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1 Cuerpo y violencia: el problema del miedo social y la construcción de corporeidades y heterotopías Dr. Álvaro Reyes Toxqui Área de ciencias sociales de preparatoria agrícola Universidad Autónoma Chapingo, [email protected] 1 Introducción No hay que abonar datos para convencernos de que el ambiente social en el que vivimos está saturado de acciones violentas. La masacre de jóvenes noruegos perpetrada por un también joven cristiano nacionalista, los 50 mil muertos del régimen calderonista o los constantes hallazgos de narcofosas clandestinas en México y América Latina, entre tantas notas aparecidas en la prensa nacional e internacional, son apenas la parte visible de un iceberg que oculta una masa de veladas interacciones políticas cuyas lógicas –si es que las tienen- no acabamos de entender y que, por otro lado, nos enfrentan al reto de sobrevivir y, dado el caso, de pensarlas con detenimiento. Pensar la violencia –o los medios de violencia- tiene, según mi punto de ver, por lo menos dos aristas importantes: la primera, de corte intersubjetivo pero por ello fundamental en el plano de la existencia social, es el del domesticamiento del miedo al hacer, del acto mismo del pensar, un topos seguro i . la segunda, de corte sospechosamente más objetivo, es el de la comprensión de que nuestra civilización se encuentra atravesada por un nuevo umbral de relaciones estratégicas que tocan directamente la construcción de nuevos mandos y lógicas de poder -o biopoder según la categoría foucaultiana-, de novedosos imaginarios sociales de resistencia y, con ello, de la fundación de espacios simbólicos, corporales y físicos en 1 Ponencia presentada en el XVII Encuentro de Investigadores, 2011. Oaxtepec, Morelos.

Cuerpo y Violencia

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Ponencia presentada en encuentro nacional de Investigadores

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    Cuerpo y violencia: el problema del miedo social y la construccin de corporeidades y heterotopas

    Dr. lvaro Reyes Toxqui rea de ciencias sociales de preparatoria agrcola

    Universidad Autnoma Chapingo, [email protected]

    Introduccin No hay que abonar datos para convencernos de que el ambiente social en el que vivimos est saturado de acciones violentas. La masacre de jvenes noruegos perpetrada por un tambin joven cristiano nacionalista, los 50 mil muertos del rgimen calderonista o los constantes hallazgos de narcofosas clandestinas en Mxico y Amrica Latina, entre tantas notas aparecidas en la prensa nacional e internacional, son apenas la parte visible de un iceberg que oculta una masa de veladas interacciones polticas cuyas lgicas si es que las tienen- no acabamos de entender y que, por otro lado, nos enfrentan al reto de sobrevivir y, dado el caso, de pensarlas con detenimiento.

    Pensar la violencia o los medios de violencia- tiene, segn mi punto de ver, por lo menos dos aristas importantes: la primera, de corte intersubjetivo pero por ello fundamental en el plano de la existencia social, es el del domesticamiento del miedo al hacer, del acto mismo del pensar, un topos seguroi. la segunda, de corte sospechosamente ms objetivo, es el de la comprensin de que nuestra civilizacin se encuentra atravesada por un nuevo umbral de relaciones estratgicas que tocan directamente la construccin de nuevos mandos y lgicas de poder -o biopoder segn la categora foucaultiana-, de novedosos imaginarios sociales de resistencia y, con ello, de la fundacin de espacios simblicos, corporales y fsicos en

    1 Ponencia presentada en el XVII Encuentro de Investigadores, 2011. Oaxtepec, Morelos.

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    donde se construyen, desde la alteridad, tambin novedosas relaciones sociales de poder.

    Para fines del presente documento, me permitir comenzar por la segunda arista utilizando tres categoras centrales del pensamiento foucaultiano que son, a saber, el cuerpo, el biopoder y las heterotopas. El cruce de stas debe servirnos para entender las complejas realidades polticas y culturales de nuestra contemporaneidad.

    Objetivo Analizar los fenmenos contemporneos de violencia y polticas del miedo social como resultado de la biopoltica, el control del cuerpo y la subjetividad social. Analizar la construccin poltica del miedo y la construccin de heterotopas alternativas desde la ptica foucaultina del poder. Marco terico y metodolgico En la Microfsica del poder (1979), Foucault dej asentadas una serie de premisas en torno al problema de la corporeidad como eje de anlisis sociolgico. La primera de ellas supone que detrs de cada relacin de poder se encuentran ciertos dispositivos que atraviesan el cuerpo humano para disciplinarlo en torno al discurso y las prcticas de dicho poder. El dominio, la conciencia de su cuerpo no han podido ser adquiridos ms que por el efecto de la ocupacin del cuerpo por el poder: la gimnasia, los ejercicios, el desarrollo muscular, la desnudez, la exaltacin del cuerpo bello... todo est en la lnea que conduce al deseo del propio cuerpo mediante un trabajo insistente, obstinado, meticuloso que el poder ha ejercido sobre el cuerpo de los nios, de los soldados, sobre el cuerpo sano. (Foucault, 1979: 104).

    Segn este orden de ideas el cuerpo est inmerso en un campo poltico, las relaciones que operan sobre l lo

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    cercan, lo marcan, lo doman, lo someten a suplicio, exigen de l signos (Foucault, 1984) . Por otro lado, el campo poltico supone tambin una utilizacin econmica del cuerpo. Esto significa que el cuerpo se encuentra inserto en tramas de significacin y de produccin para convertirse en cuerpo til, en cuerpo domeado por acciones violentas o de consenso que suponen un saber del cuerpo, un clculo de la utilidad del cuerpo. Este saber y este dominio constituyen, segn Foucault, la tecnologa poltica del cuerpo.

    La segunda premisa establece que cada sociedad y cada rgimen poltico precisa de ciertas disposiciones en torno a la corporeidad y a su control. Ello implica una novedosa forma de entender al poder que, como ejercicio estratgico y al tener como centro el control de la vida, del cuerpo y sus pulsiones, Foucault denomina biopoltica (2007).

    La biopoltica est dirigida a la produccin del cuerpo, a su control especfico, lo cual incluye los mecanismos que lo sujetan a la dinmica propia de la construccin de la poltica y de la ideologa del cuerpo. Como tal, es una categora que permite comprender cmo se constituye la vida y cmo se construye el cuerpo a travs de tcnicas punitivas que bien se apoderan del cuerpo y del alma de los sujetos. En la biopoltica es fundamental concebir el cuerpo humano como sujeto a dispositivos de control, propios de las sociedades disciplinarias, pero tambin sujeto a la probabilidad de la resistencia.

    La resistencia tiene como punto de partida y de expresin al poder mismo pero ste, segn la enseanza de Foucault, por lo menos desde el siglo XVIII- va dirigido a la construccin de los cuerpos, es decir, a la corporeidad misma. En otras palabras, si los sistemas sociales llamados dominantes han generado mecanismos y dispositivos de control corpreo, y ello ha generado un discurso del cuerpo como instrumento de disciplinamiento y sujecin, entonces la resistencia ms importante a analizar debe ser aquella que genere un anlisis crtico de dicho discurso y busque concebir al cuerpo como expresin, como smbolo y

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    como experiencia de otras representaciones de lo que debe ser la vivencia humana. Si el poder genera formas de representacin corprea y establece cdigos de representacin que los individuos asumen como propios, si genera un espejismo donde los cuerpos bellos son el baluarte de la autodefinicin, entonces la resistencia debe desmantelar los cdigos de representacin de la ficcin hegemnica y desmantelar los discursos que definen la corporeidad en este nuevo siglo. Por razones de anlisis, a esa capacidad de desencubrir las redes de poder que dan forma y estructuran el cuerpo, le llamaremos bioresistencia.

    El biopoder, como ya se explicit, atraviesa el cuerpo pero, tambin, genera lugares reales, arquitecturas fsicas que explicitan los discursos de poder dominantes. Los lugares, los edificios, los jardines, las esculturas, los espacios abiertos y los cerrados hablan, dira Jos Gaos (1983), de las ideas del mundo y la visin del poder que imperaron cuando se erigieron tales edificaciones. El poder, la magnificencia constituida de los discursos, tocan todos y cada uno de los elementos visibles e invisibles del espacio.

    El poder coloniza el espacio en donde se puede constatar la circulacin del discurso y la accin de los dispositivos y tecnologas de la corporeidad. Ahora bien, cabe la pregunta de cmo ha sido constituidos el cuerpo y el espacio en la sociedad contempornea.

    Avances o resultados

    Se parte de una tarea pendiente que Foucault dej explcita en su Microfsica del poder: Queda por estudiar de qu cuerpo tiene necesidad la sociedad actual (Foucault, 1979: 106). Esta tarea exige sentar una serie de premisas bsicas: primero, el sistema neoliberal es la expresin del poder trasnacional que prioriza el desarrollo de los grandes mercados de produccin y consumo; segundo, ste rgimen de mercado ha generado un nuevo orden de poder a partir del discurso ideolgico de la globalizacin, el cual consiste en colonizar las esferas del

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    Estado al reducirlo a la expresin mnima de las regulaciones polticas y jurdicas a favor del derecho y del inters privado. Tercero, que esta relacin de poder ha generado una nueva subjetividad que descansa en tres ejes necesarios para la reproduccin de su poder: el de la incertidumbre, el del miedo y el de la seduccin. La ltima premisa supondra entonces que esa nueva subjetividad ha generado espacios y cuerpos que, por un lado, asumen el imaginario del topos global y, por otro lado, constituyen la apertura efectiva de su probable resistencia.

    Por razones de espacio nos concentraremos en el miedo como uno de los ejes pilares que atraviesan la corporeidad contempornea y los fenmenos que ataen a sta.

    La sociedad de la incertidumbre, de donde la generacin del miedo es su principio axial, se basa no en la gestin del riesgo como lo planteara Ulrich Beck (2007) sino en la gestin de una atmsfera apocalptica donde los diversos espacios, lugares, sitios ya fsicos, ya simblicos; ya globales, ya locales- son percibidos como topos de trnsito a travs de la visibilidad de los peligros y en donde las corporeidades annimas tienen que sujetarse a la experiencia fronteriza del cuerpo que transita en las quimricas heterotopas del mercado, en ilusorias mansiones cosmolgicas que ofrecen las inocuas filosofas y religiosidades light. Al no encontrarse dentro de los lmites de ninguna frontera, el cuerpo cae en la experiencia de transitar los heterotopos imaginarios de la globalizacin: el cuerpo se esconde en la masa annima que confluye en el mercado de las representaciones (percings, tatuajes, spas, gyms, modas), el cuerpo se alimenta con los modelos de la moda de las fibras dietticas; el cuerpo adquiere gestualidades propias de su constante contacto con el ciberspecio y las telecomunicaciones; el cuerpo se erotiza con las imgenes de la industria de la pornografa,ii se reinventa a partir de los imaginarios incorpreos que circulan por internetiii. Esta es la rbita del deseo.

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    Sin embargo, la dinmica del deseo no permite al individuo a asumir su centralidad como referente de accin poltica, es decir, no se entiende como entidad que puede irrumpir en las esferas pblicas del poder.

    La experiencia fronteriza del cuerpo la que no le permite entenderse sino como cuerpo que se oculta y que huye- abre el espectro de los campos estratgicos del poder del Estado y del mercado y no repara que, en la invencin de la utopa planetaria, la estrategia del capital, asegura Beck, es la fusin del capital con el Estado y, con ello, de manera indirecta, legitima el orden de esa fusin estratgica. El cuerpo, en el sentido estricto del trmino, preso de la subjetividad de la incertidumbre y del miedo, huye de lo poltico porque asume su estado de pura indefensin.

    El miedo es un acto poltico que genera espacios y cuerpos en trnsito pero que tambin construye la imagen necesaria del Estado. El miedo hace visible al Estado, es decir, lo hace necesario aun en contra de esa imagen deteriorada del Estado dbil frente al mercado.

    El Estado, en este sentido, parece slo actuar dentro de la lgica de la incertidumbre generada por un mercado cada vez ms veloz, cada vez ms necesitado de homogeneizar la experiencia del espacio como inestable e inseguroiv y cada vez ms dependiente de enemigos mediticosv que justifiquen la pronta accin del Estado.

    Vivimos en una sociedad que ha logrado establecer una semntica del miedo que, a su vez, se ha introducido en la percepcin y representacin de los acontecimientos que se desarrollan ante nuestros ojos, ha modificado poderosamente las costumbres que perseguimos, se ha infiltrado en las obras que producimos, en las conversaciones que mantenemos, en las emociones que transmitimos, en los sueos que nos atormentan, en los miedos que percibimos.

    La semntica del miedo aborda los lenguajes y desenmascara los nuevos instrumentos de disciplinamiento social que ya no provienen exclusivamente de la rbita de la

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    operacin del Estado sino que incluye a actores no gubernamentales, visibles e invisibles, tales como los que constituyen y defienden intereses corporativos o mediticos o criminales. Es en la interrelacin de estos nuevos actores en donde pueden observarse los siguientes fenmenos: primero, la percepcin del riesgo y del peligro; segundo, la generacin de un lenguaje en donde discurre el miedo y la angustia; tercero, la identificacin meditica del enemigo; cuarto, el discurso de la necesidad del Estado que guarda una lucha permanente contra la criminalidad a travs de la justificacin de la violencia legtima, es decir, la que se aplica como fundadora y conservadora del derecho y, finalmente, una corporeidad que se estremece, que se angustia, que debe transitar rpidamente en el ms profundo anonimato dentro de los espacios y las diversas geografas del poder.

    Para agilizar este movimiento se debe crear la atmsfera de que nuestros cuerpos se encuentran siempre ante la expectativa del peligro ante riesgos reales, percibidos o imaginados-, deben asumir un lenguaje de adjetivos comunes -brutal, sangriento, sorpresivo, pnico, shock-, se debe saturar de imgenes contundentes -cuerpos desmembrados, destazados, apualados, acribillados, apilados y annimos-, y se debe de vivir en el lmite de las fronteras calientesvi a la que pertenecen esos lugares fuertemente estereotipados como colonias, barrios, villas, cinturones de pobreza, en donde los incidentes violentos se recrudecen y se hacen ms visibles por el efecto de los medios de comunicacinvii pero que, a su vez, son una construccin tpica dentro de la lgica de la polarizacin social que el discurso de la utopa planetaria o topos global trata de ocultar o disimular.

    La visin del cuerpo en las ciudades del miedo debe responder a esa lgica de disimulacin: ocultar los efectos perniciosos de una economa de mercado, depredatoria, polarizante, violenta, anmica, excluyente. Por esa misma razn, tal como lo sealamos a lo largo de este captulo, el cuerpo annimo del trnsito de las identidades ese que

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    accede al mercado en la bsqueda de su propio reencantamiento frente a la cultura de la incertidumbre-; o el cuerpo-vctima que debe enfrentarse constantemente al miedo polticamente construido, es escritura simblica de un orden que, en poco ms de treinta aos, ha recrudecido sus acciones estratgicas en la construccin de subjetividades, corporeidades y espacios de poder y, pese a la idea de la expansin del espacio que supone la apertura global o planetaria de fronteras comerciales y comunicacionales, ha aislado la experiencia humana a un nmero de representaciones (transitoriedad espacial/transitoriedad corporal) para arraigar su poder y consolidar su hegemona. Conclusiones

    A lo largo de este itinerario encontramos que la corporeidad es una construccin que est directamente vinculada con otras interacciones sociales y que su objetivacin social depende del cruce de diversas redes del poder. Aqu, la ayuda de Foucault permiti sistematizar y vincular diferentes rdenes de la realidad que muchas veces se encuentran ocultas al ojo desatento. El cuerpo expresa escrituras del orden de los saberes sociales, es constituido dentro de ciertos rdenes institucionales que permiten su circulacin y su docilidad; orbitan, transitan y habitan espacios que cuentan con una arquitectura fsica y simblica y reflejan, finalmente, los campos estratgicos en donde opera el poder.

    Los campos estratgicos generan nuevas subjetividades que son reforzadas por la arquitectura del espacio en donde el cuerpo se realiza como produccin subjetiva y simblica. El espacio, sin embargo, tambin puede ser subjetivado y contener una urdimbre impresionante de significados en donde el poder, como campos estratgicos, acta y opera sobre los cuerpos. Existe, asever Foucault (2008), una economa poltica del

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    cuerpo y, con ello, heterotopas en donde se realiza dicho poder.

    La economa poltica del cuerpo en las sociedades contemporneas est delimitada por una atmsfera apocalptica que constrie al cuerpo y al espacio a ser representaciones de trnsito, es decir, de cuerpos que huyen ante la expectativa del miedo que hace necesario a un Estado cada vez ms debilitado y colonizado por las lgicas del poder y del inters privado y transnacional. Bibliografa Beck, Ulrich. 2007. Vivir en la sociedad del riesgo global. Documentos CIDOB, [traduccin de Mara de los ngeles Sabiote y Yago Mellado], Barcelona, Espaa. Foucault, Michel. 1979. Microfsica del poder. Las ediciones de la Piqueta, segunda edicin, [traduccin de Julia Valera y Fernando lvarez], Madrid, Espaa. Foucault, Michel. 1984. Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisin. Siglo XXI editores, Mxico. Foucault, Michel. 2008. Topologas. En: Fractal No. 48. Enero-marzo, ao XII, Volumen XII. Foucault, Michel. 2007. Nacimiento de la biopoltica. Curso en el Cllege de France (1978-1979). Fondo de Cultura Econmica, [trad. Horacio Pons], Buenos Aires Argentina. Gaos, Jos. 1983. Historia de nuestra idea del mundo. Fondo de Cultura Econmica y Colegio de Mxico, segunda reimpresin, Mxico. Marroqun, Amparo. 2007. Indiferencias y espantos: relatos de jvenes y pandillas en la prensa escrita de Guatemala, El Salvador y Honduras En: Rey, Germn (Coordinador). Los relatos periodsticos del crimen. Bogot: C3-FES. http://www.c3fes.net/docs/relatosdelcrimen.pdf

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    Tapia Navarro, Javier. 2008. Ms all del cuerpo. Revista Metapoltica No. 59, mayo-junio, Mxico. Woodiwiss, Michael. 2005. La componenda global. La construccin de un rgimen global de control. Trasnational Institute, TNI Briefing series, Amsterdan

    Notas i El pensar se convierte en un topos seguro que, no sin cierto sarcasmo, puede parafrasearse bajo la lnea cartesiana del cogito ergo sum, es decir, el pensamiento parece ser, de pronto, la ltima evidencia de que no he sido tocado por la violencia o por la muerte. ii Los controles sobre el acto amoroso ha cambiado a raz de que la industria pornogrfica ofrece nuevos clichs del uso del cuerpo. El kit est completo: iniciar con una fellatio, variacin de posturas donde la penetracin sea visible y los gemidos impersonales, aderezarla con objetos de la industria del sexo (videos, revistas, vibradores, juguetes erticos, cremas, lencera, aparatos de sadomasoquismo, etc.) y culminar con las variaciones donde el placer masculino sea, en primicia, lo que se satisfaga en esa asuncin del vouyerismo cultural y meditico. El sexo meditico sigue reproduciendo las diferencias de gnero, incluso en aquellas donde el placer se centra en la mujer. iii Escribe Tapia Navarro: Las relaciones humanas no requieren presencia corporal. El Messenger mantiene conectados a los amigos, a las familias e, incluso, a los amantes. La sexualidad, como lo ertico, prescinde de su componente fundamental: el aroma, el sabor de los sudores, la presencia ineluctable de los cuerpos amantes (Tapia, 2008: 108). iv El miedo se experimenta siempre como una posibilidad espacial de violencia: Nueva York, Madrid, Chihuahua, Medelln, Tel Aviv, se han convertido en espacios iconogrficos de la presencia del terrorismo internacional o de la guerra del narcotrfico que puebla de atentados, bombas y perpetracin de muertes masivas al imaginario del miedo.

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    v Al Qaeda en Estados Unidos y los crteles de la droga en Mxico, justificaron la accin inmediata del Estado en torno a la delimitacin de zonas de seguridad, de operativos militares y policiales y de justificacin expedita de millonarios presupuestos federales para eficientar la lucha contra estos males sociales. El caso que Al Qaeda, para el gobierno norteamericano, sigue siendo un fantasma meditico que, desde hace ya una dcada, burla los operativos de seguridad y espionaje norteamericanos y, para Mxico, la lucha contra los crteles de la droga se ha convertido en un asunto que ya traspasa los umbrales de sus propias posibilidades discursivas. vi Mike Davis, historiador urbano, ha calculado que podra haber ms de un cuarto de milln de barrios de tugurios en el planeta: Las cinco grandes metrpolis del Sudeste Asitico (Karachi, Mumbai, Delhi, Kolkata y Dhaka) tienen ya 15.000 comunidades de tugurios con una poblacin total de ms de 20 millones de personas. Los bloques de construccin de este planeta de tugurios, escribe, son a un mismo tiempo intercambiables y espontneamente nicos, desde los chawls de Mumbai, los kampungs de Yakarta y los iskwaters de Manila a las favelas del Brasil y las muy bien llamadas villas miseria de la Argentina (citado por Michael Woodiwiss, 2005. La componenda global. La construccin de un rgimen global de control. Trasnational Institute, TNI Briefing series, Amsterdan, pp. 28-29. Deberamos de agregar, adems, los cinturones de miseria, las colonias y los barrios, propios de esa experiencia latinoamericana de vida que podramos identificar con Paul Virilio como Ville Panique o ciudades del pnico. vii los medios de comunicacin han tipificado identidades mediticas de la violencia: se puede ser mara, zeta, o narco, por las formas de vestir, de tatuar, de responder a referentes noticiosos pero, sobre todo, para responder a la formacin de un estigma social. El trabajo de Amparo Marroqun (2007) realizado con el anlisis de los relatos que la prensa en Guatemala, el Salvador y Honduras, realiza sobre los jvenes y sus formas de autorganizacin, es esclarecedor sobre este fenmeno.