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Rafees JOSE AGUSTIN GOYTISOLO caducos de un sistema hostil. Por su casa de, Nieremberg, 21; pasaban amigos, jóve- né~ poetas. dirig'éntes y militantes políti- cos clandestinos y no tan Clandestinos, profesoras norteamericanas especializa- das en el "horno hispanicus poeticusque", sablistas de veinte duros, vendedores de bidés con chorrito, aduladores y policías. Gabriel tenía tiempo para todos y 'para to- do. 'aporreando la' máquina de escribir como un pianista enloquecido y tomándo- se unos tintos con quien le cayera bien. Aparte su presencia, sus ojos azules de niño comulgado, su risa disparada y bal- buceante, sus naturales broncas con Am- paro. en las que ella llevaba casi siempre la razón, y su cordiali-. _ \, dad. lo que fueron,. aquellos años y los que siguieron puede eneon- trarse entre los versos de todos sus libros. Porque aunque Celaya diluya su' yo personal en un yo colectivo, se le escapan continuamente' reseñas de su vida coti- diana. del trato con los compañeros, de sus du- das, de su conciencia de que, como militante político y moralista poético, le resultaba in- decente en aquellos tiempos escribir un poema perfecto. ' La relativa normali- zación política y cultu- ral en la que vivimos desde el 20 de noviem- bre de 1975 ha actuado en Gabriel Celaya ele un modo muy distinto al que algunos esperaban. No ha asumido el papel de un Alberti. -el gran exiliado exterior- y no se ha presentado o dejado presentar como el gran exiligdo interior o combatiente por la democracia en nombre de una ideología. La última vez que charlé con él fue en San Sebastián, en el homena- je a Luis Martín Santos, hará ya un par de años. Con Jos amigos y compañeros era el de siempre', pero me pareció' notar y en- tender, por lo que hablaron él y Amparo; que voluntariamente se retiraba del elitis- mo político para centrarse más en su obra de escritor, sin prisas ya, sin más pasión que vivir su vida junto a Amparo, con sus amigos y entre su gente. Lo demás es bu- llicio.• Explicar o retratar a Gabriel Celaya.en un elogio es caer precisamente en el des- comedimiento, en la desmesura. Todo en Celaya es desmesurado, y así van estas lí- neas, acordes con su persona, con su obra, con sus afectos' y pasiones, con" su beber vino o 'lágrimas, con sus alegrías o sus abatimientos, No sé si a un lector jo- ven le producen hoy los poemas {fe Ga- briel un efecto parecido al que provocaron en una o dos generaciones anteriores de catecúmenos de la poesía, pero puedo ase- gurar que la literatura castellana de pos- guerra sería explicada de otra forma sin los versos a destajo de, Celaya. Gabriel Celaya perteneció a un grupo de escritores moralis- tas, provocadores' de una antimoral política y estética frente a la poesía oficial de la dic- tadura. Con los otros cinco clamorosos de 'los años cuarenta -BIas de Otero,' José Hierro, - Victoriano Crémer, Eugenio de Nora y Angela Figue- ra- entró coma, caba- llo siciliano en los do- minios del trino de rui- señores sobre la ruina fisica y metafisica del país. Desmañado, poco cuidadoso de la sonori- dad, ritmo y cadencia de sus versos, el enton- 'ces ya maduro Rafael Múgica, de La soledad cerrada, y' recién' naci- do Gabriel Celaya, co- .menzó, en San Sebas- , tián, la' Colección de , Poesía Norte, al lado de Amparo Gastón, la mujer que le ha seguido y aguantado y a la que él ha perseguido siempre, SOl) los años de Tranquilamente hablando, Las cosas como SOI1, Las cartas boca arriba o Lo demás es silencio. . . Yo le conocí mucho más tarde, bien .mediados los cincuenta, cuando Amparo y él se habían instalado en Madrid, y la li- ' teratura de oposición, testimonial o social, se había asentado también semioficial- mente en la capital. Para mucha gente fue- ron años frenéticos, de actividad política, de trabajos para sobrevivir y de descabe- llada carrera por escribir y publicar, por ocupar cualquier hueco o 'resquicio que permitiera irse infiltrando entre los muros El auditorio de la Casa de Campo de Ma- drid está lleno hasta los topes. Son veinte, veinticinco mil muchachos y muchachas que corean el estribillo de las canciones de un grupo rokero autóctono. Y no sólo es eso: de vez en cuando el locutor -es un es- pectáculo transmitido por radlo-. lanza con voz estentórea un "slogan". publicitario que el público corea también. El locutor actúa como un pequeño dictador. Marca las pau- sas 'y los ritmos, jalea, anima y conmina. Veinte, veinticinco, mil voces juveniles res: ponden obedientes. Oigo por la radio una actuación madrileña del grupo gallego Fuxan Os Ventas. Cantan canciones de trabajo y de cólera, de nostal- gia y de rebelión. Al final, junto con el públi- ca, el viejo, el entrañable "Himno gallego". Los portavoces del grupo presentan sus canciones en gallego yen castellano. Expli- can la conflictiva realidad de su tierra, tran- quilamente hablando, sin tratar de imponer nada a nadie. Un público presumiblemente castellano-parlante responde a su mensaje. y al final, cuando tras la reivindicación na-, cional gallega se expresa la solidaridad con el pueblo castellano, "tan vfctima como no- sotros de un centralismo irracional", el teatro entero vibra de emoción. Dos experiencias distintas, pero en las cuales la música juega idéntico papel unifi- cador. En una, el propósito lúdico, liberador es adulterado deliberadamente: En la otra se busca la inteligencia del espectador, su sen- tido critico, sin olvidar llegar también a su capacidad emotiva. En los dos casos hay una cornunlcaclón colectiva. Una, manipu- lada; otra, libre. _ Los informadores que jrabalan a sueldo. de las multinacionales defdisco han jugado fuerte 'a la carta del desprestigio de lo que un dla se llamó =no muy afortunadamente- canción protesta. Para ellos la experiencia de la canción popular recuperada "se ha agotado". No en cambiolascanciones que vienen de USA, que traen el mensaje pasota envuelto en auras publicitarias. La barbarie capitalista sigue con su genocidio cultural. Tiene colaborad ores por doquier. Y lo malo es que ponerse enfrente quiere decir que es- tá uno "defasao", De lo que se trata es de abolir nuestras raíces. Quemar nuestra me- moria. Gritar hasta quedarse roncos. "Más tras y menos ideologfas", clamaban el otro dla unos bárbaros por ahí, bajo la sonriente mirada de un neo-fllósoto-que se atusaba la barba. Se trata de que no tengamos a dónde agarrarnos para que terminemos cantando todos a coro el himno de alguna multlnacio- nal. Y si puede ser -todo se andará- mar- cando el paso de la oca.. ' JAVIER ALFAYA t't ... ... ... ce u ce ~ ~--------------------------------~

de - ddd.uab.cat · un elogio es caer precisamente en el des-comedimiento, enla desmesura. Todo Celaya es desmesurado, y así van estas lí-neas, acordes con supersona, obra, con

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Rafees JOSE AGUSTIN GOYTISOLO

caducos de un sistema hostil. Por su casade, Nieremberg, 21; pasaban amigos, jóve-né~ poetas. dirig'éntes y militantes políti-cos clandestinos y no tan Clandestinos,profesoras norteamericanas especializa-das en el "horno hispanicus poeticusque",sablistas de veinte duros, vendedores debidés con chorrito, aduladores y policías.Gabriel tenía tiempo para todos y 'para to-do. 'aporreando la' máquina de escribircomo un pianista enloquecido y tomándo-se unos tintos con quien le cayera bien.Aparte su presencia, sus ojos azules deniño comulgado, su risa disparada y bal-buceante, sus naturales broncas con Am-paro. en las que ella llevaba casi siempre

la razón, y su cordiali-. _ \,dad. lo que fueron,.aquellos años y los quesiguieron puede eneon-trarse entre los versosde todos sus libros.Porque aunque Celayadiluya su' yo personalen un yo colectivo, se leescapan continuamente'reseñas de su vida coti-diana. del trato con loscompañeros, de sus du-das, de su concienciade que, como militantepolítico y moralistapoético, le resultaba in-decente en aquellostiempos escribir unpoema perfecto. '

La relativa normali-zación política y cultu-ral en la que vivimosdesde el 20 de noviem-bre de 1975 ha actuadoen Gabriel Celaya eleun modo muy distinto

al que algunos esperaban. No ha asumidoel papel de un Alberti. -el gran exiliadoexterior- y no se ha presentado o dejadopresentar como el gran exiligdo interior ocombatiente por la democracia en nombrede una ideología. La última vez que charlécon él fue en San Sebastián, en el homena-je a Luis Martín Santos, hará ya un par deaños. Con Jos amigos y compañeros era elde siempre', pero me pareció' notar y en-tender, por lo que hablaron él y Amparo;que voluntariamente se retiraba del elitis-mo político para centrarse más en su obrade escritor, sin prisas ya, sin más pasiónque vivir su vida junto a Amparo, con susamigos y entre su gente. Lo demás es bu-llicio .•

Explicar o retratar a Gabriel Celaya.enun elogio es caer precisamente en el des-comedimiento, en la desmesura. Todo enCelaya es desmesurado, y así van estas lí-neas, acordes con su persona, con suobra, con sus afectos' y pasiones, con" subeber vino o 'lágrimas, con sus alegrías osus abatimientos, No sé si a un lector jo-ven le producen hoy los poemas {fe Ga-briel un efecto parecido al que provocaronen una o dos generaciones anteriores decatecúmenos de la poesía, pero puedo ase-gurar que la literatura castellana de pos-guerra sería explicada de otra forma sinlos versos a destajo de, Celaya.

Gabriel Celaya perteneció a un grupode escritores moralis-tas, provocadores' deuna antimoral políticay estética frente a lapoesía oficial de la dic-tadura. Con los otroscinco clamorosos de'los años cuarenta-BIas de Otero,' JoséHierro, - VictorianoCrémer, Eugenio deNora y Angela Figue-ra- entró coma, caba-llo siciliano en los do-minios del trino de rui-señores sobre la ruinafisica y metafisica delpaís. Desmañado, pococuidadoso de la sonori-dad, ritmo y cadenciade sus versos, el enton-'ces ya maduro RafaelMúgica, de La soledadcerrada, y' recién' naci-do Gabriel Celaya, co-.menzó, en San Sebas- ,tián, la' Colección de ,Poesía Norte, al lado de Amparo Gastón,la mujer que le ha seguido y aguantado ya la que él ha perseguido siempre, SOl) losaños de Tranquilamente hablando, Lascosas como SOI1, Las cartas boca arriba oLo demás es silencio. . .

Yo le conocí mucho más tarde, bien.mediados los cincuenta, cuando Amparoy él se habían instalado en Madrid, y la li- 'teratura de oposición, testimonial o social,se había asentado también semioficial-mente en la capital. Para mucha gente fue-ron años frenéticos, de actividad política,de trabajos para sobrevivir y de descabe-llada carrera por escribir y publicar, porocupar cualquier hueco o 'resquicio quepermitiera irse infiltrando entre los muros

El auditorio de la Casa de Campo de Ma-drid está lleno hasta los topes. Son veinte,veinticinco mil muchachos y muchachasque corean el estribillo de las canciones deun grupo rokero autóctono. Y no sólo eseso: de vez en cuando el locutor -es un es-pectáculo transmitido por radlo-. lanza convoz estentórea un "slogan". publicitario queel público corea también. El locutor actúacomo un pequeño dictador. Marca las pau-sas 'y los ritmos, jalea, anima y conmina.Veinte, veinticinco, mil voces juveniles res:ponden obedientes.

Oigo por la radio una actuación madrileñadel grupo gallego Fuxan Os Ventas. Cantancanciones de trabajo y de cólera, de nostal-gia y de rebelión. Al final, junto con el públi-ca, el viejo, el entrañable "Himno gallego".Los portavoces del grupo presentan suscanciones en gallego yen castellano. Expli-can la conflictiva realidad de su tierra, tran-quilamente hablando, sin tratar de imponernada a nadie. Un público presumiblementecastellano-parlante responde a su mensaje.y al final, cuando tras la reivindicación na-,cional gallega se expresa la solidaridad conel pueblo castellano, "tan vfctima como no-sotros de un centralismo irracional", el teatroentero vibra de emoción.

Dos experiencias distintas, pero en lascuales la música juega idéntico papel unifi-cador. En una, el propósito lúdico, liberadores adulterado deliberadamente: En la otra sebusca la inteligencia del espectador, su sen-tido critico, sin olvidar llegar también a sucapacidad emotiva. En los dos casos hayuna cornunlcaclón colectiva. Una, manipu-lada; otra, libre. _

Los informadores que jrabalan a sueldo.de las multinacionales defdisco han jugadofuerte 'a la carta del desprestigio de lo que undla se llamó =no muy afortunadamente-canción protesta. Para ellos la experienciade la canción popular recuperada "se haagotado". No en cambiolascanciones quevienen de USA, que traen el mensaje pasotaenvuelto en auras publicitarias. La barbariecapitalista sigue con su genocidio cultural.Tiene colaborad ores por doquier. Y lo maloes que ponerse enfrente quiere decir que es-tá uno "defasao", De lo que se trata es deabolir nuestras raíces. Quemar nuestra me-moria. Gritar hasta quedarse roncos. "Mástras y menos ideologfas", clamaban el otrodla unos bárbaros por ahí, bajo la sonrientemirada de un neo-fllósoto-que se atusaba labarba. Se trata de que no tengamos a dóndeagarrarnos para que terminemos cantandotodos a coro el himno de alguna multlnacio-nal. Y si puede ser -todo se andará- mar-cando el paso de la oca.. '

JAVIER ALFAYA

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