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    Lecciones y Ensayos, nro. 85, 2008Mauro Benente,Cultura y sociedad. Herbert Marcuse, ps. 171-187

    CULTURA Y SOCIEDAD. HERBERT MARCUSE

    (Comentario bibliogrfico y pasajesentre el discurso jurdico y la teora crtica)

    MAURO BENENTE*

    Resumen: Este trabajo es una presentacin de la obraCultura y sociedad . Sin aban-donar el formato de comentario bibliogrfico, se intentan aplicar determinadas cate-goras de Herbert Marcuse o preocupaciones generales de la Escuela de Frankfurttales como la mejora de las condiciones materiales de existencia a ciertos ins-titutos del derecho.Abstract: This paper introduces the workCulture and society. Without departingfrom the format of a bibliographic commentary, the author applies some of HebertMarcuses categories or general worries of the Frankfurt School such as theimprovement of material conditions of existenceto certain legal figures.Palabras clave: Escuela de Frankfurt - Concepcin totalitaria del Estado - Culturaafirmativa - Condiciones materiales de existencia - Falsas necesidades - Derecho.Keywords : Frankfurt School - Totalitarian conception of the State - Affirmativeculture - Material conditions of existence - False needs - Law

    I. INTRODUCCINEl presente trabajo tiene dos objetivos. El primero es realizar una

    resea bibliogrfica de la obraCultura y sociedadde Herbert Marcuse. Elsegundo, acercar la obra al discurso jurdico.

    Reledo en varias oportunidades el presente comentario, entiendo quedebo hacer algunas advertencias. Resear una obra como sta, me resultaalgo contradictorio: mientras cada prrafo abre un horizonte de posibili-dades de reflexin, mi resea no slo acota los prrafos, sino que presentael horizonte que yo he trazado sobre el texto y no los mltiples suscep-tibles de ser trazados.

    * Alumno de las carreras de Abogaca y de Ciencia Poltica (UBA). Agradezco los

    comentarios de Ana Clara Piechestein. Asimismo, cualquier crtica es bienvenida:[email protected]

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    Respecto de la tarea de acercar la obra al discurso jurdico, debo de-cir, por un lado, que es una labor que no he realizado porque una impor-tante parte de la obra alude a temas a los cuales el discurso jurdico tam-bin refiere o presupone. Por otro lado, paradjicamente, s he reali-zado un acercamiento deCultura y sociedadal discurso jurdico o deste hacia aqulla, ya que he intentado repensar algunos elementosde este ltimo bajo las categoras de la Teora Crtica y de la obra co-mentada en particular.

    La intencin del trabajo, adems de presentar la obra, es mostrar cmopuede reflexionarse sobre institutos del derecho desde disciplinas como lafilosofa o la sociologa. En el horizonte de posibilidades que abreCultu-ra y sociedad,entiendo que debiramos animarnos a repensar determina-

    dos elementos del discurso jurdico o dicho en clave hermenuticagadameriana debiramos intentar proyectar nuestros horizontes de sen-tido, formados por el discurso jurdico, en textos que nos permitan cono-cer otras perspectivas, para as reformular o reafirmar las nuestras.

    II. HERBERT MARCUSE. NOTAS BIOGRFICASHerbert Marcuse naci en Berln en 1898 en el seno de una familia

    juda econmicamente estable. Hacia fines de la dcada de 1910 fue mi-litante poltico en la socialdemocracia alemana, pero, en 1919, tras el ase-sinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebneckt, se retir de la militanciapartidaria para siempre.

    Estudi filosofa en la Universidad de Berln y luego se traslad aFriburgo para concluir el doctorado bajo la direccin de Martin Heidegger.Terminados sus estudios de doctorado en 1932, form parte del Institutode Investigaciones Sociales Institut fr Sozialforschungde la Univer-sidad de Frankfurt. El Instituto haba sido fundado en 1923 y por ese en-tonces era dirigido por Max Horkheimer.

    La Escuela de Frankfurt, nomenclatura con la que se conoci a auto-res tales como Max Horkheimer, Theodor Adorno, Walter Benjamin,Erich Fromm y el propio Marcuse que de diferentes modos trabajabany escriban en y para el Instituto, surgi en un dilemtico contexto paralos acadmicos alemanes que se reconocan con alguna extraccin mar-xista. Como destaca Martin Jay, los intelectuales alemanes de izquierdase encontraban ante la disyuntiva de apoyar un proyecto socialista mode-rado, como lo era la incipiente creacin de la Repblica de Weimar oaceptar el liderazgo de Mosc y alinearse al Partido Comunista. No obs-tante, haba una tercera opcin que propona una revisin de la teora

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    marxista, a fin de develar los errores pretritos, y prepararse para la ac-cin futura1. Como afirma Jay, (a)s comenz un proceso que inevita-blemente condujo a las regiones ms pobremente iluminadas del pensa-miento filosfico de Marx2. Esta tercera posicin centr su anlisis en larelacin entre teora y prctica, naciendo la nocin de praxisque aludea un tipo de accin que se crea a s misma, diferente de la motivada exter-namente.

    El Instituto pudo crearse gracias al aporte econmico de Flix Weily se logr una asociacin con la Universidad de Frankfurt, lo que le brin-d cierto prestigio. Entre 1923 y 1930 el Instituto fue dirigido por CarlGrnberg quien haba sido profesor de Derecho y Ciencias Polticas enla Universidad de Viena y el trabajo acadmico estuvo marcado por una

    importante lectura del marxismo clsico. Con el ascenso de Max Horkhei-mer a la direccin del Instituto, la impronta acadmico fue signada poruna reformulacin del marxismo ortodoxo y una apertura hacia otras dis-ciplinas como el psicoanlisis, el arte, etctera3.

    En 1933, con el advenimiento de Hitler, los miembros del Institutoabandonaron Alemania. Marcuse emigr junto a Horkheimer y Adorno. Pri-mero se radic en Ginebra, luego en Pars y en 1934 fij su residencia de-finitiva en los Estados Unidos, adquiriendo en 1940 la nacionalidad deaquel pas. En 1949 sus compaeros retornaron a Alemania, pero Marcuseno lo hizo. En EE.UU. fue docente en las universidades de Columbia yHarvard (1951-1954), Brandeis (1954-1965) y de California en San Diego(1965-1976). Tambin trabaj en los servicios de inteligencia del ejrcitode los Estados Unidos4.

    Durante la mayor parte de las dcadas de 1930 y 1940, Marcuse par-ticip activamente en las investigaciones y publicaciones del Instituto. Enun contexto de arduo debate dentro de la teora marxista, Marcuse se dis-tanci de Marx por considerar que su obra se apoyaba en la racionali-dad tcnico-instrumental del dominio sobre la naturaleza. Asimismo,tambin se encarg de denunciar el autoritarismo del sistema sovitico.

    1 Cfr. JAY, Martin, La imaginacin dialctica. Una historia de la Escuela de Frankfurt ,Taurus, Madrid, 1986, p. 25.

    2 JAY, Martin, La imaginacin, cit., ps. 25/26.3 Cfr. DONZIS, Rubn,Sociologa crtica,Estudio, Buenos Aires, 2002, ps. 22/31.4 Especficamente, se desempe en laOffice of War Information,con la tarea de

    identificar a los grupos que haban contribuido al auge econmico de la Alemania fascista.

    Cfr. ENTEL

    , Alicia - LENARDUZZI

    , Vctor - GERZOVICH

    , Diego,Escuela de Frankfurt. Arte,

    razn y libertad,Eudeba, Buenos Aires, 2000, p. 77.

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    vallas a las polticas liberales. No obstante, el derecho del consumo jus-tamente garantiza el consumo. Al consagrar derechos no hace ms queevitar la discusin sobre la relacin del consumo. Lejos dediscutirse lasrelaciones de intercambio consecuencia y garante del sistema de pro-piedad privada, el discurso de los derechos del consumidorasume,reifica, la relacin de consumo.

    Volviendo a la obra comentada, Marcuse detecta que tanto el libera-lismo como el antiliberalismo, asumen una interpretacin naturalista de lasociedad: ambas doctrinas presuponen la existencia de leyes naturales. Noobstante, aclara que mientras el liberalismo es racional esto implica queel accionar est subordinado a la racionalidad, el antiliberalismo es irra-cional no porque niegue la racionalidad, sino porque sta queda limita-

    da por datos irracionales, como la naturaleza, el pueblo12

    .Ahora bien, la racionalidad del liberalismo no es completamente plau-sible. La racionalidad liberal tiene un carcter privado, est ligada a lapraxis racional del sujeto econmico individual. El liberalismo no propo-ne una suerte de racionalidad colectiva y, precisamente, lo colectivo que-da librado a una armona casual, a un equilibrio natural, a una irraciona-lidad13. Es importante tener en cuenta que Marcuse enuncia esta irracio-nalidad en un contexto de ascenso del nazismo, pero tambin es intere-sante destacar a modo de contraste que a partir de la dcada de 1950,en los EE.UU., se desarrollar el paradigma conductista en la ciencia po-ltica, asentado justamente en el anlisis de lo colectivo bajo las ca-tegoras individualistas de la economa clsica14.

    Sentado lo anterior, nuestro autor trabaja sobre los tres componentes

    constitutivos del Estado total-autoritario: el universalismo, el naturalismoy el existencialismo.

    1.1. El universalismoMarcuse destaca una preeminencia del todo respecto de los miem-

    bros. Afirma que esta concepcin responde a una exigencia econmicael capitalismo monoplico, pero en el plano terico no se erige comoel dominio de una clase por sobre otra, sino en la unificacin de las cla-ses, en la superacin de la lucha de clases, aunque basada en la estructura

    12 MARCUSE, Herbert,Cultura, cit., ps. 22/24.13 MARCUSE, Herbert,Cultura, cit., p. 26.14

    Para una aproximacin al modelo conductista, ver PINTO

    , Julio, La ciencia pol-tica, en Introduccin a la ciencia poltica,Eudeba, Buenos Aires, 2003, ps. 29/75.

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    social reinante. Es decir una sociedad sin clases basada sobre la actualsociedad de clases y ubicada dentro de sus marcos15.

    1.2. El naturalismoEn el discurso del Estado total-autoritario hay una marcada referen-

    cia a las cualidades naturales de la totalidad representada por el pueblo.La naturaleza opera como lmite de la racionalidad, pero tambin produceuna deshistorizacin. Quienes se benefician con elstatu quoapelan a lanaturalizacin del orden existente, al que pretenden conservar y proteger16.

    1.3. El existencialismo

    En el plano filosfico, el existencialismo intenta reemplazar el suje-to lgico y abstracto que se esgrime desde Descartes hasta Husserl, y re-emplazarlo por un sujeto histrico17. No obstante, y es aqu donde Marcuseencuentra el germen para la estructuracin del Estado total-autoritario, parael existencialismo el hombre acta, pero el para qu de su accionar quedaen un segundo plano18.

    2. Acerca del carcter afirmativo de la cultura

    Este artculo, dividido en tres secciones, tal vez sea junto con loslibrosEros y civilizacin y El hombre unidimensional uno de los traba- jos ms famosos de nuestro autor.

    En la primera parte del artculo, Marcuse detecta que en el discursoaristotlico que separa lo funcional y necesario de lo bello y placentero,se deja libre el campo para la materialidad de la praxis burguesa, por unlado, y de la satisfaccin de la felicidad, por el otro. De acuerdo con lafilosofa aristotlica, todos y cada uno de los diferentes conocimientos estnreferidos a la praxis,aunque ordenados segn una escala de valores quese extiende desde el saber funcional de las cosas necesarias para la vidacotidiana hasta el conocimiento filosfico que no tiene ningn fin fuerade s mismo, sino que se lo cultiva por s mismo y es el que ha de propor-cionar la mayor felicidad a los hombres19.

    15 MARCUSE, Herbert,Cultura, cit., p. 29.16 MARCUSE, Herbert,Cultura, cit., ps. 30/33.17 MARCUSE, Herbert,Cultura, cit., ps. 36/37.18 MARCUSE, Herbert,Cultura, cit., p. 38.19

    MARCUSE

    , Herbert, Acerca del carcter afirmativo de la cultura, enCultura

    ,cit., p. 45.

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    El autor alemn destaca que en esta separacin entre el mundo delos sentidos y el de las ideas, entre sensibilidad y razn se esconde ladefensa de una reprochable condicin existencial y se pone de manifiestouna despreocupacin idealista por aquello relacionado con los procesosmateriales20.

    Ahora bien, la distincin reseada es lo que permite a Marcuse ha-blar de una cultura afirmativa, una de las aproximaciones conceptuales msconocidas de las esgrimidas por el autor alemn. Entiende por aqulla a lacultura que pertenece a la poca burguesa y que a lo largo de su propiodesarrollo ha conducido a la separacin del mundo anmico-espiritual, entanto reino independiente de los valores, de la civilizacin, colocando aaqul por encima de sta. Su caracterstica fundamental es la afirmacin

    de un mundo valioso, obligatorio para todos, que ha de ser afirmado in-condicionalmente y que es eternamente superior, esencialmente diferentedel mundo real de la lucha cotidiana por la existencia, pero que todo indi-viduo desde su interioridad sin modificar aquella situacin fctica, pue-de realizar por s mismo21. En este sentido, puede afirmarse que se ela-bora entonces un concepto falso de cultura como patrimonio de un colec-tivo homogneo. Tal operacin ideolgica lleva a proclamar la existenciade una cultura germana, latina, calificaciones que tienden a borrar di-ferencias vinculadas a las relaciones materiales de existencia22.

    Ante una angustiante condicin material de existencia, la cultura debehacerse cargo de la pretensin de felicidad de los individuos. La bsquedade un mundo mejor, de un mundo ms noble, no ha de llegar mediante latransformacin del mundo material, sino que debe acontecer en el alma

    del individuo. La cultura ha de dignificar lo ya dado, y no sustituirlo poralgo nuevo23.Sin lugar a dudas, el derecho contribuye a crear a la vez de refle-

    jar identidades colectivas, pero me interesar analizar cmo determina-

    20 MARCUSE, Herbert,Cultura, cit., p. 48.21 MARCUSE, Herbert,Cultura, cit., p. 50.22 ENTEL, Alicia - LENARDUZZI, Vctor - GERZOVICH, Diego,Escuela de Frankfurt,

    cit., p. 26.23 MARCUSE, Herbert,Cultura, cit., p. 56. Es importante destacar que es en la poca

    burguesa cuando la cultura se universaliza. Para los autores de la Grecia clsica que hantrascendido, slo un grupo selecto de la sociedad poda ocuparse del placer y de la verdad.En este orden de ideas, el discurso platnico estipulaba que los hombres, por naturaleza,contaban con aptitudes diferentes y slo en determinados hombres los filsofos pre-

    dominaba la razn, y con ella, la capacidad para aprehender el mundo de las ideas. VerPLATN, Repblica, Eudeba, Buenos Aires, 1986, p. 335.

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    das ramas del derecho que dicen proteger a los sujetos dbiles de las re-laciones jurdicas no slo tienden a la reproduccin, sino que descuidano cuidan de reproducir el aspecto material de la mentada desigual re-lacin. De acuerdo con Alain Supiot, el derecho del trabajo tiene a la pro-teccin del trabajador como su elemento distintivo24. En el mismo senti-do, De Diego destaca que dado que el trabajador es el sujeto esencial delderecho del trabajo, el contenido de esta particular rama del derecho estorientada a protegerlo frente a la posibilidad de que se generen abusos departe del empleador, atento a la superioridad de ste en los distintos pla-nos de la relacin25.

    Esquemticamente podra decirse que desde tradiciones marxistas or-todoxas, el derecho es concebido como un elemento superestructural que

    refleja y hasta reproduce la estructura, formada por las fuerzas pro-ductivas y las relaciones de produccin. Desde algunas tradiciones crti-cas del derecho que no necesariamente comparten los mismos postula-dos que la teora crtica de la Escuela de Frankfurt suele hablarse deuna funcin paradojal del derecho segn la cual cumple un rol forma-lizador y reproductor de las relaciones sociales establecidas, y a la vez, unrol en la remocin y transformacin en tales relaciones. Cumple a la vez,una funcin conservadora y reformadora26.

    Una primera mirada sobre el discurso del derecho laboral imagi-nemos que es genuino podra inducir a pensar que los categricos mar-xistas no sirven para explicar el fenmeno tuitivo y/o que estamos atentoa las categoras de las corrientes crticas del derecho ante la faz refor-madora del derecho. No obstante, el derecho del trabajo no se ocupa de

    las relaciones materiales de los sujetos implicados. El derecho del trabajopresupone y asume la relacin desigual desde lo material entre lossujetos implicados. El derecho del trabajo opera sobre una relacin desi-gual; dice proteger al ms dbil, pero si se encargase de la desigualdadmaterial no existira el dbil y aqu resurgira la pregunta del conocidotrabajo de Supiot: Por qu un derecho del trabajo?27.

    24 SUPIOT, Alain, Por qu un derecho del trabajo?, en Documentacin Laboral nro.39, Universidad de Alcal de Henares, Madrid, 1993, p. 16.

    25 DE DIEGO, Arturo, Manual del derecho del trabajo y de la seguridad social,Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2000, p. 64.

    26 CRCOVA, Carlos Mara, Acerca de las funciones del derecho, en AA.VV., Materiales para una teora cr tica del derecho,LexisNexis, Buenos Aires, 2006, p. 151.

    27 La atencin a las relaciones materiales tambin permite explicar fenmenos lin-

    dantes al llamado derecho colectivo del trabajo. As, Mnica Gordillo entiende que elsurgimiento de sindicatos clasistas en las automotrices cordobesas de la dcada de 1970

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    Retornando a la obra bajo examen, es importante destacar que Mar-cuse dedica varios espacios de reflexin a la nocin de alma, y a cmo enella trabajar la cultura afirmativa. Destaca cmo se ha producido un so-metimiento de los sentidos al dominio del alma, situacin que se reflejaen la nocin burguesa de amor que, a travs de la exigencia de fidelidadque parte del alma, condiciona los sentidos28. Adems, asevera quela promesa de una felicidad suprasensible esconde la verdadera posibili-dad de crear condiciones de existencia material que posibiliten una felici-dad real29. Respecto de la fidelidad, el derecho se encarga de reflejar talvalor, a la vez de coadyuvar a su reproduccin como tal en la medida enque otorga incentivos selectivos negativos a las prcticas adulterinaserigindolas como causales de separacin personal y divorcio, art. 202,

    inc. 1, del Cdigo Civil, texto segn ley 23.515, y estableciendo efectosnegativos diferenciales para quien incurri en adulterio30 y a las prc-ticas poligmicas elevando al ligamen como un impedimento para la ce-lebracin del matrimonio, art. 116, inc. 6, e instituyendo al cnyuge debuena fe determinados privilegios ante la nulidad del matrimonio31. In-cluso, desde la academia, se apela al discurso de las esencias para justifi-

    se debi a la insuficiencia del discurso de los sindicatos peronistas referido nicamen-te a la cuestin salarial y a un discurso de sindicatos de extraccin marxista que hacaneje en las condiciones de trabajo discurso que tuvo buena repercusin por aquel enton-ces. Cfr. GORDILLO, Mnica, Movimientos sociales e identidades colectivas: Repensandoel ciclo de protesta obrera cordobs de 1969-1971, en Desarrollo Econmico,vol. 39,nro. 165, Buenos Aires, 1999.

    28 MARCUSE, Herbert,Cultura, cit., ps. 61/64.29 MARCUSE, Herbert,Cultura, cit., p. 69.30 En el supuesto de divorcio o separacin personal, y para el caso de los alimentos,

    el cnyuge que haya incurrido en adulterio debe mantener el nivel de vida del otro, talcomo era durante el matrimonio art. 207 del Cdigo Civil, texto segn ley 23.515.Por su lado, el cnyuge que el discurso jurdico cataloga como inocente slo debe alotro los llamados alimentos de toda necesidad art. 209 del Cdigo Civil, texto segnley 23.515.

    31 En caso de que el matrimonio se hubiere celebrado mediando un impedimento deligamen, y quien contare con ste haya sido consciente de ello mientras que su cnyugeno lo hubiese sabido, este ltimo a quien el discurso jurdico llama de buena fe puedereclamarle daos y perjuicios. Adems, y en cuanto a los bienes, puede optar por art.222, inc. 3, Cdigo Civil, texto segn ley 23.515: a) conservar los bienes adquiridosdurante el matrimonio; b) aplicar el rgimen legal del matrimonio y las normas de disolu-cin de la sociedad conyugal; c) disolver la unin con las reglas de las sociedades de hecho.

    Cfr. SOLARI

    , Nstor, Matrimonio: celebracin, impedimentos y nulidades,

    La Ley, BuenosAires, 2006, ps. 155/156.

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    car la fidelidad. As, Borda destaca que desde el momento en que cual-quiera de los cnyuges tiene relaciones ntimas con otro, aunque sean me-ramente circunstanciales, viola el deber de fidelidad, que es de laesenciadel matrimonio32. Al apelarse al discurso de las esencias, se desligan losvalores de las prcticas sociales que los concibieron, situacin que no per-mite la reflexin sobre ellos ni una eventual redefinicin.

    3. Filosofa y teora crtica

    Filosofa, economa, psicologa, msica y literatura. No otra cosa sino estedenominador comn colectivo es lo que debiera entenderse por teora crtica, una

    expresin, por lo dems, que nunca utilizamos nosotros en los primeros aos 20 tancargada de connotaciones como le ha parecido a la posteridad. sta es mi respuesta. La teora crtica es una perspectiva. Por eso siempre me parece un tanto ridculo

    cuando viene alguien a decirme que tendramos que organizar un seminario sobreteora crtica; nunca s demasiado bien qu tendra que decir en l.

    LEO LWENTHAL

    Si uno quisiera brindar una carta de presentacin sobre la teora cr-tica, es posible que un texto de 1937 escrito por Max Horkheimer, titula-do Teora tradicional y teora crtica,sea el indicado. El trabajo deHorkheimer es muy rico e intenta mostrar ciertas irracionalidades de la quedenomina teora tradicional, a la vez que presenta determinados ejes de lateora crtica. En este sentido, y a modo de ejemplo, quien fuera durantevarios aos director del Instituto de Investigaciones Sociales de Frankfurtarremeti contra la supuesta separacin entre objeto y sujeto de conoci-miento, mxime en las ciencias sociales. As, destac que los hechos quenos entregan nuestros sentidos estn preformados socialmente en dosmodos: por el carcter histrico del objeto percibido y por el carcter his-trico del rgano percipiente33. Para el discurso jurdico, tal denuncia noresulta menor, ya que el famosoclich de la objetividad del juez puedeque presuponga aunque si tiene presupuestos tal vez no sea unclich esta separacin entre sujeto y objeto de conocimiento.

    Si uno tuviera que realizar una muy breve sntesis de Filosofa yteora crtica, podra decirse que Marcuse detecta que el objetivo de lafilosofa ha sido el conocimiento puro pero no la accin y en los mo-

    32 BORDA, Guillermo A., Manual de derecho de familia,Abeledo-Perrot, Buenos

    Aires, 1993, p. 263.33 HORKHEIMER, Max,Teora crtica,Amorrotu, Buenos Aires, 1990, p. 233.

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    mentos en que se encamin a la accin lo hizo con el objeto de dominarel mundo desde el plano tecnolgico34.

    Marcuse brinda diferentes caracteres de la razn, pero sostiene quela filosofa se acaba antes de la realizacin de la razn: no es campo de lafilosofa la realizacin del accionar racionalmente concebido. Los indivi-duos pueden ser libres y racionales dentro del orden existente35. Esto esas porque la reflexin filosfica no abarca las relaciones materiales deexistencia. Como destaca nuestro autor, Hegel consideraba que la limita-cin de la filosofa al mundo del pensamiento era una caracterstica esen-cial: la filosofa concilia las oposiciones en el plano de la razn, es unaconciliacin en el mundo ideal y no de la realidad36.

    Partiendo de la desatencin que la filosofa idealista tiene respecto

    de las condiciones materiales de existencia, Marcuse entiende que la teo-ra crtica debiera preocuparse por la felicidad de los individuos en todoslos planos. As, nuestro autor esboza una suerte de objetivo de la teoracrtica segn el cual habra que ir ms all de la sistematizacin de datos,para aspirar a una mejora de la deplorable situacin material de los indi-viduos; en palabras del autor alemn: la pretensin de que mediante lasuperacin de las actuales relaciones materiales de la existencia se liberela totalidad de las relaciones humanas37.

    La atencin a las condiciones materiales de existencia es un elementoque permitira redefinir el modo de reflexionar sobre algunos institutos delDerecho, entre ellos, el de la igualdad. Como bien describe Roberto Saba,el discurso jurisprudencial y terico predominante sobre la temtica de laigualdad prescribe que la garanta del art. 16 de la Constitucin Nacionalgarantiza la igualdad de trato en igualdad de circunstancias debiendo

    34 Como destacan Entel, Lenarduzzi y Gersovich, la preocupacin central deMax Horkheimer tambin era el abandono de la praxis por parte de la filosofa idealista.Cfr. ENTEL, Alicia - LENARDUZZI, Vctor - GERZOVICH, Diego,Escuela de Frankfurt,cit., p. 39.

    35 Con una dramtica redaccin afirma Marcuse que (l)a razn es slo la aparien-cia de racionalidad en un mundo irracional y la libertad slo la apariencia del ser libre enuna falta de libertad universal. La apariencia se produce al internalizarse el idealismo: razny libertad se convierten en tareas que el individuo puede y tiene que realizar en s mismocualesquiera sean las circunstancias exteriores. MARCUSE, Herbert, Filosofa y teoracrtica, enCultura y, cit., p. 81.

    36 MARCUSE, Herbert,Cultura, cit., p. 84.37 MARCUSE, Herbert,Cultura, cit., p. 87.

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    ser tales circunstancias razonables38. Realizar un abordaje del asunto deeste modo, es decir, sin atender a las condiciones materiales de existencia,tiene consecuencias muy serias. Los profesores Sabsay y Onaindia pro-pagadores de este discurso muestran una gran preocupacin por el in-cremento del odio religioso, racial y los movimientos xenfobos. Dentrodel esquema reseado, se estara ante un trato desigualitario por circuns-tancias irrazonables como el color de la piel; y dentro del mismo es-quema, los autores recomiendan al Estado adoptar medidas que promue-van la eliminacin de las conductas discriminatorias por razones de edad,sexo, nacionalidad, raza e ideologas39.

    Ahora bien, si el discurso atendiera a las condiciones materiales deexistencia, es muy posible que la concepcin de la igualdad fuera diferen-

    te. Asimismo, sera factible que no slo se propusiera la eliminacin delas prcticas discriminatorias sino que se atendiese a sus causas, en mu-chos casos ligadas justamente a las condiciones materiales. Refirindo-se a la temtica del racismo, los antroplogos Gigliotti, Gutirrez, Landery Ublich luciendo alguna extraccin marxista destacan que toda re-presentacin social es una construccin histrica que refleja los conflictosy acontecimientos de cada contexto social. En este sentido, afirman quelos prejuicios racistas no han podido ser derribados porque slo se haatacado uno de sus aspectos, se atac la justificacin, es decir, la supuestasuperioridad inscripta en la biologa, que legitimaba la dominacin, perono el problema que la desencaden, que ha seguido intacto y enmasca-rado: la profunda desigualdad estructural y el odio al otro que esto pro-voca40.

    38 Cfr. SABA, Roberto, (Des)Igualdad estructural, en AMAYA, Jorge (ed.),Visionesde la Constitucin, 1853-2004,UCES, Buenos Aires, 2004. En el mismo orden de ideas,Ekmekdjian afirma que la garanta del art. 16 puede sintetizarse expresando que las cla-sificaciones que otorgandistinto trato a las categoras de individuos son vlidas en tantosean razonables, esto es, no sean persecutorias, hostiles o estigmatizantes; es decir quenieguen a unos lo que se concede a otros en iguales circunstancias. EKMEKDJIAN, Miguelngel,Tratado de derecho constitucional, Depalma, Buenos Aires, 1994, p. 147. En igualsentido, Gelli sostiene que la igualdad de todos ante la ley, consagrada en el art. 16 de laConstitucin, parece abolir las diferencias. Se consagra all la igualdad formal igualesen igualdad de condiciones. GELLI, Mara Anglica,Constitucin de la Nacin Argen-tina. Comentada y concordada,La Ley, Buenos Aires, 2004, p. 139.

    39 SABSAY, Daniel A. - ONAINDIA, Jos M., La Constitucin de los argentinos, Errepar,Buenos Aires, 1998, p. 67.

    40 GIGLIOTTI, Valeria - GUTIRREZ, Rodolfo - LANDER, rica - UBLICH, Nora, Re-construccin terico-conceptual del racismo, en CHIRIGUINI, Mara Cristina, Apertura ala antropologa,Proyecto, Buenos Aires, 2003, p. 379. Por otro lado, es de destacar que

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    Retornando al trabajo de nuestro autor, es importante resear que, conel objetivo de perfeccionar las condiciones materiales de existencia,Marcuse brega por un esfuerzo imaginativo incluso utpico para tras-cender los lmites de la realidad. Para ello puede que sea menester apelara determinadas abstracciones, pero que no prescindirn del estatus actualdel hombre. sino que apuntarn a un estatus futuro41.

    4. A propsito de la crtica del hedonismo La definicin de la asociacin de hombres libres contiene

    expresamente la exigencia de que cada individuo debe tener participacin en el producto social, segn sus necesidades

    Las necesidades de los individuos, que han de ser satisfechas,se transforman en principio regulador del proceso de trabajo.

    Pero las necesidades de los hombres liberados y el gocede su satisfaccin tendrn una forma diferente a la delas satisfacciones y el goce cuando no exista libertad

    aun cuando fisiolgicamente sean las mismas42.

    El trabajo comienza con una potente sentencia: Bajo el nombre derazn, la filosofa idealista de la poca burguesa haba intentado compren-der lo universal, que se impone a los individuos aislados43. Lo que de-tecta Marcuse es que la razn se haba impuesto a costa de la felicidad delos individuos.

    El autor alemn sostiene que el eudemonismo concibe a la felicidadcomo algo subjetivo, lo que implica un elemento de resignacin en el planomaterial. En cambio, en el hedonismo, dado que se reemplaza a la felici-

    dad por el placer, las exigencias de libertad son llevadas al plano de lasexigencias materiales44.

    desde tradiciones no marxistas que podramos denominar liberales apegadas al dis-curso jurdico, se ha impulsado una visin estructural, material, de la igualdad. As, cfr.SABA, Roberto, (Des)Igualdad, cit., y FISS, Owen, Grupos y clusula de la igual pro-teccin, en GARGARELLA, Roberto (comp.), Derecho y grupos desaventajados,Gedisa,Barcelona, 1999. Extracto del original Groups and the Equal Protection Clause,Philosophy and Public Affairs 5 (1976). Traduccin de Roberto Gargarella y GustavoMaurino.

    41 MARCUSE, Herbert,Cultura, cit., ps. 87/96.42 MARCUSE, Herbert, A propsito de la crtica del hedonismo, enCultura, cit.,

    p. 113.43 MARCUSE, Herbert,Cultura, cit., p. 97.44 MARCUSE, Herbert,Cultura, cit., ps. 98/99.

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    En la obra se distinguen dos tipos de hedonismo. Para la corrientecirenaica, la satisfaccin de necesidades est vinculada al sentimiento deciertos placeres, por lo que la felicidad consistira, justamente, en sentirtales placeres. No obstante, para Marcuse, este hedonismo se convierteen justificador de la situacin material en la medida en que no distingueentre intereses verdaderos y falsos, entre lo verdadero y lo falso delplacer45.

    Para la corriente epicrea del hedonismo hay placeres verdaderos, yes la razn la que se erige como rbitro. Se exhibe, adems, que se tratade un hedonismo negativo: su principio es ms bien evitar el dolor queprocurar el placer46.

    Ahora bien, lo que detecta Marcuse es que no puede llamarse felici-

    dad a aquello que los individuos alcanzan mediante la razn, ya que pare-ce que el rgano de la felicidad es la sensibilidad y no precisamente larazn.

    En este orden de ideas, nuestro autor destaca que la limitacin dela felicidad a la esfera del consumo refuerza un modo de produccin quesepara al mbito de la produccin del mbito del trabajo. As afirma que,en la poca moderna, la felicidad deja de ser un valoren s , y queda su-bordinado el ideal de virtud. De acuerdo con Marcuse, esta prdida delvaloren s del goce tiene que ver con las condiciones de trabajo y tieneuna clara manifestacin en el discurso del placer sexual. El placer sexuales racionalizado pragmtica o moralmente y aparece como un sim-ple medio, como un fin que est ms all de l, al servicio de la dcilsubordinacin del individuo a las formas existentes del proceso de traba- jo Segn Spinoza, el placer sensual slo puede ser buscado en tantomedio, sobre todo como medio higinico: hay que entregarse a losplaceres slo en la medida en que sirven para el mantenimiento de lasalud47.

    Para nuestro autor, el aumento del placer tomndolo como un va-lor en s mismo significara un aumento de la libertad individual, dadopor el conocimiento y la realizacin de posibilidades de los individuos yla libertad en el tiempo y en el espacio, que no sera muy acorde con losintereses del sistema. Por otro lado, sostiene que determinados sistemasde produccin pueden crear falsas necesidades en los individuos y, por

    45 MARCUSE, Herbert,Cultura, cit., p. 103.46

    MARCUSE

    , Herbert,Cultura

    , cit., p. 104.47 MARCUSE, Herbert,Cultura, cit., ps. 115-116.

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    ende, falsas felicidades48. Destaca que a la teora crtica le interesa que elhombre pueda encontrarse con sus verdaderas necesidades, pero para queaqullas se liberen es menester no un acto de renovacin moral de losindividuos, sino un proceso econmico y poltico49.

    Aqu no realizar ninguna aproximacin al discurso jurdico. Mi ta-rea ha concluido y queda en manos de la lectora o del lector someter suhorizonte de sentido a los desafiantes caminos de la teora crtica

    IV. BIBLIOGRAFA CITADAALTERINI, Atilio A. (1999),Contratos. Civiles, comerciales y de con-

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    GIGLIOTTI, Valeria - GUTIRREZ, Rodolfo - LANDER, rica - UBLICH,Nora (2003), Reconstruccin terico-conceptual del racismo, enCHIRIGUINI, Mara Cristina, Apertura a la antropologa,Proyecto, BuenosAires.

    48 En este sentido, Marcuse relata que los resultados de las votaciones popularesmodernas demuestran que los hombres, separados de la verdad posible, pueden ser indu-

    cidos a votar en contra de s mismos. MARCUSE

    , Herbert,Cultura

    , cit., p. 120.49 MARCUSE, Herbert,Cultura, cit., ps. 120-121.

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