David Liss - Una conspiración de papel

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    Unaconspiracinde papel

    David Liss

    Traduccin de Eva Cruz

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    Ttulo original:A Conspiracy of Paper

    2000, David Liss

    De la traduccin: Eva Cruz

    De esta edicin:

    2001, Grupo Santillana de Ediciones, S. A.

    Torrelaguna, 60. 28043 Madrid

    Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S. A.

    Beazley 3860. 1437 Buenos Aires. Argentina

    Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S. A. de C. V.

    Avda. Universidad, 767, Col. del Valle,

    Mxico, D.F. C. P. 03100. Mxico

    Distribuidora y Editora Aguilar, Altea,

    Taurus, Alfaguara, S. A.

    Calle 80 n 10-23

    Santaf de Bogot. Colombia

    ISBN: 84-204-4252-6

    Depsito legal: M. 12.247-2001

    Impreso en Espaa - Printed in Spain

    Diseo de cubierta: Agustn Escudero

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    Uno

    Hace ya algunos aos, los caballeros del negocio del libro me insistencon toda urgencia en que traslade mis memorias al papel; pues, comohan argumentado estos caballeros, son muchos los que pagarangustosos unos pocos chelines por conocer las verdaderas ysorprendentes aventuras de mi vida. Si bien ha sido mi costumbredesechar la idea con un movimiento despreocupado de la mano, nopuedo afirmar que jams haya pensado seriamente en ello, ya que amenudo he sido yo el primero en felicitarme por haber visto y vividotanto, y muchas veces he compartido alegremente mis historias enbuena compaa, en la sobremesa de alguna cena. Con todo, existeuna diferencia entre las historias que se cuentan avanzada la noche,en torno a una botella de clarete, y un libro que cualquier hombre en

    cualquier lugar puede coger y examinar. Por supuesto que me hedeleitado con la idea de contar mi historia, pero tambin hereconocido que publicarla sera una empresa peliaguda los nombresy detalles de mis aventuras tocaran de cerca a tanta gente an vivaque el libro que las recogiera podra ser, cuando menos, objeto dedenuncia. Pero la idea me ha intrigado atormentado incluso, nocabe duda de que alimentada por la vanidad que anida en el coraznde todos los hombres, y quizs ms an en el mo que en el de lamayora. He decidido, por tanto, escribir este libro como a m meplazca. Si los caballeros de Grub Street desean tachar los nombres deoscuras conexiones, son libres de hacerlo. En lo que a m respecta,

    conservar el manuscrito a fin de que haya algn registro veraz deestos acontecimientos, si no para esta poca, s para la posteridad.

    Me ha costado bastante decidir cmo comenzar, pues he vistomuchas cosas de inters para el pblico en general. Arranco comolos novelistas, con mi nacimiento, o como los poetas, en mitad de laaccin? Tal vez no. Creo que empezar mi historia con el da ahorahace ya ms de treinta y cinco aos en que conoc a WilliamBalfour, puesto que fue el asunto de la muerte de su padre el que meproporcion algo de xito y de reconocimiento entre el pblico. Hastaahora, sin embargo, pocos han sabido toda la verdad acerca de eseasunto.

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    El seor Balfour me visit por primera vez a ltima hora de unamaana de octubre de 1719, un ao de mucha agitacin en esta isla:la nacin viva en permanente temor a los franceses y a su apoyo alheredero del depuesto rey Jacobo, cuyos seguidores jacobitasamenazaban constantemente con recuperar la corona britnica.

    Nuestro rey alemn llevaba apenas cuatro aos en el trono, y lasluchas de poder en el seno de su gobierno irradiaban una sensacinde caos a toda la capital. Todos los peridicos condenaban la cargaque supona la deuda nacional, que decan que nunca podra sersaldada, pero esa deuda no mostraba seales de disminuir. Fue stauna poca de exuberancia y de desorden, de desastres y deoportunidades. Fue una buena poca para un hombre cuyo sustentodependa del crimen y la confusin.

    Pero a m la poltica nacional me importaba ms bien poco, y lanica deuda que me preocupaba era la ma. Y el da en el que

    comienza mi relato tena problemas ms acuciantes incluso que miprecaria economa. Llevaba tiempo despierto, aunque muy pocolevantado y vestido, cuando mi casera, la seora Garrison, meinform de que haba abajo un caballero cristiano que deseabaverme. La buena de mi casera siempre senta la necesidad deespecificar que era un caballero cristiano el que me visitaba,aunque en los meses que llevaba residiendo con ella, ningn judo,aparte de m mismo, haba cruzado nunca el umbral de su puerta.

    Esa maana me encontraba deshecho, y en absoluto encondiciones de recibir a nadie, mucho menos a un extrao, as que leped a la seora Garrison que le despidiera, pero, con su habitualintrepidez porque la seora Garrison era una criatura resuelta,regres para informarme de que el motivo de la visita del caballeroera urgente.

    Dice que viene por un asesinato me explic con el mismotono apagado que utilizaba para anunciarme una subida en el alquiler.Su cara plida y venosa se endureci mostrando su desagrado. Esoha dicho, asesinato por las buenas. No puedo decir que me agrade,seor Weaver, que venga gente a mi casa hablando de asesinatos.

    No alcanzaba a entender del todo por qu, si la palabra leresultaba tan desagradable al odo, la pronunciaba tan alto en mitaddel pasillo, pero supe que mi tarea era confortarla.

    Lo comprendo perfectamente, seora. Seguro que el caballeroha dicho satinado y no asesinato ment, pues ando en estemomento ocupado en un negocio de telas. Dgale que suba, por favor.

    La palabra asesinato haba llamado mi atencin tanto como lade la seora Garrison. Haba estado involucrado en una especie de

    asesinato haca apenas doce horas, y pens que el asunto podaconcernirme, y mucho. Este Balfour sera sin duda algn pjaro

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    carroero la clase de renegado* desesperado que infestaba Londres, una criatura que peinaba las callejuelas hmedas e inmundascercanas al ro, a la caza de cualquier cosa que pudiera empear,incluyendo informacin. Seguro que haba odo algo acerca deldesafortunado incidente con el que me haba topado y vena a

    pedirme que pagara su silencio. Yo saba bien cmo deshacerme deun hombre de su calaa. No con dinero, por supuesto, porque darle aun granuja un poco de plata no es ms que animarle a que vuelva porms. No, yo haba llegado a la conclusin de que, en estos casos, laviolencia me era ms rentable. Pensara en algo nada sangriento enalgo que no atrajese la atencin de la seora Garrison cuando tuvieseque escoltar al canalla hasta la puerta. Una mujer a la que leenojaba que se hablase de asesinato bajo su techo, difcilmente darasu aprobacin al espectculo de una mutilacin bajando por suescalera.

    Me tom un momento para ordenar mi sala de visitas, como yo lallamaba. Le haba alquilado dos habitaciones a la seora Garrison,una privada, y otra donde me ocupaba de mi negocio. Como muchoshombres de negocios porque as me imaginaba a m mismo, inclusoentonces sola atender mis asuntos en un caf cercano, pero ladelicada naturaleza de mi trabajo haba convertido esosestablecimientos pblicos en lugares inaceptables para mis clientes.En lugar de eso, haba montado una habitacin con diversas sillasconfortables, una mesa en torno a la que sentarse y una eleganteestantera que usaba para almacenar vino y queso en lugar de los

    libros para los que estaba diseada. La seora Garrison se habaocupado de la decoracin, y si bien le haba dado al cuarto un tonoalegre poco apropiado, con su pintura rosa plido y sus cortinascelestes, me di cuenta de que unas cuantas espadas y algn grabadode tema marcial en las paredes contribuan a aadir un correctivosuficientemente masculino.

    Me enorgulleca que estos aposentos fueran tan sumamentedecentes, puesto que su aire refinado tranquilizaba a los caballerosque acudan a solicitar mis servicios. Mi oficio tocaba con frecuenciaaspectos desagradables, y los caballeros, segn haba aprendido,

    preferan la ilusin de estar participando en un negocio corriente ynada ms.

    Me gustara aadir, aun a riesgo de que se me acuse devanidoso, que tambin me enorgulleca de mi propio aspecto. Habaescapado de mis aos como pgil con pocos de los distintivos queotorgaban a mis colegas veteranos del ring ese aspecto de rufianes ojos perdidos para siempre, narices aplastadas u otrasdesfiguraciones semejantes, y no luca ms seal de las palizas queunas pocas cicatrices pequeas por la cara, una nariz que mostrabatan slo alguna que otra leve protuberancia y el contorno mellado que

    acompaa a varias roturas. De hecho, me consideraba un hombre* En espaol en el original. (N. de la T.)

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    razonablemente apuesto, y me empeaba en vestir siempre concorreccin, aunque con modestia. Slo llevaba sobre el cuerpocamisas limpias, y ninguna de mis chaquetas o chalecos tena ms deun ao. Sin embargo no era uno de esos joviales petimetres vestidosa la ltima con colores vivos y chorreras; un hombre de mi profesin

    prefiere siempre las modas sencillas que no atraigan sobre su personaespecial atencin.

    Me sent tras mi gran escritorio de roble, de cara a la puerta.Utilizaba esta mesa para ordenar mis asuntos, pero haba descubiertoque serva para hacer patente mi autoridad. As pues, cog una plumay contraje los msculos de la cara tratando de adoptar el aspecto deun hombre ocupado e irritado a la vez.

    No obstante, hube de esforzarme en ocultar mi sorpresa cuandola seora Garrison hizo pasar a aquel visitante. William Balfour no era

    ni mucho menos un faltrero tal y como llambamos entonces a losladrones, sino un caballero de aspecto y vestimenta elegantes.

    Tendra unos cinco aos menos que yo: le ech unos veintids oveintitrs aos. Era un hombre alto, flaco y encorvado, con la miradaalgo hundida en el semblante ancho y apuesto, que slo malograbanligeramente las marcas de la viruela. Llevaba una peluca de primeracalidad, pero mostraba la edad y el uso en sus manchas y en un suciocolor amarillento mal disimulado con polvos. Asimismo, sus ropasconservaban la huella de un buen sastre, pero se las vea demasiadousadas, cubiertas por el polvo del camino y del miedo y de losaposentos baratos. El chaleco, en particular, en otro tiempoentretejido con fino hilo de plata, estaba ahora ajado y rado. Habaalgo tambin en su mirada. No sabra decir si era sospecha, fatiga oderrota, y me observaba con un escepticismo al que yo estaba msque acostumbrado. La mayora de los hombres que entraban poraquella puerta, como pueden comprender, tena una miradapreparada para m: desprecio, duda, superioridad; algunos, inclusoadmiracin. Los hombres de esta ltima categora me haban visto enmi poca de esplendor como pgil, y su amor por el deporte lespermita superar la vergenza de tener que recurrir a la ayuda de un

    judo que se injera en los asuntos desagradables de otros hombres.

    Este Balfour me miraba no como a un judo o un pgil, sino como aotra cosa algo sin importancia alguna, casi como si yo fuese elsirviente que deba llevarle hasta el hombre que buscaba.

    Caballero le dije, levantndome al tiempo que la seoraGarrison cerraba la puerta tras de s. Salud a Balfour con una ligerareverencia, que l me devolvi con rgida resignacin. Despus deofrecerle asiento delante del escritorio, volv a mi silla y le comuniquque aguardaba sus instrucciones.

    Vacil antes de plantear su problema, tomndose un momento

    para estudiar mis rasgos debera decir que para observarembobado mis rasgos, porque me miraba ms como a un espectculo

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    que como a un hombre. Sus ojos se pasearon con evidentedesaprobacin por mi cara y por mi ropa aunque ambas estabanms limpias y aseadas que las suyas, y lanzaron una mirada furtivaa mi pelo, pues, a diferencia de los verdaderos caballeros, yo nollevaba postizo, sino que me recoga los mechones en la nuca, al

    estilo de las pelucas con coleta.

    Usted, supongo, es Benjamin Weaver dijo por fin con una vozquebrada por la incertidumbre. Apenas par mientes en miasentimiento. Vengo por un asunto serio. No me agrada tener querecurrir a sus peculiares servicios, pero necesito la ayuda que slo unhombre como usted puede proporcionarme.

    Se revolvi incmodo en el asiento, y me pregunt si no podra elseor Balfour ser alguien diferente de quien aparentaba si no seraacaso un hombre de rango muy inferior disfrazado de caballero. Ah

    estaba, despus de todo, el asesinato del que le haba odo hablar laseora Garrison, pero ahora no poda sino preguntarme si el asesinatoque l haba mencionado era el mismo que a m tanto meatormentaba.

    Espero poder serle de alguna ayuda le dije, con estudiadacortesa. Dej a un lado la pluma y lade la cabeza ligeramente parademostrarle que tena toda mi atencin.

    Las manos le temblaban caprichosamente mientras se miraba lasuas con indiferencia poco convincente.

    S, se trata de un asunto desagradable, as que estoy seguro deque estar usted a la altura del encargo.

    Le ofrec una breve reverencia desde mi silla y le dije lo amableque era, o alguna otra perogrullada por el estilo, pero l apenas sepercat de lo que yo deca. A pesar de sus esfuerzos por fingir unaespecie de afectada lasitud, su aspecto era el de un hombre a puntode ahogarse, como si el cuello de la camisa le apretase la garganta.Se mordi el labio. Mir alrededor de la habitacin; los ojos lesaltaban de un lado a otro.

    Caballero le dije, perdneme si le digo que parece ustedalgo descompuesto. Puedo ofrecerle una copa de oporto?

    Mis palabras le alcanzaron como una bofetada en pleno rostro, yse recompuso adoptando de nuevo la pose de un dandidespreocupado.

    Me imagino que sabr usted que existen formas menosimpertinentes de preguntarle a un caballero por sus aflicciones. Noobstante, aceptar una copa de lo que sea que pueda tener por aqu.

    No era por deferencia por lo que le permita a Balfour que me

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    insultase libremente. Una vez establecido en mi profesin, no mellev mucho tiempo aprender que los hombres de linaje o posicinsentan una profunda necesidad de demostrar su superioridad nohacia el hombre que contrataban para inmiscuirse en sus asuntosprivados, sino hacia el trabajo en s. Yo no poda tomarme las

    libertades de Balfour como una cuestin personal, porque no ibandirigidas a m. Saba tambin que una vez que hubiera satisfecho a unhombre as, el recuerdo de su propio comportamiento descorts amenudo le movera a pagarme con celeridad y a recomendar mishabilidades a sus conocidos. De modo que apart de m los insultosde Balfour como un oso espanta a los perros que le atormentan enHockley-in-the-Hole. Le serv el vino y volv a mi mesa.

    Tom un sorbo.

    No estoy descompuesto me asegur. Si la calidad de mi licor

    sorprendi agradablemente a mi invitado, como esperaba quehiciese, consider que ste era un detalle que no vala la penamencionar. Lo que estoy es fatigado por la mala noche, y la verdadhizo una pausa para lanzarme una mirada cargada de intencines que estoy de luto por mi padre, que falleci apenas har dosmeses.

    Le present mis disculpas y luego me sorprend a m mismodicindole que yo tambin haba perdido a mi padre recientemente.

    Balfour a su vez me dej boquiabierto al contarme que saba de

    la muerte de mi padre.

    Su padre, seor, y el mo, se conocan. Hicieron negociosjuntos, ya sabe, en una poca en la que mi padre necesit losservicios de un hombre de la... clase de su padre.

    Me gustara creer que no mostr sorpresa alguna, pero dudo deque fuera as. Mi apellido de nacimiento no es Weaver, sino Lienzo.Pocos hombres estaban al tanto de mi verdadero apellido, as que nopoda prever que ste conociese la identidad de mi padre. No podaadivinar qu ms sabra Balfour de m, pero no le hice preguntas. Sloasent despacio.

    Me encontraba ya completamente despistado acerca de lo quequerra este hombre, ya que estaba perfectamente claro que no habavenido para nada relacionado con mi desafortunado incidente de lanoche anterior. Mientras meditaba sobre mis muchas incertidumbres,se me ocurri que me acordaba vagamente del padre de Balfour.Recordaba haber odo a mi padre hablar de l slo haba dichocosas buenas de aquel hombre, porque haban estado ms unidos,creo, que dos simples conocidos, aunque llamarlos amigos habra sido

    exagerar las posibilidades de su relacin. Recordaba al padre deBalfour, aun cuando hubiese olvidado a numerosos hombres con losque mi propio padre haca negocios, puesto que era poco habitual

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    que mantuviera una relacin tan estrecha con un caballero cristiano.Sin embargo, no me haba venido a la memoria la asociacin de mipadre con aquel hombre cuando le en los peridicos la noticia delsuicidio de Michael Balfour. Haba sido un comerciante adinerado y,como muchos hombres de negocios que asuman riesgos, haba

    sufrido graves reveses financieros. Los suyos en particular fueronseveros; haba perdido ms de lo que tena en una serie de malasempresas e, insolvente e incapaz de enfrentarse ni a sus acreedoresni a su familia con la vergenza de su ruina, se haba ahorcado en susestablos. Haba cometido este acto apenas veinticuatro horas antesde la muerte de mi padre.

    As que usted oy hablar de mis servicios de voz de su padre?le pregunt a Balfour. Era una pregunta irrelevante, al menos en loque ataa a las preocupaciones del seor Balfour. Quera saber si mipadre haba hablado de m es ms, si lo haba hecho

    favorablemente a sus colegas y socios. Para mi sorpresa, medescubr deseando que Balfour supiera si mi padre, de algn modo,respetaba la vida que me haba construido.

    Balfour me desenga rpidamente de estas ficciones.

    La recomendacin no es tan directa. No hay duda de que habaodo su nombre en el pasado, con las mismas connotaciones,comprender usted, con las que uno oye hablar de trapecistas yespectculos de feria y esa clase de cosas, pero me hallabarecientemente en un caf, cuando o a un caballero mencionar sunombre. Un amigo de este caballero, un tal Sir Owen Nettleton, lehaba contratado a usted por un asunto de negocios y le creacompetente, un adjetivo de suficiente mrito en los tiempos quecorren. Fue entonces cuando conceb la idea de que sus serviciosquizs pudieran serme de utilidad.

    A menudo me maravillaba de que Londres, siendo una ciudad tanenorme, fuera a veces tan asombrosamente pequea. Entreincontables miles, esta clase de casualidades se dan casi a diario,puesto que hombres de naturaleza e intereses similares

    inevitablemente se congregan en los mismos clubes, tabernas, cafsy salones de t. Era cierto que haba servido a Sir Owen Nettleton, ysus asuntos ocupaban gran parte de mis pensamientos aquellamaana, pero hablar de l ms adelante.

    Balfour se termin el oporto de un trago y me mir directamentea los ojos con una intensidad que sugera que estaba armndose devalor.

    Seor Weaver, ir al grano. A mi padre, seor, lo asesinaron.Creo que la misma persona o personas que asesinaron a su padre.

    Ni siquiera poda pensar en cmo reaccionar. A mi padre lohaban matado, s, pero no asesinado, haca unos dos meses: un

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    cochero borracho le haba arrollado cuando cruzaba ThreadneedleStreet. El asunto haba estado rodeado de cierta incertidumbre. Cuntemerario haba sido el cochero? Acaso mi padre se le cruzciegamente en el camino? Poda haberse evitado? Todas, preguntassin respuesta, segn dictamin el juez. El cochero, aunque negligente,

    haba actuado sin mala intencin, y no poda tener ningn motivopara querer hacerle dao a mi padre. La misma accin perpetradacontra un conde o contra un parlamentario podra haberle supuesto alcochero, como mnimo, siete aos de destierro en las colonias, pero elatropello descuidado de un corredor de bolsa judo apenas era untema sobre el que desplegar todo el imperio de la ley. El juez puso enlibertad al cochero con una severa advertencia, y eso supuso el finallegal de la cuestin.

    Por aquella poca yo llevaba casi diez aos sin hablar con mipadre. No saba prcticamente nada acerca de sus negocios y en

    ningn modo se me haba pasado por la cabeza que su muertepudiera haber sido algo tan horrible como un asesinato. Estepensamiento, sin embargo, s se le haba ocurrido al pariente de mipadre, mi to Miguel, quien me haba escrito para informarme de sussospechas. Me ruboriza admitir que respond a sus esfuerzos con unamera respuesta formal en la que tachaba sus ideas de disparatadas.Hice esto en parte porque no quera relacionarme con mi familia y enparte porque saba que mi to, por razones que no acertaba acomprender, haba querido a mi padre y no poda aceptar el sinsentido de una muerte tan fortuita. Pero ahora, de nuevo, me

    enfrentaba a la idea de que mi padre haba sido vctima de unmalvado crimen, y de nuevo me daba cuenta de que mi exiliovoluntario de la familia me haca desear no creer en ella.

    Forc mi rostro para adaptarlo a los rgidos ngulos de laimparcialidad.

    La muerte de mi padre fue un desafortunado accidente comenc. Balfour saba ms acerca de mi familia de lo que yo sabade la suya, y lo consider una desventaja, as que, con el nimo yaagitado, continu al ritmo ms pausado posible. Y si me permite la

    des cortesa, le recordar que la prensa inform sobre la muerte de supadre como algo distinto al asesinato.

    Balfour levant la mano, como si pudiese espantar la idea delsuicidio.

    Ya s cmo inform la prensa me espet, escupiendosalivazos y s lo que dijo el juez, pero aun as le prometo que aqufalla algo. En el momento de la muerte de mi padre, se descubri quesu fortuna estaba absolutamente mermada, pero pocas semanasantes l mismo me haba dicho que estaba beneficindose de la

    especulacin, aprovechando bien la fluctuacin de los mercadosprovocada por la rivalidad entre el Banco de Inglaterra y la Compaa

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    de los Mares del Sur. Yo no deseaba verle involucrado en los asuntosde la calle de la Bolsa, comprando y vendiendo acciones a la manerade un... bueno, a la manera de su gente, Weaver, pero l crea que allhaba grandes oportunidades para un hombre que mantuviera lacabeza fra. As que cmo puede ser que sus finanzas estuvieran

    tan... hizo una pausa breve para elegir el trmino desordenadas?Cree usted que pueda ser mera coincidencia que nuestros padres,dos hombres bien relacionados y muy ricos, muriesen repentina ymisteriosamente en el transcurso de un solo da, y que las inversionesde mi padre resulten estar sumidas en el caos?

    Mientras hablaba, el rostro de Balfour revelaba no pocaspasiones: indignacin, repugnancia, incomodidad, incluso, creo yo,vergenza. Me pareci bastante extrao que un hombre dispuesto adesvelar tan terrible crimen no mostrase ninguna seal de clera.

    Las afirmaciones que haca, no obstante, despertaron en m unaagitacin que intent contener concentrando mi mente en los hechosque tena delante.

    Lo que usted me presenta no ofrece prueba alguna de quehaya tenido lugar un asesinato dije despus de un momento. Noentiendo cmo ha llegado usted a esta conclusin.

    La muerte de mi padre se disfraz de suicidio para que uno ovarios maleantes pudieran llevarse su dinero impunemente dictamin, como si estuviese revelando un descubrimiento de filosofa

    natural.

    Entonces, cree usted que han robado la fortuna de su padre yque ste fue asesinado para ocultar dicho robo?

    En una palabra, seor, s. Eso es lo que creo las facciones deBalfour se relajaron, por un instante, en una expresin de lnguidasatisfaccin. Luego dirigi la mirada a su copa vaca con ansiedadnerviosa. Le complac volvindosela a llenar.

    Di unas zancadas por la habitacin, a pesar del molesto dolor de

    una antigua herida en la pierna, una herida que haba acabado conmis das como pgil.

    Cul es entonces la conexin entre estas muertes, caballero?Las finanzas de mi padre estn saneadas.

    Pero falta alguna cosa? Acaso lo sabe, seor?

    No lo saba, de modo que pas por alto lo que consideraba unapregunta impertinente.

    Le hablar con franqueza por su propio bien. Su padre hamuerto recientemente, en condiciones terribles, y sin poder dejar una

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    herencia. Usted se ha criado con esperanzas ciertas de fortuna yprivilegio, con todas las razones para creer que vivira la vidadesahogada de un caballero. Ahora se encuentra con que sus sueosse han esfumado, y busca la forma de creer que las cosas son de otramanera.

    Balfour enrojeci furibundo. Sospecho que no estabaacostumbrado a los retos, especialmente si procedan de hombrescomo yo.

    Me ofenden sus palabras, Weaver. Puede que mi familia estpasando estrecheces en este momento, pero hara usted bien enrecordar que yo nac caballero.

    Igual que yo dije, mirndole directamente a los ojosenrojecidos. Haba sido un golpe bajo. Su familia era advenediza, y l

    lo saba. Se haba ganado tan ambiguo ttulo, el de caballero, graciasa las agresivas operaciones de su padre como comerciante de tabaco,no por la grandeza de su sangre. De hecho, yo recordaba que el viejoBalfour haba causado cierta conmocin entre los comerciantestabaqueros ms establecidos por enojar a los hombres a los quecontrataba para descargar sus naves. A los trabajadores portuarios,por costumbre, siempre se les haba pagado salarios bajos, que elloscomplementaban redistribuyendo calladamente los cargamentos quemanejaban. En el caso de los barcos que llevan tabaco, el proceso seconoce como arrambleo: los trabajadores simplemente hunden lasmanos en las pacas de tabaco, arramblan con cuanto pueden y luegolo revenden por su cuenta. Es cierto que en la prctica se trataba deuna especie de robo autorizado, pero haca aos que los comerciantesde tabaco se haban percatado de que sus porteadores se estabanhaciendo con parte del cargamento, as que se haban limitado abajar los salarios y a hacer la vista gorda.

    El viejo Balfour, sin embargo, tom la desafortunada iniciativa decontratar vigilantes para asegurarse de que nadie le esquilmaba elcargamento, pero se neg a subir los salarios en compensacin. Lostrabajadores recurrieron a la violencia abrieron varias pacas de

    hierba a golpes y soltaron temerariamente todo su contenido. Elviejo Balfour slo se rindi cuando sus compaeros tabaqueros leconvencieron de que si segua con esa alocada medida se arriesgabaa una revuelta y a la destruccin de las mercancas de todos ellos.

    Que este hijo de mercader afirmase que la suya era una viejafamilia era evidentemente absurdo ni siquiera era una vieja familiade comerciantes. Y aunque en esos das haba, como lo hay hoy,algo decididamente ingls en un comerciante rico, constitua todavauna afirmacin relativamente nueva e incierta que el hijo de unhombre semejante se arrogase la posicin de caballero. Mi

    declaracin de que nuestras familias eran equiparables le produjo unaespecie de ataque. Parpade como si intentase disipar una visin, y

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    su cara se contrajo en espasmos de irritacin hasta que recuper elcontrol de s mismo.

    Creo que no es casual que los asesinos de mi padre hicieranque pareciese un suicidio, porque as a todos nos avergenza hablar

    de ello. Pero a m no me avergenza. Usted ahora me cree sin blanca,y piensa que vengo a rogarle que me ayude como si fuera unindigente, pero usted no sabe nada de m. Le pagar veinte libraspara que dedique una semana a investigar este asunto hizo unapausa para darme tiempo a reflexionar sobre tamaa suma. Que yodeba pagarle algo para desvelar la verdad acerca del asesinato de supropio padre debera suponerle una deshonra, pero yo no respondode sus sentimientos.

    Estudi su rostro, buscando seales de no s bien qu:falsedad?, duda?, temor? Vi slo una nerviosa determinacin. Ya

    no dudaba de que fuera quien deca ser. Era un hombredesagradable; saba que me disgustaba profundamente y estabaseguro de que l tampoco senta por m afecto alguno, y sin embargono poda negar mi inters en las afirmaciones que haca sobre lamuerte de mi padre.

    Seor Balfour, vio alguien lo que usted afirma que fue lasimulacin de un suicidio?

    Agit las manos en el aire para demostrar la necedad de mipregunta.

    No s de nadie que lo viera.

    Insist.

    Ha odo algn rumor, seor?

    Me mir con asombro, como si hablase en un idiomadesconocido.

    Rumores? De boca de quin? Me cree usted el tipo de

    persona que conversara con alguien que hablase de estas cosas?Suspir.

    Entonces estoy confuso. Cmo puedo encontrar a un criminalsi no tiene usted ni testigos ni contactos? Dnde se supone,concretamente, que debo investigar?

    Yo no conozco su trabajo, Weaver. Me parece que est ustedactuando con endemoniada cerrazn. Usted ha llevado a hombresante la justicia en el pasado: igual que lo hizo entonces, debe hacerlo

    ahora.

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    Intent sonrerle con cortesa y, lo admito, tambin concondescendencia.

    Siempre que he llevado a alguien frente a la justicia, seor, hasido en casos en los que alguien conoca la identidad del maleante, y

    mi trabajo consista en localizarle. O puede que haya habido algncrimen en el que el canalla era desconocido, pero los testigos vieronque tena riesgos muy distintivos: digamos, por ejemplo, que tenauna cicatriz encima del ojo derecho y que le faltaba un pulgar. Coninformacin de esa naturaleza puedo hacerle preguntas a la clase degente que puede conocerle y as enterarme de su nombre, de suscostumbres y, finalmente, de su paradero. Pero si el primer paso es sucreencia, cul ser el segundo paso? A quin debo preguntarahora?

    Me escandaliza usted con sus mtodos, Weaver hizo una

    breve pausa, quizs para mitigar su desagrado. No puedo hablarlede segundos pasos ni decirle qu rufianes son los adecuados paraque usted les pregunte acerca del asesinato de mi padre. Su negocioes su negocio, pero imagino que considerar el tema de suficienteinters como para aceptar mis veinte libras.

    Me qued un rato en silencio. No deseaba otra cosa ms queechar a aquel hombre, puesto que siempre haba estado dispuesto asacrificar lo que fuera con tal de evitar cualquier contacto con mifamilia. Pero veinte libras no eran suma pequea para m, y aunquetema el terrible da del encuentro, saba que necesitaba algunafuerza exterior que me empujara a restablecer el contacto conaquellos a quienes haba descuidado durante tanto tiempo. Y habaalgo ms: aunque entonces no hubiera sido capaz de explicar porqu, la idea de investigar un asunto tan opaco me intrigaba, ya queme daba la impresin de que Balfour, pese a la fanfarronera con laque presentaba sus opiniones, tena razn. Si se haba cometido uncrimen, lo razonable era que pudiese ser desvelado, y me agradaba laidea de lo que el xito en una investigacin de esta naturaleza podrasuponer para mi reputacin.

    Espero pronto otra visita dije por fin. Y estoy muy ocupado.l empez a hablar, pero no le dej seguir.

    Investigar este asunto, seor Balfour. Cmo no iba a hacerlo?Pero no tengo tiempo de investigarlo inmediatamente. Si han matadoa su padre, entonces tiene que haber alguna razn para ello. Si setrata de un robo, necesitamos conocer ms detalles acerca de eserobo. Quiero que vaya usted y haga averiguaciones lo msexhaustivas posibles sobre sus asuntos. Hable con sus amigos, consus parientes, con sus empleados, con quienquiera que a usted le

    parezca que pueda albergar sospechas similares. Hgame saberdnde puedo encontrarle, y dentro de unos das ir a verle.

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    Para qu voy a pagarle, Weaver, si he de ser yo quien haga sutrabajo?

    Esta vez mi sonrisa fue menos benigna.

    Es cierto, tiene usted toda la razn. En cuanto tenga unmomento ir yo mismo a hablar con la familia, los amigos y losempleados de su padre. Para que me reciban, les dir enseguida quees usted quien me enva para hacerles preguntas. Quizs desee ustedinformarles de antemano de que esperen la visita de un judo llamadoWeaver que vendr a indagar a fondo en los asuntos de la familia.

    No puedo permitir que ande usted molestando a esas personastartamude. Por Dios, usted hacindole preguntas a mi madre...

    Entonces, a lo mejor, como le vengo sugiriendo, quiera ser

    usted quien haga las averiguaciones.Balfour se puso en pie, actuando con compostura de caballero.

    Veo que es usted un hbil manipulador. Har algunas pesquisasdiscretas. Pero espero tener noticias suyas muy pronto.

    Yo ni habl ni me mov, pero Balfour no se dio por enterado, y enun instante haba desaparecido de mis aposentos. Permanec inmvildurante un rato. Pens acerca de lo acontecido y de su posiblesignificado, y luego cog la botella de oporto.

  • 7/27/2019 David Liss - Una conspiracin de papel

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    Dos

    En aquellos tiempos mi negocio era an nuevo; no tena ni dos aosde experiencia y todava me afanaba en aprender los secretos de mioficio. Haba disputado mi ltimo combate oficial como pgil unoscinco aos antes, cuando no tena ms de veintitrs. Despus de queaquella profesin llegase a un final tan abrupto, encontr manerasdiversas de ganarme el sustento, o quizs debiera decir de sobrevivir.De la mayora de estas vocaciones no estoy orgulloso, pero meensearon muchas cosas que me resultaran de provecho ms tarde.Durante un tiempo estuve empleado en un patrullero que haca eltrayecto entre el sur de Inglaterra y Francia, pero este barco, comoadivinarn mis perspicaces lectores, no perteneca a la flota de SuMajestad. Cuando arrestaron a nuestro patrn bajo acusaciones de

    contrabando, fui a la deriva de aqu para all, e incluso, aunque meruborice reconocerlo, adopt el modo de vida de los ladrones decasas, y luego el de salteador de caminos. Las ocupaciones de estanaturaleza, aunque excitantes, rara vez resultan rentables, y uno secansa de ver a los amigos con el dogal alrededor del cuello. As quehice juramentos y promesas, y regres a Londres a buscarme algnoficio honesto.

    Es una lstima que no me anticipase a los pgiles de hoy en da,quienes, como el famoso Jack Broughton, cuando se retiran abrenacademias donde entrenan a los mozos que ocuparn su lugar.

    Broughton, de hecho, ha sido tan ingenioso que ha inventado unosartefactos a los que llama guantes de boxeo: una especie devoluptuoso acolchado para el puo. He visto estas cosas y sospechoque ser golpeado por un hombre que lleva estos guantes es casicomo no ser golpeado en absoluto.

    Yo era mucho menos listo que Broughton y no tena ideas tanambiciosas, pero s tena unas cuantas libras mal ganadas en elbolsillo, y buscaba un socio con quien abrir una taberna o algn otronegocio de ese tipo. Fue en esa poca, mientras regresaba a pie a mishabitaciones ya entrada la noche, cuando tuve la buena fortuna de

    socorrer a un anciano acosado por una banda de mocosos ricos. Aestos rufianes aristocrticos, conocidos en aquellos das como los

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    Mohock (un nombre que supona un insulto para los honorablessalvajes de las Amricas), nada les diverta ms que pasearse por lascalles de Londres, atormentando a quienes eran ms pobres queellos, rompindoles brazos y piernas, arrancndoles la nariz o unaoreja, empujando a seoras mayores ladera abajo e incluso, aunque

    en contadas ocasiones, deleitndose con tan irreversible crimen comoel asesinato.

    Yo haba ledo acerca de estos cachorros arrogantes y habadeseado tener la oportunidad de devolverles un poco de su propiaviolencia, de modo que ahora no s si fue mi odio por los privilegiosque estos hombres crean que les pertenecan o la bondadosapreocupacin que me despertaba la anciana vctima lo que me atrajoa la pelea. Slo puedo decir que cuando vi la escena frente a m,actu sin vacilacin.

    Cuatro mohocks, vestidos de satn y fino encaje, y cubiertos conmscaras de carnaval italianas, rodeaban a un tipo mayor que sehaba encogido en el suelo y estaba sentado como una especie denio grotesco con las piernas dobladas. Le haban quitado la peluca yla haban arrojado al suelo, y un delgado hilo de sangre le manaba deun corte en la cabeza. Los mohocks proferan risitas, y uno de elloshizo un chiste obsceno en latn, que desat la abierta hilaridad de losdems.

    Ahora le dijo uno de ellos al viejo es usted quien elige sac el sable y reban el aire con la ensayada soltura de un maestrode esgrima, antes de arrimar la punta del arma a la cara del hombre. Prefiere perder una oreja o la punta de la nariz? Decdase prontoo le otorgaremos los dos premios en pago por sus esfuerzos.

    Por un momento no hubo ms sonido que la entrecortadarespiracin del hombre sitiado y el rumor de la mugre de la ciudadcorriendo por el arroyo en mitad de la calle.

    La rotura de pierna que haba terminado con mi carrera en loscuadrilteros me dej sin el aguante de un pgil, pero todava mesobraban fuerzas para una breve ria callejera. Los mohocks estabandemasiado ebrios de crueldad, y de vino tambin, como para advertirmi presencia, de modo que me apresur a ayudar a la vctima,despachando inmediatamente a uno de los mozos con un golpe ferozen la nuca. Antes de que sus compaeros se dieran cuenta de que mehaba metido en la pelea, ya haba agarrado a un segundo truhn y lohaba tirado de cabeza contra el muro, maniobra que lo dejincapacitado para nuevas fechoras.

    El viejo, a quien yo haba credo tan indefenso como una mujer,vio como los dos equipos se igualaban rpidamente, y se incorpor en

    una postura ms varonil, pegando bruscamente al asaltante que lehaba amenazado con el sable, hacindole soltar el largo y elegante

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    filo y envindolo con estruendo a la oscuridad. Yo me bata ahora apuetazos con uno de los dos hombres que permanecan en labatalla, mientras que mi compaero, que debi de sacar fuerzas de laindignacin, reciba unos cuantos golpes tremendos en la carasoportando con valenta el dolor. Le manaba abundante sangre de un

    nuevo corte sobre el ojo izquierdo, pero demostr ser un guerreroanimoso y se mantuvo en juego durante el tiempo que transcurrihasta que apareci un guardia del barrio, con la linterna en alto, alfinal de la calle. Los mohocks, al ver al vigilante, decidieroninterrumpir su pasatiempo, y los dos villanos que quedaban en piereunieron a sus camaradas cados y se fueron cojeando a lamerse lasheridas y a inventarse historias que pudieran explicar susmagulladuras.

    Mientras se aproximaba el vigilante, me acerqu a mi compaerode armas y le sujet por los hombros para enderezarle. Me mir

    fijamente con los ojos cansados, la mirada borrosa por la sangre y elsudor, y luego me ofreci una amplia sonrisa.

    Benjamin Weaver! exclam. El Len de Judea! Caramba,nunca pens que volvera a verle pelear. Y an menos que lo haradesde tan cerca.

    Tampoco entraba en mis planes le dije, cogiendo aliento.Pero me alegra haberle sido de ayuda a un hombre en apuros.

    Y an ha de alegrarse ms me asegur, porque que me

    condenen a servir al mismo Satans si no recompenso su valor comose merece. Deme la mano, caballero.

    El infortunado se present entonces como Hosea Bohun, y merog que le visitara al da siguiente para poder as ofrecerme unapequea recompensa en seal de gratitud. Para entonces ya haballegado el guardia: un tipo debilucho, poco dotado para su oficio.Como haba perdido a los asaltantes, el vigilante consider una granidea llevarse a las vctimas al calabozo como castigo por estar en lacalle despus del toque de queda, pero el seor Bohun salpic sudiscurso hbilmente con los nombres de sus amigos, incluyendo el delseor alcalde, y despach al vigilante.

    Al da siguiente descubr que haba tenido la fortuna de socorreren una situacin de vida o muerte a un comerciante muy adineradode la Compaa de las Indias Orientales, y en la esplndida casona delseor Bohun, este hombre agradecido me recompens con una sumano inferior a las cien libras, y la promesa de ayudarme si sepresentaba la ocasin. Y es cierto que me ayud, ya que la historia decmo le haban asediado los mohocks y de cmo tuvo la suerte deenfrentarse a ellos con Benjamin Weaver a su lado, encontr eco en

    los peridicos. Al poco tiempo recib las visitas de otros hombres algunos elegantes, otros pobres, pero todos con ofertas para pagarme

  • 7/27/2019 David Liss - Una conspiracin de papel

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    por mis habilidades. Un caballero preparaba un viaje a su casa decampo y deseaba que cabalgase a su lado para protegerle a l y a susbienes de los salteadores de caminos. Otro era un tendero cuyoestablecimiento era asaltado regularmente por una panda derufianes; quera que pasase algn tiempo en su tienda a la espera de

    los villanos, a quienes deba recompensar por sus fechoras. Otro msquera que cobrase la deuda de un sujeto escurridizo que habasorteado con xito a los alguaciles durante ms de un ao. Quizs lapeticin ms significativa (una que de nuevo coloc mi nombre en lostitulares) vino de una seora venida a menos cuya nica hija, que notena ni doce aos, haba sido atacada de la forma ms ignominiosapor un marinero. Haba testigos del ataque pero esta mujer nolograba encontrarlos ni a ellos ni al propio marinero. Pronto descubrque no haba ms que hacer preguntas, escuchar las habladuras yseguir las pistas que iban dejando atrs los culpables imprudentes.Este marinero, como puede que sepan mis lectores, fue condenadopor violacin y yo mismo tuve el placer de presenciar suahorcamiento en Tyburn.

    Y as comenz mi trabajo como protector, vigilante, alguacil,guardia de alquiler y apresador de ladrones. Esta ltima ocupacinresult ser la ms lucrativa, puesto que por llevar a los criminalesante la justicia reciba, no slo el pago de mi patrn, sino tambin lacuantiosa recompensa de cuarenta libras que ofreca el Estado. Tres ocuatro botines de esta clase en el curso de un ao suponan un salariogeneroso para un hombre de mi posicin.

    Digo con cierto orgullo que pronto me labr una reputacin dehombre honrado, ya que es cosa bien sabida que los apresadores deladrones son, por lo general, tunantes de la peor calaa, a quienes leses indiferente la inocencia o la culpabilidad del pobre desgraciado alque arrastran frente al juez slo por la recompensa que acompaa ala condena. Cuando yo establec mi negocio, hice saber que no iba atener nada que ver con los trucos de los apresadores de ladrones, yque me ocupara slo de capturar villanos y de recuperar bienesrobados. Hice esto no slo para evitar colocarme al otro lado de la ley,sino tambin para que existiese algn hombre en quien las vctimas

    de robos pudiesen confiar.Para mi desgracia haba poco trabajo como apresador de

    ladrones en los das en los que mi historia comienza, puesto que unconocido granuja llamado Jonathan Wild haba empezado a labrarseuna reputacin como Apresador Mayor. Wild pareca obrar milagrospara las incontables vctimas de robo en todo Londres, ya que eracapaz de descubrir el paradero de prcticamente todos los ladronesde la ciudad, y poda recuperar casi todos los objetos robados. Comosabemos hoy, y como sabamos muchos entonces, Jonathan Wildpoda hacer todo esto porque apenas haba un solo caco en Londres

    que no fuese su empleado. Cuando alguien descubra que le habasido sustrado algn objeto, a menudo encontraba ms prctico pagar

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    a los propios ladrones para que devolviesen lo robado que contratar aun hombre como yo que no poda ofrecer garanta alguna derecuperarlo. Wild nunca daba garantas, pues se haca pasar por unciudadano preocupado que simplemente ofreca su ayuda, pero raravez haba odo yo que no fuera capaz de recuperar algo robado.

    Segn la costumbre, sus vctimas ponan anuncios en el DailyCourantinformando de los objetos que deseaban recuperar. No solatranscurrir mucho tiempo antes de que la vctima recibiese noticiasdel seor Wild, explicndole que crea poder ayudarle si el buen seoro seora estuviera dispuesto a ofrecerle al ladrn la mitad o trescuartas partes del valor del objeto robado. No era un trato justo, peroera ms justo que tener que reemplazar lo robado, as que de estemodo los ciudadanos de Londres recuperaban sus objetos perdidos yalababan al hombre que los haba robado. Wild, por su parte, recibapor su botn mucho ms dinero del que podra haber soado dehaberlo ofrecido a un perista o intentado venderlo por su cuenta. Sehaba enriquecido tanto con estas tretas que se deca que tenaagentes en casi todas las ciudades de importancia de Inglaterra y queposea barcos de contrabando que navegaban constantemente entreestas costas y las de Francia y Holanda con cargamentos ilegales.

    A pesar de su gran xito, siempre hubo gente que tena biencalado a Wild y nunca hizo negocios con l. Sir Owen Nettleton erauno de estos caballeros; haba venido a m con un encargo apenasdos das antes de mi encuentro con Balfour. Sir Owen era un hombresimptico, y me agrad enormemente casi de inmediato. Se present

    en mi sala de visitas, orgulloso y jovial, un poco gordo y un pocoborracho. A algunos les avergonzaba venir a verme a mi barrio quizs porque Covent Garden era una zona demasiado poco elegante,quizs porque no deseaban entrar pblicamente en casa de un judo, pero Sir Owen era antes que nada abierto y conspicuo. Trasestacionar su inconfundible carroza dorada y turquesa justamente ala puerta de la casa de la seora Garrison, entr, descaradamentedispuesto a dar su nombre a quienquiera que se lo preguntase.

    Tena casi cuarenta aos, creo, pero su atuendo y su temple ledaban el aspecto de un hombre al menos diez aos ms joven. Lo

    suyo era todo colores alegres, hilo de plata y bordados de fantasa, ysu rostro risueo tena un aire an ms ancho y rubicundo bajo eltoldo enorme de su larga y espesa peluca perfectamente blanca.Sentado cmodamente en la butaca frente a m, habl de los chismesde la ciudad y se bebi buena parte de una botella de madeira antesde dejar caer que quisiera tratar algn asunto conmigo. Finalmentedej el vaso y camin hacia la ventana detrs de mi silla y escudrila calle. Se puso tan cerca de m que me sent algo mareado por labruma de su generosa aplicacin de perfume de algalia.

    Hace una esplndida tarde de domingo, para ser octubre, no

    le parece? Una tarde de domingo esplndida.

  • 7/27/2019 David Liss - Una conspiracin de papel

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    S que es una tarde esplndida conced, un poco ansioso yapor que Sir Owen fuese al grano.

    Hace una tarde tan esplndida explic que no puedocontarle mi encargo bajo techo. Necesitamos aire fresco, seor

    Weaver, y sol, dira yo. Dmonos una vuelta por St. James.Esta propuesta me pareci de lo ms agradable, as que nos

    dirigimos hacia la escalera, donde fuimos objeto de lasdesvergonzadas e inquisitivas miradas de mi casera y tres de susamigas, igualmente corpulentas y amargas, que, encorvadas en tornoa una mesa de naipes, jugaban al piquet con apuestas bajas. Sin dudala seora Garrison se qued boquiabierta cuando me vio entrar en laelegante carroza de Sir Owen.

    Bien, yo he vivido en Londres casi toda mi vida, y con frecuencia

    he sido testigo del espectculo que ofrece St. James en una tardegloriosa de domingo, pero, debido en no poca medida a la exclusinsocial que supone ser un judo de limitadas posibilidades econmicas,nunca pens que pudiera algn da participar en l. Y sin embargo,all estaba yo, pasendome al lado de un elegante barn, sintiendo elsol en la cara mientras sorteaba a lo largo del parque a incontablescaballeros y damas de buena sociedad. Me enorgullezco de que nome abrumara toda aquella vivacidad, pero fue un entretenimientodeslumbrante observar las reverencias y los saludos, el muestrario delos ltimos estilos en chaquetas y tocados, en pelucas y lazos y sedasy faldas. Creo que Sir Owen era el hombre ideal para iniciarme eneste ambiente, pues se relacionaba con un nutrido grupo de damas ycaballeros, y dirigi y recibi su buena cuota de reverencias, perotampoco tena tantos conocidos como para impedir que disemos unpaso. As que nos paseamos entre el beau monde, al frgil calor delverano moribundo, y Sir Owen me cont sus dificultades.

    Weaver comenz mientras caminbamos, no soy hombredado a ocultar sus sentimientos. Permtame decirle que me gusta suaspecto. Me da usted la impresin de ser un hombre en quien puedoconfiar.

    Sonre para mis adentros por su forma de expresarse.

    Procurar en todo momento ser digno de esa confianza.

    Sir Owen se detuvo y me mir a la cara con fijeza, moviendo lacabeza de lado a lado mientras inspeccionaba mis facciones.

    S, me gusta su aspecto, Weaver. Viste usted como un hombresensato, y se conduce como un hombre sensato tambin. Puede queni me hubiera dado cuenta de que es usted judo, aunque supongoque tiene la nariz un poco ms grande de lo que un ingls permitira,en sentido estricto, pero qu ms da?

  • 7/27/2019 David Liss - Una conspiracin de papel

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    Reanud nuestro paseo, esperando que el movimiento llevase aSir Owen a un tema de conversacin ms relevante.

    Y es usted un tipo con bastante aire de saber divertirse continu. Apostara a que es usted un hombre amante de los

    placeres. Le aseguro que yo lo soy. Ser franco con usted. Me gusta eljuego, y me gustan las putas. Me gustan mucho las putas, s seor.

    Animado por este espritu, pregunt:

    Y usted les gusta a ellas, Sir Owen?

    Por un instante tem haberle ofendido, pero se ech a rer conuna carcajada espesa como un tazn de chocolate.

    Les gusta enormemente mi dinero, seor Weaver. Eso se lo

    puedo asegurar. Les gusta tanto como a los dueos de las casas dejuego. Porque a todos los hombres (y tambin a las mujeres) les gustael dinero. A m me gusta el dinero dijo alargando las slabas,perdiendo el hilo al cruzarnos con un grupo de hermosas seoritas,todas hechas un mar de risas porque se les haba roto un parasol.

    Tanto como las putas suger, para rescatar la conversacin.

    Chasque los dedos.

    Exacto. Las putas. S, bueno, mi aficin a las putas me ha

    metido en un pequeo embrollo, me temo hizo una pausa, pararerse de una broma que se le acababa de ocurrir. Pero no necesitoun mdico. No es esa clase de embrollo. Esta vez no. Ver usted,anoche tuve un encuentro amoroso con una ramera poco conformecon ser una simple ramera, con ganarse la vida honradamente con unhonrado revolcn. Parece ser que abus ligeramente del vino, y esafulana abus de m llevndose todo lo que llevaba yo encima.

    Sir Owen cort en seco su relato para hacerle una profundareverencia a una dama muy maquillada que llevaba un elaboradovestido en verdes y amarillos y el cabello recogido en un moo muy

    alto, al estilo Hannover. Ella apenas se dign a devolverle el saludo albarn y sigui su camino. Sir Owen procedi entonces a explicarmeque le haban engaado para que diese un paseo con la puta despusde que, casualmente, le hubiesen debilitado a base de copas, que lehaban animado a beber hasta sobrepasar la ya considerable cantidada la que estaba acostumbrado. Cuando despert, en un callejn, lehaban levantado abrigo, reloj, zapatos, espada, portamonedas ycartera.

    Yo no soy un hombre rencoroso me asegur. Estoydispuesto a dejar que se quede con todo, pero he de recuperar la

    cartera. Tiene mucho valor para m, y slo para m. Es muyimportante que la recupere, y que lo haga lo antes posible.

  • 7/27/2019 David Liss - Una conspiracin de papel

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    Pens en esto por un momento.

    Conoce usted el nombre de esa puta o un lugar donde puedaencontrarla?

    l sonri.Cuando era joven, el cura de mi parroquia siempre me adverta

    de que ser tan putaero sera mi ruina, pero he aqu que ser putaerome trae beneficios. S su nombre, s seor, porque la he vistotrabajar, aunque antes de anoche no haba tenido el disgusto deconocerla, digamos que, ntimamente. Creo que, quiz, por su formade practicar el oficio, los hombres no suelen volver por ms. Se llamaKate Cole, y la he visto en muchas ocasiones en una taberna llamadaBarrel and Bale. Creo que tiene all una habitacin alquilada, pero noestoy seguro.

    Asent. Nunca haba odo hablar de esa puta, pero haba miles desu mismo oficio en Londres. Incluso un hombre tan entusiasta comoSir Owen no poda pretender conocerlas a todas.

    Encontrar a Kate Cole para usted entonces.

    Procedi a describirme su aspecto con sumo detalle, dndomems informacin de la que iba a necesitar para encontrar a una mujercompletamente vestida.

    Confo dijo despus, bajando la voz en que no hace faltaque insista en la cuestin de la discrecin. Seguro que un hombre desu posicin comprende las necesidades de un hombre de la ma.

    Le dije que le entenda perfectamente, aunque me pregunt porqu haba decidido mostrarse conmigo por todo el parque si deseabaque todo quedase en secreto.

    Sir Owen me sorprendi al adivinar mis pensamientos.

    No me importa que el mundo sepa que le he visitado, o incluso

    que le he visitado para pedirle ayuda en un caso de robo. Peroprefiero que no diga usted nada ms. Al mundo no le importa qu sealo que me han robado, ni cmo lo perd.

    Estoy absolutamente de acuerdo le dije asintiendo paratranquilizarle. Estoy seguro de que todos los hombres con los quehe trabajado pueden dar fe de mi discrecin.

    Esplndido. Si los hay que desean hacer especulaciones acercade lo que estoy haciendo aqu con usted, dejmosles me dijo conaltanera. Si mancillan mi buen nombre, le aseguro que tendrn que

    darme explicaciones, pues no existe un solo hombre en Londres queose insultarme. Puedo asegurarle que no soy un espadachn mediocre

  • 7/27/2019 David Liss - Una conspiracin de papel

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    afirm sujetando teatralmente la empuadura de su espada y hevivido unos cuantos amaneceres en Hyde Park defendiendo mi honor.

    Entiendo lo que quiere decir le dije, aunque no era cierto.Intentaba fanfarronear o me estaba haciendo una advertencia?. Sir

    Owen, puedo preguntarle por qu no busca la ayuda del seorJonathan Wild, siendo como es el hombre ms requerido en caso derobo?

    Y siendo tambin indudablemente el que ms probabilidadestena de devolverle sus pertenencias con toda celeridad, aad param, ya que esa puta casi con toda seguridad sera empleada suya,

    junto con tantas otras fulanas rateras de Londres.

    Wild es un ladrn me dijo con voz contenida y todo Londreslo sabe, o por lo menos lo saben quienes no son tontos. Un hombre

    como usted... estoy seguro de que usted lo sabe. Creo que esa putapertenece a su cantera de ladrones, y que me condenen al fuegoeterno, seor, si voy a pagar dinero por lo que es mo por derecho almismo villano que me lo ha robado. De veras le digo que no entiendocmo Londres le considera un servidor pblico cuando no es ms queun zascandil cuyos elaborados trucos le han hecho rico a l y hanesquilmado a la ciudad su rostro se haba enrojecido yaprofundamente. Consciente de que se haba excedido en el calor desu discurso, hizo una pausa para recomponerse. Dgame continums framente cunto me va a pedir por recuperar una cartera?

    Llevaba usted en ella billetes bancarios? le pregunt.

    S. Creo que unas doscientas cincuenta libras.

    Mis honorarios, Sir Owen, suelen ser de una guinea por unobjeto de la categora de una cartera, ms el diez por ciento del valorde los billetes. Se lo redondeo en veinticinco libras.

    Eso es sin duda lo mismo que me cobrara Wild, y me pareceinaceptable. Le pagar el doble de lo que me pedira Wild, porquequiero que mi dinero acabe en manos de un hombre honrado. Usted

    encuntreme a esa puta y devulvame la cartera con su contenido, yle pagar cincuenta libras. Qu me dice, seor? Estoy seguro de quea un pgil como usted no le da miedo cruzarse en el camino de Wild.

    Sent euforia al pensar en tamaa cifra, ya que, como casicualquiera en Londres, y, de hecho, al igual que la propia nacin,tena algunas deudas incmodas. E igual que el conde de Stanhope,nuestro Primer Lord del Tesoro, me haba vuelto bastante hbil a lahora de pagarle a un acreedor por aqu y a otro por all para evitar laruina, y mantener un tren de vida que, estrictamente, estaba porencima de mis posibilidades. Cincuenta libras produciran un granimpacto en mi escasa liquidez, pero incluso mareado ante la idea detanto dinero, le mostr a Sir Owen slo mi fra determinacin.

  • 7/27/2019 David Liss - Una conspiracin de papel

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    Me encanta cruzarme en el camino de Wild le promet.Aunque Wild y yo nos habamos visto una sola vez, competamos demanera vigorosa, y nada me diverta ms que encontrar las cosas quesus hombres robaban. Mi proceder, en la medida de lo posible,consista en no delatar a los ladrones que trabajaban para Wild,

    puesto que su amo no tena los mismos escrpulos, y mi piedad paracon estos faltreros me haba procurado cierta gratitud.

    Sir Owen sonri abiertamente.

    Me gustan los hombres con sus agallas me dijo, y luego meestrech la mano con contundencia.

    Sonre al replegar la mano de la entusiasta agarrada de SirOwen.

    Dedicar todos mis esfuerzos a recuperar sus pertenencias contoda celeridad y me pondr en contacto con usted en cuanto tenganoticias.

    Sir Owen se ech a un lado del camino para dejar paso a unaapuesta coleccin de parejas jvenes.

    Me gusta usted, Weaver dijo. Nunca he sido un fantico entemas de religin, y ahora entiendo por qu. Qu importancia tieneun hombre coma o no cerdo? Consgame mi cartera, y declarar quees usted un hombre tan bueno como cualquiera, y mejor que la

    mayora.Me di cuenta de que se estaba despidiendo, as que le hice una

    reverencia y dej que se fuera a saludar a un grupo de caballeros aquienes conoca. Di la vuelta para dirigirme a mi casa, animado por laferoz determinacin de resolver el problema de Sir Owen tan deprisay tan eficazmente como pudiera. Tena tal confianza en mishabilidades que vea la cartera ya en mi poder. Mi estado de nimoera tan optimista que nunca hubiera podido imaginar que el negocioestallara de manera tan peligrosa.

  • 7/27/2019 David Liss - Una conspiracin de papel

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    Tres

    El asunto tendra que haber sido sencillo. Me disfrac de caballero:espada y abrigo ostentosos, peluca larga, brillantes hebillas plateadasen los zapatos. Haba aprendido a parecer el perfecto caballerocuando, en mi poca menos escrupulosa, pas algn tiempo viajandopor todo el pas trabajando de lo que se daba en llamar faltrerofino. Me presentaba ante un casero como si fuera un caballero, lealquilaba unas habitaciones amuebladas sin ofrecer ms garanta quemi aspecto, y luego me dedicaba a limpiar el lugar de todo lo quecontuviera de valor. Ahora, por motivos ms honorables, mi laborhaba de ser la de imitar a un hombre de posibles con objeto deremediar un robo, y esta tarea requera un particular tipo decaballero. Me coloqu, por tanto, un poco de relleno por la parte

    central del cuerpo, fabricndome un aspecto ms tendente a la grasaque al msculo. Sabiendo que la noche requerira ebriedad, y que laebriedad era sin duda un enemigo, me fortifiqu como pude. Primeroengull tanta nata como me fue posible, para que me ayudase aabsorber el alcohol que bebiera. Luego hice grgaras de vino y mesalpiqu un poco la ropa con l, para oler como alguien a quien lefaltase poco para perder la consciencia. As preparado, alquil uncoche para que me llevara a la taberna, me sent en un lugar bieniluminado y ped vino bulliciosamente.

    El Barrel and Bale era el tipo de establecimiento que uno espera

    encontrar en las zonas ms coloridas de la ciudad. Estaba cerca delro, cerca de los juzgados, pero los parroquianos en su mayora eranobreros y porteros, aparte de un reducido nmero de estudiantes deleyes buscando solaz. Yo destacaba en este lugar, pero tampocollamaba excesivamente la atencin. Ya haban visto a gente como yo:de hecho, haban visto a alguien parecido a m en Sir Owen. De modoque, con pocas miradas fijndose en m, excepto por las de aquellosque calibraban cmo conocer ms de cerca el contenido de mimonedero, me sent a una mesa y observ las distintas caras de lavida pasar. La taberna estaba llena, pero no tan atestada comopueden llegar a estar estos sitios. El olor a cuerpos mugrientos y aperfumes baratos y a tabaco espeso y asfixiante le obligaba a uno arespirar forzadamente. No se oa ms msica que las agudas risas de

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    las mujeres y los gritos de los hombres y el inconfundible triquitraquede los dados sobre el tablero. Un soldado herido insista en ponersede pie en la silla cada cuarto de hora y cantar a bramidos una cancinobscena sobre una puta espaola con una sola pierna. Ruga conescaso sentido de la meloda hasta que los amigos tiraban de l para

    que se sentara y, con la jovialidad inherente a este tipo de hombres,le tupan a golpes basta que callaba.

    Mis lectores ms refinados quiz slo tengan noticia de estoslugares por las crnicas que hayan ledo, pero yo haba transitado porestas guaridas con anterioridad, y no me result difcil abstraerme delescndalo circundante. Tena la cabeza puesta en el negocio, y ya queel barn me haba descrito a la mujer que buscaba, examinaba laestancia una y otra vez, intentando siempre parecer un borracho enbusca de compaa. Lo intent con demasiada dedicacin, ya quetuve que desembarazarme de varias colegas de Kate Cole. Un hombre

    como yo, de aspecto adinerado y, si me permiten ser franco, con unfsico bastante ms atractivo que el del cliente corrientn que venaen busca de amistades, siempre poda apostar a tener xito entre lasseoritas.

    La que yo buscaba, segn Sir Owen, no tendra ms dediecinueve aos, era pelirroja, de complexin plida y pecosa, y tenaun llamativo lunar en el puente de la nariz. Por fin la vi sentarse a unamesa y entablar conversacin con un mozo enorme que, por suaspecto, podra haberse defendido bien en el cuadriltero. Era unpedazo de carne, alto, ancho y musculoso, con el gesto contorsionadoen una mueca inmutable. Pude ver que el dorso de su mano mostrabaseales de haber sido marcada con un hierro candente, as quededuje que habra vulnerado la ley al menos una vez: sin duda uncaso de robo, aunque me sorprendera que se fuera el nico crimende su historial.

    No poda adivinar la relacin entre la puta y el canalla, y metema que ella pudiera estar ocupada toda la noche. Pero me parecipoco probable que una mujer como sta fuera a permitir queesperase largo rato un caballero con cartera, de manera que, con una

    variedad de guios y sonrisas, le transmit mi agrado, y la esperanzade que lo que tuviera entre manos con ese sujeto pudieradespacharse pronto.

    Mis deseos fueron satisfechos. En menos de un cuarto de hora, elindividuo se levant y abandon el establecimiento, y yo empec afijar los ojos en Kate, mirndola de la forma menos civilizada y mslasciva que se pueda imaginar. No se hizo la tmida ante misintenciones, y no perdi tiempo en venirse a mi mesa a sentarse muycerca de m. Ponindome una mano en la pierna se inclin haciadelante y susurr, dejando que su aliento me acariciase la oreja, que

    le gustara tomar un vaso de vino.

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    Mi entusiasmo era autntico, aunque no de la clase que ellahubiera previsto, y, fingiendo gran ebriedad, ped que nos trajeranuna botella del amargo orn que el Barrel and Bale se enorgulleca deservir.

    De cerca pude comprobar que Kate no era una mujer desprovistade encantos, para los caballeros a quienes esto les place, pero tenaese aire duro y hueco de la calle, y eso siempre me resultabasuficiente para amansar mis deseos ms lujuriosos. No senta ningncario por mujeres a quienes no pudiese confiar mi cartera en caso deechar una cabezadita. Adems, a Kate le urga un bao, y su vestido,aunque ajustado en torno a su agradable figura, estaba manchadopor los desperdicios de algunos clientes. La muselina, que haba sidode color marfil, presentaba ahora un color amarillento, y el bastocors en tono tostado estaba tan mugriento que casi necesitaba quelo despiojaran.

    Eres muy bonita le dije, arrastrando las palabras lo suficientecomo para que creyese que ya haba sobrepasado mi cupo de alcohol. No he podido evitar fijarme en ti, querida.

    Y qu es lo que ha visto? me pregunt con coquetera.

    Confieso que en mis aos de juventud tuve algo de libertino, yque incluso en este asunto de negocios no poda resistirme a latentacin de ganarme a esta mujer. Era una de mis grandesdebilidades, supongo. Muchos de mis amigos disfrutaban

    conquistando a mujeres a las que encontraban encantadoras, pero yosenta cierta necesidad de que las mujeres me encontrasenencantador a m.

    Qu es lo que he visto? repuse. He visto el rojo de tuslabios, el blanco de tu cuello y la delicada curva de tu barbilla alargu la mano y la pos sobre su mejilla y la maravillosa lnea detus pmulos. A mis ojos pareces un ngel glorioso y sensual en unapintura italiana.

    Kate me mir de soslayo.

    Pues la mayora de los caballeros me dicen que les gusta miculo.

    Es que estabas sentada sobre l cuando te he visto leexpliqu.

    Satisfecha, Kate se ri y se volvi hacia su bebida.

    Yo me un a ella, dando largos tragos, y dej que Kate meanimase a beber ms. Incluso cuando beba grandes cantidades era

    raro que el alcohol me hiciese perder la cabeza, pero adems la nataque tena en el estmago me protega bien. Para mi consternacin,

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    estaba empezando a agriarse, y tuve que concentrarme en mantenera raya la desafortunada mezcla de lquidos. Apret los dientes e hicecaso omiso de mi incomodidad, fingiendo ser un bobo borracho,gritando, trastabillando las palabras y, en una ocasin, cayndome dela silla.

    Se le sube enseguida el vino eh, hombretn? me dijo conuna sonrisa de dientes irregulares. Lo que necesita es un buenpaseo, eso es. Para despejarse la cabeza. Y si nos buscamos un sitioms tranquilo. Qu tiene eso de malo, eh? me dio un buen apretnen el brazo y entonces se detuvo un instante, sorprendida por laresistencia del msculo donde esperaba encontrar una carne msflcida.

    Despus de rebuscar en el monedero para pagar la cuenta,procurando en todo momento que Kate viera que haba ms monedas

    de donde salan las primeras, me intern con ella en la noche deoctubre. El anochecer haba trado ms fro y, estrechndola contram, dej que Kate me guiase por un ddalo tortuoso de callejoneslondinenses. Comprend que su objetivo era desorientarme, y, aunquetena el seso mucho menos nublado por el vino de lo que ella crea,consigui que estuviera completamente confundido en pocosminutos, ya que conoca bien las calles oscuras y labernticas. Slopoda estar seguro de que nos mantenamos cerca del ro y de queavanzbamos en direccin al muelle de Puddle.

    Era tarde y estaba bastante oscuro, y como estbamos tan cercadel ro podramos haber corrido peligro caminando en esa direccin.Un fuerte viento me soplaba a la cara la ftida peste del Tmesis.Kate se abrazaba a m tanto en busca de calor como para dirigirmehacia un camino en el que ella saba que ningn caballero sobrio seaventurara gustoso. Incluso un hombre avezado en el arte de ladefensa personal evita adentrarse en las calles oscuras cerca del ro,ya que en una poca en la que bandas de ladrones violentos, engrupos de ms de una docena, deambulaban libremente por lascalles, uno poda ofrecer poca proteccin a s mismo o a uncompaero. Una mujer joven del brazo de un caballero que se

    tambaleaba deba de ser un objetivo muy apetecible; no poda msque esperar que los pasos rpidos que oamos a nuestro alrededorperteneciesen a atracadores y a faltreros que conocan a Kate y queentendan lo que estaba haciendo, porque ciertamente haba otrospor all que se acercaban sigilosamente a inspeccionarnos, perosiempre se iban, a veces entre carcajadas. En una ocasin nos rodeun grupo de pajes de hacha, intentando molestar a Kate para queaccediese a pagarle a uno de ellos para que nos iluminase el camino,pero ella ya conoca a estos pillos y los despach con algunas afablesagudezas.

    Por fin me llev hasta el final de un callejn sin salida donde laoscuridad era casi total. Debamos de estar a unas diez yardas de la

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    entrada y a slo unos pocos pasos del final. El callejn era estrecho ylas paredes de piedra despedan frescor; el suelo que pisbamosestaba hmedo, y de los charcos de agua podrida y de la basura endescomposicin esparcida por el suelo ascenda un hedor ftido.Descubrimos un cajn de madera apoyado contra la pared casi a

    propsito para nosotros, y apenas pude creer que en esta zona de laciudad pudiese existir un objeto, al que se le podan sacar al menosunos pocos peniques, que no hubiese sido aprovechado y vendido alos minutos de ser abandonado. De hecho, debiera haber sospechadoalgo, pero como estaba ms preocupado por Kate, dej a un lado micuriosidad casi inmediatamente.

    Aqu nadie nos molestar dijo. Podemos tener un poco deintimidad.

    La segu en silencio, cual cmplice servicial de una aventura

    lujuriosa. Debo decir que no entiendo a los caballeros a quienes lesplace mantener apresurados escarceos en hmedos callejones o bajopuentes mohosos. Sin embargo, si los hombres renunciasen asemejantes satisfacciones callejeras, creo que la mitad de las putasde Londres se veran obligadas a recurrir a las casas de caridad.

    Me sent en el cajn y dej caer la cabeza a un lado. Kate seagach y me dio un beso en la comisura de los labios. Era una chicalista, ya que lo que quera saber era si mi borrachera era mspoderosa que mi deseo. Si yo la hubiese estrechado contra m paracentrar el beso, habra sabido que an no estaba fuera de juego.

    No me mov.

    No estar pensando en quedarse dormido antes de quepodamos conocernos mejor, no? me pregunt, con la esperanza deque fuera eso precisamente lo que iba a hacer.

    Kate Cole conoca bien su oficio. Algunas putas rateras hubieranatacado entonces, pero ella se qued de pie en silencio,observndome durante unos buenos cinco minutos, dejando, segnella crea, que me durmiese ms profunda y certeramente hasta estarsegura de no interrumpir mi reposo. Entonces se arrodill a mi lado yempez a desabrocharme la chaqueta; sus dedos encontraronhbilmente la faltriquera de mi reloj. Kate tena mucho talento, cosaque advert con vacilante admiracin, puesto que ella tambin habaestado bebiendo vino, pero el licor pareca no haberle afectado enabsoluto; mova los dedos con destreza por mi barriga, y supe que sino actuaba con celeridad tendra que pedir que me devolviese el relojadems de la cartera de Sir Owen.

    Con un movimiento rpido y abrupto que calcul que

    sorprendera a Kate y le hara perder el equilibrio, me puse en pie y laderrib sobre la mugre de la calle. Se cay de espaldas, como yoquera, y slo se mantuvo separada del suelo apoyndose en las

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    manos. Su postura me beneficiaba, porque no iba a poder moverserpidamente. Yo, mientras, saqu una imponente pistola de bolsilloque siempre me aseguraba de llevar encima y la apunt con ella.

    Disculpe la estratagema, seora ma le dije. Le aseguro

    que no soy ciego a sus encantos, pero vengo a solucionar los asuntosde otro caballero.

    Bastardo estafador mascull. Incluso en aquella oscuridad yovea su mirada moverse, calculando. Quin era yo? A qu habavenido? Cmo poda ella sacarme ventaja?

    Mantuve la pistola sujeta con buen pulso. Mi rostro reflejabacalma y determinacin. Las putas y los ladrones no solan respetar laautoridad, ni la ley, ni incluso el peligro, pero respetaban el terror, ynada aterrorizaba ms rpidamente a la chusma callejera que un

    enemigo que mostraba control sobre sus pasiones.

    Esto no tiene por qu convertirse en algo ms que un asuntosencillo le dije en tono tranquilo. Djame que te explique el trato.Anoche conociste a un caballero con quien tuviste una aventurasimilar a la que hoy planeabas conmigo. Te llevaste algunas de suspertenencias, y l quiere que se las devuelvas. Dame lo que a estehombre le pertenece y no te har dao. l sabe quin eres, pero no tedenunciar si colaboras.

    Si Kate senta terror, no lo mostraba. Se mordi el labio inferior

    como un nio haciendo pucheros.

    Y si yo digo que es usted un mentiroso y que yo anoche no meacerqu a ningn caballero, entonces, qu?

    Entonces respond tranquilamente te dar tal paliza que tedejar sangrando e inconsciente, rebuscar en tu habitacin hastaencontrar lo que ando buscando, y cuando despiertes te hallars en laprisin de Newgate sin ms esperanza que la de saber cundo es lafecha de la prxima ejecucin. Como vers, tienes un pequeoproblema, querida. Por qu no colaboras para que pueda terminar mi

    trabajo?

    Espero que el lector se d cuenta de que no tena deseo algunode hacerle dao a esta mujer, ya que nunca opto por infligir violenciasobre este sexo. Lo que s es cierto es que albergo escasos escrpulosa la hora de amenazar con la violencia, y dada la ms delicadaconstitucin femenina, generalmente no necesito ms que amenazas.

    Pero no en este caso.

    As que tengo que ayudarle a terminar su trabajo, no?

    repiti con una sonrisa maliciosa. Su trabajo es conseguir que lematen, y en eso voy a ayudarle mucho.

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    Fue en ese momento cuando descubr que haba infravalorado laoperacin de Kate Cole, porque el sonido que oa detrs de m era elde un par de pesadas botas surgiendo de entre las sombras. En uninstante supe que Kate no trabajaba sola, y que al menos algunas delas pisadas que haba odo pertenecan a su socio. Este tipo de

    operacin acostumbraba a llamarse de nalga y puntazo: una putaatraa a la vctima borracha hasta un lugar apartado y, si el vino nolograba el objetivo perseguido, el puntazo completaba la labor. Pese air armado, yo me encontraba en franca desventaja, puesto que no meatreva a darle la espalda a Kate, pero deba girarme, y hacerlodeprisa, para plantarle cara a mi adversario, a quien an no habavisto.

    Di un paso para subirme al cajn de madera y, agarrndome auna grieta en la pared, salt por encima de Kate, que segua enposicin supina, y me di media vuelta rpidamente, apuntando con la

    pistola frente a m. Entonces vi al canalla del Barrel and Bale, quecorra hacia m blandiendo una espada. Yo estaba de espaldas contrala pared, y no tena espacio para maniobrar. Si no hubiera tenido nadaen la mano, mi primera eleccin habra sido la de sacar mi propiaespada y retar al hombre a una competicin justa, ya que mecongratulaba de ser un hbil espadachn y de poder desarmar alfulano sin perder vidas. Pero no haba tiempo para arrojar el arma defuego y sacar la espada, y lamentndome de tener que tomar tanextrema medida, tir del percutor y dispar a la silueta que seaproximaba. Se oy un estruendo y luego se vio un fogonazo y sent

    un ardor en la mano, ennegrecida ahora por la plvora. Por uninstante cre que el arma me haba fallado, pero entonces videtenerse al rufin, y una mancha oscura y homognea que seextenda por su camisa rada. Se derrumb de rodillas, tapndose laherida con las manos, y en cuestin de segundos se cay hacia atrsy se golpe la cabeza duramente contra el sucio suelo.

    Metindome el artilugio an caliente en el bolsillo, me agach yagarr a Kate, que ya haba comenzado a contraer los msculos paradejar escapar un chillido. Apret mi mano contra su boca para evitarese estallido y la sujet para que se estuviera lo ms quieta posible,

    ya que se revolva con violencia contra m.No senta ms que furia en ese instante. Una furia negra,

    violenta y abrasadora que casi me incapacitaba. No senta inclinacinalguna por matar al prjimo, y odiaba a Kate por haberme obligado adisparar. Slo haba segado dos vidas con anterioridad (las dos vecescuando navegaba en una embarcacin de contrabando y habamossido atacados por piratas franceses) y en ambas ocasiones me habaquedado con una especie de ira intangible contra el hombre a quienhaba matado, por forzarme, como hicieron ambos, a acabar conellos.

    Con la mano apretndole la cara con fuerza, sintiendo cmo se

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    debata, y notando su clida respiracin sobre la palma de la mano,me falt poco para sucumbir a la seductora urgencia de retorcerle elcuello con fuerza hasta romprselo, de hacer que las dificultades queme haba creado desaparecieran en la oscuridad de aquel callejn.Quiz el lector se escandalice de que yo escriba estas palabras. Si es

    as, el escndalo es que las escriba, no que sintiera aquel impulso,puesto que a todos nos guan nuestras pasiones y la tarea consiste ensaber cundo abandonarnos a ellas y cundo resistir. En esemomento saba que quera hacerle dao a aquella puta, pero sabatambin que acababa de matar a un hombre y que corra gravepeligro. Ningn peligro, sin embargo, poda excusarme de llevar acabo el encargo para el que Sir Owen me haba contratado. Tena quecalmar a Kate, obligarla a cooperar para poder terminar mi trabajo yescapar de esta desventura sin encontrarme ante el juez.

    Bien dije, intentando mantener la voz tan tranquila como lo

    haba estado antes, si me prometes que no vas a gritar, te quitarla mano de la boca. No te har dao, tienes mi palabra de caballero.Escuchars lo que tengo que decir?

    Dej de revolverse y asinti dbilmente. Fui quitando la manodespacio y la mir a la cara, plida de terror, con vetas de la plvoracon la que yo la haba manchado.

    Ha matado a Jemmy susurr, a travs de unos labiosparalizados por el miedo.

    Dirig una mirada fugaz a la masa sin vida junto a m.

    No tena eleccin.

    Qu quiere de m? susurr. Una lgrima empez a correrlepor la mejilla.

    Mis pasiones se disiparon algo a la vista de esta inesperadamuestra de ternura.

    Ya sabes lo que quiero. Quiero las pertenencias de ese

    caballero. Las tienes?

    Sacudi la cabeza incoherentemente.

    Se lo he dicho, no s de quin me habla solloz. Tengoalgunas cosas en mi cuarto: llveselas si eso es lo que quiere.

    Despus de algunas preguntas ms descubr que los objetos quetena estaban en su cuarto encima del Barrel and Bale. Me preocupescuchar esto, ya que, con un muerto en mi haber, no tena deseoalguno de regresar all, pero vi que no me quedaba otra alternativa si

    quera recuperar la cartera de Sir Owen.

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    Ahora escchame le dije. Vamos a ir a tu cuarto y vamos acoger lo que estoy buscando. Si te comportas como si hubiera algnproblema, si tengo la menor sospecha de que ests intentandoengaarme, no vacilar en llevarte ante el juez para contarleexactamente lo que ha sucedido. Tu amigo recibi un disparo

    mientras t intentabas robarme, y te ahorcarn por ello. No deseotomar esa medida, pero voy a conseguir esa cartera, y la conseguirests t viva o muerta, libre o en prisin. S que me estsentendiendo.

    Kate asinti rpida y bruscamente, como si la accin deconformidad fuese una tortura con la que acabar cuanto antes. Parano llamar la atencin, saqu el pauelo y enjugu con l las lgrimasde Kate, y le limpi las manchas de plvora de la cara. Mi propioimpulso hacia la amabilidad me inquiet, as que la puse en pie y, conmi mano asindola fuertemente por el brazo, me gui de vuelta al

    Barrel and Bale. Me preocupaba que nos encontrsemos con losamigos de Kate al regresar a la taberna, pero los maleantes deban dehaber odo la detonacin de mi pistola y huido a sus oscuras guaridasy sucias alcantarillas por el momento. Nadie quera andar por lascalles cuando vinieran los guardias buscando a un pillo a quien acusardel asesinato.

    Fue un paseo largo silencioso, agitado y tenso. A nuestroregreso, el Barrel and Bale estaba ya lo suficientemente lleno de

    juerguistas como para que nuestra entrada y nuestro ascenso por lasescaleras pasara, hasta donde me fue posible comprobar,desapercibido. Entr con cautela en la habitacin, sin querer que meengaaran de nuevo, y no vi ms que un jergn basto relleno de paja,algunos muebles rotos y un alijo de objetos robados.

    Encend un par de cirios baratos y despus atranqu la puerta.Kate dej escapar un sollozo y, apenas consciente de lo que deca,murmur otra vez que no tena nada que temer al tiempo que, a la luzparpadeante de las velas, echaba una ojeada por la habitacin enbusca de cualquier cosa que pudiera pertenecer a Sir Owen.

    Con mano temblorosa, Kate seal una pila de objetos en unaesquina.

    Llvese lo que busque dijo muy queda. Llveselo y malditosea.

    Kate haba estado muy ocupada. Haba pelucas, chaquetas yhebillas de zapatos y cinturones. Haba monederos supuse quevacos ya de oro y plata, pauelos, y espadas y rollos de lino. Habaincluso tres volmenes de escritos del conde de Shaftesbury, quesospech que Kate no habra examinado. Tena suficiente como para

    conseguirse una bonita fortuna, de poder venderlo. Me imagin queaunque trabajara para Wild, no estaba muy dispuesta a entregarle la

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    totalidad del botn robado, pero temerosa de ponerlo todo en manosde los peristas de Wild, no tena un lugar seguro donde colocar susdespojos. Tal era el poder de Wild: los que no trabajaban para l notenan forma de vender su mercanca y as vean mal recompensadossus esfuerzos. Kate sin duda estaba atada a una coleccin de bienes

    que, pese a ser valiosa, no le era de gran utilidad.

    Rebusqu cuidadosamente entre el botn, ya que deba mantenerun ojo puesto en Kate mientras proceda, pero por fin vi una carteracon tapas de cuero elegantemente forrada asomando por debajo deuna ostentosa peluca. Di un paso atrs y orden a Kate que me laentregase. Un examen somero revel que sta era efectivamente lacartera de Sir Owen. Con un suspiro de alivio me met el premio en elbolsillo y le dije que con aquello quedaba satisfecho y que le permitaquedarse con el resto.

    Ahora me enfrentaba al peliagudo dilema de qu hacer con Kate.Saba que era un riesgo dejarla donde estaba, puesto que no podadudar de que su amo, el seor Jonathan Wild, la obligara a contarle losucedido, y yo no quera que revelase ninguna pista que pudieraconducir, por dificultoso que fuera, hasta Sir Owen. l haba exigidoprivacidad, y mi objetivo era proporcionrsela. Se me ocurri quepoda denunciar lo ocurrido ante un juez: a Kate la arrestaran porrobo, con toda probabilidad a m me exoneraran de toda culpa, yadems recibira una recompensa por su condena. El problema quepresentaba esta maniobra era que le haba prometido a Kate no hacertal cosa. Adems, Kate saba lo suficiente acerca de mis objetivoscomo para creer que una investigacin sobre este incidente noterminara afectando a Sir Owen. Por otro lado, de ser yo un caballerocristiano en una situacin parecida, poda haberme acercado a untribunal de la judicatura con la certeza de que un juez vera conaprobacin mi necesidad de matar a un delincuente. Pero en maneraalguna poda tener la certeza de que un juez tuviera mejor opinin deun apresador de ladrones de la tribu de los hebreos que de un ladrn.Lo que yo necesitaba era que Kate se marchase sola, sin hablar connadie, especialmente con Jonathan Wild. No poda imaginar que a

    Jemmy le hubiesen querido mucho o le fueran a echar de menos. Si

    Kate desapareca, aunque slo fuese por unas pocas semanas,bastara para crear un protector velo de apata en caso de que sehablase del asunto en el futuro.

    Intent, por tanto, convencer a Kate de que le vendra muy bientomarse unas vacaciones.

    Te sugiero que recojas tus cosas y te vayas sin hacer ruido. Nole cuentes a nadie lo que ha pasado. Si lo cuentas, informar a los

    jueces de lo que s y ten por seguro que ver cmo te ahorcan. Metemo que la nica oportunidad que tienes de estar a salvo es

    abandonar Londres por una temporada.

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    Pero si me voy susurr seguro que pensarn que yo mat aJemmy.

    Es posible le dije, pero tendrn que capturarte para haceralgo al respecto, y para entonces t llevars ya mucho tiempo fuera.

    Y los que piensen que mataste a Jemmy pronto olvidarn la existenciade ese hombre. Me temo, Kate, que si no te vas de Londres pronto, tecolgarn quera que sonase ms como una amenaza que como unaprediccin.

    Kate haba recuperado parte de sus fuerzas y lanz una descargabastante asombrosa de maldiciones que me avergonzara desplegarante el lector. Impasible, la dej que vomitase su indignacin, hastaque se derrumb, con los hombros cados en seal de rendicin.

    Est bien, miserable cabrn.

    Sonre de nuevo, esperando que le quedara clara la fraimplacabilidad de mis intenciones. Esperaba que tambin a m mequedara clara, porque no tena confianza alguna en que Kate secomportase segn mis instrucciones. Sin nada ms que decir,abandon la habitacin con calma y baj por las escaleras hasta elcaos y la peste a levadura del Barrel and Bale. Atontado, temblando ypalpando con los dedos el spero cuero de la cartera de Sir Owen enel bolsillo, me abr paso entre el gento y sal de la taberna. Una vezfuera, espere sentir alguna satisfaccin por haber completado mitarea, pero no lleg ninguna. No poda deshacerme del recuerdo del

    tal Jemmy tirado en aquel callejn, muerto por mi mano. Me envolven la chaqueta luchando contra la creciente certeza de que su muertehabra de tener un impacto terrible en mi vida.

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    Me la arrebat del mismo modo que he visto a los tigres expuestos enSmithfield echar la zarpa a su racin diaria de carne. S, me parecique haba algo cercano al hambre en su forma de desabrochar la tirade cuero que mantena cerrada la cartera y empezar a manosearansiosamente las hojas sueltas de papel que contena. Me sent,

    intentando fingir que atenda a otra cosa y que no estabaescudriando el contenido del librito. Sir Owen haba sido pocojuicioso al llevar la cartera encima: vislumbr los billetes bancariosque haba mencionado; si Jemmy o Kate hubieran llegado a saber loque eran, los hubieran usado sin duda como papel moneda, pero SirOwen no se alegraba de que estuvieran a salvo. A medida que ibacompletando el examen del contenido de la cartera, el barn se fueponiendo cada vez ms nervioso, pasando las hojas con mayorurgencia. La exuberancia abandon su ancho rostro, y slo la siluetade su vivaracho semblante se mantena ya en torno a unas faccionescenicientas.

    Aqu no estn murmur, empezando de nuevo desde elprincipio del libro.

    Pasaba las hojas tan aprisa que me hubiera sorprendido quelograse encontrar alguna cosa. No creo ni que estuviera mirando ya,slo el pnico le haca seguir pasando hojas.

    No estn dijo otra vez. No estn aqu.

    Yo no tena ni idea de qu era lo que no poda encontrar, pero me

    estaba poniendo muy nervioso. Haba dado por hecho que una vezque el barn hubiera abandonado mis dependencias con la cartera enel bolsillo habramos llegado al final del asunto. Ya no pareca quefuera a ser as.

    Qu es lo que echa en falta, Sir Owen?

    Se qued inmvil un momento y luego me afront con unamirada helada y feroz. Estaba tan acostumbrado a ver al barn alegrey jovial que no haba tenido en cuenta que, como todos los hombres,era tambin capaz de sentir ira. La severidad de su mirada me decaque sospechaba que yo haba cogido lo que le faltaba. La verdad esque yo ni siquiera haba examinado la cartera, aparte de paracerciorarme de que efectivamente era suya. Admito que si la nocheno hubiera concluido de manera tan violenta, seguro que habraestado tentado de inspeccionar ms de cerca el contenido, e inclusopodra haber sucumbido a esa tentacin, pero el tener las manosmanchadas de sangre me haba inspirado para mantenerme limpio depecado a todos los dems efectos.

    Y sin embargo, cuanto ms me estudiaba Sir Owen, ms imbuido

    por la culpa me senta: la culpa que slo sienten los inocentes bajointenso escrutinio. Es algo inexplicable. Yo he sido culpable demuchas cosas a lo largo de mi vida y siempre he plantado cara a mis

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    acusadores con tranquila seguridad. Ahora, bajo la miradacondenatoria de Sir Owen, me ruboric y perd los nervios. La cartera,al fin y al cabo, era mi responsabilidad. Se me habra cado algo?Me habra faltado diligencia a la hora de rebuscar en el cuarto deKate? Mi mente examin todas las posibles rutas del fracaso.

    Fue a esta culpa sin sentido a la que respondi Sir Owen. Susojos se rasgaron. Se puso en pie para ergui