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Semblanza de Dante hecha durante su funeral (28-05-09) Estamos aquí para agradecer a Dante, agradecer por Dante. Cuando lo conocí, él trabajaba en la huerta y en todos estos años he visto en él al hortelano que sabe sembrar, cultivar, con un trabajo cotidiano e infatigable. Si muchos de nosotros seguimos hoy el camino de Chiara, es fruto también de esa siembra, paciente y esperanzada. Tiempo atrás pudimos hacerle una entrevista donde nos comentó algunos aspectos de su his- toria. Nacido en Subiaco el 19 de noviembre del 1921, en una familia de agricultores, eran 6 her- manos, dos de los cuales habían fallecido muy pequeños. Cursó la escuela primaria hasta el 5to. Grado y de joven trabajaba el campo con su papá. A los 19 años lo llaman al frente de combate y está en el ejército durante 4 años. Veía esa experiencia del tiempo de guerra como una preparación a lo que encontraría des- pués. Tenia un allí compañero al cual admiraba mucho porque “era uno que vivía el momento presente”, y le impresionaba como compartía el pan con los más necesitados. Cuando en una ocasión llegó, sin previo aviso, un gran bombardeo sobre su campamento, por primera vez tal vez se planteó el hecho que se podría morir en cualquier momento. Regresando trabaja en una herrería y luego va a Roma, empleado en el deposito de una cer- vecería. Allí comienza a frecuentar una parroquia donde conoce un sacerdote que trabajaba con los niños de la Acción Católica y se pone a ayudarlo. Para él esa tarea con los niños se transforma en una pasión (que ha conservado por toda su vida). Recibía una revista, “Ragazzi”, que el leía con gran interés y de la cual tomaba el material para reunir luego a ese grupo. Cierto día, encontrándose en Subiaco, en el convento de San Benito, un sacerdote reúne un grupo de jóvenes y lee una carta de Chiara de los primeros tiempos. Dante queda impresionado por la novedad: la carta hablaba de “ver a Jesús en el hermano”. Cuando el sacerdote termina, él se la pide y, releyéndola, cuando llega al séptimo renglón ya está convencido de que eso es lo suyo. El sacerdote le da la dirección del focolar masculino y cuando Dante toca timbre lo atiende una focolarina; había habido un error en la información. De todos modos allí dialogan sobre qué significaba: ver a Jesús en el hermano. Dante sale convencido de que ha encontra- do su camino. Inmediatamente se pone a vivirlo en la cervecería con sus compañeros. Recuerda, entre otras cosas, que se tomaba cerveza a escondidas y como él se negaba a hacerlo se atraía la burla de los demás. Pero poco a poco comprendieron su actitud y muchos le abrieron luego el cora- zón contándole sus dificultades. En el año 56 entra en focolar, está unos meses en Roma, luego otros dos en Milán, un año y medio en Francia: “sin hablar una palabra del francés” hasta que en el año 62 le anuncian que parte para la Argentina. “Fantástico”, fue su expresión ante la noticia. Llegó junto a Vittorio quién también venía por primera vez, y desde entonces ha estado en Ar- gentina y ha vivido por mucho tiempo junto a Vittorio y pudiendo también acompañarlo en los últimos años de su vida. Leyendo ahora su palabra de vida: “quien me reconozca abiertamente delante de los hom- bres, el Hijo del hombre lo reconocerá ante los ángeles de Dios.” (Lc 12, 8) pensé que hoy se- guramente los ángeles han sido testigos de este reconocimiento, porque Dante era sobre todo un apóstol, alguien que no dejaba nunca de anunciar el Ideal, una persona de fe integra, sin dobleces. Queremos ahora, a través de los muchos mensajes que nos han llegado, expresar este gra- cias coral, con las voces de tantos que hoy lo recuerdan con gran afecto. Nuccio Santoro , cuenta que en sus primeros encuentros con el Ideal, Dante le estuvo muy cerca: “En gran parte le debo mi vocación al focolar (…) Me seguía casi cada día con llamadas telefónicas, visitas a mi casa y era de una limpidez única y de una radicalidad que no admitía compromisos o dudas. Justamente con esa característica propia de los de Subiaco, montañe-

Dante

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Semblanza de un focolarino que nos dejara esta semana

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Semblanza de Dante hecha durante su funeral (28-05-09)

Estamos aquí para agradecer a Dante, agradecer por Dante. Cuando lo conocí, él trabajaba

en la huerta y en todos estos años he visto en él al hortelano que sabe sembrar, cultivar, con un trabajo cotidiano e infatigable. Si muchos de nosotros seguimos hoy el camino de Chiara, es fruto también de esa siembra, paciente y esperanzada.

Tiempo atrás pudimos hacerle una entrevista donde nos comentó algunos aspectos de su his-toria.

Nacido en Subiaco el 19 de noviembre del 1921, en una familia de agricultores, eran 6 her-manos, dos de los cuales habían fallecido muy pequeños. Cursó la escuela primaria hasta el 5to. Grado y de joven trabajaba el campo con su papá. A los 19 años lo llaman al frente de combate y está en el ejército durante 4 años.

Veía esa experiencia del tiempo de guerra como una preparación a lo que encontraría des-pués. Tenia un allí compañero al cual admiraba mucho porque “era uno que vivía el momento presente”, y le impresionaba como compartía el pan con los más necesitados.

Cuando en una ocasión llegó, sin previo aviso, un gran bombardeo sobre su campamento, por primera vez tal vez se planteó el hecho que se podría morir en cualquier momento.

Regresando trabaja en una herrería y luego va a Roma, empleado en el deposito de una cer-vecería. Allí comienza a frecuentar una parroquia donde conoce un sacerdote que trabajaba con los niños de la Acción Católica y se pone a ayudarlo. Para él esa tarea con los niños se transforma en una pasión (que ha conservado por toda su vida). Recibía una revista, “Ragazzi”, que el leía con gran interés y de la cual tomaba el material para reunir luego a ese grupo.

Cierto día, encontrándose en Subiaco, en el convento de San Benito, un sacerdote reúne un grupo de jóvenes y lee una carta de Chiara de los primeros tiempos. Dante queda impresionado por la novedad: la carta hablaba de “ver a Jesús en el hermano”. Cuando el sacerdote termina, él se la pide y, releyéndola, cuando llega al séptimo renglón ya está convencido de que eso es lo suyo. El sacerdote le da la dirección del focolar masculino y cuando Dante toca timbre lo atiende una focolarina; había habido un error en la información. De todos modos allí dialogan sobre qué significaba: ver a Jesús en el hermano. Dante sale convencido de que ha encontra-do su camino.

Inmediatamente se pone a vivirlo en la cervecería con sus compañeros. Recuerda, entre otras cosas, que se tomaba cerveza a escondidas y como él se negaba a hacerlo se atraía la burla de los demás. Pero poco a poco comprendieron su actitud y muchos le abrieron luego el cora-zón contándole sus dificultades.

En el año 56 entra en focolar, está unos meses en Roma, luego otros dos en Milán, un año y medio en Francia: “sin hablar una palabra del francés” hasta que en el año 62 le anuncian que parte para la Argentina. “Fantástico”, fue su expresión ante la noticia.

Llegó junto a Vittorio quién también venía por primera vez, y desde entonces ha estado en Ar-gentina y ha vivido por mucho tiempo junto a Vittorio y pudiendo también acompañarlo en los últimos años de su vida.

Leyendo ahora su palabra de vida: “quien me reconozca abiertamente delante de los hom-bres, el Hijo del hombre lo reconocerá ante los ángeles de Dios.” (Lc 12, 8) pensé que hoy se-guramente los ángeles han sido testigos de este reconocimiento, porque Dante era sobre todo un apóstol, alguien que no dejaba nunca de anunciar el Ideal, una persona de fe integra, sin dobleces.

Queremos ahora, a través de los muchos mensajes que nos han llegado, expresar este gra-cias coral, con las voces de tantos que hoy lo recuerdan con gran afecto.

Nuccio Santoro, cuenta que en sus primeros encuentros con el Ideal, Dante le estuvo muy

cerca: “En gran parte le debo mi vocación al focolar (…) Me seguía casi cada día con llamadas telefónicas, visitas a mi casa y era de una limpidez única y de una radicalidad que no admitía compromisos o dudas. Justamente con esa característica propia de los de Subiaco, montañe-

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ses, francos y derechos, enamorados de Benito, de la naturaleza (era un optimo maestro de esquí) y auténticos, sin vueltas, profundos, diría cristianos de raíz sin adornos. (..) Su ayuda, consejo, óptimo sentido común, me han ayudado luego en O’Higgins a superar momentos tam-bién difíciles, poniéndome en lo sobrenatural”.

Daniel, focolarino escribe: “Cuando me comunicó su nombre nuevo “Secon” (signo de contra-

dicción) me impresionó mucho ver que él lo actuaba con su vida, era verdaderamente “signo de contradicción”.

En Dante he experimentado como debe ser nuestra paternidad, nuestra maternidad espiritual, porque sabía estar a tu lado, en silencio sin esperarse nada, sin desear nada, sino que “estaba” y su presencia te daba las fuerzas necesarias para seguir adelante. En el podías encontrar esa mano, ese brazo fuerte en el que te podías apoyar para levantarte y para volver a empezar, pa-ra seguir adelante.”

Beni escribe a Emmaus: (…) “tenía una intuición excepcional y una capacidad de “leer” en el

alma de las personas que lo llevaba a hacerse cargo de ellos y acompañarlos en el camino es-piritual sin olvidarlos nunca. (…) su amor era siempre inmediato, comprensivo, tierno y fuerte al mismo tiempo… (…) Amaba repetir expresiones como: “Hay dos posibilidades: sí o sí (de frente a la voluntad de Dios), “La vida es linda y cuando es difícil es más linda aún”. Era un apóstol total que involucraba a hombres y mujeres, sacerdotes, religiosos…nadie le pasaba al lado sin sentir su amor abundante, servicial, desinteresado, puro…”

Marilyn, nos cuenta que cuando viajo por primera vez a Roma para hacer la escuela de las fo-

colarinas, junto a otras dos chicas, “Lía nos había puesto en sus manos, porque éramos los únicos pasajeros, para protegernos esos 32 días de viaje, con numerosas y larga paradas en los puertos…fue un padre y la unidad quedó siempre intacta”.

Otro focolarino: “Dante fue el primer focolarino que conocí a los pocos meses que había per-

dido a mi padre. Tenía 14 años y el focolar más cercano al cual pertenecía Dante estaba a 500 kilómetros. A partir de ese momento comenzó a escribirme muy a menudo y junto a sus cartas siempre inflamadas y a menudo con experiencias muy concretas, me mandaba cartitas de Chia-ra de los primeros tiempos u otros escritos suyos transcriptos a mano. ¡Era para nosotros un alimento precioso!”

Alguien que lo ha conocido en los primeros años nos comenta: “(…) Era el año 54, en ese pe-

ríodo trabajaba en la fabrica de la “Cerveza Peroni” en Roma. Con él, siendo yo joven, nunca tuve problemas de relación no obstante fuese más grande que yo. Lo que sí recuerdo era esa característica suya, la más inmediata, la sonrisa que siempre concluía casi en una carcajada, mientras entrecerraba los ojos como para subrayar la sacralidad de lo que estaba donando“

Una focolarina argentina: “Lo recordamos siempre alegre, enamorado del Ideal, comunicando

a todos las pequeñas y no tan pequeñas experiencias cotidianas con las que supo darnos la dimensión del Carisma.

Las últimas en gozar de sus anécdotas de nuestra zona, fueron las gen 3, este verano, en el que Dante se prodigó a cada una, haciéndoles intuir la belleza de una vida toda donada a Dios.”

Una familia cercana a la Mariápolis comenta la experiencia hecha con uno de sus hijos ado-

lescente: “cuando recibimos la noticia de que Dante había partido al cielo, el mayor impacto fe descubrir la amistad tan linda que nuestro hijo tenía con el… En el primer momento lloró..y era la primera vez que lloraba la partida de alguien…

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Esa relación que Dante establecía con los jóvenes, una característica muy particular suya, queda muy bien reflejada en esta carta que uno de ellos le escribe. Había estado viviendo aquí en la ciudadela el año pasado y le dice: “Querido Dante, tanto, tanto tiempo, pero en realidad no es mucho, son solo dos meses nada más, desde que me fui de la Mariapolis. Tengo muy pre-sente el coloquio que tuvimos ese domingo, después de la Misa. Salimos los dos caminando, desde Villa Blanca, hasta tu casa, por ese paisaje típico mariapolita. Quedó en mí grabado ese momento, con tus consejos, silencios, que hasta en tus silencios se ve el amor que irradias.

Ahora tengo en mi corazón, hermosos recuerdos de la Mariapolis que también sirven para mi vida.

Te extraño un montón, siempre te recuerdo, en misa, rezando, ahí, en primera fila, como un soldado fiel, que está totalmente sumergido, por amor a este, a nuestro ideal”.

Dante portaba a menudo, escritos, meditaciones de Chiara que daba oportunamente a uno u

otro. Decía que eran como “bombas” que estallaban luego en las almas transformándolas. A propósito de esto, un gen de Brasil le escribe: “Te escribo esta pocas líneas para renovar el pacto, también quiero darte gracias por tus hermosas palabras, gracias por las “bombiñas” que dejaba en llamas nuestro corazón” De hecho tenemos siempre que amar: ¡“si o sí y sino sí”!

Una focolarina de Córdoba: Es una de las personas que en mi vida ha dado “espesor” a la pa-

labra Amor, don completo de sí. (…) la impresión era que el “yo en ti” en Dante era su “ser”. La última vez que lo vi se despidió “hasta la próxima o hasta el Paraíso” …y fue hasta el Paraíso.

Un focolarino lo define como: “modelo de santidad simple… al alcance de todos; ejemplo de

cómo se ama “para siempre” a todos. Hemos sigo generados por personas que se olvidaron de ellos mismos para pensar en nosotros..Tal vez si Jesús y María se nos hubieran aparecido, nos hubiésemos asustado mucho, por eso que nos mandaron a Chiara, a Lia, a Vittorio y a Dante para invitarnos a hacernos santos…”

Un voluntario de Tucumán lo define como un “docente del Hombre Nuevo”. Dante tenía además una expresión muy propia: él imaginaba al amor de Dios o de Maria co-

mo una gran olla donde podía poner a todas las personas, por eso un grupo llamado DiNos nos escriben: “Uds. saben cuanto amor a dejado Dante en cada uno de nosotros, al punto que cuando los DiNos pensamos (para la fiesta de los 40° de la Mariapolis Lia), en “premiar” a al-guien que haya tenido una experiencia compartida con tantos que no están en la estructura del Movimiento, indiscutiblemente surgió su nombre, conscientes de que en algún momento nos había puesto en la “olla de María”, como corolario de un momento vivido con él.

Pero como decíamos anteriormente, el amor de Dante abarcaba a todos, laicos y consagra-dos, grande y chicos.

Un sacerdote salesiano comenta: “Llevo en el corazón esta situación como una mezcla extra-

ña de dolor y de alegría, porque me lo imagino, realmente, llegando a destino con su sonrisa contagiosa, abrazando a Jesús, llorando de alegría al ver a María…Siento que me invitó a se-guir su misión de compañero de camino de otros. Él me acompañó a mi, y me hizo tanto, tanto bien…

Permanece como la figura fuerte en mi adolescencia y juventud. Como un padre, un abuelo sabio, uno que se hace amigo del alma. La sensación es que me entrega la posta. Posta no sé bien de qué…pero tengo esa certeza. Veremos…”.

Como vimos, en los primeros encuentros con el Ideal de muchos de nosotros ha estado Dan-

te. Ricardo desde Ecuador recuerda su primera Mariapolis: “era en Río Tercero en 1965, nos

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llevó la valijas hasta la recepción, hecho que a mí me impacto muchísimo, así era Dante, uno que amaba sin pedir nada a cambio.

Durante muchos años he conversado de todos los temas, su visión simple, sobrenatural y evangélica, siempre me impresionó, ya que veía a una persona madura, pero con la simplicidad de uno que vivía el Evangelio.”

Marvi desde Buenos Aires nos escribe: “Era amor “vivo”, cada encuentro con él, cada palabra,

cada gesto, su alegría vivísima, su fidelidad, su testimonio. Francisco también desde Buenos Aires lo recuerda como “un constructor de nuestras zonas

en un sentido muy único: viviendo miles de relaciones personales auténticas y fieles. (…) Po-demos encomendarle nuestros gen 3, nuestros jóvenes, nuestros focolares, la Mariapolis…”.

Hans, responsable de los focolarinos nos escribió “ ..Son muchos los testimonios que están

llegando sobre el de las personas que lo han conocido y que han quedado “contagiadas” por su amor, por su alegría siempre desbordante, por el ‘encanto del niño evangélico que transmitía con todo su ser’. Un verdadero hijo de Chiara que ha sabido irradiar y comunicar a manos lle-nas el Ideal y que con un corazón grande y con una generosidad sin límites ha seguido amando a todos los hermanos y hermanas que tenido al lado, hasta el final.

Para concluir, quisiera leerles dos poesías que nos han llegado, una viene de José Paz zona

de barriadas humildes donde Dante vivió muchos años.

Nuestras calles no te olvidan más, Te vemos todavía caminando y corriendo

Con un montón de niños por detrás, Hoy todos hombres, casados y grandes

Que cuando escuchan Centro Mariapolis, Preguntan enseguida: “¿dónde está Dante?

Hoy uno de ellos te escribe:

“alguien dijo una vez: ‘Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío Que no se puede llenar ni con las aguas de un río’

Dios dice en cambio: ‘Cuando un amor es puro y sincero,

No se puede apagar ni con las aguas de un río’. Te voy a extrañar AMIGO,

Pero tu amor perdurará en nosotros”

Ahora Dante sabemos dónde estás, en tu nuevo focolar Con Chiara, Lía, Vittorio y todos los demás.

Te queremos confiar a todos los que por tu amor Han encontrado el Ideal

Y todos los pibes del barrio Para que puedan encontrar es Luz

Que da sentido a toda existencia humana. ¡GRACIAS DANTE, SOS NUESTRO TANO PROTECTOR¡

Y esta mañana una focolarina de Villa Blanca le deja este saludo que nos expresa a todos.

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“ASI EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO”

Y llegando a casa te fuiste Con un solo suspiro,

Lo habrá recogido María, Mientras te abría la puerta del Cielo.

Don constante, infatigable,

Alma de niño, Torneada ¿por cuáles dolores?

Algo sabrán tus popos.

Cuánto nos amás, Cuánto nos alentás, Nos das el impulso Siempre en la luz,

En la alegría, en el fuego Que todo lo consume.

Qué habrá sido tu llegada al Paraíso,

Tu gran focolar, con Chiara, Te habrá dado la bienvenida a la fiesta perenne,

fiesta en la que también estamos; Así en la Tierra como en el Cielo.

La última foto de Dante, Regresando del jardín de infantes del pueblo de O’Higgins donde había ido junto a Angiolino, participó de la misa junto a Mons. Lucas Donnelly y allí se sacó esta foto. Pocas horas después volaba hacia el cielo “como un pajarito”, como él mismo lo pedía en sus oraciones.