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ResumenEn el presente reflexiono sobre el cap. 2 –“la mirada de los discípulos misioneros sobre la realidad”– presente en el Doc. Conclusivo de la Va CG, en Aparecida (Brasil, 2007). Luego avanzo hacia el análisis, habiendo fundamentado dicho asunto, a partir de los cuatro ejes temáticos: discípulos – misioneros – para que tengan vida – nuestros pueblos, haciendo pie en la primera escena del texto de D. H. Levine. El eje ‹‹nuestros pueblos›› reviste un mayor tratamiento, respecto de los anteriores, por estar referido intrínsecamente a nuestro asunto. Intento poner de relieve que el examen de la propia realidad latinoamericana, por parte de los discípulos misioneros, es inherente de la reflexión crítica de la misma Iglesia acerca de su sentido y misión, debiendo constituirse en ejercicio permanente en la vida de aquella si desea que: por un lado, su presencia sea simbólica, significativa, gravitante y principalmente vital; y, por otro lado, su mensaje este preñado de hondo sentido. Finalmente menciono, el eje vector del trayecto las conferencias latinoamericanas desde Río de Janeiro hasta Aparecida; y además presento la imagen de una iglesia ‹‹acompañante›› como la más adecuada para asumir su misión y rol profética, en nuestro contexto latinoamericano actual.
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UNIVERSIDAD CATOLICA DE CORDOBA
FACULTAD DE FILOSOFIA Y HUMANIDADES
MAESTRIA EN FILOSOFIA, RELIGION
Y CULTURAS CONTEMPORÁNEAS
Mirada de los discípulos misioneros
sobre la realidad latinoamericana actual.
Va Conferencia General del CELAM,
en Aparecida (Brasil, 2007).
Algunas claves de interpretación. Prospectiva
AUTOR: Lic. DARIO A. VILLARREAL
PROFESOR: Dr. GUSTAVO MORELLO
AÑO 2013
2
Resumen
En el presente reflexiono sobre el cap. 2 –“la mirada de los discípulos misioneros sobre
la realidad”– presente en el Doc. Conclusivo de la Va CG, en Aparecida (Brasil, 2007). Luego
avanzo hacia el análisis, habiendo fundamentado dicho asunto, a partir de los cuatro ejes
temáticos: discípulos – misioneros – para que tengan vida – nuestros pueblos, haciendo pie en la
primera escena del texto de D. H. Levine. El eje ‹‹nuestros pueblos›› reviste un mayor
tratamiento, respecto de los anteriores, por estar referido intrínsecamente a nuestro asunto.
Intento poner de relieve que el examen de la propia realidad latinoamericana, por parte de los
discípulos misioneros, es inherente de la reflexión crítica de la misma Iglesia acerca de su
sentido y misión, debiendo constituirse en ejercicio permanente en la vida de aquella si desea
que: por un lado, su presencia sea simbólica, significativa, gravitante y principalmente vital; y,
por otro lado, su mensaje este preñado de hondo sentido. Finalmente menciono, el eje vector del
trayecto las conferencias latinoamericanas desde Río de Janeiro hasta Aparecida; y además
presento la imagen de una iglesia ‹‹acompañante›› como la más adecuada para asumir su misión
y rol profética, en nuestro contexto latinoamericano actual.
Introducción
Intento delinear brevemente aquí –introito– los fundamentos de la elección del tema en
cuestión. La conveniencia, por un lado, que el presente paper logre vincularse, de alguna
manera, en vistas al trabajo final; y, por otro lado, que los contenidos vertidos aquí estén
conectados con mi saber previo; y finalmente vincular las tres áreas científicas –filosofía,
religión, culturas contemporáneas– del presente estudio de posgrado.
Avanzo hacia el análisis del núcleo temático seleccionado –desarrollo– explicitado a
partir del primer momento –“las ideas y la visión del mundo visibles en la reunión de obispos
católicos latinoamericanos en Aparecida en 2007”– presente en el texto D. H. Levine –
“Religión y Política en América Latina Desde Los 1970s en Cuatro Escenas”1–. Surge,
haciendo pie en la afirmación de aquella primera escena, el interrogante: ¿cuál es la mirada de
los discípulos misioneros sobre nuestra realidad latinoamericana, que está presente en la Va CG?
2
Los cuatro grandes ejes temáticos: discípulos – misioneros – para que tengan vida – nuestros
pueblos, además de conformar el gran tema general –“Discípulos y misioneros de Jesucristo,
para que nuestros pueblos en él tengan vida”– se constituyen, aquí mismo, en las claves de
bóveda para abordar nuestro tema en cuestión. Es pertinente mencionar que muy probablemente
quien no tenga en cuenta este camino metodológico, tropiece fácilmente hacia un mensaje de
Aparecida un tanto parcial, mutilado y hasta quizás sustancialmente modificado, tratándose más
aun de una temática tan relevante como es, entre otras presentes, la realidad misma.3 El último
1 Cf. D. H. LEVINE, Religión y Política en América Latina desde los 1970s en cuatro escenas, en NOSTROMO 5,
(2013), 1–24, 1 [numeración tomada de versión digital]. 2 CONSEJO EPISCOPAL LATINAMERICANO, Aparecida: V Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano y del Caribe, Documento Conclusivo, CEA, Buenos Aires, 2007, 1– 333. En adelante: Doc.
Conclusivo.
3 Existieron respecto de ‹‹como›› abordar la lectura de nuestra realidad latinoamericana, en la misma V
a CG, caluros
debates con posturas muy disímiles en vistas de su incorporación en el mismo Doc. conclusivo. Esta temática, al
mismo tiempo, está intrínsecamente vinculada al método teológico ver–juzgar–actuar, más concretamente a la
3
eje es el más afín a nuestro asunto y por ende tendrá un mayor tratamiento, junto a ciertos
desafíos mayúsculos que gravitan singularmente en la misma realidad socio–eclesial
latinoamericana.
Finalmente intento indicar –colofón– muy sucintamente, por un lado, el hilo conductor,
del iter previo de las conferencias latinoamericanas, acerca de la mirada de la realidad de nuestro
continente; y plantear, por otro lado, el interrogante ¿Quo vadis Aparecida?, como horizonte
comprensor en clave prospectiva, que contiene la imagen de una iglesia ‹‹acompañante››, como
la mejor expresión para sortear los desafíos de una agenda apretada, por estas latitudes, en este
nuevo escenario social y religioso plural.
primera parte de éste. Cf. V. M. FERNÁNDEZ, Aparecida. Guía para leer el documento y crónica diaria, San
Pablo, Buenos Aires, 2008, 1–208, 16–19. 26–28. 136–137.
4
Desarrollo
1. Discípulos
¿Qué significa ser discípulo/a hoy para nuestra realidad latinoamericana? El tema formal
de la Va CG versó –como indica D. H. Levine– acerca de la identidad de la Iglesia y de los fieles
como discípulos misioneros, asunto reconocido también por Benedicto XVI en su Discurso
Inaugural4 y subrayado en la totalidad del documento.
5 Todos somos discípulos siempre, parece
ser una aseveración que hace las veces de telón de fondo de los cap. 4–6. El acontecimiento de
Jesucristo es el inicio de ese sujeto nuevo que surge en la historia y al que llamamos discípulo
(DA 243)6. Los desafíos de la sociedad actual interpelan fuertemente a la comunidad católica,
hoy más que nunca, hacia un discipulado esencialmente comunitario para Latinoamérica que,
respirando el mandamiento del amor fraterno, refleje en la cotidianeidad de nuestras vidas y
nuestros pueblos, no meras acciones aisladas sino un estilo de vida discipular en koinonía.
Si bien el Doc. Conclusivo no enumera explícitamente espacios netamente ‹‹sociales››,
donde acontece la vida del discípulo, queda claramente manifiesto que es para la vida de
‹‹nuestros pueblos›› (4 eje – cap. 2 Doc. Conclusivo). Las CEBs y las pequeñas comunidades,
merecen una mención especial, por constituirse en la eclesiogénesis que determina muy
particularmente nuestro rostro latinoamericano, es decir más atinadamente a nuestra propia
realidad socio–cultural (DA 178–180).
Una especificidad de la espiritualidad en Aparecida –en vistas de responder a su misión en
Latinoamérica hoy– es presentar a la piedad popular como una forma de ser misioneros y canal
de transmisión de la fe por el cual el pueblo cristiano se evangeliza a sí mismo y cumple su
vocación misionera en la iglesia y en la sociedad misma. (DA 264). Aquella, resumiendo, con
firme decisión desea continuar ejerciendo su servicio profético para discernir donde está el
camino de la verdad y de la vida para nuestros pueblos, hoy. Al mismo tiempo es formadora de
discípulos y discípulas con los brazos abiertos, casa y escuela de comunión, con especial énfasis
en las etapas del primer anuncio, la iniciación cristiana y la maduración en la fe (Mensaje a los
Pueblos 3ab).7 Los trazos distintivos de la espiritualidad comunitaria son sucintamente, con sabor
y color latinoamericanos, la piedad popular y la misión. El discípulo es, concluyendo, aquel
hombre plenamente nuevo que, junto a otros, sirve aquí y ahora al prójimo.
2. Misioneros
Intrínsecamente, relacionado con el primero, se encuentra el eje ‹‹misioneros››. Todo
discipulado es para la misión y parece ser el leitmotiv de casi toda la trama del documento. Los
discípulos misioneros (cap. 5), tienen el desafío de atraer a las personas y a nuestros pueblos
4 Cf. BENEDICTO XVI, Sesión Inaugural de los Trabajos de la V
a Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano y del Caribe. Discurso de su Santidad Benedicto XVI, CEA, Buenos Aires, 281–299, 291–293. En
adelante: DI. 5 Cf. D. H. LEVINE, Religión y Política en América Latina., 4.
6 El número siguiente a la sigla DA (Documento de Aparecida v. ofic.) en las citaciones posteriores del presente
trabajo, corresponde a la numeración marginal del documento en cuestión. 7 Cf. CONSEJO EPISCOPAL LATINAMERICANO, Mensaje de la V Conferencia General a los Pueblos de
América Latina y el Caribe, en Aparecida: V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe,
Documento Conclusivo, CEA, Buenos Aires, 301–309, 305–308.
5
hacia Cristo (DA 159). El dinamismo misionero debe impregnar no sólo el corazón de las
personas sino también las estructuras eclesiales en vistas de una mayor inserción en nuestra
sociedad para incidir sustancialmente en el complejo mundo del trabajo, la cultura, las ciencias,
las artes, la política los MCS y la economía entre otros. (DA 168–204). Respecto de los laicos
subraya su misión en el mundo (DA 210) hasta llegar a mencionar, en relación al diálogo
ecuménico, ser creativos en orden a suscitar una misión en comunión (DA 233). Subraya, en la
conclusión, el deseo de despertar a la Iglesia para un gran impulso misionero (DA 548) cuya vida
real sea internalizar el estado permanente de misión para los pueblos de nuestro continente (DA
551). ¿En qué consiste tal emprendimiento? El aporte genuino de la comunidad católica consiste,
tanto en el tránsito de una Iglesia de bautizados a una comunidad de discípulos misioneros, como
el paso de una Iglesia conservadora a una Iglesia en estado permanente de misión.8
Sintetizando, la comunidad católica se identifica, respecto de sus miembros con clara
conciencia de su condición: discipular–misionera, comunitaria–fraterna, aprendices todos y
siempre inclusive de la misma sociedad a la que debe servir. Este es el primer y nuevo rasgo
distintivo del nuevo rostro de la comunidad católica para latinoamericano hoy.
3. Para que tengan vida
Los dos primeros ejes juntamente con toda la obra evangelizadora–eclesial encuentran en
este tercer eje –tercera parte del documento– su finalidad. En otras palabras, nuestra identidad de
discípulos misioneros es para comunicar vida que sea cada día más plena, digna y feliz para
todos los pueblos latinoamericanos. Existe una apretada agenda por delante para la comunidad
católica –como indica D. H. Levine– que necesariamente debe abordar para concretar aquella
meta.9 Los discípulos misioneros tienen como misión, después de dos mil años de trayectoria a
sus espaldas, continuar comunicando vida y estar al servicio de ella (DA 353).
Los discípulos misioneros, en esta hora histórica desafiante, desean dar un impulso inédito
a su esencial vocación misionera (DA 347–348). Deben mostrar que la relación con la persona de
Jesús, no los hace menos felices sino todo lo contrario, los ayuda a desarrollarse plenamente y a
disfrutar más de su propia vida. Lejos de caer en la tentación de prescindir de lo propiamente
humano, es todo lo contrario porque “el ama nuestra felicidad también en esta tierra. Dice el
Señor que Él creó todo «para que lo disfrutemos»” (DA 355). La vida nueva que Cristo nos
ofrece, a través de la comunidad de discípulos misioneros, toca y transforma al ser humano
entero desarrollando en plenitud su existencia (DA 355–356). Esto acarrea algunas
consecuencias para los mismos discípulos misioneros.
La conversión pastoral misionera o extática es el criterio praxiológico, en el seno de la
comunidad católica para la vida de nuestros pueblos, en pos de concretar el contenido esencial de
la Gran Misión Continental (DA 365).10
Casi absolutamente todo –la doctrina, las orientaciones
éticas, la vida cotidiana de las comunidades, sus estructuras su actividad misionera, etc.– está
dentro del rango de alcance del imperativo de la conversión pastoral que debe dejar transparentar
esta atractiva oferta de vida más digna, plena y feliz para todos (DA 361). No existe rincón,
8 D. A. VILLARREAL, Principales Aportes Eclesiológicos de Aparecida a la Iglesia de Latinoamérica y el
Caribe (Trabajo final de licenciatura, UCC., Córdoba, 2012, inédito), 1–120, 62. 9 D. H. LEVINE, Religión y Política en América Latina., 6.
10 Cf. D. A. VILLARREAL, Principales Aportes Eclesiológicos de Aparecida., 107.
6
cualesquiera sea el sujeto o la configuración eclesial, que deba resistirse. Evidentemente se asiste
a una pastoral esencialmente más misionera.
Con todo, resumiendo e hilvanando con la conclusión de los ejes anteriores, la propuesta
de Jesucristo –el contenido fundamental de esta misión– a través de los discípulos misioneros, es
la oferta de una vida plena para nuestros pueblos.
4. Nuestros Pueblos
‹‹Nuestros pueblos›› es –afirma Aparecida con claridad meridiana– el destinatario de la
empresa evangelizadora (DA 380–382.384–386.389–390); constituyéndose así en un nivel
colectivo. ‹‹Pueblos›› es un acento propiamente latinoamericano que implica un modo propio de
vivir la fe –aquí y ahora– donde la cultura es un vehículo privilegiado, mucho más que la
predicación de los sacerdotes o los documentos del magisterio, de transmisión de la fe católica.
Sería injusto pensar que esas experiencias tan ligadas a una cultura, como la piedad popular, son
masivas y no contienen nada a nivel personal. Eso queda suficientemente claro en los párrafos
sobre la piedad popular (DA 258–265).
El enunciado ‹‹nuestros pueblos›› parece encerrar dimensiones distintas y complementarias
al mismo tiempo, al subrayar la pluralidad de culturas concretadas en los múltiples pueblos
latinoamericanos (DA 396) donde se debe situar la opción preferencial por los pobres como
rasgo distintivo del rostro de la comunidad discípula–misionera latinoamericana, que debe ser
ratificada y potenciada (DA 396). El compromiso cercano y real (DA 397) que trasciende las
palabras (DA 386) es el camino para implementar aquella opción. De este modo queda claro a
todas luces que la empresa evangelizadora de la comunidad de discípulos misioneros,
trascendiendo los individuos aislados, cobija el deseo de transformar realidades colectivas cuyo
principio, centro y fin es la misma persona humana.
Nuestros pueblos hoy viven una realidad, distinta de antaño, marcada por grandes cambios
que –a decir del mismo D. H. Levine– afectan profundamente sus vidas.11
El cambio epocal –
paradigma contemporáneo– manifestado en múltiples situaciones inéditas en el ámbito de lo
económico, social y cultural. La descripción del escenario latinoamericano cap. 2: “Mirada de
los discípulos misioneros sobre la realidad”– subraya ante todo que estos grandes cambios de
este período ‹‹afectan al mundo entero››. A decir de Aparecida:
“La novedad de estos cambios, a diferencia de los ocurridos en otras épocas, es que tienen
un alcance global que, con diferencias y matices, afectan al mundo entero. Habitualmente,
se los caracteriza como el fenómeno de la globalización. Un factor determinante de estos
cambios es la ciencia y la tecnología, con su capacidad de manipular genéticamente la
vida misma de los seres vivos, y, con su capacidad de crear una red de comunicaciones de
alcance mundial (…) para interactuar en tiempo real”. (DA 34)
11
Cf. D. H. LEVINE, Religión y Política en América Latina., 1–2.
En el iter previo a Aparecida –el cambio epocal, y sus múltiples situaciones inéditas, el escándalo de la pobreza y
los corrimientos en el seno de la comunidad católica– fueron los detonantes para la convocatoria de una nueva
conferencia general. Cf. D. A. VILLARREAL, Principales Aportes Eclesiológicos de Aparecida., 16.
7
El sujeto contemporáneo –frente a la globalización12
– si desea estar actualizado y
escudriñar el escenario social, debe adquirir necesaria y constantemente, más información (DA
36). Es todo un desafío, frente a esta aglomeración de información a veces caótica e inconexa,
lograr una visión unitaria, que termina percibiéndose desde perspectivas unilaterales –economía,
ciencia, otras– como lo único existente. Esta experiencia, insuficiente y parcial, conduce hacia un
sentimiento de insatisfacción e inseguridad frente a un mundo que, de modo evidente, supera al
hombre mismo que no alcanza a descubrir el sentido más profundo de su existencia (DA 37). Los
MCS, por otra parte, se convierten en un obstáculo debilitando la gran fuerza que poseía la
religiosidad popular en la transmisión de la fe y los grandes valores (DA 38–39). Existe, con
todo, un buen análisis de la globalización –a decir de P. A. Ribeiro de Oliveira– a pesar del
‹‹déficit›› teórico–metodológico en relación al método ver–juzgar–actuar, presente en el mismo
Doc. Conclusivo.13
Este fenómeno real y complejo –resumiendo en expresión feliz del
Documento de Participación– debe ser revertido en vistas de “humanizar la globalización y
globalizar la solidaridad”14
, cuya actitud dista bastante –de lo afirmado por D. H. Levine–
respecto de adaptarse y dejarse llevar, participar del mismo proceso o resistir.15
Es necesario también revertir los cambios para alcanzar la misión de los discípulos
misioneros. No es posible llegar a buen puerto combatiendo directamente la globalización, como
causa, que pareciera permanecer en el anonimato. El camino alternativo para lograr la tarea
evangelizadora, lejos de confrontar directamente con aquel fenómeno, dice relación con la
evangelización de la cultura, constituyéndose en el tercer nivel del destinatario. Aquella tendrá el
desafío de gestar una cultura cristiana que logre sellar tanto las costumbres, las instituciones y las
sociedades hasta el último rincón. Aparecida, retomando la afirmación de Gaudium et spes,
sucintamente define la cultura como todo aquello que caracteriza un pueblo (DA 476).
Esta empresa evangelizadora de la cultura, tiene como fin, lograr que la fe penetre
profundamente en el sustrato cultural del pueblo (DA 477). La comunidad de los discípulos
misioneros fue, en esta tarea, creadora y animadora de cultura (DA 478) y así de este modo ella
misma se enriquece con nuevas expresiones y valores (DA 479). Para la iglesia católica–la
educación católica, la educación como bien público (DA 481–483), la pastoral de la
comunicación social (DA 484), los nuevos centros de decisión (DA 491–500), la presencia
gravitante de laicos y laicas en la vida pública (DA 501–504), bajo la orientación de la Doctrina
Social de la Iglesia (DA 505–508) y la pastoral urbana como laboratorio de la cultura
contemporánea compleja y plural (DA 509)– son espacios privilegiados de trasmisión de la fe
dentro del vasto ámbito de la cultura.
Sintetizando, todos los pueblos, incluyendo la diversidad del mosaico multicolor de nuestro
continente, haciendo pie en el sujeto concreto y todas las culturas se constituyen en los
destinatarios de la misión de los discípulos, con clara intención de impregnar el corazón del
12
El término ‹‹globalización›› aparece 30 veces en el Doc. Conclusivo. 13
P. A. RIBEIRO de OLIVEIRA, La globalización en el Documento de Aparecida, en AMERINDIA, Aparecida.
Renacer de una esperanza, [en línea] http://vicariapastoralgdl.org/descargas/estudio.pdf [acceso: 05 de agosto,
2013], 83–90. 14
CONSEJO EPISCOPAL LATINAMERICANO, Hacia la V Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano y del Caribe: Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida.
–Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida – (Jn 14, 6), Documento de Participación, CEA, Buenos Aires, 2005, 1–
134, 82. 15
Cf. D. H. LEVINE, Religión y Política en América Latina., 6.
8
hombre y las entrañas de las mismas estructuras sociales con el evangelio de Jesucristo (DA
380–384. 386).
Un rostro extendido, dentro de la gran masa de nuestros pueblos latinoamericanos, son los
pobres y excluidos constituyéndose en común denominador (DA 391–398). ¿Qué vinculación
existe entre ésta gran mayoría, marcados por la realidad antes descripta, y la comunidad de los
discípulos misioneros? Avizoro que nuestras estructuras eclesiales no han sido capaces de
incorporar a esa mayoría de pobres que constituyen nuestro continente. Por este motivo cuando
hablamos de vida para nuestros pueblos no se puede dejar de ignorar los desafíos, las tristezas y
las angustias de aquella gran mayoría: indigentes, migrantes, enfermos, adictos dependientes y
privados de libertad, de nuestro continente (DA 407–403). En este sentido cobra nueva vitalidad
y savia nueva, renovar la opción preferencial por los más pobres al estilo de su fundador.
Una pastoral desde la opción preferencial por los más pobres implica, entre otras cosas
comenzar, en definitiva, desde ellos –punto de partida– vivir, sentir y pensar con ellos –medio– y
para ellos –fin– sólo así se estará navegando mar adentro de las entrañas de nuestro continente.
Solo así, tantísimos inocentes que sufren injustamente, se sentirían hermanos y a la Iglesia, casa
y escuela de comunión de discípulos misioneros. Para evitar la posibilidad que esta opción quede
en un plano meramente teórico, se reclama dedicar tiempo a los pobres (DA 397) hasta el punto
de entablar amistad con ellos para luchar juntos en la defensa de sus propios derechos (DA 398).
En el orden social, bajo la guía de la Doctrina Social de la Iglesia (DA 403), se promueve
una promoción humana integral (DA 400) y una pastoral social estructurada, orgánica e integral
(DA 401) que contemple los rostros de los excluidos (DA 402) con incidencia en los estados,
generando políticas sociales y económicas que conduzcan hacia un desarrollo sostenible (DA
403). Todo esto, nunca podrá hacerse efectivo al margen de Dios (DA 405). La familia (DA 434)
y el matrimonio son uno de los ejes transversales de toda la acción evangelizadora eclesial (DA
435) y destinatarios de la acción pastoral familiar (DA 437). Todas las personas –niños,
adolescentes, jóvenes, ancianos, mujeres, varones padres de familia–, en este contexto familiar,
son sujetos destinatarios de la acción evangelizadora de la Iglesia. En un horizonte mucho más
amplio se constata una Iglesia comprometida con una clara opción por la cultura de la vida y su
defensa (DA 464–475). La comunidad de discípulos misioneros, se encuentra en un nuevo
escenario que, fue desafiante, plural y diferenciado, a la medida de nuestros tiempos, basado en
la dignidad bautismal del Pueblo de Dios.
Resumiendo –e hilvanando con la conclusión de los ejes anteriores– la propuesta de
Jesucristo –el contenido fundamental de esta misión– a través de los discípulos misioneros, es la
oferta de una vida plena para nuestros pueblos.
Existen otras temáticas –familia, bioética y género– presentes en el mismo Doc.
Conclusivo, inherentes al mismo ámbito de la realidad social, que despertaron debates
apasionados, observaciones significativas, denominadores comunes, divergencias sustanciales y
algunas escasas autocríticas, quedando parte de lo indicado anteriormente reflejado en el mismo
escrito.16
Se constata en la realidad actual latinoamericana, por otra parte, un corrimiento singular
dentro del seno de la comunidad católica que –continúa nuestro autor– buscó un nuevo lugar en
16
Cf. V. M. FERNÁNDEZ, Aparecida. Guía., 147.
9
el areópago religioso plural actual.17
Aconteció, por un lado, la pérdida del monopolio
hegemónico de la Iglesia católica, y, por otro lado, una competencia –entre las nuevas
comunidades cristianas no católicas, los NMR y las sectas de índole distintas– que buscaban
‹‹adherentes››, legitimación social con las correspondientes regalías de parte del estado y
conquistar nuevos espacios públicos para instalar normas morales ‹‹en nombre de Dios y de la
religión››. En la misma conferencia existieron –respecto de ésta temática– aportes y acentos
singulares.
Entre el elenco de ‹‹sombras›› se destacan la falta de autocrítica, los moralismos y una
preocupación singular por el éxodo de algunos fieles que abandonaron nuestra comunidad
católica. Aparecida, respecto de ésta última cuestión triste por cierto, indica:
“En las últimas décadas, vemos con preocupación, (…), por otro lado, que un número
significativo de católicos está abandonando la Iglesia para pasarse a otros grupos
religiosos. Si bien es cierto que éste es un problema real en todos los países
latinoamericanos y caribeños, no existe homogeneidad en cuanto a sus dimensiones y su
diversidad.” (DA 100f).
Guatemala es concretamente –a decir de A. Ramazzini– el país donde aconteció el mayor
éxodo de católicos y los evangélicos constituyen el 40% de la población. En Brasil –subraya G.
L. Rocha– el éxodo de católicos se constata en las periferias de la grandes ciudades.18
Existe un repertorio amplio –como indica nuestro autor– de ‹‹identidades›› católicas
múltiples que configuran –a decir del mismo Aparecida– este nuevo escenario:
“Dentro del nuevo pluralismo religioso en nuestro continente, no se ha diferenciado
suficientemente a los creyentes que pertenecen a otras iglesias o comunidades eclesiales,
tanto por su doctrina como por sus actitudes, de los que forman parte de la gran
diversidad de grupos cristianos (incluso pseudocristianos) que se han instalado entre
nosotros, ya que no es adecuado englobar a todos en una sola categoría de análisis.
Muchas veces no es fácil el diálogo ecuménico con grupos cristianos que atacan a la
Iglesia Católica con insistencia.” (DA 100g)
El contexto de pluralismo religioso –a decir de J. B. Libanio– se manifesta, por un lado,
como el causante de la crisis de la identidad cristiana y, por otro lado, como la urgencia de una fe
consciente y vivida. Sucintamente, cuanto más pluralismo religioso, tanto más necesitamos
conocer y vivir con conciencia explícita nuestra fe cristiana.19
Con todo, resumiendo, podemos inferir que la institución católica –comunidad de
discípulos misioneros para la vida de nuestros pueblos– desea brindar desde lo más hondo de sí,
17
Cf. D. H. LEVINE, Religión y Política en América Latina., 2–3. Algunos datos a tener en cuenta respecto de
términos, presentes en el DA, relacionados a ésta nueva situación: ‹‹ecumenismo, ecuménico›› se repite 23 veces,
‹‹piedad popular, religiosidad popular›› 16 veces y ‹‹secta›› 1 vez. 18
Cf. V. M. FERNÁNDEZ, Aparecida. Guía., 119. 19
J. B. LIBANIO, Pluralismo cultural y pluralismo religioso, en AMERINDIA, Aparecida. Renacer de una
Esperanza, [en línea]
http://www.hechoreligioso.net/Proyectos/VCELAM/docuVCELAM/206_AmerindiaAparecidaLibroVirtual.pdf
[acceso: 08 de agosto, 2013], 79–80.
10
al comienzo del nuevo milenio frente al cambio epocal y nuevo escenario socio–religioso,
plenitud de dignidad a toda la existencia de los latinoamericanos.
11
Reflexiones Finales
Retomemos, hilvanando, la pregunta que ordenó el presente trabajo: ¿cuál es la mirada de
los discípulos misioneros sobre nuestra realidad latinoamericana, que está presente en la Va CG?
La lectura transversal de Aparecida en clave social –descripción de la realidad– distante de una
mirada desesperanzadora –como indica D.H. Levine– nos conduce, por un lado, hacia una
valoración sobre lo más genuino del sustrato cultural de nuestros pueblos en pos de mostrar su
conexión intrínseca con su fundador; y, por otro lado, intenta un agiornamiento singular de todas
sus estructuras en vistas de sintonizar con la vida real de nuestros pueblos.
La evangelización se constituye, a todas luces, en la preocupación transversal que
podría reconocerse como hilo conductor entre los acontecimientos eclesiales previos y la Va CG.
Sucintamente puedo decir que la principal preocupación de Río de Janeiro fueron los
evangelizadores; de Medellín, la persona humana y la sociedad latinoamericana; de Puebla, la
Iglesia y de Santo Domingo, Jesucristo. En esta perspectiva se puede apreciar la continuidad
temática que presenta Aparecida respecto de las anteriores conferencias. El núcleo de su
preocupación pastoral es: la vida plena en Cristo tanto del sujeto individual, discípulo misionero,
como del sujeto colectivo, que se realiza en la Iglesia para el bien de nuestros pueblos. Cada una
con un estilo y talante propio imprimió un sello específico a la misión eclesial, integrando lo
antiguo y lo nuevo, esforzándose por hacer una atenta escucha de las necesidades y expectativas
del pueblo de Dios, señalando nuevos rumbos en el camino de la evangelización.20
¿Quo vadis Aparecida? El futuro de nuestros pueblos visto desde Aparecida –
certeramente a decir de nuestro autor– contiene amenazas, peligros y riesgos; aunque para la
misma institución se transforman principalmente en desafíos a sortear que desbordan no solo la
agenda de la Va CG sino también la del mismo trayecto eclesiológico previo.
21
En los tiempos que corren –simultáneamente fascinantes, complejos y de desamparos–
cuando todo esto es sufrido como injusticia, las instituciones parecen ajenas y excluyentes, las
personas necesitan más que nunca de prójimos y comunidades que las acojan y acompañen.
Con todo, es imperioso consolidar un estilo de iglesia que, en vez de responder de manera
insuficiente a esta titánica demanda, se manifieste, tanto, como compañera y, además, se revista
de humildad; porque en ella ni acompañantes ni acompañados tienen el mapa del camino. La
experiencia cristiana de Dios difícilmente se sostenga sin una Iglesia tangible en comunidades
que acojan a las personas, no importando la condición de vida en que se hallen. 22
La imagen de una iglesia ‹‹acompañante›› bien nos puede ayudar para entender su misión
en nuestra sociedad latinoamericana en estos tiempos de globalización. A decir de Aparecida:
“cada sector del Pueblo de Dios pide ser acompañado y formado de acuerdo con la peculiar
vocación y ministerio al que ha sido llamado” (DA 282). Esta nueva configuración de la
comunidad de los discípulos misioneros se encuentra en perfecta sintonía con la ‹‹iglesia de los
pobres››, que avanza atenta a discernir la voluntad de Dios en la historia escrutando los signos de
los tiempos, cumpliendo así su rol profética.
20
D. A. VILLARREAL, Principales Aportes Eclesiológicos de Aparecida., 55. 21
Cf. D. H. LEVINE, Religión y Política en América Latina., 2–3. 22
COSTADOAT, J., Hacia la VI Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, [en línea]
http://www.uia.mx/ribet/pdf/ribet6.pdf [acceso: 13 de agosto, 2013], 45–68.
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La comunidad católica tiene, en las actuales circunstancias, una oportunidad
extraordinaria de anunciar el evangelio de la fraternidad. Hoy más que nunca se requiere de una
acogida sin condiciones y de solidaridad, para las que la iglesia tiene una experiencia y
trayectoria previa única. Esto supone vivir fundamentalmente de la fe. Cuando la iglesia
acompaña, unos se encargan de otros, con sus bienes y sus males, a lo largo de un camino que
sólo Dios sabe a dónde conduce.
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