Cuesta Ávila, Rafael - Modos de Producción y Modelos Culturales. La Experiencia Del Cruce en Una Fábrica Hispano-japonesa

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    Modos de producción y modelos

    culturales. La experiencia del cruc

    en una fábrica hispano-japonesa

    RAFAEL CUESTA

    Universidad Autónoma de

    Mérida.

    Como etnógrafo, siempre me ha interesado lo que pasa en los

    e intersecciones de la vida, dado que éstos constituyen un obser

    crucial  para la reflexión antropológica. El cruce, y no me refier

    mente al espacial sino también al cultural, se caracteriza sobre to

    ser un ámbito ambiguo, ambivalente, indefinido, en el que los valo

    están completamente cuajados, ni sedimentados, ni decantados, si

    se hallan aun  entre-mezclados o con-fundidos,  como el agua y el

    Este estado de intersección permite estudiar las antonimias y ant

    mos,

      los contrastes y contradicciones generadas en un proceso de

    cruzamiento que trata de darle un orden a un caos.

    En este sentido, las intersecciones transnacionales, en nuestro c

    empresariales, ofrecen un excelente «laboratorio» para observar la

    ca de los «choques inter-culturales» entre una firma matriz extranje

    centro de producción filial autóctono, haciendo de la fábrica est

    Santana Motor, un lugar en donde entran en colisión distintas y d

    interpretaciones del mundo, la propia y la ajena. Los escenarios

    tantes a esta interpenetración van desde la imposición de la ma

    la negación de la filial, pasando por el sincretismo como solución

    media.

    El presente estudio es fruto de un trabajo de campo desarroll

    la ciudad andaluza de Linares 0aén), concretamente en la factorí

    cionada, en el que se trataba de analizar los procesos de cruce

    de l

      área de intersección

      (AI) entre:

    REVISTA DE DIALECTOLOGÍA Y

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    CCTA  IIIIIHl CEg>

    Ambos colectivos, trabajadores andaluces y directivos-técnico

    ses, diferían culturalmente en los principios, presupuestos, pr

    presunciones básicas, bajo los que debía organizarse el trabajo fa

    cada modelo etno-laboral suponía una manera diferencial de en

    individuo, a la sociedad y la relación entre ambos polos, y todo e

    observarse dentro del espacio acotado de una fábrica de automo

    este modo, podía contrastarse y constatarse cómo las relacione

    japoneses con sus empresas se formulaban de manera diferente

    los andaluces con las suyas. Ello permitía observar cómo:

    — Si en Santana existía una cultura antropocéntrica o persona

    concede un valor central al individuo (dado que «cada person

    mundo»), en Suzuki se constataba un énfasis en lo colectivo sob

    dividual, según el cual el todo debía ser superior y antepone

    partes. De cada una de estas formulaciones sobre la manera de

    el individuo se derivan distintas formas de interpretar valores

    que afectan al trabajo, tales como la «creatividad», la «iniciativa»,

    ridad», etc.

    — Si en Santana prevalece una sociabilidad basada en la s

    ción, que los «santaneros» verbalizan como «clanes» o «camarillas»,

    redes personales; en Suzuki el ideal social se basa en la integra

    porativa y en las redes formales-funcionales imp ersona les.

    — Si en Santana se trata de alcanzar un punto de equilibrio

    bajo y ocio, a través de la clásica fórmula del «trabajar para v

    vivir para trabajar», Suzuki concede una centralidad al trabajo c

    ber cívico o patriótico. La visión más hedonista y relativista del «sa

    entraba, pues, en contradicción con la más ascética y finalista

    pleado japonés.

    — Si en Santana hay una aceptación de la discrepancia re

    las estructuras jerárquicas, admitiendo la negociación como vía p

    mir los conflictos entre dirección y trabajadores, a través de los

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    — Si en Santana existe una aceptación del error basado en la

    ción falible de lo humano, tal y como lo expresaba un trabajad

    somos un robot, somos seres humanos y las personas nos equivo

    en Suzuki se aprecia una aversión al error, basada en el ideal de

    ción o perfeccionismo continuo

      kaizen,

      círculos de calidad), de t

    que el individuo no falla, lo que realmente falla es el grupo de tr

    el sistema, que están mal organizados.

    — Si en Santana predomina el «presentismo» como manera de

    bir el tiempo, pensando a corto plazo, viviendo al día, o impro

    sobre la marcha; en Suzuki se destaca la planificación o la progr

    del tiempo futuro.

    Sobre todas estas concepciones culturales diferenciales, Rona

    (1989), un renombrado analista en las relaciones occidente-orient

    nía la siguiente consideración: «Japón —decía— es el único paí

    trial avanzado cuya cultura tradicional no debe casi nada a los

    mediterráneos y a las tradiciones greco-latinas». En este sentido,

    sencia de Suzuki en Santana implicaba progresivamente la sutil

    ción de un modelo cultural diametralmente distinto al existente. Es

    bio era entendido como necesario por la dirección japonesa, a

    permitir el tránsito de la tradicional «Santana del rover» a la m

    «Santana del suzuki».

    En este sentido, una de las cuestiones a abordar era si los «sant

    como destacados exponentes laborales de la moderna industria an

    serían capaces de asimilar con éxito el reto que concitaban los

    métodos de trabajo y modelos de gestión propuestos e implantad

    latinamente por los técnicos y gestores de Suzuki. Para no queda

    la cómoda indefinición de las medias tintas daré la respuesta com

    tiva. No obstante, esta negación precisa de una explicación que

    mos de ofrecer a continuación.

    Cuando comencé el trabajo de campo, a principios de 1994,

    ciones entre Santana y Suzuki, tras casi doce años de conviven

    estaban francamente deterioradas. Recuerdo que cuando llegué a

    —una vez que obtuve la financiación para el proyecto por part

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    car la continuidad de la factoría, lo cual me dio la posibilidad

    cer a bastantes obreros, empleados y dir igentes s indicales , que,

    que obtuve la autorización de la dirección para poder estudiar

    tos de la intersección (lo cual no fue tarea fácil), me fueron de

    liosa ayuda. Al contrario de lo que pueda pensarse, los momentos

    son paréntesis excelentes para obtener datos relevantes y profun

    en condiciones normales, no saldrían a la superficie o tardarían m

    en aflorar.

    En este estado crítico, Suzuki se resistía a reabrir la fábrica

    los operarios aceptaran ciertos principios productivos irrenunciab

    «santaneros», por su parte, respondieron con una huelga de prote

    que se proclamaban manifestaciones como las que s iguen:

    «Suzuki qu iere im planta r en Linares técnicas de fabricac ión p rop ias del Ja

    no es Japón»; «En Linares somos anda luces , n o j aponeses» ; «El mo delo

    es t ras l adabl e n i a Sant ana n i a es t e pa í s» ; «Con es t e s i s t ema acabaremo

    jar en j ap oné s con acen to andaluz»; «El s i s t ema de t raba jo j a pon és es un

    no resu l t a humano»; «No nos pueden meter con un ca l zador l a f i l osof í a

    «Ya no es és t a [Santana] una e mpr esa a l a med ida de l ho mb re . Se ha deshu

    Desde este punto de vista, los trabajadores locales acabarían

    tando la propuesta de Suzuki de «modernizar y racionalizar la pro

    como «trabajar a la japonesa», asistiéndose en consecuencia a un co

    del  plano técnico  al  plano étnico.

    En este estudio trataremos de analizar tres aspectos cruciale

    dos de es te proceso de in tersección en tre los co lect ivos hum

    Santana y Suzuki. Por una parte, el papel a jugar por el individu

    del proceso product ivo . Por o t ra , las impl icaciones del camb

    modelo tecnológico. Por último, abordaremos los efectos s imból

    rejados a la introducción del nuevo producto fabricado.

    1. L A CONSIDERACIÓN DEL INDIVIDUO DENTRO DEL PROCESO PRODUC

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    La prevalencia de tales valores cualitativos de signo personal

    el «santanero» fuera convirtiéndose al paso de los años en un tr

    imprescindible o insustituible: llegado a un punto de experiencia

    nadie conocía su puesto mejor que él. Cada uno poseía las «triqu

    «ratonerías»» y «atajos» propios de su oficio, y nadie como él sab

    sacarle partido a la maquinaria con la que llevaba trabajando qui

    en su puesto fijo. En general, el «santanero» trabajaba en lo q

    argot se conoce como  fuera de

     proceso,

     haciendo gala de aquel

    de «cada maestrillo con su librillo», como se me solía decir en l

    res.  Además, todo este conocimiento laboral era de índole perso

    transferible, y pocas veces compartido. Todo ello proporcionaba

    rario que tuviera dichas cualidades una razonable seguridad en s

    de trabajo y una ventajosa posición de cara a plantear posibles

    caciones a sus superiores, que no podían cambiar a un trabaja

    otro de la noche a la mañana sin causar un desajuste productiv

    como él podía garantizar un resultado óptimo en un trabajo tan

    lizado como el que venía desarrollando desde hacía tanto tiemp

    Talleres productivos y oficinas técnicas mantenían en la «San

    rover» un prudente distanciamiento entre sí. Cada uno debía esta

    sitio y las fronteras sólo se traspasaban cuando era estrictamente

    rio.

      Los técnicos de entonces, muchos provenientes del ICADE

    Católico de Empresas), recluidos en sus distantes oficinas, descon

    cotidianeidad del trabajo en los talleres. Además, dado que el

    que entonces se fabricaba, el todoterreno Land Rover, era de pa

    glesa, cualquier innovación o modificación del vehículo era resp

    dad de los técnicos ingleses, que sólo aparecían por Santana pa

    ducir un cambio y luego se marchaban de nuevo. Muchas veces e

    español no sabía resolver problemas productivos en los talleres

    que se daba una primacía del conocimiento práctico del taller

    técnico de las oficinas, tal y como se expresaba en las siguiente

    tan populares, entre los trabajadores: «Un mono vale por dos ba

    alusión al uniforme de cada colectivo; o «un mono lleva dos ba

    ma»,

      dando a entender con ello que el obrero sabe el doble qu

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    mejorándole el método, ellos han buscado luego un utilillo casero que us

    tú te has dado la media vuelta, y hacen el trabajo en la mitad de tiemp

    distes. Si me tenían que dar cien piezas me las han dado pero con un

    antelación.

    Debido a ello, el «santanero», como productor individual, era e

    tico creador y depositario del conocimiento fabril. Su forma per

    enfrentarse a la producción no tenía por qué coincidir con el

    marcado por los técnicos, que muchas veces ignoraban la solució

    piada al encontrarse ésta en la cabeza de los productores.

    Cuando Suzuki se introduce en Santana incorpora un sistema

    ducción impersonal, donde se resaltan valores colectivos y objeti

    les como «eficacia», «eficiencia», «productividad», «estandarización»,

    mación», «planificación», «normatividad», «despersonalización»..., de

    cual las demostraciones de excesivo individualismo comenzaron a

    pudiadas y reprendidas. Según aquellos que tuvieron la experie

    viajar a las plantas japonesas de Suzuki, los que no se ajustaban

    premisa social eran objeto de burla y escarnio público. Ahora de

    dominar el proceso técnico, la ortodoxia del método, la estanda

    normada, la hoja de instrucciones, la integración corporativa, la d

    interiorizada..., borrando cualquier rastro personal en el proceso

    tivo. El «santanero» comenzaba a sentirse amenazado por la p

    aplicación de aquel aforismo oriental que establece el temido p

    igualitario de que «cualquier clavo que sobresale debe ser macha

    Desde esta visión, en la que las partes son absorbidas por

    las singularidades habían de ser eliminadas, y la relación entre i

    y sociedad, o entre trabajador y empresa debían resolverse a fa

    segundo término. En función de esto, el trabajador ideal de Suzu

    ser intercambiable, reemplazable, polivalente y prescindible, una

    ciado de prerrogativas personales. Cualquier trabajador con unos

    conocimientos prácticos, y un máximo sometimiento a los criterio

    cos exigidos podía integrarse plenamente en el nuevo sistema de

    ción. De este modo, los operarios más jóvenes ascendían más rápi

    en la escala profesional, ante el descontento de los más veteran

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    El incumplimiento  de los  planes  y  plazos trazados  por  Suz

    q u e  el  equipo técnico japonés asumiera  el  control absoluto  del

    tecnológico, desplazando para ello  al  cuadro técnico  de  Santana

    consiguiente descontento

      de

      este personal

      que

    escasos años atrás ,

    zaba  a  asumir algunas iniciativas ,  una vez  efectuada  la  compr

    patente inglesa  del  rover,  que  ahora pasaba  a  denominarse com

    Rover-Santana.  Con la  nueva dirección japonesa, cualquier activ

    bía ceñirse estrictamente  a los  métodos d iseñados desde  el  Depa

    de Ingeniería  de la  Fabricación.  De  es te modo, todo  el  proceso  d

    cación pasaba  a  es tar predeterminado desde  las  oficinas técnicas y

    bajadores  no  tenían  más que  seguirlo fielmente.  A su vez los 

    es paño les t en ían

      que

      hacer cumpli r

      las

      estr ictas instrucciones

     

    homólogos n ipones .  Con el  nuevo s is tema  de  producción , en t

    nuevo marco  de  valores que en  buena medida  se  contraponía  a

    templados

      en los

      presupuestos tradicionales . Ahora

      la

      oficina té

    imponía  a los  talleres , implicando todo esto  un  cambio  en el  su

    duct ivo , en tendido como  un  trabajador  más  homologable  e  imp

    II. EL CAMBIO DE PARADIGMA TECNOLÓGICO

    Des de  su  fundación, allá  por 1954 Santana  se  había basad

    sistema  de  producción tecno-mecánico  y  manual ,  y  esto había

    e l modo

      de

      trabajar

      de los

      «santaneros». Antes

      de la

      llegada

      de

    los trabajadores andaluces elaboraban  un  vehículo, que era el  Lan

    con  un mode lo  de  fabricación basado en una  concepción  del  traba

    artesanal,

      una

      tecnología mecánico-manual

      y una

      fuerza laboral

    sa. Según

      la

      forma

      en la que se

      elaboraba

      el

      producto ,

      el

      Rover

    finido como  «un mecano que se  montaba pieza  a  pieza», muchas  y 

    de forma acumulativa,

      lo

      cual exigía

      una

      m a n o

      de

      obra numer

    características  del  Rover,  con  2.000 tomillos  que había  que pone r 

    exigían  en su  fabricación  una  elaboración casi artesanal.  En  esta

    ciones, cualquier intento

      por

      automatizar

      su

      producción hubiera

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    dadura entre los tubos del chasis o bastidor el factor causante

    mínimas deformaciones tubulares, y debido a esta pequeña anoma

    ticamente ningún chasis salía idéntico a otro. De este modo, c

    enfriaban los cordones de soldadura echados sobre los largueros

    sanos, tras ser expuestos a altas temperaturas, nunca lo hacían

    mente con la misma tensión, presentando inapreciables deformaci

    afectaban a la correcta alineación o nivelación del chasis, cuya

    cuencias afloraban posteriormente a lo largo del proceso produ

    determinados puestos de la cadena de montaje.

    El bastidor, como base de montaje del vehículo, servía de p

    sobre la que se iban agregando las distintas piezas, que eran e

    das una tras otra, en un lineal proceso acumulativo. Cualquier

    o irregularidad, por mínima que fuera, en la elaboración del chas

    ducía modificaciones en el posterior encaje de las piezas a mo

    debían ajustarse a la peculiar desnivelación de las anteriores, y

    alguna manera iban particularizando el resultado, pudiendo dec

    cada vehículo acabado era un producto único y singular. Esta s

    dad era una de las características que definían la labor del «santa

    que le hacían identificar su trabajo mecánico-manual como artesa

    duciendo unidades diferenciadas en su especie. «No hay dos rov

    les»,  alardeaba el «santanero».

    Por ejemplo, la forma del hueco de la puerta dependía de l

    ción existente entre el lateral de la carrocería, el techo, el salpi

    la aleta; alineación que variaba en cada vehículo. Con estas con

    el montaje de las puertas, que era realizado con ayuda de m

    puntero, dependía del buen criterio del montador que, según

    retaladraba, improvisaba suplementos de masilla, ponía apoyos

    de goma para reequilibrar el desnivel, recortaba material, buscab

    ple de las piezas a fuerza de martillazos y golpes..., sin que esta

    ciones estuvieran expresadas en la hoja de instrucciones del proc

    si bien indicaban  qué hacer  (en este caso «ajustar puerta dere

    especificaba  cómo hacerlo.  Era el «saber hacer» del trabajador, a

    su criterio personal, el que resolvía esta cuestión, para lo cual g

    cierta autonomía irrenunciable en su trabajo. Los propios pro

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    De este modo se podía decir que cada puerta tenía su «firm

    ma de encajar según el trabajador que la cuadrara; es más, incl

    tía la costumbre de estampar la muesca del número del operario

    pieza que fabricaba para individualizar su obra y dar a conocer a

    hábito que aun seguían practicando por su cuenta algunos tra

    en distintos talleres.

    En los faros delanteros, ocurría con frecuencia que uno sol

    más alto que el otro, un descuadre que se apreciaba cuando se

    el paragolpes sobre ellos . El defecto se corregía torciendo o i

    el paragolpes de un martillazo para hacerlo coincidir con los fa

    cedimiento que no aparecía, desde luego, en las hojas técnicas .

    tas de las ruedas también estaban desniveladas a razón de unos

    tros, diferencia causada por la herramienta que las elaboraba. Par

    la aleta y comprobar que quedaba alineada se util izaba una cue

    medía a mano. Tampoco esto aparecía reflejado en las hojas de

    ciones. Las inexactitudes previas afectaban a su vez a las pieza

    montaban sobre ellas , por lo que los trabajadores de los s iguien

    tos tenían que ingeniárselas para adaptar su trabajo a las pecu

    arrastradas por el producto.

    Con toda esta suma de «defectos», era evidente que el vehículo

    taba descuadrado, cada uno a su manera, aunque la acumulación

    ajustes era corregida recurriendo a procedimientos no estandariza

    viniendo en muchos casos de la capacidad de improvisación o de

    del trabajador, pero que permitían la «normalización» de los habitu

    perfectos . Ante tantas variaciones, el trabajador acostumbrado en

    f i jo a las dis tintas anomalías que pudieran presentársele, soluc

    defecto que la propia oficina técnica a veces no sabía cómo reso

    Gracias a estas artimañas incorporadas por los propios trabaja

    base, muchas veces, a su criterio personal, y por tanto no escri

    hoja técnica del proceso, la falta de una perfecta alineación en e

    lo era corregida con ingenio, quedando reducida a una irregula

    pequeña que, aunque podía ser percibida por los productores , ap

    notada por los clientes . En resumen, y en estas condiciones de

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    arrastradas en razón de la deficiencia tecnológica entonces existe

    es bastante significativo, puesto que ponía de manifiesto la suprem

    conocimiento práctico sobre el de t ipo técnico, dentro de un s is t

    nológico de carácter mecánico-manual, basado en la elaboración

    ductos que tendían a la s ingularidad. De ello resultaba un claro

    nio del hombre sobre la máquina, de forma que el obrero era

    activo mientras la máquina era el objeto pasivo, una relación bin

    se modificaría posteriormente con Suzuki. Este tipo de tecnología

    patible con los valores personalistas del «santanero»», más centrad

    persona que en el s is tema, dado que el obrero podía imponer su

    dominio personal sobre el s is tema de producción. La fábrica de

    hech a «a la medid a de l hombre»». Este antropo cen trism o d e profu

    ces greco-latinas, tan característico del «santanero»», se manifestab

    ses tales como:

    «Aquí somos hombres, no apéndices de una máquina, ni un robot. H

    tentar dominar a la máquina para que la producción no te domine a ti»

    domine la producción pasas a ser un resorte más del mecanismo y de

    humano»; «Con el robot trabajas para la máquina y en el trabajo manua

    na trabaja para ti».

    La predilección por el trabajo manual frente al robotizado e

    memente compartida por los «santaneros»»; muy pocos discrepaba

    parecer. El bajo nivel tecnológico existente en Santana antes de

    da de Suzuki, junto a la gran cantidad de mano de obra necesar

    inevitable que cada trabajador fuera dejando su personal impron

    el producto, a medida que las piezas pasaban de mano en mano

    la costumbre de marcar la propia pieza para identificarla o dife

    de las fabricadas por los demás, plasmando su «firma»» en el tra

    lizado. Como expresaba un trabajador:

    La forma de trabajar el rover era más artesanal y requería más de la ha

    trabajador y de su experiencia, incluso de su picardía. No te valía cua

    bajador para cualquier trabajo. Cada uno conocía a fondo su oficio p

    trabajos más especializados que los de hoy.

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    Por ello, el «santanero» definía el Rover como «un producto q

    ba trabajadores de oficio», un vehículo elaborado básicamente

    manos, casi artesanalmente y con limitados recursos tecnológicos

    había que ingeniárselas día a día para sacar la producción. En es

    diciones, la habilidad manual y el aporte personal del product

    determinantes para la realización del producto, permitiendo al

    imponer su dominio y ritmo personal sobre el sistema productiv

    De este modo, la baja tecnología de entonces permitía un

    protagonismo al trabajador en el proceso de producción a travé

    «saber hacer»», de tal forma que al final no existían dos vehículos

    Buena parte del trabajo dependía del «buen criterio del operario,

    nera que según sus apreciaciones personales se enfrentaba a la ta

    ductiva por su propia cuenta y riesgo. Ello hacía gozar al «santane

    cierto margen de autonomía, irrenunciable en su trabajo, y daba

    ro la consideración de «artista»». Esta aportación personal era imp

    ble para la elaboración del producto tradicional.

    En gran medida, el uso de una tecnología de tipo mecánico p

    la intervención directa del trabajador sobre la producción. El

    contacto entre producto y productor proporcionaba un profundo

    miento empírico, basado en las propias experiencias sensoriales (tact

    oído,...) consideradas fundamentales en un sistema de referencia

    el obrero era el sujeto activo y la máquina el objeto pasivo. Su p

    saber hacer facultaban al «santanero»» a introducir ciertas variacio

    sonales sobre un modelo técnico a todas luces insuficiente, reso

    sobre la marcha aquellas contingencias e imprevistos que se fuer

    sentando durante el proceso de fabricación.

    En la «Santana del rover»» las primeras hojas de instrucciones e

    rudimentarias y describían con poca precisión la lógica operativa

    ceso, por lo que el productor gozaba de un amplio margen de au

    en su actividad. Posteriormente, ya en la última etapa del Rover,

    diendo con la incorporación de Suzuki, se cayó en el extremo co

    en el exceso de contarlo todo detalladamente, operación por op

    «como si fuera una novela» («echar apriete rápido, situar la pieza

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    (los modelos Samurai y Vitara), exigían mayores cotas de autom

    y robotización, junto a una importante re-informatización en el á

    toda la fábrica, alterándose con ello las bases tradicionales de l

    de fabricación de la factoría andaluza.

    En este nuevo s is tema de referencia tecnológica, el producto

    vertía en el sujeto pasivo y la máquina en el objeto activo, que

    acción transformadora, mientras el obrero se limitaba a tareas de

    sión, eliminándose con ello el «eslabón humano» que mediaba

    medios de producción y el producto. A juicio de los trabajador

    do el s is tema de producción domina el trabajo humano el trabaj

    ba perdiendo su preciosa autonomía personal para quedar reduc

    ser pasivo, dependiente del dictado computerizado de la máquina

    momento, los «santaneros» empezaron a sentirse anulados dent

    s is tema impersonal, en manos de un pequeño grupo de dir ige

    apostaba por la razón productiva, ignorando las consideraciones

    La máquina automática tiende a reducir la complejidad del trab

    batando al «santanero» un valioso saber de oficio, tan característic

    tema de fabricación mecánico, que le proporcionaba una razonab

    dad en el puesto. De hecho, la tecnología automática produce

    intercambiables y no imprescindibles , que no necesitan de una l

    paración. Por ello, el avance en el proceso de automatización qu

    ficaba el trabajo del obrero, acabó traduciéndose en una descua

    laboral que restaba fuerza y presión al «santanero» para poder re

    sus demandas individuales o colectivas frente a la dirección, viendo

    amenazado su puesto de trabajo, en una s ituación donde las máq

    imponen sobre las personas y en la que los trabajadores cualif ic

    dejando de ser necesarios para la buena marcha de la empresa.

    Con Suzuki, la fabricación se vuelve altamente estandarizada

    en la aplicación estricta del método y de las normativas establec

    de las oficinas técnicas, como única vía de fabricación válida

    debe ajustarse todo operario de taller , evitando cualquier desv

    improvisación sobre le único método posible: el técnico. El «s

    debía basar l i teralmente su actividad en las consignas proporcio

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    MODOS DE PRODUCCIÓN Y MODELOS CULTURALES...

      RDTP,

      LV, 2 , 200 0

    mentó ya no cabía la vía de la negociación que de alguna maner

    permitido la dirección española.

    Con el nuevo s is tema de producción de Suzuki se tendían a

    nar las diferencias personales, de tal modo que los profesionales art

    del Rover ya no tenían cabida en el sistema de producción, y, as

    caban con desencanto: «con el suzuki [haciendo referencia al vehíc

    ha perdido el oficio y la profesionalidad». Existe así la convicción

    el grado de profesionalidad ha descendido en relación inversa al

    tecnológico incorporado por Suzuki. La tecno-automatización impo

    igualdad y una equivalencia de saberes que los «santaneros» int

    como un paso hacia la descualificación. En opinión de un trabaj

    Con las máquinas nuevas el trabajador no tiene que llegar a poseer el

    conocimiento que se tenía antes. La máquina lo hace casi todo. Si introd

    pieza mal situada, antes la máquina no te avisaba. Ahora no necesitas es

    ma, la máquina te indica el error. Antes la calidad de acabado se hacía

    al «manitas». Ahora la máquina te da la calidad pero a costa de esa profes

    que poco a poco se va perdiendo.

    Otro compañero apostil laba:

    Las máquinas hacen el trabajo y los trabajadores supervisamos cómo tra

    máquinas. Cuando acaba, sacas la pieza, metes otra, y aprietas un bot

    queda del oficio?

    IIL LA INTRODUCCIÓN DE UN NUEVO PRODUCT O

    La identificación entre producto y productor, tan estrecha entre e

    y el «santanero», tras más de 30 años de trabajo sobre el vehículo, se

    justamente en aquella incorporación de un aporte personal como va

    dido ,

      a través del cual el trabajador ofrecía su propia aportación in

    dentro de una obra colectiva de la que él mismo formaba parte re

    ble,

      en un vehículo que se decía: «hecho por nuestras propias mano

    Como consecuencia de este alto grado de identificación, el «san

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    6 4  RDTP,  LV, 2, 20 00 RAFAEL CU

    Inaugurada la década de los 80, y tras varios años de remod

    productivas , la f irma japonesa comenzó a montar en las nueva

    ciones fabriles de Santana su primer modelo, el «Samurai». Las

    unidades salieron al mercado en marzo de 1985, fabricándose en

    con el Rover, cuya producción ir ía reduciéndose hasta l legar a

    cer en 1995, derrumbándose con ello todo un mundo laboral s

    sobre ciertos pilares culturales. Pese a los iniciales temores de ci

    bajadores , la fabricación de este primer modelo no introdujo u

    drástico en las formas de producción s ino más bien modificacio

    duales. El sistema de elaboración no difería en gran medida de

    a cabo con el Rover, basado en una tecnología eminentemente

    y en la aportación manual del trabajador.

    El salto cualitativo se produjo ya con la fabricación del nuev

    «Vitara»», en 1987. La producción del nuevo vehículo exigía mayo

    de automatización y robotización, junto a una importante re-inform

    de toda la fábrica, alterándose con ello las bases tradicionales de

    dos de fabricación de la factoría andaluza. Con el nuevo soporte

    gico, el producto Vitara demandaba ahora de unas condiciones

    cación altamente estandarizadas, debiendo ser excluida cualquier

    personal que no se ajustara a las estrictas instrucciones técnicas de

    cesos.

      Lejos de adaptar la producción a la forma de trabajo imp

    Santana, como se había consentido en el Samurai hasta ciertos límit

    los trabajadores debían amoldarse a los modos de fabricación exig

    Suzuki, para lo cual el equipo técnico japonés asumía el control

    del cambio tecnológico, desplazando para ello al cuadro técnico de

    Con el nuevo vehículo de procedencia japonesa se rompía la

    ción sentimental que unía al productor con el producto, que aho

    ba a ser identificado como un vehículo ajeno que no encajaba co

    dicional «saber hacer»» del «santanero»». En este sentido, la elabor

    Suzuki-Vitara pasaba a ser concebida como un proceso extr ínseco

    el productor, lejos de aportar algo de sí mismo, debía limitarse a

    a reproducir milimétricamente las normas e instrucciones recibid

    las oficinas técnicas , sobre un producto ahora sentido como extr

    La primacía del conocimiento técnico de los ingenieros japo

    bre el saber práctico de los operarios andaluces debía traducirs

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    MODOS DE PRODUCCIÓN Y MODELOS CULTURALES...   RDTP LV 2 20

    El nuevo vehículo indiferenciado perdía a los ojos del «sant

    valor artesanal de la obra humana, suplida ahora por la producció

    y estandarizada, elaborada por el brazo articulado del robot. Lo

    niveles tecnológicos introducidos, mediante la soldadura por rob

    ban cualquier defecto de deformación inicial del chasis. La carr

    no era un «mecano» de piezas, sino una «monocabina» formada

    pocos y grandes conjuntos que se abrochan perfectamente al c

    bre el que se incorporan los conjuntos mecánicos del motor,

    procedimiento estándar dictado explícitamente por la oficina técn

    estimando cualquier criterio personal y subjetivo que no se ajust

    puesto por los métodos diseñados por el Departamento de Fa

    Así, en la hoja técnica del vehículo suzuki se expone con

    de detalles la forma de desarrollar las sucesivas operaciones, en

    trucciones que el trabajador debe seguir literalmente. Más que la

    ra, como ocurría con el Rover, se destaca en estas hojas el dibu

    co ,

      que ilustra y describe gráficamente lo que hay que hacer

    economía de palabras . Las pocas que hay, en muchos casos es

    japonés, hacen referencia escueta al t ipo de útil o herramienta q

    usarse, algunas observaciones sobre las condiciones de trabajo

    más;

      resaltándose los puntos crít icos de las operaciones que d

    servarse especialmente para evitar defectos . Todo lo necesario

    explicado con la mayor simplicidad formal, para que el trabajado

    estrictamente al método sin necesidad de «tantear» otras alternati

    bles en función de interpretaciones subjetivas. Estas hojas de i

    nes se hallan colocadas sobre tablones o en el mismo puesto d

    para que puedan ser examinadas directamente por el productor

    cesidad de recurrir a otras instancias. Además, esta referencia v

    mite un rápido aprendizaje de la ejecución del trabajo.

    En este sentido, Suzuki reclamaba del «santanero» la aplicació

    del método estandarizado bajo las normativas establecidas, como

    de fabricación válida, a la que se debe ajustar todo operario,

    cualquier improvisación o desviación sobre el único método posib

    debe hacerse según lo dispuesto en la hoja técnica de instruccio

    procedimientos están claramente detallados, descritos, dibujados y

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    6 6  RDTP,  LV, 2,  20 00 RAFAEL CUE

    Con el tiempo, a medida que disminuía la aportación perso

    productor, y sobre todo tras desaparecer el Rover definitivamente,

    a fabricar un producto sentido como «anónimo»» e «impersonal»». A

    de los «santaneros»», el nuevo sistema de producción introducido por

    «despersonalizaba»» y «deshumanizaba»» la actividad laboral, al imp

    primacía de la razón técnica desde instancias extemas al propio

    dor. A su parecer, los japoneses interpretaban su falta de ortodox

    ductiva como una falta de disciplina y de lealtad hacia la empre

    afectaba a la calidad final o de acabado de su producto.

    Aparece entonces entre los «santaneros»» un discurso en que se

    ba el contraste étnico entre

      llos

      y  nosotros,  a través de la emer

    una conciencia de alteridad. De este modo, el encuentro entre dos

    ras fabriles diferentes en un mismo centro de producción incita

    comparación con «lo ajeno», permitiendo una reflexión etnocéntr

    conducía al reconocimiento y revalorización de «lo propio»»:

    «Ellos nunca improvisan. Todo tiene que salir como está programado.

    decimos: vamos a plantearlo así y ya veremos cómo sale. Cuando los

    nos escuchaban dec ir eso de y^ lo veremos sobre la marcha , parecían

    certados»; «Recibíamos fuertes broncas de los japoneses por no hacer

    sobre el plano, tal y como ellos querían»; «Parece que con este estilo d

    ahora fuésemos más japoneses que andaluces».

    Un técnico de ingeniería lo expresaba así:

    El japonés coge la línea recta y no se sale de ella, no improvisa nunca.

    rajatabla el proceso sin desviarse, y no sólo eso, sino qu e si lo consigue m

    comunica inmediatamente para que tomen nota de que aquel tiempo ha

    do rebajarlo. Ya no vale tres minutos montar aquella pieza sino dos y me

    que él ha dicho que haciendo qué cosa, se puede reducir el tiempo de

    ción y todo el mun do se tiene que acoplar al nuev o m étodo . Aquí no. El «s

    si consigue mejorar el método que le ha puesto el procesista o el técnico

    pos se lo calla, retiene para sí ese conocimiento, prefiere esa ganancia, coger

    y si le sobra una hora, pu es para su salud o para su desc anso. Esa es la m e

    Eso le chocaba mucho a los japoneses cuando vinieron al principio.

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    MODOS  DE  PRODUCCIÓN  Y  MODELOS CULTURALES...  RDTP,  LV, 2,  2000

    casi totalidad de los operarios andaluces, emprenden una actitud

    sistencia pasiva por mantener vivo el modelo industrial heredero del

    Así, pese a los cambios introducidos por Suzuki, la forma de h

    producto se mantuvo constante, como exponía este trabajador: «C

    japoneses seguíamos montando el vitara al estilo del rover [...] Se

    ba la norma de modo superficial, pero en el fondo no se cumplía»

    actitud suponía un motivo constante de enojo e irritación para los

    tivos y técnicos japoneses que acabó haciendo frustrar el proceso

    tersección iniciado con entusiasmo por ambas partes . La incomp

    cultural fue el detonante de esta experiencia fabril fallida en el c

    Aunque los japoneses acabaron abandonando f ís icamente la

    andaluza, reemplazados por una nueva dirección «catalana»» auspicia

    la Junta d e Andalucía, que se convertía ahora en la nueva pro piet

    la factoría para evitar el cierre y los perniciosos efectos socio-econ

    que implicarían para Linares y su área de influencia, la presencia de

    continuaría haciéndose efectiva a través del producto que dejab

    métodos de trabajo, la tecnología, los t iempos de los procesos. D

    forma, para el «santanero»», los japoneses siguen controlando la fá

    distancia, 'a control remoto , desde miles de kilómetros. Ante esta

    ción, al «santanero»» no le quedaba más remedio que claudicar ante

    posición de Suzuki, a fin de permitir la pervivencia de la fábrica y

    ciudad de Linares , renunciando para ello a buena parte de la prop

    tura del trabajo y a su identidad laboral. Como expresaba un prod

    Nosotros arrastrábamos costumbres de atrás que van a ser difíciles de e

    Pero trabajando así no se puede competir. Entonces hay que trabajar de

    ma, como se trabaja por desgracia en el resto del mundo. Y eso supon

    ciar a unos hábitos contraídos que deberán ser corregidos paulatinamen

    Para otros , aún quedan algunas leves esperanzas de seguir as

    a conservar parte de la «cultura industrial»» del «santanero»» sin cer

    las innovaciones tecnológicas y organizativas, tan necesarias para

    tinuidad de la fábrica. Actualmente, todas las ilusiones de los traba

    se hallan depositadas en el resurgimiento de un nuevo modelo del

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    culo

      que

    desgraciadamente ,  ya no  garantizan  la  supervivencia  d

    toría  en un  sector  tan competit ivo com o  el de la  automoción .

    A manera

      de

      conclusión, cabría plantearse

      que los

     m o d o s

      de

    ción expuestos

     no son

     sino

      una

     proyección

      o

      representación soc

    de cada grupo humano,  que acaba s iendo trasladada  al  recinto f

    una par te  en  Santana, cada produc to , cada p roductor ,  e  incl

    maquinaria (cuyos «trucos» sólo eran conocidos personalmente  po

    rador) ,

      tendían

      a

      resaltar

      su

      singularidad

      en

      forma

      de

      sujetos

     

    diferenciados,  a  través  de una tecnología mecánica  que permití

    yor margen  de  intervención humana  en el  proceso productivo.

    parte,  en  Suzuki, tanto  el  producto , como  el  productor , como  e

    de producción, t ienden hacia

      la

      estandarización,

      en

      forma

      de

     

    objetos indiferenciados,  a  través  de una tecnología automática  q

    la intervención humana  en el  proceso productivo.

    De esta forma  la  fusión emp resarial previs ta  en el  cruce  o

    intersección acabó  por enmarañarse  en una gran con-fusión cul

    imposibilitaba   la  mutua com pres ión en tre andaluces  y  japonese

    polos valorativos,

      tan

     extremos entre

      sí

    parecían difícilmente reco

    si no se  tendía  un  puen te  de  entendimiento intercultural

      que

    a

    permitiera

      la

      solución

      del

     sincretismo.

      Por

     ello,

      y

      par t iendo

      de

      e

    riencia real, sería recomendable  que todo proceso  de  interpenetr

    sea económica  o de  otra índole, es tuviese respa ldado  por un  pr

    lisis cultural, dado  que la  cultura cuaja t od o  un  cimiento consti

    va lo r e s in t ang ib le s  que  s u e l e n  ser  o b v i a d o s d e s d e  las  v i s io

    economicis tas , pero

      sin los

     cuale s difícilmente

      se

      sostiene toda

      la

     

    ción tangible posterior . Desde este punto  de vista sería d esea ble 

    firma empresarial contara junto

     con los

      ingenieros, economistas , p

    sociólogos,  con el apoyo de los antropólogos dedicados  a la  cue

    tural.

     Así

     se

     evitarían m uchos roces

     y

      tiranteces

      a los que no se

     

    una aparente explicación aplicando ópticas desenfocadas

      y

      miop

    BIBLIOGRAFÍA CITADA

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    (c) Consejo Superior de Investigaciones CientíficasLicencia Creative Commons 3.0 España (by-nc)

    http://rdtp.revistas.csic.es