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70 El Hombre y la Máquina N o 19 De la muerte a la vida. La risa dialéctica JULIANE BAMBULA DÍAZ* * Profesora titular de la Universidad del Valle, Facultad de Artes Integradas.

De la muerte a la vida. La risa dialéctica · 2020-03-17 · El Hombre y la Máquina N o 19 73 talitarismo y la muerte misma, la”pobre y sangrienta muerte huma-na”.3 América

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De la muerte a la vida.La risa dialéctica

JULIANE BAMBULA DÍAZ*

* Profesora titular de la Universidad del Valle, Facultad de Artes Integradas.

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Resumen

El carnaval es probablemente elritual más universal a la vez que ar-caico, misterioso y real, tangible y au-téntico que persiste en medio del mun-do contemporáneo globalizado. Tie-ne una relación estrecha y muy parti-cular con el cristianismo sin el cualno sería lo que es, pero sus raíces sehunden en creencias y rituales más an-tiguos relacionados con la fertilidady por ello con el ritmo de la vida:muerte y nacimiento. Se nutre de mu-chas diferentes fuentes culturales y sunaturaleza es sincrética por excelen-cia. Ha acompañado a la humanidaddesde milenios y se propaga, como elbambú, por debajo de la tierra, de pue-blo en pueblo, de época en época, deciudad en ciudad y de continente encontinente. Suele tener largos perío-dos en los que permanece latentecomo si fuera invernando para surgir,a veces después de siglos —usual-mente cuando hay grandes transfor-maciones sociales—, de nuevo a lasuperficie tomándose las calles.

Abstract

Carnival, real and mysterious,tangible and authentic, is probablythe most universal as well as archaicritual that persists in the midst of ourcontemporary, globalized world. Itbears a close and very particular re-lation to Christianity, without whichit would not be what it is, but its rootssink into more ancient beliefs and ri-tuals, related to fertility and thus tothe rhythms of life: birth and death.It derives its nourishment from di-fferent cultural sources and its natu-re is syncretic par excellence. It hasaccompanied humanity during mi-llennia, and it propagates under-ground, like bamboo shoots, fromtown to town, from age to age, fromcity to city and from continent to con-tinent. It remains latent for long pe-riods, as though it were hibernatingin order to rise again to the surface,sometimes after centuries, always intimes of the greatest social transfor-mations, taking over the streets.

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Carnaval: tiempo de matracas ycascabeles, de tambores y cornetaschinas, de máscaras y comparsas,carrozas y baile callejero, franca-chela y desenfreno, de inversión delas jerarquías establecidas y de lasreglas sociales: fiesta popular mile-naria e indomable; tiempo de la risa,no de la cortante risa satírica querechaza y niega y tampoco de la risadivertida, ligera y despreocupada,ambas superficiales y modernas,como nos explica Mijail Bajtin,1

sino de la risa ambivalente y pro-funda que toma distancia a la vezque afirma la vida en el aquí y aho-ra,2 aquella risa que habita entre viday muerte y hace estallar, cada añocuando llega el momento, su sono-ra carcajada.

El carnaval —o aquello que hoydenominamos así— es probable-

mente el ritual más universal, a lavez que arcaico, misterioso y real,tangible y auténtico que persiste enmedio del mundo contemporáneoglobalizado. Tiene una relación es-trecha y muy particular con el cris-tianismo sin el cual no sería lo quees, pero sus verdaderas raíces sehunden en creencias y rituales rela-cionados con la fertilidad y por ellocon el ritmo de la vida: muerte ynacimiento, invierno y primavera,siembra y cosecha. ¿Es de origenoccidental? ¿O viene de África?

No podemos contestar estas pre-guntas con ‘sí’ o ‘no’ porque elcarnaval tiene múltiples orígenes, senutre de muchas fuentes culturalesy su naturaleza es sincrética porexcelencia. Ha acompañado a la hu-manidad desde milenios, pero sue-le tener largas épocas en las que sedesvanece, en las que sus tradicio-nes aparentemente caen en el olvi-do, mientras en realidad permane-ce latente como si fuera invernan-do para surgir, a veces después desiglos, de nuevo a la superficie convigor tomándose las calles una vezal año durante unos días. El carna-val es inextinguible, no se muere;se propaga, como las raíces delbambú, por debajo de la tierra, depueblo en pueblo, de siglo en siglo,de ciudad en ciudad y de continen-te en continente, y esto se debe, enparte, a su capacidad ilimitada deasimilar los más diversos elemen-tos culturales, de enriquecerse cons-tantemente con ellos, de renovarsey ser siempre vigente y actual, tanactual y vigente como la comida yla bebida, el amor y el sexo, la fies-ta, la música y la danza, el colori-do, el gozo de los sentidos que hacela vida digna de ser vivida, perocuyo correlativo es la muerte: elhambre y la sed, el odio y la guerra,el desamor, el dogma, la inercia, elorden rígido, la segregación, el to-

1. Mijaíl, Bajtin. La cultura popular en la Edad Media y El Renacimiento. El contexto de Francois Rabelais, Barral Editores, Barcelona 1974 pp. 17-18.

2. Véase acerca de la noción ‘actualidad’ mi libro Lo estético en la dinámica de las culturas, Universidad del Valle, Cali 1993.

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talitarismo y la muerte misma,la”pobre y sangrienta muerte huma-na”.3

América Latina y el Caribe—desde el Brasil, pasando por Oru-ro en Bolivia, por San Juan de Pas-to, Riosucio y Barranquilla, hastaTrinidad, Ponce, Santiago de Cubay Nueva Orleans, antigua región decolonización francesa— son evi-dentemente tierra predilecta del car-naval, tierra mestiza, crisol de cul-turas, de símbolos, mitos y creen-cias, de tradiciones estéticas popu-lares vivas, aún no acalladas por elavance de la industrialización y sucorolario, la razón técnico-instru-mental que no admite ambivalen-cias. Pero también la península ibé-rica con el Entierro de la sardina, laitálica con Venecia en la costa delMar Adriático y su tradición de lasmascaradas inspiradas en la Come-dia del Arte y —de una profundi-dad arcaica y estremecedora— lospueblos tiroleses en los Alpes entreSuiza y Austria así como innume-rables ciudades y municipios enAlemania son tierra del carnaval. EnEuropa hay desde la década de losaños noventa un despertar de lascelebraciones carnavaleras popula-res, que habían estado semi-dormi-das durante gran parte del siglo XX

y cuyas alternantes fases de auge ylatencia en algunos casos se puedenperseguir hasta la Edad Media. Des-de algunos años abundan y se pro-pagan en todo el sur de Alemanialos famosos ‘Narrenzünfte’ (‘Gre-mios de bufones’),4 activos durantetodo el año, y que según el princi-pio carnavalesco de convertir todoen su contrario ‘reglamentan’, pro-mueven y organizan los carnavales,llamados allí ‘Fastnacht’,‘Fasnacht’o ‘Fasching’.

La palabra ‘carnaval’ se derivadel latín eclesiástico, donde la pa-

labra ‘carnislevamen’ significa ‘sus-tracción de carne’ y debe de haber-se introducido en la Edad Media eu-ropea. En Alemania la palabra ‘Kar-neval’ se usa desde el siglo XVII

como sinónimo de ‘Fastnacht’, quesignifica ‘víspera del ayuno’.

Los carnavales eran en muchaspartes la época del año en la que erapermitido lo que normalmente seprohíbe, era la época de las bebidasembriagantes y de la comida enabundancia, de libertad sexual, defiesta con máscaras, broma y cues-tionamiento del orden establecidopor la Iglesia, la época del ‘mundoal revés’ que antecede a la Cuares-ma, que empieza el Miércoles deCeniza y se prolonga hasta la Se-mana Santa imponiendo su férula demoderación, abstinencia y arrepen-timiento.

La mayoría de los carnavales deEuropa y de América Latina y elCaribe hasta hoy se inscriben en estemarco temporal, dado por el calen-dario cristiano; así por ejemplo loscarnavales de Río, de Barranquilla,de Trinidad, de Nueva Orleans y los

3. Hermann, Hesse. poema Alle Tode (‘Todas las muertes’). La traducción al español es nuestra.

4. Es pertinente explicar aquí que la palabra alemana ‘Narr’ (de la que se deriva la palabra compuesta ‘Narrenzünfte’ - ‘gremios de lococ’) significa a la vez ‘bufón’, ‘bobo’ y ‘loco’. Al respecto ver: MichelFoucault, L’histoire de la folie à l’age classique, Librairie Plon, París 1961, o en español: La historia de la locura en la edad clásica, Fondo de Cultura económica, Bogotá 2000 (Primera Parte: StultiferaNavis.) o también: Mijaíl Bajtin, op. cit.

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diversos carnavales de Europacomo el de Venecia, el de Coloniay muchos otros de Alemania, Aus-tria y Suiza, aunque hay tambiéntemporalidades que tienen comoreferencia otras celebraciones cris-tianas tales como Corpus Christi, laNavidad o el Día de Reyes. Esa fe-cha, el 6 de enero, que en Pasto de-termina la temporalidad del carna-val, marca en muchas partes, asícomo en el sur de Alemania, el ini-cio de la temporada carnavalera.

Todo esto parece indicar el ori-gen cristiano del carnaval y efecti-vamente existe una profunda rela-ción dialéctica entre ambos. Las raí-ces del carnaval se encuentran, sinembargo, en ritos más antiguos queel cristianismo.

Las primeras fiestas europeasque tienen características semejan-tes a lo que posteriormente empie-za a llamarse carnaval son las Dio-nisíacas en la Grecia arcaica, quetuvieron un auge fuerte en el sigloVI antes de nuestra era y, más tarde,los Bacanales, los Lupercalia y lasSaturnales en Roma.

Dionisio, por los romanos lla-mado Baco, era un dios de la vege-tación y de la fertilidad, de la natu-raleza, de las frutas, especialmentelas de la vid y por lo tanto del vino.Su antecesor directo se encuentra enla cultura de Creta, cuna de la civi-lización helénica, en la figura deldios toro, Minotauro. Los atributossignificativos de Dionisio son la vidy el vino, la piña, los cuernos, laserpiente, el toro, el falo, la piel defieras, el macho cabrío y el león5,elementos que hasta hoy hacen par-te de los símbolos que aparecen enel carnaval, por ejemplo en Colom-bia.6 Dos veces al año, en primave-ra, época de siembra, y en otoño,tiempo de vendimia, se celebrabanen Grecia las Dionisíacas, fiestas

populares que tenían un caráctermístico y orgiástico a la vez quepurificador, en las que había sacri-ficios de animales, banquetes, bai-les, embriaguez, máscaras, músicade flautas y tambores y procesionesen las que aparece el séquito del diosconformado por los ‘tragoi’, más-caras de machos cabríos y las mé-nades, mujeres bailadoras frenéticasen estado de éxtasis. Este cortejo eraen el fondo lo que hoy llamamos‘comparsa’. Un papel especial en elséquito de Dionisio jugaba Pan, unadivinidad menor del bosque, protec-tor de los pastores, llamada Faunopor los romanos, medio hombremedio cabrío, con cuernos, cara bar-buda, cuerpo viril y velludo, cola ypatas de cabrío con pezuñas en lu-gar de las piernas. Pan toca una flau-ta llamada siringa compuesta devarios tubos de caña que tambiénexiste en la zona andina de Améri-ca, donde se llama zampoña. Estepersonaje singular, emparentadocon el Sátiro, ha tenido las mas di-versas transformaciones, tanto en suapariencia como en su interpreta-ción; prestó su forma física para laimagen cristiana del diablo, encar-nando —coherente con el mani-queísmo de la Iglesia— la idea delmal, pero sigue vivo en su compren-sión ambivalente y vigorosa hastahoy en los carnavales del mundopresentándose en los más diversosdisfraces y máscaras.

En estos desfiles también apa-rece por primera vez la carroza:Dionisio, montado en una especiede carro alusivo a la fertilidad me-diante una enorme escultura fálicay acompañado por su frenético cor-tejo, desfilaba por una ruta preesta-blecida. Los jóvenes mientras tantocorrían de casa en casa pidiendodonaciones de comida, costumbreque se mantiene viva en las murgasy chirimías que durante épocas de

5. Giuffré Mercedes, Iconografía e iconología de Baco. Las mutaciones de Dionisio, http://www.almargen.com.ar

6. Véase por ejemplo: Mirtha Buelvas Aldana y Diego Samper Martínez, Carnaval Caribe. Exploración del Carnaval de Barranquilla - Colombia, Andes Editores, Ecuador 1994, también: Nina S. deFriedemann, Carnaval de Barranquilla, Editorial La Rosa, Bogotá 1985 y Fiestas, celebraciones y ritos de Colombia, con texto de Nina S. de Friedemann, Villegas Editores, Bogotá 1995.

El carnaval no se muere. Se

propaga como las raíces del

bambú, de siglo en siglo, de

continente a continente y

suele surgir con renovada

fuerza en épocas de grandes

transformaciones. Su

potencial radica en su

capacidad de sincretismo y en

su carácter democrático y

ambivalente.

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feria y carnaval recorren con su jol-gorio los barrios de las ciudadeseuropeas y latinoamericanas.

En el siglo VI a.C. se hizo el pri-mer intento por parte de una admi-nistración estatal —seguido luegopor muchos más hasta el presente—de domar estas celebraciones: el ti-rano ateniense Pisístrato, temerosode los desórdenes públicos que lasDionisíacas podrían ocasionar enuna situación de gran crisis econó-mica, de tensiones sociales y trans-formación política (la democraciaateniense estaba inminente), inten-tó encauzarlas hacia algo que eranuevo en aquella época: unos even-tos en forma de juegos y competen-cias, más controlables pero igual-mente capaces de proporcionar lacatarsis purificadora que producíanlas fiestas orgiásticas: surge el tea-tro. Fue lo que interesó al jovenNietzsche y lo llevó a escribir Elnacimiento de la tragedia.7

Estas fiestas tienen de ciertomodo su continuidad en Roma. LosBacanales tuvieron un carácter si-milar a las Dionisíacas griegas. Enel siglo III a.C., época de guerrasciviles y conflictos internos enRoma esas fiestas se intensificaronhasta que fueron prohibidas por elSenado ya que se habían converti-do en algo incontrolable.

Muy interesantes en nuestrocontexto son las Lupercalia,8 una delas más arcaicas festividades roma-nas que se celebraban anualmentehonrando a un dios pastoril de lafertilidad, Lupercus, probablemen-te emparentado con el Fauno y conPan. Esta fiesta también se relacio-na con la leyenda de Romulus yRemus que fueron amamantadospor una loba y dieron origen a laciudad de Roma. Se celebrabaanualmente el 15 de febrero, o seaen la misma época de los carnava-

les posteriores bajo dominio cristia-no. También en esta fiesta ritual elprincipal animal de sacrificio era elcabrío, pero hay un dato de espe-cial interés: dos jóvenes —represen-tando probablemente a Romulus yRemus— fueron tocados ritualmen-te en su frente con una espada unta-da con la sangre del animal sacrifi-cado, inmediatamente después lim-piados con lana mojada en leche yobligados a estallar en una sonoracarcajada. Tenemos aquí un ejem-plo de la risa ritual de la que hablaBajtin y a la que confiere tanta im-portancia en su teoría acerca de locarnavalesco. Aquí se trata de unritual de purificación y fertilidad. Lapiel del animal sacrificado se cor-taba en pedazos con las cuales losjóvenes cubrían parcialmente suscuerpos desnudos mientras queotras partes de la piel, cortadas entiras, se usaron como una especiede látigos con los cuales corrían porla ciudad tratando de tocar con ellosa todas las personas que encontra-ran en su camino. Algunas mujeresjóvenes solían salir a buscar ser to-cadas de estas tiras de cuero ya quese creía que esto proporcionaba fer-tilidad y buen alumbramiento. Enépocas de César las Lupercalia fue-ron abolidas, pero luego, bajo Au-gustus, fueron restauradas parcial-mente y en forma restringida.

Costumbres similares se culti-van hasta hoy en los carnavales dediferentes partes del mundo. Unejemplo de ello son los ‘Haensel’ dela ‘Fasnet’ (versión dialectal de‘Fastnacht’) de Überlingen en Ale-mania, una especie de diablitos mis-teriosos cubiertos de pies a cabezacon un disfraz multicolor de flecosy retazos en el que predomina elnegro —reminiscencia de una ve-lluda piel de animal— y que cubrentoda su cabeza con una máscaranegra con bordes coloridos que tie-

7. Friedrich Nietzsche. Die Geburt der Tragödie, Druck und Verlag von C.G. Naumann, Leipzig 1899.

8. Leonhard Schmitz, Lupercalia, A Dictionary of Greek and Roman Antiquities, John Murray, London 1875.

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ne una trompa similar a la de la‘Marimonda’ del Carnaval de Ba-rranquilla.9 Los ‘Haensel’ llevanenormes látigos que originalmenteeran de cuero trenzado en formacónica (hoy se trenzan de fibra ve-getal, labor que sólo puede realizarun maestro artesano especializadoen ello) y que alcanzan un largo dehasta cinco metros, según la destre-za que tiene el ‘Haensel’ que va amanejarlo para producir sonoroschasquidos que suenan tan fuertescomo un disparo. En época de car-naval ellos corren en grupos por elpueblo, molestando a la gente enforma jocosa.

Creemos que la tradición de lasLupercalia también tiene continui-dad en la figura del vejigante —parausar el término que en Puerto Ricodenomina una gama de personajesde este tipo—. El vejigante existeen la región central de Europa (Aus-tria, Suiza y Alemania), igual queen muchas partes del Caribe, así enla figura del ‘diablo cojuelo’ domi-nicano, en Centroamérica y en Co-lombia. En el sur de Alemania el‘Narr’, o sea el personaje carnava-lesco, aparte de su disfraz, su toca-do y su máscara, debe llevar en lamano su correspondiente ‘instru-mento’ que es a la vez un atributosimbólico. Entre estos instrumentosfiguran, aparte de una serie de otrosutensilios que le permiten todo tipode jugarretas y ruidos, en primerlugar la ‘Saublodder’, una vejiga decerdo inflada con aire, amarrada deuna vara o un fuste y con la cualgolpea (sin lastimar a nadie) hacialas personas a su alcance, especial-mente a las muchachas que estallan

en chillerías y risotadas, tratando deponerse a salvo. En la época antesdel inicio de la Cuaresma abundanlas vejigas ya que se consume car-ne en abundancia mientras todavíaesté permitido. La vejiga, igual quela llamada ‘Narrenwurst’ (‘Salchi-cha del bufón’), una especie degrueso bolillo del largo de un codo,hecho de cuero y relleno de algo-dón, instrumento de evidente alu-sión fálica que sirve el mismo pro-pósito que la ‘Saublodder’, repre-senta lo carnal, y el golpear es unacto simbólico de fertilización. Esde anotar aquí la analogía y mutuaconvertibilidad de las ideas del co-mer y de la sexualidad, un rasgofundamental y universal del carna-val.10 Aquí en Colombia existe estacostumbre, específicamente en lafiesta de Corpus en Mariquita, enla que aparecían los ‘Matachines’,una especie de ‘diablitos’ que cu-brían su cabeza con una máscara ge-neralmente provista de rasgos decabrío, con cachos, con colmillos ybarba y llevaban en la mano unavejiga de res.11 Nina S. de Friede-mann opina al respecto: “El perso-naje es reminiscente de aquellos dia-blitos jubilosos, embaucadores ydanzarines, carentes de la maldad delos demonios católicos, que salen abailar locamente en las fiestas co-lombianas del Diablo, en Riosucio,y en el carnaval de Barranquilla. Ytambién son personajes en el Bailede Diablos de Yare, en Venezuela,siendo los vejigantes en las festivi-dades de Loiza, en Puerto Rico.”12

En diversos escritos sobre elcarnaval aparecen las Saturnalesromanas como su origen. ¿En qué

9. Nina de Friedemann ve en la Marimonda barranquillera una representación del elefante, por su trompa, en analogía a otros animales del Carnaval de esa ciudad que son oriundos del África, razón por la cualsupone el eventual origen africano de este personaje. Para sustentarlo más subraya la similitud de la máscara con determinadas máscaras africanas. La similitud que hay entre la máscara del Haensel y laMarimonda abre otra posibilidad de interpretación, para la cual, sin embargo, sería necesario realizar más indagaciones.

10. Pensamos también en la ambigüedad carnavalesca y ‘grosera’ en sentido bajtiniano de la palabra ‘comer’; pensamos en tradiciones como el ‘Baile de Tomasita’ en el carnaval de Barranquilla, donde una jovenhuye del caimán que quiere comerla sólo para caer en poder del torito, véase: Fiestas, celebraciones y ritos de Colombia, op. cit. p.73; pensamos igualmente en el famoso cuadro de Pieter Bruegel el Viejo(1525-1569) ‘La lucha entre el carnaval y la cuaresma’, obra que da muchas claves para comprender el carnaval, donde aparece un personaje cuyo disfraz consiste en unas enormes nalgas en lugar de la barrigay —esto se puede deducir— de una enorme barriga en el lugar de las nalgas, véase: Rosemarie y Rainer Hagen, Pieter Bruegel el Viejo, Taschen, Köln 2000).

11. Fiestas, celebraciones y ritos de Colombia, op. cit., p. 52 y 54.

12. Fiestas, celebraciones y ritos de Colombia, op. cit., ibid. ¿Será que de allí se deriva la costumbre contemporánea de adornar con bombas multicolores las fiestas infantiles, augurando prosperidad y felicidad?Las bombas, de todas maneras, aparecieron en los ambientes de feria a partir de comienzos del siglo XX, cuando empieza el uso industrial del caucho. En Venezuela y en Panamá existe la tradición de lanzarbombas llenas de agua en los carnavales: otra forma de ese ‘tocarse’ ritualmente en forma jocosa que Bajtin considera un rasgo fundamental de la cultura carnavalesca. En Colombia se practica esta mismacostumbre para dar un ‘bautismo de bienvenida’ a los primíparos en las universidades, un ritual cómico de iniciación que también hace parte de lo que Bajtin llama la ‘cultura de la risa’, de caráctercarnavalesco.

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consistían y qué aportaron al carna-val como lo conocemos hoy?

Se celebraban en la antiguaRoma; las fiestas se iniciaban el 17de diciembre y se extendían hastael 23; se relacionaban con el solsti-cio de invierno que es, según el ca-lendario actual, el 21 de diciembre,coincidiendo casi con las fechas delo que muy posteriormente fue laNavidad cristiana. Eran fiestas reli-giosas relacionadas con el dios Sa-turno (versión romana de Cronos,el temible padre de los dioses grie-gos, devorador de sus propios hi-jos), y dentro de este contexto sumotivo específico era festejar y ri-tualizar el regreso triunfal de loslegionarios de las campañas bélicas.En la Antigüedad no se diferencia-ba entre fiestas profanas, religiosas,públicas o privadas. La entrada delas tropas victoriosas a las sagradasmurallas citadinas era un acto má-gico y además relacionado con viday muerte de los soldados y con elregocijo o dolor de sus familiares.En este sentido las Saturnales eranuna fiesta de purificación despuésde haber sufrido y sobre todo des-pués de haber ocasionado muerte,eran una enorme catarsis colectiva.Al cabo de los correspondientes ri-tuales y sacrificios oficiados en elCapitolio se solía realizar una gigan-tesca comilona popular: la celebra-ción de la victoria de los romanossobre las Galias, Egipto, el Ponte yÁfrica, en el año 46 bajo el mandode Julio César, duró diez días y serepartió carne suficiente para servirun banquete en 22.000 mesas.

Era usual encender velas y ob-sequiarse mutuamente, por ejemplocon muñecos de barro y velas, yhacer pequeñas atenciones a losamigos y las personas a las que sequería agradecer por algún servicioprestado. En estos aspectos y en

cuanto a su temporalidad las Satur-nales se parecen mucho a la Navi-dad. Pero a la vez tienen —comoveremos en seguida— otros rasgosque las asemejan al carnaval. Porello existen en muchos países quecelebran la Navidad, costumbresnavideñas de carácter carnavalesco.Bajtín habla de ‘la risa navideña’.13

Un ejemplo para ello es la Fe-ria de Cali, que coincide con la Na-vidad (se celebra desde el 25 de di-ciembre hasta el 6 de enero, Día deReyes) y cuyo desfile de ‘Cali Vie-jo’ es apenas el inicio de la conden-sación de un carnaval pero que tie-ne su base en la tradición navideñade las ‘murgas’ o ‘chirimías’, com-puestas por el diablo, la viuda, lamujer voluptuosa, el borracho, lamuerte y el combo de la corneta, elbombo y otros músicos que reco-rren los barrios de la ciudad (hoypresentan su jolgorio muchas vecesen los semáforos) bailando, brincan-do y haciendo una ruidosa músicapidiendo un donativo, actualmenteen forma de plata, pero en el pasa-do seguramente en forma de dulces,buñuelos u otros alimentos típicosde la Navidad.

13. Mijail Bajtin, op. cit. p. 76.

El arte y la religión de los africanos en América encontraron re-fugio y expresión debajo de la piel de animales.

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También en Alemaniaexisten estos elementos detradición carnavalesca enla Navidad, por ejemplo elpersonaje que acompaña albondadoso y generoso SanNicolás, una rústica y bar-buda figura en traje marróny con un costal, llamadaKnecht Ruprecht, que vie-ne de los bosques a casti-gar con su fusta de ramasde sauce a los niños que nohan sido obedientes, es cla-ramente emparentado conlos vejigantes carnavales-cos. Los jóvenes cantoresque en los días previos a laNavidad van disfrazadosde casa en casa pidiendodonativos se parecen a lasmurgas del carnaval.

Veamos ahora los ras-gos carnavalescos de las Saturnales:Durante los días de fiesta se abolíala diferencia de clase entre amos yesclavos y se jugaba al ‘mundo alrevés’, como luego se hacía —y sehace hasta hoy— en los carnavales.

Es interesante que algo similarsucedía en la sociedad colonial yrepublicana latinoamericana, dondeel esclavismo perduró hasta la se-gunda mitad del siglo XIX y dondeen las fiestas de carnaval los escla-vos asumían el papel de los amos ya veces al revés. El amo o ama, dis-frazado o disfrazada de esclavo oesclava, bajo la protección de unamáscara, podía entregarse al bailedesenfrenado y al disfrute de aque-llas actividades licenciosas que suestatus social en tiempos normalesno le permitía en público.

En América Latina los esclavosprovenían del África. Por ello estacostumbre, más allá del juego car-navalesco de ‘el mundo al revés’,

enriquece las fiestas con incontableselementos culturales provenientesde las tradiciones de música, bailey máscaras de los diversos pueblosafricanos, enraizadas a su vez—igual que la línea de tradición oc-cidental— en milenarias culturasllenas de mitos, leyendas, cultos re-ligiosos y rituales afines con la esen-cia pagana, profunda y vital del car-naval. Es algo que se puede obser-var con claridad como un elementopreponderante en las fiestas carna-valeras del Caribe, por ejemplo enCuba con sus ‘diablitos gangá’ queusan máscaras iguales a las llama-das ‘Mwaash a mbooy’ del puebloBa Kuba del Congo,14 para sólo ci-tar un ejemplo concreto entre losmuchos. También en la Costa co-lombiana los elementos africanosjuegan un papel protagónico y pre-ponderante.15 El Carnaval de Blan-cos y Negros de Pasto, en cambio,escenifica directamente, en formainconfundible, el juego carnavales-co de ‘el mundo al revés’ entre losque una vez eran los amos y los queeran esclavos. El estudio detalladode este sincretismo, con conoci-miento de las fuentes culturales afri-canas, aún es algo por hacer. Perose puede afirmar que en AméricaLatina el carnaval ha probado suinagotable capacidad asimilativa ysu asombrosa creatividad transfor-madora, no solamente ante las tra-diciones africanas, sino en igualmedida con las ricas tradicionesculturales de los indígenas ameri-canos y más allá de esto con todoslos elementos culturales que entranen su órbita, incluyendo los moder-nos medios tecnológicos de comu-nicación y la cultura comercial demasas emitida por las grandes me-trópolis industrializadas. Esto sedebe al hecho de que siempre, des-de miles de años, ha sido un fenó-

14. Michel Leiris y Jacqueline Delange, Africa Negra. La creación plástica, Aguilar, Madrid 1967, p.340, también: Erich Herold, Ritualmasken Afrikas. Aus den Sammlungen des Náprstek-Museums in Prag.,Artia Verlag, Prag 1967, p. 54 No. 55 y Fernando Ortiz, Los bailes y el teatro de los negros en el folklore de Cuba, Editorial Letras Cubanas, La Habana 1985, p. 435 ff. sobre todo p. 449, Fig. 86.

15. Mirtha Buelvas Aldana, y Diego Samper Martínez, Carnaval Caribe. Exploración del Carnaval de Barranquilla - Colombia, Andes Editores, Ecuador 1994, también: Nina S. de Friedemann, Carnaval deBarranquilla, Editorial La Rosa, Bogotá 1985 y Fiestas, celebraciones y ritos de Colombia, op. cit.

Máscar de Batiente de cascabeles (Schellenrührer), carnaval de2003 en Mittenwald, región alpina de Alemania(Foto Libuscha Neuhaus)

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meno sincrético a la vez que demo-crático y ambivalente. Allí radicansu potencial creativo y su fuerza.

Los Saturnales romanos eranunos “días locos” durante los cua-les “lo que de ordinario está prohi-bido, se autorizaba”, las leyes queprohibían el lujo al pueblo se aflo-jaron y “permitían ... gastar en co-midas una cantidad mayor que enlos días corrientes”, “se eliminabantodas las barreras que separaban alesclavo del hombre libre”, “el es-clavo tenía licencia para ‘dar lavuelta a la tortilla’ y decir a su amocosas incómodas”, “el mundo que-daba patas arriba y podía ocurrir quelos señores sirvieran a sus propiosesclavos”.16

¿Cuál era el significado, cuál erael motivo de tan extraña costumbre?¿Por qué aceptaron los amos estainversión de los papeles en una so-ciedad donde no existían las restric-ciones que la Iglesia católica impo-ne a una clase dominante —comola de las colonias españolas enSudamérica y el Caribe— que quie-re conservar su respetabilidad? Estono es fácilmente entendible paranosotros, acostumbrados —según latradición occidental moderna— aplantearnos siempre las cosas endicotomías mutuamente excluyen-tes, lo que hace casi imposible com-prender el mundo en su compleji-dad ambivalente. Esto último es, sinembargo, necesario para aprehenderla esencia del carnaval.

Los Saturnales tenían sobretodo la función de proteger mági-camente a los triunfantes vencedo-res a su regreso, ya que los demo-nios “acechaban de manera especialal hombre encumbrado por la vic-toria y el éxito”.17 Por ello el caudi-llo, en su recorrido triunfal por laciudad, tenía detrás de sí a un es-

clavo que constantemente debíadecirle: Recuerda que eres un hom-bre, y “los soldados cantaban can-ciones burlescas referidas a su ge-neral que lo rebajaban a una escalahumana absolutamente corriente...Esta costumbre sirvió... para salva-guardar al caudillo de la envidia delos poderes infernales... pero ... másallá de las consideraciones religio-sas se procuraba siempre relativizarlas pretensiones de una grandezasobrehumana mediante la broma deunas burlas divertidas o morda-ces.”18 De allí la costumbre que has-ta hoy caracteriza los carnavales, desatirizar las personalidades de lapolítica, de burlarse de ellas mien-tras a la vez uno se burla de sí mis-mo. El vocabulario carnavalescoalemán tiene para estas burlas untérmino, ‘rügen’, que significa ‘vi-

16. Klaus Brigmann. La fiesta del triunfo y los Saturnales romanos, http:www.temakel.com/fiestassaturnalesromanas.htm

17. Ibid.

18. Ibid.

tuperar’. Mijaíl Bajtin explica la na-turaleza compleja del humor carna-valesco: “Es ante todo un humorfestivo. No es en consecuencia unareacción individual ante uno u otrohecho ‘singular’ aislado. La risa car-navalesca es ante todo patrimoniodel pueblo (este carácter populares...inherente a la naturaleza mismadel carnaval), todos ríen, la risa es‘general’; en segundo lugar es uni-versal, contiene todas las cosas y lagente (incluso los que participan enel carnaval), el mundo entero pare-ce cómico y es percibido y consi-derado en un aspecto jocoso, en sualegre relativismo; por último estarisa es ambivalente: alegre y llenade alborozo, pero al mismo tiempoburlona y sarcástica, niega y afir-ma, amortaja y resucita a la vez...Una importante cualidad de la risa

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en la fiesta popular es que escarne-ce a los mismos burladores. El pue-blo no se excluye a sí mismo delmundo en evolución. También él sesiente incompleto; también él rena-ce y se renueva con la muerte.”19

De todo lo anterior se deriva yade algún modo la relación que exis-te en el carnaval entre lo pagano yel cristianismo. Este último termi-nó por convertirse en religión deestado en Roma. A partir de allí yen los siglos posteriores que sole-mos llamar la temprana Edad Me-dia la Roma cristiana hizo lo que laRoma pagana con sus legiones bienentrenadas para la guerra nunca lo-gró: conquistó poco a poco —me-diante la religión— a Europa másallá de los Alpes y los Pirineos, don-de vivían los celtas y las diversastribus germánicas con sus dioses,mitos, leyendas, costumbres y ritospaganos. La iglesia romana con sudoctrina se convirtió en amo y se-ñor de toda Europa occidental y cen-tral, realizando una labor civiliza-dora inmensa, pero introduciendo ala vez su maniqueísmo entre el bieny el mal, su idea de la culpabilidad,su rechazo a lo terrenal, al cuerpo ya los placeres de los sentidos. Comoera de esperar, intentó acabar conlas Saturnales y sus licenciosasprácticas. Pero sus raíces eran de-masiado fuertes, se extendían a unaprofundidad de miles de años en elsuelo de la historia, hasta la civili-zación minoica de Creta y eventual-mente hasta Egipto y la antigua In-dia. Eran una fiesta popular llena degozo y placer, una “fiesta de escla-vos”, como la denominaba el calen-dario de Polemio Silvio en el año48 d.C. evitando ya mencionar aSaturno, una fiesta en la que los deabajo tenían la posibilidad de serreyes por unos días. Por ello la Igle-sia adoptó en el siglo IV oficialmen-te el día 24 de diciembre como fe-

cha de nacimiento de Jesús, instau-rando de esta manera la Navidad enla semana inmediatamente posteriora las Saturnales. Así logró, poco apoco, mediante una labor de siglos,deslizar las costumbres festivas pa-ganas hacia una fiesta también lle-na de gozo y alegría, pero en lo po-sible en armonía con los principios

de la nueva religión. A aquellas cos-tumbres que no se podían poner enacuerdo con la doctrina religiosacristiana y que resultaban imposi-bles de erradicar se les dejaba una‘válvula de escape’ en las semanasdespués de Epifanía (6 de enero, Díade los Reyes Magos), tiempo quecoincidía con las Lupercalia; pero

19. Mijaíl Bajtin, op. cit. p. 17.

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cuaresma. De esta manera el carna-val ha sido determinado, encauza-do e incorporado por el cristianis-mo, que ha tratado de convertirlo ensu contrario dentro de una mismalógica, ha tratado de hacer de él par-te de un sistema de valores que él,al socavarlos sin cesar, paradójica-mente afirmó. Sólo donde existe la

después de esa temporada licencio-sa había que abstenerse, ayunar yhacer penitencia. Así se llegabapurificado en un doble sentido a lacelebración del Viernes Santo y elDomingo de Resurrección: prime-ro en un sentido pagano, por la ca-tarsis vivida durante el carnaval, ysegundo por el arrepentimiento y la

idea del pecado puede haber tras-gresión. Pero el carnaval no se hadejado forzar en esta dicotomía ma-niqueísta del bien y del mal. Al con-trario, conserva su esencia ambiva-lente como algo inalienable.

Casi desde que se tenga memo-ria del poder estatal, siempre en lasgrandes crisis y transformacionessociales el carnaval, la fiesta popu-lar con su desenfreno, su risa irre-verente y su inversión de todos losórdenes, surgió a la superficie conmás vigor, como contrapunto a lanormatividad establecida.

La palabra ‘crisis’ se escribe enchino mediante dos ideogramasque por separado significan peli-gro y oportunidad respectivamen-te.20 Es un bello ejemplo de la tra-dicional capacidad del pensamien-to chino de concebir la realidad ensu dinámica, en su dialéctica. Lasépocas de crisis son las épocas delas grandes transformaciones de lasociedad, épocas en las cuales lasestructuras sólidas se desarticulany sueltan, épocas de destrucción detodo lo rígido y petrificado, épo-cas de caos que incluyen riesgo,peligro, pero también la posibili-dad de nuevas relaciones, nuevasarticulaciones, nuevas construccio-nes que correspondan a otras ne-cesidades humanas.

Una época histórica de esta ín-dole era en Europa la de la bajaEdad Media y el Renacimiento, lafase en la que la sociedad occiden-tal, y por ende la humanidad ente-ra, entraban en una dinámica nuncaantes conocida que apuntaba a unainnovación enorme, que habría defundamentar aquel sistema culturalque solemos llamar Modernidad.Ese nuevo sistema cultural luegoempezó a consolidarse, durante elsiglo XVII y los siguientes, con el

20. Ervin Laszlo, La gran bifurcación. Crisis y oportunidad: anticipación del nuevo paradigma que está tomando forma. Prólogo de Ilya Prigogine, Gedisa Editorial, Barcelona 1993, p. 16.

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surgimiento de los modernos esta-dos nacionales centralizados, el sis-tema de las ciencias modernas ba-sado en el postulado cartesiano dela objetividad de la naturaleza y conello en el estricto discernimientoentre sujeto y objeto, la industriali-zación y finalmente el triunfo de lasrelaciones de producción capitalis-tas. Pero la baja Edad Media y elRenacimiento eran todavía una fasede movilidad ubicada en medio dedos diferentes sistemas culturales,una época de crisis, una ‘Endzeit’(tiempo final) en la que se descom-ponía lo establecido y a la vez yauna época de grandes construccio-nes, de ideas revolucionarias pre-vias a una nueva solidificación denormas y reglas; una época de caosy de creatividad, de profundas con-tradicciones, de peligros y temores,guerras y epidemias, de premonicio-nes apocalípticas ante el adveni-miento perceptible del cambio ha-cia lo desconocido, y justamente porello también de gran vitalismo, devalentía desafiante, goce terrenaldesmesurado, de ideas capaces detrastocar la concepción de todo eluniverso.

Esta época, en cierto sentido si-milar a la nuestra, fue —como lo esla nuestra— una época de carnaval,de fiestas populares, de irreveren-cias y de burla, en la que se mezcla-ba lo demoníaco y atemorizante conlo festivo y gozoso, lo grotesco y loterrorífico con lo cómico y lo exu-berante, en la que todo se convirtióen su contrario y donde reinaba elcuerpo unido al espíritu. Los predi-cadores aferrados a los dogmaseclesiásticos, los fundamentalistasy fanáticos encendían las hogueraspara quemar en ellas a los más crea-tivos, a los más atrevidos innova-dores como herejes. Pero su discur-

so fue mitigado por la risa popularcolectiva que no conoce límite, queni siquiera para ante sí misma y noadmite metafísica moralizante ymaniqueísmo. El personaje del‘Narr’ (bufón, loco y bobo) o ‘fou’en Francia,21 considerado tambiéncomo sabio y de cierta manera pri-vilegiado por la gracia de Dios, seconvierte en una figura protagóni-ca de la floreciente vida urbana yde las frecuentes ‘Fiestas de los lo-cos’ y ‘del asno’ que se celebrabanen la Europa gótica, muchas vecesen las catedrales mismas, donde lamultitud carnavalera elegía en for-ma satírica a sus propios dignata-rios y papas o adoraba al burro, sím-bolo de la bobería, para seguir lue-go el carro triunfal de Baco y sucortejo por la ciudad.

Poco después, ya en la épocarenacentista, esta cultura de la risahace su entrada desde la calle al li-bro: en 1494 aparece la obra de Se-bastian Brant, La nave de los locos,se publican los llamados ‘libros po-pulares’ (Volksbücher), farsas, sáti-ras y sainetes, surge la literatura pi-caresca. Muchas obras de Shakes-peare, así como también el Quijote,están apadrinadas por la cultura car-navalesca de la risa,22 pero su máxi-ma expresión literaria es Gargan-túa y Pantagruel (1532/64) de Fran-cois Rabelais. Los vejigantes y bu-fones —al menos aquellos que nohan sido forzados a llevar una exis-tencia de mendigos y limosnerospor la omnipresencia de las guerrasy conflictos religiosos— dejan desalir a la plaza pública: se quedanen la privacidad de sus casas y sevan haciendo lectores.

En los siglos XVII, XVIII, XIX y enla mayor parte del siglo XX, deter-minados por el triunfo del raciona-lismo, la ilustración, la ciencia y la

21. Ver al respecto a Foucault, op. cit. y a Bajtin, op. cit. Es importante anotar que la ambigüedad entre el loco, el bobo y el bufón tiene que ver con el hecho de que en la baja Edad Media aún no se discernía entrerazón y locura como lo hace la Europa moderna. Esta clara distinción empieza a perfilarse apenas a partir del Renacimiento y se establece luego con el triunfo del racionalismo.

22. Hamlet y Don Quijote son ambos ‘locos’ sabios y ambos están relacionados con lo bajo, terrenal, material: Hamlet en su conversación con el enterrador que excava la tierra abonada de osamenta —vida ymuerte—, y el noble Caballero de la Mancha en su relación con Sancho Panza, cuyo solo apellido ya es una alusión a la cultura carnavalesca.

El Carnaval es popular por

excelencia, pero llegó a Las

Indias transformado en fiesta

de la clase dominante

colonial. Fueron los esclavos

africanos, los indígenas y

mestizos que en América le

devolvieron su verdadero

significado. Hoy, más allá de

las ricas tradiciones de tres

continentes, asimila e ironiza

todo lo que entra en su órbita,

incluyendo la cultura

comercial de masas emitida

por las grandes metrópolis

industrializadas.

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industria, el carnaval invierna. Hacesus esporádicas apariciones en losámbitos del Barroco el cual, si bieninvita al placer de los sentidos yvalora lo grotesco, es ajeno a su vi-talismo terrenal y popular por serartificioso y cortesano.

Más extraño aún le es al carna-val el neoclasicismo que reina enFrancia en forma tan centralizada yférrea como sus reyes absolutistas,reglamentando toda expresión esté-tica según rígidos preceptos basa-dos en una idea esterilizada de laAntigüedad romana que desconocecompletamente sus lados populares,festivos, ambivalentes y arcaicos.

En la segunda mitad del sigloXVIII el poeta alemán Goethe escri-be su libro El viaje italiano, dondenarra las observaciones que ha he-cho en el país del sur. Describe suimpresión del carnaval en Roma, el20 de febrero de 1787: “Las innu-merables luces por la noche resul-taron un espectáculo atractivo. Hayque haber visto el carnaval de Romapara perder por completo el deseode verlo de nuevo. No hay casi nadapara escribir al respecto, sólo parauna conversación podría resultardivertido. Lo que se percibe comodesagradable: falta alegría interna ala gente, carecen de dinero para vi-vir plenamente lo que les queda deganas. Los de alta sociedad econo-mizan y se contienen, los de clasemedia carecen de recursos y el pue-blo es flojo. El último día había unaterrible bulla, pero nada de alegríadesde el corazón. El cielo, inmen-samente puro y bello, miraba aque-llas jugarretas con tanta nobleza einocencia.”23 En un aparte posteriordel mismo libro describe amplia-mente y con mayor empatía el car-naval de Roma del año siguiente,1788,24 pero aún allí se percibe el

carácter elegante y algo frío quedebió de tener esa fiesta en la Romadieciochesca. Pero el interés deGoethe en el carnaval y la decep-ción que siente al vivirlo como unafiesta casi de sociabilidad munda-na, anuncian ya el romanticismo,que revalida lo grotesco, lo popu-lar, lo fantástico, lo cómico, pero lohace dentro de la esfera autónomade un arte que se comprende en opo-sición y ajeno a una sociedad cadavez más racionalizada, industriali-zada, controlada y sobria. Las men-ciones que hay, por ejemplo, en ar-chivos municipales del sur de Ale-mania durante los siglos XVIII y XIX

respecto a intentos de los subiditosde celebrar la ‘Fasnacht’ se relacio-nan casi siempre con pequeños in-cidentes que sirven a las autorida-des de pretexto para una prohibiciónde las fiestas porque son considera-das por las autoridades una pertur-bación de la disciplina social.25

En este contexto es interesante,sin embargo, que aparentemente losfranceses, en los siglos XVII y XVIII

tan alejados del carnaval, lo trasla-daran a sus colonias en el Caribe,donde se podían dar toda la licenciaque en la metrópoli era impensable.

Algo similar parece haber suce-dido en las colonias españolas. Alrespecto señala Nina de Friedemannque alrededor de 1774 fue celebra-da —según un documento del Ar-chivo Nacional de Colombia – “unafiesta de carnaval con disfraces ymáscaras esencialmente europeos,con participación de funcionarios ymilitares que bailaban minué y con-tradanza en recinto cerrado”, hechoque provocó quejas ante las autori-dades españolas. Unos años despuésse celebraban fiestas populares du-rante la época del carnaval en Mom-

pox y Magangué, algo que igual-mente ocasionó quejas ante el vi-rrey. “Así que la introducción delcarnaval europeo por parte de losfuncionarios de la Corona”, conclu-ye convincentemente la autora, “de-bió de propiciar en la ciudad deCartagena y en poblaciones de esaprovincia un tiempo de diversiónpopular que aprovechaba los feste-jos de la clase dominante.”26

En forma similar aconteció lallegada del carnaval en la Repúbli-ca Dominicana, en 1795.

El carnaval es en Europa algopopular, pero curiosamente llegó alas Américas transformado en fies-ta de la clase dominante. Fueron porello los esclavos africanos, los in-dígenas y los mestizos quienes ledevolvieron aquí su verdadero sig-nificado. Pero es interesante que en-tre los carnavales populares euro-peos, incluso los de Europa centraly de la región alpina que poco te-nían que ver con España, y los lati-noamericanos y caribeños, haya tan-tas coincidencias estructurales, sig-nificativas y simbólicas. Más queuno de los europeos que en las ‘In-dias’ pertenecían al grupo de losfuncionarios medios o bajos de laCorona y por lo tanto a la clase do-minante, a la autoridad colonial,probablemente provenía de estratosplebeyos en la metrópoli. En todocaso estaba abonado el terreno en-tre los esclavos africanos y los in-dígenas, ambos con su rico legadocultural y con sus expresiones esté-ticas aún no domesticadas y filtra-das por la noción moderna de ‘arte’(que confina al pueblo en el papelpasivo del espectador), para que re-cibieran y acogieran un fenómenocultural como el carnaval y paraconstruir a partir de él su propianueva cultura sincrética.

23. Goethe Johann Wolfgang, Italienische Reise, en: Goethes Werke in Einzelausgaben. Reisen, Büchergilde Gutenberg, Frankfurt a.M. 1963 p. 154-155 La traducción al español es nuestra.

24. Goethe Johann Wolfgang, Das römische Karneval, ibid. p. 358 -387.

25. http:// www.narren-spiegel. de; igualmente: www.fastnacht.at

26. Fiestas, celebraciones y ritos de Colombia, op. cit., p. 60.