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8/22/2019 Daniel Bensad- desposeidos
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Daniel Bensad: el topo visionario, por Ariel Petruccelli
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26 jun 2013 by admin
El siguiente texto es el epilogo elaborado por el compaero Ariel Petruccelli
(Historiador, investigador, docente de la Facultad de Humanidades de la Universidad
del Comahue, Neuqun, Argentina) para la reciente edicin del libro Los Desposedos:Karl Marx, los ladrones de Madera y los derechos de los pobres de Daniel Bensad, por
Editorial Prometeo)
Eplogo:
Daniel Bensad: el topo visionario
Ariel Petruccelli
Les Dpossds. Karl Marx: Les voleurs de bois et le droit des peuvres (La Fabrique
Editions, 2007), es uno de los ltimos trabajos publicados por Daniel Bensad, fallecidoel 12 de enero de 2010. Bensad era uno de los grandes intelectuales de izquierda que se
formaron al calor del ascenso de las luchas populares de la segunda mitad de los aos
sesenta. Su prematura partida (tena slo 64 aos), se suma a las muertes de Chris
Hartman y Gerald Cohen, entre otros; y acenta la debilidad de la intelectualidad
marxista contempornea: la gran cosecha de los aos sesentas slo est siendo
reemplazada a cuentagotas.
Siendo estudiante, Bensad integr el ncleo fundacional de la Juventud Comunista
Revolucionaria (1966), y como miembro de esa organizacin de orientacin trotskista se
zambull en las jornadas de Mayo del sesenta y ocho, de las que fue un partcipe
destacado y, luego, un analista privilegiado.[1] Como muchos otros intelectuales de su
generacin, la militancia poltica absorbi sus ms intensos esfuerzos. Una militancia a
la que se mantuvo leal hasta sus ltimos das, como miembro del recientemente fundado
Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), la novel organizacin en la que se refundira la
Liga Comunista Revolucionaria, seccin Francesa de la Cuarta Internacional de la que
Bensad fuera por muchos aos destacado dirigente.
Sus primeros escritos datan de fines de los aos sesentas, pero su produccin terica fue
relativamente escasa durante los setentas y ochentas, acelerndose en los noventa hasta
tornarse vertiginosa en el ltimo decenio de su vida: la debacle del comunismo y el
ascenso del neoliberalismo motivaron lo ms intenso y rico de la produccin intelectualde Bensad. El aguerrido militante asumira la responsabilidad insoslayable de tornar
inteligible el derrotero de un mundo que pareca dislocado.
Aunque fue profesor de filosofa en la Universidad de Pars VIII, no es la estrecha toga
acadmica el traje que mejor le calza a Daniel Bensad. A lo largo de toda su vida fue
un intelectual, indudablemente; pero nunca un acadmico, o lo fue de modo
circunstancial, accidental por as decirlo. Daniel Bensad fue siempre un marxista para
el que las preocupaciones intelectuales especficas (por especializadas que pudieran ser)
estaban siempre orientadas por una voluntad poltica explcita. Una voluntad, adems,
revolucionaria. En los tiempos que corren, esta caracterstica de su obra y de su persona
es ms probable que levante sospechas o genere escarnio, antes que admiracin oalabanza. Y sin embargo, la labor intelectual de Bensad no estuvo nunca signada por la
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ciega defensa de dogmas, ni por la caza de brujas, ni por la adjetivacin en desmedro de
la argumentacin. No fue el suyo un marxismo de capilla. Ms bien al contrario: su
compromiso poltico le aport una visin amplia. Nada define mejor que sus propias
palabras la manera en que conceba a la actividad intelectual hacia el final de sus das:
Hemos iniciado entonces el peligroso trnsito de una poca a la otra y nos encontramosen el medio del ro, con el doble imperativo de no permitir la prdida de la herencia y de
estar dispuestos a recibir lo nuevo a inventar. Nos encontramos entonces
comprometidos y con una doble responsabilidad: de transmisin de una tradicin
amenazada por el conformismo, y de exploracin de los contornos inciertos del futuro.
A riesgo de parecer chocante, me gustara encarar esta terrible prueba con un espritu
que calificara como de dogmatismo abierto. Dogmatismo, porque, aun si esa
palabra tiene mala prensa (segn el sentido comn meditico, siempre vale ms ser
abierto que cerrado, light que pesado, flexible que rgido), en toda teora, la resistencia a
las ideas en boga tiene sus virtudes: el desafo a las impresiones verstiles y los efectos
de modas exige plantar serias refutaciones antes de cambiar de paradigma. Abierto,
porque no se trata de conservar religiosamente un discurso doctrinario, sino deenriquecer y de transformar una visin del mundo ensayando prcticas necesariamente
renovadas.[2]
Cabra advertir, sin embargo, que este prrafo no expone solamente la manera en que
Bensad lleg a concebir su tarea: expresa ms bien la forma en que siempre la concibi.
Hasta sus ms tempranos escritos es posible rastrear la doble voluntad de rescate de una
herencia y apertura hacia lo nuevo. Evidentemente, el equilibrio relativo de una y otra
dimensin fue variando a lo largo de los aos; pero su perenne presencia simultnea es
indudable. Pocos pasajes hablarn mejor de la capacidad crtica, del talante anti-
dogmtico, de la sana voluntad revisionista, pero, tambin, de la lealtad a los principios,
que el que exponemos a continuacin:
Si se renuncia al espejismo de la abundancia esa es la leccin necesaria de esta
desastrosa experiencia que dispensara a la sociedad de las elecciones y los arbitrajes (si
las necesidades son histricas, la nocin de abundancia es fuertemente relativa); si se
abandona la hiptesis de una transparencia democrtica absoluta, fundada sobre la
homogeneidad del pueblo (o del proletariado liberado) y la abolicin rpida del Estado;
si, finalmente, se sacan todas consecuencias de la discordancia de los tiempos (las
elecciones econmicas, ecolgicas, jurdicas, las costumbres, las mentalidades, el arte
identifican temporalidades distintas; las contradicciones de gnero y de generacin no
se resuelven de la misma manera y al mismo ritmo que las contradicciones de clase),entonces se debe concluir que la hiptesis del debilitamiento del Estado y del derecho,
en tanto esferas separadas, no significa su abolicin decretada, so pena de ver estatizarse
la sociedad y no socializarse el poder.[3]
Son unas lneas que ameritan una lectura atenta y cuidadosa. Besad abandona la
ingenua creencia en el comunismo como sociedad de abundancia irrestricta que, en
tanto que tal, se hallara ms all de las circunstancias de justicia: en un contexto de
abundancia plena, es obvio, carece de sentido discutir cmo se repartirn los bienes.
Pero si la abundancia ilimitada es imposible como lo parece en cualquier futuro
imaginable-, entonces los criterios de justicia distributiva que deberan operar en la
sociedad pos-capitalista cobran una importancia inusitada. Los principios de justicia y lateora normativa hacen as su entrada plena al universo marxista. De manera semejante,
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Bensad recusa la hiptesis de una transparencia democrtica absoluta, lo que obliga a
pensar las complejidades, las tensiones e incluso los antagonismos que habrn de existir
en cualquier ciudadana posible, y que no es sensato pensar que desaparecern de la
noche a la maana por el (de todos modos nada simple) expediente de abolir a las clases
sociales. Todo esto obliga a meditar en torno a los marcos institucionales, los
mecanismos de controles y contrapesos, etc., que favorezcan la participacin popular yla toma democrtica de decisiones; pero sabiendo que cualquier respuesta ser precaria,
toda cristalizacin institucional provisoria, y cualquier organizacin imperfecta.
Indudablemente, todas estas problemticas aproximan el pensamiento de Bensad
aunque l quiz se hubiera resistido a reconocerlo- a ciertas tradiciones liberales. O
mejor dicho, a la tradicin del liberalismo poltico igualitario (antes que a la del
liberalismo econmico anti-igualitario). Con todo, es evidente tambin que no se
desdibuja en su perspectiva el objetivo ltimo de una sociedad sin Estado. Fiel al doble
compromiso con el horizonte utpico (la sociedad sin clases y sin Estado que hermana
subterrneamente al marxismo con el anarquismo) y con el realismo poltico (que enlaza
al marxismo con ciertas tradiciones liberales), Bensad advierte sobre los riesgo de la
estatizacin de la sociedad, al tiempo que apuesta a la socializacin del poder.
Resistencia. Esa quizs sea la mejor definicin de la actitud poltico-intelectual del
Bensad de los ltimos lustros. Una resistencia que no ignora los desastres del
socialismo realmente existente, pero que persiste en la vieja e ineludible tarea del topo
socavar las bases del sistema dominante-, aunque munido ahora por una ms clara
conciencia de las virtudes del marrano: la paciencia. Todo, claro, aderezado con un
importante ungento de humor. Sobreviviente de una tragedia y de un naufragio, no hay
en Bensad ni resignacin, ni arrepentimiento, ni pizca de amargura. Hay, s, serenidad
para comprender. Hay, tambin, resolucin y valenta para resistir. As se expres en
Resistencias, uno de sus ltimos libros, que lleva por subttulo el sugestivo Ensayo de
topologa general:
Nosotros somos los vencidos de este siglo. Nosotros salimos de l derrotados. No
abatidos, no deshonrados, pero doble o triplemente derrotados por el despotismo del
mercado, la reaccin estalinista y las renegaciones de la socialdemocracia. Entramos en
el nuevo siglo y en el nuevo milenio con menos ilusiones (pero no menos convicciones)
que nuestros ancestros a la salida del siglo de los extremos.[4]
Respetuoso pero crtico con el legado heredado, atento a los cambios del presentes pero
reacio a subirse a cualquier tren de moda, realista en el anlisis de los procesos en curso
pero decidido en la crtica y resistencia a los mismos, el pensamiento de Bensad no estexento de tensiones y puntos ciegos. Algunos de ellos sern explorados a continuacin.
Marx intempestivo quiz sea la obra ms importante, en trminos tericos, de todo lo
producido por Daniel Bensad. Publicada en 1995, en medio del auge del neoliberalismo
y cuando an se senta el retumbar de la cada del muro de Berln, la obra conjuga
lealtad a ciertos principios terico-polticos y bsqueda de adaptacin a nuevos tiempos
y nuevos desafos. Este libro prefigura a gran escala la misma estrategia intelectual que
informa a Los desposedos: regresar para avanzar; retroceder para saltar. Una vuelta a
Marx para afrontar nuevos dilemas, nuevos desafos. Y las vas por medio de las cuales
Bensad afronta esas nuevas cuestiones es en general muy sensata. Desde una
perspectiva de izquierdas es difcil no estar de acuerdo con l en su reconocimiento dela importancia de la dimensin tica, en sus crticas a la estrechez del saber cientfico
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convencional, en su alerta sobre la pervivencia y la importancia contempornea de las
clases sociales, en su alegato en favor de un marxismo ecolgico (ecologa crtica) o en
la aceptacin de la discordancia de los tiempos. Sin embargo, el enfoque de Bensad de
todo esto es tambin problemtico. Aun cuando se comparta su particular perspectiva,
es difcil aceptar que sea la suya la nica interpretacin correcta de Marx. En algunos
casos el precio que paga Bensad para hacer fuerte su perspectiva terica es ciertapobreza exegtica. Por momentos -aunque no siempre- nos presenta un Marx muy
interesante, muy aceptable; pero purgado de sus ambigedades, de sus tensiones, de sus
contradicciones. Y lo cierto es que el costo de esta operacin intelectual puede tener
consecuencias ms graves que la mera simplicidad de la exgesis. En el camino pueden
quedar problemas sin percibir. Esto sucede fundamentalmente cuando aborda dos
problemticas capitales: la ciencia y la tica.
Comencemos por la concepcin de la ciencia que defiende Bensad y que cree hallar en
la obra de Marx. Se tratara de hacer ciencia de otro modo. Pero de qu modo? En lo
sustancial, y colocndose en la estela del pensamiento de Spinoza, Leibniz y Hegel,
Bensad se resiste a la idea de una ciencia exclusiva de lo general: no quiere renunciar alconocimiento de lo individual, de los todos concretos, de lo completo (en lenguaje
hegeliano). A este tipo de conocimiento Marx lo llamaba -con un patriotismo apenas
disfrazado- ciencia alemana, distinguindola de la emprica y pedestre ciencia
inglesa. Esta aspiracin es ciertamente importante y loable, pero entraa grandes y
graves riesgos.
Daniel Bensad ha tenido el enorme mrito de citar ampliamente, al abordar los vnculos
entre marxismo y epistemologa, a Manuel Sacristn, autor de uno de los trabajos ms
sobresalientes (aunque injustamente poco conocido) sobre el trabajo cientfico de Marx.
Sin embargo, la aprobadora mirada de Bensad a la perspectiva de Sacristn es
equvoca. En el fondo, aunque acaso sin percibirlo plenamente, su enfoque es
bsicamente contrario al del gran filsofo cataln. Y las diferencias se centran en la
desigual valoracin del legado hegeliano.
Sacristn ha mostrado de manera inapelable que la nocin de sistema (indispensable
para hacer ciencia terica) le viene a Marx de Hegel (no de Ricardo); y que ha sido el
retorno a Hegel de mediados de los aos cincuenta lo que le permiti trascender la
perspectiva jovenhegeliana que no vea en la ciencia emprica ms que infamias y
tenda a concentrarse en la pura crtica de la literatura econmica. Es, pues, cierto
retorno a Hegel lo que permite a Marx desarrollar su ncleo ms estrictamente
cientfico. Pero esto es ciertamente paradojal, dado que Hegel es un filsofo sistemticoy altamente especulativo, poco sensible a las bondades de la modesta ciencia emprica:
su muy defectuoso tratamiento de la lgica y la matemtica as lo confirman. Y esto
tuvo algunas consecuencias en el trabajo cientfico de Marx, que se agigantaron en el
marxismo posterior. Como apuntara Sacristn: El ideal marxiano de la ciencia
alemana, que es en substancia el legado dialctico de Hegel, ha prestado a Marx el
servicio de facilitarle el acceso a su madura aspiracin de conocimiento e incluso a la
nocin de teora sistemtica (a travs de la bsqueda de lo completo, del todo). Pero,
al mismo tiempo, ese legado llevaba consigo el riesgo de no llegar nunca a reconocer
caractersticas esenciales de la ciencia normal.[5]
Cuatro son los aspectos negativos implcitos en la idea de ciencia alemana einjustificables bajo cualquier concepto normal de ciencia que detecta Sacristn. El
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primero es el desprecio por el truco aprendible, por esas tcnicas que se pueden
ensear y aprender, y que, por consiguiente, permiten la evaluacin y contrastacin por
parte de cualquier colega. Lo que no es contrastable mediante trucos aprendibles
-agrega Sacristn- puede ser de un inters muy superior al de cualquier clase de ciencia,
pero, precisamente, no ser ciencia.[6]
El segundo elemento negativo es cierto desliz hacia la especulacin incontrolada que
puede lleva a esperar o reclamar del mtodo resultados inalcanzables. Sacristn ilustra
este punto con un conocido pasaje de El capital en el que Marx sostiene que:
Efectivamente es ms fcil hallar mediante el anlisis el ncleo terrenal de las
nebulosidades religiosas que desarrollar, a la inversa, de las reales relaciones y
circunstancias vitales de cada caso sus formas uranizadas. Este ltimo es el nico
mtodo materialista y, por lo tanto, cientfico. Pedro Scarn el clebre traductor de
Marx-, ha considerado que ese pasaje debe ser un lapsus o errata (y as lo ha advertido),
puesto que claramente pretende algo imposible. Sacristn acuerda en que el pasaje
afirma una cosa imposible. Pero no cree que fuera un lapsus. No es ni lapsus ni errata,
sino Hegel, idealismo objetivo, ciencia alemana. Si uno cree que conocer es para laespecie humana -y no ya para Dios, supuesto insustituible de la reflexin sociolgica-
contemplar el despliegue del ser mismo, de la cosa misma, entonces tiene sentido pensar
que, si se domina bien el mtodo real, se puede sacar de la semilla bsica, con
orgnica necesidad, el fruto teolgico.[7]
El tercer efecto perjudicial de la filosofa de la ciencia hegelianizante consiste en que
dificulta a Marx precisar el estatuto epistemolgico de su trabajo intelectual, cuyo
ncleo () tiene una estructura propiamente cientfica (dicho sea formalmente, sin
estimar ahora su validez).[8] Esto se verifica en cierta oscuridad respecto a que toda
teora es ineludiblemente construccin de conceptos y modelos (como sucede con la
ambigua nocin de ley tendencial), y en los prejuicios contra las definiciones precisas.
Respecto de lo primero Sacristn apunta: La nocin de ley tendencial se debe
entender como expresin poco crtica epistemolgicamente, esencialista, en el modo
material de hablar, del hecho de que la realidad no se comporta exactamente igual que
el modelo (lo cual no siempre es prueba de inadecuacin del modelo).[9] Y en cuanto a
lo segundo ha escrito contundentemente en un prrafo magnfico del que se debera
tomar debida nota:
Ocurre que no existe en la dialctica hegeliana ningn canon exacto y reproducible
-ningn truco aprendible- para hallar cul es la nocin contradictoria de una nocin
dada, a diferencia de lo que piensa la lgica comn, en la que est claro que locontradictorio de Todo A es B dice Algn A no es B. Lo contradictorio dialctico
hegeliano sera especfico (Engels), determinado (Gramsci), sobredeterminado
(Althusser). Lo mismo ocurre con otras relaciones de oposicin que, por lo dems,
Hegel no tiene ningn inters en distinguir claramente de la contradiccin. Muy a
menudo Marx da a una determinacin la indicacin de la oposicin en la cual la toma;
por ejemplo, aade a capital mercanca la indicacin en oposicin al capital
productivo. Esa manera de hablar -caracterstica de la oposicin determinada,
especfica o sobredeterminada de la dialctica hegeliana- implica falta de
formalizacin suficiente, falta de teora y hasta falta de definicin. (De Hegel a Lukcs
se mantiene el principio metodolgico romntico de que no hay que definir, sino slo
determinar). El valioso objetivo dialctico de no perder el flujo del ser se realizafalsamente renunciando a los conceptos precisos, que son inevitablemente fijos.[10]
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Bensad cita varias veces a Sacristn, y en general lo hace aprobndolo. Una lectura
ligera podra incluso llegar a pensar que no hay ente ellos grandes diferencias. La nica
crtica directa que le formula es tangencial (aunque equivocada): Contrariamente a lo
que pretende Sacristn -afirma Bensad-, este retorno [a la influencia hegeliana] no
significara, sin embargo, una superacin definitiva de la crtica por una cienciaalemana especie de epistemologa general o de metafsica racionalizada. Su
persistencia en el ttulo de El capital testimonia una tensin histrica irresuelta. Marx
sigue desgarrado entre la fecundidad de la ciencia positiva y la insatisfaccin persistente
del saber dialctico. La crtica permite conciliar ambos. Mal compromiso o saludable
resistencia que retiene a la razn instrumental en la pendiente de su propia
fetichizacin?.[11] Aunque formulado como interrogante, es claro que se trata de una
pregunta retrica: Bensad piensa que la crtica ha sido el puente que permiti a Marx
unir ciencia y dialctica. Sin embargo, preciso es sealar que Sacristn nunca postul
que Marx hubiera superado la crtica en favor de la dialctica o la ciencia alemana.
Lo que sostuvo Sacristn, y es cosa muy distinta, es que hacia 1858 Marx haba
abandonado la identificacin joven-hegeliana de ciencia y crtica, aunque aclarando quela haba superado en el plano de los principios metdicos, pero restos de ella quedan en
toda la obra posterior, incluido El Capital.[12] El joven-hegeliano Marx de 1843-44
haba asumido que hacer ciencia es criticar largamente todo lo que existe por escrito. En
este perodo Marx tena por la ciencia emprica una muy escasa consideracin, llegando
al extremo de no ver en la economa pura de David Ricardo y en el uso de cifras medias
nada ms que infamias. Este Marx crtico ignora todava qu es ciencia terica;
pero poco despus, cuando paradjicamente ayudado por Hegel descubra que no hay
ciencia sin abstraccin y se ponga a hacer ciencia, recurrir, precisamente, a Ricardo y a
las tasas medias, y distinguir ciencia positiva o emprica, basada en hechos
comprobables y experimentos; y crtica, entendida como el estudio crtico de la
literatura cientfica.
Pero entre las perspectivas de Sacristn y Bensad existen en verdad diferencias ms
profundas. Mientras que el primero insiste tanto en la fertilidad como en los problemas
de la influencia hegeliana en Marx; Bensad la alaba mucho ms unilateralmente. Un
claro ejemplo de la divergencia de perspectiva lo hallamos en el tratamiento respectivo
que dan a las leyes tendenciales. Si para Sacristn, como hemos visto, la nocin de
ley tendencial se debe entender como una expresin poco crtica
epistemolgicamente, Bensad, por el contrario, ve en las leyes tendenciales otra forma
de causalidad y otra forma de predictibilidad, una nueva articulacin de lo real y lo
posible a la que, usando un lenguaje moderno, asocia a los llamados sistemas abiertos:En un sistema abierto, no plenamente determinado, como la economa poltica, las
regularidades empricas y las correlaciones constantes de acontecimientos se
manifiestan en efecto como tendencias.[13] Sin embargo, las leyes probabilsticas
(tendenciales) no son exclusivas de los sistemas abiertos: una mquina arrojadora de
dados es tcnicamente un sistema cerrado y completamente determinista, pero sus
resultados no pueden ser predichos con ninguna certeza ante cada tiro individual.
Aunque sin dudas las ciencias sociales operan con sistemas abiertos y en ellas la
causalidad mecnica no cumple un papel destacado; no es esto algo que diferencie de
modo necesario a las aproximaciones marxistas de las que no lo son: como es obvio,
hay muchas teoras no marxistas que condenan tambin al mecanicismo; y no han
faltado, por cierto, los marxistas mecanicistas.
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Algo parecido sucede con la mirada que cada uno de estos autores tiene de las
definiciones. Mientras que Bensad desconfa de las definiciones precisas, prefiriendo
las ambiguas y cambiantes determinaciones (en sentido hegeliano); Sacristn
reconoce sin hesitacin que cualquier trabajo cientfico serio requiere de definiciones
precisas: sin ellas no es posible evaluar (falsificar o confirmar) las hiptesis y las
teoras. Aunque Marx sigui siempre apegado a la nocin de determinaciones, sutrabajo en El Capital y en otros textos es cientficamente productivo porque, entre otras
cosas, proporciona una buena cantidad de definiciones precisas que permiten contrastar
sus afirmaciones. Por muchas crticas que se puedan hacer a la epistemologa
popperiana, el requisito de que las afirmaciones cientficas sean precisas para poder ser
falseadas no se cuenta entre ellas.
Pero la diferencia de ms calado entre el enfoque epistemologico de Bensad y el de
Sacristn tiene que ver con la dialctica. El tipo de rehabilitacin que intenta Bensad
de la lgica dialctica se encuentra en las antpodas de la perspectiva sacristaniana.
Mientras que el enfoque del pensador francs reproduce a-crticamente varias notas del
sentido comn marxista difcilmente defendibles luego de una aguda inspeccin crtica,Sacristn desarroll un enfoque tan heterodoxo como crtico y convincente. Repitiendo
ciertas ideas muy instaladas en la tradicin marxista, Bensad sostiene:
La lgica dialctica de Hegel se encuentra rehabilitada. Con ella estamos ante un
concepto nuevo del tratamiento cientfico de las cosas, caracterizado por el hecho de
que las leyes del pensar no son exteriores al objeto pensado y que el movimiento del
pensar no resulta una operacin exterior. No hay reglas del pensar por fuera de su
operacin efectiva, no hay mtodo exterior a su objeto.[14]
Lejos de los discursos trillados, y anticipando el tipo de auto-reflexin terica que
caracterizara luego al marxismo analtico anglosajn, Manuel Sacristn tuvo el coraje
de afirmar hace ya varias dcadas que la dialctica no es ni una lgica ni un mtodo
(salvo que se de a los trminos lgica y mtodo un sentido absolutamente distinto a los
usuales). La dialctica es un punto de vista, una opcin filosfica. No es ni un mtodo
tcnico particular (los marxistas que hacen ciencia emplean, mal o bien, los mismos
mtodos que el resto de los cientficos) ni una lgica distinta ni mucho menos superior a
la lgica formal. La tan socorrida afirmacin de que la lgica formal sera incapaz de
dar cuenta de las realidades cambiantes es a la vez falsa e incomprensiva. Falsa si con
ello se quiere decir que un investigador que construya sus argumentos segn las reglas
de la lgica formal no podra explicar los cambios. Incomprensiva si se pretende que la
lgica se encargue de dar cuenta de la realidad misma: la lgica se ocupa de garantizarla coherencia del discurso, y de ninguna otra cosa.
Con esto no pretenda el filsofo cataln arrojar a la dialctica al cesto de basura.
Pretenda ms bien echar luz sobre lo que efectivamente es. En su interpretacin, la
dialctica marxista es el intento por pensar las realidades concretas, las totalidades
histricas, usando como nicos datos vlidos los proporcionados por las ciencias. Es un
tipo de pensamiento, pues, que trasciende a la ciencia, pero la presupone. Se ocupa de
tareas que no son propia o exclusivamente cientficas, pero no proporciona, en modo
alguno, ni mtodos ni perspectivas cientficas diferentes a las usuales. La dialctica se
propone objetivos ms vastos que los modestos objetivos de la ciencia; pero el buen
dialctico debe respetar a la ciencia en su modesta especificidad. Para Sacristn es muyclaro que la dialctica supera a la ciencia normal porque integra sus aportes en una
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perspectiva ms amplia (aunque tambin ms especulativa); pero no tiene jurisdiccin
en el terreno cientfico positivo. En el enfoque de Bensad, por el contrario, esto no es
claro ni mucho menos, y siempre queda la sensacin de que la dialctica, en su
perspectiva, estara superando a la ciencia normal en su propio terreno.
El segundo aspecto que reputamos deficitario de Marx intempestivo es el de la tica.Bensaid postula con vigor que el marxismo est empapado de tica. Pero lo hace al
costo de aniquilar las tensiones y contradicciones de Marx al respecto, pera no hablar
del marxismo posterior. Todo esto ha sido estudiado con detalle y rigor por autores
como Elster, Cohen, Wood o Geras. Bensad conoce esta literatura, pero da a la misma
un tratamiento superficial, que escasa justicia hace a la misma. Su conclusin es que:
A pesar de las sutilezas interpretativas, la controversia parece un callejn sin salida. De
tanto privilegiar el anlisis lexicolgico en detrimento de la lgica de El capital, se
acaba por refugiarse en el argumento cmodo de la incoherencia o en psicoanlisis de la
obra: Marx se encontraba, pues, en medio de la confusin. Su concepto explcito de
justicia contradeca y era contradicho por un concepto de justicia ms amplio que quedaimplcito en su pensamiento. Para disipar esta confusin, bastara con admitir el
contenido tico del marxismo, concebirlo de parte a parte como una protesta,
simplemente como la negativa a aceptar lo inaceptable (pp. 196).
Desde luego, se puede y se debe admitir un contenido tico en el marxismo. De hecho
es eso algo que han hecho los marxistas analticos; incluso aquellos, como Allen Wood,
que niegan que exista en Marx una teora de la justicia: alegan que su ideal tico no fue
la justicia sino la libertad. El problema es que Marx fue ambiguo y confuso al respecto;
y que el marxismo como tradicin tuvo un claro dficit tico. En este sentido, las
controversias y los desarrollos tericos generados por los marxistas analticos en este
campo suponen un avance sustancial, ante el cual el tratamiento de Bensad no puede
ms que parecer apresurado y simplificador. Ms atinadamente, un dirigente trotskysta
como Alex Callinicos ha reconocido sin tapujos pero con plena justeza que el
marxismo posee un dficit tico y que Marx tena una metatica equivocada (producto
de su hegelianismo anti-kantiano), que le impidi reconocer la autonoma de la
reflexin normativa en relacin a la explicacin causal.[15]
Comprensible como actitud defensiva ante lo que perciba como una oleada
neoliberal[16], el tratamiento dado por Bensad al dilogo crtico que entablaron los
marxistas analticos con el liberalismo de matriz rawlsiana no resulta convincente. Al
postular que Teora de la justicia y crtica de la economa poltica son incompatibles(pp. 243) Bensad no slo introdujo una barrera artificial (una y otra teora se ocupan de
cosas diferentes, pero no incompatibles), sino que se priv de una apropiacin
productiva de los aportes del liberalismo igualitario. Siguiendo un sendero alternativo,
Gerald Cohen argument en pginas brillantes que slo una sociedad socialista resulta
consistente con la teora de la justicia elaborada por Rawls.[17]
Habiendo repasado los dos flancos ms dbiles de los argumentos desplegados en Marx
intempestivo, es hora de pasar revista de sus desarrollos ms convincentes. Quiz el
fundamental sea el tratamiento brindado a la ecologa poltica. Sin ambigedades,
Bensad afirma:
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Sera irrisorio oponer a base de citas un Marx productivista a un Marx ecologista antes
de tiempo. Ms vale instalarse en sus contradicciones y tomarlas en serio. () Aunque
Marx comparte el optimismo cientfico y tecnolgico ambiente, no es ni un visionario
puro ni un simple hijo de su siglo.[18]
Entre los muchos fragmentos marxianos, Bensad elige rescatar aquellos en los queMarx, en ruptura con el optimismo tecnolgico de su tiempo, rechaza la idea de un
progreso homogneo para insistir en la desigual relacin entre el desarrollo de la
produccin material y, por ejemplo, el desarrollo artstico. Es imposible no coincidir
con l en este punto. Pero es tambin muy slida la perspectiva sustantiva que brinda
del problema ecolgico. Reconoce la especificidad de la ecologa como problemtica,
pero apuesta por la fusin de ecologa y poltica. Consciente de la importancia de la
dimensin ecolgica, no deja de ver ciertos riesgos; y susbsume todo en una perspectiva
poltico-ecolgica de orientacin revolucionaria. En un pasaje fundamental resume as
su perspectiva:
Preada de varios desarrollos posibles, la ecologa no es un nuevo ssamo. Mientras queel ecodesarrollo apela a un domino consciente y colectivo de las ciencias, las tcnicas
y las decisiones de produccin y consumo, y en consecuencia, a una opcin democrtica
radical y a un razonamiento de conjunto que se niegue a reducir la ecologa al papel de
simple muleta de un progreso deforme, la ecocracia podra tomar, por el contrario,
las formas de un ambientalismo reformista y tecnocrtico, perpetuando bajo el pretexto
del peritaje la falta de compromiso y de responsabilidad del ciudadano.[19]
Puestas as las cosas, Bensad concluye que la ecologa no escapa a la poltica, y que la
alternativa entre ecologa naturalista y ecologa poltica remite a problemas de fondo.
[20]
Su mesurada mirada sobre la discordancia de los tiempos es tambin muy atendible.
Escapando tanto a un ingenuo progresivismo como a toda fascinacin romntica por
el pasado o lo primitivo, Bensad resea en clave benjaminiana: Histrica y
socialmente determinado, acompaado de regresiones que lo siguen como su sombra, el
progreso nunca es absoluto ni definitivo.[21]
Escribiendo en tiempos de hegemona del neoliberalismo y estabilizacin del
capitalismo, Bensad jams renunci al horizonte revolucionario, a la militancia poltica
ni a la reflexin estratgica. Consciente de los difciles problemas que acechan a la
tradicin socialista, nunca dud de los antagonismos que el capitalismo ineludiblementegenera y generar. Ni optimista ni pesimista, ni exitista ni derrotista; el ltimo Bensad
mantuvo un expectante y sereno realismo. Identificado con la paciencia y el tesn -las
virtudes del viejo topo que evocara Marx-, no fue el suyo sin embargo un marxismo
ciego. Nada mejor, pues, que finalizar este eplogo con palabras suyas que traslucen un
espritu indomable y anuncian un perenne re-comienzo: No se puede prever ms que
la lucha!.
Ver D. Bensad y A. Krivine, 1968: fins et suites, Nouvelles Editions Lignes, 2008.
Teoremas de la resistencia a los tiempos que corren, Viento Sur, 2004, disponible
tambin en Marxist Internet Archive, 2010.
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Teoremas de la resistencia a los tiempos que corren, Viento Sur, 2004, disponible
tambin en Marxist Internet Archive, 2010.
Bensad, Daniel, Resistencias. Ensayo de topologa general, Barcelona, El Viejo Topo,
2006 (2001).
M. Sacristn, El trabajo cientfico de Marx y su nocin de ciencia, en su Panfletos y
Materiales I, Sobre Marx y marxismo, Barcelona, Icaria, 1983, pp. 348,
M. Sacristn, El trabajo cientfico de Marx y su nocin de ciencia, pp. 348,
M. Sacristn, El trabajo cientfico de Marx y su nocin de ciencia, pp. 350.
M. Sacristn, El trabajo cientfico de Marx y su nocin de ciencia, pp. 351.
M. Sacristn, El trabajo cientfico de Marx y su nocin de ciencia, pp. 352.
M. Sacristn, El trabajo cientfico de Marx y su nocin de ciencia, pp. 357.
D. Bensad, Marx intempestivo, pp. 338.
Sacristn, El trabajo cientfico de Marx y su nocin de ciencia, pp. 341.
D. Bensad, Marx intempestivo, pp. 417.
D. Bensad, Marx intempestivo, pp. 329.
Los trabajos de Callinicos a que se hace referencia son Equality, Cambridge, Polity
Press, 2000, y Having your cake and eating it, Historical Materialism, vol. 9, 2001.
Un temor, con todo, en buena medida injustificado. El liberalismo de Rawls poco y
nada tiene que ver con el liberalismo econmico. Al contrario, mientras Friedman y
Hayek sostenan la futilidad de la justicia, puesto que lo nico que cuenta es la
eficiencia, Rawls sostena que la justicia es la primera virtud de las instituciones
sociales () no importa que las leyes e instituciones estn ordenadas y sean eficientes:
si son injustas han de ser reformadas o abolidas. J. Rawls, Teora de la justicia,
Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2004 (1972), pg. 17.
Ver G. Cohen, Si eres igualitarista, cmo es que eres tan rico?, Barcelona, Paids,
2001 (2000), y la bibliografa del propio Cohen citada en este libro, en el que en buena
medida resume sus argumentos principales desarrollados en distintos libros y artculos.
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D. Bensad, Marx intempestivo, pp. 478.
Bensad, Marx intempestivo, pp. 514.
Bensad, Marx intempestivo, pp. 515.
Bensad, Marx intempestivo, pp. 109.