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Cuentos para después de jugar.
Juan Luengo
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© Editorial cardinal, 2013
13ª edición
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Dedicatoria
A todos aquellos niños que un día son mayores para leer cuentos y pequeños
para dejar de ser niños.
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Índice:
-Donde guardar el corazón………………………………….5
-Paseando por ayer…………………………………………...7
-Carne y hueso……………………………………………....10
-Odio y amor…………………………………………….......13
-Leer entrelíneas………………………………………….….15
-Sumar…………………………………………………..........18
-La máquina de pensar………………………………….…..21
-La gota de agua de mar.......................................................25
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Donde guardar el corazón.
Érase una vez uno de tantos príncipes que buscaba princesa para
entregarle el corazón, quería una princesa bonita y buena que le
quisiera mucho y para siempre.
Buscó en las montañas a la princesa del norte y del sur, era
bellísima y acepto hablar con el príncipe.
-princesa del norte y del sur ¿Dónde guardarías mi corazón?
Preguntó el príncipe a la princesa.
-lo dejaría en una caja fabricada del metal más duro y resistente
del mundo, lo guardarían miles de soldados y cientos de ejércitos,
custodiado por dragones en las montañas más altas que se
conocen.
El príncipe, asintió con la cabeza y marcho después de decirle a la
princesa que no quiere eso para su corazón.
Buscó en las playas a la princesa del este y el oeste, también era
bellísima y acepto hablar con el príncipe.
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-princesa del este y el oeste ¿Dónde guardarías mi corazón?
Preguntó el príncipe a la princesa.
-lo dejaría en una caja de diamante y oro, con las piedras más
preciosas que existen, lo guardaría en un palacio de cristal en lo
más profundo del fondo del mar, custodiado por los animales
marinos más grandes que se conocen.
El príncipe asintió con la cabeza y marchó después de decirle a la
princesa que no quiere eso para su corazón.
En su viaje de vuelta a casa se sentó un momento en el camino,
por allí paso una muchacha que le vio con cara triste y le preguntó
que le pasaba, el príncipe contesto que no encontró un lugar
adecuado para su corazón, uno era de violencia y el otro para las
riquezas. Entonces le pregunto el príncipe a la muchacha ¿Dónde
guardarías un corazón? La muchacha contestó.
-un corazón se guarda en la despensa para que siempre coma, en
la cama para que siempre sueñe, en el pecho para que siempre lata
y sobre todo se guarda con otro aunque sea en una caja de
madera.
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Paseando por ayer.
Esta mañana mi madre me ha despertado después de que mi padre
se fuera temprano a trabajar, me he lavado la cara compartiendo
el lavabo con mis hermanos, después de vestirme he cargado la
pesada mochila verde con todos los libros del colegio. Me
despido con abrazos y besos de quienes están.
La puerta de mi casa es alta y está hecha de madera, pintada en
marrón oscuro, para llamar a un tirador de hierro en forma de una
mano que coge una bola y una cerradura brillante.
El colegio me pilla cuesta abajo, tiene una valla muy grande y se
ven los jardines para el juego, al llegar hay unos edificios
modernos con dibujos alegres colgados en los cristales de las
aulas, un aparcamiento gris no deja sitio a las flores y la arena
esta en cajones. No quedan viejas maestras ni se oye en la calle el
alboroto del patio en la hora de recreo.
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Dejó caer la mirada y la inocencia junto a mi sonrisa, emprendo
más camino hasta el instituto mucho más grande que el colegio y
pintado totalmente de blanco, he cumplido quince años y la
mochila la llevo en un solo brazo, desde la verja de alambre con
el suelo lleno de chicles y colillas apuradas no veo a los amigos
en las incontables ventanas ni copiando apuntes escondidos entre
los árboles que tampoco están, las inolvidables primeras veces de
todo se convierten en monótonas y repetitivas imágenes borrosas.
Con la mirada en el suelo, sin inocencia ni sonrisa ahora me
quedo sin juventud, he cumplido los treinta y llego tarde a
trabajar. Me esfuerzo, reniego de sueños, cumplo con un deber
que no se dé quien es, me obligo y desespero mirando un reloj,
queriendo escapar para volver a casa, casa que al llegar he
cumplido los sesenta, cansado termino de subir la cuesta arriba,
tratando de no resbalar ni tropezar con la conocida piedra del
camino. Abro la puerta de metal cristal con la cerradura oxidada,
me rodea un pasillo con fotos de gente querida, de recuerdos de
todos pero con los saludos de nadie.
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Dejo los zapatos llegando los setenta, cenare solo con ochenta
años y después solo dormiré.
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Carne y hueso.
Érase una vez un ser humano que no quería ser de carne y hueso,
quería ser de otro material menos efímero y sensible, quería estar
hecho de algún material que no sufra ni padezca.
Pensando pensado pensó en ser de madera como un árbol, crece
parecido al cuerpo, siendo más fuerte y longevo, no sangran si les
clavas un cuchillo, puede guardar los nombres de los amantes en
su corteza, dar cobijo a las aves, ardillas, hormigas y muchos
animales, pudiendo dar hasta fruto si se diera el caso.
Pensando pensando pensó que ser un árbol debería estar siempre
arraigado a un sitio, no podría perseguir las nubes como quien
persigue sueños, no podría dar ni recibir abrazos debido a tener
que estar tan quieto, no tendría voz y solo se le oiría cuando
soplase viento.
Pensando pensando pensó en ser de metal como la vía del tren,
tremendamente fuerte y grande, para ser y estar en todos los
lugares posibles, soportando el peso de tantos de tan largos
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trayectos, no se distingue por distinto que sea el sitio donde se
vea, tan anciana como jovial, orgullosa del pasado y dejando
futuro por hacer.
Pensando pensando pensó que ser vía de tren sería ser frío y
distante, conservadora de forma e ideas imposibles de cambiar, en
muchos sitios olvidada hasta el abandono, el tiempo correoso
dejaría cicatrices oxidadas por doquier, nunca habría descanso ni
sosiego, siempre en marcha sin sol y con sol, con luna y sin luna.
Pensando pensando pensó en ser de cristal como una botella sería
de miles de formas y cientos de colores, tantos como licores o
brebajes hubiera en mi interior o si hubiera en mi interior un
mensaje sería la esperanza de un náufrago, podría ser transparente
u opaca, podría ser traslucida o maciza, sería reconocida mi
normal figura en cualquier sitio del planeta, serviría con mi boca
y mi cuerpo de instrumento.
Pensando pensando pensó que ser de cristal sería ser frágil y
quebradizo, sin muchas oportunidades de recomponer, debería
estar con cuidado de no ser la enfermedad ni la obsesión de algún
otro, podría ser utilizada como arma promovida en algunos casos
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por mi propio néctar, sería común y fabricado para un fin desde el
principio, alienado, marcado y etiquetado.
Pensando pensado pensó es seguir siendo de carne y hueso, con
los sentimiento que tiene el cuerpo del cristal, con la impotencia
de caminar que posee el árbol, tan limitado como los principios y
finales de una vía, pensó que debía seguir siendo de un material
que cura sus heridas, que olvida a sus enemigos, mantiene
esperanza, ríe de alegría, tiembla de placer, regocija de sabiduría,
desborda ilusiones, un material que ni los dioses son merecedores
de tal privilegio.
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Odio y amor.
Estaban un día reunidos las malas sensaciones hartos de no ser
protagonistas, decidieron hacer claudicar a su antónimo por
excelencia, de entre todos los malos el rey era el odio, querían
acabar con el amor y con el todas las sensaciones buenas.
Un día el odio mando la desconfianza para sembrar incertidumbre
y malos entendidos, después de un tiempo la desconfianza volvió
rota y pintada de colores, no pudo hacer nada contra la palabra y
los actos de buena fe.
Al año siguiente el odio mando los celos para hacer temblar la
estabilidad, después de un tiempo los celos volvieron destrozados
y descoloridos por la lealtad y la transparencia.
Entonces el odio quiso mandar la ira para llevar malas artes y
miedo, al poco tiempo se la vio volver muda y quieta apaciguada
por la paciencia y la tranquilidad.
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Pasó un año más y el odio mando la monotonía para aburrir y
desinteresar, volvió al tiempo llorando y sollozando pues se
encontró con la sorpresa y la independencia.
El odio desesperado mando un ejército de malas sensaciones
como la soledad y la apatía, el rechazo y la posesión, todos
volvieron desvencijados por la compañía y el buen humor, por el
respeto y la libertad.
Decidido el odio acabar con el amor fue personalmente y se
encontró a la más tranquila de las sinceridades, sin cruzar palabra
ni gesto, a vuelo de pluma el odio comprendió lo fuerte que es el
amor cuando la palabra, los actos de buena fe, lealtad,
transparencia, paciencia, tranquilidad, sorpresa, independencia,
compañía, buen humor, respeto, libertad se aúnan, nada pueden
hacer las malas.
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Leer entrelíneas.
Érase una vez una ciudad, que como todas las ciudades grandes el
ritmo de vida era rapidísimo, no quedaban lugares donde el
tiempo fuese al compas de los segundos de un reloj, pero como
también en todas las ciudades encontramos gente como Marcos y
Adela.
Marcos trabajaba de dependiente en una tienda de informática y
Adela era profesora de instituto, se conocieron el día que Adela
fue de compras por la tienda de Marcos, ese día Adela como casi
todos los días llevaba un libro entre sus manos, siempre que tenía
ocasión leía aunque sea dos líneas de sus interesantes novelas
históricas, Marcos por su parte al pasar casi todo el día detrás de
un mostrador intentaba combatir el aburrimiento con algún libro
de ciencia ficción.
Adela tuvo algunos problemas con el producto que compró y tuvo
que volver varios días a la tienda, ambos habían visto el libro del
otro pero siendo como son las cosas nadie dijo una palabra hasta
que los dos preguntaron al tiempo.
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¿Te gusta leer? dos voces como si fueran una, Marcos abrió la
boca tanto como Adela los ojos, ninguno se esperaba una
pregunta asi y menos se esperaban el valor de hacerla.
Los dos asintieron con la cabeza y Marcos comento que era para
hacer tiempo, Adela confesó que era por costumbre de profesión.
Empezaron hablar de los diferentes títulos que habían leído poco
tiempo atrás coincidiendo en un libro en concreto, la conversación
absorto a ambos, decidieron formar un grupo de lectura
intercambiando algún libro.
Adela y Marcos estuvieron meses y años leyendo el uno por el
otro los libros que se recomendaban, un día Adela cito a Marcos,
pero ese día fue diferente a los demás, ese día como todos los
anteriores quedaron en un parque en medio de esa ciudad tan
rápida, Adela siempre era la primera que estaba en el banco donde
se sentaban, Marcos llegó con un libro agarrado como si fuese
una manía. Adela sin embargo no llevaba ningún libro entre sus
manos y sus manos estaban enlazadas entre sí. Se saludaron como
nunca, fríamente y sin sonrisas, Marcos se extrañó y preguntó qué
pasaba.
Adela entonces se sonrojo como manzana madura y desde su
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pequeña boca dijo que le gustaba mucho las poesías y las cartas
que leía, el suspiro de Marcos paró la ciudad y aceleró su corazón,
cogió las manos de Adela y le beso.
Mientras cambiaban libros y libros, Marcos escribía cartas y
poesías en cuartillas de papel sobre los libros abiertos que eran
después leídos por Adela, tales cartas y tales poesías se marcaban
muy pobremente entre las líneas de dichos libros, Marcos contaba
lo enamorado que estaba de Adela, se deshacía en elogios a su
belleza y cuanto admiraba su inteligencia pero no se atrevía a
entregar esas cartas ni esas poesías.
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Sumar días.
Como en todos mis viajes quise documentarme antes de visitar
dicho sitio, lo normal, gastronomía, folklore, costumbres y fiestas
del lugar, esta vez no excedería en la documentación pues llevaba
un guía de excepción, mi gran amigo y compañero de trabajo
Manuel, quien era de dicho pueblo, viajábamos por placer, algo
que él tenía en mente pues hace muchos años que no visitaba su
lugar natal, sus padres se marcharon de allí cuando el tenía muy
poca edad, yo le acompañaba en plan curioso pues de aquel lugar
se sabía poco.
Al llegar, nos dirigimos directos al bar del pueblo para
refrescarnos y acomodarnos del viaje, no pasamos desapercibidos
y la primera pregunta en referencia a nosotros no se hizo esperar,
después de dar explicaciones del porqué de nuestra visita, nos
dieron una mala noticia, un paisano muy querido del pueblo había
muerto el día anterior y esa tarde era el entierro, al cual iría todo
el pueblo, por curioso que nos resultase nos invitaron al cortejo
fúnebre pues iría todo el pueblo, no pudimos negar la anecdótica
invitación por la postura afable y cariñosa de esa buena gente.
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Después de hospedarnos en el hostal del pueblo, nos fuimos a la
iglesia, hay ya no entramos por cautela, al salir la comitiva,
esperamos hasta el final para ir detrás, el cementerio no estaba
lejos, eso alivio el sentido de desconcierto que teníamos ambos,
ya dentro del cementerio, no pudimos avanzar muy adentro por el
gentío que había, opte por dispersarme, dar un paseo tranquilo,
que lugar más tranquilo que un cementerio, mi curiosidad me
jugo una mala pasada al empezar a leer las lápidas de los ya
fallecidos, llamando mi atención la corta edad de los escritos, con
cualquier nombres rondaban los cinco, seis años de edad, me
pudo la angustia y decidí andar más deprisa hasta otra parte del
cementerio, volví a leer las lápidas y estás no pasaban de los ocho
y nueve años de edad, eran todo niños?? Volví apretar el paso
leyendo todas las lápidas que estaban a mi vista, cuanto más
avanzaba a la zona ´´nueva´´ del cementerio las edades crecían
pero no eran adultos ninguno, no encontré ni un solo anciano en
toda la parte de cementerio que cubrí siendo más de la tercera
parte del mismo, no quise quedarme mas allí, marche al hostal.
Me quede mudo, pensando en el borde de la cama, a qué se
debería tanto niño enterrado, no había ocurrido jamás catástrofe
que explicara esta situación, con la noche, decidí acercarme al bar
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donde se encontraba Manuel con gente del lugar, entre con cara
de persona perdida, todos se dieron cuenta, no tarde en preguntar
directamente que ocurría en este lugar y en ese cementerio a lo
que respondieron.
Cuando naces tus padres te regalan un libro en el cual anotan el
día que empiezas a gatear, el día que empiezas hablar, el día de tu
primer carnaval, anotan cada día que te ven sonreír hasta que
pueden hacerte entrega de ese libro, después eres tu quien anota el
día que conoces el amor por primera vez y el día del primer beso,
el día que encuentras un trabajo o el día de boda de un amigo, te
encargas de anotar cada día que has sido feliz, hasta que te haces
viejo y anotas el día que estrenas libro para tu hijo o el día que
viene tu primer nieto, hasta si quieres cada día que tu ser amado
está contigo o los amigos vienen a verte a casa, los días que
suenan orquestas por la calle y la gente viste sus caras con las
sonrisas de fiesta.
Al morir tus amigos y familiares cuentan día a día los días que
has sido feliz, esa suma y solo esa suma es el total de los días que
de verdad has vivido y por lo que merece vivir.
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La máquina de pensar.
Érase una vez, hace mucho pero que mucho tiempo vivía un
inventor que inventaba todo tipo de inventos para un montón de
cosas.
Un día aburrido decidió inventar el invento de todos los inventos,
el invento definitivo, el inventor quería inventar una máquina que
ayudase al ser humano a pensar, tendría la solución a todos los
secretos de la vida, las decisiones más difíciles las tomaría por
nosotros, no quitaría el miedo a malas situaciones. El inventor
inventaría la máquina de pensar. Empezó a recorrer el mundo en
busca de personas sabias, de personas raras, de personas
escondidas y de personas únicas en el mundo.
En su viaje hablo con el médico que más vacunas había
descubierto, que más operaciones diferentes había realizado, le
habló de cómo funciona el cuerpo, como lloramos y reímos, como
andamos o descansamos, porque dormimos y estamos despiertos,
le habló de cada uno de nuestros órganos, de cómo son y cómo
funcionan, aprendió que es el ser humano.
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Siguió su viaje y le llevó a conocer a los artistas más famosos y
reconocidos de todos, aprendió de todas las artes posibles y
conocidas, pintura, escultura, música, escritura, porque los colores
son fríos o cálidos, las piedras son dulces o suaves, como la
música puede conmoverte o enfurecerte, como la escritura y su
letra cambia según la parte del mundo donde estas.
Por casualidad en su viaje conoció a un simple pastor que le habló
durante todo un año de cómo la tierra y sus animales, viven y
conviven, de los cultivos cuando se siembran y se recoge, como
se siembra, como se cuida y como se recoge la cosecha, el
comportamiento de los animales ya sea de pelo, de escama o de
pluma en las estaciones del año, como es la tierra, sus aguas y sus
vientos.
Terminando su viaje le llevó a conocer a un estudioso ingeniero,
diseñador de algunas de las máquinas más potentes y útiles,
constructor de los vehículos más grandes o más pequeños del
planeta, los robots más parecidos al hombre o los más raros para
las cosas raras.
Cuando volvió a casa habló con su familia de todo el viaje, su
familia le hablaron de los años que habían estado sin él y todo lo
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que habían hecho durante su ausencia, hablaron de cómo se siente
el ser humano, que siente por otros seres, hablaron de alegrías a
penas, de victorias a derrotas, como cuando nos sentimos en lo
alto o cuando estamos en lo bajo, de lo que solo se aprende de
uno mismo.
Tras varias semanas encerrado en su laboratorio tenía terminada
la máquina de pensar y todas las pruebas eran buenas, todos los
secretos del hombre y su entorno estaban ordenados y dispuestos
para cualquier persona, el inventor estaba sentado delante de la
máquina, pensando en todo lo que había realizado para fabricar la
máquina haciendo memoria de todas las personas que había
encontrado en su viaje, los vendedores de billetes de tren, los
camareros que le habían servido las comidas en su viaje,
compañeros de asiento en los autobuses entre ciudad y ciudad
hasta las personas que se cruzaban en su camino sin ni si quiera
cruzar palabra ni mirada. De repente agarro el martillo más
grande que tenía es su taller y empezó a golpear la máquina
mientras reía y gritaba como un loco, su familia llego al taller y le
pregunto: ¿por qué había destruido la máquina que tanto tiempo le
había llevado construir?, a lo que respondió con toda calma, el ser
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humano no debe tener una máquina que no le deje aprender por el
mismo todo lo que te puede ofrecer el mundo.
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La gota de agua de mar.
Érase una vez un mar en calma en el que los barcos
navegaban de puerto en puerto y con sus redes pescaban
sardinas, lenguados y doradas, un mar azul hermano del
cielo, un mar que en el peces y gotas de agua salada bien
se llevaban, allá vivía una gotita azul redonda tan bonita y
tan salada que a todas las otras gotas gustaba, una mañana
por nadar despistada en la barriga de una sardina se vio
atrapada, la redonda gota, pasaba el día y más asustada se
ponía pues creía que de allí no saldría, pero salió, salió en
una pescadería a donde la sardina la llevo un pescador que
la pesco con su barco y sus redes que pescaban sardinas
lenguados y doradas.
Advirtió unos trozos de hielo y tímidamente les hablo.
-Hola señor podría decirme dónde estoy? Preguntaba la gota
redonda y salada que ni miedo ni vergüenza mostraba.
-No lo ves o caso no sabes nada? Contestaban los no muy
amables y fríos trozos de hielo dejándose ver el aliento.
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-Ya lo siento, pero soy una gota de agua de mar y del mar
nunca marche así que donde estoy no lo sé.
-Estas en una pescadería y ahora márchate tu sal hace que
me derrita más y no llegaré al congelador para mañana
volver a ser un gran y frío trozo de hielo. Contestaba
lentamente el trozo de hielo.
La gota sentía que ahora si estaba perdida, desconcertada
hasta el borde se acercada.
Dejose caer hasta el suelo y después echo a rodar aunque
nadie la oyó y nadie la vio, lloró y lloró asustada peor de
cuando en la barriga de la sardina sola estaba. Buscando el
camino de vuelta a casa no sabía donde se hallaba por
momentos pena por momentos rabia, rodando y rodando de
repente una voz más callada la llamo.
-Gotita, gotita dónde vas? Tan apenada. Era un charco que
la lluvia olvido en el suelo.
-Hola señor. Busco el mar que es mi casa soy una gota de
agua salada. Se explicó la gotita.
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-Oh el lugar ya lo recuerdo, una vez estuve allá, me
encapriche del cielo, fui nube, y ahora un charco en el suelo
de la ciudad. Contesto muy triste.
-Y sabría decirme dónde está la mar?
-Lo siento gota, pero cuando fui nube por los vientos me
dejé guiar y perdí de vista la pista de donde esta mi mar.
-Ya lo siento señor, le prometo que cuando encuentre el
camino de alguna forma te haré una señal.
-Gracias gotita pero poco tiempo el que me queda para que
esta tierra me haga tragar, así que marcha de la ciudad acá
no encontrarás la mar.
-Es verdad señor charco que tengo prisa por volver, si me
quedo mucho tiempo me secaré.
Y con el guiño de brillo del charco se despidió, su camino
siguió sin saber a donde rodó y rodó hasta que de la ciudad
salió, cayo la noche y no paro de rodar llego la mañana y
paro para llorar.
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De repente,
-Ey tú la de ahí abajo, qué haces? Hablo una gota de rocío
que cada mañana olvidaba la noche pasada, en briznas de
hierba posadas.
-Soy una gota que a su casa el mar no sabe llegar, podría
decirme para donde rodar. Se pronuncio la gota
confundiendo sus lágrimas saladas con su salado cuerpo.
-De mar!! este lugar es para las gotas de rocío que no
quieren la ciudad, así que no busques este como tu lugar y
marcha al fondo del mar. Hablaba la engreída gota de rocío
en palabras sin amistad.
-Tampoco quedarme busco, busco la mar como antes le he
dicho. Contesto un poco enfadada por las falta de
hospitalidad.
-Yo te ayudaré. De repente una voz ronca y lejana.
-Quién? Preguntó desconcertada nuestra gotita de agua de
mar.
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-Yo, el viejo pozo, ven acércate sube a mi boca. Habló un
pozo que estaba entre perales y manzanos.
La gotita con esfuerzo y sin descanso, trepó hasta la boca
del pozo y preguntó.
-Sí, señor pozo encantada de escuchar donde está la mar y
a mi casa poder llegar pues triste y desolada estoy lejos del
agua salada, esto pozo es lo que deseo. Le dijo la gota al
pozo.
-Pobre gotita, he oído lo que la gota de rocío te decía y yo
te guiaré a tu casa, encantando de ayudarte, solo tienes que
tomar ese camino de margaritas blancas y llegarás a un río
allí dirás que de mi parte vas. Dijo el pozo con su voz
desde el fondo.
-Gracias pozo, me has dicho lo que deseo, como podría
agradecerte lo que has hecho. Le contestó nuestra gotita de
agua de mar.
-No hay que agradecer cuando sin más se está agradecida,
marcha, el cielo amenaza tormenta. Volvió a hablar el pozo
con voz lejana.
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-Gracias y adiós señor pozo deseo que siempre seas así de
bueno. Añadió la redondita gotita salada.
-Ja ja, tranquila siempre seré así. Le decía mientras la gota
por el florido camino de margaritas se alejaba.
La gota rodaba a toda felicidad por el camino sin echar
cuenta de que la tormenta volaba más rápido al tiempo que
las alocadas gotas de lluvia se tiraban desde las nubes con
su ensordecedoras risas y carcajadas saludaban a nuestra
salada amiga.
-Cuidado!! Ja ja. Gritaban y reían las gotas de lluvia.
- Hola, parece divertido. Preguntó asombrada la gota salada.
-Uh vaya si es divertido pero marea un poco. Decían las
locas gotas de lluvia.
-No puedo quedarme voy al río para que me enseñen como
llegar al mar. Comento la gotita mientras hacía por marchar.
-Entonces ya nos veremos nosotras cuando estemos muchas
iremos en un gran baile una detrás de otra también al río.
Así despidieron las gotas de lluvia a la gota de agua salada.
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Rodando más que nunca y tan salada como siempre
llegando al río la gota grito impaciente…
-!!Hola¡¡ hay alguien
-Ey no nos ves? Contestaron todas las gotas de agua dulce
que estaban jugando en el río.
-Ah hola, vengo de parte del viejo pozo, me ha dicho que
vosotras me diríais donde está la mar pues soy una gota de
agua salada. Volvió a explicar la gotita.
-Por supuesto, las aguas del pozo también son mis aguas.
Contestaron algunas gotas de aguas dulces que jugaban a
saltar unas piedras en el lecho del río.
-Si!! De verdad. Exclamó a la vez que el brillo de su sal
iluminaba toda su agua.
Sin pensarlo se arrogó al agua del río, riendo y animándose
a jugar con las demás gotas de agua dulce durante su viaje,
las amables gotas de agua hicieron que la gota de agua de
mar se llegase a sentir como en su salada casa en el agua
del mar.
32
No tardaron en llegar a un precioso puerto en el que
estaban los pescadores con sus barcos y sus redes llenas de
sardinas, lenguados y doradas, en el que el mar
deslumbrando con plateados reflejos saludaba al dulce río,
tan plateados como nuestra gota de agua de mar a su casa
llegar.
Y las gotas ms saladas profundas redondas y ancianas del
fondo del mar decidieron que para que nunca más se
perdiera una gota salada se agitaría noche y día haciendo
ruido con sus olas que dijeran en su idioma donde está la
mar.
Colorín colorado este salado cuento se ha acabado.