha-cerle daño, una de las hormiguitas más estudiosas propuso: -llamémos-la Pachamama que significa Madre Tierra-, a lo que todas las hormigui-tas asintieron y así quedó bautizada la isla de la hormiguitas.

Comenzaron a reunir los recipien-tes de agua y a reutilizarlos, ya que antes eran desechables, es decir los usaban una vez y luego los botaban, ahora se había decidido usarlos tan-tas veces como pudieran el mismo recipiente, con la tierra que se había

arrojado como producto de la cons-trucción de los hormigueros se cu-brieron los desperdicios orgánicos, y con el tiempo como producto de esto se obtuvo una tierra muy negra, que hacía muy felices a las plantas y las hacía crecer muy fuertes y vigo-rosas cuando las colocaban sobre sus raíces, de nuevo las hormiguitas más sabias decidieron llamar a esta tierra compost y a los sitios donde la obtenían los llamaron composteros, los cuales se hicieron muy popula-res en la isla.

Se recogieron semillas, y se cul-tivaron en viveros para luego plan-tarlas en todos los espacios dispo-nibles en la isla, además también se acordó que había que proteger a los animales de los que se alimenta-ban, cazando sólo los que necesita-ban, comiéndoselos completamente para que nada se desperdiciara, y así al poco tiempo crecía lentamente el número de animales que llegaban a la isla.

El agua se almacenó y se usó con más cuidado, ya no jugaban con ella ni la tiraban, sino que se usaba para regar las plantas y sólo lo que cada hormiguita necesitaba, de manera que se contaba con una reserva se-gura de agua.

Con el tiempo la isla pachamama estuvo de nuevo verdecita, las hor-miguitas fueron más prudentes en cuidar su isla, sus plantas, sus ani-males y su agua ya que todos eran indispensables para poder vivir .

Comprendieron las hormiguitas que sólo serían felices si su isla pa-chamama estaba feliz.

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��Cuento

Cuando la cordura estorba

Miriam Matey

do el frescor de la tarde, pero él, de manera amable, se excusa; quiere seguir mirando lo que hasta ahora, pero no puede, quedó prendado. En-trega todo aquello que la satisface, material o inmaterial, para conser-varla a su lado. Los sacrificios van más allá de lo normal, pero no con-sigue nada a cambio; sólo desamor y perfidia. Ella toma sus maletas, bota al tiempo todos esos años vividos, y mete en su cartera un poco de fres-cura, para no olvidar el verdor, único recuerdo agradable; y se marcha.

Él se queda, amándola aún, y hasta quién sabe cuándo; mirando la hiedra aferrarse, con sus hojas verdinegras,… su espeso follaje…

Desde la puerta de su jardín él cavila; es una tarde fresca de insec-tos impertinentes volando en el cielo desnudo de aquella casa de campo. Los mosquitos, posados en su nariz, provocan una dulce ira, incapaz de romper con su ciclo de vida; y las matas se mueven con sumo cuida-do para no hacer ruido e irrumpir inoportunas en el descanso del amo. Al tirar la vista a un costado, nota que la hiedra se anuda cada vez más entre sus ramas, formando inextri-cables caminos verdes, pero trepa-dora, como siempre, ahogando los grandes murales del sitio. Sin em-bargo, esboza una sonrisa nostálgi-ca, y sin más, sigue observando…

El vestido azul de encajes marca-ba sus curvas, y las sandalias tonifi-caban los músculos de sus piernas, embelleciéndolas; vino hasta él para ver si algo se le ofrecía, aprovechan-

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�� Cuento

tristeza, ¡pobre perro! por qué no lo recogen y lo entierran como debe-ría hacerse, así como aquel sueño en donde Moría mi hijo de 5 meses y lo vistieron y el Ataúd estaba en mi cuarto, afortunadamente tan sólo fue un sueño, mi hijo antes de mi ac-cidente solía dormir a mi lado todas las noches, la última vez que lo vi fue en ese sueño…¿Dónde estará mi hijo?.

VegetalAnthony Marte

La amortiguada caída dejó su huella, y de no haber sido por el pe-rro hubiera sido peor, pobre animal a estas alturas estará dejando fluir su pestilencia por toda la vereda, la calle adyacente estará igual de inun-dada con la fetidez del animal que tiene una semana póstuma sin ser removido como de costumbre, hasta que se desaparezca entre la tierra, y yo sigo aquí un poco cojo e imagi-nando mi caída en uno y otro sueño lo curioso es que despierto sudado y muy agitado en el piso al lado de la cama, si sigo así nunca me recu-peraré, por eso tomé la decisión de dormir en hamaca, me sentiría más seguro. He intentado preguntarle a mi esposa por qué coño no me hace caso y me muda a la hamaca pero la pobre no me entiende, o es que me ignora, diariamente entra al cuar-to a las 7 exacto, me alimen-ta a las 9 vuelve me baña y cambia el pañal, a las 12 vuelve con la sopa que sabe a diablo desabrido, en la noche me da suero luego me abriga y yo le gri-to busco darle un beso pero me esquiva y eso me depri-me y me obliga a dormirme, y es allí cuando me acuerdo del pobre perro aplastado y me invade la melancolía y la

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��Poesía

Jhon González

No hay prisas, sólo… me gustaría dejar de buscar en mis recuerdos

y comenzar a escribir lo que sigue...

Soñó con ser marinero, pirata, pescador…

Otro sueño que se va desvaneciendo

Desplegó las velas.

Sensación de abrazo perfecto.

Esta bala tiene nombre Y las flores no son solo por su belleza.

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�� Poesía

Daniel de Cullá[email protected]

HAIKUS DEL DIABLO

Recuerdo a mamáLlamándole un día“Ángel del Amor”

DesvanecidaEn un breve instanteEn levitación

De esa oración“elevada la tengoHasta el señor”

Oh, ay, mi señorEl alma tiene barbasComo el confesor

Mentiras santasY más jactancias vanasPerdidita estoy

Aún no me ha dadoLa hostia, y ya me pideLa carnal carne.

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��Poesía

SEIS HAIKUS A PUTA, DIOSA DE LA SELVAY una bella definición

El ParacletoConsolador de fielesA la par, al par.

En paradetaEl cazador a espera.Fachenda al caz.

Presa de ríoOra carne en el papoY mucha pluma.

En gallineroDoncella de parajePara en loco.

ParaseleneEn mascarón de proaDevana el hilo.

Oro en polvo:Ayer puta, hoy comadre.A esta hora.

Bella definición:“ Oración. Súplica o deprecación dirigida a las potencias extraterrenas (*), que entre los cristianos , sólo son dios, la virgen y los santos, y en otras sectas y religiones, diversas entidades tenidas por divinas”. – Calleja. Diccionario manual Enciclopédico ilustrado de la Lengua Castellana. Madrid 1918(*) En 1918 es la 1ª vez que leemos sobre lo extraterreno, extraterrestre.

Daniel de Cullá, de origen castellano aragonés. Poeta, escritor, pintor y fotógrafo, miembro fundador de la revista literaria Gallo Tricolor. Es miem-bro de la Asociación Colegial de Escritores de España. En la actualidad par-ticipa en espectáculos que funden poesía, música y teatro. Dirige la revista de Arte y Cultura ROBESPIERRE, moviéndose entre Burgos, Madrid y North Hollywood (USA).

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�� Poesía

Manuel Arduino (ARGENTINA)

A la majada

Coincidimos exactamente en todo, razón más que suficiente para partir. Los lazos más tenaces se columpian en el ombligo, Las ligaduras, las teclas, las sufridas amalgamas. Recoger las velas, subir a la barca Y echarse a dormir al ruido de la majada Que desató un chaval desacostumbrado: Con su mano del destino atajó un puñal Una vez ensangrentado el azul paroxismo. Fuera de uno mismo, de su propio cadalso, Nadie se encuentra con su particular plegaria. Las mieles son cuestión de viajes a la luna, La luna que nunca baja de su cripta en el almario Por temor al avispero de pasiones y de colores Que habitualmente desovillamos en las fundas de la almohada Y bajo el cual, sonámbulos, nos enajenamos. Si acaso fuera suficiente el coleccionar triángulos, pequeños galápagos.

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��Poesía

El viento

Estoy extenuado, Me caí de la giba del dromedario. Había subido en busca de un poco de viento Y el bostezo de la bestia me abatió. A veces la función del viento La ejecuta crípticamente un bostezo. De una u otra forma la función me habría derribado En el primer alto de mi ascensión a la giba. Cuento las cuitas de mi desierto Porque deseo que otros me dicten las historias Del pantano, del bosque de farrapos. De cada danzante en la tonsurada tierra Hay surtidores de crueles leyendas, guiños incultos, Pero mi alado dromedario sólo atina a bostezar Y el viento parece decidido a devenir en leyenda A través de la roja boca del animal inexacto. Otros vientos planetarios me fabularán Al oído acerca de la paz en la paciencia. Acerca de otros suspiros, de otras brisas dérmicas, Por lo menos hasta que me termine de acomodar A la bestia que se ha contagiado Y que tiene aires como para llegar muy lejos Con el crepitante simún de los ancestros Que administra entre los labios como dardos. Que dosifica entre los dientes como biberones de pienso.

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