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50 Los domingos DOMINGO 1/5/2005 ABC Una tierra que imprime carácter R aramente se lugar más proclive al cliché que Baviera, si se obvia a Andalucía, y es que pre- cisamente pensar en Alemania e imaginar a un bávaro es tan fácil como al extranjero pensar en Es- paña e imaginar a una cordobesa. Y, como pasa con el tópico, todo lo que se dice es verdad, pero no es ni mucho menos todo, pues por al- go los más fervorosos seguidores del modelo nacional bávaro pare- cen los catalanes. Encantados de conocerse. Baviera es moderna y tradicional, afanosa pero relaja- da, de esas tierras que marcan de por vida. Será interesante ver có- mo luce el chovinismo bávaro —que nada envidia al polaco— en el sillón más universal: el del Pa- pa de Roma. De entrada, los tópicos: cerve- za, iglesias, montaña, fieltro, ba- rroco, bandas de música, casti- llos, geranios, coros (yoddel), sal- chichas blancas, polkas y BMWs. Pero más que con pantalón corto y sombrero, hoy es fácil que el bá- varo vaya de Armani, con un orde- nador portátil y al volante de un descapotable, aunque lleve detrás a tres niños. Y por supuesto que él y ella tienen su «Trachtl», el traje —de ahí viene— tradicional, pero es para las cenas, y el color de piel ya no es el de la montaña, sino de rayos uva. En su ensimismamiento, Múni- ch es sinónimo de música y pintu- ra, y no deja de ser una de las me- trópolis modernas y cosmopolitas de Europa y, estadísticamente, la ciudad en que todo alemán quisie- ra vivir. Para todas las complejidades alemanas, Baviera parece incom- parablemente resuelta y feliz de conocerse: Bismarck decía ya que Baviera había sido la única re- gión alemana «capaz de crear una ciudadanía contenta de su senti- do nacional», que esto sí que es un hecho diferencial: el país que era reino hasta hace ocho décadas no le echa la culpa de nada a nadie y está convencido de que el resto de Alemania quisiera ser como ellos, «sólo que ni saben ni pueden». «Pues ¿no tenemos el primer Pa- pa bávaro en 2000 años y resulta que estos prusianos se lo quieren apropiar?», escribía en Die Welt un comentarista próximo al hasta ahora cardenal Ratzinger. La fra- se hace referencia a que, para los bávaros, lo que hay al norte del «ecuador de la salchicha blanca» es Prusia, o sea Alemania; que no es que ellos no sean alemanes, «na- turalmente, somos bávaros», que sería lo mismo pero muchísimo mejor. Alemania sería un tingla- do de alemanes que montó Bis- marck y sus soldadotes hace siglo y medio por ver de meter la cucha- ra en Baviera. Felices de su tempo lento, de fi- gurar desde el siglo VI como una de las primeras creaciones estata- les, de sus profundas creencias, de estar más cerca de Roma que de Berlín, de ser más divertidos y vivir más y mejor, convencidos de la espectacular belleza de «sus» Alpes, «sus» lagos y «su» Danu- bio, de tener en Múnich la «mejor ópera del mundo» y en Bayreuth su gran festival wagneriano. Naturalmente — explica el poli- tólogo Jürgen Falter, de la univer- sidad de Mainz— esta actitud es insoportable y denostada por el resto de los alemanes, que lo me- nos que hacen es sacudir la cabe- za repitiendo como un mantra li- berador frases como «están locos estos bávaros»; pero todo esto a Baviera, moderna y tradicional, afanosa pero relajada, es de esas tierras que marcan para siempre. Será interesante ver cómo luce el chovinismo bávaro —que nada envidia al polaco— en el sillón más universal: el del Papa de Roma. POR RAMIRO VILLAPADIERNA Baviera LAS RAÍCES DE BENEDICTO XVI GONZALO CRUZ Ratzinger, dicen sus compatriotas, «nunca fue un típico bávaro con tirantes». Ahora, el «Trachtl» se viste para las ocasiones de gala, como la visita al Papa, y el moreno de la piel no procede de su campiña —a la derecha-, sino de los rayos UVA IGNACIO GIL

D050501 Baviera, una tierra con caracter

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Baviera, moderna y tradicional, afanosa pero relajada, es de esas tierras que marcan para siempre. Será interesante ver cómo luce el chovinismo bávaro —que nada envidia al polaco— en el sillón más universal: el del Papa de Roma. POR RAMIRO VILLAPADIERNA 50 Los domingos DOMINGO 1/5/2005 ABC es que ellos no sean alemanes, «na- turalmente, somos bávaros», que sería lo mismo pero muchísimo mejor. Alemania sería un tingla- do de alemanes que montó Bis- GONZALO CRUZ IGNACIO GIL

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50 Los domingos

DOMINGO 1/5/2005 ABC

Una tierra que imprime carácter

Raramente se dé lugarmás proclive al clichéque Baviera, si se obviaa Andalucía, y es que pre-

cisamente pensar en Alemania eimaginar a un bávaro es tan fácilcomo al extranjero pensar en Es-paña e imaginar a una cordobesa.Y, como pasa con el tópico, todo loque se dice es verdad, pero no esni mucho menos todo, pues por al-go los más fervorosos seguidoresdel modelo nacional bávaro pare-cen los catalanes. Encantados deconocerse. Baviera es moderna ytradicional, afanosa pero relaja-da, de esas tierras que marcan depor vida. Será interesante ver có-mo luce el chovinismo bávaro—que nada envidia al polaco— enel sillón más universal: el del Pa-pa de Roma.

De entrada, los tópicos: cerve-za, iglesias, montaña, fieltro, ba-rroco, bandas de música, casti-llos, geranios, coros (yoddel), sal-chichas blancas, polkas y BMWs.Pero más que con pantalón cortoy sombrero, hoy es fácil que el bá-varo vaya de Armani, con un orde-nador portátil y al volante de undescapotable, aunque lleve detrása tres niños. Y por supuesto que ély ella tienen su «Trachtl», el traje—de ahí viene— tradicional, peroes para las cenas, y el color de pielya no es el de la montaña, sino derayos uva.

En su ensimismamiento, Múni-ch es sinónimo de música y pintu-ra, y no deja de ser una de las me-trópolis modernas y cosmopolitasde Europa y, estadísticamente, laciudad en que todo alemán quisie-ra vivir.

Para todas las complejidadesalemanas, Baviera parece incom-parablemente resuelta y feliz deconocerse: Bismarck decía ya queBaviera había sido la única re-gión alemana «capaz de crear unaciudadanía contenta de su senti-do nacional», que esto sí que es unhecho diferencial: el país que erareino hasta hace ocho décadas nole echa la culpa de nada a nadie yestá convencido de que el resto deAlemania quisiera ser como ellos,«sólo que ni saben ni pueden».

«Pues ¿no tenemos el primer Pa-pa bávaro en 2000 años y resultaque estos prusianos se lo quierenapropiar?», escribía en Die Weltun comentarista próximo al hasta

ahora cardenal Ratzinger. La fra-se hace referencia a que, para losbávaros, lo que hay al norte del«ecuador de la salchicha blanca»es Prusia, o sea Alemania; que no

es que ellos no sean alemanes, «na-turalmente, somos bávaros», quesería lo mismo pero muchísimomejor. Alemania sería un tingla-do de alemanes que montó Bis-

marck y sus soldadotes hace sigloy medio por ver de meter la cucha-ra en Baviera.

Felices de su tempo lento, de fi-gurar desde el siglo VI como unade las primeras creaciones estata-les, de sus profundas creencias,de estar más cerca de Roma quede Berlín, de ser más divertidos yvivir más y mejor, convencidosde la espectacular belleza de «sus»Alpes, «sus» lagos y «su» Danu-bio, de tener en Múnich la «mejorópera del mundo» y en Bayreuthsu gran festival wagneriano.

Naturalmente — explica el poli-tólogo Jürgen Falter, de la univer-sidad de Mainz— esta actitud esinsoportable y denostada por elresto de los alemanes, que lo me-nos que hacen es sacudir la cabe-za repitiendo como un mantra li-berador frases como «están locosestos bávaros»; pero todo esto a

Baviera, moderna y tradicional, afanosa pero relajada, es de esas tierras que marcan para siempre. Será interesante ver cómo luce

el chovinismo bávaro —que nada envidia al polaco— en el sillón más universal: el del Papa de Roma. POR RAMIRO VILLAPADIERNA

BavieraLAS RAÍCES DE BENEDICTO XVI

GONZALO CRUZ

Ratzinger,dicen suscompatriotas,«nunca fue untípico bávarocon tirantes».Ahora, el«Trachtl» seviste para lasocasiones degala, como lavisita al Papa, yel moreno de lapiel no procedede su campiña—a la derecha-,sino de losrayos UVA

IGNACIO GIL

ABC DOMINGO 1/5/2005

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los bávaros nunca les ha importa-do y posiblemente muchos ni lohayan oído. Pero el nacionalismobávaro tiene la ventaja de no serrencoroso o separatista, sino deltipo que sugiere este comentariode su jefe de Gobierno, cuandoaceptó batallar por la cancilleríade Berlín: «Debo preguntarmequé puede hacer Baviera por Ale-mania; pero, ojo, también qué ha-ría Alemania sin Baviera».

La región, una vieja provinciaromana con enclaves celtas, fueconquistada en el siglo V por inva-sores bayuvaros. Cristianizadaentre el VII y el VIII por irlande-ses y escoceses, como San Bonifa-cio, San Corbiniano, San Rupertoy San Emmeram, su historia estámarcada por la creación del obis-pado de Ratisbona (Regensburg),punta de lanza en la Europa bárba-ra, su devoción por Roma manifes-tada en el enfrentamiento entregüelfos y gibelinos, y su pertenen-cia electora a la federación del Sa-cro Imperio Romano Germánico.La casa de Wittelsbach fue eleva-da a monarquía por Napoleón, yaceptó integrarse en una uniónaduanera con Prusia en 1834, asícomo en el imperio en 1871. Su reyaceptaría el predominio del empe-rador y sería finalmente depuestoy sustituido por una breve repú-blica soviética en 1918, sucum-biendo al nacional-socialismo, fi-nalmente liberada por EE.UU. yelevada a «land» federado en 1949.

Tradicionales hasta en políticaBaviera no es dada a las sorpre-sas, y menos en política, así quelleva eligiendo desde hace cuatrodécadas al mismo partido, laUnión Socialcristiana (CSU), conlo que a veces hacer política deoposición queda limitado a meracortesía democrática. Los politó-logos creen que los bávaros queda-ron algo espantados del torbellinode valores de los años 60 y 70, encierto modo como ha admitido elpropio Ratzinger; además, la cos-tumbre local ve que el mundo per-tenece a Dios y Él ya se ocupará decambiarlo, visión políticamenteno muy arriesgada. Suma el que,desde los 70, los socialistas come-tieron el error de despreciar y per-der toda relación con la antecáma-ra de la política local, que son lasasociaciones deportivas y cultura-les, que imbrican la sociedad bá-vara.

Si el folclorismo y la estética aveces desbarran generosamentehacia lo kitsch, en medio de lacampiña del río Isar la aparicióndel gigantesco Centro de Excelen-cia de Siemens simboliza la trans-formación bávara de la vaca concencerro a la alta tecnología. Labarriada de Martinsried de Múni-ch alberga el mayor centro euro-peo de biotecnología y, tal vez enreconocimiento a esta actividad,la ciudad es sede de la Oficina Eu-ropea de Patentes. También tie-nen el mayor centro de produc-ción del cine alemán y, en elSüddeutsche Zeitung, uno de losgrandes periódicos mundiales.

La receta bávara ha sido atraerinversores, proporcionando fon-dos públicos de la privatizaciónpara financiar créditos blandos ala nueva empresa, una aproxima-ción a la industria sorprendente-mente socialdemócrata para unpartido conservador que gobier-na Baviera desde hace medio si-glo. Pero el hecho es que 30.000 em-presas de tecnología e informa-ción se han instalado en el «IsarValley», junto a Múnich. El grannúmero de fiestas religiosas noimpide que la economía marchemejor, con lo que Baviera transfie-re en concepto de solidaridad fede-

ral un 13 por ciento de su presu-puesto (4.400 millones)

Pero el catolicismo bávaro estan identitario, acentuado ade-más por la «batalla cultural» cen-tralizadora impuesta por el pro-testante Bismarck, que para Ba-viera es un modo de entenderse yexplicarse a sí misma y, en el re-ciente debate sobre los crucifijosen las escuelas, los políticos alu-dían en su defensa a que «es unsigno cultural». Un 34 por cientode los alemanes se identifica co-mo católico, y otro tanto protes-tante, pese a la gran seculariza-ción, pero también en esto Bavie-ra es aparte. Aquí se habla abier-tamente de creencias: «Creo quesomos más religiosos que los de-más alemanes», dice MaríaSchwarz, enfermera (31 años). Enla región de la que procede el Pa-pa, es fácil que dos de cada cincochicas se llamen María. «No es só-lo el barroco, el catolicismo esparte de la cultura y de la vida, dela familia».

Otra diferencia es que, mien-tras que los alemanes, por educa-ción política, se resisten a mani-festarse orgullosos de nada (queno sea el fútbol), los bávaros no tie-nen problema en hablar de su or-gullo de tener un Papa en Roma,como subrayaba el alcalde de Mar-ktl am Inn, la localidad natal, aunos kilómetros de la linde aus-tríaca. Aquí, el Papa tiene raícesmuy profundas, dicen antiguos co-nocidos. La iglesia es el principalpunto de socialización en estemundo, y también de culturiza-ción, y, desde muy pronto, para elRatzinger niño intelectualidad ypiedad pasaron a ser dos caras desu personalidad.

«Ratzinger nunca fue un típico

bávaro con tirantes —dice su pri-ma Ida en la vecina Prien—, tieneuna manera cultivada, es noble yreservado, pero muy cerca denuestra tradición». En sus memo-rias, de entre sus 38 libros escri-tos, Ratzinger ha dejado dichoque «mi familia siempre fue muypatriota (bávara) y orgullosa denuestra historia», razón por laque muchos recuerdan mudanzasy dificultades de los Ratzinger entiempos de los nazis. Por su parte,Benedicto XVI ha querido recor-dar a su Baviera en su escudo pa-pal, manteniendo el que tenía enMúnich.

La cerveza del PapaSobre el tradicionalismo, el direc-tor del seminario de Traunstein,donde estudió el Papa, mantieneque «sólo el que conoce la tradi-ción puede diseñar el futuro». Pe-ro lamenta que «la gente sea tanrápida juzgando sin conocer» yopina que Ratzinger es «un pensa-dor muy sutil y matizado», con«una profunda comprensión delas tradiciones» y un «toque hu-mano personal que fuera no se leconoce».

Lo cierto es que, abandonada laencomendada función de guar-dián de la fe, Benedicto XVI ha sor-prendido a muchos, se ha mostra-do incomparablemente abierto ensus alocuciones y bromista conlos bávaros, a los que, cambiandoal dialecto local, les ha narradosentimientos durante y despuésde su elección. Así de cálido y hu-morado dicen recordarlo mu-chos. Por si acaso, él ha aclarado:«Sigo siendo un bávaro, inclusocomo obispo de Roma». Avisadoqueda. Y su cerveza preferida esla Paulaner de Múnich.

A Benedicto XVI lo veneran en su tierra y el Papa lleva agala sus raíces: gusta de beber cerveza Paulaner de Múnich,ama «sus» Alpes y pasea por sus bosques, como el queaparece a la izquierda, y su elección ha profundizado aúnmás en la idea de que la iglesia es un centro de socializacióny, como puede verse arriba, el mejor escaparate

APEl flamante Papa, rodeado por los suyos en Roma

GONZALO CRUZ

EPA