6
DE LA GUERRA Y SUS DEFINICIONES Roberto Bardini Desde que aparecieron los primeros hombres sobre la faz de la tierra, precariamente armados con un palo o una piedra, el ser humano no ha dejado de combatir. A lo largo de más de tres mil años, la suma de períodos de paz que vivió el mundo civilizado no llega a 250 años. En el transcurso de la historia, los individuos han peleado por conseguir víveres o consolidar un sitio seguro donde vivir. Hubo monarcas que invadieron países por una mujer, gloria o venganza. Los jefes de Estado del siglo XX envían a miles de hombres a morir en el frente de batalla en la búsqueda de acrecentar poder, territorios y riquezas. Para el enigmático Sun Tsú, autor de "El arte de la guerra" 500 años antes de Cristo, "hacer la guerra es en general algo malo en sí; sólo la necesidad debe hacer que se emprenda". Por eso, aconseja: "Conservar la posición de los enemigos es lo que debéis hacer en primer lugar, por ser lo que existe de más perfecto; destruirlas debe ser efecto de la necesidad". El estratega sostiene que si un príncipe o un general se ven obligados a hacer la guerra, deben esforzarse en ganarla sin derramar sangre; es decir, sin librar batalla. De esa forma prueban su habilidad. En 1799, Enrique de Bülow –quien con certeza había leído a Sun Tsú– apunta en su "Esprit du nouveau systéme militaire": "Cuando se cree en la necesidad de librar una batalla es que se han cometido fallas". El general austríaco Karl von Clausewitz (1780-1821), autor del célebre tratado "De la guerra", es el único que puede compararse a Sun Tsu, aunque sus recomendaciones militares son, en el fondo, la contracara: impiadosas. Clausewitz ingresó al ejército prusiano a los doce años, fue instructor en la Academia Militar de Berlín, sirvió en el ejército ruso en 1812 y participó en la batalla de Waterloo. Desde 1818 hasta su muerte dirigió la Escuela de Guerra prusiana. En la primera parte de su estudio, titulada "Sobre la naturaleza de la guerra", Clausewitz establece: "La guerra no es otra cosa que un duelo en una escala más amplia. (...) Es, en consecuencia, un acto de violencia para imponer nuestra voluntad al adversario. (...) La violencia física (porque no existe violencia moral fuera de los conceptos de ley y Estado), es de este modo el medio; imponer nuestra voluntad al enemigo es el objetivo". Medio siglo antes de que Clausewitz publicara su tratado, un joven mariscal de campo francés, Jacobo Hipólito de Guibert, divulgó un "Ensayo general de táctica". Guibert dice que la guerra es una calamidad pero, sin embargo, es eterna. "El arte de perjudicarse es el primero que inventaron los hombres", afirma. Para David Lloyd George (1863-1945), jefe del Partido Liberal inglés, ministro de Armamento en la Primera Guerra Mundial y primer ministro de 1916 a 1922, "la guerra es un ultraje perpetrado en nombre de la libertad". SOLDADOS, PASTORES Y CAMPESINOS

De La Guerra y Sus Definiciones - Bardini, R

Embed Size (px)

DESCRIPTION

guerra

Citation preview

  • DE LA GUERRA Y SUS DEFINICIONES Roberto Bardini

    Desde que aparecieron los primeros hombres sobre la faz de la tierra, precariamente armados con un palo o una piedra, el ser humano no ha dejado de combatir. A lo largo de ms de tres mil aos, la suma de perodos de paz que vivi el mundo civilizado no llega a 250 aos. En el transcurso de la historia, los individuos han peleado por conseguir vveres o consolidar un sitio seguro donde vivir. Hubo monarcas que invadieron pases por una mujer, gloria o venganza. Los jefes de Estado del siglo XX envan a miles de hombres a morir en el frente de batalla en la bsqueda de acrecentar poder, territorios y riquezas. Para el enigmtico Sun Ts, autor de "El arte de la guerra" 500 aos antes de Cristo, "hacer la guerra es en general algo malo en s; slo la necesidad debe hacer que se emprenda". Por eso, aconseja: "Conservar la posicin de los enemigos es lo que debis hacer en primer lugar, por ser lo que existe de ms perfecto; destruirlas debe ser efecto de la necesidad". El estratega sostiene que si un prncipe o un general se ven obligados a hacer la guerra, deben esforzarse en ganarla sin derramar sangre; es decir, sin librar batalla. De esa forma prueban su habilidad. En 1799, Enrique de Blow quien con certeza haba ledo a Sun Ts apunta en su "Esprit du nouveau systme militaire": "Cuando se cree en la necesidad de librar una batalla es que se han cometido fallas". El general austraco Karl von Clausewitz (1780-1821), autor del clebre tratado "De la guerra", es el nico que puede compararse a Sun Tsu, aunque sus recomendaciones militares son, en el fondo, la contracara: impiadosas. Clausewitz ingres al ejrcito prusiano a los doce aos, fue instructor en la Academia Militar de Berln, sirvi en el ejrcito ruso en 1812 y particip en la batalla de Waterloo. Desde 1818 hasta su muerte dirigi la Escuela de Guerra prusiana. En la primera parte de su estudio, titulada "Sobre la naturaleza de la guerra", Clausewitz establece: "La guerra no es otra cosa que un duelo en una escala ms amplia. (...) Es, en consecuencia, un acto de violencia para imponer nuestra voluntad al adversario. (...) La violencia fsica (porque no existe violencia moral fuera de los conceptos de ley y Estado), es de este modo el medio; imponer nuestra voluntad al enemigo es el objetivo". Medio siglo antes de que Clausewitz publicara su tratado, un joven mariscal de campo francs, Jacobo Hiplito de Guibert, divulg un "Ensayo general de tctica". Guibert dice que la guerra es una calamidad pero, sin embargo, es eterna. "El arte de perjudicarse es el primero que inventaron los hombres", afirma. Para David Lloyd George (1863-1945), jefe del Partido Liberal ingls, ministro de Armamento en la Primera Guerra Mundial y primer ministro de 1916 a 1922, "la guerra es un ultraje perpetrado en nombre de la libertad". SOLDADOS, PASTORES Y CAMPESINOS

  • Hubo en la historia quienes se exaltaron ante la posibilidad de entrar en combate. Louis Antoine de Saint Just (1767-1794), gran orador parlamentario, admirador de Robespierre e inspector del ejrcito francs en 1793, fue uno de los responsables del Reino del Terror. En 1794 ordena a uno de sus comandantes atacar al enemigo "con furia y sin tregua". Para l, "la guerra de la libertad debe hacerse con clera". En 1861, el anarquista Pierre Joseph Proudhom publica "La guerra y la paz", donde afirma que la guerra diferencia al hombre de los animales. Sin ella, "la civilizacin sera un establo", dice. Proudhom se inflama: "La guerra es nuestra historia, nuestra vida, toda nuestra alma; es la legislacin, es la poltica, el Estado, la patria, la jerarqua social, el derecho de las gentes, la poesa, la teologa; una vez ms, es todo". El crtico de arte y literatura ingls John Ruskin (1819-1900), erudito y viajero incansable, vincula la historia de la guerra con la evolucin artstica. En una conferencia dictada en la Real Escuela Militar de Woolwich, afirma que el arte florece nicamente en los "pueblos de soldados". Los pastores y los campesinos no producen arte porque viven en paz, sostiene Ruskin. Lo mismo sucede con el comercio y la industria. Todas ellas son actividades que abortan el germen de la creacin artstica. Para l, la guerra est en el origen del gran arte. En tiempos de paz, las artes declinan y terminan "marchitndose en las naciones perfectamente tranquilas". En "Solsticio de junio", Ruskin escribe: "He hallado que todas las grandes naciones aprendan la verdad de las palabras y la fuerza de los pensamientos en la guerra; que obtenan su alimentacin de la guerra y que la consuman en la paz; que la guerra las instrua y que la paz las engaaba; que la guerra las educaba y que la paz las traicionaba; en una palabra, que nacidas de la guerra, se perdan en la paz". Winston Churchill (1874-1965), quien fue soldado y corresponsal del "Morning Post" en frica del Sur durante la Guerra de los Bers, en enero de 1900 describe a las tropas que avanzan hacia el frente como "una incesante riada de vida... y ante ella, como estrella conductora, el brillo rojo de la guerra". El escritor ingles Rudyard Kipling (1865-1936), nacido en Bombay, tambin fue cronista en frica del Sur para el peridico militar "The Friend". En esa poca escribe su "Canto de los hombres blancos", en el que demanda "libertad o guerra". Un filsofo estadounidense contemporneo, J. Glenn Gray, llega al extremo de enumerar los tres goces de la guerra: el goce de la vista, el de la camaradera y el de la destruccin. Su ensayo tiene un ttulo sugestivo: "The Enduring Appeals of Battle" ("Los atractivos permanentes de la batalla"). SOREL, UN APOLOGISTA DE LA VIOLENCIA El contradictorio George Sorel (1847-1922), relegado por los tericos "revolucionarios" de la guerra, quiz sea uno de los ejemplos ms extremos y merece algunos prrafos aparte.

  • Ingeniero de profesin y condecorado con la orden al Mrito, se jubil a los 50 aos de edad. A partir de entonces se interes por el marxismo y el sindicalismo y se convirti en prolfico escritor en diversas publicaciones revolucionarias. En sus "Reflexiones sobre la violencia", publicadas en 1907, considera que la vida es una batalla permanente y que la barbarie es un antdoto contra la decadencia. Y condena por igual a "los bufones inmorales de una aristocracia degenerada", a "los burgueses que aspiran a imitar a una nobleza ociosa" y a "la cinaga democrtica" que mezcla en el mismo lodo a partidos polticos y representantes parlamentarios. Segn Sorel, el hombre se realiza nica y plenamente a travs de sus obras, y no a travs del disfrute pasivo, la paz y la seguridad. La bsqueda de felicidad o lucro, la preocupacin por el poder, el nivel social o una vida sin complicaciones, constituyen una traicin despreciable. Isaiah Berlin escribi acerca de este terico de la violencia en "The Times Literary Supplement", en diciembre de 1971: "Sorel sigue siendo una figura anmala. Todos los dems idelogos y profetas del siglo XIX han sido debidamente etiquetados y clasificados. Las doctrinas, influencias y personalidades de Mill, Carlyle, Comte, Darwin, Dostoiewski, Wagner, Nietzche y Marx han sido debidamente colocadas en sus respectivos anaqueles del museo de la historia de las ideas. Solamente Sorel sigue sin clasificar, como lo estuviera en vida: reivindicado y repudiado por las derechas tanto como por las izquierdas". Berlin dice que Sorel pareca carecer de postura fija, y no exagera. Fue tradicionalista en 1889, marxista en 1884, crtico del marxismo en 1898, dreyfusista en 1899, enemigo de los dreyfusistas en 1909. "En 1912 escriba con admiracin sobre el socialismo militante de Mussolini, y en 1919 con admiracin an mayor sobre Lenin, para terminar manifestando un apoyo incondicional al bolchevismo y, en los ltimos aos de su vida, una admiracin indisimulada hacia el Duce". Lenin lo califica como "embarullador notorio". Benedetto Croce, en cambio, piensa que el ex ingeniero es, junto con Marx, el nico pensador original que ha tenido el socialismo. Antonio Gramsci, quien lo defiende a rajatabla, escribe en 1919: "Georges Sorel ha permanecido siendo lo que haba sido Proudhon, es decir, un amigo desinteresado del proletariado. Por esto sus palabras no pueden dejar indiferentes a los obreros". En la juventud, Georg Lukcs fue impactado por sus ideas. El escritor y dirigente poltico peruano Jos Carlos Maritegui (1894-1930) lo define como "uno de los escritores ms agudos de la Francia pre-blica". Sus propios seguidores de "derecha" le disculpan sus tendencias de "izquierda" y lo consideran "ortodoxo y heterodoxo". "CABALLEROSIDAD, AVENTURA Y HEROSMO": SPENGLER "La historia de los hombres es la historia de las guerras", sentencia Oswald Spengler (1880-1936) en "Aos decisivos". Y asegura: "Todo el que obra est en peligro. La vida misma es peligro". En ese libro, publicado en 1933, tambin profetiza: "Hemos entrado

  • en la era de las guerras mundiales. La cual comienza en el siglo XIX y se extender a travs de todo el actual y, probablemente del siguiente. Significa el trnsito desde el mundo de Estados del siglo XVIII al Imperium Mundi". (El historiador alemn no slo predijo el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Mientras redacto estas lneas, an no ha cesado el tableteo de las ametralladoras en la desmembrada Yugoslavia y ya estallaron misiles estadounidenses en Afganistn, mientras un moderno cabecilla texano del Imperium mundi bombardea Irak). En "Aos decisivos", Spengler critica "las formas francamente plebeyas" que revisten los nuevos conflictos blicos internacionales: la nacin como masa inarticulada, la guerra como movilizacin de masas, la batalla como derroche de vidas humanas, los tratados brutales de paz, la diplomacia de las tretas leguleyas sin buenas maneras. "Hasta la primera guerra mundial, precisamente los famosos y antiguos regimientos de caballera de la Europa occidental aparecan ms que ninguna otra arma aureolados de orgullo caballeresco, espritu aventurero y herosmo. Representaban la vocacin militar autntica y la vida militar genuina mucho ms que la infantera del servicio militar obligatorio", se exalta el historiador, antes de lamentarse: "Pero su porvenir es ya ms oscuro. Van siendo relevados por los aviones y las escuadrillas de tanques". El autor de "La decadencia de Occidente", una obra monumental y poco divulgada que le demand diez aos de trabajo, se burla del "sentimentalismo trasnochado" del liberalismo, el comunismo y el pacifismo porque ven la realidad desde abajo. "La oscura conciencia de su debilidad personal", afirma, los impulsa a querer transformar una sociedad que les resulta "demasiado viril, demasiado sana y demasiado sobria". Y llega al insulto: "Son afeminados y dbiles: no pueden dar cima a una gran novela o a una severa tragedia, y mucho menos a una filosofa robusta y completa". Spengler asegura que los grandes hombres de la Historia fueron vigorosos pesimistas. Todos ellos despreciaron el pesimismo cobarde de "las almas mezquinas y cansadas, que temen a la vida y no soportan la visin de la realidad". Ese tipo de vida "llena de felicidad y de paz, sin peligro y ampliamente cmoda, es aburrida, senil y, adems, slo imaginable, nunca posible". ARDOR SIN ODIO: JNGER Joseph Goebbels, ministro de Propaganda en la Alemania nazi, define la guerra como "la forma ms elemental de amor a la vida". Y no duda en compararla con los dolores del parto: "Eso tambin es terrible, pero todo lo que vive es terrible". El propio Karl Marx defini a la violencia como "la partera de la historia". El escritor y filsofo Ernst Jnger fue voluntario de la Legin Extranjera, oficial en la primera y segunda guerra mundiales, y uno de los combatientes ms herido y condecorado. En "Tempestades de acero" narra su experiencia al frente de un grupo comando durante el conflicto 1914-1918 y retoma el tema en ensayos posteriores como "El trabajador". La guerra apunta es "un juego soberbio y sangriento que deleita a los dioses".

  • En "El combate como una experiencia interior" (traducido al francs como "La guerre, notre mre"), Jnger escribe: "Ella no es solamente nuestra madre, tambin es nuestra hija. Si ella nos ha creado, nosotros la hemos engendrado". En este libro controvertido y difcil de conseguir, que posiblemente haya sido repudiado por su autor luego de la Segunda Guerra, contiene una inevitable reflexin: "El sentimentalismo debe esfumarse, adaptarse a la horrible simplicidad de ese objetivo: el aniquilamiento del adversario. Es ste un axioma que debe realizarse durante todo el tiempo que los hombres hagan la guerra, y habr guerras mientras existan los hombres". No obstante, este hombre genial fue el joven autor de un manual de combate en el que recomendaba "combatir con ardor pero sin odio". El soldado que est al otro lado de la lnea de combate no es "una encarnacin del mal", sino un igual, separado por una adversidad del momento. "LA RELIGIN DE LA MUERTE" En "La cuesta de la guerra", Roger Caillois indica: "La guerra es una lucha colectiva, preparada en comn y metdica". El ensayista francs, Premio Internacional de la Paz 1963, sostiene que a medida que se desarrolla la civilizacin, la guerra lejos de desaparecer crece en extensin y en intensidad. Abarca ms gente, ms cosas; se vuelve ms mortfera. Callois escribe: "Cada uno de los adversarios se lanza a ella hasta el lmite de sus fuerzas y trata por todos los medios de reducir al otro a pedir gracia, de manera que no hay matanza que parezca excesiva o brbara: la guerra se halla constituida por una sucesin de golpes inmisericordiosos, de los que se exige nicamente que sean eficaces". El norteamericano Lewis Mumford, quien se distingui como historiador, filsofo y crtico, define a la guerra como "la religin de la muerte", capaz de cumplir los deseos secretos de "los paranoicos y sdicos que produce necesariamente una sociedad en desintegracin". Mumford llama la atencin acerca de que un ejrcito es un cuerpo de consumidores puros. O peor an: de productores negativos. Hay que hospedarlo, alimentarlo, vestirlo y equiparlo. Y, a cambio, no da ningn servicio. "El tren de vida ms caprichoso y ms lujoso no puede rivalizar con un campo de batalla respecto al consumo rpido", apunta. Caillois, a su vez, da un ejemplo: "El proyectil, desde este punto de vista, tiene un doble propsito: ha sido creado para ser destruido l mismo, y por consiguiente para ser reemplazado, y para destruir un objetivo, el cual tambin hay que reemplazar". "Ni la revolucin ni la guerra son para el propio deleite", escribe Andr Malraux, participante de la Guerra Civil Espaola, la Revolucin China y la Segunda Guerra Mundial. Jean Larteguy, corresponsal en Indochina, Argelia, frica y Medio Oriente, y autor de una decena de libros, entre los que se destacan "Los centuriones", "Los pretorianos" y "Los mercenarios, afirma en "La guerra desnuda": "Llevo pegados a mi nariz esos

  • olores de final de civilizacin, una mezcla de madera vieja quemada, de carroa, de coito y de mierda que son ahora para m los olores de la guerra".

    Texto descargado de: Centro de Estudios Euroasiticos(CEE)

    2007