Curso Biblico, Lección 08, El Pueblo de la Alianza

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    Lección 8: El Pueblo de la alianza

    “Moisés, que apacentaba las ovejas de su suegro Jetró,el sacerdote de Madián, llevó una vez el rebaño más alládel desierto y llegó a la montaña de Dios, al Horeb. Allí

    se le apareció el Ángel del Señor en una llama de fuego,que salía de en medio de la zarza. Al ver que la zarzaardía sin consumirse, Moisés pensó: “Voy a observareste grandioso espectáculo. ¿Por qué será que la zarzano se consume?”. Cuando el Señor vio que él seapartaba del camino para mirar, lo llamó desde la zarza,diciendo: “¡Moisés, Moisés!”. “Aquí estoy”, respondióél. Entonces Dios le dijo: “No te acerques hasta aquí.Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisandoes una tierra santa”. Luego siguió diciendo: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y

    el Dios de Jacob”. Moisés se cubrió el rostro porquetuvo miedo de ver a Dios” (Ex. 1-6)

    I.- La salida de Egipto y la prueba del desierto o el nacimiento del pueblo deDios

    Pasa el tiempo. Los descendientes de los patriarcas se multiplican. Pero conocen ahora la durasituación de trabajadores reducidos a servir a un faraón despótico. Israel parece estar destinadoa vegetar pobremente, hasta llegar a desaparecer algún día. Pero he aquí que surge un hombresuscitado por Dios. Se dice de él que ha escapado del genocidio organizado por el amo del país. Será el verdadero fundador de la nación israelita.

    Léase:

      Los hijos de Israel en Egipto (Ex 1).

      El nacimiento de Moisés (Ex 2, 1-10).

    II.- Revelación de Dios en el Sinaí

    Moisés tuvo que huir al desierto. Allí, desde una zarza ardiendo, oyó la llamada del «Dios deAbrahán, de Isaac y de Jacob». El Señor ha decidido liberar a su pueblo. Se da a conocer como

    el eterno, como aquel cuyo nombre significa: Yo soy el que soy. Después de intentar resistirsea la misión que Dios le confiaba, Moisés vuelve a Egipto. La liberación y la pascua

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    Enfrentándose con el faraón, yendo a contracorrientede los suyos, Moisés termina arrastrando a los hebreoshacia el desierto. La liberación tiene lugar a lo largode una noche memorable, la de la pascua del Señor.Después de comer un cordero inmolado, emprenden elcamino. Pasan el mar Rojo, en el que se hunden lastropas del faraón que se habían lanzado en persecución de los fugitivos. Aquel suceso,engrandecido por la tradición posterior, quedarágrabado para siempre en el recuerdo de Israel.Verdaderamente, aquella noche Dios se dio a conocercomo el liberador.

    En adelante, todos los años, la fiesta de la pascuaconmemorará estas «hazañas» del Señor.

    Léase en particular:

     

    La noche de la pascua (Ex 12, 1-41).

      El paso del mar Rojo (Ex 13, 17-14, 31).

    III.- La alianza del Sinaí y el don de la ley

    Después de un viaje difícil, llegan al pie del Sinaí. Allí es donde Moisés establecesolemnemente la alianza entre Dios y su pueblo. Dios promete una tierra a los que ha elegido.En cambio, el pueblo acepta la ley, una ley que es una verdadera constitución del hombrelibre. Todos los años, la fiesta judía de Pentecostés tendrá la finalidad de celebrar el recuerdo

    de este don de la ley.Léase en particular:

      El maná y las codornices (Ex 16, 1-31).

     

    La alianza del Sinaí (Ex 19).

      Los diez mandamientos (Ex 20, 1-17).

    IV.- El becerro de oro

    Desde antes de su llegada al Sinaí, los hebreos habían comenzado a resistir a la llamada delibertad que les había dirigido el Señor. Resistiéndose a las dificultades inherentes al camino,reconociendo de mala gana la acción del Señor en los acontecimientos liberadores, seacordaban con pena de Egipto y de sus falsas seguridades. Apenas recibieron el don de la ley,se pusieron a desobedecerla: en contra de la prohibición de forjarse una imagen de Dios, sefabrican un becerro de oro (al estilo de los pueblos paganos que se hacían representacionesanimales de sus dioses). En todo esto no hacen más que repetir la eterna desobediencia de losorígenes: deseando ser sus propios señores, rechazan los riesgos de una aventura difícil y

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    ceden a la idolatría. Sueñan con un Dios que les dispense mágicamente de asumir susresponsabilidades de hombres libres. Después de castigar a los culpables, Moisés restablece laalianza violada.

    Léase:

      El becerro de oro (Ex 32).

     

    Las nuevas tablas de la ley (Ex 34, 1-9, 29-35).

    V.- La subida a la tierra prometida

    El libro del Éxodo termina con unas cuantas indicacionesrelativas a las reglas del culto. El relato de la gran epopeya queconducirá al pueblo hebreo hasta Canaán prosigue en el librode los Números.

    Al partir del Sinaí, el pueblo parece haber encontradofinalmente su coherencia (es lo que atestigua el «orden de batalla» que se nos presenta al comienzo del libro, en forma degenealogías). Si atendemos a los recuerdos transmitidos por lossacerdotes judíos a lo largo de los tiempos, aquel puebloavanzaba como una procesión litúrgica. Pero de hecho lasdificultades vuelven a comenzar muy pronto.

    Cuando llegan a las fronteras de Canaán, la prueba parecedecididamente insuperable. Asustado por los informes de losespías enviados a explorar el país deseado, el pueblo se niega a

    seguir el avance. Ante los obstáculos, el pueblo duda de Dios. Se rebela contra Moisés eintenta volver a Egipto. Una vez más, se repite el pecado por excelencia: por falta de confianzaen el Señor, se niega a seguir adelante y prefiere las seguridades engañosas a una aventuradifícil, pero prometedora de vida.

    Evidentemente, este pueblo no está maduro para entrar en la tierra del descanso. Durantecuarenta años tendrá que errar por el desierto, hasta que haya desaparecido la generaciónincrédula.

    El libro de los Números nos sigue contando el largo caminar, las continuas recaídas de un puñado de hombres sedientos de seguridades tangibles y la fidelidad de Dios actuando a pesarde los fracasos aparentes.

    Posteriormente, la fiesta judía de las tiendas conmemorará la difícil marcha por el desierto. Numerosos salmos evocarán con contrición aquellos días en que el pueblo se mostraba«rebelde» a su Señor, pero en aquellas culpas del pasado reconocerá por desgracia todas lasque no dejaron de repetirse a lo largo de la historia de Israel (podríamos incluso decir a lolargo de toda la historia humana).

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    Sin embargo, jamás abandona el Señor a los suyos. Se muestra como el fiel. Israel siguesiendo entonces portador del porvenir; así lo atestigua una vieja historia que se repetía congozo: la del adivino Balaán, encargado por el rey de Moab de conjurar las amenazas del pueblo hebreo que surgía del desierto y obligado, a su pesar, a celebrar las glorias veniderasdel pueblo de Dios.

    Léase en particular:

     

    Los espías en Canaán (Nm 13, 1-3. 17-33).

      Las aguas de Meribá (Nm 20, 1-13).

      Las serpientes venenosas (Nm 21, 4-9).

      La burra de Balaán (Nm 22, 21-35).

    VI.- La llegada a la tierra prometida

    Después de 40 años de errar por el desierto, el pueblo hebreo llega finalmente a la fronteraoriental de Canaán. Allí es donde muere Moisés. Por un breve instante, su fe flaqueó y no fue juzgado digno de entrar en la tierra deseada. El libro del Deuteronomio intenta referirnos susúltimos discursos, sus advertencias y su testamento espiritual. Después de recordar losacontecimientos recientes, Moisés saca de ellos unas cuantas lecciones esenciales: el Señor,que ama a los suyos, les abre el camino de la vida. Pero ¿sabrá seguirle el pueblorespondiendo al amor de su Dios y guardando su ley? Por desgracia, Moisés no puede menosde prever la infidelidad de los suyos. El Señor, por su parte, será fiel y no abandonará nunca aIsrael.

    Léase en particular:

      El credo de Israel (Dt 6, 4. 20-25).

      La elección del lugar de culto (Dt 12, 13-18).

     

    El verdadero profeta (Dt 18, 14-18).

      La muerte de Moisés (Dt 32, 48-52; 34, 5-6).

    “De la misma manera que Moisés levantó en alto laserpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todoslos que creen en él tengan Vida eterna. Porque Diosamó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único paraque todo el que cree en él no muera, sino que tengaVida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve porél” (Jn. 3, 14-17)