· de la zarabanda, sorprendí a mi predilecta, la soñadora azucena, que, reclinada en los brazos...
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· de la zarabanda, sorprendí a mi predilecta, la soñadora azucena, que, reclinada en los brazos nervudos de la fiebre del vino. erizaba su pecho de rojas alegrías perversas