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Este Cuentos para el andén trae novedades: publicamos un relato de Cuentos como Churros inspirado en una de las fotografías que ves en el muro de este mismo número, vuelve el Poema a 100 manos, tenemos a los ganadores de Microconcurso, descubrimos dinero en Saturno y revelamos que existen perros que son amantes de las letras. Y más cosas. No te quitamos más tiempo, esperamos que lo disfrutes.
Citation preview
metroligero [29]
brevemente [23]
Relatos en cadena
dindondin [25]
entrecocheyandén [27]
A la plaza llega un camión lleno de jaulas, Luis Ángel Guerras
andéndos [9]
Preocupaciones de un empleado de oficina, Fernando Cañero
elmuro [3]
decamino [26]
cuentoscomochurros [16]
lapuertadelanevera [20]
microconcurso [18]
marzo2015nº35
andénuno [5]
Educación, Pilar Fraile
Publicamos tres microrrelatos de lectores, ganadores de Microconcurso, el pri-
mer certamen que contó con votación abierta en Facebook además de jurado.
48 horas, más de 150 textos presentados.
diccionariodesaturno [21]
poemaacienmanos [22]
Edita: Grupo Andén C/ Feijoo, 6 - 4ºA - 28010 Madrid | [email protected] | www.grupoanden.com
Comité editorial: Alejandro Moreno, Víctor García Antón, Leticia Esteban | Editora: Natalia Muñoz.
Asesores de contenidos: Sergi Bellver, Juan Carlos Márquez, Kike Cherta, Juan Martini (Buenos Aires, Argentina)
y Mónica Pano (Argentina)
Publicidad: [email protected] | Diseño: www.jastenfrojen.com
Ilustración: Coordinación: www.leticiaestebanilustracion.com
Ilustración portada e interior: © Iván Solbes | http://ivansolbes.com | Facebook: Iván Solbes, ilustrador
nove
dade
s
Con la colaboración de:
andéntres [13]
Dos microrrelatos de Carlos Almira Picazo
nueva estación
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Este Cuentos para el andén trae
novedades: publicamos un relato de
Cuentos como Churros inspirado en una
de las fotografías que ves en el muro de
este mismo número, vuelve el Poema
a cien manos, tenemos a los ganadores
de Microconcurso, descubrimos dinero en
Saturno y revelamos que existen perros que
son amantes de las letras. Y más cosas. No
te quitamos más tiempo, esperamos que
lo disfrutes.
Cuentos para el andén
@cuentosanden
www.grupoanden.com
Te escuchamos:
Concurso de fotografía Participa enviando tus fotos a [email protected] las bases y mira las fotos en Facebook y grupoanden.comTema del próximo concurso: El paso del tiempo
elmuro
Finalistas:
Mar titilante en Creta
Xosé Castro, Madrid (España)
Rompeolas
Trinidad Pinazo, Toulouse (Francia)
Si título
Segundo González, Badalona.
Barcelona (España)
Tema: Agua Ganadora: Esperándote - Sonia Morejón, Madrid (España)
andénuno
5
PREPARAR el desayuno no supuso mayor problema, a pesar de que tuvo
que ayudarse con la barbilla para abrir el tarro de café, porque tenía rosca.
Se recordó a sí mismo comprar tarros que no se taparan con rosca. Le vinie-
ron a la mente esos tarros de cristal con una tapa de madera que encaja
con holgura. Sí, definitivamente esos eran los mejores.
Vestirse fue un poco más difícil, especialmente abotonar la camisa,
pero lo logró, aunque despacio. Cerrar la puerta, pasar por el torniquete
del metro y llegar hasta la oficina no entrañó mayor dificultad. En total
solo había tardado diez minutos más que un día normal. Se recordó men-
talmente poner el despertador diez minutos antes.
El jefe de planta se pasó por su mesa:
—Ha llegado diez minutos tarde.
—Sí, he tenido un pequeño inconveniente.
—Recuperará usted el tiempo a la hora del cierre, supongo.
—Por supuesto.
Manejarse en el ordenador con una sola mano le resultó complicado
al principio, pero en menos de una hora lo tenía casi resuelto. Tecleaba
con la mano derecha a doble velocidad, transcribiendo, transcribiendo.
Los datos iban pasando de una tabla a otra, de una tabla a otra y en este
ritmo se sintió cómodo, esbozó una sonrisa.
Lo esperaban para comer. Estuvo tentado de decir que no iba, pero al
final decidió afrontar la situación. Ellos iban a acabar por enterarse. Era
mejor responder a todas las preguntas juntas. Pidió sopa y albóndigas.
Con eso podía apañarse. Intentó no poner el muñón encima de la mesa.
Lo dejó reposando en el regazo, aunque de vez en cuando no podía evi-
tar que subiera solo. El muñón subía con la intención de sujetar el plato o
de pellizcar un trocito de pan y él tenía que obligarlo a bajar, tenía que
someterlo.
El muñón tenía un aspecto pulcro. Empezaba justo a la altura de la
muñeca y era redondeado, la piel lisa y brillante; sin cicatrices, sin cortes,
sin señales. No lo había mirado desde por la mañana y ahora que había
EducaciónPilar Fraile
6
andénuno
tenido que hacerlo para apartarlo, no le había parecido mal. Era como si
siempre hubiera estado ahí.
Ellos no notaron nada. Bien, se dijo, mejor así.
Una semana después él tampoco notaba ya nada. Siempre se había
adaptado bien a los cambios. Lo habían educado para eso.
Sus rutinas siguieron como de costumbre: la oficina los días laborables,
una carrera por el parque el sábado por la mañana. La mañana del domin-
go en la cama y la tarde un partido, descansar y comer, quizá un poco de
más. Ellos seguían tratándolo como de costumbre. El vendedor de perió-
dicos lo saludaba cuando salía del portal de casa por la mañana, el cama-
rero del restaurante en el que tomaba un café los sábados después de
correr, le sonreía cuando entraba por la puerta del bar, la limpiadora de
los baños de las oficinas lo miraba de hito en hito frunciendo el ceño,
como había hecho desde la primera vez que lo vio.
Compró los tarros de apertura fácil, se deshizo de las camisas con
botones y las sustituyó por otras que se pegaban con velcro, renunció a
comer filetes. En sueños acariciaba su muñón.
En el mes siguiente recibió dos amonestaciones: una del jefe de plan-
ta y otra de Ellos. El jefe de planta le escribió un mail en el que le recorda-
ba que su productividad había bajado tres décimas y, si seguía así, la baja-
da se reflejaría en su nómina. Ellos hicieron una broma acerca de la seme-
janza de sus nuevas camisas con las de un campo de concentración.
El mail del jefe de planta fue inmediatamente respondido con otro en
el que se disculpaba, aseguraba que su producción no se vería afectada y
se lamentaba larga y efusivamente por su "descuido". Cuando Ellos termi-
naron con su broma lacónica se rió, intentando modular el volumen de
su risa con el de Ellos.
—He decidido que este look me sienta mejor.
—Si tú lo dices.
Le incomodaban: los cabellos desordenados, el polvo encima de la
televisión, las películas con largas escenas de diálogo, los diálogos de tú
a tú.
La mañana después de haber alcanzado su estándar de productividad
notó dificultades para agarrar el cepillo de dientes —tenía la costumbre
de cepillarse nada más levantarse—, vio su mano derecha en el espejo y
notó que le faltaban el meñique, el anular y el corazón. Observó un
momento los muñones, estaban, como el otro, lisos y relucientes.
7
andénuno
Esta vez tardó una hora más en llegar al trabajo. Los ojos del jefe de
planta se clavaron en él cuando pasó por delante de su acristalado des-
pacho. No volvería a suceder, explicó después, con convencimiento, sin
patetismo.
Todos tenemos contratiempos y eso no nos impide cumplir con nues-
tras obligaciones.
—Por supuesto.
—Por supuesto.
El jefe de planta tenía accesos de ira y era algo que no podía ocultar. A
menudo intentaba contenerse. El problema era que al contenerse se
ponía tan rojo que parecía que la cara fuera a estallarle y tenía que ir al
baño, a remojarse. Así que intentaba evitar los conflictos. Intentar evitar
los conflictos multiplicaba por dos el rubor, lo que lo obligaba a remojar-
se todavía con más frecuencia. Esa mañana fue al baño seis veces. Ellos
temblaban. Él comprendió que tenía que buscar soluciones más imagina-
tivas a sus problemas.
Dejó de comer con Ellos. Optó por comida que se pudiera sorber con
pajita y en su mesa. Era más fácil, rápido y le permitía seguir trabajando.
Muchos zumos para no deshidratarse. Empezó a poner el despertador
dos horas antes para prever cualquier otro contratiempo.
Ante la adversidad, acción: así lo habían educado.
Ahora los retos diarios eran: conseguir mantenerse despierto desde las
cinco de la mañana, abrochar todos los botones que no había consegui-
do descartar de su indumentaria, meter el bono bus en la ranura, impedir
que los muñones tomaran protagonismo; daba la impresión de que siem-
pre quisieran estar en primer plano. La ventaja era que había dejado de
preocuparse por Ellos. El vendedor, los otros tecleadores de planta, la
señora de la limpieza, nadie parecía notar sus percances. Los saludaba
como siempre, con una abierta sonrisa.
Cuando un día se levantó sin medio pie derecho se quedó azorado. No
pensaba que los pies pudieran desaparecer. Volvió a recordar sus ense-
ñanzas: nunca ceder ante los contratiempos, la acción todo lo resuelve.
Eran las cuatro de la mañana. Eso le daba un margen.
tw Del libro: Los nuevos pobladores, Ed. Traspiés, 2014.Pilar Fraile Amador (Salamanca, 1975) ejerce como profesora de filosofía. Premio de poesía de laUniversidad de Zaragoza y dos veces accésit de poesía en el Certamen de Jóvenes Creadores del Ayto. deMadrid. Ha publicado tres libros de poesía, y sus poemas han aparecido en diversas antologías. Parte de suobra ha sido traducida al inglés por el poeta norteamericano Forrest Gander y antologada en Reino Unido.
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andéndos
SI en el transcurso de esta tediosa mañana de otoño Lasa irrumpe en
la oficina del modo enérgico y huracanado que le caracteriza, grita qué
hay, buenos días a todos, mientras se deshace del sombrero -que perma-
nece todavía un buen rato batiendo el aire desde una percha-, se desa-
brocha mediante un golpe de muñeca el botón superior de la blazer,
abre y cierra las manos dos veces de esa forma que tiene Lasa de abrir y
cerrar las manos, como si estuviese diciéndole hola a un niño, se lanza
hacia su mesa con su aire deportivo y algo brutal de cada mañana y -a
mitad de trayecto- se detiene ante mi escritorio para saludarme median-
te el habitual aplauso ante mis ojos, me veré impelido a asesinarle.
En efecto, en el caso de que Lasa aparezca por aquí en el transcurso
de esta tediosa mañana y obre del modo antedicho, yo -se lo juro a uste-
des por mis muertos- me levantaré con parsimonia de mi silla giratoria,
tomaré en mis manos esta Olivetti tan grande y de apariencia tan con-
tundente -acero, carbono, aluminio- que tengo ante mis narices y la hun-
diré sin demora en su cráneo de un único y descendente golpetazo.
Será fácil hacerlo.
En realidad es incluso posible que nadie -excepción hecha del propio
Lasa- se dé cuenta de nada, al menos en un primer momento.
Quizás -es un suponer- la primera que advierta el suceso sea la seño-
rita Rusa. Tarde o temprano le llevará una taza de café al malogrado Lasa
y, para hacerlo, se verá obligada -como a mitad de camino- a pasar ante
mi mesa. Entonces le verá. Lo más probable es que pegue un grito y que
se ponga hecha una loca, la señorita Rusa tiene pinta de ser bastante his-
térica. En caso de que sea eso lo que suceda, el día terminará de forma
embarazosa y multitudinaria, entre declaraciones juradas y amenazas
familiares. Un fastidio. Pero yo prefiero pensar que lo que ocurrirá será
muy diferente.
Preocupaciones de unempleado de oficinaFernando Cañero
10
andéndos
Lo que en realidad sucederá es que la señorita Rusa, lejos de ponerse
a gritar, echará un vistazo a mi mesa quizás atraída por la ausencia sobre
ésta de la reglamentaria Olivetti que en ese momento permanecerá ridí-
culamente incrustada en el cráneo de Lasa. Le llamará la atención que en
el lugar de mi mesa destinado a la Olivetti haya ahora, únicamente, un
cuadrilátero vacío con un espesor de polvo muy inferior al reinante en el
resto de la oficina. Se sonreirá discretamente. Con disimulo empujará con
el pie el cadáver de Lasa bajo mi escritorio. Me confirmará -mediante un
carraspeo cómplice o quizás un guiño furtivo- su predisposición a echar-
me una mano más tarde cuando se imponga deshacerse del cuerpo.
De especial relevancia es el hecho de que esta oficina sólo dispone de
una puerta de acceso -hecho acerca del cual todos los empleados nos
hemos desgañitado a base de protestas-, por tanto, no es ilógico imagi-
nar que, para deshacernos del cuerpo, la señorita Rusa y yo nos veremos
obligados a ser los últimos en abandonar la oficina.
Cumplir tal requisito nos supondrá un sufrimiento extremo, despiada-
do -tal es la tenacidad de nuestro compañero Rodríguez-, pero al final
también Rodríguez se verá en la necesidad de marcharse a la cama. Será
nuestro momento.
Afuera la noche lo habrá invadido todo. No habrá gente por las calles
porque la policía hace ya mucho tiempo que lo interpretó como una
provocación. El resplandor procedente de cada ventana será idéntico, si
bien es cierto que habrá rezagados cuando haya un corte publicitario. En
un extremo de la avenida surgiremos la señorita Rusa y yo arrastrando el
cuerpo de Lasa con mi Olivetti reglamentaria todavía adjunta a su cráneo.
Yo llevaré cogida con los dientes mi linternita-llavero. Meteremos a Lasa
y a la Olivetti en el maletero de mi Volkswagen. No nos reiremos mientras
lo hacemos pero lo recordaremos el resto de nuestros días.
(Conduciré hasta las afueras, buscaremos una cuneta libre, deposita-
remos en ella a Lasa y compañía teniendo gran cuidado con no dejar
huellas en la Olivetti, cuando terminemos será ya de madrugada, el cielo
de un azul lustroso).
Más tarde caben dos posibilidades. Ambas tienen sus pros y sus con-
tras. No sé con cual quedarme.
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andéndos
tw Del libro: El deseo de ser alguien en la vida, Universidad Complutense de Madrid, 2008. Fernando Cañero (Madrid, 1977) es escritor y profesor. Es autor del libro de relatos El deseo de seralguien en la vida (Premio Ramón J. Sender de Narrativa 2007). Parte de su obra ha aparecido publica-da en diferentes antologías y medios de comunicación. En la actualidad trabaja como coordinador detalleres de escritura y clubes de lectura.
En la primera, la señorita Rusa y yo lo pasamos de miedo en su apar-
tamento de soltera. Descubro no pocas bondades en lo que hasta ayer
mismo consideraba meras cochinadas. Constato que la señorita Rusa es
una histérica. Lloro -literalmente- de placer.
En la segunda, obramos con más cautela, con más cerebro, como si
no fuésemos -figúrense- un par de animales salvajes: conduzco de nuevo
hasta la oficina, lo limpiamos todo a la perfección con una gamuza que
más tarde incendio, ni un gramo de sangre escapa a nuestro ojo severo,
incluso el agente más listo de la ciudad coincidiría con nosotros en que
aquí no ha pasado nada. Antes de abandonar el despacho, la señorita
Rusa, en un rapto de inspiración, toma en sus manos la reglamentaria
Olivetti de Rodríguez, yo la miro con gesto de sorpresa -las cejas bien
altas, los labios entreabiertos-, ella se limita a sonreírme mientras la trans-
porta en volandas hasta mi mesa y la coloca en el cuadrilátero vacío del
escritorio (sobre la más delgada superficie de polvo). Le propino un sono-
ro beso en la frente.
Semanas más tarde la desposo.
Evidentemente, estas meras conjeturas con las que me entretengo
durante esta tediosa mañana de otoño no hacen mal a nadie, pronto
darán las dos.
Pero la sola suposición de que pueda llegar Lasa y no hacer todo lo
previsto -quizás no desabrocharse el botón superior de la blazer, quizás
saludarme con una palmadita en la espalda en lugar de con un aplauso
ante mis ojos-, o incluso -aún peor-, la mera suposición de que Lasa
pueda no llegar en absoluto, me resulta casi dolorosa.
¿Qué pasa cuando los niños nos cuentan cuentos a los adultos?
30, 31 de marzo y 1 de abril
Biblioteca pública de Paracuellos de Jarama
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andéntres
Revolución
DEPUESTO el tirano, la turba irrumpe incrédula y cohibi-
da en su palacio. Tras recorrer pasillos, vestíbulos, salas, des-
pachos, gabinetes, alcanza el comedor y va ocupando las
sillas de altos espaldares; se escancia el vino; se sirve la sopa
y las ensaladas; se trincha las carnes y pescados; se reparte
las salsas; y al fin, los cigarros, el champán y el postre.
Los que no encontraron silla curiosean por los jardines,
los despachos, la biblioteca. Algunos alcanzan las coche-
ras y las cocinas y, en un ambiente más familiar, degustan
buena cerveza y guisos caseros, entre pellizcos y sabrosas
anécdotas.
Por último, los más osados se embuten en vistosos tra-
jes militares; se hacen lustrar botas inverosímilmente altas
por improvisados asistentes; cargan sus armas, y disparan
contra la turba que no ha encontrado su lugar ni siquiera
en los sótanos.
Dos microrrelatos de Carlos Almira Picazo
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Hombre que llora
UN desconocido llora solo en el compartimiento de
un tren. Cuando está a punto de desvelarse la causa de su
aflicción, de pronto el tren se detiene en medio de un
páramo. Caras de asombro pegadas en las ventanillas; el
estupor, el vaho y los murmullos recorren los vagones,
entre corrientes inmisericordes. De pronto alguien
recuerda al hombre que llora. Cunde la sospecha, la alar-
ma, de que tenga algo que ver con la brusca detención
del convoy. Se elige inmediatamente un comité, en repre-
sentación de los viajeros (a quienes esperan novias,
madres y trabajos) para que aporree la puerta del com-
partimiento del hombre que llora. Al poco, resuenan los
pasos, las voces educadas pero firmes, que exigen expli-
caciones. Un silencio mortal del otro lado. Algunos, pero
no están seguros, creen distinguir el llanto aunque muy
tenue, tras la puerta atrancada. Se decide por unanimidad
echarla abajo, quebrar el cristal, y obligar al hombre que
llora a deponer su pena inconsolable.
andéntres
tw Del libro: La llave dorada, Ed. Talentura, 2014.Carlos Almira Picazo, castellonense afincado en Granada, ha publicado varias novelas y un ensa-yo. En lo que se refiere al microrrelato ha publicado Fuego enemigo (Nowevolution, 2011) y Lallave dorada (Talentura, 2014) y ha sido seleccionado para las antologías El cuarto género narra-tivo: el microrrelato en España (1909-2011), (Cátedra, 2012), y Mar de Pirañas, los nuevos nom-bres del microrrelato español (Menoscuarto, 2012).
16
cuentoscomochurros
La sillaUNA vez mi padre nos llevó de vacaciones a la
casa de un amigo suyo. Fuimos toda la familia en
tren. Era una casa de campo con un porche enorme,
columpios para mis hermanos y una cancha de tenis
que no tenía red. No estaban los dueños. Mi padre
nos dijo que si manchábamos o rompíamos alguna
cosa nos mataría. Aunque jugábamos a ser ricos,
cenábamos siempre en la cocina.
17
cuentoscomochurros
Cuando terminaron las vacaciones y tuvimos que
abandonar aquella casa, yo me llevé una silla del por-
che. No sé por qué lo hice. Supongo que había dema-
siadas alrededor de aquella mesa larga y pensé que no
se iba a notar. Era una silla de hierro forjado con un
almohadón mullido de los que no te duele el culo. Mi
abuela, al verme con la silla debajo del brazo camino de
la estación, dijo: "no somos eso, no somos eso".
De vuelta a nuestra casa en el tren, yo iba sentado
en mi silla a un lado del pasillo, junto a mi abuela. Las
ventanillas iban abiertas, corría el aire en el vagón y me
sentía mejor que en un crucero por el Mediterráneo.
Llevábamos un par de horas de viaje cuando mi padre
se fijó en mí. "¿De dónde ha sacado este idiota esa
silla?", le preguntó a mi madre. Cuando se enteró de
que la había robado de la casa de su amigo, mi padre
no perdió el tiempo en cabrearse conmigo. Me apartó
de un empujón, cogió la silla con las dos manos y la
arrojó por la ventanilla abierta del tren.
Apenas me dio tiempo a asomarme para ver cómo
la silla rebotaba una y otra vez contra los cardos y se
perdía a lo lejos en medio de la nada. No se rompió. Me
quedé un buen rato con la cabeza fuera, dejando que
el aire me secara las lágrimas. Lloraba de rabia. Me daba
vergüenza que mi familia me hubiera visto desear algo
con tanta fuerza. Y que no tuviera remedio.
tw Hoy inauguramos una colaboración mensual con Cuentos como Churros, interesan-te para ambas comunidades: ellos eligen una de las cuatro fotografías seleccionadas deel muro y cocinan con ella un rico churro que publicamos aquí. La fotografía"Esperándote" es de Sonia Morejón, ganadora de nuestro Concurso de Fotografía deeste mes.
microconcurso
18
Treinta segundos
ME gustó sentir su mano firme y suave mientras cruzá-
bamos la calle entre aquel barullo de coches y gente. Una
ráfaga de viento lanzó un mechón de su pelo a mi cara y
durante un segundo disfruté de su caricia. Era suave y olía
a recién lavado. Le hice una pregunta banal solo para escu-
char la sonrisa de su voz en la respuesta. Entonces anunció
que habíamos llegado, le di las gracias y nos despedimos.
Habría dado cualquier cosa por saber cómo era. No me
perdono no haberme atrevido a pedirle que me dejara
tocar su cara.
Ana Belén de Santiago MoroBerlín. Alemaniahttps://unlibroyuncappuccino.wordpress.com/
Microconcurso es un
certamen internacional
abierto a nuestros lectores.
Con votaciónpopular.
48 horas, 100 palabras.
19
microconcurso
La virgen
UNA virgen debe ser temerosa de Dios. Ahí tiene a
Chimalma, madre de Quetzalcóatl, o a Semíramis que
vengó el asesinato de Nimrod engendrando sola a
Tammuz, al igual que Isis. Y por supuesto la sufrida María.
Pero vea a esta Mariela, trabajadora de maquila, negán-
dole la entrada al ángel de la segunda anunciación, denun-
ciando a Dios por acoso sexual. Un escándalo televisado,
una vergüenza nacional para nosotras las creyentes.
Ahora el cristo nacerá en quién sabe qué país de paco-
tilla y perderemos la gloria de ser la nueva casa del señor.
Todo por una virgen egoísta, atea y feminista.
Alberto Sánchez ArgüelloManagua. Nicaraguahttp://ofrendando.blogspot.com/
Alguna vez alguien
EL nene vuelve a tomar la leche, esta vez con los ojos
abiertos, cada tanto interrumpe, mira a la madre en plena
cara y sonríe. Lalea. Mira la boca de la madre, serio, fijo, des-
pués, como si se acordara en qué estaba, sonríe y vuelve a
buscar el pezón y a mamar y a mirarla y ella vuelve a sentir,
tal cual, como le dijo alguna vez alguien, no se acuerda
quién, hace mucho, que nunca, nunca en una vida, ni en
diez vidas, nunca, ningún hombre, jamás, va a mirarla con
esos ojos.
Flavia PantanelliBuenos Aires. Argentina
Felipe
Tu espíritu… es el
secreto mudo más
compartido.
SandraNo existe nada
viejo. Solo son fres-curas acumuladas.
Nuria PSi buscas el cargador delmóvil, aquella cuerda deguitarra o mi pasado, miraen el baúl de la entrada.
Juan Carlos Garrido
Sueños en formol
Disecciones del tiempo
Amor de viejo.
Pilar
He borrado todas mis
huellas. Nadie notará
mi ausencia.
Mauricio Rodríguez
Medrano
Tengo el espíritu de
aventuras y sed de pasión.
Fui a comprar pan de
centeno a Troya.
Firma: Ulises
Hugo PassasSale la huella del
destino disparada de tu sonrisa.
BBaaúúll
VViieejjoo
Huella
M. Caballero
En el fondo de un baúl
secreto he puesto un
espejo. Si alguna vez me
pierdo, me alegrará
encontrarme.
https://hugopassas.wordpress.com/
http://www.wattpad.com/user/ManoloCaballerohttps://nurananu.wordpress.com/
http://tenemostato.blogspot.com.es/http://desiertosyjardines.blogspot.com.es/
Espíritu
20
lapuertadelanevera
Déjale una nota al mundo en La puerta de la nevera: www.grupoanden.com
DINERO
1. Diablo de papel. Sandra
http://d
esiertosyjardines.blogspot.com.es/
2. Dios al q
ue los a
salariados o
frecen un te
rcio
de su vida. Juan Carlos G
arrido
http://n
ovelasombraschinescas.blogspot.com.es/
PARAÍSO
1. Envase donde la Deidad Máxim
a guarda almas e
n
excelente estado. M
arco Garcia
2. (Del gr. πα
ρα- 'junto a', y ισο
- 'igual')
1. m. Lugar e
n el que lo
s consumidores n
ecios creen dis-
frutar o
encontrar e
l bienesta
r y la
placidez, rodeados d
e
iguales. Javier Ximens. h
ttp://d
esiertosyjardines.blogspot.com.es/
HISTORIA
1. Pavesas de un su
ceso. Luis San José.
http://w
ww.cariciasycarencias.com/
2. Mecanism
o gracias al cual la
memoria
(siempre al
gusto del u
suario) se
lecciona y moldea lo
s hechos q
ue
constituyen el yo. M
aría G.de Enterría
TELEVISIÓN
1. Ventana que abrimos a
l universo
de otro. Fabata
2. Aparato de diversas fo
rmas q
ue aporta una
visión te
ledirigida con la fin
alidad de amoldar e
l
intelecto. Adela Inés
Una nueva civilización está empezando de cero en
Saturno, aún no tienen claros algunos conceptos, ¿les
echas una mano con el diccionario?
Participa en www.grupoanden.com
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diccionariodesaturno
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poemaacienmanos
Sé que eres tú, celebro que has venido
como río de sangre y leche mana
que me curaba de tu piel lejana,
para estar en tu corazón perdido.
Esta mentida paz de porcelana,
estamos juntos, solos, sin testigos,
temblando de calor estremecido,
tan ciega herida que no ve quién gana.
Así fue, la verdad y la mentira
por la mañana triste si nos vemos.
Regresarán al campo las ortigas
maquillando de colores blasfemos
espero no encontrarte en esta vida,
¿cuántas negras mentiras más diremos?
En Poema a cien manos los lectores nos envían versos sueltos y
después componen sonetos con ellos. El resultado es un poema
como éste, con un director de orquesta y diez músicos.
Participa en www.grupoanden.com
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tw Autor: Marco García
(1) Carolina (2) Gabriel Merino (3) Albureano (4) Fernando Bruno Quiroz http://micer9.webnode.es/(5) Verso guía (6) Graciela B (7) Albureano (8) Ilse Susana (9) Pablo (10) José Luis(11) Marco García (12) Gabriel Merino (13) Graciela B (14) Graciela B
Sin vuelta atrásSemana 19 de concurso: 16 de febrero de 2015Ganador: Juan Antonio Vázquez Alcayada
Se dirige a la jaula de los leones para demostrarle cuánto se equivoca. Le seña-
la dentro, no están; y el pequeño empieza a convencerse: el circo se acaba. Papá
lo ha vendido y ahora tendrá un trabajo serio, se levantará pronto y vestirá traje;
se acabaron los entrenamientos, los saltos, el trapecio, los payasos y los viajes. Con
la carpa se irá también su sonrisa, aunque él aún no lo sabe. Dará la bienvenida a
la hipoteca, al hablar de política y a la televisión por cable. Cuando le encuentren
en el patio de luces dirán que se suicidó. Que estaba deprimido. A nadie se le
ocurrirá que solo quiso volar, como antes.
DestierroSemana 20 de concurso: 2 de marzo de 2015Ganador: Juan Antonio Vázquez Alcayada
A nadie se le ocurrirá que solo quiso volar, como antes, y que por eso le
sugería ideas extravagantes como lo de cruzar la plaza con una cacerola en la
cabeza y una palangana en la mano para arremeter contra mil y un soldados
imaginarios; o como lo de esconderse entre tebeos y usar el aburrido diario
como cazamariposas con el que apresar recuerdos y buscar hadas de colores
con ojos de gato. A nadie, y menos a él: el hombre gris que delante del espejo,
al apretar el nudo de la corbata, estrangulaba sin saberlo al niño que un día fue
y que seguía atrapado allí dentro.
El incomprendidoSemana 21 de concurso: 9 de marzo de 2015Ganador: Raúl Clavero Blázquez
Seguía atrapado allí dentro, aunque lo había intentado en varias ocasiones,
una fuerza superior le impedía salir de caza con sus hermanos. Su madre procu-
raba alentarlo en la extravagante tarea en la que se había embarcado, pero en el
fondo no podía evitar sentirse preocupada. Ella tampoco lograba comprender
por qué su hijo pequeño se pasaba las tardes encerrado en la cueva, pintando
aquellos extraños bisontes.
marzo
febr
ero
23
brevemente
tw Relatos finalistas de febrero y marzo de 2015 del concurso Relatos en Cadena, organi-zado por la Cadena SER y Escuela de Escritores. Puedes leer todos los seleccionados enwww.escueladeescritores.com o www.cadenaser.com.
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dindondin
Primer Premio de Dramaturgia Joven Vicente Leñero 2015
Entrega hasta el 30 de junioSecretaría de Cultura del Gobierno del D.F. México
http://www.cultura.df.gob.mx
¿Cómo te lo cuento? Hasta el 25 de abrilInfantil. Teatro Alfil. Madrid. España
http://teatroalfil.es/espectaculos/como-te-lo-cuento/
Paseo de la historietaEvento gratuito durante todo el año Capital Federal. Buenos Aires
https://paseodelahistorieta.buenosaires.gob.ar/
Exposición: Libros en las maletas. Universitarios en el extranjero (1945-1979)Hasta el 26 de abrilEntrada gratuita. Universidad de Valencia.
Valencia. España
http://www.guiadelocio.com
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decamino
www.perrosyletras.com
¿Sabías que un perro puede ser el
mejor "profe" de lectura que un niño
pueda imaginar? El Programa READ de
Lectura con Perros mejora las habilida-
des lectoras de los niños mediante la
intervención de perros especialmen-
te adiestrados para leer con ellos.
Los perros son los acompañantes
ideales de lectura porque escuchan
atentamente, ayudan a relajarse, no
juzgan, no se burlan, intimidan menos
que los compañeros de clase. La lectura
se transforma en un juego, no en una
obligación.
Todos pueden participar en el Programa
READ: los niños que necesiten mejorar
su hábito lector, pero también los gran-
des lectores que quieran disfrutar de
una experiencia mágica en la mejor
compañía (un perro y un libro).
tw Sí, pero ¿dónde leemos? Los Perros READ de Perros y Letras trabajan en colegios, bibliotecas, librerías...Si eres un "peque", puedes leer con ellos el viernes 13 de marzo en la Biblioteca de Galapagar. Y si no erestan pequeño y quieres conocernos, presentaremos READ próximamente en la Universidad Complutense.
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entrecocheyandén
A la plaza llega un camión lleno de jaulas. Del camión
bajan diez operarios. Todos llevan un mono blanco lucien-
do en la pechera el logotipo. Parecen decididos, seguros de
sí mismos. Organizados por parejas, se distribuyen por las
calles aledañas. Las personas mayores que toman el sol
sentadas en un banco son las primeras en verlos. No mane-
jan bien sus móviles, no pueden avisar. No saben lo que
pasa. La situación no les permite seguir disfrutando de la
mañana. Dos ancianos se mueven finalmente para ir al bar
más cercano. Cuentan al dueño lo que han visto. Pronto la
noticia circula por todo el pueblo. Las señoras mayores van
de un portal a otro y repiten de casa en casa lo que han
oído. Los teléfonos hacen el resto. Algunos se topan con
una pareja vestida de blanco pero no se atreven a pregun-
tar. Nadie les ha visto antes por el pueblo y no parece que
tengan ganas de querer responder. Poco a poco, la plaza se
va llenando de gente. Al principio, unos pocos. Luego,
algunos más. Todos se miran asombrados, sin saber a qué
atenerse. Alguien llega y genera un corrillo en torno a sí. Ha
visto a una pareja de blanco entrar en la casa de su vecino.
Jacinto no está. Salen y continúan calle arriba. El tiempo
pasa. El pueblo cada vez más revuelto. Las preguntas sin
respuesta siguen circulando en la plaza. El conductor del
camión, también con mono blanco, no se inmuta. Sentado,
en su puesto. Alguien pide que llamen a las autoridades
municipales. Nadie sabe dónde están. Ninguno entre la
gente. Nunca aparecen cuando se les necesita. Pasan unos
A la plaza llega un camiónlleno de jaulasLuis Ángel Guerras Alumno de Fuentetaja Talleres de Escritura Creativa
entrecocheyandén
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minutos, parecen horas. Una pareja con mono blanco apa-
rece por una bocacalle. Traen a Jacinto, lo meten en una de
las jaulas. Los murmullos crecen, se convierten en voces.
Otra bocacalle, otra pareja. Ahora es Francisco quien va a
una jaula vacía. Las preguntas siguen circulando, las res-
puestas siguen sin aparecer. Anselmo, Rodolfo, Ignacio.
Completan las jaulas. Los hombres de blanco suben al
camión. El conductor arranca y sale de la plaza casi como
había llegado. Ya no hay autoridades municipales. Alguien
comenta que ha podido ver el logo en la pechera de uno
de los hombres. Le resulta familiar. El hallazgo circula rápi-
damente. Muchos quieren saber. Algunos prefieren que no,
sospechan. Poco a poco las voces se vuelven murmullos,
los murmullos bajan de intensidad. Por fin, el silencio se
hace de nuevo dueño de la plaza. La gente vuelve a sus
casas.
tw Luis Ángel Guerras Martín es profesor de universidad. Siempre le gustó escribir. Tiene publicados varios libros de texto de temas aburridos aunque algunos dicen queson interesantes. Sólo recientemente ha empezado a escribir cuentos y relatos breves enlos talleres de Fuentetaja. Le gustaría tener más tiempo para disfrutar escribiendo.
metroligero - holakokoro
tw Kokoro es un personaje singular, que se cuela en CpA, para contarte historias en pocas palabras.
© Jasten Fröjen
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