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Página primera Para intentar descubrirlos debo despertarme en medio de la noche. Me levanto, recorro despa- cio el pasillo. Nunca enciendo las lámparas, llevo en la mano una linterna pequeña. Su resplandor escaso, subrepticio, me ayuda a encontrarlos, a ve- ces. Con el tiempo he comprendido que viven en lo oscuro como nosotros en la luz. Una noche vis- lumbré la figura de un hombre sentado al fondo del salón, leyendo el periódico. Otra vez la linterna me permitió atisbar el cuerpo huidizo de una mu- jer en el recibidor. Otra noche, al pasar ante mi 9

CUENTOS DEL LIBRO DE LA NOCHE - e00-elmundo.uecdn.es · Otra noche, al pasar ante mi 9. cuarto de trabajo, me pareció que había un bulto sentado delante del ordenador. El tiempo

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Página primera

Para intentar descubrirlos debo despertarmeen medio de la noche. Me levanto, recorro despa-cio el pasillo. Nunca enciendo las lámparas, llevoen la mano una linterna pequeña. Su resplandorescaso, subrepticio, me ayuda a encontrarlos, a ve-ces. Con el tiempo he comprendido que viven enlo oscuro como nosotros en la luz. Una noche vis-lumbré la figura de un hombre sentado al fondodel salón, leyendo el periódico. Otra vez la lintername permitió atisbar el cuerpo huidizo de una mu-jer en el recibidor. Otra noche, al pasar ante mi

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cuarto de trabajo, me pareció que había un bultosentado delante del ordenador. El tiempo pasa y yano puedo recordar si alguno de esos habitantes dela casa en la noche ha escrito en mi ordenador lostextos que ahora considero míos.

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Divorcio

La mañana del día en que cumplí los cin-cuenta años, en el momento de afeitarme, enfren-tado con mi imagen en el espejo, se me ocurrió de-cir feliz cumpleaños, y mi imagen me respondió vetea la mierda, imbécil, déjame en paz de una vez. Secomprenderá bien mi estupefac-ción, mientras mi reflejo con-tinuaba manifestando, connuevos insultos, una aver-sión incubada al parecer alo largo de todos nuestrosaños de convivencia. Penséque había sido sólo un in-cidente soñado, pero a par-tir de aquel día, al mirarmeen el espejo, mi imagen nodejó de mostrarme su desa-grado y su rechazo. Aquelladesavenencia absurda, fan-tástica, que ni siquiera podíacontarse, me mortificaba tantoque decidí tapar el espejo con unatoalla y prescindir de él, lo que no es difícil paraquien se peina sin raya, se afeita con maquinillaeléctrica y deja siempre hecho el nudo de la cor-bata. No obstante, a veces levantaba un pico de latoalla para saber si el fenómeno había cesado, pero

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en cuanto mis ojos y los suyos se encontraban, mireflejo repetía sus invectivas y malas palabras con-tra mí. Han transcurrido diez años en los que hedejado de contemplar mi imagen en este espejo yhe procurado no poner los ojos en ninguna super-ficie capaz de reflejarla. Hoy, al cumplir los sesen-ta, he querido saber si subsistía la aberrante repulsa,pero cuando el espejo ha quedado libre de su cober-tura he podido comprobar que no refleja otra cosaque un cuarto de baño vacío. Parece que mi ima-gen me ha abandonado para siempre y, en lugar deentristecerme, me ha invadido una sensación gus-tosa de alivio.

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El despistado (uno)

El avión ha aterrizado, han parado los moto-res, ya se apagó la señal que obligaba a usar el cintu-rón. Sin embargo, nadie se levanta. No comprendocómo los demás no tienen ganas de abandonar estesitio después de haber experimentado el horrorosovuelo, los ruidos extraños, la explosión, el humo es-peso, el terrible zarandeo. Me levanto yo, abro elmaletero, saco mi cartera, mi abrigo. Acabo de des-cubrir que todos me están mirando. De repente meseñalan y se echan a reír con una carcajada extraña,una carcajada que parece llena de dolor, y aquí estoyyo con la cartera en una mano y el abrigo en la otra,sin enterarme de lo que sucede.

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Andrómeda

Se despierta con esa sensación de cansancioque produce arrancarse de un sueño demasiadoprofundo y enciende la luz de la mesita. De espal-das a ella, su marido permanece inmóvil, sin dudadormido. Arrastra su mirada perezosa por el techode la habitación y luego por la pared frontera, has-ta encontrar el espejo salpicado de manchas de ve-jez, un gran objeto que ha llegado hasta ella por lainercia familiar. En el ángulo superior derecho en-cuentra una gran mancha nueva, y mueve la cabezapara percibirla mejor. Descubre entonces que no esuna mancha, sino un reflejo, y un mayor desplaza-

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miento de la cabeza le permite identificar lo queparece un fragmento de voluta amarillenta, acasometálica. Con lo que todavía es más sorpresa queinquietud, lleva la vista al punto reflejado y com-prueba que allí la pared sigue lisa y exenta de ador-nos. Ahora ya la sorpresa se ha convertido en alarma.Se levanta, se acerca al espejo. El reflejo presenta unapared cubierta por un gran bajorrelieve de formasabigarradas y confusas sobre una cama con ropas decolor negro donde se mantiene el bulto de su ma-rido. Acerca más el rostro al espejo y, en lugar deencontrar sus propias facciones, aparece una faz aje-na, de ojos despavoridos. ¿Cómo has madrugado tan-to?, pregunta su marido, con voz extrañamente sil-bante, y ella mira a través del espejo aquella granfigura escamosa que acaba de alzarse en la cama,aquella enorme cabeza de reptil.

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Trabajo
Cuadro de texto
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