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CUENTOS TRADICIONALES PARA REFLEXIONAR

Cuentos Tradicionales

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Educar en valores, cuentos.

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Page 1: Cuentos Tradicionales

CUENTOS

TRADICIONALES

PARA REFLEXIONAR

Page 2: Cuentos Tradicionales

LAS DOS VASIJAS

Un aguador de la India tenía

sólo dos grandes vasijas que

colgaba en los extremos de un

palo y que llevaba sobre los

hombros. Una tenía varias

grietas por las que se escapaba el agua, de modo que al

final de camino sólo conservaba la mitad, mientras que la

otra era perfecta y mantenía intacto su contenido. Esto

sucedía diariamente.

La vasija sin grietas estaba muy orgullosa de sus logros

pues se sabía idónea para los fines para los que fue creada.

Pero la pobre vasija agrietada estaba avergonzada de su

propia imperfección y de no poder cumplir correctamente

su cometido. Así que al cabo de dos años le dijo al aguador:

-Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque

debido a mis grietas sólo obtienes la mitad del valor que

deberías recibir por tu trabajo.

El aguador le contestó:

-Cuando regresemos a casa quiero que notes las bellísimas

flores que crecen a lo largo del camino.

Page 3: Cuentos Tradicionales

Así lo hizo la tinaja y, en efecto, vio muchísimas flores

hermosas a lo largo de la vereda; pero siguió sintiéndose

apenada porque al final sólo guardaba dentro de sí la

mitad del agua del principio.

El aguador le dijo entonces:

-¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del

camino? Quise sacar el lado positivo de tus grietas y

sembré semillas de flores. Todos los días las has regado y

durante dos años yo he podido recogerlas. Si no fueras

exactamente como eres, con tu capacidad y tus

limitaciones, no hubiera sido posible crear esa belleza.

Todos somos vasijas agrietadas por alguna parte, pero

siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas

para obtener buenos resultados

Page 4: Cuentos Tradicionales

LAS TRES REJAS.

El joven discípulo de un filósofo sabio llega a su casa y le dice:

-Maestro, un amigo estuvo hablando de ti con malevolencia...

-¡Espera! -lo interrumpe el filósofo-. ¿Hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?

-¿Las tres rejas? -preguntó su discípulo.

-Sí. La primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?

-No. Lo oí comentar a unos vecinos.

-Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?

-No, en realidad no. Al contrario...

-¡Ah, vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?

-A decir verdad, no.

-Entonces... -dijo el sabio sonriendo-, si no es verdad, ni bueno ni necesario, sepultémoslo en el olvido.

Page 5: Cuentos Tradicionales

AMIGOS. Dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron.

El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena:

"Hoy mi mejor amigo me pegó una bofetada en el rostro".

Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse. El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo. Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra:

"Hoy mi mejor amigo me salvó la vida".

Intrigado, el amigo preguntó:

-¿Por qué, después que te lastimé, escribiste en la arena, y ahora escribes en una piedra?

Sonriendo, el otro amigo respondió:

-Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo; por otro lado, cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón donde viento ninguno en todo el mundo podrá borrarlo.

Page 6: Cuentos Tradicionales

LA MITAD DE UNA MANTA.

En una humilde casa vivía un hombre, su mujer, su padre y su hijo, que todavía era un bebé. El viejo padre no servía para nada. Estaba demasiado débil para trabajar. Comía y fumaba sentado de la puerta. Entonces el hombre decidió sacarlo de la casa, dejarlo tirado a su suerte en las calles, como a veces se hacía, en las época más duras, con las bocas inútiles.

La esposa intentó interceder en favor del anciano, pero fue en vano.

-Como mínimo dale una manta -dijo ella.

-No. Le daré la mitad de una manta. Eso es suficiente.

La esposa le suplicó. Finalmente consiguió convencerlo para que le diese la manta entera. De repente, en el momento en que el viejo estaba a punto de salir llorando de la casa, se oyó la voz del bebé en la cuna. Y el bebé le decía a su padre:

-¡No! ¡No le des la manta entera! Dale sólo la mitad.

-¿Por qué? -preguntó el padre anonadado, acercándose a la cuna.

-Porque -contestó el bebé- yo necesitaré la otra mitad para dártela el día que te eche de aquí.