Day Dorothy Panes y Peces

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    Panes y Peces" W ,

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    Coleccin SERVIDORES Y TESTIGOS86 Dorothy Day

    Panes y pecesHistoria del Catholic Worker Movement

    Editorial SAL TERRAESantander

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    Ttulo del original en ingls:Loaves and Fishes.The Story ofthe Catholic Worker Movement1963 by Dorothy DayIntroduction copyright 1983 byHarper and Row Publishers, Inc.Traduccin:Ramn Ibero Iglesias 2002 by Editorial Sal TerraePolgono de Raos, Parcela 14-139600 Maliao (Cantabria)Fax: 942 369 201

    E-mail: [email protected] las debidas licenciasImpreso en Espaa. Printed in SpainISBN: 84-293-1430-XDep. Legal: BI-2-02

    Fotocomposicin:Sal Terrae - SantanderImpresin y encuademacin:Grafo, S.A. - Bil bao

    ndiceIntroduccin 7Prlogo : 13

    PRIMERA PARTE:LO S INICIOS SON SIEMPRE APASIONANTES

    1. Alguien llama a la puerta 172. El peridico de todos 253. Casas de acogida 414. Granjas comun itarias 555. Los aos de la guerra 73

    SEGUNDA PARTE:POBREZA Y PRECARIEDAD6. Los rostros de la pobreza 817. Hum illados y ofendidos 858. Los nios nacen siempre con un pan debajo del brazo . 92

    TERCERA PARTE:L o s QU E TRABAJAN JUNTOS9. Peter Ma urin, personalista 10510. Retrato de un profeta 11511 . Mis directores espirituales 12912. Los redactores tambin cocinan 142

    mailto:[email protected]://www.salterrae.es/http://www.salterrae.es/mailto:[email protected]
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    COSAS QUE PASAN13 . Qu ha sido de Anna? 15914 . Los Bodenheim s 16115. Visitantes extraos, visitantes distinguidos 16616. La cura del sndrome de abstinencia 170QUINT A P AR T E :

    EL AMOR EN LA PRCTICA17. A una manzan a del Bowery 19118. La granja Peter Maurin 20319. Nuestro da 213

    IntroduccinCreo que podramos muy bien llamar The Catholic Worker Mo-vement al movimiento iniciado a principios de los aos treintadel siglo xx por Peter Maurin y Dorothy Day, pero a ninguno delos dos les habra agradado mucho el nombre. Ellos se vean a smismos como cristianos luchadores, pecadores, deseosos deconectar las prcticas religiosas que muchos de nosotros conservamos (como si fuera un valioso legado cultural) con los retosmorales que plantea la vida cotidiana. Dicho de otro modo, PeterMaurin y Dorothy Day no podan apartar de sus mentes da trasda el ejemplo de Jess cuando recorra la Galilea de hace dos milaos, no slo animando, amonestando, exhortando, explicando yllamando a seguirle, sino tambin actuando una y otra vez. Cuando iba de un pueblo a otro vea lo que todo el mundo p uede ver encualquier lugar y en cualquier momento: el dolor, la angustia y elsufrimiento de los seres human os. Vea a los que tenan ham bre, alos que tenan sed, y se senta movido a darles de comer y debeber. Vea a los paralticos, a los ciegos, y se senta movido acurarlos. Vea a los marginados, a los vilipendiados, a los odiado s,a los ms humildes, a los indefensos, y se senta movido a afirmarsu valor, su dignidad. Y tambin vea a los poderos os, a los que sedaban importancia, a los que se tenan por hombres justos, y sediriga a ellos con soberana vehemencia: pese a figurar entre losms importantes, entre los primeros en la vida de este mundo, notienen, ni mucho menos, asegurado el futuro; de hecho, estn ensituacin de mximo riesgo sub specie aeternitatis.Jess no estaba rem iso a vivir como peda a los dems. No slopeda el compromiso de amar a los otros, sino que se mostraba dispuesto a abrazar sin reservas a las personas profundamente abat-

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    8 PANES Y PECESdas y vulnerables que encontraba en su camino, no slo para ayudarlas y ensearlas, sino tambin para acoger sus vidas. Y no lohaca como un hombre arrogante o prepotente, pues no pretendasustituir un tipo de arrogancia por otro. Jess recordaba a susoyentes, y nos recuerda a todos, que nadie tiene derecho a asumirel papel de acusador, de moralista que seala con el dedo, vido demostrar la condenacin eterna, si antes no se ha sometido a un profundo examen de conciencia. Y al hacerlo, qu criterios debemosseguir? Pues bien, slo aquellos que estn libres de pecado (y,por consiguiente, ninguno de nosotros) tienen derecho a arrojarla primera piedra, a hacer comentarios maliciosos y despectivossobre los dems.No puede sorprendernos que, con este ejemplo moral, DorothyDay y Peter Maurin eludieran el mundo de la gente importante yse decidieran por los habitantes de los barrios ms bajos y marginales de la ciudad de Nueva York. Tampoco puede sorprendernosque nunca trataran de transferir sus esfuerzos, y los de los cientosy cientos de personas que despu s se unieron a ellos, a otro movimiento poltico, social o intelectual. De ah la dificultad que unoencuentra al buscar palabras con las que describir lo que amboshicieron y lo que sigue hacindose a lo largo y ancho de losEstados Unidos. Tal vez deberamos adoptar la expresin locospor Cristo, acuada por Dorothy Day; aunque, dadas las condiciones del mercado norteamericano de ideas en el siglo xx, difcilmente vaya a otorgarles mucho crdito a ella y a sus almasgemelas.Sin lugar a dudas, el Hijo de Dios nos ofreci una visin revolucionaria de las cosas, y hasta el da de hoy el resultado ha sidouna respuesta marcada por un rotundo rechazo, una fuerte indiferencia y, lo que tal vez es peor, la solcita sumisin que caracteriza al pietismo en cuanto forma sin sustancia. Los hombres y lasmujeres integrados en el movimiento The Catholic Worker -esdecir, imbuidos de un sentido de las cosas inspirado en DorothyDay y Peter Mau rin- se propusieron por encima de todo combatiresas respuestas y comprendieron que, para hacerlo, necesitaranhechos, no palabras, aunque stas fueran vivas, sinceras y elocuentes; para hacerlo tendran que asumir de verdad un tipo devida y un punto de vista: una fe religiosa no slo profesada oficialmente, sino tambin y sobre todo vivida.

    INTRODUCCIN 9Este libro de Dorothy Day trata de explicar qu signific unavida as. Sus palabras, con toda su maravillosa irona, han recibido una doble recompensa: constituyen un singular eplogo a susmuchos aos de duro trabajo y son tan directas, tan simples, tanmodestas, tan sinceras y tan profundamente sentidas como se quera que fuera aquel trabajo. En La larga soledad, Dorothy Day noshabl de su peregrinacin personal, y ahora nos ofrece relatos biogrficos de ella y de Peter Maurin. Panes y peces nos explica lasrazones del persistente inters de esos libros: en ellos se acot y sepobl de amor una parcela de la actividad cristiana, y por estemotivo ambos, como exploradores, merecen nuestro respeto encierto modo reverencial. Muchos de nosotros nunca seremos capaces de trabajar en el Bowery de Nueva York como lo hacen, enestos mismos momentos, miembros de la comunidad de TheCatholic Worker, pero tenemos una obligacin para con nosotrosmismos: saber lo que los dems son capaces de imaginar y, lo quees ms importante, de conv ertir en hechos, de realizar, da tras da.No hay duda de que Dorothy Day fue una periodista y ensa

    yista ms que competente. El estilo de sus escritos es siempresobrio, vigoroso y sosegadamente persuasivo. Ah es donde mejorse mueve, pues se muestra al mismo tiempo como una escritorareflexiva, dada a la ancdota, sugerente y, a su manera, rotundamente analtica. Creo que en este preciso momento debemos destacar la ltima de estas cualidades, pues ahora, cuando DorothyDay ya no est entre nosotros (muri a finales de 1981, a la edadde ochenta y tres aos), muchos vamos a sentir la tentacin de darun aire romntico a su vida y envolver sus diversas actividades-del cuerpo y del alma, del corazn y de la mente- en una gruesacapa de edulcorado sentimentalismo, lo que es un medio de desestimar, de enterrar por conveniencia nuestra algo que de hechosigue sumamente vivo, como podr observar inmediatamentequien visite las comunidades de The Catholic Worker de LosAngeles, Boston, Washington o cualquier otra ciudad de nuestropas.A lo largo de las pginas que siguen, la autora se esfuerza pordecirnos qu ocurre cuando se realizan estas obras de misericordiacristiana: la atencin prestada cada da a los hambrientos, a losenfermos, a los desposedos, a los descarriados, a las vctimas perpetuas de nuestra sociedad industrial. Dorothy Day quiere tambin

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    10 PANES Y PECESque percibamos no slo las races bblicas de esta singular tarea,sino tambin sus resonancias modernas: la poltica anarquista, lafilosofa personalista, la sensibilidad literaria y moral deDostoievski, Tolstoi e incluso, al menos en parte, de J. D . Salingery Camus. No cabe duda de que Dorothy fue leal a la Iglesia catlica y a una determinada versin del populismo norteamericano,pero su verdadera lealtad fue para el sentimiento comunitario delos primeros cristianos. Esto es tanto como decir que tena pocaconsideracin para las grandes lealtades -por no llamarlas pasiones sociales- de nuestro tiempo: el nacionalismo, el materialismoy el egosmo. Ella y otros como ella vieron con absoluta claridadlo mucho que, desgraciadamente, comparten los capitalistas y loscomunistas, los miembros acomodados y ambiciosos de este proletariado o de esa burguesa, en cuanto a ideas e ideales, esperanzas y preocupaciones. Ella saba que la llamada radical deCristo convierte necesariamente en alienado a todo aquel que laescucha y, como haba alcanzado ese estado, saba tambin queslo se puede estar agradecido por ello. Lo nico que podemoshacer en este aspecto es cotejar esa actitud insistentemente iconoclasta hacia los postulados dominantes de este mundo con las creencias y las opiniones que la mayora de nosotros sustenta o, msexactamente, dice sustentar.Muy importante es, asimismo, la persistente autocrtica queencontramos en estas pginas, en contraste evidente con la mentalidad ideolgica que, como hemos podido comprobar, ha prevalecido durante este siglo. En un pasaje del libro, ya cerca del final desu relato, Dorothy Day dice: Calmar el corazn, que se llena consuma facilidad de irritacin, resentimiento e ira, requiere algntiempo. Un poco ms adelante, sin ningn indicio sospechoso dedesprecio de s misma nacido de una crtica errnea, sino ms bienen un breve momento de candor, subraya algunas barreras y obstculos que el destino y las circunstancias pusieron en el caminode otras personas, y luego comenta acerca de sus propias tareas:Hemos acometido muy pocas cosas y hemos realizado anmenos.Aunque se est en abierto desacuerdo, uno se siente en ciertomodo tocado por esa edificante inclinacin a minimizar, en lugarde realzar, el carcter de los propsitos de su com unidad concreta.En trminos ms personales, Dorothy Day nos ofrece pensamien-

    1NTRODUCCIN 11tos como ste: Lo que juzgaba en m misma era mi temor interiory mi rigor. No es que (loado sea Dios!) esta escritora y activistadel siglo xx sea adicta a una versin del consabido pecado de orgullo que en estos tiempos adq uiere la forma de un intermin able examen psicolgico centrado en uno mismo. Ridiculiza un anlisis,una introspeccin y un examen de conciencia que tienen lugar enabstracto (desvinculados de responsabilidades ticas especficas) oque se hacen ex post fado, lo que con harta frecuencia es tantocomo decir a salvo de cualquier riesgo, peligro o sacrificio. Si, aunas, es plenamente consciente de sus fracasos en el amor, de susnegligencias, de sus cadas, tambin lo es de que esos lapsus,inevitables en todos nosotros no deben ser en ningn caso unaexcusa para otros pecados: un estado de resignacin o de desesperanza que justifique la apata o el abandono de una lnea de accindada.

    Este libro no debe leerse con la expectativa de hallar un argumento lineal o con la esperanza de obtener unos planes detalladosde uno u otro tipo. Com o escritora, Dorothy Day nos ofrece el reto(y el placer) de una cabeza prodigiosamen te compleja. N o elude nilas ironas ni las ambigedades, com o tampoco las fuertes paradojas, contradicciones e incongruencias que su manera de pensargenera inevitablemente. En el captulo 6, cuando aborda el temade la pobreza, dice: Condeno la pobreza y la defiendo. Naturalmente, acto seguido ayuda al lector a comprender esta manera derazonar y distingue entre la pobreza como fenmeno social y lapobreza com o asunto personal . Aborreca la pobreza que vea enlos bloques de viviendas de nuestras ciudades: hombres, mujeresy nios en horribles condiciones porque no haba trabajo, porqueel trabajo q ue tenan daba para poco y porque la sociedad preferaignorar su precaria situacin. Pero tambin se cuidaba de denunciar la avaricia, la mezquindad y la codicia que en no pocos casosaparecen unidas a la riqueza y al poder. No quera saber nada delcraso mercantilismo y la codicia, que no desaparecen, ni muchomenos, con una amplia y bien diversificada cartera de acciones.Cristo haba recomendado a sus discpulos el tipo de pobreza queDorothy Day se impuso a s misma, una pobreza que subraya lagenerosidad para con los dems y una indesmayable dedicacin alas exigencias de la justicia social.

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    14 PANES Y PECESQu tipo de organizacin tenemos? Es difcil decirlo. En elsentido usual de la palabra no tenemos organizacin alguna. Ciertamente, no somos una cooperativa ni una casa de beneficencia niuna misin. De nosotros no puede decirse que operemo s sobre unabase democrtica. Una vez tuvimos con nosotros a un antiguo soldado y a un antiguo trapense, y les pregunt a cada uno por separado si le gustaba el grupo de The Catholic Worker. El soldado

    contest: Es como el ejrcito, mientras que el trapense coment : Es como un monasterio trapense. Posteriormente nos visitun hombre procedente de un kibbutz israel, y le hice la misma pregunta. Me contest que se senta como en casa, pues la atmsferaera la de los kibbutzim. A un visitante de la India, nuestra casa deacogida en la ciudad le recordaba un ashram. Una profesora deruso que viva en Fordham nos dijo que nuestra comuna agrcolale recordaba el hogar de Tolstoi. Alguien la defini incluso comouna dictadura benvola.Tal vez la descripcin ms precisa nos la proporcionaraun amigo que, al referirse a ella, dijo que era un cuartel generalrevolucionario.A la gente joven en particular siempre les ha gustado el adjetivo revolucionario, porque implica accin, cambio, una luchaconstante por un mundo mejor. Esta es la razn por la que TheCatholic Worker atrae a tantos jven es. Actividades como formarpiquetes y distribuir propaganda, adems de estimular el pensamiento y la motivacin, ofrecan salidas apasionantes para los ideales en juego , y el hecho de que los redactores del peridico hayanestado en la crcel muchas veces por d esobediencia civil hace quenuestro trabajo parezca peligroso y, en consecuencia, ms estimulante y atractivo. Los jvenes ven cada vez ms en nuestro trabajola oportunidad que buscan para actuar directamente contra la amenaza de la guerra nuclear.Es posible que slo se pueda percibir realmente lo que defendemos, lo que tratamos de alcanzar, leyendo la historia de nuestrodesarrollo y nuestras luchas a lo largo de los aos, conociendo alos que dieron forma al movimiento y contenido a nuestro pensamiento. s e es el motivo por el que ahora escribo la historia de Th eCatholic Worker.Como cant en su tiempo el salmista ante el amanecer de unnuevo da, Acabo de empezar.

    PRIMERA PARTELOS INICIOSSON SIEMPRE APASIONANTES

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    18 PANES Y PECESlo largo de aquella estrecha calle, ocupada casi en su totalidad poralemanes e italianos.Viva con un hermano mo menor que yo, John, y con Teresa,su esposa, que es hispana. Nuestra cocina daba a un patio interioren el que no haba ningn ailanto -ese rbol duro y esquelticoque he mencionado-, pero s higueras cuidadosamente cultivadasy conservadas por unos italianos que las envolvan en paja seca yharpillera para protegerlas del fro durante el invierno. En veranolos rboles daban fruto. Haba melocotoneros, setos de aligustresaltos como rboles e hileras de la flor de santa Luca. Las petuniasy las calndulas nos proporcionaban una pequea nota de color,y tambin una deliciosa fragancia cada vez que la lluvia limpiabael aire y eliminaba los olores procedentes de las cocinas de lavecindad.Nos encontrbamos en el tercer ao de la gran depresin econmica. Roosevelt acababa de ser elegido presidente. Uno de cadacinco norteamericanos adultos estaba sin trabajo; en total, docemillones. De las fbricas no sala hum o. Las hipotecas de las casasy las granjas estaban siendo ejecutadas, lo que empujaba msgente hacia las ciudades, donde pasaban a engrosar las ya sobrecargadas listas de beneficencia. En Nueva York, largas hileras dehombres sucios y desarrapados vagabundeaban por las calles. Aorillas de los ros, casi todos los solares vacos se haban convertido en una Hooverville, un conjunto de chabolas chapuceramente construidas en las que las personas sin hogar se hacinaban entorno a unas hogueras.Un clima de excitacin, de inminente cambio en la sociedad,con la oportunidad de hacer realidad nuestros proyectos sociales,animaba a todos cuantos se sentan jvenes y tenan ideas. Celebrbamos reuniones y hablbamos sin cesar, convencidos de quehaba llegado el momento de poner en prctica nuevas soluciones.Yo acababa de regresar de Washington, donde haba cubiertocomo reportera la Marcha del Hambre de los consejos de desempleados para Commonweal y la conferencia de los granjeros paraAmerica. Haba sido periodista durante la mayor parte de mi viday en aquellos momentos me ganaba el sustento escribiendo artculos sobre el orden social como colaboradora independiente.Una tarde, estaba yo en la cocina trabajando en un libro sobrelos obreros en paro -una futura novela- cuando o que llamaban a

    ALGUIEN LLAMA A LA PUERTA 19la puerta. Tessa haba empezado a cenar, y John, que entonces trabajaba como chico de los recados en un peridico de Hearst, sedispona a salir. Tanto l como Tessa tenan veinte aos y esperaban su primer hijo. Ella tena un aspecto clido y resplandeciente;John, por su parte, era ms reservado.

    Tessa, que siempre fue muy acogedora, recibi al hombre queestaba en la puerta. Aquel hombre, bajo y corpulento, entr y almomento se puso a hablar de manera informal, con toda naturalidad, como si reanudara una conversacin que hubiera tenido queinterrumpir. Despus me enter de que tena cincuenta y sieteaos, pero a primera vista me pareci mayor. Su imagen estabaenvuelta en un halo gris: su cabello gris era corto y ralo, sus ojostambin eran grises, y tena unas facciones muy marcadas con unaboca agradable. Era evidente que sus manos anchas y de dedoscortos estaban acostumbradas al trabajo duro; por ejemplo, al trabajo con el pico y la pala. Vesta ese tipo de ropas viejas que hanperdido hasta tal punto el color y el apresto que resulta imposiblesaber si estn limpias o no. Pero despus pude comprobar quePeter Maurin, agitador y pronto fundador de lo que sera conocido como el movimiento The Catholic Worker, siempre estabaaseado.

    Tessa volvi a su trabajo, y el recin llegado se plant ante my empez a recitar uno de los que John llamaba sus EasyEssays:La gente va a Washingtona pedir al gobiernoque solucione sus problemas econmicos,aunque el gobierno federalnunca se ha propuesto resolverlos problemas econmicos de los hombres.Thomas Jefferson diceque cuanto menos gobierno,mejor gobierno.Si cuanto menos gobierno,mejor gobierno,entonces el mejor gobiernoes el autogobierno.

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    20 PANES Y PECESSi el mejor gobiernoes el autogobierno,entonces la mejor organizacines la auto-organizacin.Cuando los organizadores tratande organizar lo no organizado,entonces los organizadoresno se organizan a s mismos.Y cuando los organizadoresno se organizan a s mismos,nadie se organiza a s mismo,y cuando nadie se organiza a s mismo,no hay nada organizado.

    Peter Maurin hablaba efectivamente as, utilizando la repeticin para subrayar sus ideas; ideas que formulaba de una maneratan sencilla que sonaban como una composicin en verso libre (yhasta el da de hoy se hace referencia a los versos de Peter).Mi hijita Tamar me haba estado llamando desde la habitacincontigua. Tena el sarampin y quera zumo de naranja y que yoestuviera con ella. Peter, por su parte, quera un oyente y un discpulo, de modo que se puso a hablar con un mdico que acababa deentrar. Cuando se march el mdico, empez a hablar con el fontanero, con el inspector del gas -que vino a ver el contador-, conTessa -que estaba ante el fregadero- y con John -mientras se afeitaba delante del espejo de la cocina.Por Tessa me enter de que en realidad Peter Maurin habavenido para hablar conmigo. Tessa tena una maravillosa serenidad, pero yo estaba destrozada. En aquel momento el mdico,Tamar y Peter reclamaban toda mi atencin, y adems senta mipropia fatiga. Peter ya haba venido anteriormente varias veces aver si yo haba vuelto de Washington, y Tessa le haba recibidoamablemente, pero John, un norteamericano de cuerpo y alma,haba tenido sus dudas: era verdad que yo le quera ver o se trataba de un chiflado de Union Square? Peter, que en un primermomento era difcil de entender a causa de su acento francs,haba dicho a Tessa que haba ledo los artculos que yo escribapara las revistas catlicas y que haba venido a sugerirme la creacin de un peridico cuya finalidad sera clarificar id eas. La clarificacin era el primer punto de su programa. Las personas tie-

    ALGUIEN LLAMA A LA PUERTA 21nen que pensar antes de actuar. Tienen que estudiar. No puedehaber revolucin sin una teora de la revolucin, deca PeterMaurin citando a Lenin. Lo que a l le interesaba realmente era larevolucin verde, la revolucin para volver al campo, no larevolucin roja, que destacaba el papel de la industria. Si me entreg su ensayo La gente va a Washington fue porque yo acababade regresar de esa ciudad; pero, dada mi acumulacin de tareas-cocinera, friegaplatos, niera y madre, adems de escritora-, meresult difcil captar a la primera lo que deca.En realidad, yo saba desde haca mucho tiempo lo que Peterdijo aquel primer da. Pero apunt tres ideas que cre entender:fundar un peridico para clarificar el pensamiento, crear casas deacogida y organizar comunas agrarias. Entonces sinceramente nopens que los dos ltimos puntos tuvieran algo que ver conmigo,pero yo s que entenda de peridicos. Mi padre y tres hermanosmos trabajaron en ellos durante toda su vida. Cuando yo tenaonce aos, mis hermanos y yo empezamos a mecanografiar unpequeo peridico familiar. A todos nos gustaba escribir, y a mme haban enseado muy pronto a escribir de manera personal,subjetiva, acerca de lo que vea y de lo que ocurra a mi alrededor.En aquel momento Tamar no estaba muy enferma. Duranteunos das estuvo contenta por poder jugar con muecas y gatitos yhaciendo figuras de barro, y Peter se aprovech de que yo estuviera recluida en casa para volver y proseguir mi adoctrinamiento.Quien no es socialista a los veinte aos no tiene corazn, yquien es socialista a los treinta no tiene cabeza son palabras de unautor francs que a Peter le gustaba citar. Como yo haba sidosocialista en la universidad, comunista en los primeros aos veinte y desde 1927 era catlica, tena un punto de vista muy slidoacerca de la pobreza, el desempleo y mi propia vocacin para tratar de hacer algo relacionado con todo ello. No tena dudas acercade la Iglesia. Fue fundada por san Pedro, la piedra, que neg portres veces a su Maestro la vspera de su crucifixin. Y Jess habacomparado a la Iglesia con una red que se lanza al mar y es recuperada llena de peces, buenos y malos. Incluidos -segn soladecir uno de mis amigos no catlicos- algunos peces erizo y bastantes tiburones.Peter Maurin me hablaba a menudo de sus ideas acerca de lahospitalidad, concepto que yo entenda bien por haber vivido

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    22 PANES Y PECESdurante mucho tiempo en el Lower East Side de Nueva York, y lospobres se distinguen por su hospitalidad. La suegra de mi hermano , que era hispana, sola decir que siempre hay bastante parauno ms. Las familias pobres siempre acogan en sus casas aotras que estaban igualmente necesitadas. Por eso, cuando Peterempez a hablar de lo que necesitamos, sus palabras sonaron enmis odos claras y lgicas:

    A los parados catlicosno hay que enviarlos al Muni[albergue m unicipal].A los parados catlicos hay que darles hospitalidaden Casas de Acogida catlicas.Las Casas de Acogida catlicasson conocidas en Europacon el nombre de albergues.En Europa ha habido alberguesdesde los tiempos de Constantino.Los albergues son casas de huspedes gratuitas;los hoteles son casas de huspedes en las que hay que pagar.Y las casas de huspedes o los albergues de pagoson tan numerososcomo escasaslas casas de huspedes y los albergues gratuitos.As, la hospitalidad, como todo lo dems,se ha comercializado.As, la hospitalidad, como todo lo dems,ahora tiene que ser idealizada.

    Algunas otras ideas de Peter no eran tan fciles de entender,pero sus versos probablem ente ayud aban a la gente a captar el sentido y el espritu de lo que su autor q uera decir. El se imaginaba as mismo como un trovador de Dios que se apostaba en las plazaspblicas y las esquinas de las calles para adoctrinar a los oyentescon una salmodia que, repetida una y otra vez, captaba su atencin. Maestro innato, Peter no dudaba en repetir constantementesus ideas. Incluso sugiri a los jvenes estudiantes y parados quese agolpaban a su alrededor y le acompaaban hasta ColumbusCircle la conveniencia de crear una especie de canto antifonal. l,Peter, cantara Dar y no tomar, y el coro respondera Eso es lo

    ALGUIEN LLAMA A LA PUERTA 23que hace humano al hombre, y as sucesivamente a lo largo detoda la composicin.

    Peter era ms bueno que el pan. No era un homb re alegre o festivo, como algunos le han descrito, pero s un hombre verdaderamente feliz, con la felicidad que siente quien ha encontrado suvocacin en la vida, se ha puesto en camino y est seguro de smismo; y seguro tambin de que otros buscan su misin en la viday tratan de asumirla, esforzndose no slo en amar a Dios y a sushermanos, sino tambin en mostrar ese amor. Peter tena fe en laspersonas y en las ideas, y era capaz de hacer que las personas percibieran la fe que tena en ellas, de manera que adquirieran confianza en s mismas y superaran el sentimiento de inutilidad queazota a la juventud actual. De hecho, a m me infundi una fe tangrande en el poder de sus ideas que si me hubiera dicho: Ve alMadison Square Garden y expon esas ideas, yo habra superadotodo sentimiento de temor y habra llevado a cabo esa locura, convencida de que, aunque se tratara de la locura de la Cruz y estuviera condenada al fracaso, Dios poda tomar en sus manos esefracaso y convertirlo en victoria.A decir verdad, en el aspecto fsico de Peter no haba nada quepudiera impresionar a sus oyentes. A pesar de su traje cubierto depolvo, sin planchar y que le sentaba mal, y a pesar de los bolsillosllenos de libros y folletos, no produca una impresin de dejadez,pues llevaba indefectiblemente un sombrero de fieltro (de ala nomuy ancha), una camisa toscamente planchada, una corbata y unosslidos zapatos. No era el tpico fantico barbudo con sandalias ysin sombrero; no tena el aspecto de un apstol. Tampoco pretenda instaurar un culto a su personalidad, pues siempre subrayaba laprimaca de lo espiritual. Se senta feliz cuando la gente le escuchaba, pero no quera que le siguieran por la influencia que ejerca sobre ellos, sino nicamente por la fuerza y la belleza de susideas.

    Por ejemplo, la idea de pobreza. Cmo resplandece en la literatura franciscana y cuntas ilusiones se hace la gente acerca deella! Pero Peter la viva. No tena literalmente nada suyo. Viva enun viejo hotel del Bowery, donde pagaba cincuenta centavos pordormir una noche. Cuando tena dinero, coma en los horse mar-kets del barrio, bares econmicos que servan estofado y caf

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    24 PANES Y PECEScaliente, flojito y muy dulce. Estaba acostumbrado a alimentarsede sopa y pan.Entre sus ideas, la de publicar un peridico fue la que ms meinteres desde el primer momento. Pero mi pregunta era: Cmose puede hacer un peridico sin dinero?.En la Iglesia catlica no se necesita dinero para empezar unabuena obra -respondi P eter-. Lo importante son las personas. Sicuentas con unas personas que deseen aportar su trabajo, ya esthecho. Nadie puede ganar a Dios en generosidad. Los fondos llegarn de una manera u otra.Fue realmente esto lo que me dijo? Ahora no lo puedo asegurar y sospecho que ignor mi pregunta acerca del dinero, porqueen la Iglesia no era necesario. Lo importante era el trabajo.Yo haba estado leyendo la vida de Rose Hawthorne Lathrop,hija de Nathaniel Hawthorne, el novelista estadounidense del sigloxix. Rose y su marido se haban convertido al catolicismo en 189 1,y ella cre un hospital oncolgico para pobres y desheredados(tales instituciones eran muy raras en aquellos tiempos) que constaba de tres habitaciones oscuras y carentes de ventilacin y estaba situado en una casa del East Side. Sus principios fueron tanmodestos como lo seran los nuestros si ponamos en marcha laobra que Peter quera. Cuando Rose cay enferma de gripe, suprimer paciente tuvo que cuidar de ella. Pero, a partir de aquelprecario inicio, su obra fue creciendo hasta hoy, y en estos momentos tiene media docena de hospitales, atendidos por las dominicas y repartidos por todo el pas. Resultado de ello fue la creacin de una nueva orden de religiosas que visten el hbito de lasdominicas.La lectura de la vida de Rose Hawthorne Lathrop y las palabras de Peter me inspiraron de tal modo que estaba dispuesta acreer que en la Iglesia no se necesitaba dinero. Quera p oner inm ediatamente manos a la obra. Despus de todo, tena una mquina de escribir, una mesa de cocina, papel y mucho acerca de locual escribir. El problema era encon trar una imprenta, h acer el primer nmero, salir a la calle y venderlo. Los inicios son siempreapasionantes.

    2El peridico de todos

    Alguien ha dicho que sacar el peridico me llev de diciembrehasta mayo. La verdad es que di mi conformidad inmediatamente.La demora se debi principalmente al hecho de que Peter, en suoptimismo sobre los fondos, confiaba en un sacerdote conocidosuyo que tena una casa parroquial muy bien equipada en la zonaresidencial del West Side. Dicho sacerdote nos proporcionara unamquina multicopista, papel y espacio en los stanos de la casaparroquial. Ninguna de estas cosas lleg; no haban sido ms queoptimistas suposiciones de Peter.Pero, mientras tanto, Peter me estaba formando. Deca que yohaba tenido una formacin laica y que l me dara una idea general de la historia desde una perspectiva catlica. Una manera deestudiar historia era leer las vidas de los santos a lo largo de lossiglos. Tal vez Peter eligi este mtodo porque se haba fijado enmi biblioteca, en la que haba una vida de santa Teresa de Jess ysus obras, especialmente acerca de sus fundaciones espirituales, yhaba tambin una vida de santa Catalina de Siena. Ah, s, hubouna santa que influy en su tiempo!, exclam. Inmediatamenteinici una disertacin sobre las cartas que santa Catalina dirigi alos papas y a otras figuras pblicas del siglo xiv en las que losreprenda por sus faltas.Conservo en mi mente con toda nitidez el recuerdo del da enque conoc a Peter, porque fue inmediatamente despus de la festividad de la Inmaculada Concepcin, el 8 de diciembre. Yo habaestado en la capilla de la Universidad Catlica de Washington pararezar por los participantes en la marcha del hambre. Senta profundamente que Dios estaba ms del lado de los hambrientos, los

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    26 PANES Y PECESmenesterosos y los parados, que del lado de los que iban cmodamente a la iglesia y prestaban escasa atencin a la miseria delos necesitados y a las quejas de los pobres. Entonces ped que seme abriera un camino para hacer algo, para ponerme del lado delos pobres, para trabajar en su favor, de modo que no siguierateniendo la sensacin de que los haba traicionado al abrazar minueva fe.Estaba profundamente convencida de que la aparicin de PeterMaurin haba sido fruto de mis plegarias. De la misma manera queDios se sirvi de Habacuc para llevar a Daniel, encerrado en elfoso de los leones, la comida que tena preparada para los segadores, haba enviado a Peter Maurin para que me trajera el alimentointelectual que necesitaba y as fortalecerme y hacer que trabajarapara l.Poco despus supe por qu haba venido a verme. Haba odohablar de m en una visita que hizo al Commonweal, el conocidosemanario neoyorquino editado por Michael Wiliams, veteranoperiodista que aos antes haba trabajado en el mismo peridico,en San Francisco, con mi padre. Peter tambin estaba informadode mi conversin por un comunista irlands con el que haba entablado conversacin en un banco de Union Square. El irlands ledijo a Peter que los dos tenamos ideas parecidas, pues estbamosconvencidos de que la Iglesia catlica posea una doctrina socialque se poda aplicar a los problemas de nuestro tiempo. Con estosantecedentes, Peter se puso a buscarme.Ahora tena a alguien a quien poda proponer su programa.Hay que pensar que ya lo haba expuesto muchas veces, en losencuentros de Social Action y en sus visitas a personalidadespblicas y a las cancilleras de las dicesis de todo el pas. Pero alparecer no haba conseguido nada. Pu ede que no le escucharan porsu desastrado aspecto fsico o por su fuerte acento francs.Peter me trajo un da, tal vez por mis antecedentes radicales,una recopilacin de los escritos de Kropotkin e hizo que fijara miatencin especialmente en Campos, fbricas y talleres. Haba idoa la Rand School of Social Science y all haba copiado los pasajes ms interesantes. A Peter tambin le gustaban El apoyo mutuoy La conquista del pan.Mis conocimientos de la obra de Kropotkin se reducan a lasMemorias de un revolucionario, que haba publicado inicialmente

    EL PERIDICO DE TODOS 27por entregas en el Atlantic Monthly. (Qu lejos quedaban aquellosdas de libertad, en los que Karl Marx poda escribir en el matutino Tribune de Nueva York, y Kropotkin no slo vea publicada unade sus obras en el Atlantic Monthly, sino que adems era recibidocomo invitado en los hogares de los unitarios de Nueva Inglaterray en la Hull House de Jane Addams, en Chicago).Peter vena un da tras otro. M e traa libros para leer y sus ltimos y esmerados escritos. Desde aquel momento en adelante miaprendizaje no tendra fin.Un da le encontr casualmente en la iglesia parroquial delsacerdote amigo suyo en la zona residencial de la ciudad. Yo habaentrado para rezar un rato. Al cabo de unos minutos levant lamirada y vi a Peter sentado frente al sagrario, evidentemente enprofunda meditacin. Pareca totalmente ajeno a cualquier presencia que pudiera haber en la iglesia. Estaba sentado en silencio,pero asenta con la cabeza y gesticulaba con las manos de maneraintermitente, como si estuviera exponiendo una de sus ideas enpresencia de Aquel ante el cual estaba sentado tan tranquilamente.No quise distraerle.Adems, es probable que en mi subconsciente estuviera cansada de su constante conversacin. Su lnea de pensamiento, loslibros que me haba dado a leer, todo aquello era nuevo para m ymuy pesado. Mucha teora. Yo haba ledo acerca de Kropotkin, suvida y sus aventuras. En cierto sentido haba aprendido mucho,pero no estaba segura de querer saber ms. Peter haba ledo lasobras tericas de Kropotkin, y lo que le haba cautivado a l, yesperaba que me cautivara tambin a m, eran sus ideas, su pensamiento abstracto.Mientras estaba all sentada, pensando en las ltimas semanas,tuve que admitir que resultaba duro escuchar a Peter. Conectaba laradio y me pona a escuchar un concierto, una sinfona, y le pedaque se callara. A Tessa y a m nos gustaba la msica, pero al parecer Peter no tena odo musical. Durante un rato obedeca, peropronto se fijaba en mi rostro y, al no encontrar apoyo en l, se diriga a Tessa, ms condescendiente que yo. Entonces acercaba susilla y, apoyndose en el brazo, empezaba a hablar. Era incorregible. Aun as, cada vez le queramos ms, le recibamos calurosamente cuando llegaba y le obligbamos a comer, pues sabamosque slo haca una comida al da.

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    28 PANES Y PECESSin embargo, sus constantes ganas de hablar a cualquiera quellegara eran una gracia para nosotros, pues nos permitan dedicarnos a nuestras tareas. Yo, por ejemp lo, poda correr a la habitacindelantera, donde tena mi mquina de escribir, y trabajar un poco.Recuerdo concretamente a un visitante que vena bastante a menudo. Se llamaba Hugh y era escultor; un hombre alto, grueso y tranquilo con grandes ojos castaos. Acostumbraba sacar una flauta ytocarla mientras Peter le hablaba.Tienes mucha razn, Peter, deca de vez en cuando, asintiendo distradamente con la cabeza. Despus se pona a tocar sussencillas melodas. Un da el escultor nos dej atnitos a todos,pues vino una mujer amiga nuestra y, cuando se march, comentque aquella mujer sola ir a su estudio y sentarse desnuda en larepisa de la chimenea. Llegamos a la conclusin de que la buenaseora se parecera a alguna modelo que haba posado para l.Normalmente, a las diez o las once pedamos a los visitantesque se marcharan. Como estbamos en nuestra casa, nos sentamos con derecho a decrselo. Las noches templadas, Hugh y Peterse dirigan a Union Square y se sentaban en un banco del parque.All continuaban su conversacin -si se poda llamar as-, mientras Hugh tocaba la flauta y Peter, gesticulando, le abrumaba consu discurso de historia y su anlisis de ideas viejas y nuevas, y, alhacerlo, tal vez preparaba las lecciones que pensaba exponerme alda siguiente.Tessa esperaba el nacimiento de su hijo plcidamente, y yo mededicaba a mis colaboraciones periodsticas. Por la noche, mi hermano y yo (John, por entonces, trabajaba de da) hablbamos denuestros planes de crear un peridico con Peter, que no saba abso

    lutamente nada de periodismo. l nos aportara las ideas, y nosotros sacaramos un peridico para el hombre de la calle.Como soy un ser egocntrico, mi mente y mi corazn estabanabsorbidos por el papel que tena que desempear. Plane el formato y el tipo de letra, as como los textos que deba escribir paraque armonizaran con los ensayos de Peter. No creo que llegramosa consultarle si le gustaba el ttulo que habamos dado a sus escritos en el peridico: Easy Essays. Estaba tan contento ante laperspectiva de ver sus ideas impresas que nunca hablaba del tema.Pero saba muy bien que, a pesar del ttulo, sus ensayos eran todo

    EL PERIDICO DE TODOS 29menos fciles. Sus palabras, como las del Evangelio, eran duras;duras para llevarlas a la prctica en la vida diaria.Cuando al cabo de varias semanas me convenc de ello,siguiendo el consejo del padre Joseph McSorley, antiguo provincial de la Sociedad Misionera de San Pablo y a la sazn mi director espiritual, me dirig a la editorial de dicha orden, donde medijeron que una edicin de dos mil ejemplares costara cincuentay siete dlares.Decid esperar a tener el dinero en la mano antes de sacar elprimer nmero. No quera deudas. No compraba a plazos, aunquela verdad es que no me importaba retrasarme en el pago del alquiler o escatimar a la hora de comprar en la tienda para poder reunircuanto antes el dinero necesario para pagar la primera factura. Elpadre McSorley me ayud mucho a encontrar trabajo para m. Elpadre Harold Purcell me dio diez dlares y la hermana PeterClaver me entreg un dlar que le acababan de dar.Durante aquel invierno, Peter haba estado yendo constantemente a Mount Tremper, en el norte de Nueva York, pero en abrilno se movi de la ciudad. Nuestros planes iban tomando cuerpo.Aun as, a Peter no le gustaba mucho el rumbo que haba tomadoel peridico.Yo ya haba enviado a la imprenta el ejemplar, con informacin acerca de la explotacin de los negros en el sur, los jornaleros del campo, el trabajo infantil en nuestra vecindad, algunosdesahucios recientes, una huelga local por sueldos y horarios, peticiones de viviendas mejores y ms baratas, etctera, y estbamosesperando las pruebas.Cuando stas llegaron, las recortamos y empezamos a haceruna maqu eta, pegndolas sobre las ocho pginas de un tabloide deltamao de The Nation, escribiendo los titulares y probando diferentes tipos de letras. Cuando volv de la imprenta, Peter ech unvistazo a lo que yo haba escrito y not que, lejos de sentirse satisfecho, estaba cada vez ms molesto. Un da, cuando examinabaunas pruebas recientes, empez a mover la cabeza. La expresinde su rostro era de una gran tristeza.Es el peridico de tod os, dijo. Yo me sent complacida, puespensaba que era lo que ambos queramos. Y el peridico de todosno es el peridico de una sola persona, aadi con un suspiro.

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    30 PANES Y PECESPeter se levant sin decir nada ms y sali de la habitacin.Despus supimos por va indirecta que haba vuelto a marcharsede la ciudad. Y transcurri algn tiempo antes de que volviramosa saber de l.Todos confibamos en que estara presente aquel histrico primero de mayo de 1933, cuando nos arriesgamos a vender el pri

    mer nmero de nuestro peridico en Union Square. Pero Peter noestuvo. Un sacerdote amigo me envi tres muchachos para que meacompaaran. Uno de ellos era Joe Bennett, un chico de Denverrubio y un poco desgarbado que iba a trabajar en estrecho contacto con nosotros durante algunos meses. Fue un da maravilloso,radiante y caluroso. La plaza estaba abarrotada de gente: unos semanifestaban, otros paseaban, y otros escuchaban los discursos,discutan o echaban una ojeada a los montones de propagandaescrita que se venda o se entregaba en mano y que pronto cubrira el suelo.Los otros dos chicos, ms jvenes que Joe Bennett, acobardados y desanimados por los comentarios negativos de los lderes delos obreros y de la izquierda, no tardaron en abandonar. Religinen Union Square! Absurdo! Si hubiramos acudido en representacin de los testigos de Jehov, posiblemente habramos tenidouna acogida ms favorable. Pero gente relacionada con la Iglesiacatlica...! Joe Bennett y yo aguantamos el tipo y disfrutamos deaquel radiante da de primavera. No vendimos muchos peridicos,pero nos divertimos con las discusiones en que nos vimos envueltos. Un irlands mir la mancheta del peridico y nos recriminque apareciera en ella la lnea a penique el ejemplar, pregun

    tndonos si nos habamos vendido a los ingleses. Al mes siguiente cambiamos la frase y pusimos a centavo el ejemplar, simplemente para complacer al irlands.Nosotros sabamos que Peter no habra dejado pasar la oportunidad sin montar un nmero. Habra dicho a su interlocutor:Hace mil aos, cuando un irlands encontraba a otro irlands,juntos levantaban un monasterio. Ahora, cuando un irlands encuentra a otro irlands, ya sabes lo que hacen!. Despus habrasoltado un largo discurso sobre la cultura galica y habra dichoque los irlandeses fueron los que mantuvieron viva la civilizacin

    EL PERIDICO DE TODOS 31hubiera olvidado por completo del penique ingls que haba suscitado su queja.Tambin recibimos una queja de un negro que nos record quelos dos obreros de nuestra mancheta, uno a cada lado del ttulo,The Catholic Worker, eran blancos. Uno tena en las manos un picoy el otro una pala. Y nos dijo: Por qu no habis puesto unoblanco y otro negro?.

    Pensamos que era una buena idea. Antes de que saliera elnmero siguiente, encontramos a un artista que nos hizo una nuevamancheta. En ella se vean un hombre blanco y un hombre de color, cada uno con sus herramientas, dndose un apretn de manoscon la figura de Cristo como elemento de unin al fondo. Aquelprimer da, Joe Bennett y yo nos sentamos en los bancos del parque, recibimos n uestra primera racin de sol y nos fuimos relajando poco a poco. A pesar de nuestras magras ventas y de las inciertas expectativas futuras, aquella noche v olv a East Fifteenth Streetcon la agradable sensacin de haber triunfado.Pero echaba en falta a Peter Maurin. Habamos estado tan ocupados y excitados con la idea de lanzar un peridico, au nque fuerapequeo, y habamos tenido que atender a tantos detalles que nohabamos notado su ausencia hasta que sali el primer nmero.Pero, una vez publicado el peridico, s le echaba en falta. Suausencia me transmita una desagradable sensacin, porque merecordaba que nuestro peridico no reflejaba su pensamiento, apesar de haber sido l quien nos haba dado la idea.Posteriormente, durante algn tiempo estuve demasiado ocupada para pensar en ello. Haba que enviar por correo ejemplaresa los directores de los peridicos diocesanos y a hombres y mujeres destacados del mundo catlico. Empezamos a recibir cartasque elogiaban nuestro primer esfuerzo. Algunas incluso contenandonativos como ayuda para que continuramos nuestra obra. Yoestaba aturdida con el xito. Habamos comenzado. Una semanadespus del lanzamiento de The Catholic Worker, Tessa dio a luz.Das ms tarde, mi hermano consigui un empleo como directordel peridico de Dobbs Ferry, pueblo situado a orillas del roHudson, y se traslad all con su familia.Por la misma poca qued disponible la barbera ubicada en laplanta baja de nuestro edificio. Era un local largo y estrecho y

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    32ideal para instalar nuestra sede. La parte posterior tena una habitacin y, junto a ella, una cocina. Una puerta daba a un patio interior, y el espacio pavimen tado situado delante del jardn constituaun lugar ideal para instalar una sala de estar exterior donde podramos recibir a los invitados e incluso servirles t a media tarde.As, con unos cuantos muebles de segunda mano -un escritorio,una mesa, un archivador y un par de sillas-, pusimos en marchaotro proyecto.La gente empez a acudir cada vez en mayor nmero. Visitantes asiduos de la redaccin de The Catholic Worker eran dos hombres flacos, harapientos y de mirada ms bien furtiva que Peterhaba pescado en Union S quare a principios de primavera, antes demarcharse. Para l, ambos representaban a los trabajadores. Lepodan escuchar durante horas sin cansarse ni interrumpirle. Eranel punto de partida de una audiencia, algo sobre lo que construir;no muy prometedor, pero, al fin y al cabo, un comienzo. Normalmente, despus de una de las intervenciones de Peter en la plaza,le acompaaban hasta mi habitacin, donde, si no se produca ningn cambio en el ltimo momento, haba al menos pan y t dulce.Peter deca siempre: No tienen donde dormir, pues estaba seguro de que yo aportara el dlar que haca falta para pagar doscamas en una pensin del Bowery. Pero muchas veces yo no tenaese dlar, y entonces, en compensacin, se quedaban a comer.Durante todo el tiempo que Peter permaneci en el camporecib regularmente la visita de aquel par de amigos. Siempre seanunciaban, antes de abrir la puerta, diciendo: Aqu estn de nuevo Dolan y Egan. La cosa lleg a tal punto que mis amigos personales, viendo que estaba cada vez ms angustiada por falta detiempo para m , solan decir al llegar: Aqu estn de nuevo D olany Egan.Por eso, un da, con contenida impaciencia, o la habitual llamada a la puerta de mi piso, situado encima de la barbera, y medispuse a dar la consabida y familiar bienvenida. Como no entraba nadie, abr la puerta. Era Peter Maurin.Peter! Dnde has estado?. Mi satisfaccin fue tan grandeque mi bienvenida fue fervorosa. Dnde estabas el primero demayo? Miles de personas en Union Square y ni rastro de Peter!.El peridico de todos no es el peridico de una sola persona,dijo una y otra vez moviendo la cabeza. Peter pareca descansado

    EL PERIDICO DE TODOS 33y no tan cubierto de polvo como de costumbre. Sus ojos grises medecan que se alegraba de estar de vuelta. Mientras yo preparabacaf y sopa y sacaba el pan, l sigui hablando y hablando, y ledej, dispuesta a esperar hasta que se pusiera a comer la sopa parapoder decirle todo lo que haba ocurrido. En cuanto tuv iera la bocallena, escuchara.Cuand o le pregunt por qu se haba ido, no recib explicacin.Lo nico que consegu fue que me dijera irnicamente, encogindose de hombros: El hombre propone y la mujer dispone. Perome mir y sonri, y sus ojos se animaron. Me di cuenta de que sealegraba de estar de vuelta y preparado para llevar a cabo su misin. Estaba lleno de paciencia y dispuesto a atenderme: no comoa una Catalina de Siena, ya iluminada por el Espritu Santo, sinocomo una antigua socialista, sindicalista radical y comunista enquien poda encontrar cierta afinidad, una base sobre la que construir. Pero mi preocupacin inmediata iban a ser los sindicatos, lashuelgas, la lucha por mejores salarios y jornadas de trabajo mshumanas. Como deca san Agustn, la botella seguir oliendo allicor que contuvo en su da. Yo iba por ese camino has ta que Peterilumin mi mente y dilat mi corazn para que pudiera aguzar mivista y ver ms en consonancia con la libertad de Cristo de la quesiempre hablaba san Pablo.Peter retom su actividad exactamente donde la haba dejado,pues sac un libro del bolsillo y reanud mi adoctrinamiento.Puede que fuera un texto sobre san Francisco de Ass, o algnescrito de Eric Gil -escritor, escultor, artista y artesano que porentonces viva en una comunidad en Inglaterra-, o el pequeolibro Nazareth or Social Chaos del padre Vincent McNabb, o.R,que haba impulsado esa comunidad. No obstante, poco a poco, atravs de muchas conversaciones, llegu a conocer lo bastante sumanera de pensar como para comprender por qu consideraba inadecuados los textos del primer nmero de The Catholic Worker.Peter hablaba a men udo de lo que l llamaba filosofa del trabajo. Una de sus consignas deca: Trabajo, no salarios; el trabajo no es algo que se compra y se vende; y otra era: Responsabilidad personal, no responsabilidad del Estado. Una de sus fuentes de inspiracin predilectas era el Manifiesto personalista, deEmmanuel Mounier, que no dudaba en traducir espontneamentedel francs para todo aquel que quisiera escucharle. Finalmente,

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    34persuadi al padre Virgil Michel, benedictino de la abada de SanJuan, en Minnesota, para que lo tradujera al ingls, y Peter logrque fuera publicado. Personalista -sola decir- es quien da, noquien toma. Trata de dar lo que tiene, en vez de tratar de tomar loque otro ser humano posee. Intenta ser bueno haciendo el bien alos dems. Tiene una doctrina social del bien comn. Es hetero-cntrico, no egocntrico.Mucho despus, cuando ech un vistazo al primer nmero delperidico, pude ver con ms claridad lo que molestaba a Peter.Habamos insistido en salarios y jornadas laborales, cuando l trataba de hablar de una filosofa del trabajo. Yo haba escrito sobrelas mujeres y los nios en la industria, sobre la explotacin en lasfbricas y sobre las huelgas.Para m huelgan las huelgas!, deca Peter con obstinacin.Le deba de parecer que nos limitbamos a parchear el sistemaindustrial, en lugar de tratar de reconstruir la sociedad con unafilosofa tan vieja que pareca nueva. Ni siquiera el nombre delperidico le gustaba. l habra preferido el de Catholic Radical,pues crea que los radicales, como su propio nombre indica, deban ir a la raz de las cosas. En el segundo nmero del peridico,correspondiente a junio-julio, se not que habamos estadocomentando todos estos temas, puesto que mi artculo deca:

    Peter Maurin (cuyo nombre apareca escrito incorrectamenteen el ltimo nmero) tiene un programa que se recoge en sucolaboracin de este m es. Como su programa es concreto y biendefinido, considera que es mejor eliminar su nombre del consejo de redaccin y continuar su relacin con el peridico comocolaborador.Despus vena el artculo de Peter:

    Se da por supuesto que, como redactor, voy a apoyar o respaldar cualquier reforma propuesta en las pginas de Th e CatholicWorker. En realidad, firmo mis trabajos y confo en que el lectorentienda qu es lo que defiendo.Mi programa con tiene tres puntos. Uno de ellos es la organizacin de debates en mesa redonda, el primero de los cualesespero que tenga lugar en el Manhattan Lyceum el ltimo domingo de junio. Por diez dlares podemos disponer de una salacon capacidad para ciento cincuenta personas durante ocho

    EL PERIDICO DE TODOS 35horas. Ya he pagado tres dlares en concepto de depsito. Eneste momento no tengo ms dinero, pero pedir el resto. Esperoque todo el mundo acuda al encuentro. Quiero que vengan comunistas, radicales, sacerdotes y seglares. Quiero que cada cualexponga sus puntos de vista y deseo que se clarifiquen las ideas.El segundo punto del programa es la creacin de casas deacogida. En la Edad Media, el obispo tena la obligacin de proporcionar casas de acogida o albergues a los caminantes. Ahorason especialmente necesarias, y en concreto para mi programa,como hogares provisionales. Confo en que alguien proporcionar una casa, libre de alquiler durante seis meses, para poderempezar. Al frente de ella estar un sacerdote, y se reclutarnhombres de nuestras mesas redondas para que trabajen en lascasas de acogida en rgimen de cooperativa y despus enviarlosa las colonias agrcolas o a las universidades agrnomas. Conesto llegamos al tercer punto de mi programa. La gente tendrque volver al campo. La mquina ha desplazado a la mano deobra. Las ciudades estn superpobladas. El campo tendr queacoger el excedente de poblacin.

    En conjunto, mi proyecto es un comunismo cristiano, utpico . No me da miedo la palabra comunismo. No digo que mi programa sea para todos; es para aquellos que decidan abrazarlo.No me opongo a la propiedad privada con responsabilidad; perolos que disponen de esa propiedad privada no deben olvidarnunca que constituye un fideicomiso.Este sucinto enunciado de sus aspiraciones no fue ni siquierael editorial del peridico. Tal vez era demasiado utpico para migusto; tal vez estaba molesta porque las mujeres no aparecan enla descripcin de una casa de acogida, respecto de la cual Peter

    deca que un grupo de hombres vivira bajo la direccin de unsacerdote. Adems de este artculo, el peridico contena varios desus Easy Essays, en uno de los cuales recomendaba la creacinde casas de acogida y de comunas agrcolas haciendo gala de suvena de trovador:Necesitamos debates en mesa redondapara evitar que las mentes formadasse conviertan en acadmicas.Necesitamos debates en mesa redondapara evitar que las mentes no formadasse vuelvan superficiales.

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    Big Dan se qued con nosotros hasta ltima hora de la tarde.Entre bocado y bocado nos dijo que haba estado durmiendo en losmuelles del puerto y que haba comido lo que haba encontrado enlos cubos de basura, puesto que no haba querido quedarse en casade su hermana -que estaba dispuesta a acogerle-, porque la pobretena un montn de nios pequeos, y l coma mucho.Una frase que a Peter le gustaba repetir -y que dijo aquellanoche a Big Dan- era: La gente no hace ms que buscar unpuesto de trabajo. Y yo digo: "Fuera los patronos! Fuera lospatronos!".A Big D an le encant la consigna. A l le habra gustado veral patrn en su lugar, recorriendo las calles en busca de un puestode trabajo. No dudaba en imaginarse a s mismo sentado en unabonita oficina en el momento de despedir al patrn, mientras ltena un cargo bien pagado sin hacer nada. Cuando miraba a Peter,sus ojos brillaban.El patrn ofrece a sus empleados participacin en forma deacciones (stocks) en la empresa, y lo nico que stos consiguen esestar en un atolladero (stuck)\, grit Peter en tono de mofa. Eradifcil imaginar que alguien recibiera acciones de su empresa parasalir adelante en aquellos tiempos, pero a l le gustaban los juegosde palabras, y se rea de su propio ingenio, que a menudo losdems no entendan. Sin embargo, la idea de sentirse orgulloso deser pobre complaca a Dan. Al da siguiente, ste acudi muy temprano a recoger un paquete de peridicos para venderlos en UnionSquare. Ahora tena una razn para apostarse en una esquina yestablecer contacto con los transentes.Normalmente, un vendedor de The Daily Worker voceaba:

    Lea The Daily Worker!, y Big Dan replicaba gritando: LeaThe Catholic Worker a diario (daily)\; posea una gran voz, y gritar consignas le brindaba la oportunidad de lucirla. Adems, tenauna sonrisa a la que nadie se resista. Venda muchos peridicos yera el mejor relaciones pblicas que podamos desear. Adems devender en Fourteenth Street, iba a la zona residencial de la ciudady se pona a pregonar el peridico delante de Macy's y de la iglesia de San Francisco d e Ass, en Thirty-first S treet, el centro de laciudad. Una vez me vio cuando yo iba a misa y empez a vocear:Lea The Catholic Workerl Una historia de amor en cada pgi-

    na!. Otra vez se puso a gritar: Lea The Catholic W orker... y porah viene su directora!.Una chica en paro llamada Mary Sheehan, que se haba unidoa nuestro grupo, tambin estaba dotada de un gran sentido delhumor. La venta del peridico le brindaba la oportunidad de mostrar su mejor ingenio y saborear sus encuentros en la calle. En cierta ocasin, un compaero le dijo en tono burln: Conozco a tucardenal! Se emborracha todos los sbados por la noche con suama de llaves!.Mary le replic: Eso demuestra que es un gran demcrata!.Cuando se prodigaban excesivamente las bromas de esa ndole , Peter inicialmente se senta confuso y despus se retraa comentando: Dem asiadas bromas, demasiadas chanzas. Cuando lasituacin se haca insostenible en toda la redaccin a causa delruido, se iba a Union Square y all buscaba a alguien dispuesto aescucharle.Aquel verano Peter represent gustosamente su papel de trovador de Dios. A medioda, cuando estbamos sentados a la mesa,hablaba o, mejor dicho, salmodiaba, y sus ensayos constituan unagradable acompaamiento de nuestras comidas.Uno de ellos, Un caso para la utopa, que despus publicamos en nuestro peridico, es especialmente pertinente hoy.Dice as:

    Al mundo le ira mejorsi la gente tratara de ser mejor,y la gente sera mejorsi dejara de intentar que le fuera mejor,pues cuando todo el mundo intenta que le vaya mejora nadie le va mejor.Pero cuando todo el mundo trata de ser mejor,a todo el mundo le va mejor.Todo el mundo sera ricosi nadie intentara ser ms rico,y nadie sera pobresi todo el mundo tratara de ser el ms pobre.Y todo el mundo sera lo que debe sersi todo el mundo tratara de serlo que quiere que sea su semejante.

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    Peter explicaba despus que, segn Mirabeau, haba tres maneras de ganarse la vida: pidiendo limosna, robando y trabajando.Pero robar va contra la ley de Dios y la ley de los hombres. Pedirlimosna va contra la ley de los hombres, pero no contra la ley deDios. Trabajar, po r su parte, no va ni contra la ley de Dios ni co ntra la ley de los hombres. Pero ahora dicen que no hay trabajo. Y,sin embargo, hay mucho trabajo que hacer. Entonces su voz seelevaba, porque aquel era el clarn de Peter: Pero no hay salarios.Bueno, la gente no necesita trabajar por un salario. Puede ofrecersus servicios gratuitamente.Al principio Big Dan miraba a Peter con asombro. Peroluego, observando nuestra respetuosa atencin, coma y, creo yo,escuchaba. Oa las ideas de Peter para convertirlas, a pesar detodos los rechazos, en parte de su vida. Nunca lleg a comprenderplenamente la idea de trabajar sin un salario. Los pequeos ingresos que le proporcionaba la venta del peridico en la calle significaban mu cho para l. Ya poda decir a su herm ana que trabajaba yque, con lo que ganaba, se pagaba la comida, una habitacin y anpoda llevar unos cuantos centavos en el bolsillo.Incluso hoy pienso a menudo en lo inspirada que era la actitudde Peter en su penoso y paciente adoctrinamiento y que nosotrosslo aceptbamos una pequesima parte del mismo. Tena la simplicidad de un Alyosha, de un prncipe Mishkin. Aceptaba agradecido lo que la gente le daba, encontraba siempre mucho trabajoque hacer, ocupaba el ltimo lugar y serva a los dems.

    3Casas de acogidaNecesitamos casas de acogida -deca Peter- para dar a los ricosla oportunidad de servir a los pobres.Nuestra primera casa de acogida naci poco despus que elperidico The Catholic Worker -justamente cuando estbamostrabajando en el segundo nmero-, en la barbera que habamosocupado y que se encontraba debajo de nuestro piso de FifteenthStreet. Una mujer joven, obrera textil en paro a punto de tener unhijo, se encargaba de la cocina y preparaba la comida para loshombres sin hogar, que ya haban empezado a acudir en masa.Poco despus todos comamos por turnos.El jardn resu lt ser un agradable lugar para tomar caf y charlar. Los jvenes acudan en gran nmero, deseosos de poner enprctica sus ideas sociales. A menudo los universitarios se mostraban ms dispuestos a discutir y razonar que a trabajar. Esto hizoque en un momento dado estallara la vieja guerra entre pensadores y trabajadores. Peter acogi con agrado el conflicto.Contribuye a clarificar las ideas, coment con satisfaccin.En cierta ocasin lleg un profesor de filosofa de una universidad catlica. Se pasaba el da discurseando sobre la guerra y lamoral cristiana. Como le servamos la comida en el jardn, el discurso se prolongaba ininterrumpidamente, mientras la gente entraba y sala. En otra ocasin tuvimos a un doctor ruso, un benedictino alemn y un general mexicano. Los tres se pusieron a hablaral mismo tiempo, pero cada uno expona su causa con su propioacento. El ruso apoyaba la teocracia; el sacerdote alemn hablabade almas que eran vctimas; y el mexicano, inflamado por laspersecuciones que entonces tenan lugar, quera que le ayudramos a conseguir armas para organizar una contrarrevolucin.

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    Peter, en aras de la clarificacin de las ideas, habl con su acentofrancs de las comunas agrcolas.En otoo, las cartas que llegaban de todo el pas indicaban q ueThe Catholic Worker era un xito. Al leer aquellas cartas, Peterqued tan impresionado que, en aras de una nueva clarificacin delas ideas, decidi dar un paso muy arriesgado: alquil una sala debaile en Manhattan Lyceum, que normalmente estaba reservadapara bodas y bar miztvahs, y all planific una serie de conferencias y debates para los domingos por la tarde, llegando al extremode anunciar su primera conferencia mediante pasquines impresosen una multicopista.Despus tuvo que contentarse con una pequea sala de reuniones, pero pronto los actos fueron o rganizados por dos jvenes activistas polticos cuya ambicin consista en hacer propaganda enlos barrios humildes y poner en marcha un partido catlico.Marginado y hundido, Peter volvi silenciosamente a sus bancosde Union Square, y nosotros dejamos de pagar el alquiler de lasala. Los dos muchachos consideraron que aquel era un acto nada

    caritativo por nuestra parte y nos acusaron de combatir la libertadde expresin.Yo trat de consolar a Peter (no precisamente porque lo necesitara) dicindole que Nadezhda Krupskaya, la viuda de Lenin,hablaba en su autobiografa de las escuelas de obreros que ella ysu marido haban organizado en los parques de Pars y en los bosques. A una de aquellas reuniones del domingo por la tarde haban acudido cuarenta personas, lo que se consider todo un xito.Aquel primer invierno montamos una escuela para los obrerosen nuestro local. Peter invit a personas notables de diferentescampos -sacerdotes y profesores famosos-, y se trataron muchostemas. Cada noche de la semana haba un conferenciante con elque Peter poda discutir. No se cansaba nunca, pues haba adquirido la costumbre de perman ecer despierto hasta las dos o las tres dela madrugada, o hasta que terminaba el debate, y al da siguientese levantaba con el tiempo justo para acudir a misa de doce. Aveces me preguntaba si estara tratando de emular a Marx yProudohn, que en cierta ocasin estuvieron discutiendo durantetoda una noche y, despus, durante toda la travesa del Canal d e laMancha, y no se pusieron de acuerdo.

    Convencidos de que los pobres se merecan lo mejor, invitamos al padre La Farge, SJ, al padre Joseph McSorley y al padrePaul Hanly Furfey, de la Universidad Catlica, sin mencion ar visitantes tan distinguidos como Jacques Maritain y Hilaire Belloc.Al venir a nosotros, aquellos hombres podan dirigirse a mucha ms gente que las pocas docenas que llenaban el viejo almacn de East Fifteenth Street. Los estudiantes y otras personas integradas en grupos similares al nuestro que haban surgido en todoel pas podan leer sus artculos en The Catholic Worker, estudiarsu pensamiento y tratar de hacer la sntesis de culto, cultura y cultivo, de la que Peter hablaba siempre.Las conferencias sobre liturgia, oracin y Escritura estabanagrupadas bajo la rbrica de culto. Pero como en los encuentrosfiguraban personas de otras religiones, se trataba de reuniones ecumnicas. De hecho, fueron el principio de nuestra labor en favorde la paz entre grupos religiosos. Peter insista en que podamosunirnos en nuestra bsqueda del bien comn. La cultura era unaderivacin de culto, y Peter nos daba resmenes de los escritos deEric Gil e invitaba a artistas y escritores a hablar en nuestro loca l.Bajo la rbrica de cultivo se abordaban temas como el movimiento agrcola y las cooperativas.Mientras se celebraban aquellas conferencias, Stanley, Marga-ret -nuestra cocinera- y Mary Sheehan solan quedarse en la cocina. Una vez Stanley coment con tono de asombro: Si tuviramos que pagar a estos hombres por sus conferencias, les tendramos que dar cien dlares a cada uno.Si son tan grandes -dijo entonces Mary, al tiempo que echaba mano a la cafetera-, por qu no entras a escucharlos?. PeroMargaret hizo callar a ambos con su voz aguda y estridente.

    Un da, ya a ltima hora de la tarde, se present un viejo a migoruso llamado Andr Salama con un gran pan de centeno, un botede mantequilla dulce, gran cantidad de zakuska y una botella devodka que haba comprado en el East Side. Mientras tena lugar lareunin, nosotros organizamos un pequeo festn en la mesa de lacocina. Salama haba venido para hablarme de unas preciosas oraciones a la Madre de Dios que haba enc ontrado en la liturgia rusa,oraciones que se parecan muchsimo a las que nosotros rezbamos, y nos las cantaba con voz potente entre grandes tragos devodka.

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    En aquellos tiempo s, la algazara y los debates serios iban de lamano. Slo cuando algunos de los muchachos que haban venidoa ayudarnos mostraron signos de alcoholismo, los dems abandonamos aquellas diversiones. Peter dio ejemplo. En cuanto vio conclaridad la situacin, rechaz el vaso de vino que le ofrecamos alcerrar, cuando apagbamos las luces por la noche y cada cual sediriga a su habitacin.Por entonces alquilamos un piso en la parte baja de la callepara alojar a nuestro primer grupo de mujeres -al principio unamedia docena-, y otro local detrs de la antigua iglesia de SantaBrgida, en Seventh Street, para acomodar a los hombres. La vidano era en absoluto tranquila, pues algunos de ellos beban, peroel problema que de verdad segua acosndonos era la falta deespacio. Cuando un sacerdote del West Side, en los lmites deGreeenwich Village, nos anim a alquilar una vieja casa de suparroquia, nos mudamos a ella. Las habitaciones de la nueva residencia, en Charles Street, eran un poco mayores; al menos podamos estar todos juntos en una estancia y as ayudarnos unos aotros. En el curso del ao que permanecimos all pusimos en marcha un servicio de ayuda a las madres y una escuela para obreros.Naturalmente, entonces ya tenamos bastante experiencia en actividades como recoger y distribuir ropas, mientras que la cocinasegua trabajando a destajo da tras da.Pero an necesitbamos ms espacio. Gertrude Burke, una denuestras lectoras, haba heredado unos pisos en la parte baja deMott Street y nos ofreci un edificio abandonado, situado en laparte de atrs, si nos ocupbamos de cobrar el alquiler de los edificios situados delante. Fui a echar una mirada. Mi primera reaccin fue de justa indignacin al pensar que se pretenda cobrar unalquiler por vivir all, de modo que rechac la oferta.Despus, como cada da nos llegaban ms y ms personas ynos veamos sometidos a una presin cada vez m ayor, volv a pensar en Gertrude Burke y me arrepent de mi precipitacin. Gertrude vena a vernos a menudo con una amiga, una telegrafista yajubilada que se llamaba Mary Lae. La fe ciega que Mary tena ennuestra integridad moral era una especie de garanta a los ojos deGertrude, atormentada por frecuentes dudas acerca de la conformidad de nuestra lnea con el punto de vista de la prensa diocesana. Entonces me pregunt si deba plantearle de nuevo el asunto y

    preguntarle si nos cedera el edificio de atrs sin la obligacin derecaudarle los dems alquileres.Por aquel tiempo tuve que acudir a hablar al convento delBuen Pastor, situado en Troy, Nueva York. El convento, comootros similares, alojaba chicas jvenes que haban sido confiadas alas religiosas por los tribunales bajo cargos de toda nd ole. Este erael motivo de mi visita. El edificio del convento est unido a unacasa de las magdalenas, orden dentro de otra orden, compuesta pormujeres que han pecado y se han arrepentido. Son una orden deestricta clausura, y las religiosas activas las tratan con mucho respeto y confan en sus oraciones. A m me concedieron el privilegio de hablar con las magdalenas. Mientras les explicaba la situacin de nuestras mujeres necesitadas, les ped que rezaran especialmente para que se nos concediera una casa ms espaciosa.Despus, pensando en el consejo reza como si todo dependierade Dios y esfurzate como si todo dependiera de ti, escrib aGertrude Burke.Su respuesta lleg en el transcurso de una semana. Deberamos haber aceptado su oferta de inmediato -deca en su carta-,pues haba legado las dos casas a las viudas que gestionaban laCasa del Calvario, hospital para enfermos de cncer carentes demedios situado en el Bronx. No obstante, les haba preguntado sinos permitiran usar el edificio de atrs, que estaba vaco, y lehaban contestado que s.La generosidad de aquellas mujeres fue admirable. Primeroesperaron a ver qu uso bamos a dar a aquel edificio de veintehabitaciones. Despus, cuando vieron las obras de restauracinque se llevaban a cabo -enyesado y pintura-, pagaron algunas delas facturas ms elevadas, pues saban que nosotros no podamoshacerlo. Posteriormente instalaron una nueva escalera de incendios y mejoraron las condiciones de seguridad del edificio construyendo espacios de contencin del fuego. No menos meritoriafue su colaboracin al soportar con serenidad las much as quejas delos vecinos ante el progresivo aumento de nuestra familia. Nuncasabamos a ciencia cierta quin pagaba realmente las facturas delas reparaciones; puede que fuera Gertrude Burke, o puede quefueran las viudas. En este ltimo caso, es posible que las viudaspusieran cara de preocupacin (no puede decirse de enojo), pensando que habran podido dedicar a obras de caridad ms dignas

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    e l d ine ro que hab an gas tado en noso t ros . Como d i jo Dwigh tMacDona ld , que e sc r ib i en The New Yorker una ser ie de ar t culossobre nuestras act ividades, nuestra misin pareca es tar d ir ig ida alos pobres indig nos. Pero , a juzg ar por la noble act i tud de las viud a s , probab lemen te pensa ron que con una so la a lma que sa lv ra mos ya nos ganbamos nuestro sustento . (Se dice que un a lma essuf ic iente dicesis para un obispo) .Como The Ca tho l i c Worke r e s ms un mov imien to que unaorganizacin car i ta t iva autor izada, las viudas incluso pagabannues t ros impues tos . Nues t ro h incap i en l a r e sponsab i l idad pe r so nal , con preferencia sobre la responsabi l idad del Estado o la responsabi l idad organizada, nos ha costado una considerable cant i dad de dinero a lo largo de los aos, pero en aquel la ocasin quienes pagaron fueron las viudas .En Mott Street es tuvimos catorce aos, de 1936 a 1950. Cuando neces i t bamos m s e spac io , e spe rbam os a que queda ran l ib re salgunos pisos del edif ic io s i tuado enfrente y los a lqui lbamos,hasta l legar a ocupar t re inta y ocho habi taciones y dos locales .Las colas de indigentes se formaban con bastante rapidez. Enun nmero ant iguo del per idico he encontrado e l s iguiente art culo , escr i to a mediados de los aos t re inta , que hace una excelente descr ipcin de las colas que se formaban en aquel los durost i empos :

    EN LA COLA DEL CAF(por una de las voluntarias)Despus de haberme pasado la mayor parte de la noche en acalorada conversacin sin prestar atencin a la hora, esta maanano estaba de humor para salir a las cinco y media y ocuparme demi turno atendiendo a los indigentes. Pero la manera ms rpidade olvidar el sueo es saltar de la cama, lavarse la cara y encender la radio del local; y eso es lo que hice.Es duro cortar montones de pan y prepararlo para servirlo.Digo que es duro, porque parece que pasan horas antes de que eltrabajo est terminado. Los ojos de los hombres que estn fueramirando hacia el interior no dejan de decir: "Aqu afuera hacefro", o bien: "Est ya listo?". El pan est por fin preparado(esto hacia las 6.15), Scotty tiene sus primeros trescientos litrosde humeante caf a punto para ser servidos, y abrimos la puerta.

    En una fra maana como la de hoy, no me es difcil imaginar el caudal de esperanza que recorre la larga hilera que serpentea Mott Street abajo y dobla la esquina de Canal Street. Laspersonas de la cola toman las tazas, y empieza la tarea de dar decomer a nuestros amigos; tarea que dura tres horas. Observo lascaras y veo el agradecimiento escrito entre arrugas que denotanedad, fatiga y preocupacin.Los dibujos de Ade Bethune siempre atraen la atencin de loshombres al menos un m omento. Aunque los pobres estn ansiosos por conseguir una taza de caf, siempre hay tiempo paraechar una mirada a la pared. Hay muchas caras conocidas quevienen cada da. A uno le llamo el "Cardenal", porque lleva ungorro purpreo de punto tan castigado por el uso y tan pequeoque parece un solideo. Es un hombre que siempre tiene una palabra amable. Como de costumbre, mi amigo japons acude temprano. l tambin saluda siempre.Hoy hay tres jovencitos con el pelo revuelto, las ropas muyarrugadas y, a juzgar por su aspecto, muy cansados. Recorrer elpas dando tumbos, sin un sitio donde lavarse o asearse, es nuevopara ellos. A pesar de que son jvenes y fuertes, su penuria esevidente. Los viejos estn ms acostumbrados. Cada maanahay varios que llevan bolsas de la compra o bultos con sus ltimas y escasas pertenencias. Lo colocan todo debajo de la mesa,para sujetar mejor la taza caliente y una enorme rebanada depan.Esta maana, uno de los que habitualmente se tambaleanbajo el peso de uno o varios bultos tiene un abrigo nuevo. Todoel invierno ha llevado una trinchera cubierta de una pesada capade mugre y humo, por dormir muchas noches a la intemperie ycombatir el fro en muchas hogueras. Su nuevo abrigo debe dehaber pertenecido a un chico elegante con un gusto muy refinado . Aun as, ahora tiene mejor aspecto, se le ve ms seguro de smismo y con la nueva prenda est ms abrigado.En este momento me relevan para que pueda ir a misa, lo quesignifica que tengo que pasar junto a una larga hilera de hombreshambrientos que esperan. Algunas maanas parece una largacaminata, especialmente cuando hace fro o ha llovido. Los queya nos conocen me saludan. Me gustara que muchas ms personas se acercaran a ellos durante sus largos das para darles unaoportunidad de conocer y compartir sus problemas. La cola estcortada a la altura de la esquina para que los viandantes puedanpasar; despus sigue hacia el oeste, por Canal Street, y tiene

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    unos sesenta metros de largo. Es realmente imposible, pues,olvidarse de ellos en la misa.Al volver es fcil reconocer los sombreros, los abrigos, loszapatos y otros elementos de la indumentaria, tan familiarescomo ajados, de los clientes asiduos. Despus de pasar horasfuera, expuestos al fro, todos estn encorvados, de espaldas alviento y tienen las m anos en los bolsillos. Al otro lado de la callehay tres hombres junto a una hoguera hecha con cajas de cartn.Las enormes llamas pronto se extinguirn; son un negro y dosblancos de cierta edad. Ninguno habla, los tres se limitan a m irarlas llamas, absorbiendo el calor y, probablemente, pensando enlos buenos tiempos de antao.Identifico a uno de mis amigos habituales. Es un hombre delMedio O este con un agradable acento. Pasa las noches en los vagones del metro. Lleva los bolsillos llenos de peridicos querecoge en los vagones y, generalmente, nos los da. Un regalo pequeo, sin duda, pero nacido de un cario autntico. Est moreno porque ha pasado dos das sentado en el parque de caraal incipiente sol de primavera y recuperando un sueo muynecesario.Aqu llega el pequeo irlands que pedir el pan m s blandoque haya. No tiene dientes y no puede masticar los mendrugosde pan de centeno. Aprecia que nos acordemos de l y sabe quevamos a tener a punto un poco de pan tierno.Continan llegando. Cuando estoy ocupada en untar el pancon mantequilla de cacahuete, no veo sus caras, pero reconozcolos brazos que toman el pan. Se llegan a conocer todas las marcas caractersticas de las ropas. Las manos de algunos tiemblana causa de la edad, la enfermedad y la bebida. Falta poco para lahora del cierre, y la cola se va reduciendo. Ahora todos tienenque sumergirse en un mundo aparentemente lleno de personascuyos corazones son tan duros y fros como el pavimento quehan de pisar durante todo el da mientras buscan lo que necesitan. Tienen que andar porque, si se sientan en el parque (cuandono hace fro), la polica les obliga a circular. Adems, no lesabandona la preocupacin por la prxima comida o por encontrar un sitio donde dormir. Aqu empieza su larga y fatigosa jornada, su calvario. Pero ellos no encontrarn a una V ernica quealivie su cansancio, ni tampoco estar all Simn Cireneo paraaminorar el peso de su cruz. Horroriza pensar que maana todoempezar de nuevo.

    A veces pareca que, cuanto ms espacio tenamos, ms genteacuda a nosotros en demanda de ayuda, de modo que nuestras instalaciones nunca eran adecuadas, pero nos las arreglbamos de unamanera u otra. Acudan personas de muy diferente extraccinsocial y muy diverso aspecto fsico, y nosotros las acogamos atodas. Se integraban en The Catholic Worker de muchas maneras. Algunos llegaban con sus maletas. Evidentemente su intencin era estar un ao con nosotros; pero, cuando vean nuestrapobreza, se sobrecogan y no se quedaban ms que una noche.Otros venan para pasar un fin de semana y permanecan aos.Algunos nos visitaban simplemente para comprobar si era cierto loque se deca en un artculo de nuestro peridico y luego se convertan en miembros permanentes de nuestra comunidad. Un dalleg un hombre de setenta aos, el seor Breen, con un bastn yuna pluma estilogrfica. Inmediatamente se sent a una mesa y,sin pronunciar palabra, se puso a contestar un montn de cartascon una bella caligrafa. Terminada la tarea, nos dijo que queraquedarse.El seor Breen era un hombre difcil de olvidar. Antiguo periodista, cuando hablaba soltaba a menudo palabras como kikes(judos), diriges (negros) y dagos (latinos), y estaba orgulloso desus antecedentes familiares, de su formacin intelectual y de sucaligrafa. Su mujer y sus hijos haban m uerto, y a sus setenta aosde edad se encontraba desvalido y viviendo en el albergue municipal, que aquel invierno haba acogido a miles de personas. Sumayor afliccin era tener que convivir all con negros. Le habanretirado la subvencin a la vivienda porque siempre estaba amenazando a los inspectores con su bastn. Una noche le haban dadouna paliza en el albergue (donde la edad no brinda proteccin) porsus actitudes racistas. Al da siguiente por la maana, mientrasvagaba por las calles, descubri nuestra casa.El racismo del seor Breen no tard en ponerse de manifiesto.Nos caus problemas, pero tambin nos brind la oportunidad depracticar nuestro pacifismo. Ms o menos en la misma fecha quel lleg un negro. Tena buena facha, era ambicioso, posea unavoz profunda y le gustaba leer en voz alta. Su gran ilusin consista en llegar a ser locutor de radio. No le interesaba en absoluto lajusticia s ocial; lo nico que le preocupaba era triunfar. C onvencidode que estaba por encima de las actividades manuales, prefera

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    escribir a mquina, archivar o realizar cualquier otro trabajo burocrtico, pero todo lo haca mal. Y nosotros, conscientes de las iniquidades que los negros haban sufrido a manos de los blancos, leaguantbamos -a pesar de su comportamiento, que en ocasionesse haca insoportable- debido a un sentimiento colectivo de culpa.Desde la primera vez que se vieron, el seor Breen disfrutabainsultando al seor Rose, el negro, pero ste encontr pronto lamanera de desquitarse. Cuando yo estaba ausente, ocupaba miescritorio, pona los pies encima y zahera al seor Breen diciendo que a las mujeres blancas les gustan los hombres de color.Cuando yo regresaba, el seor Breen descargaba su bilis en m llamndome amante de los negros.Cada vez que oamos gritar al seor Breen mientras hacamoslas tareas domsticas, corramos a ver qu ocurra. Entoncesencontrbamos al seor Rose sentado tranquilamente en su escritorio y haciendo ver que trabajaba afanosamente, mientras el seorBreen, en pie junto a l, balbuceaba encolerizado, con sus blancoscabellos revueltos, sus ojos a punto de salrsele de las rbitas y surostro marcado por la apopleja. (Aquel invierno sufri efectivamente varios ataques, en uno de los cuales estuvo a las puertas dela muerte).El seor Breen ocupaba una habitacin pequea del vestbulo.Como viejo periodista que era, tena la costumbre de leer todos losperidicos; pero, cuando terminaba, los dejaba tirados a su alrededor. Nosotros, conscientes del peligro, bamos detrs y los recogamos, pero no podamos impedirle utilizar cerillas y cigarrillos.Una noche encendi un cigarrillo y despus no pudo apagar la llama de la cerilla, de modo que la arroj encendida sobre los peridicos, que empezaron a arder. Afortunadamente, en aquellosmomentos estaba all otro de nuestros huspedes, del que slosabamos que se llamaba Freeman y que, segn deca, haba sidorabino y se haba hecho catlico. El hombre trat de rescatar alseor Breen, pero ste le golpe con su bastn mientras le llamaba maldito judo. En cualquier caso, el seor Freeman le salvla vida.El seor Breen estuvo con nosotros hasta que muri. Cuandoya estaba cerca su hora, nos sentbamos junto a su cama y rezbamos el rosario por turno. En sus ltimos momentos, el seorBreen levant los ojos hacia nosotros y dijo: Slo voy a dejar una

    cosa en este mundo, mi bastn. Quedoslo; agarradlo fuerte y ati-zadles en las espaldas a algunos de los cabrones qu e hay por aqu.A continuacin nos dirigi una beatfica sonrisa, susurr con sudbil voz: Dios ha sido bueno conmigo y, sonriendo, muri.Despus de incidentes como ste, Stanley sola decir: Esta esuna casa de hostilidad. Y, efectivamente, a veces, cuando nospareca que en nuestras casas haba ms odio y palabras airadasque el amor que buscbamos, nos entristecamos.Pero, como deca san Juan de la Cruz, Donde no hay amor,pon amor y recogers amor.A pesar del aforismo de Peter, tantas veces repetido -Para mhuelgan las huelgas-, hacamos cuanto podamos de palabra y deobra para ayudar a los obreros en su lucha por mejorar sus condiciones de vida y conseguir mejores salarios. Todos los nmerosdel peridico estaban repletos de noticias sobre el mundo laboral.Evidentemente, los treinta fueron aos de grandes luchas para losobreros, y una vez publicamos un enorme recuadro titulado:Noticias del 4 de julio - da de la Independencia, con veintitrssecciones separadas, cada una de las cuales resuma el estado delas importantes huelgas que en aquellos momentos tenan lugar enel pas.Una de las primeras huelgas en que participamos directamente fue la protagonizada por los trabajadores de las fbricas de cerveza. (Se nos ocurri subrayar que su trabajo constitua una obrade caridad, puesto que daban de beber al sediento). Cuando escrib sobre la huelga, insist en la idea de propiedad y gestin cooperativas a que se aluda en la encclica de Po xi Quadragesimoanno, para arrancar a los trabajadores del proletariado. (Mstarde, Juan xxm continuara esta lnea en Mater et magistra).Un ao y med io despus estall en Nueva York la famosa huelga de los marineros, y no slo aplaudimos a los hombres de lospiquetes y les regalamos The Catholic Worker, sino que inclusoabrimos en el West Side una seccin especial que se convirti enel refugio de muchos hombres de la mar que estaban en paro. Alldbamos de comer a varios miles al da. Preparbamos enormescalderos de caf; tenamos barriles de manteca de cacahuete,requesn, jamn y, adems, todo el pan que queramos. Al principio lo pagbamos todo al contado. Cuando se nos acab el dinero,lo pedamos a crdito, de modo que en el momento en que la huel-

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    ga entr en su tercer mes tenamos una deuda de tres mil dlares.La gente siempre se alegra de dar dinero para obras de caridad,pero cuando el dinero es para obreros en huelga de hambre, haymuchos que dicen que son comunistas y se niegan a colaborar.No obstante, se lo pedimos a san Jos y, como siempre, acudi ennuestra ayuda. Un obrero relat un incidente que ocurri a principios de aquel mes de enero de 1937, y es un relato que, inclusohoy, me considero incapaz de mejorar. Dice as:Mtodos terroristas contra los marineros...Arrojan un adoqun por una ventanade la seccin de huelgas de "The Catholic Worker"

    ... El pasado martes, a las tres de la madrugada, "The CatholicWorker" (seccin portuaria) recibi un regalo de Ao Nuevo atravs de la ventana de su fachada. El regalo tena forma de adoqun. Ahora tenemos una ventana nueva, una mitad del adoqunse emplea para apuntalar nuestra estufa, y la otra para afilar elcuchillo del pan, pues cada da cortamos unas ciento cincuentagrandes rebanadas.Habamos estado escribiendo en The Catholic Worker sobrenuestra casa de acogida, y rpidamente em pezaron a surgir en todoel pas: en San Francisco, Los Angeles, Sacramento, Chicago, Detroit, Cleveland, Boston, Memphis, Pittsburgh y otras muchas ciudades, incluidas Londres y Wigan, en Inglaterra. En cierto momento lleg a haber unas cuarenta, todas ellas funcionando demanera independiente.En una ciudad se cre una segunda casa, rival de la nuestra,

    regentada por los autodenominados espirituales, en oposicin alos hermanos Elias, que se ocupaban de la primera casa. Aquellos bienintencionados espirituales se pasaban la noche bebiendo con sus pupilos, a fin de mostrar su campechano sentido dela igualdad, pero en unos cuantos meses estaban tan exhaustos porculpa de aquella buena obra que tuvieron que cerrar la casa. (Deacuerdo con otra versin, los dirigentes del movimiento espiritualse vieron obligados a abandonar su proyecto de regentar una casacuando se descubri que sus cuentas eran pagadas con el dineroque sustraan de los magros cepillos de una iglesia cercana).

    No obstante, en lneas generales las casas de acogida tuvierontanto xito que, en muchos casos, los obispos pidieron ms. Realizaban una labor nica, pues recogan a los vagos, si se quieredenominar as a todas las personas marginadas y necesitadas queno tenan cabida en ningn otro sitio. Organizaciones comoTravelers Aid, as como los hospitales municipales, la polica, losasistentes sociales, los psiquiatras, los mdicos, los sacerdotes ylos abogados; en suma, personas de toda ndole, acudan a lascasas de acogida pidiendo cobijo para los que no tenan hogar.As, por ejemplo, en Nueva York recibimos varias cartas delpadre de un joven delincuente que nos peda desde Argentina quenos hiciramos cargo de su hijo y tratramos de hacer carrera del . Un seminarista de Chicago nos envi a un minusvlido, y unabondadosa ama de casa de Binghamton a un parapljico. EnPittsburgh, una chica alcohlica, tras un fracaso amoroso intentsuicidarse lanzndose al vaco desde los andamios de una iglesiaen obras. Cuando sali del hospital, la trajeron de Pittsburgh aNueva York para que cuidramos de ella. Recuerdo que aquellanoche yo estaba en la capilla de nuestra granja de Newburgh y mepreguntaba si no habra una sola familia caritativa en la zona dePittsburgh para hacerse cargo de la chica. Pero lo que se necesitaba realmente era una comunidad; un grupo de personas que pudieran relevarse y establecer turnos para hacer frente a las situacionesdifciles.Nunca ha llegado a haber dos casas de acogida parecidas. Susdirectores difieren abiertamente en cu anto a su personalidad y a sumanera de abordar el trabajo; aunque los problemas de la pobrezapueden parecer los mismos en todas partes, las condiciones de lospobres dentro de cada comunidad han variado, como han variadola respuesta y el apoyo de los benefactores y de las autoridadesdiocesanas.Con la lle