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De la columna panzuda al estípite: el retablo del Barroco en el Noroeste de la Península Ibérica y las consecuencias de la Reforma católica Lic. Iván Rega Castro Universidad de Santiago de Compostela Se acostumbra a afirmar que el sistema del arte del Barroco en el anti- guo reino de Galicia, alrededor del 1700, parece dominado por la produc- ción de Santiago de Compostela, centro de administración civil y religiosa de las siete provincias del Reino y Sede de uno de los arzobispados más impor- tantes de los territorios peninsulares de la Corona española. Los talleres de escultura de Santiago de Compostela, bajo tutela de los arquitectos Domingo de Andrade (1639-1712), Simón Rodríguez (1679-1752) y Fernando de Casas y Novoa (1790 ca.-1749), durante el siglo XVIII, parecen haber sido respon- sables de la creación, canonización y expansión de los repertorios que domi- nan la retablística de la Galicia del Atlántico, con la participación de los aparatos productivos de las villas de Noia, Pontevedra y Tui 2 . El escultor y ensamblador Miguel de Romay (1670 ca.-1740 ca.) tiene que ser presentado como nexo entre la generación de entalladores encabe- 1 Esta comunicación es parte del resultado de los estudios realizados en el proyecto de inves- tigación financiado por la Xunta de Galicia. PGIDIT03PXIB21002PR –De la consolidación a la dispersión. El monacato benedictino en Galicia… 2 FOLGAR DE LA CALLE, María del Carmen: Simón Rodríguez: Catalogación Arqueólogica y Artística de Galicia del Museo de Pontevedra. A Coruña, Fundación Pedro Barrié de la Maza, 1989. GARCÍA IGLESIAS, José M.: El Barroco (I): la época, los patrocinadores, arqui- tectos del siglo XVII. Galicia. Arte (vol. XIII); A Coruña, Hércules, 1993. Ibidem: El Barroco (II): Arquitectos del siglo XVIII, otras actividades artísticas. Galicia. Arte (vol. XIV); A Coruña, Hércules, 1993. Ibidem: Fernando de Casas Novoa. Santiago de Compostela, Consellería da Presidencia e Administración Pública, 1993. TAÍN GUZMÁN, Miguel: Domingo de An- drade, maestro de obras de la Catedral de Santiago (1639-1712). Sada, Ed. do Castro, 1998. PULGAR SABÍN (del), Carlos (ed.): Artistas galegos. Arquitectos. Séculos XVII e XVIII. Vigo, Nova Galicia Ed., 2004.

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De la columna panzuda al estípite: el retablo del Barroco en el Noroeste

de la Península Ibérica y las consecuencias de la Reforma católica�

Lic. Iván Rega CastroUniversidad de Santiago de Compostela

Se acostumbra a afirmar que el sistema del arte del Barroco en el anti-guo reino de Galicia, alrededor del 1700, parece dominado por la produc-ción de Santiago de Compostela, centro de administración civil y religiosa de las siete provincias del Reino y Sede de uno de los arzobispados más impor-tantes de los territorios peninsulares de la Corona española. Los talleres de escultura de Santiago de Compostela, bajo tutela de los arquitectos Domingo de Andrade (1639-1712), Simón Rodríguez (1679-1752) y Fernando de Casas y Novoa (1790 ca.-1749), durante el siglo XVIII, parecen haber sido respon-sables de la creación, canonización y expansión de los repertorios que domi-nan la retablística de la Galicia del Atlántico, con la participación de los aparatos productivos de las villas de Noia, Pontevedra y Tui2.

El escultor y ensamblador Miguel de Romay (1670 ca.-1740 ca.) tiene que ser presentado como nexo entre la generación de entalladores encabe-

1 Esta comunicación es parte del resultado de los estudios realizados en el proyecto de inves-tigación financiado por la Xunta de Galicia. PGIDIT03PXIB21002PR –De la consolidación a la dispersión. El monacato benedictino en Galicia… 2 FOLGAR DE LA CALLE, María del Carmen: Simón Rodríguez: Catalogación Arqueólogica y Artística de Galicia del Museo de Pontevedra. A Coruña, Fundación Pedro Barrié de la Maza, 1989. GARCÍA IGLESIAS, José M.: El Barroco (I): la época, los patrocinadores, arqui-tectos del siglo XVII. Galicia. Arte (vol. XIII); A Coruña, Hércules, 1993. Ibidem: El Barroco (II): Arquitectos del siglo XVIII, otras actividades artísticas. Galicia. Arte (vol. XIV); A Coruña, Hércules, 1993. Ibidem: Fernando de Casas Novoa. Santiago de Compostela, Consellería da Presidencia e Administración Pública, 1993. TAÍN GUZMÁN, Miguel: Domingo de An-drade, maestro de obras de la Catedral de Santiago (1639-1712). Sada, Ed. do Castro, 1998. PULGAR SABÍN (del), Carlos (ed.): Artistas galegos. Arquitectos. Séculos XVII e XVIII. Vigo, Nova Galicia Ed., 2004.

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zada por Domingo de Andrade, que agotaba su producción entre 1710 y 1720, y los talleres de escultura encargados de materializar las trazas de Fernando de Casas y Simón Rodríguez, que abarcan buena parte de la pri-mera mitad del siglo XVIII. La obra del maestro Miguel de Romay, entre 1710 y 1720, se corresponde con la consolidación y canonización en el repertorio del Barroco pleno, irradiado desde Santiago de Compostela, de los aparatos de composición de dimensiones monumentales, montados so-bre columnas salomónicas, activados en planta y movidos al desborda-miento de la calle principal, adelante y arriba. Los retablos mayores de la capilla de la Orden Tercera de San Francisco de Santiago de Compostela y de la antigua iglesia colegial de Iria Flavia, próxima a Padrón, entallados entre 1711 y 17153, y debidos a su gubia, representan la culminación del proceso de sistematización que se opera sobre el cuerpo principal del retablo, en el albor del siglo XVIII, y que se encarna en el comportamien-to de los soportes; de orden salomónico, gigante, con fuste de ortodoxo trazado en cinco espiras y capitel corintio con sus caulículos repletos de decoraciones retalladas, que materializan el tipo predominante en los re-pertorios de la primera mitad del siglo XVIII.

La columna salomónica como soporte predilecto de los ensambladores y retableros en la construcción de arquitecturas lignarias imperaba entre media-dos de los siglos XVII y XVIII; a partir de las columnas salomónicas que revisten la capilla mayor de la Catedral compostelana, talladas entre 1659 y 1662, bajo la supervisión de Bernardo Cabrera y Francisco de Antas4, para que sirviesen de modelo a los retableros del Barroco pleno. A pesar de que su canonización y expansión por la geografía de Galicia acaece entre las últimas décadas del siglo XVII y las primeras del siglo XVIII, el origen de la columna salomónica en el antiguo reino de Galicia, según Otero Túñez, se encuentra ligado al antiguo retablo para las Reliquias de la catedral de Santiago de Compostela, contratado

3 OTERO TÚÑEZ, Ramón: “Miguel de Romay, retablista”. Compostellanum, VII (1958); pp. 197-201. FOLGAR DE LA CALLE, María del Carmen: “El retablo barroco gallego”. Galicia no Tempo. Santiago de Compostela, 1991; pp. 206-210. MONTERROSO MONTERO, José M.: “Miguel de Romay”. Artistas galegos. Escultores. Séculos XVII e XVIII. Vigo, Nova Gali-cia Ed., 2004; pp. 58-89.4 GARCÍA IGLESIAS, José M.: El Barroco (II). Arquitectos del siglo XVIII… Op. cit., pp. 61-67. Ibidem: “Bernardo Cabrera, arquitecto-entallador del Barroco gallego”. Estudios sobre histo-ria del arte ofrecidos al Prof. Dr. D. Ramón Otero Túñez, en su 65º cumpleaños. Santiago de Compostela, Universidad, 1993; pp. 201-213. TAÍN GUZMÁN, Miguel: Op. cit., p. 358.

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por Bernardo Cabrera, en 16255; acostumbra a presentarse como su primera aparición en el arte de la España de la Contrarreforma.

El ocaso de su imperio se sitúa en el segundo cuarto del siglo XVIII, a partir de 1730, por la aparición de la ‘columna panzuda’ y la explosión del barro-quismo6, que llegará a desestabilizar la ornamentación del orden salomónico, con la penetración de rosas y acanto, que se funden y confunden con los pám-panos y racimos de vid, entre sus espiras. Las arquitecturas lignarias se desbor-daban y ganaban espacialidad por medio de la suma de volúmenes, la multi-plicación de soportes y la ornamentación, a partir del decenio de 1720, en que se datan las tempranas y afortunadas experiencias de Simón Rodríguez y Fer-nando de Casas y Nova en retablística, por medio de la alianza entre las nove-dades de sus trazas y la maestría de la gubia de Miguel de Romay.

La penetración de la ‘columna panzuda’ en los repertorios de la primera mitad del siglo XVIII tiene que ser resultado de las aportaciones de la genera-ción de entalladores acaudillada por Simón Rodríguez y Fernando de Casas y Nova, que le han incorporado los drapeados, con borlas, frutas y bolos, que penden de cabezas de querubines o de óvalos enmarcados de acanto, desde el sumoscapo; tal y como acontece en el retablo mayor de la antigua iglesia de la Compañía de Jesús que contrataban, en marzo de 1727, Miguel de Ro-may, Ignacio Romero y Diego de Sande, según proyecto y bajo dirección de Simón Rodríguez, por vez primera en la retablística de Santiago de Compos-tela7. Su ornamentación a base de colgaduras pudiera esconder su fuente de inspiración en tratados españoles del siglo XVI, a decir de Folgar de la Calle, que después se legaban al arte de la Galicia del Barroco; en el Libro quarto de Architectura y piecas de Iglesia, en De Varia Conmesuración para la Escul-tura y la Arquitectura (1585) de Juan de Arfe y Villafañe8.

5 OTERO TÚÑEZ, Ramón: “Las primeras columnas salomónicas de España”. Boletín de la Universidad Compostelana, 64 (1956); pp. 340-343. 6 LÓPEZ VÁZQUEZ, José M.: “Inventariado e catalogación do patrimonio moble: metodolo-xía e problemática”. Os profesionais da Historia da Arte ante o Patrimonio Cultural. Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, 1996; pp. 55-65. 7 GARCÍA IGLESIAS, José M.: Fernando de Casas Novoa. Op. cit., pp. 57 y ss. FOLGAR DE LA CALLE, María del Carmen: Simón Rodríguez. Op. cit., p. 70 y 76.8 Folgar de la Calle ha defendido su influencia en el recetario ornamental de Simón Ro-dríguez, al señalar unos diseños para balaustres que se hacen engalanar con drapeados, y Vigo Trasancos encontraba en la obra de Arfe y Villafañe la causa primera de la concepción miniaturista y ornamental que visten las columnas de la arquitectura de Fernando de Casas. FOLGAR DE LA CALLE, María del Carmen: Simón Rodríguez. Op. cit., p. 24. VIGO TRA-SANCOS, Alfredo: La fachada del Obradoiro de la catedral de Santiago (1783-1750): arqui-tectura, triunfo y apoteosis. Santiago de Compostela, Consorcio de Santiago de Compostela;

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La columna panzuda se ha caracterizado para los entalladores y reta-bleros de la Galicia de Occidente por la decoración de su fuste y su éntasis, que se considera resultado de la exageración del esfuerzo de la maquinaria tectónica, por la que el soporte reacciona a la pesadez de la arquitectura lignaria con el abombado de su tercio medio. Las aportaciones de la obra de Simón Rodríguez han supuesto, por una parte, la materialización de los deseos de crear un soporte con capacidad para desbancar el uso de colum-nas salomónicas, que ha de competir con el estípite por el protagonismo del repertorio del segundo cuarto del siglo XVIII. Por otra parte, la sistematiza-ción de nuevas modulaciones de articulación en vertical; entre el capitel y el entablamento se ha colocado un cilindro, que a la par que subvierte los mecanismos de la tectónica de la transición entre los siglos XVII y XVIII, incorpora a la arquitectura del retablo los principios de inestabilidad y mo-vimiento que se canonizan en los repertorios del Barroco pleno, durante el segundo cuarto del siglo XVIII.

En palabras de Azcárate, en el retablo mayor del colegio de la Compañía de Jesús, Simón Rodríguez crea un ‘nuevo orden arquitectónico’ de estirpe barroca, que Otero Túñez bautizará, con su acostumbrada agudeza, como ‘or-den compostelano’9. Los arquitectos, tracistas o ensambladores de los siglos XVII y XVIII han asimilado los cinco órdenes clásicos como principios rectores de la composición en arquitectura, es decir, han aprehendido la mecánica tec-tónica de lo tradicional, de lo clásico, pero decididos a reinterpretarla, por cuanto, a la luz de la sensibilidad del Barroco, aspiraban a la creación de efec-tos sorpresivos a través de la movilidad y la inestabilidad, ilusionista y esceno-gráfica, de las construcciones. Entonces, parece más apropiado y coherente escribir sobre la ‘trasgresión compostelana de los órdenes’, al referirse a la suma de soporte, cilindro y entablamento, que de un ‘orden compostelano’, inesta-ble, revoltoso, y por ende, perturbador de lo clásico.

Siguiendo la estela de Murguía, Azcárate y, especialmente, Folgar de la Calle han defendido un origen norteño para los resortes desestabilizadores y subversivos de la producción de Simón Rodríguez10, que pudiera entroncar

Madrid, Electa, 1996; p. 77. 9 AZCÁRATE (de), José M.: “El cilindro, motivo típico del Barroco compostelano”. Archivo Español de Arte, XXIV, 95 (1951); p. 196. OTERO TÚÑEZ, Ramón: “Los retablos de la igle-sia de la Compañía de Santiago”. Cuadernos de estudios gallegos, 8 (1953); p. 401. Ibidem: Legado artístico de la Compañía de Jesús a la Universidad de Santiago de Compostela. San-tiago de Compostela, Universidad, Servicio de Publicaciones, 1986; p. 54.10 AZCÁRATE (de), José M.: “El cilindro, motivo típico del Barroco compostelano”. Op. cit., p. 201. FOLGAR DE LA CALLE, María del Carmen: Simón Rodríguez. Op. cit., p. 24.

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con los tratados manieristas de Wendel Dietterlin, Arquitectura de la distribu-ción, simetría y proporción de las cinco columnas (Nüremberg, 1598), y Hans Vredeman de Vries, Arquitectura de la construcción de los antiguos según Vitrubio (Amberes, 1577). Lo que se enlaza con las tesis expuestas por Rodrí-guez G. de Ceballos sobre el adorno de los retablos de los siglos XVII y XVIII, por las que buena parte de los elementos de los repertorios del Barroco, ac-tualizados y reinterpretados, habían sido creados en la segunda mitad del si-glo XVI, por el Manierismo internacional: italiano y nórdico11.

En la diócesis de Tui la utilización del estípite como elemento de sustenta-ción de las estructuras retabulares se documenta a partir de la década de 1720; tomándose como referente la obra del retablero Antonio del Villar (1700 ca.-1760 ca.), responsable de la ejecución del retablo de la Expectación de Nuestra Señora para la catedral de Tui y del retablo mayor de la colegiata de Baiona, entre 1722 y 172612.

Sin embargo, en la producción de la generación de entalladores condu-cida por Simón Rodríguez y Fernando de Casas, se impone, durante el pri-mer tercio del siglo XVIII, el uso de la columna panzuda como sostén de las arquitecturas lignarias. Sus epígonos son los encargados de aportar al estí-pite su merecido protagonismo en la retablística del Barroco; pero corres-ponde a Fernando de Casas su incorporación al repertorio del segundo cuarto del siglo XVIII, en Santiago de Compostela, al haber recurrido a los estípites en el tabernáculo del retablo mayor de San Martín Pinario, tallado entre junio de 1730 y marzo de 173313. Su utilización como soporte privi-legiado acaece en el camarín de la Virgen de los Ojos Grandes de la cate-dral de Lugo, erigido entre 1734 y 1736, aunque presumiblemente diseña-do por Fernando de Casas, en conjunto con las trazas de la Capilla catedralicia, en 172614.

11 RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS, Alfonso: “Motivos ornamentales en la arquitectura de la Península Ibérica entre Manierismo y Barroco”. XXIII Congreso Internacional de Historia del Arte. España entre el Mediterráneo y el Atlántico. Granada, 1973; pp. 553-554. 12 IGLESIAS ALMEIDA, Ernesto: Antonio del Villar. Un artista redondelán do século XVIII. Galicia, Xunta de Galicia, 2001; pp. 23-27 y 39-41. ÁLVAREZ FERNÁNDEZ, Dolores: El retablo barroco en la antigua diócesis de Tui. Pontevedra, Diputación Provincial, 2001; pp. 216 y 222-223. 13 OTERO TÚÑEZ, Ramón: “El retablo mayor de san Martín Pinario”. Cuadernos de Estudios Gallegos, XI (1956); p. 229. GARCÍA IGLESIAS, José M.: Fernando de Casas y Novoa. Op. cit., p. 121. FOLGAR DE LA CALLE, María del Carmen; LÓPEZ VÁZQUEZ, José M.: “La iglesia. Los retablos”. Santiago. San Martín Pinario. Santiago de Compostela, 1999; pp. 254-255.14 VILA JATO, María Dolores: Lugo Barroco. Lugo, Diputación Provincial de Lugo, 1989; pp. 37-40. GARCÍA IGLESIAS, José M.: Fernando de Casas y Novoa. Op. cit., pp. 109-118.

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La canonización del estípite como elemento privilegiado y protagonista del repertorio del segundo cuarto del siglo XVIII parece coincidir, en las parroquias vecinas a Santiago de Compostela, con la erección del retablo mayor del santuario de Nuestra Señora de la Esclavitud, antes de 1740, en Santa María de Cruces, en el arciprestazgo de Iria Flavia. Su expansión y triunfo se manifiesta en la producción de los talleres de retablística de la Galicia del Atlántico a partir de 1730, y puede ser expresado como fenóme-no de transferencia entre las diócesis de Tui y Santiago de Compostela, entre la periferia y el centro. Entre 1725 y 1740 (aproximadamente), la ex-pansión de la columna panzuda y el estípite coincide con la madurez de los aparatos de producción de las diócesis de Santiago de Compostela y Tui, prósperos en la pericia de sus maestros y en el número de sus talleres, y con la disponibilidad de recursos en los repertorios del Barroco pleno, para cre-ar, producir y reproducir, a partir del proceso de sistematización y reducci-ón que se supone operada desde los obradores de escultura de las villas de Tui, Pontevedra, Noia y Santiago de Compostela.

Los historiadores del arte acostumbran a ligar la expansión del retablo en el siglo XVIII, y la importancia de sus piezas, con las consecuencias de la bonanza en la agricultura y el aumento demográfico en la Galicia del Barroco, por cuanto debieron de tener su reflejo en los caudales de Cofra-días y Fábricas de las iglesias parroquiales.

Los registros parroquiales, según Saavedra, informan del cambio demo-gráfico que acontece en la Galicia del Atlántico en la década de 1630. La expansión demográfica que ha de caracterizar a la Galicia del Antiguo Ré-gimen se afirma desde la década de 1630 a 1639, se consolida y generaliza en el decenio de 1670 a 1679, y se sostiene en sus comarcas hasta media-dos del siglo XVIII. A la luz las consabidas relaciones que existieron entre transformaciones agrarias y crecimiento demográfico, la Galicia litoral y prelitoral del Oeste duplica su población entre finales del siglo XVI y me-diados del siglo XVIII, por la ampliación del espacio cultivado, la roturación de nuevas tierras, y en especial, por la extensión del cultivo del maíz15.

15 SAAVEDRA, Pegerto: La Galicia del Antiguo Régimen. Economía y Sociedad. Galicia. Historia. A Coruña, Hércules, 1991; pp. 179 y 229. REY CASTELAO, Ofelia: Aproximación a la historia rural en la comarca de la Ulla (siglos XVII y XVIII). Santiago de Compostela, Universidad, 1981; p. 204.

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Sin embargo, no parece posible defender el determinismo (matemático y ortodoxo) de la economía y la demografía de la Galicia del Antiguo Régi-men sobre el arte de la Iglesia de la Contrarreforma, y por ello, se debiera prescindir de señalarles como causa primera del aumento de la producción retablística a lo largo del siglo XVIII, que se ha documentado para la antigua diócesis de Tui, y algunas comarcas o arciprestazgos de la archidiócesis de Santiago de Compostela16:

Los tiempos de crecimiento y estancamiento a lo largo de los siglos del Barroco tienen que ser desechados como reglas y condicionantes para el comportamiento de la retablística en la Galicia del Atlántico o la concen-tración de la producción de los talleres de escultura en los decenios extre-mos de la primera mitad del siglo XVIII, de 1690 a 1720 (entre 25 y 30 por cien), y de 1730 a 1750 (entre 40 y 45 por cien). Pero no se ha pretendido negar la importancia de la consolidación de las transformaciones agrarias y el crecimiento demográfico para la historia de la Galicia de la Edad Moder-

16 LEMA SUÁREZ, José M.: A arte relixiosa na Terra de Soneira. Santiago de Compostela, Fundación Universitaria de Cultura, 1998; pp. 178-183. GENDE FRANQUEIRA, Gloria: El Arte religioso en la Mahia. Madrid, Fundación Universitaria Española, 1981; pp. 105-122. ÁLVAREZ FERNÁNDEZ, Dolores: El retablo del barroco en la antigua diócesis de Tui. Pon-tevedra, Diputación provincial, 2001; pp. 62-63. DIÉGUEZ RODRÍGUEZ, Ana: El retablo durante los siglos XVII y XVIII en el arciprestazgo de Monforte de Lemos. Lugo, Diputación Provincial, 2003; pp. 28-32.

Tabla 1: sobre la producción de los talleres de retablística entre 1660y 1769 (arzobispado de Santiago de Compostela)

ArciprestazgosIglesias

parroquiales (nº)hacia 1700 (¿?)

Retablos mayores (conservados ydocumentados)

entre 1690 y1720

entre 1730 y1750

posterior a1755

Iria Flavia 29 3 42

Tabeirós 25 4 82

Postmarcos deArriba

23 0 41

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na, sino restarle trascendencia a sus repercusiones sobre la expansión y magnificencia del retablo durante los siglos XVII y XVIII, y el desarrollo del arte del Barroco.

Puesto que, en paralelo a la importante expansión demográfica y eco-nómica a partir de las últimas décadas del siglo XVII y durante la primera mitad del siglo XVIII, tiene que atenderse a la maduración del sistema del arte del Barroco y a las particularidades de la cultura de la Galicia de la Contrarreforma, o a la influencia de las autoridades eclesiásticas en su evo-lución, para aportar explicaciones al crecimiento y riqueza de la producci-ón de sus retableros a partir del decenio de 1690, o de 1700.

Se intentaba el desplazamiento del centro de interés hacia las nociones de institución y mercado, que han de concebirse como factores intermedia-rios entre productores y consumidores, entre la sociedad y los repertorios de la cultura del Barroco. Las ‘actividades de mediación’ que se suponen encar-nadas en la institución y el mercado para ser manejadas entre productor y consumidor, pueden encontrar complicaciones en su aplicación al ‘sistema’ del arte del Barroco en Galicia. Por ello conviene apuntar que las observacio-nes en torno a la institución y el mercado, es decir, los mecanismos de con-trol y administración de las diócesis del antiguo reino de Galicia, se han de orientar a la búsqueda de sus medios y vehículos, en el arte y en las manifes-taciones de la religiosidad de la Iglesia de la Contrarreforma.

El dinamismo de las interdependencias entre el mercado y el sistema de la cultura de la Galicia del Barroco han quedado al descubierto en la vita-lidad de los repertorios de su arte a lo largo de las primeras décadas del si-glo XVIII, en las que se ha situado el proceso de sistematización y reducción entre sus elementos, que conlleva las tensiones entre el rechazo de las co-lumnas salomónicas y la utilización de las columnas panzudas o estípites; la contraposición entre los recetarios incorporados por Fernando de Casas, o sus epígonos, y por el taller de Simón Rodríguez.

En este punto, se ha querido traer a colación la definición de la cultura del Barroco según Maravall, dirigida, masiva, urbana y conservadora; por la que se ofrecen los principios de su visión de la sociedad y del hombre en la Europa del 1700: “[…] es un instrumento operativo […] cuyo objetivo es actuar sobre unos hombres […] a fin de hacerlos comportarse […] de ma-nera tal que se mantenga y potencie la capacidad de autoconservación de

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tales sociedades conforme aparecen estructuradas […]”17. Por consiguiente, se puede afirmar que la cultura y el arte de los siglos del Barroco son dirigi-dos, pues se reconoce la participación de ‘factores de mediación’ que se obligan al manejo de operaciones de homogeneización sobre la sociedad de los siglos XVII y XVIII, por los grupos sociales encargados del control y gobierno del ‘sistema’ de la cultura del Barroco, en España y en Galicia.

Es un hecho que el bajo clero secular, y el clero parroquial, especial-mente, materializaban, al amparo de la apretada malla de parroquias y ar-ciprestazgos, la influencia de la piedad y las creencias de la Iglesia de la Contrarreforma en la vida religiosa de la Galicia del Antiguo Régimen. El número de los párrocos y clerecía campesina, capellanistas, patrimonialis-tas u ordenados menores, y su calidad ha de ser valorada como determinan-te para la evaluación de su influencia en la sociedad del Barroco. Por ello, la mejora de sus costumbres y comportamientos ha sido una constante en la actividad de los obispos del antiguo reino de Galicia a partir de 1563, en que se dieron por finalizadas las sesiones del concilio de Trento, y se pusie-ron en marcha las lentas y complejas maquinarias para reafirmación de la reacción de la Iglesia Católica contra la Reforma protestante.

A partir de la segunda mitad del siglo XVI, y hasta finales del siglo XVIII, se acomoda en las diócesis de la Galicia del Barroco la idea de que las ac-tividades para contención de las costumbres del bajo clero secular se cons-tituían en fórmulas de mejora del pueblo; empezando por su apariencia y la convivencia, y rematando por la dedicación a lo religioso, y la atención al culto y administración de los sacramentos. Así, el clero parroquial y be-neficial es depurado en sus costumbres, obligado a residir en sus parro-quias, profesionalizado y controlado, por medio de una operación de do-mesticación que marcha con lentitud después del concilio de Trento, y a lo largo del siglo XVII, y con rapidez, desde mediados del siglo XVIII18.

Por consiguiente, el proceso de ‘moralización’ del clero gallego en el Antiguo Régimen, que desembocará en la uniformidad y la homogeneidad de sus pautas de conducta, ha sido planteado como suma de fenómenos generales y válidos para todas las diócesis del antiguo reino de Galicia. Al

17 MARAVALL, José A.: La cultura del Barroco. Barcelona, Ariel, 2000; pp. 131-132.18 SAAVEDRA, Pegerto: La vida cotidiana en la Galicia del Antiguo Régimen. Barcelona, Crítica, 1994; pp. 302-336. REY CASTELAO, Ofelia: “La Iglesia en el contexto de la sociedad gallega del Antiguo Régimen”. O feito relixioso na Historia de Galicia. Noia, Asociación Ga-lega de Historiadores, 1993; pp. 78-87. Ibidem: A Galicia Clásica e Barroca. Vigo, Galaxia, 1998; pp. 146-156.

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siglo XVI correspondería la fijación de la doctrina y el establecimiento de los futuros criterios morales de comportamiento; el siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIII, conocería la aplicación de fórmulas de presión con el objetivo de lograr la implantación de los criterios que se habían fijado en la etapa anterior; y en la segunda mitad del siglo XVIII, se desembocaría en la renovación espiritual, moral y cultural del clero en el oscurecimiento de la Galicia de la Edad Moderna19.

Sin embargo, se afirmaba que cualquier intento de reforma y renovaci-ón habría de comenzar, necesariamente, por las altas esferas eclesiásticas, y para ello era imprescindible que la voluntad reflejada por los obispos en el concilio de Trento, y en los sínodos diocesanos y provinciales, se plasma-se en su presencia en las diócesis, y en la atención a sus labores pastorales y de control.

La Iglesia de la Galicia de la Contrarreforma, en el siglo XVI, se aqueja-ba del problema de la escasa duración de las etapas de gobierno, del absen-tismo y dejación de las obligaciones pastorales de sus obispos y arzobispos, en beneficio de sus carreras particulares al servicio de la Corona; tendencia que se mantiene durante el siglo XVII, determinado por episcopados cortos en todas las diócesis del antiguo reino de Galicia, que retrasaron la necesa-ria implantación de las disposiciones emanadas del concilio de Trento. Así que hasta finales del siglo XVII no se experimentó una prolongación gene-ralizada de los mandatos episcopales, que coincide con la reanudación de las visitas pastorales, giradas por el obispo o por sus delegados, y la potenciación de las fundaciones conventuales, aunque la estabilización es un fenómeno propio de la centuria del 1700, que significó la prolongación de los episcopa-dos, entre 11 y 15 años de media. Sin embargo, en lo relativo a los obispos gallegos del siglo XVIII, entonces, conscientes y cumplidores de sus obliga-ciones, por la caída en desgracia del modelo de ‘prelado cortesano’, las transformaciones se dirigen hacia atemperados cambios de orientación, que por acumulación conseguirán episcopados más estables y profesiona-les. Las ausencias por ocupaciones ajenas a sus mitras se reducen, y desde mediados del siglos XVIII, especialmente, se puede apuntar la idea de estabili-dad y asunción de tareas pastorales, que se traducen en la mayor frecuencia de

19 DUBERT, Isidro: “La domesticación, la homogeneización y la asimilación de las conductas del clero gallego del antiguo régimen a la idealidad del modelo trentino, 1600-1850”. Antiguo Régimen y liberalismo. Economía y sociedad. Madrid, Alianza, 1995; vol. II, pp. 477-495. Ibidem: “Alma de curas y Cura de almas. Moral y comportamientos eclesiásticos en la Galicia interior durante el Antiguo Régimen (1600-1850)”. Semata, 7-8 (1996); pp. 379-411.

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las visitas, la organización de conferencias morales, la redacción y publicación de cartas pastorales, y la promoción de estudios eclesiásticos, que además se consagran como cauces habituales para expresión de la voluntad de los obis-pos gallegos20.

Se puede concluir que mediado el siglo XVIII se consolidan en la archi-diócesis de Santiago de Compostela los resultados de la Reforma católica, que nacía al amparo del concilio de Trento, y en consecuencia, la Iglesia de la Edad Moderna experimenta profundas transformaciones sobre sus miem-bros, sobre su sentimiento religioso, y sobre las relaciones con la sociedad en la que se integraba y contextualizaba.

El comportamiento de la cultura y la religiosidad de la Galicia de los siglos del Barroco parece estar rendido a las tesis de Burke21; en gran parte de la Península Ibérica y en la mayoría de sus regiones marginales, alejadas de las grandes ciudades o de sus vías de comunicación, las elites y los ‘re-formadores’, encarnados por el clero, no han logrado imponerse hasta des-pués del siglo XVII, y la implantación y asimilación de sus transformacio-nes, limitada en áreas rurales.

La acción catequética y pastoral de la Iglesia Católica se orientó durante los siglos XVII y XVIII a la elevación de los niveles de conocimientos sobre Doctrina de los fieles, y a la construcción de un modelo de moral al que de-bían sujetarse. Para alcanzar sus metas la Iglesia de la Galicia de la Contrar-reforma se sirvió de medios de acción y control que condensan la espirituali-dad del Barroco: a saber, el sermón y el relanzamiento de la labor de predicación en las festividades solemnes de Adviento y Cuaresma, la alianza entre púlpito y confesionario, la iconografía y el arte de utilidad religiosa, los mandatos de las visitas pastorales, o el estímulo para la constitución de cofra-días y la expansión de las misiones populares.

El estudio de las manifestaciones de la religiosidad del Barroco, según Rey Castelao, ha de poner de relieve la multiplicidad de fórmulas de expre-sión colectiva, en el campo y en la ciudad, que se desarrollaban, siempre, bajo supervisión de clérigos seculares, y el asesoramiento y colaboración del clero regular, especialmente, de la familia mendicante; se tratan, por lo tanto, de expresiones dirigidas y controladas, entre las que se puede resaltar

20 REY CASTELAO, Ofelia: “Edad Moderna: Iglesia y Religión”. Op. cit., pp. 141-169. Ibi-dem: A Galicia Clásica e Barroca. Op. cit., pp. 160-168.21 BURKE, Peter: La cultura popular en la Europa moderna. Madrid, Alianza, 1991; pp. 331-332.

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las campañas misioneras y evangelizadoras, y el movimiento asociativo re-ligioso, es decir, las cofradías.

Pero la predicación en el ámbito rural presentaba particularidades que dificultaban una labor catequizadora individualizada y constante, por lo que las ‘misiones populares’ fueron un arma fundamental para la Iglesia de la Contrarreforma, y con buena aceptación en las comunidades rurales.

Las predicaciones populares consistían en la actuación de un grupo li-mitado de predicadores (habitualmente dos) durante un período corto de tiempo, e intenso, dedicado a elevar el nivel espiritual de los parroquianos; su tiempo trascurría entre ejercicios de piedad, sermones, catecismo, y prác-ticas de devoción colectiva y desbordante, actos de contrición, disciplinas y procesiones, que debían de orientarse hacia la confesión y la recepción de la Eucaristía22. Por su elevado concurso de público, y por atender a una peda-gogía del y para pueblo que se canalizaba a través de la predicación oral, de la imagen y del canto, de la teatralidad de las procesiones y actos de piedad colectiva, eran empleadas como mecanismos de adoctrinamiento y reforma de las costumbres; por ello, en el antiguo reino de Galicia, experimentaban su intensificación cuantitativa y cualitativa a partir de 167023, tal y como se extrae de las referencias que aportan los libros de Fábrica y Cofradías de las parroquias del arciprestazgo de Iria Flavia, dentro del área de influencia de Santiago de Compostela.

La transformación del convento de Padres franciscanos de Herbón en Colegio de Misiones de Propaganda Fide, en 1701, para el apostolado en América, y especialmente, para la Galicia del rural, se ha de enmarcar en el contexto de creciente valoración de los canales auditivos para vehicular la Reforma católica, en cumplimiento del programa de la Iglesia de la Contrar-reforma. La actuación de los Padres franciscanos ha sido trascendental, es-pecialmente, desde la reforma y la supresión de los conventuales en el rei-nado de Felipe II, y el espectacular crecimiento de sus comunidades en Galicia, en la labor evangelizadora de los siglos XVII y XVIII, por medio del desarrollo de la predicación itinerante a partir de su apretada red de con-

22 SAAVEDRA, Pegerto: La vida cotidiana en la Galicia del Antiguo Régimen. Op. cit., pp. 306-312. REY CASTELAO, Ofelia: “La Iglesia en el contexto de la sociedad gallega del Antiguo Régimen”. Op. cit., pp. 91-95. Ibidem: A Galicia Clásica e Barroca. Op. cit., pp. 190 y 194.23 FERNÁNDEZ CORTIZO, Camilo: “Los misioneros populares y la devoción del Rosario de Nuestra Señora en Galicia (siglos XVI-XVII)”. Homenaje a José García Oro. Santiago de Compostela, Universidad, 2002; pp. 159-169.

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ventos por el Noroeste peninsular24. Es por ello que en las celebraciones importantes del Año litúrgico se descubre en las contabilidades de las igle-sias parroquiales y de sus cofradías, los pagos a los oradores llamados a dar sermones, en el arciprestazgo de Iria Flavia.

Las ‘cofradías religiosas’, que se transforman en manos de los clérigos con obligaciones de cura de almas, y de las autoridades eclesiásticas, en ins-trumentos de reconversión religiosa, comportaban garantías de participación de los fieles en los actos de culto y celebraciones sagradas, y seguridad para la difusión y consolidación de las nuevas devociones del ‘repertorio icono-gráfico’ de la Iglesia de la Contrarreforma, y la acumulación de caudales con los que dar la brillantez y el esplendor necesarios a las ceremonias y fiestas de la Iglesia Católica. Por ello no ha de resultar extraño el desarrollo que ex-perimentan desde la segunda mitad del siglo XVI, en la ciudad y en el campo, y su crecimiento mantenido y constante hasta la segunda mitad del siglo XVIII; por ejemplo, en el arciprestazgo de Iria Flavia, el número de cofradías se ha duplicado entre mediados de los siglos XVII y XVIII.

En tanto en cuanto crece y se enriquece el arte religioso en las iglesias del arzobispado de Santiago de Compostela, se considera que el asociacio-nismo religioso vive su apogeo, en la etapa comprendida entre 1630 y 1740: la causa radica en la coincidencia entre la incitación eclesiástica para su fundación, la bonanza para la economía gallega, que ayudará a engrosar sus caudales, y la consciencia que los fieles toman de sus ventajas, puesto que en las cofradías habrían de encontrar protección espiritual y material durante su vida, y en el trance de la muerte25.

Es un hecho que la Iglesia de la Galicia del Antiguo Régimen experi-mentaba en los primeros años del siglo XVIII el recrudecimiento del proce-so de ‘recristianización’, o aculturación, y los tempranos beneficios de sus operaciones de catequización y sometimiento religioso y moral. La icono-grafía y el arte en sus manifestaciones al servicio de la liturgia del Barroco; la pintura y la escultura religiosa, o la retablística y la oratoria sagrada; las procesiones y las fiestas religiosas del Año litúrgico, o el asociacionismo

24 REY CASTELAO, Ofelia: “Frailes y campesinos: el impacto de un convento rural a fines del Antiguo Régimen”. Semata, 9 (1997); pp. 283-288.25 GONZÁLEZ LOPO, Domingo L.: “La evolución del asociacionismo religioso gallego entre 1547 y 1740: el arzobispado de Santiago”. Obradoiro de Historia Moderna, 5 (1996); pp. 157-182. Ibidem: “As devocións relixiosas na Galicia moderna (séculos XVI-XVIII)”. Galicia Renace. Xunta de Galicia, Santiago de Compostela, 1997; pp. 290-303. Ibidem: “Aspectos de la vida religiosa barroca: las visitas pastorales”. Semata, 7 (1996); pp. 440-449.

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religioso y las misiones evangelizadoras, significaban, entonces, medios y vehículos de expansión de la cultura religiosa del Barroco, y manifestacio-nes de la religiosidad de la Iglesia de la Contrarreforma, a pesar de las con-fusiones entre ‘lo culto’ y lo popular. Puesto que ha de señalarse que su asalto había pretendido el ‘intelectualismo’ y la racionalización del senti-miento religioso entre el pueblo, a lo largo de los siglos XVII y XVIII, y la corrección de lo que se consideraban excesos de la religiosidad popular y expresiones supersticiosas de la Fe católica.

Sin embargo, desde de la segunda mitad del siglo XVII, en la implanta-ción de las disposiciones y enseñanzas emanadas del concilio de Trento, las visitas pastorales han representado un papel trascendental, puesto que su labor radicaba en la inspección y control de la pureza de la recepción del ‘mensaje’ de la Iglesia de la Contrarreforma, y comprobación del grado de asimilación y autenticidad de la respuesta entre los hombres y mujeres de la Galicia rural; tal y como puede contemplarse en las muestras que atesoran los libros de Fábrica y Cofradías de las parroquias del arcipresta-zgo de Iria Flavia. Por ello la importancia de su estudio reside en su valor de testimonios escritos y expresión del dirigismo y conservadurismo de la cultura y la religiosidad del Barroco; en otras palabras, se integran entre las ‘operaciones de mediación’ en el escenario de la cultura y el arte de los siglos XVII y XVIII, que se delimita por la intervención de las nociones de institución y mercado, y de los agentes a su servicio.

Así que, en el ‘sistema’ del arte del Barroco en Galicia, la institución y el mercado, es decir, los elementos intermediarios entre productores y con-sumidores, debieran de encontrar su reflejo en la Iglesia y el aparato de la administración eclesiástica de las diócesis gallegas; es por ello que en la Galicia rural reviste notabilidad las labores de las visitas pastorales, giradas por obispos y arzobispos26, por el provisor o el visitador general, puesto que como centinelas de la ortodoxia del programa de la Iglesia de la Contrarre-forma en las parroquias y arciprestazgos gallegos, trabajan de engarce entre la institución y los consumidores.

Por consiguiente, pueden ser señalados como responsables del desarrollo de las expresiones materiales y visuales de la religiosidad del Barroco, que han sido manipuladas por la Iglesia de la Contrarreforma, de manera calculada y

26 Visita pastoral por el Arzobispo D. Andrés Girón al arciprestazgo de Iria Flavia, en 1675. Libro de Fábrica (1668-1739), leg. 1, fol. 18. Administración Parroquial: parroquia de Santa María de Xanza. Archivo Histórico Diocesano de Santiago de Compostela (AHDS.).

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calibrada, para integrar a los espectadores, al pueblo iletrado, en el programa religioso que se materializaba a partir de las enseñanzas del concilio de Trento. Sus halagos y estímulos visuales en las iglesias del Antiguo Régimen, compren-dían las vestiduras litúrgicas y la aparatosidad de la arquitectura religiosa, la complejidad y duración de las ceremonias, la riqueza de los instrumentos de culto y los vasos sagrados, o la proliferación de adornos y arquitecturas efíme-ras para honras fúnebres y las celebraciones de Jueves Santo, de esculturas, de tallas y retablos recubiertos de oro27.

La importancia de la imagen religiosa para la Iglesia del Barroco depende de la consabida referencia al decreto promulgado en la última sesión del con-cilio de Trento, de diciembre de 156328. A pesar de que no se tratan de dispo-siciones relativas a las imágenes, puesto que atañen a los intermediarios del culto y de la Fe católica, los santos29, las disposiciones concilares, según Meno-zzi, aceptaban y asumían el esquema tripartito sobre las funciones de la imagen religiosa en las iglesias de la Europa católica, heredado de la Baja Edad Media y construido sobre las relaciones entre presbiterio y cuerpo de naves, entre el predicador y su audiencia: didáctica, nemotécnica y emocional. El reconoci-miento de la naturaleza sugestiva y persuasiva de las imágenes religiosas se contempla en las disposiciones de los sínodos diocesanos y provinciales, o en los mandatos de obispos y arzobispos, entre los siglos XVII y XVIII.

Su capacidad de mutación de los espíritus no es presentada como vehícu-lo para expansión de la piedad religiosa por medio de la persuasión, sino como instrumento de acrecentamiento de devociones: las devociones del reperto-rio ideológico e iconográfico de la Iglesia del Antiguo Régimen, que com-portan el reforzamiento de las autoridades que deben gobernar la imagen religiosa, del Papado y los obispos. Es posible delinear la alianza entre de-voción y autoridad, lo que explica que la multiplicación de esfuerzos en la promoción eclesiástica de las artes y los artistas, durante los siglos del Barroco,

27 “Y aga las mas obras que les paresçiere ser conveniente y neceçesarias para el aliño ador-no y limpieza de la yglesia todo ello por quenta del alcance desta fabrica vienes y rentas de la yglesia della y no llegandolo y faltare lo ara quitar y saque de las cofradías fundadas en dicha yglesia”. Visita episcopal de 1687. Libro de Fábrica (1668-1739), fol. 55, leg. 1. Administración Parroquial: parroquia de Santa María de Xanza (AHDS.). 28 Sesión XXV, de 3 de diciembre de 1563, ‘De inuocatione, ueneratione, & Reliquias Sancto-rum, & sacris imaginibus’. Canones, et Decreta Sacrosancti oecumenici, et generaliis Concilii Tridentini sub Paulo III, Iuliu III, Pio III, Pontificibus Max. Roma, Paulum Manutium, 1564.29 STOICHITA, Victor I.: El ojo místico. Pintura y visión religiosa en el Siglo de Oro español. Madrid, Alianza, 1996; p. 25.

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con ánimo por los arzobispos de Santiago de Compostela, se acompañaba de la voluntad de control sobre su producción30.

Pero a la vez que se afirmaba que el poder emocional de las imágenes había de depender del desarrollo de las devociones enraizadas en las dis-posiciones de las jerarquías, se subrayaba su labor didáctica. La creencia en la labor didáctica de las representaciones visuales en torno al mantenimien-to de la ortodoxia conduce, entre los siglos XVII y XVIII, en España y Gali-cia, a la generalización de los esfuerzos de control de las autoridades ecle-siásticas sobre su contenido doctrinal y moral; se ordenaba su sometimiento a los usos y costumbres de la Iglesia Católica y se establecía que las imágenes contestatarias habían de ser retiradas y destruidas31. Lo que tiene que explicar la preocupación de los delegados episcopales por asegurar la observancia de la decencia en el culto y en el aderezo de las iglesias parroquiales del arciprestazgo de Iria Flavia, en sus retablos y altares32.

Resumiendo, se puede concluir que la riqueza de las expresiones materiales y visuales de la religiosidad de la Contrarreforma en las iglesias parroquiales de las diócesis del antiguo reino de Galicia, y la abundancia

30 MENOZZI, Daniele: La Chiesa e le immagini. I testi fondamentali sulle arte figurative dalle origini ai nostri giorni. Milán, San Paolo, 1995; pp. 46-48. Ibidem: ‘La Chiesa e le im-magine’. Mistero e immagine. L’Eucaristia nell’arte dal XVI al XVIII secolo. Bolonia, iglesia abacial de San Salvador, setiembre-noviembre de 1997; pp. 28-40. 31 “Yttem manda S. I. que el dicho cura haciendo una fosa en el atrio de la Yglesia bastan-temente profunda entierre en ella tres ymagenes pequeñas mui maltratadas, que se están en el altar de S. Andrés colateral del evangelio y otras tres que estan en un rincon al lado de la epistola por que ninguna de ellas es decente para ponerse a la beneración de los fieles, ni proporcionaba a excitar la debocion de ellos”. Visita episcopal de 1740. Libro de Fábrica (1668-1739), fol. 167 (¿?), leg. 1. Administración Parroquial: parroquia de Santa María de Xanza (AHDS.).El visitador que en 1791 recorrió el arciprestazgo de A Mahía fue tapando desnudeces y vaciando hornacinas; así, en San Mamede de Rois ordenó “[…] que a las efigies de los ángeles se les tapase lo que por pudor no se nombra y su manifestación escan-dalizada”. Cit. GONZÁLEZ LOPO, Domingo L.: “Aspectos de la vida religiosa barroca: las visitas pastorales”. Op. cit., p. 438.32 “Item por cuanto emos reconocido la desigualdad e indecencia en que estan los dos alta-res colaterales de esta Iglesia mandamos que el cura haga las delixencias de si tienen o no dueños los dichos colaterales y teniendolos los obligue con censuras y todo rigor a ponerlos decentes y a su satisfaccion y no pareciendo persona que muestre bastantes instrumentos que aclaren su origen mandamos se ornamenten a costa de la Iglesia e iguales quitando el poste y cubierta del lado de la epístola […]. Item por estar la capilla mayor desta Iglesia indecente y vieja mandamos que el cura aplicando su acostumbrado Zelo se dedique con sus feligreses a fabricar nueba capilla mayor excitandoles a contribuir con lo que pudieren para dicha tan del servicio de Dios y de su mayor culto”. Visita episcopal de 1719. Libro de Fábrica (1675-1775), fols. 63 r. y 64 v., leg. 1. Administración Parroquial: parroquia de San Lorenzo de Seira (AHDS.).

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en la producción de retablos por sus talleres entre las últimas décadas del siglo XVII y a lo largo del siglo XVIII, habrían de participar de los programas de reforma y renovación de su Iglesia, en concepción y cronología, puesto que se subsumen en sus medios de acción y control.