14

Cuentos de terror

Embed Size (px)

DESCRIPTION

 

Citation preview

Page 1: Cuentos de terror
Page 2: Cuentos de terror

Cuentos de terror…

1- MI PABELLÓN

2- ESCONDIDO

3- OBLIVION

Andrés Girón

Page 3: Cuentos de terror

MI PABELLÓN

He trabajado en un hospital psiquiátrico penitenciario por diez años ya, y sinceramente puedo decir que no cambiaría mi trabajo por nada en el mundo. Con esfuerzo cualquier rehabilitación es factible, y creo que la justicia verdadera puede ser servida.

Recuerdo vívidamente mi primer día, cuán aterrado estaba por hacer la jornada nocturna. Cuán intranquilo me ponía al caminar ese corredor largo, oscuro y silencioso. Nunca se te olvida la frase que escuchas en tu primer día: «Vista abajo, sigue derecho».

Éste es un hospital bastante viejo y pequeño, diseñado para un tipo especial de pacientes. Sin puertas, sin vidrio.

Sólo barras. De hecho, se cree que el pabellón en sí está encantado. Los pacientes describen a un «demonio» que merodea las celdas por la noche. Pero esto es sólo algo que se les dice a los reclutas nuevos.

Hoy día puedo identificar cuáles reclutas se quedarán y cuáles no. Me intriga ver la manera tan fresca en la que reclutas nuevos manejan ciertas situaciones, y cuán apasionados son para rehabilitar lo innombrable. Necesitarás esa pasión que yo tengo.

No quiero entrar en detalles para respetar la dignidad de algunas personas, pero digamos que he visto a más reclutas irse que quedarse.

Page 4: Cuentos de terror

En este momento me encuentro en mi jornada nocturna sólo con otro guardia, viendo los expedientes de los pacientes una y otra vez. Ésta es la parte aburrida. Me gusta ordenar los fólderes según la gravedad de los crímenes. Se ha vuelto mi segunda naturaleza ahora; te podría enseñar algunos expedientes que fácilmente te harían estremecerte si fueras un recluta nuevo.

Estos pacientes están en mi pabellón. Son extremadamente frágiles, pero increíblemente peligrosos debido a sus crímenes. Si planeas ayudarlos, siempre debes tener eso en mente.

Tomo mis llaves y me adentro en el infame corredor, cerrando la puerta tras de mí.

Está insoportablemente silencioso, y oscuro. La única luz sale de las pequeñas hendiduras que hay en cada celda. Ésta es la parte que muchos reclutas no pueden tolerar. La atmósfera es intensa. Es esencialmente un túnel de ladrillo desgastado, con una fila de animales enjaulados siseando, murmurando… llorando. Sigo derecho y me siento en el suelo, viendo hacia la última celda oscura.

—¿Qué son esas marcas que has tallado en la pared, Martínez?

—¿Por qué no se acerca a las barras, oficial? Apenas puedo verlo sentado ahí en la oscuridad —susurró esto desde lo que pareció ser el fondo de la celda, pero no puedo estar seguro. Sólo hay unos cuantos pacientes aquí, por lo que generalmente está silencioso y sofocante.

—Estoy bien aquí. ¿Esos son los nombres de tus víctimas, Martínez?

No hay respuesta. Se está escondiendo en algún rincón oscuro, lo único que puedo ver con la luz son los rasguños en los ladrillos de la pared, y en su cama.

—¿Cómo voy a saber qué tal te encuentras si no me hablas?

Abro su expediente y comienzo a leer datos cada tanto.

—Dos niños fueron secuestrados de su hogar por la noche y ahogados. Mira lo que le hiciste a sus rostros, ¿te son familiares ahora?

»Una familia abusiva no es excusa; sé lo que tu padre te hizo.

Puedo escuchar un débil murmullo proviniendo de su celda mientras le recuerdo de su infancia.

—¡Yo no hice nada!

—Pero lo hiciste, es por eso que lloras al dormir. ¿Qué es lo que dicen?

—Estaremos juntos pronto. ¡Los observé por meses!

Page 5: Cuentos de terror

Sus sollozos se están poniendo peor, y puedo oír que se mueve, casi como si estuviera gateando por el frío suelo de su celda de un extremo a otro. Su voz está comenzando a irritarme.

—Pero no irás al Cielo, Martínez.

—¡Sí lo haré! Ya me siento muerto, me sentí muerto esa misma noche.

—No estás muerto Martínez, no estás muerto en lo absoluto. Ten.

Deslizo un espejo por debajo de su celda y oigo cómo sus sollozos se vuelven murmullos frenéticos. Aruña las paredes llorando en agonía mientras sigue con su palabrería desagradable.

—¡SILENCIO! ¡CÁLLATE!

—Míralo. Mira tu rostro. ¡Arráncala Martínez, arráncate tu lengua y úneteles!

Retrocedo mientras escucho su insoportable llanto. Prestando más atención puedo oírlo murmurar y maldecir con los dientes apretados, mientras leo su expediente cada vez más rápido.

—¡No puedo! ¡No quiero!

—Si quieres Martínez, ya casi lo logras. ¡Te di un espejo! Usa eso.

Silencio.

Tras diez extenuantes minutos, todo había terminado. Levanté el expediente y regresé, golpeando mi porra contra las barras de las celdas mientras me iba.

Oh sí. No cambiaría mi trabajo por nada en el mundo.

Page 6: Cuentos de terror

ESCONDIDO

El piso de arriba

Cuando era niño mi familia se mudó a una casa vieja y enorme de dos pisos, con espaciosos cuartos vacíos y tablones que rechinaban. Mis padres trabajaban, así que usualmente me quedaba solo al venir de la escuela. Un día que llegaba un poco tarde, la casa todavía estaba oscura. «¿Mamá?», llamé, y la escuché decir con voz cantarina «¿Siiiiiií?» desde el piso de arriba. La llamé de nuevo mientras subía las escaleras para ver en qué habitación se encontraba, y de nuevo me respondió con un «¿Siiiiiií?».

Estábamos redecorando para ese tiempo, y no sabía ubicarme entre ese laberinto de habitaciones, pero ella estaba en una de las más alejadas, al final del pasillo. Me sentí intranquilo, pero supuse que era normal y me dirigí a ver a mi madre, sabiendo que su cercanía apaciguaría mis miedos. Justo cuando tomé la perilla para entrar en la habitación, escuché la puerta principal abrirse y a mi mamá decir, «Cariño, ¿estás en casa?» con una voz alegre. Di un salto hacia atrás, sobresaltado, y corrí hacia las escaleras para ir con ella; pero cuando volteé desde los primeros escalones, la puerta de esa habitación se abrió lentamente haciendo un quejido. Por un breve instante, pude ver algo ahí adentro. No sé lo que era, pero me estaba mirando.

 

El Camino Sin Fin

Page 7: Cuentos de terror

En Corona, California, hubo una vez una carretera conocida por la mayoría de los lugareños como El Camino Sin Fin. Específicamente, el verdadero nombre de la carretera era El paso de Lester. Hoy día, más de veinte años después, el terreno de Corona ha cambiado, y El Camino Sin Fin ya no lo sigue siendo. Sin embargo, hace algunos años, El paso de Lester era un camino sin alumbrado público que las personas aseguraban que nunca terminaba cuando se cruzaba por la noche. Tampoco se volvía a saber de las personas que hacían tales recorridos por el camino.

La leyenda se volvió tan famosa que todos se rehusaban a conducir por El paso de Lester hasta por el día. Una noche, como muchos adolescentes de mi edad, conduje por esa carretera, pero sólo algunos kilómetros, y con los focos de mi auto sí daba la impresión de que nunca terminaba. Asustado, rápidamente decidí regresar, porque de haber continuado el camino seguramente nunca habría regresado.

Los reportes de personas desaparecidas llevaron a la policía local a investigar. El paso de Lester se dividía en un segundo camino para el final, y no había barandillas que lo cercaran. Más allá del segundo camino había un cañón, y al otro lado de éste había otra carretera que se alineaba tan perfectamente con El paso de Lester que, al verse desde el ángulo correcto, especialmente de noche, el cañón desaparecía de vista y la carretera parecía continuar al otro lado. Tras haber investigado el cañón, fueron encontrados varios autos que cayeron a su perdición, con los cadáveres descompuestos de las víctimas aún atrapados en sus asientos.

 

El cuchillo en el maletín

Un día de verano en Southampon, Nueva York, una mujer se detuvo en una estación de gas. Mientras el bombero llenaba el tanque, la mujer le comentó que iba apurada porque tenía que recoger a su hija de clase de arte en East Hampton.

Un hombre vestido formalmente se acercó a su auto y comenzó a hablar con ella. Le explicó que su auto rentado se había descompuesto, y que tenía que atender unos asuntos en East Hampton. Ella le dijo que estaría encantada de llevarlo. El hombre metió su portafolio en la cabina trasera y dijo que iría al baño rápidamente.

Tras un par de minutos, la mujer miró a su reloj y entró en pánico. Condujo de vuelta a la carretera, olvidando que el hombre volvería para acompañarla.

La mujer no se acordó de él hasta que su hija se había subido al auto. ¡Notó el maletín y se dio cuenta de que lo había olvidado! Lo abrió esperando encontrar algún tipo de identificación o medio de contactarlo para que pudiera regresarle sus pertenencias. Lo único que encontró ¡fue un cuchillo y un rollo de cinta adhesiva!

 

Page 8: Cuentos de terror

El viaje en metro

Vivo en el Reino Unido. Una compañera de trabajo se enteró de esto por su novio. Él trabaja con alguien que le contó que la amiga de su hermana se subió al metro para ir a su casa hace algunas semanas. Cuando entró notó que había cinco filas de asientos vacíos, excepto por la última fila, que tenía a tres personas. Como le dio un poco de miedo, se sentó en el lado opuesto a estas personas, a varias filas de distancia. Se acomodó y dirigió su mirada a la mujer que venía con los hombres, que la veía fijamente.

Sacó su libro y comenzó a leerlo, pero cada vez que volteaba a la mujer ésta parecía seguirla viendo. El metro se detuvo en la siguiente estación y se subió un hombre: observó detenidamente el interior del metro, la vio a ella y a las personas en el lado opuesto y se fue a sentar con ella. En tanto el metro partía a la siguiente estación, el hombre se inclinó hacia ella y le susurró en el oído, «si sabes lo que es bueno, te bajarán en la siguiente estación conmigo». Ella estaba helada, pero supuso que lo mejor sería hacerle caso, pues en la siguiente estación habría bastante gente.

Llegaron a la estación y ella se bajó con el hombre, quien empezó a decirle, «gracias a Dios. Lo siento, no quise asustarte, pero tenía que sacarte de ahí. Soy doctor, y la mujer sentada en los últimos asientos estaba muerta y los dos hombres a su lado la habían arreglado». De acuerdo al tipo que contó la historia, la chica y el doctor llamaron a la policía, quienes detuvieron el metro en la siguiente estación.

 

Escondido

¿Por qué lo haces? No sabes por qué, pero lo haces. Te aseguras de que las ventanas estén bien cerradas, revisas al otro lado de la puerta, y tu armario… incluso miras debajo de la cama. ¿Por qué haces eso? ¿Acaso abrir la cortina de la ducha y ver que no hay nada ahí te hace sentir seguro? ¿Acaso escudriñar el área con tu vista luego de leer una historia de terror te hace sentir tranquilo?

Pues, no deberías.

Porque para el tiempo que has mirado, yo ya me he escondido.

OBLIVION

Sus ojos se abrieron de repente. La grisácea claridad de una luz que parecía venir de todas partes hirió sus pupilas. ¿Cuánto tiempo llevaba dormido? No lo sabía con certeza. Su cabeza daba vueltas y sentía los miembros entumidos. ¡Dios, que frío tan horrendo le invadía! Se incorporó, lentamente, y miró, confundido, la habitación en la que se

Page 9: Cuentos de terror

encontraba. ¿No era ese su cuarto de siempre, su lugar seguro? No, no sabía bien cómo, o por qué, pero las cosas se veían… diferentes.

Caminó, lentamente, hacia la puerta. ¡La puerta! ¿Dónde estaba la puerta? El muro desnudo parecía burlarse de su desconcierto. En su lugar, estaba un espejo. El mismo espejo que le vigilaba al dormir. “No te mires”, pensó. “Hagas lo que hagas, ¡no te mires!”.

Casi inmediatamente, se rió nerviosamente de su temor. ¿Por qué no habría de verse en el espejo?, ¿a qué podría temerle? Era sólo su reflejo… ¿O no? Y, sin embargo, no lograba reunir el valor de hacerlo. De alguna manera sentía que no le iba a gustar lo que vería. ¡Todo era tan diferente! Todo lo que lo rodeaba era extraño, como si, por un segundo, casi no pudiera reconocer su propia casa. El hogar que tanto amaba.

Intentó vanamente frotar sus manos para mitigar el frío terrible que le invadía.

“Quizá…”, calculó, mientras se acercaba con pasos vacilantes hacia el gran espejo ovalado que semejaba las fauces de alguna bestia descomunal… “¡NO!”, se escuchó gritarse a sí mismo.

El sonido feroz, casi gutural de su propia voz lo sobresaltó, segundos antes de escuchar el estruendo. ¿Qué había sido eso? Sintió como lentamente el terror profundo a lo desconocido lo invadía en oleadas frías, paralizándolo. ¡Ahí estaba de nuevo! Rumores, ruidos indeterminados se escuchaban por doquier, semejantes a arañazos detrás de las paredes, o al martilleo incesante de un centenar de dedos acechándolo a través de las ventanas…

Por el rabillo del ojo creía ver rostros, difuminados, en movimientos sinuosos; criaturas aformes que se aproximaban hacia él con grandes muecas, sonrisas vacías que lo llenaban de espanto. Sentía manos que rozaban su espalda erizando sus cabellos. Le parecía escuchar la respiración pesada de alguien, o algo que lo espiaba. Así había sido por demasiado tiempo. Más del que podía recordar.

¡Y ese maldito frío!

Cerró los ojos, apretó los dientes e intentó distraerse, cubrió sus oídos con las manos y comenzó a hablarse a sí mismo en voz alta, tratando de recuperar la calma. ¡Había funcionado! Las imágenes aterradoras se habían marchado. No había más ruido que el sonido temeroso de sus propios pasos, avanzando, trastabillando por el pasillo. Sin apenas saber cómo, había logrado salir de su habitación.

Aquí afuera el frío había menguado, haciéndose más sutil; pero el brillo mortecino de la luz que se colaba suavemente por debajo de las puertas y a través de las rendijas formaba sombras y siluetas en las paredes que hacían que un sudor helado y viscoso le empapara la frente y el cuello.

Tuvo la sensación de que no estaba solo.

Page 10: Cuentos de terror

Una repentina corriente de aire agitó con violencia las cortinas llamando su atención hacía el ala de la casa que se hundía más en la penumbra. Un extraño resplandor provenía de aquel rincón. Se acercó conteniendo el aliento, con los músculos tensos, los ojos vidriosos y en la lengua una extraña sensación pastosa.

Y entonces los vio.

Los seres que le habían estado atormentando desde hace tanto tiempo, esos demonios, esas criaturas de sus pesadillas, causantes de aquel frío abismal que le calaba hasta los huesos, estaban reunidas frente a él, haciendo un corro alrededor de una mesa, entonando a una sola voz, con monotonía, esas odiosas palabras que le habían robado el sueño: “Padre Nuestro que estás en los Cielos, Santificado sea Tu nombre”…”¡Bendice Señor esta casa, aleja de ella al espíritu que perturba a los que tienen aquí su hogar, llévatelo lejos a que pague sus culpas y deje en Paz a las personas que aquí moran! Amén.”

Su vista se nublo y una intensa sed de sangre se apoderó de todo su ser. ¿Conque querían echarlo de su hogar, de su refugio? Esta vez, era hora de actuar.

“Ya veremos”, susurró mientras avanzaba flotante y furioso hacia ellos, con una fina sonrisa en sus labios.

El resto fue rápido. ¡Esas criaturas eran tan frágiles! Un poco de fuerza aquí, un movimiento certero acá, y sus cuellos se rompían como delicadas ramas. Algunos —la mayoría— sólo gritaron, otros intentaron huir… los demás no tuvieron tiempo ni siquiera de intentarlo. Sencillamente eran demasiado torpes para entender lo que estaba pasando.

Un montón de cuerpos apilados eran los mudos testigos de la masacre.

¡Ah, qué bien se estaba! ¡Cuánta tranquilidad! Ya no había miedo, no más sombras amenazadoras en las paredes, ni ruidos que perturbaran su descanso. El frío también se había marchado. Ahora sólo le quedaba una intensa hambre…

“Me pregunto si…”, murmuró complacido, mientras arrancaba con ansiedad un trozo de carne.

“Sí. Aún disfruto el sabor de la carne humana”.

Y sonrió.