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cuento la princesa y el estanque
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Universidad militar nueva granada
Ricardo Poveda
Cuento
La Princesa y el Estanque.
Mariela Quintero
Herramientas para la expresión escrita.
01/10/2014
LA PRINCESA Y EL ESTANQUE
Érase una vez, en el Reino de Limbo Sagital, paz y armonía. En aquel Reino, vivía
la Princesa Helena. Todos en el Reino la reconocían, no sólo por ser la Doncella,
sino porque era una niña muy tierna y bella. Con un cabello mono y un resplandor
como del sol, tan valioso como el oro, con unos ojos verdes casi igual a las hojas
del bosque en verano y su piel, blanca y pura como la nieve.
Con el paso de los años, la Princesa Helena fue creciendo y por ende, fue
cambiando, ya que se fue llenando de orgullo y se hacía más engreída por su
belleza. Tanto así, que los pobladores de Limbo Sagital la rechazaban por sus
actitudes.
Un día, la Princesa se chocó en la plaza principal con una anciana, y dijo:
“¡¿Cómo se atreve a tocarme una persona tan horripilante?!”. La mujer, al ver ésta
reacción, simplemente la miró con desprecio y se retiró. Lo que la Princesa no
sabía, es que aquella anciana era la bruja del Reino. Cuando la bruja llegó a su
caverna, preparó una trampa para así darle una lección a la engreída dama.
Días después de lo ocurrido, la Soberana Helena recibió una carta, en la cual era
citada por un admirador secreto al estanque de las aguas puras, ubicado en las
fronteras del Reino.
Ella, sin duda alguna se acicaló y embelleció para su cita, pues creía que
encontraría al Príncipe de sus sueños, pero no sabía lo que le esperaba.
Cuando llegó, que sorpresa se llevó. No había nadie, pero encontró una carta que
decía:
“Hermosa princesa,
En este estanque encontrarás,
Un regalo que te dará,
Una belleza sin igual.”
Maravillada, miró en el estanque y se encontró con un collar de perlas preciosas.
Cuando lo tomó y se lo puso en su cuello, una fuerza sobrenatural la capturó en el
reflejo del estanque. Y ¡Oh sorpresa!, apareció la Bruja y riendo exclamó:
“¡Ja ja ja
Por tu orgullo y tu vanidad,
atrapada quedarás!”
Helena estaba anonadada con lo ocurrido; ahora estaba en una cárcel de agua, y
la prisión era su reflejo. Fue en esos momentos, cuando reconoció su error. Por
tantos años, fue tan vanidosa, engreída y egocéntrica, que se perdió la
oportunidad de conocer su pueblo, su gente y su familia. Asimismo, aceptó que la
belleza que realmente importa es la interior y está por encima de todo.
Pasaron los días, y al notar la desaparición de la Princesa, todos entraron en
alerta y comenzaron a buscarla, dando una recompensa por información de su
paradero o por su ubicación. Así fue como el valiente Caballero se animó, para
entonces emprender en su búsqueda. Buscó y buscó, pero poco encontró.
Agotado, se acostó en un estanque, nada más ni nada menos que en el estanque
de las aguas puras. Fue de este modo como encontró a su Majestad, pues al
tomar de esta agua, la vio en su reflejo. “Debo estar loco”, dijo. Ella saludándolo
con gracia, lo sorprendió, y empezó a contarle todo lo ocurrido, para finalmente
transmitirle su arrepentimiento y deseo de comenzar desde cero con los demás. El
caballero, maravillado, tomó el collar de perlas que estaba sumergido en el
estanque y con su espada lo destruyó y de esta manera el hechizo se rompió.
Finalmente, la Princesa se liberó y volvió con su gente. Prometió cambiar y ser
más cordial con todos, mientras que el Caballero prometió lealtad y de ahí nació
un amor. Tiempo después se casaron, y el Reino vivió una extensa era de paz y
felicidad, y todos vivieron felices por siempre.