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Andrea Ciliberti
Había una vezuna rana quequería ser unaRana auténtica, ytodos los días seesforzaba en ello.
Al levantarse sedecía a sí mismo,que sin discusión,debe ser la mejorrana que hayaexistido en la tierra.
Un buen día se compró un espejo en
el que se miraba largamente
buscando su ansiada autenticidad.
Unas veces parecía encontrarla y
otras no. Todo dependía del humor de
ese día o de la hora.
Después de varias semanas se cansó
de verse en el espejo y encontrarse
siempre algún defecto que hacía
sentirlo menos ante las demás ranas.
Así que sin pensarlo, tomó aquél
inmenso espejó y lo abandonó en un
retirado rincón de su casa para no
verse más en él.
Pensó y pensó por largo tiempo qué
hacer para ser una rana auténtica,
hasta que por fin dio con la respuesta.
La única forma de
conocer su propio
valor estaba en la
opinión de la gente,
así que se decidió
aventurarse a salir
de aquél charco.
Aunque sin olvidar peinarse y
vestirse
Antes de salir, ya que era muy
presumida.
Luego de pasar varias horas
arreglándose, como si fuera a un
festín, apresuró a salir de aquella
agua
oscura que dividía su mundo del
de los demás.
Al cabo de pocos minutos estaba en
tierra firme dispuesta a hacer todo lo
que estuviese a su alcance para ser
una rana auténtica.
Caminó y caminó por todos los
rincones del Central park para desfilar
ante las personas que por allí
pasaban…
Así que decidió desvestirse (porque
no le quedaba otro recurso) para
saber si los demás la aprobaban y
reconocían que era una Rana
auténtica.
Pero no
logró
llamar la
atención de ellos.
Un día logró observar que lo que los
demás admiraban de ella era su
cuerpo, especialmente sus piernas.
Así que de manera fugaz se dedicó a
hacer sentadillas y a saltar para tener
unas ancas cada vez mejores, y sentía
que todos la aplaudían.
Final
gourmet
Final cuento
de hadas
Y así siguió haciendo hasta que,
dispuesta a cualquier cosa para lograr
que la consideraran una Rana
auténtica, entró a un restaurant.
En él, las ranas se dejaban arrancar
las ancas mientras los otros se las
comían.
Ella todavía alcanzaba a oír, con
amargura, cuando la gente que allí se
encontraba decía:
- ¡Qué buena rana, parece pollo!
Final cuento de
hadas
Al cabo de unos días, después de que
la rana tenía aquel cuerpo como si
fuese a concursar como
fisicoculturista, se acercó a él una
hermosa jovencita que creía en los
cuentos de hadas donde una rana se
convertía en el más apuesto príncipe.
La rana al ver quesus ejerciciosdieronresultados, nodudó enacercarse a esajoven que teníasu mirada puestaen él.
Se montó en loshombros deaquella joven ysin dudar ella lobesó.
La magia de los cuentos si resultó y
de aquella rana fea apareció el más
apuesto hombre que nunca existió.
Final gourmet