Cuesta Carolina - La Lectura Literaria en La Escuela

  • Upload
    gallo67

  • View
    278

  • Download
    1

Embed Size (px)

Citation preview

D u se tid s: lale tu alite a iae lae u la isc tir n o c r r r n sc e

.

Buenos Aires, Del Cuesta, Carolina. Zorzal, 2006. Captulo 4.

4. Modos de leer y enseanza de la literatura: de qu se trata? 4.1. Los modos de leer como forma de participacin en la cultura escrita En el captulo anterior seal que en la clase sobre el Martn Fierro, casi por azar, se haban generado condiciones de apropiacin del conocimiento. En esta afirmacin, vuelvo a apoyarme en Elsie Rockwell1 quien redefine las creencias escolares en torno a lo que sera ensear y aprender en la escuela al cotejar dos registros de clases de Historia en escuelas primarias de Mxico. Centrando en el anlisis en qu clases unas alumnas de escuelas rurales aprendieron y en cul no, la investigadora muestra cmo un maestro considerado tradicional consigue, a travs de las ampliaciones que hace de un texto sobre la revolucin mexicana -que lee con sus alumnas para contestar un clsico cuestionario- dichas condiciones. Son los relatos que el maestro agrega al texto los que habilitan, podemos decir nosotros, los modos de leer que posibilitarn las respuestas al cuestionario. Caso contrario ocurre con un maestro empecinado en que sus alumnas solas comprendan otro texto histrico y solas contesten el cuestionario. Algo de lo que hubiera ocurrido si en la clase del Martn Fierro, Francisco no hubiese atendido a los comentarios de sus alumnos y se hubiera empecinado en solicitarles el respeto merecido para poder seguir avanzando con sus planificaciones embargado en el enojo. En esa clase, los modos de leer sealaban el camino de la seleccin de los conocimientos a ensear en estrecha relacin con una forma posible de ensear literatura a partir del texto de Hernndez. El conocimiento histrico que habamos descartado para el inicio de la clase por considerarlo obstaculizador de la lectura que imaginbamos ms vinculada con los aspectos romnticos del texto, fue solicitado por los alumnos en sus modos de leer. Esta manera de articular los modos de leer literatura de nuestros alumnos con los conocimientos a ensear no invalidan otras lecturas ni otros saberes, pues, an sigo recibiendo los relatos de profesores que en escuelas del interior de la provincia de Buenos Aires, o del Conurbano bonaerense o de la ciudad de Buenos Aires o de La Plata, leen con sus alumnos el Martn Fierro como siempre. Esto es a partir del prestigio, y no desde la irreverencia que el texto tiene para la cultura escrita argentina. Me refiero a que sera una equivocacin suponer que tomar el problema de la construccin de la identidad nacional centrada en la figura del gaucho Martn Fierro de manera anticipada permita esas condiciones de apropiacin del conocimiento convertida, as, la clase en un xito promisorio. En todo caso, quedar en cada docente si en esos modos de leer a la usanza de siempre tambin se ofrecern los conocimientos que supone ese problema. Quedar en las decisiones que tomemos los docentes en torno a qu conocimientos ofrecer y cules no, en el reconocimiento de que nosotros somos los encargamos de distribuir el conocimiento en el aula, ms que un libro de texto que nos sirva como apoyatura, ms que nuestras planificaciones, ms que todo aquello que de nuestra formacin pongamos en las clases. Articular los modos de leer literatura de nuestros alumnos -en la decisin poltica y pedaggica de leer junto con ellos en el aula- con los conocimientos a ensear es recuperar nuestro lugar de profesionales de la enseanza. Y ese lugar de profesionales de la enseanza se entiende en el marco de la cultura escolar, de sus lgicas institucionales, de las negociaciones que debemos entablar con los directivos, los colegas, los inspectores y el curriculum. Estoy afirmando que los modos de leer literatura no necesitan de aulas con msica funcional, ni bancos que se ponen en ronda, ni estrafalarios proyectos extracurriculares en el patio de la escuela, ambientaciones propias de la concepcin del placer de la lectura que tantas veces avergenzan a los alumnos y abonan a la idea de que nada se est aprendiendo si tan slo se lee. Pues ya sabemos que los modos de leer literatura nada tienen que ver con el placer de la lectura y sus gestos de oposicin a las imposturas escolares. Lo que estoy afirmando es que abandonemos la construccin del rol docente en tanto tcnicos de la burocracia escolar y sus actualizaciones cientificistas para reconocer que esta institucin es el lugar privilegiado en donde muchos alumnos pueden acceder a la cultura escrita como derecho inexcusable. Puede resultar irritante, pero en la carrera alocada por conseguir la ltima receta para ensear a los jvenes incultos que habitan nuestro pas se replican las formas harto estudiadas por los pedagogos de perspectiva sociocultural de exclusin social2. Esta carrera obvia que para muchos de nuestros alumnos un ao escolar, un semestre, dos clases o una, en las que pudo haber participado de la cultura escrita apropindose de los conocimientos que los textos ponen el ruedo y los que el docente pudo haberle ofrecido escuchando sus modos de leer, convirtindolos en explicaciones acerca de los motivos que los llevan a realizar ciertas interpretaciones y no otras, puede resultar crtica para la democratizacin del conocimiento en nuestra sociedad. Porque, parece que tambin habra que repensar el rol poltico de la escuela en lo que le compete: ser un lugar de acceso al conocimiento, a la cultura escrita, para todos.1

Rockwell, Elsie. En torno al texto: tradiciones docentes y prcticas cotidianas. Rockwell, Elsie (comp.). La escuela cotidiana. Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1995, pp. 198-222.2

Para el problema sobre las polticas del conocimiento que se desarrollan en las escuelas y el problema de la democratizacin del conocimiento sigo a Giroux, Henry. Los profesores como intelectuales. Barcelona, Paids, 1990. Teora y resistencia en educacin. Mxico, Siglo XXI, 1992. Placeres inquietantes. Aprendiendo la cultura popular. Barcelona, Paids, 1996.

4.2. El ltimo caso: modos de leer literatura y condiciones de apropiacin del conocimiento Antes de continuar quisiera ahondar algunas de las explicaciones que vengo ensayando en este captulo en cuanto a la incidencia que tiene en las clases de literatura atender a los modos de leer y a sus posibilidades de generar las condiciones de apropiacin del conocimiento que hace a la cultura escrita. Quisiera hacerlo con un ltimo registro. Este registro fue realizado por la Profesora Graciela Surez, en el ao 2003, quien se desempea como profesora de escuelas consideradas por el sistema educativo de alto riesgo social del partido de San Martn, provincia de Buenos Aires y alrededores. Cito: Realic este registro en un segundo ao de Polimodal de la orientacin Bienes y Servicios de la Escuela Media donde trabajo, ubicada en un barrio carenciado de la zona Norte del Conurbano bonaerense. El grupo est formado por catorce alumnos, todos varones, de los cuales un cuarenta por ciento es repetidor de segundo ao. Cuando entr al curso, todos estaban parados y se acercaron a m. La profesora les haba anticipado que yo vendra al curso as que les expliqu por qu estaba ah y me preguntaron qu iba a anotar y con quines de ellos iba a charlar. Primero decid sentarme por ah, pero ocurra que la profesora estaba continuando un trabajo grupal, por lo cual opt por acercarme a cada grupo a medida que la clase transcurra. En esta clase estaban presentes once alumnos, como ya anticip, todos varones. Enseguida not que se poda ser el motivo, creo, por el cual recurran constantemente al contacto fsico medianamente agresivo mientras se disponan a discutir sobre las actividades propuestas por la profesora. Ella inici la clase dicindoles que se acomodaran en grupos como ustedes ya saben para continuar con el trabajo, y luego se dispuso a llenar el libro de temas. La actividad consista en lo siguiente: luego de la lectura de El extrao caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de R. L. Stevenson, deban realizar ciertas actividades de escritura. Yo prefer que los alumnos fueran mostrndome cules eran esas actividades en vez de que la profesora me las cuente, por eso empec a acercarme a los grupos. A fines de hacer ms comprensible la observacin, numer cada grupo: el nro. 1 est formado por cinco alumnos; el nro.2 por cuatro y el nro. 3 por dos. En el grupo 1, los alumnos se pusieron a hablar sobre el trabajo que tenan que presentar. La actividad consista en imaginar un personaje que pudiera cuadrar en la novela, con aspectos tpicos del doble. Mariano., de 17 aos, repetidor de segundo ao, es el que organiza el trabajo de todos: hay que inventar un personaje con caractersticas buenas y malas; tiene que ser un personaje inventado ; el que hagamos tiene que tener un lado visible y un lado oculto. Observ lo que haban hecho hasta el momento. Haban iniciado el trabajo con un fragmento de una cancin de un grupo de rock alternativo que hablaba sobre el bien y el mal. Luego, haban hecho un grfico del personaje inventado: se trataba de la figura de un joven, con rostro angelical pero con tatuajes en todo el cuerpo y un cigarrillo en la mano. A continuacin, empezaban a anotar caractersticas que convertan a ese personaje en doble: Mariano deca: es re-traga en la escuela pero en la casa le pega a su mam. Fernando., 17 aos, repetidor de segundo ao, agreg: en las fiestas no toma pero a escondidas se da con una lneas o se empastilla. El grupo se dispone a completar la descripcin y cada uno, ahora , escribe en silencio. Me acerqu al grupo 2. Discutan sobre cmo hacer las actividades pero el mayor conflicto se presentaba en la medida en que de los cuatro integrantes, slo uno haba ledo la novela. Comenzaron a jugar de manos mientras decidan qu responder. El alumno que haba ledo el texto, Jorge., de 16 aos, de condicin socioeconmica humilde, por decirlo de algn modo y evidentemente escolarizado, empieza a hablar: ac hay que hacer un comentario de la novela, pero decidindose primero por si es fantstica, policial, gtica o ciencia ficcin. Para m es una novela gtica. En este punto intervine yo, ya que la profesora no intervena en el trabajo de los alumnos a no ser para acerarse y decirles que trabajaran; es decir, ella no interactuaba con ellos, no segua sus intercambios, los saberes que se estaban poniendo en juego en cada grupo. Digo, entonces, que intervine y le pregunt: Y por qu es gtica?. A lo que me responde: Y... porque pasa en Inglaterra, en lugares de plata pero tambin en lugares bajos, Le repregunto: Lugares bajos? y Jorge me contesta: S, es que Hyde anda por lugares bajos, l es bajo. Yo le pregunto: Y por qu? a lo que Jorge me responde: Porque Jekyll s anda por lugares altos y este Hyde es el doble de Jekyll. El resto del grupo escuchaba, a veces se golpeaba mientras anotaba algo. Jorge se cans y dijo: Yo me voy, y as se apart del grupo para trabajar solo. Otro alumno, Hernn., de 17 aos, al ver la actitud de Jorge, exclam: Yo me voy, manga de fracasados y pas a integrar el ltimo grupo que me quedaba por visitar. All eran dos los alumnos y ahora pasaban a ser tres. La profesora no intervino tampoco en esa cuestin. stos se hallaban ms ordenados, tenan el libro en la mano ( la profesora les haba prestado distintos ejemplares) pero no trabajaban. Uno abri el libro, se trataba de Pablo., 17 aos, y empez a leer la ltima pgina. No, Pancho -afirm Hernn., el nuevo integrante- tens que empezar por la primera pgina y llegar a la ltima. Eh...-respondi Pablo yo si quiero empiezo por el final, si lo ms interesante est a lo ltimo en los libros! . Este grupo se dispuso a intentar leer el texto, en realidad slo les faltaba la ltima parte ( confesin de Jekyll ) para terminar y lo nico que le preguntaron a la profesora, que se acerc cuando la llamaban, fue : Nosotros tenemos que escribir una novela, ac?. Nooooo!!!, dijo la profesora, hay que hacer las actividades del libro nada ms, hacer un comentario e inventar un personaje. Cuando ella se retir, Pablo dijo: Lo que pasa es que ac todo es confuso. Por qu?, le pregunt. Porque est todo como en pedazos, hay que

unir todo, cada uno dice algo y qu es lo que pasa al final?. Ah Roberto, 16 aos, bastante callado, sentado en el ltimo banco, remat: claro, b... , cuando llegs al final y les lo que confiesa Jekyll, te das cuenta de lo otro que estaba antes ; lo uns, b..., como si fuera un rompecabezas, y entends todo. Ah! Viste? Yo tena razn, dijo Pablo: lo ms importante siempre est en el final, b...!. En ese momento termin la hora. Yo observ que la mayor parte del tiempo la profesora no intervino en cuestiones que se estaban discutiendo sobre la literatura en el grupo. Dichas cuestiones valan la pena ser explotadas, ya que los alumnos, a pesar de la dispersin y de la escasez de textos estaban poniendo en juego saberes especficos de la Teora Literaria: la esttica del gtico, la construccin del personaje, la complejidad o no del argumento y la forma fragmentada en que est presentado. Evidentemente, hubieran terminado la novela o no, esos saberes se ponan en juego y se discutan, y si bien nadie termin los trabajos, estaban en sus propios tiempos, en el proceso de pensarlos y hacerlos. Tal vez corresponde aclarar, que el grupo es considerado el peor curso de la escuela y que ese comentario circula permanentemente en sala de Profesores. Los docentes aducen que los alumnos nunca estudian ni saben nada; la profesora de Literatura tambin opina eso. Tal vez es cierto, pero es innegable que en la clase que yo registr haba saberes especficos que circulaban permanentemente, que de una manera u otra fueron aprendidos y se incorporaron al discurso de los alumnos en la hora de Lengua. Lo interesante sera pensar en cmo explotar al mximo esos conocimientos con ms lectura, ms produccin escrita y mayor intervencin oral. He seleccionado este registro porque trata sobre el trabajo con una novela corta que en los ltimos aos se viene trabajando en las escuelas y apuesto a que muchos docentes la conozcan. Por otro lado, lo he hecho porque condensa en gran medida todos los aspectos que he venido desarrollando en este libro. El registro de Graciela muestra a las claras cmo al cambiar la mirada sobre los alumnos, sus lecturas y sus conocimientos se puede mirar, escuchar y escribir la vida misma de las aulas. Con distintas categoras a las que yo vengo utilizando en mis explicaciones, Graciela interpreta en un sentido terico cmo la profesora tena frente a ella condiciones de apropiacin del conocimiento en el marco de su rutina escolar con estos alumnos. Las conclusiones de Graciela no pasan por evaluar el desempeo de la profesora: su clase no es una exposicin de explicaciones acerca del gnero gtico para que luego sean descriptas en la novela, aunque s le d inters a la clasificacin de gneros, tampoco ha optado por abandonar completamente a estos alumnos en tanto que de alguna manera u otra les ha llevado un texto literario para que sea trabajado en la clase. Ha seleccionado consignas de un libro de texto que estaran apuntando a la escritura de invencin3, les permite a los alumnos trabajar en grupos, pareciera entender la lgica de los juegos de varones. En definitiva la clase transcurre normalmente y hasta Graciela puede integrarse a ella pasada la curiosidad inicial por su presencia. La cultura escolar est all condensada en cada intercambio que alumnos y docentes tienen. Pero qu le permite a Graciela reconocer que los saberes especficos de los alumnos no fueron explotados? En mis trminos, qu le permite reconocer los conocimientos literarios y culturales de estos alumnos en sus modos de leer literatura? Seguramente, aquello que nos indicaba Terry Eagleton acerca de que no hay explicacin puramente esttica, literaria, sobre los textos sino que stas se imbrincan con las posiciones socioculturales e histricas desde la que cada persona lee. Jorge, el ms escolarizado, dice Graciela, asume el modo de leer ms propio de la historia escolar: sabe que leer es cumplir con una tarea y desde esa posicin intenta responder a las consignas segn los conocimientos de los que se ha apropiado. Conocimientos escolares en tanto sabe la clasificacin por gneros, conocimientos culturales en su ampliacin de sus explicaciones sobre el gtico: Aquello que es conocido por Jorge como el bien y el mal, este conocimiento cultural, le permite apropiarse del gtico de esa manera, seguramente, tambin en sintona con otro conocimiento escolar y cultural: las novelas tienen personajes buenos y malos. Los lugares bajos por los que circula Jekyll son los burdeles y las calles menos transitadas de la ciudad donde en el modo de leer de Jorge puede hacer intervenir sus conocimientos culturales: sin lugar a dudas, todas las personas ubicamos algo del orden del mal, la marginalidad y la delincuencia en la que se mueve Hyde en esos espacios. Este conocimiento nos es privativo de la literatura como parte de la cultura escrita, pensemos en los medios de comunicacin tambin que encuentran suma comodidad al noticiar un crimen en medio de una villa y no as en una casa de un country. Las clases sociales representadas en los personajes de Jekyll y Hyde son conocimientos culturales que la novela le provee a Jorge para que pueda apropiarse de las caracterizaciones de los espacios como rasgos particulares del gnero gtico. Por otro lado, el primer grupo, sumergido tambin en la cultura escolar de la realizacin de la consigna muestra cmo se ha apropiado del conocimiento sobre el doble como rasgo distintivo del gnero gtico. Lo ha hecho en tanto personajes opuestos, al mismo modo que Jorge, pero, desarrollando en su resolucin de la consigna3

Si bien no es posible afirmar por los datos recogidos en el registro que la profesora est adscribiendo a esta lnea de trabajo, s se puede sealar que de alguna manera la recupera por lo menos en su versin del manual que utiliz. Para ampliar sobre este tema ver: Frugoni, Sergio. La escritura de invencin como prctica cultural: su papel en la Didctica de la lengua y la literatura, en: Lul Coquette. Revista de Didctica de la Lengua y la Literatura. Buenos Aires, El Hacedor-Jorge Baudino Ediciones, Ao 3, Nro. 3, noviembre del 2005, pp.81-95

un relato a modo de dibujo que no sera propio de esa cultura escolar. Los conocimientos culturales sobre el rock alternativo, los referidos a cmo se compone una imagen angelical frente a una diablica mediante el uso de signos que la sociedad significa en los jvenes como el mal: >, hacen a la apropiacin de ese conocimiento literario. En el caso del ltimo grupo los modos de leer conllevan otro foco de atencin sobre la novela. La discusin se basa en su disposicin narrativa, en cmo se encuentra narrada y, por ende, en cmo se van relatando las acciones. Aquello de novela policial que tiene el texto de Stevenson interesa ms que los rasgos del gtico: > En la discusin anterior acerca de si un libro puede ser ledo comenzando por su final y en la comprobacin que hace Pablo sobre este hecho, aparecen conocimientos culturales en torno a la materialidad del libro de literatura, acerca de su posible manipulacin para efectuar la lectura. A su vez, esos conocimientos se relacionan con el conocimiento literario en torno a esta novela en particular de los que Pablo se ha apropiado: la clave de la novela, en tanto asume formas del policial adems del gtico, se halla en la confesin final de Jekyll. Dice Graciela que la clase hubiese sido otra si la profesora hubiera explotado an ms esos conocimientos que los alumnos manifestaban en sus modos de leer la novela de Stevenson. Seguramente, hubiese sido otra y los resultados a la hora de corregir las actividades tambin. No era necesario leer en clase toda la novela porque como seala Graciela el texto estaba ah, aunque de manera fragmentaria, en esos modos de leer que se haban apropiado de lo que presenta como novedoso, interesante para ser ledo y que la profesora haba centrado con sus actividades en el caso del gtico. No parece ocurrir lo mismo con sus rasgos de policial que hacen a su disposicin narrativa que seguramente no pudo mirar, escuchar, ni escribir en sus recuerdos de la clase. Pero sealaba antes, que s haba un dilogo entre el trabajo propuesto por la profesora, los conocimientos sobre el gtico a ensear y los modos de leer de sus alumnos. Y tambin deca que pudo haber ocurrido que los resultados de esas actividades no hayan sido considerados buenos por la profesora y, en este sentido, que hayan abonado al preconcepto que todos los docentes tenan de ese curso, segn nos cuenta Graciela. Seguramente la profesora corrigi que no era correcto entender al doble del gtico como una oposicin entre el bien y el mal encarnada en los personajes de Jekyll y Hyde. Porque el doble4 significa lo que comparten esos personajes, la relacin especular que sostienen, no obstante en el devenir de la narracin se los presente como distintos. Todos cuando leemos por primera vez esta novela tomamos en tanto personajes opuestos a Jekyll y a Hyde. Todos lo hacemos, hasta que llegamos a la lectura de la confesin de Jekyll. Todos, tambin, seguimos leyendo lo mismo aunque por momentos nos parezca un poco compleja esa confesin en el sentido de que no sabemos muy bien qu es lo que est confesando el doctor, pues es muy difcil abandonar la idea de que ha resultado ser vctima de su experimento y de que as cierra el relato. Nos obstante, esto no es de esa manera, o por lo menos, los profesores deberemos asumir la responsabilidad de atender a esa confesin si hemos enseado que un rasgo del gnero gtico que se halla en la novela de Stevenson es el doble. Veamos un fragmento de esa confesin: Los hombres han contratado sicarios para que cometieran sus crmenes mientras su propia persona y reputacin quedaban protegidos. Fui el primero que pudo pasearse tranquilamente ante la opinin pblica con un bagaje de cordial respetabilidad, y un instante despus, como un escolar, desnudarme de esas postizas y saltar de cabeza en el mar de la libertad. Pero para m, envuelto en mi manto impenetrable, la seguridad era absoluta. Pinsalo: ni siquiera exista! Bastaba con cruzar la puerta del laboratorio, disponer de un par de segundos para preparar la mezcla y tragar la pocin que tena siempre preparada. Y cualquiera fuera la cosa que haba hecho Edward Hyde se desvaneca como la mancha del aliento sobre el espejo; en su lugar, sentado tranquilamente en casa, recortando la mecha de la lmpara de medianoche en su estudio, un hombre que poda permitirse rer de toda sospecha, estara Henry Jekyll.5 Qu distinta hubiese sido la clase si la profesora hubiese traspasado su escritorio no slo para responder a lo que hay que hacer, sino para leer con los alumnos esta confesin, al menos este fragmento. Qu distinta hubiese sido la clase si la profesora hubiera narrado quines eran los sicarios y, as, hacer an ms evidente aquello que Jekyll confiesa de manera bastante crptica.4 5

Para abundar sobre este tema ver: Jackson, Rosmary. Fantasy. Literatura y subversin. Bs. As., Catlogos, 1986. Stevenson, Robert L. El extrao caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Buenos Aires, La Nacin con el auspicio del Ministerio de Educacin, Ciencia y Tecnologa de la Nacin y el Plan Nacional de Lectura. Coleccin Libros Ilustrados. Edicin Oche Califa, Traduccin de Elvio Gandolfo, Dibujos de Mauro Cascioli. Pg. 35.

La lectura con los alumnos de la confesin final de Jekyll le hubiera permitido a la profesora asegurarse esas condiciones de apropiacin de un conocimiento nuevo para los alumnos: si algo hace el gtico es cuestionar las barreras de lo que consideramos lo real y lo irreal de distintas maneras. Los alumnos no haban discutido en sus modos de leer si era posible o no hacer una pocin que convierta a una persona en otra, esto es que estaban totalmente situados en el mundo ficcional del texto. Ahora, existen otras formas en que el gtico borra los lmites entre lo posible y lo imposible en tanto que retrabaja los conocimientos culturales en torno al bien y al mal en la sociedad victoriana en que se gest, pero que tambin la trascienden en tiempo y espacio. No afirmo que esto se debe a que la literatura tenga una esencia universal, todo lo contrario, sino que me refiero a que el hecho de tipificar a un mdico como un ser bueno y respetable y a un hombre que transita por burdeles y calles lgubres, que pisotea a una nia y que asesina como malo tiene suma pertinencia en cantidad de sociedades y culturas como la nuestra. Ahora, parece que la cuestin es si los profesores tomamos la decisin de, en el marco de la cultura escolar, generar esas condiciones de apropiacin de conocimientos, de la cultura escrita, entendindonos como profesionales de la enseanza de un objeto de estudio, la literatura, que nos demanda trabajar desde y con nuestra formacin literaria. Ahora, parece que ensear literatura partiendo de los modos de leer de nuestros alumnos es hacerlos ms partcipes de la cultura escrita y, sobre todo, de aquellos textos literarios y conocimientos de los que tan slo podran apropiarse en la escuela. 4.3. Ensear literatura desde los modos de leer literatura: una nueva poltica del conocimiento en el aulaCambiar las preguntas, volver a dar las cartas, para intentar encontrar otros caminos en cada clase de literatura que dictamos cotidianamente. Para pensar si podemos comenzar a ganar todos la partida. En nuestro anecdotario como alumnos seguramente recordaremos cantidad de episodios que quisiramos olvidar, pero otros tantos que nos sealan la diferencia notable que marcaron en nuestras vidas aquellas clases en las que participamos de la cultura escrita. Y quisiera que recordemos que muchas veces esas ancdotas no refieren a esos pizarrones cargados de trminos extraos cuya explicacin oral por parte de los profesores los enrareca an ms. Aunque, dichas clases, estuvieran en sintona con lo que hoy se considera la calidad educativa6. El problema es que esas palabras no pueden representar la vida cotidiana de las aulas, esto es, todo el valor de esa cultura escolar que da a da, en cada asignatura, y en la nuestra, pone en acto esas porciones de la inconmensurable cultura escrita. El cambio del trmino aprendizaje por el de apropiacin propone instalar en las aulas una poltica del conocimiento basada en el desafo de que nuestros alumnos nos digan, nos hagan partcipes, de las maneras en que estn conociendo a la literatura en sus modos de leer. A eso llamo pensar la epistemologa de la literatura que est en los modos de leer en el aula en el marco de la cultura escolar. Invito a que nos preguntemos, ahora, al final de este libro, si las concepciones de la comprensin lectora y los conocimientos lingsticos junto con el placer de la lectura que hemos revisado en tanto desligados de la especificidad de la lectura literaria no han avasallado esa posibilidad de que seamos hacedores de las condiciones de apropiacin del conocimiento literario y de la cultura escrita en general en nuestras clases. Me pregunto si no ser hora de que apostemos a nuestras propias selecciones de textos literarios, a trabajos con el cotejo de textos en los que pensemos nuevas series de conocimientos literarios y culturales desde y para los alumnos y no una descripcin mediante el uso de alguna categora lingstica o del llamado anlisis. Creo que los modos de leer de cada uno de los jvenes que he citado en este libro muestran su carcter epistemolgico, en el sentido de la epistemologa de las ciencias sociales: sus modos de leer son preguntas en torno a la especificidad cultural y esttica de la literatura. Especificidad que hace que constantemente se pregunten sobre las maneras en que las sociedades han venido representando en la literatura el orden de las cosas, los lmites y las rupturas de los lmites de lo real y lo irreal, de lo ya imaginado y de lo por imaginar. Y que tambin hace a que dispongan de un gusto, social e individualmente construido. Propuse al inicio de este libro contar de otra manera el cuento de la lectura. El cuento de la lectura que me interes relatar es el que trata sobre el desafo poltico educativo que tenemos los profesores para ahora s, decidir como los escritores profesionales, cuando modificar la historia, pero con mayscula.

6

Para ampliar la crtica a las posiciones ms generalizadas sobre la calidad educativa, ver: Connell, R. W. Escuelas y justicia social. Madrid, Morata, 1997.