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Daniela... Laura Orellana Trinidad Ese viernes por la noche te imagino terminando tu arreglo, quizá unas últimas cepilladas con apresuramiento porque ya van a pasar por ti. Estás muy contenta porque tus amigos, amigas y novio van a celebrar contigo tu cumpleaños 19. Te despides de tu mamá, con ese aire fresco y ligero de los jóvenes: “Ya me voy mamaaaaaá, regreso un poco tardeeeee”. Y ella seguramente contestó lo que todas las madres y padres decimos todos los días desde que los hijos comienzan a salir solos: “Cuídate mucho”. No supo que ese día tendría que haberte advertido que cuidarte significa no sólo ser responsable de lo que tú haces, sino también de las acciones de otros. Recuerdo vivamente cuando cumpliste cinco años. En ese entonces tu mamá organizó una fiesta para ti, precisamente el 21 de julio de 1993. Se me quedó grabado en la memoria porque Sergio, de apenas siete años, se sintió cómodo después de un largo rato que llegamos y al final no se quería ir. Además, yo ya sabía que al día siguiente nacería Natalia, nuestra otra hija, porque tenía programada una cesárea. Así que me he acordado varios años de tu cumpleaños, por el de ella. En ese entonces ya se veía que eras muy animada y que tu mamá te había heredado una gran afición por cuidar a cuanto animal se acercara a la puerta de tu casa. Ahora, son tus amigos los que planean esta fiesta y como suele suceder, falta algo: quizá refrescos, botanas, platos desechables, servilletas, cualquier cosa que es necesario traer. Varios deciden ir por lo faltante, entre ellos tú. Todo va bien hasta que atraviesan el boulevard Independencia. En ese momento todo es confusión: sólo escuchas el fuerte sonido del choque, vidrios rompiéndose, llantas chirriando, los gritos de tus amigos y el tuyo mezclados, luego el brevísimo silencio aterrador cuando todo termina. El conductor del automóvil responsable, después del choque, trata de irse, alejarse, huir. Ha tomado varias copas de alcohol y se siente eufórico, desvergonzado. O por lo menos así lo parece en la fotografía que le tomaron los medios después de que un grupo de testigos lo interceptara más adelante.

Daniela. Laura Orellana Trinidad

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Daniela...

Laura Orellana Trinidad

Ese viernes por la noche te imagino terminando tu arreglo, quizá unas

últimas cepilladas con apresuramiento porque ya van a pasar por ti. Estás

muy contenta porque tus amigos, amigas y novio van a celebrar contigo tu

cumpleaños 19. Te despides de tu mamá, con ese aire fresco y ligero de los

jóvenes: “Ya me voy mamaaaaaá, regreso un poco tardeeeee”. Y ella

seguramente contestó lo que todas las madres y padres decimos todos los

días desde que los hijos comienzan a salir solos: “Cuídate mucho”. No supo

que ese día tendría que haberte advertido que cuidarte significa no sólo ser

responsable de lo que tú haces, sino también de las acciones de otros.

Recuerdo vivamente cuando cumpliste cinco años. En ese entonces tu mamá

organizó una fiesta para ti, precisamente el 21 de julio de 1993. Se me quedó

grabado en la memoria porque Sergio, de apenas siete años, se sintió cómodo

después de un largo rato que llegamos y al final no se quería ir. Además, yo ya

sabía que al día siguiente nacería Natalia, nuestra otra hija, porque tenía

programada una cesárea. Así que me he acordado varios años de tu cumpleaños,

por el de ella. En ese entonces ya se veía que eras muy animada y que tu mamá te

había heredado una gran afición por cuidar a cuanto animal se acercara a la puerta

de tu casa.

Ahora, son tus amigos los que planean esta fiesta y como suele suceder, falta algo:

quizá refrescos, botanas, platos desechables, servilletas, cualquier cosa que es

necesario traer. Varios deciden ir por lo faltante, entre ellos tú. Todo va bien hasta

que atraviesan el boulevard Independencia. En ese momento todo es confusión:

sólo escuchas el fuerte sonido del choque, vidrios rompiéndose, llantas chirriando,

los gritos de tus amigos y el tuyo mezclados, luego el brevísimo silencio aterrador

cuando todo termina. El conductor del automóvil responsable, después del choque,

trata de irse, alejarse, huir. Ha tomado varias copas de alcohol y se siente eufórico,

desvergonzado. O por lo menos así lo parece en la fotografía que le tomaron los

medios después de que un grupo de testigos lo interceptara más adelante.

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Los estudios demuestran que el vino produce un efecto de sobrevaloración de la

persona dando lugar a una mayor seguridad en sí mismo y que bajo sus efectos no

son infrecuentes las reacciones de euforia, agresividad y conductas temerarias.

Discúlpame por la comparación, Daniela, de verdad, pero tu experiencia me remite

al dolor de otra jovencita que también tuvo un accidente hace muchos años. Sus

cuadros me han estremecido. Frida Kahlo dibujó su sufrimiento una y otra vez. Ella

también iba con su novio. En una de sus biografías se dice que: “La tarde del 17 de

septiembre, alegre como de costumbre, feliz por estar en compañía de Alejandro,

su novio, Frida subió a un camión, aquéllos de madera barnizada. El tranvía no iba

rápido, pero no pudo frenar. La caja del camión se curvó más y más, sin ceder.

Alejandro quedó debajo del tranvía; se levantó como pudo y buscó a Frida. Ella

yacía sobre lo que quedaba de la plataforma del camión, desnuda, cubierta de

sangre y de oro. Ella no sentía, ni veía, no pensaba más que recuperar sus cosas,

Alejandro gritó: ¡Pero si tiene algo en la espalda! El hombre sin perder ni por un

instante su sangre fría, en una operación violenta y rápida, arrancó del cuerpo de

Frida el enorme trozo de hierro que la atravesaba de lado a lado...”.

Pero a diferencia de Frida, sufriste un accidente debido a un problema de salud

pública, el alcoholismo. Según la OMS es uno de los cinco factores de riesgo para

que ocurran accidentes. Lamentablemente el Informe mundial sobre prevención de

los traumatismos causados por el tránsito afirma que los accidentes de tráfico son,

a escala mundial, la segunda causa más importante de mortalidad entre los 5 y los

29 años de edad y la tercera causa de mortalidad en personas de entre 30 y 44

años.

Los accidentes de tráfico matan a 1.2 millones de personas al año y causan

traumatismos o discapacidad a otros 50 millones de personas. Las lesiones más

frecuentes ocasionadas por los accidentes automovilísticos ocurren en la columna

vertebral, en el cráneo y el tórax.

Resulta dolorosamente paradójico que tú y tus amigos no habían ingerido alcohol.

Por eso, tu amiga Lety, que también resultó afectada, declaró que “le resultaba

incomprensible el hecho de que cuidándose de no tomar ni fumar hayan sido ellos

los principales afectados de un adulto que sí manejaba bajo influjos del alcohol”. Es

raro en este contexto, pero a diferencia de muchos otros jóvenes, eres sana. Te

perdí la pista, pero cada año te he visto, cerca de la Navidad, con Ana, tu cuasi-

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prima. Por ella hemos sabido que eres buenísima para la gimnasia y que das clases

a las pequeñas alumnas de Esgila. También que eres muy responsable, sobre todo

con Sebastián, tu hermano. Que te siguió el gusto por los animales y en ocasiones

has trabajado con tu tío veterinario. Algunas veces te hemos visto ayudando con

gusto a tu mamá en algún negocio.

No eres una joven común, eres especial. Por eso cuando despiertes, te darás

cuenta a tu corta edad lo mucho que has sembrado y que ahora recoges. Tus

primos y amigos han organizado eventos para ayudar a pagar la cuenta del hospital

que día a día se acumula y de la que al parecer todavía no se hace cargo el

responsable del accidente. Tus alumnas junto a sus mamás y el personal de Esgila,

realizarán un boteo para contribuir con esos gastos, así como tus amigos,

compañeros y profesores de la Ibero que este sábado recaudarán fondos con un

evento en el Loft, al que todos están invitados.

Cuando despiertes, esperamos que la desesperanza que puede amenazarte se

disipe al saber que muchísima gente que te conoce y la que sólo ha escuchado

hablar de ti, pide a Dios tu pronta recuperación, te encomienda para que la energía,

fuerza, ganas de vivir y alegría que te caracterizan, te saquen adelante. Verás que

tu familia, especialmente tu mamá, no se han despegado de ti ni un solo momento.

Te darás cuenta que en medio del dolor no estás sola. Han llegado personas de la

nada –ángeles, dice tu mamá— a ofrecer sus servicios para ayudarte. Pero todavía

necesitarás de muchos recursos para tu recuperación, por eso es vital la

contribución de quienes vivimos en esta región tan generosa. Lo podemos hacer a

la cuenta que se abrió a nombre de tu mamá, Blanca García de Alba Madero, en

HSBC, número 6161697181.

A los adultos nos das una grave lección de respeto por la vida y la salud al manejar.

En los segundos que dura un accidente, cualquiera que lo haya experimentado,

percibimos —más que en cualquier otro momento— que lo material no significa

absolutamente nada frente al riesgo de perder la salud o la vida.

Daniela, estamos contigo y esperamos verte muy pronto.

[email protected]

Publicado en la columna “Las Laguneras Opinan”, en El Siglo de Torreón, 4 de agosto

de 2007.

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