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2012 Magisterio Educación Primaria | David Labarga Gutiérrez PROYECTO CUENTO CONTIGO CUENTOS DE HADAS

CUENTOS DE HADAS

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2012

Magisterio Educación Primaria | David Labarga Gutiérrez

PROYECTO

CUENTO

CONTIGO CUENTOS DE HADAS

CUENTOS DE HADAS 2012

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EL JARDIN ENCANTADO

Había una vez un príncipe que se sentía muy solo y cada tarde salía al

jardín de su castillo a escribir poemas sin descubrir que un hada lo miraba

todas las tardes escondida detrás de las flores.

El príncipe no se detenía a contemplar la belleza de su jardín porque siempre

estaba con la cabeza agachada escribiendo sus lamentaciones.

Un día, aburrido de hacer siempre lo mismo se le ocurrió la idea de cortar

todas las plantas y las flores de su jardín para hacer una piscina más grande

que la que tenía, así que escogió a cinco de sus siervos para que lo

destruyeran.

El hada del jardín cuando vio que los siervos venían a destruir el jardín se

puso en contacto con todos los árboles y con todas las flores para que no se

dejaran cortar.

En ese instante el jardín cobró vida y mágicamente los árboles empezaron a

sacar sus brazos de ramas y dándoles azotes a los siervos los tiraban al suelo.

Las flores se unieron a la batalla y comenzaron a utilizar sus dulces

fragancias y sus lindos colores para atraer a los insectos los cuales llegaron

por aire y tierra. Y picándoles por todo el cuerpo le produjeron hinchazón en

la piel.

Los siervos salieron del jardín corriendo y muy asustados le contaron lo

sucedido al príncipe Pablo.

El príncipe sorprendido les explicó que donde hay flores es natural que

encuentren insectos, y que las ramas de los árboles se mueven por el viento

que sopla.

Pero para salir de dudas envió a otros siervos al jardín para que lo

destruyeran.

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Cuando los siervos llegaron al jardín todas las flores muy enojadas

comenzaron a dispararles polen en diminutas células masculinas en forma

de huevos, desencadenando picor de ojos, lagrimeos, picor nasal y estornudos.

Los siervos se marcharon corriendo y le contaron lo sucedido al príncipe,

pero el príncipe les explicó que es natural que el polen de las flores produzca

alergia a algunas personas.

Después el príncipe llamó a sus consejeros biólogos para que fueran y

miraran si veían algo extraño en su jardín, pero éstos cuando llegaron al

jardín sólo observaron la hermosura de las flores y el verde de los árboles.

Luego fueron donde el príncipe y le comunicaron que todo estaba en

perfecta armonía.

Al día siguiente el príncipe fue al jardín como cada tarde a escribir poemas y

al levantar la cabeza por un segundo vio una figura entre las flores parecida

a la figura de una mujer y comenzó a caminar hacia las flores para ver qué

era lo que se escondía.

El hada asustada permanecía agachada detrás de las flores hasta que llegó

el príncipe y la descubrió.

El hada, con cuerpo escultural, larga y negra cabellera, ojos verdes, rostro

fino, labios llenos, olor agradable y con hermosa sonrisa se puso de pie y

le dijo:

_ ¡Hola Príncipe Pablo, quiero que sepas que no he dejado que destruyas el

jardín porque las flores son la sonrisa del planeta y hay que hacer que el

planeta continúe sonriendo!

El príncipe Pablo sorprendido y feliz, la miró a los ojos y le dijo:

_ ¡Gracias hermosa hada, te prometo que cuidaré de mi jardín y de toda la

naturaleza!

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El hada y el príncipe se enamoraron, se casaron y fueron muy felices.

FIN

CUENTO DE EL HADA Y LA SOMBRA

Hace mucho, mucho tiempo, antes de que los hombres y sus ciudades

llenaran la tierra, antes incluso de que muchas cosas tuvieran un nombre,

existía un lugar misterioso custodiado por el hada del lago. Justa y generosa,

todos sus vasallos siempre estaban dispuestos a servirle. Y cuando unos

malvados seres amenazaron el lago y sus bosques, muchos se unieron al hada

cuando les pidió que la acompañaran en un peligroso viaje a través de ríos,

pantanos y desiertos en busca de la Piedra de Cristal, la única salvación

posible para todos.

El hada advirtió de los peligros y dificultades, de lo difícil que sería

aguantar todo el viaje, pero ninguno se asustó. Todos prometieron

acompañarla hasta donde hiciera falta, y aquel mismo día, el hada y sus 50

más leales vasallos comenzaron el viaje. El camino fue aún más terrible y

duro que lo había anunciado el hada. Se enfrentaron a bestias terribles,

caminaron día y noche y vagaron perdidos por el desierto sufriendo el

hambre y la sed. Ante tantas adversidades muchos se desanimaron y

terminaron por abandonar el viaje a medio camino, hasta que sólo quedó

uno, llamado Sombra. No era el más valiente, ni el mejor luchador, ni

siquiera el más listo o divertido, pero continuó junto al hada hasta el final.

Cuando ésta le preguntaba que por qué no abandonaba como los demás,

Sombra respondía siempre lo mismo “Os dije que os acompañaría a pesar de

las dificultades, y éso es lo que hago. No voy a dar media vuelta sólo porque

haya sido verdad que iba a ser duro”.

Gracias a su leal Sombra pudo el hada por fin encontrar la Piedra de Cristal,

pero el monstruoso Guardián de la piedra no estaba dispuesto a entregársela.

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Entonces Sombra, en un último gesto de lealtad, se ofreció a cambio de la

piedra quedándose al servicio del Guardián por el resto de sus días…

La poderosa magia de la Piedra de Cristal permitió al hada regresar al lago

y expulsar a los seres malvados, pero cada noche lloraba la ausencia de su

fiel Sombra, pues de aquel firme y generoso compromiso surgió un amor más

fuerte que ningún otro. Y en su recuerdo, queriendo mostrar a todos el valor

de la lealtad y el compromiso, regaló a cada ser de la tierra su propia sombra

durante el día; pero al llegar la noche, todas las sombras acuden el lago,

donde consuelan y acompañan a su triste hada.

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DOS DUENDE Y DOS DESEOS

Hubo una vez, hace mucho, muchísimo tiempo, tanto que ni siquiera el

existían el día y la noche, y en la tierra sólo vivían criaturas mágicas y

extrañas, dos pequeños duendes que soñaban con saltar tan alto, que

pudieran llegar a atrapar las nubes.

Un día, la Gran Hada de los Cielos los descubrió saltando una y otra vez,

en un juego inútil y divertido a la vez, tratando de atrapar unas ligeras

nubes que pasaban a gran velocidad. Tanto le divirtió aquel juego, y tanto

se rio, que decidió regalar un don mágico a cada uno.

- ¿Qué es lo que más desearías en la vida? Sólo una cosa, no puedo darte

más - preguntó al que parecía más inquieto.

El duende, emocionado por hablar con una de las Grandes Hadas, y ansioso

por recibir su deseo, respondió al momento.

- ¡Saltar! ¡Quiero saltar por encima de las montañas! ¡Por encima de las

nubes y el viento, y más allá del sol!

- ¿Seguro? - dijo el hada - ¿No quieres ninguna otra cosa?

El duendecillo, impaciente, contó los años que había pasado soñando con

aquel don, y aseguró que nada podría hacerle más feliz. El Hada,

convencida, sopló sobre el duende y, al instante, éste saltó tan alto que en

unos momentos atravesó las nubes, luego siguió hacia el sol, y finalmente

dejaron de verlo camino de las estrellas.

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El Hada, entoces, se dirigió al otro duende.

- ¿Y tú?, ¿qué es lo que más quieres?

El segundo duende, de aspecto algo más tranquilo que el primero, se quedó

pensativo. Se rascó la barbilla, se estiró las orejas, miró al cielo, miró al

suelo, volvió a mirar al cielo, se tapó los ojos, se acercó una mano a la oreja,

volvió a mirar al suelo, puso un gesto triste, y finalmente respondió:

- Quiero poder atrapar cualquier cosa, sobre todo para sujetar a mi amigo.

Se va a matar del golpe cuando caiga.

En ese momento, comenzaron a oír un ruido, como un gritito en la lejanía,

que se fue acercando y acercando, sonando cada vez más alto, hasta que

pudieron distinguir claramente la cara horrorizada del primer duende ante

lo que iba a ser el tortazo más grande de la historia. Pero el hada sopló sobre

el segundo duende, y éste pudo atraparlo y salvarle la vida.

Con el corazón casi fuera del pecho y los ojos llenos de lágrimas, el primer

duende lamentó haber sido tan impulsivo, y abrazó a su buen amigo, quien

por haber pensado un poco antes de pedir su propio deseo, se vio obligado a

malgastarlo con él. Y agradecido por su generosidad, el duende saltarín se

ofreció a intercambiar los dones, guardando para sí el inútil don de atrapar

duendes, y cediendo a su compañero la habilidad de saltar sobre las nubes.

Pero el segundo duende, que sabía cuánto deseaba su amigo aquel don,

decidió que lo compartirían por turnos. Así, sucesivamente, uno saltaría y el

otro tendría que atraparlo, y ambos serían igual de felices.

El hada, conmovida por el compañerismo y la amistad de los dos duendes,

regaló a cada uno los más bellos objetos que decoraban sus cielos: el sol y la

luna. Desde entonces, el duende que recibió el sol salta feliz cada mañana,

luciendo ante el mundo su regalo. Y cuando tras todo un día cae a tierra, su

amigo evita el golpe, y se prepara para dar su salto, en el que mostrará

orgulloso la luz de la luna durante toda la noche.

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EL HADA SIN ALAS

Adalina no era un hada normal. Nadie sabía por qué, pero no tenía alas. Y eso que era la princesa, hija de la Gran Reina de las Hadas. Como era tan pequeña como una flor, todo eran problemas y dificultades. No sólo no podía volar, sino que apenas tenía poderes mágicos, pues la magia de las hadas se esconde en sus delicadas alas de cristal. Así que desde muy pequeña dependió de la ayuda de los demás para muchísimas cosas. Adalina creció dando las gracias, sonriendo y haciendo amigos, de forma que todos los animalillos del bosque estaban encantados de ayudarla.

Pero cuando cumplió la edad en que debía convertirse en reina, muchas hadas dudaron que pudiera ser una buena reina con tal discapacidad. Tanto protestaron y discutieron, que Adalina tuvo que aceptar someterse a una prueba en la que tendría que demostrar a todos las maravillas que podía hacer.

La pequeña hada se entristeció muchísimo. ¿Qué podría hacer, si apenas era mágica y ni siquiera podía llegar muy lejos con sus cortas piernitas? Pero mientras Adalina trataba de imaginar algo que pudiera sorprender al resto de las hadas, sentada sobre una piedra junto al río, la noticia se extendió entre sus amigos los animales del bosque. Y al poco, cientos de animalillos estaban junto a ella, dispuestos a ayudarla en lo que necesitara.

- Muchas gracias, amiguitos. Me siento mucho mejor con todos vosotros a mi lado- dijo con la más dulce de sus sonrisas- pero no sé si podréis ayudarme.

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- ¡Claro que sí! - respondió la ardilla- Dinos, ¿qué harías para sorprender a esas hadas tontorronas? - Ufff.... si pudiera, me encantaría atrapar el primer rayo de sol, antes de que tocara la tierra, y guardarlo en una gota de rocío, para que cuando hiciera falta, sirviera de linterna a todos los habitantes del bosque. O... también me encantaría pintar en el cielo un arco iris durante la noche, bajo la pálida luz de la luna, para que los seres nocturnos pudieran contemplar su belleza... Pero como no tengo magia ni alas donde guardarla... - ¡Pues la tendrás guardada en otro sitio! ¡Mira! -gritó ilusionada una vieja tortuga que volaba por los aires dejando un rastro de color verde a su paso.

Era verdad. Al hablar Adalina de sus deseos más profundos, una ola de magia había invadido a sus amiguitos, que salieron volando por los aires para crear el mágico arco iris, y para atrapar no uno, sino cientos de rayos de sol en finas gotas de agua que llenaron el cielo de diminutas y brillantes lamparitas. Durante todo el día y la noche pudieron verse en el cielo ardillas, ratones, ranas, pájaros y pececillos, llenándolo todo de luz y color, en un espectáculo jamás visto que hizo las delicias de todos los habitantes del bosque.

Adalina fue aclamada como Reina de las Hadas, a pesar de que ni siquiera ella sabía aún de dónde había surgido una magia tan poderosa. Y no fue hasta algún tiempo después que la joven reina comprendió que ella misma era la primera de las Grandes Hadas, aquellas cuya magia no estaba guardada en sí mismas, sino entre todos sus verdaderos amigos.