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de nuestra portada 5 LUZ GARCÍA MARTÍNEZ de nuestra portada Para el Dr. Juan Luis Díaz de León Santiago, Vicerrector de la Universidad Politécnica de Pachuca anny Rabel, autora del mural Ronda en el tiempo (1964-1965), que se encuentra en el Museo de An- tropología e Historia e integrante del llamado gru- po “Los Fridos”, nació en Polonia el 22 de agosto de 1922. Hija de dos actores de teatro judíos con quienes vivió su infancia en continuas caravanas artísticas por Europa Cen- tral, llegó a París, Francia en 1929 donde hizo sus primeros estudios y se relacionó con el Frente Popular. En 1938, hu- yendo del fascismo y la guerra inminente, junto con su familia se traslada a México, donde radica definitivamente. En 1939 inicia su formación académica en la Escuela Noc- turna de Arte No. 1 para trabajadores, donde tomó clases de dibujo con el maestro Santos Balmori. Realiza estudios en la Escuela de Pintura y Escultura “La Esmeralda” (1940-1945), donde fue alumna de Diego Rivera, Frida Kahlo, Feliciano Peña, Carlos Orozco Romero, Francisco Zúñiga, Alfredo Zalce y María Izquierdo. También le impartieron clases Raúl Anguiano y José Chávez Morado, de quienes Fanny Rabel en mayo de 1998 escribe lo siguiente: “Desde los lejanos tiempos en que nuestra escuela consta- ba solamente de un terroso corralón, donde unas cuantas construcciones dispersas servían de salones de clase y ‘oficinas directivas’, desde esos tiempos, en la llamada ‘Es- cuela Nacional de Pintura y Escultura’, en la calle de La Esmeralda, asistí a la clase de dibujo que, en el primer año impartía Raúl Anguiano. En los años 40, en ese mismo salón, al terminar una materia, se instalaban los caballetes para el taller de pintura que impartía José Chávez Morado.” Miembro del Taller de Gráfica Popular, Fanny Rabel se nacionalizó mexicana en 1946 y es considerada la primera mujer muralista de México, ya que con figuras como Diego Rivera, Frida Kahlo y David Alfaro Siqueiros, se acercó al conocimiento de las técnicas muralistas. En 1939, fue aprendiz de muralismo en el equipo de David Alfaro Si- queiros, cuando elaboraba su obra en el Sindicato de Elec- tricistas de la ciudad de México. En 1948, trabaja como asistente de Diego Rivera en los frescos del Palacio Nacio- nal. En 1952, pinta su primer mural individual intitulado Alfabetización, en la imprenta Etiquetas e Impresos en Co- yoacán. En 1982, realiza el mural Hacia la salud en el Hos- pital Infantil de México, donde varios niños, tomados de la mano, juegan y ríen en una imagen de enorme belleza plás- tica y de ternura. Fanny Rabel, quien colaboró con ilustraciones y escri- tos en los diarios Excélsior, Ovaciones y El Universal, murió el pasado 18 de enero, a los 86 años de edad, después de permanecer varios días en el Hospital Santa Helena y sus restos reposan en el Panteón Israelita. Su obra forma par- te de las colecciones de la Biblioteca Nacional de Nueva York, de la Real Academia de Dinamarca, de la Biblioteca Na- cional de París y del Museo de Arte Moderno de México. En 1945 realizó su primera exposición individual de dibujos, pinturas y grabados, en la Liga Popular Israelita de la ciudad de México y de la cual José Chávez Morado señaló en el catálogo intitulado Fanny Rabinovich: “Sus obras han destacado entre sus compañeros de generación por sus cualidades plásticas, su sensibilidad y su delicado perfume poético…” Es autora de Cuatrocientos y algunos menos, que for- ma parte del acervo de la Benemérita Universidad Autó- noma de Puebla. Con más de 150 exposiciones individua- les, en 2007, la Casa de la Primera Imprenta de América de F

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LUZ GARCÍA MARTÍNEZ

de nuestra portada

Para el Dr. Juan Luis Díaz de León Santiago,Vicerrector de la Universidad Politécnica de Pachuca

anny Rabel, autora del mural Ronda en el tiempo

(1964-1965), que se encuentra en el Museo de An-

tropología e Historia e integrante del llamado gru-

po “Los Fridos”, nació en Polonia el 22 de agosto de 1922.

Hija de dos actores de teatro judíos con quienes vivió su

infancia en continuas caravanas artísticas por Europa Cen-

tral, llegó a París, Francia en 1929 donde hizo sus primeros

estudios y se relacionó con el Frente Popular. En 1938, hu-

yendo del fascismo y la guerra inminente, junto con su

familia se traslada a México, donde radica definitivamente.

En 1939 inicia su formación académica en la Escuela Noc-

turna de Arte No. 1 para trabajadores, donde tomó clases

de dibujo con el maestro Santos Balmori.

Realiza estudios en la Escuela de Pintura y Escultura

“La Esmeralda” (1940-1945), donde fue alumna de Diego

Rivera, Frida Kahlo, Feliciano Peña, Carlos Orozco Romero,

Francisco Zúñiga, Alfredo Zalce y María Izquierdo. También

le impartieron clases Raúl Anguiano y José Chávez Morado,

de quienes Fanny Rabel en mayo de 1998 escribe lo siguiente:

“Desde los lejanos tiempos en que nuestra escuela consta-

ba solamente de un terroso corralón, donde unas cuantas

construcciones dispersas servían de salones de clase y

‘oficinas directivas’, desde esos tiempos, en la llamada ‘Es-

cuela Nacional de Pintura y Escultura’, en la calle de La

Esmeralda, asistí a la clase de dibujo que, en el primer año

impartía Raúl Anguiano. En los años 40, en ese mismo

salón, al terminar una materia, se instalaban los caballetes

para el taller de pintura que impartía José Chávez Morado.”

Miembro del Taller de Gráfica Popular, Fanny Rabel se

nacionalizó mexicana en 1946 y es considerada la primera

mujer muralista de México, ya que con figuras como Diego

Rivera, Frida Kahlo y David Alfaro Siqueiros, se acercó

al conocimiento de las técnicas muralistas. En 1939, fue

aprendiz de muralismo en el equipo de David Alfaro Si-

queiros, cuando elaboraba su obra en el Sindicato de Elec-

tricistas de la ciudad de México. En 1948, trabaja como

asistente de Diego Rivera en los frescos del Palacio Nacio-

nal. En 1952, pinta su primer mural individual intitulado

Alfabetización, en la imprenta Etiquetas e Impresos en Co-

yoacán. En 1982, realiza el mural Hacia la salud en el Hos-

pital Infantil de México, donde varios niños, tomados de la

mano, juegan y ríen en una imagen de enorme belleza plás-

tica y de ternura.

Fanny Rabel, quien colaboró con ilustraciones y escri-

tos en los diarios Excélsior, Ovaciones y El Universal, murió

el pasado 18 de enero, a los 86 años de edad, después de

permanecer varios días en el Hospital Santa Helena y sus

restos reposan en el Panteón Israelita. Su obra forma par-

te de las colecciones de la Biblioteca Nacional de Nueva

York, de la Real Academia de Dinamarca, de la Biblioteca Na-

cional de París y del Museo de Arte Moderno de México.

En 1945 realizó su primera exposición individual de

dibujos, pinturas y grabados, en la Liga Popular Israelita

de la ciudad de México y de la cual José Chávez Morado

señaló en el catálogo intitulado Fanny Rabinovich: “Sus

obras han destacado entre sus compañeros de generación

por sus cualidades plásticas, su sensibilidad y su delicado

perfume poético…”

Es autora de Cuatrocientos y algunos menos, que for-

ma parte del acervo de la Benemérita Universidad Autó-

noma de Puebla. Con más de 150 exposiciones individua-

les, en 2007, la Casa de la Primera Imprenta de América de

F

la UAM, presentó la exposición intitulada La Fanny de Los

Fridos, con dibujos, óleos, grabados y fotografías de su tra-

bajo como muralista.

Cuando Frida Kahlo, en 1943, comenzó a dar clases en

La Esmeralda, originalmente tenía un grupo de más de 16

personas, pero después, por sus problemas de salud deci-

dió impartir su docencia en su Casa Azul de Coyoacán, es-

pacio lleno de innumerables piezas prehispánicas, así como

de flores y animales que paseaban libremente como perros

xolos y pavorreales, donde del grupo inicial quedaron sola-

mente cuatro personas: Guillermo Monroy Becerril, Arturo

García Bustos, Arturo Estrada y Fanny Rabel, quien realizó

uno de los retratos más bellos de la pintora, intitulado Re-

trato de Frida Kahlo, 1943.

“Recuerdo que pintamos a Frida cuando nos posaba

en la clase y yo le hice un retrato a color que se presentó en

una exposición en La Esmeralda a fin de año, mi obra se

vendió, fue mi primer dinero ganado profesionalmente lo

cual fue muy emotivo. Mi obra era un cuadro pequeño, de

cuerpo entero donde estaba Frida sentada en una silla,

posando para sus alumnos.”

Fanny Rabel quien también diseñó escenografías y ves-

tuarios para teatro, fue amiga de Julio Castillo, a quien en

1989, dedica su exposición intitulada Lejano y cercano tea-

tro en el Salón de la Plástica Mexicana.

La siguiente entrevista es un material inédito que rea-

licé con la pintora en 1993, cuando tuvo su retrospectiva en

el Palacio de Bellas Artes, titulada Fanny Rabel, 50, años

de producción artística. El encuentro fue en el número seis,

interior cuatro de la calle Martínez de Castro en la colonia

San Miguel Chapultepec, en un departamento donde vivió

más de 50 años y donde encontré a esta “mujer menuda y

fina, inquieta, con su gran mata de pelo rojo que le cae so-

bre los hombros, sus ademanes nerviosos, sus ojos inquisi-

tivos e inteligentes, y su manera de encogerse a veces como

un pajarito herido…”, como la describió fielmente en 1967,

Elena Poniatowska.

Me hizo pasar a la sala, vestía una falda larga de man-

ta, sandalias y una blusa beige. La cita fue a las once de la

mañana, la entrevista duró una hora y media, su memoria

era lúcida y no la abandonaban aún los recuerdos… El lu-

gar era acogedor, poblado de flores y hermosos vitrales, de

obras de Fanny y de otros artistas, pero sobresalían diver-

sas artesanías populares, así como retratos de sus hijos

Abel, Frida Paloma y sus nietos…

Su infancia en Europa

–¿Qué añoranzas y vivencias tiene Fanny Rabel de Polonia?

Yo viví en Francia antes de llegar a México. Mi primera

infancia queda diluida porque no vivimos en una ciudad, ni

en una casa, ni en un sólo lugar, hasta los siete años que

viví en Polonia, lo vivimos en giras por provincias y países

aledaños, eran las giras de la compañía de teatro de mi

abuelo y yo nací en un cuarto de hotel en una pequeña ciu-

dad donde estaban presentando esa noche El Divo del dra-

maturgo alemán Frank Wedekind, obra que está ligada a mi

persona porque nací durante su representación.

Mis recuerdos son dispersos, la única vez que estuve en

un kinder, fue en un invierno en Chernobyl, una ciudad al

norte de Ucrania que había pertenecido a Alemania y donde

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Fanny Rabel

mis papás rentaron un dormitorio en la casa de una familia,

como hacían generalmente cuando nos quedábamos más

de una semana en una ciudad, para que los niños pudiéra-

mos estar con una familia, mientras los papás andaban

ensayando o dando la función.

Recuerdo que en esa familia hablaban alemán y el pa-

dre tenía unos hijos muy traviesos y cuando se enojaba con

ellos les gritaba: “¡Bolcheviques, asesinos bolcheviques!”,

es decir, los insultaba diciéndoles bolcheviques como quién

dijera: “¡canallas!”, ya para entonces se había hecho la revo-

lución rusa y había bolcheviques a quienes ese señor los

consideraba sus enemigos personales. Y no era Polonia, era

Rumania y fue de los lugares que más recordamos mi her-

mana Malka y yo, porque nos tocó hacer una gira de todo

un verano a través del país, en un vagón especial donde via-

jaba la compañía incluyendo orquesta, decorados y utilería;

recuerdo que desenganchaban el vagón cuando era para

una sola función y lo dejaban en la noche en el patio de tre-

nes de alguna ciudad, los niños nos quedábamos a dormir

en ese vagón donde alguien nos cuidaba, mientras la com-

pañía se iba a dar la función en la ciudad o el pueblo. ¡Re-

cuerdo mucho esas noches en el vagón de ferrocarril, con

luces lejanas, los silbidos de las locomotoras y ese gran

silencio que hay por las noches en los pueblos y aun más

en una estación de ferrocarril...!

–¿Cómo influyen estas vivencias en su obra, en su re-

trospectiva por sus 50 años de producción artística, en el

Palacio de Bellas Artes, hay varios simbolismos y una espe-

cie de soledad en algunos de los cuadros?

Uno transmite lo que vive en todo lo que hace, incluso

en la forma de hacer la limpieza en la casa tengo las cos-

tumbres de los hoteles y de mi mamá de hacer las maletas,

de poner las cosas en orden para sobrevivir. La temática de

mi exposición anterior fue sobre mis recuerdos infantiles

dentro de los escenarios, “entre bambalinas” como dice la

gente del teatro, vistos a través de los ojos de una niña,

hasta que llegamos a México procedentes de Francia, cuan-

do yo tenía 14 años e iniciaba mi juventud.

Esta serie fue sobre el teatro visto a través de una niña

hija de actores, criada dentro del ambiente teatral: ver los ca-

merinos, ver la gente maquillándose, fue una serie de mu-

cho color, muy violenta, con las luces del teatro del escena-

rio, las escenografías, la bisutería, todo eso que es parte del

engranaje de las imágenes teatrales.

–En esta serie están los cuadros Primera llamada y

Segunda llamada, 1987, donde está una niña inmersa en un

juego de luces…

Sí, es la idea de que nací en el teatro, son la primera y

segunda llamadas que se hacen en el teatro antes de levan-

tar el telón, es el nacimiento de una niña que nace entre los

bastidores del teatro, entre las luces, entre toda esa para-

fernalia y que tengo como un recuerdo lejano, porque aun-

que mis padres todavía participaron en el teatro en México,

mi hermana y yo salimos a otro ambiente, aunque ella sí

se quedó en cierta forma porque hace crítica de teatro y yo

me fui a un campo diferente, ¡desde niña latía mi corazon-

cito por la pintura!

–¿Cómo surge su vocación por el arte?

Siempre tuve una inclinación plástica y la tendencia a

dibujar, a pintar, al color. Las manifestaciones artísticas en

los niños son claras, cuando una niña a los cuatro años

no para de bailar, es que quiere ser bailarina y un niño que

garabatea en cuanto encuentra y que está siempre di-

bujando y fijándose en el color y las imágenes, quiere ser

pintor.

Malka mi hermana no miraba, ella escuchaba, su tem-

peramento es literario desde que era niña, no se podía jugar

con ella, siempre estaba en la luna, imaginaba cosas habla-

das, la palabra era su lenguaje y mi lenguaje era la imagen.

No sé si todos los seres humanos tengan una vocación defi-

nida desde la infancia, yo sí la tuve, las imágenes se me

quedaban grabadas y hasta la fecha tengo presente esa ima-

gen de ver frente al espejo a las actrices maquillándose, po-

niéndose sus tocados, arreglándose el peinado antes de

salir al escenario. Así pinté El camerino, 1985, donde una

niña ve en el espejo a las actrices arreglándose, con toda

esa bisutería que se ponían en el pelo.

–Hábleme de su dibujo sobre Hitler, donde escribió la

leyenda: “Hitler hace ejercicio”.

Un día, mi papá me compró un cuaderno de críticas al

“hitlerismo“ que vendían a los refugiados alemanes en

París, que habían huido de la persecución violenta y racis-

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ta y al primer lugar a donde huyeron fue a los países fron-

terizos de Alemania y uno de ellos era Francia; entonces

ese cuaderno me impresionó mucho porque tenía imáge-

nes de torturas, era el humor sangriento de la caricatura

política, y si bien, yo ya había escuchado hablar del nazis-

mo, verlo en imágenes me impresionó más y quise partici-

par de eso.

Así, hice mi primera obra política a los 10 años y duran-

te mucho tiempo tuve la convicción de que el artista no

debe realizar sólo lo que le agrada porque tiene un deber

con la sociedad. Nunca pinté un cuadro que no sintiera pla-

cer al hacerlo, pero a veces me sentía culpable, porque pen-

saba: “cómo disfruto la pintura mientras tanta gente traba-

ja encerrada en las fábricas durante ocho horas diarias para

ganarse la vida”; pero así es el oficio del artista, es un tra-

bajo que gozas profundamente, independientemente de los

horrores que uno pasa cuando no sale lo que se quiere, es

el drama diario del quehacer artístico.

Su aprendizaje con David Alfaro Siqueiros

–¿Cuáles son sus influencias artísticas? ¿Cómo trabaja en

1939 con David Alfaro Siqueiros en la realización de su mu-

ral en el Sindicato de Electricistas?

Entré a tomar clases nocturnas de dibujo en una Es-

cuela para Trabajadores en tiempo de Lázaro Cárdenas,

ahí nos ponían a dibujar con modelo y empezábamos

a entender lo que es la disciplina de aprender a dibu-

jar, cómo aprender a escribir para después aprender lite-

ratura.

Respecto a la obra mural, fue importante “colarme de

aprendiz” en el equipo de Siqueiros, quien formó un grupo

con artistas de diferentes países, porque le gustaba que pin-

tores de caballete que vivían en países donde no se hacía

pintura mural aprendieran en México el trabajo público y

a gran escala que es el muralismo. Recuerdo que me colé

ayudando a limpiar, a hacer las calcas, haciendo el trabajo

que hace un aprendiz en cualquier taller.

Primero aprendí subconscientemente a comprender la

escala porque nadie me dio clases de teoría, se aprende en

la práctica el concepto del muralismo: una tarea públi-

ca de grandes dimensiones donde se expresa públicamente

un mensaje y es un espacio diferente al cuadro que va

a parar a un sitio muy íntimo como son las casas y las

galerías.

El mural es un espacio público donde la imagen cam-

bia según donde la gente pase, según la luz que la da a cier-

ta hora del día, según la velocidad con que la gente transi-

te, se quede detenida, quiera entender lo que dice el muro

o simplemente ver los colores o el efecto plástico que tiene

ese muro, es un aspecto totalmente distinto a la pintura de

caballete.

–Viene a mi mente su primer mural de grandes dimen-

siones en el Deportivo Israelita, Sobrevivencia de un pueblo,

1957, que versa sobre la resistencia del pueblo judío ante el

nazismo. ¿Le apasionó el muralismo como al maestro Arnold

Belkin?

Arnold Belkin era como yo un apasionado del muralis-

mo y supo organizar su trabajo en base a pintar los mura-

les dónde y como él quisiera, así como poder pintar un mu-

ral que él mismo fabricara y lo pudiera trasladar a un lugar

y no depender del encargo, porque fundamentalmente el

muralismo es producto del encargo, ya sea en un trabajo

conjunto con el arquitecto en la planeación del edificio o en

la administración de un edificio público, donde se realizará

un mural en un espacio que ya existe y no se planeó es-

pecialmente para que fuera una obra integrada a la arqui-

tectura.

Ésta ha sido la gran problemática de la obra mural, que

no fuera como un timbre pegado a una pared sino que for-

me parte de la planeación arquitectónica y plástica de un

edificio, lo que peleamos mucho para que esto fuera un he-

cho: “la integración plástica” en los edificios, en las calles,

en las construcciones habitacionales, donde la plástica esté

integrada a la arquitectura y forme parte de la manera de

vivir y de trabajar en ese lugar.

“De las pintoras mexicanas que se han

ocupado de la niñez, indudablemente

Fanny Rabel es la que lo hizo con mayor sensibilidad.

Por muchos años representó a los niños

desprotegidos de la ciudad de México…”

RAQUEL TIBOL

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–Una característica en su obra es la ternura y el huma-

nismo en el arte. También maneja mucho la textura y el

color, sus cuadros son vivos, táctiles.

¡Sólo les hace falta hablar…!

–El niño judío, 1948, es una frágil criatura que uno qui-

siera sacarla del cuadro para abrazarlo, me recuerda la obra

del nicaragüense Armando Morales que tiene una serie de

mujeres bañistas en donde siempre aparece un perro; esto

también me llamó la atención en su retrospectiva, había en

varios cuadros siempre un perrito…

Mira, no sé pintar animales, me salen de pura chiripa,

si a veces me salen pienso: “¡Hay que bueno, lo voy a dejar

ahí, sonríe, qué bueno que me salió un perro...!”

El niño judío surge del más profundo dolor que repre-

sentó para todos los que vivimos en alguna forma el holo-

causto y la persecución nazi, de esos niños que perdieron la

vida y los sobrevivientes de los campos de concentración.

Era una visión terrible y la plasmé en la figura de un niño

que se parece a mi hijo Abel cuando era chiquito, pero yo lo

pinté cuando mi niño aún no nacía, recuerdo que tiem-

po después él me decía: “¿Por qué me pintaste tan triste?”,

quizá ya era una parte muy mía porque incluso tenía los

rasgos de mi hijo…

–Armando Morales dice que los perros se meten a sus

cuadros…

¡En mis cuadros se meten los niños como en El Callejón

de la amargura, que pinté en los años 50! Yo vivía cerca del

callejón de la Amargura que está por Garibaldi y pinté un

grupo de niños con el paisaje de fondo total del callejón. En

ese tiempo andaban los cilindreros por las calles de México,

no se podía uno meter a una lonchería que no hubiera un

cilindrero tocando y al rato pasaba el niño con la cachu-

chita a recoger la cooperación; entonces pinté a un viejito

con su cilindro, rodeado de niños dentro del callejón de la

Amargura.

Era bonito el callejón, muy pobre y realmente estaba

muy abandonado pero tenía vida de la gente que ahí habi-

taba, eran puras casas, no había comercios, ahora pusieron

un teatrito, un cabaret y no sé cuantas cosas más, se volvió

folklor turístico junto con todo Garibaldi, pero es un cuadro

clave, es la culminación de todo lo que había hecho de esce-

nas de la ciudad de México.

–¿Por qué le apasiona tanto el tema de los niños?

No quiero decir una herejía, pero hay gente que pinta

paisajes o se apasiona por pintar caballos y yo tengo predi-

lección por la gente, especialmente los chiquitos. Desde ni-

ña admiraba a los chamacos que sabían pintar coches,

caballos y máquinas, y yo sólo sabía pintar monitos. Un

niño es una hermosura de la creación y es un tema que ha

sido muy mío por simple gusto sentimental, y si bien he pin-

tado diversas temáticas, me brota con mayor ímpetu el ser

humano, porque es lo que más veo y lo que más me intere-

sa es el niño.

–De los cuadros de los niños que están expuestos en la

retrospectiva, también se destaca el de un pequeño que está

en cuclillas con una mirada triste.

Es de la época en que empecé a pintar mucho a la ciu-

dad de México y su gente, pero no me interesan las plazas,

ni los monumentos y las calles como paisajes, me interesan

como fondo de la vida del ser humano en la ciudad y ésa fue

mi temática por muchos años. Yo soy muy citadina y cono-

cí el campo muy tarde, los hijos de los actores no conocen

a los caballos, ni a los perros, ni a las gallinas, conocen las

ciudades y yo me críe en ciudades lo que significa el ruido,

los coches, la gente, los vendedores y una de las cosas que

hay en la ciudad de México son los niños, hasta la fecha los

vemos vestidos de payasitos, mendigando, haciendo gra-

cias, brincando con pelotas, vendiendo los periódicos.

También abordé temas como la prostitución, los borra-

chos, los vendedores, las vecindades y diversas escenas de

las calles de México, obras de mis primeros años de forma-

ción en los años 50, es una etapa de pintura realista, aca-

baba de salir de la escuela y quería pintar lo mejor posible.

“La muerte estaba ahí, blanca, en la silla, con su

rostro…, intentó cerrarle los ojitos, de resorte… su mujer

amortajaba el cuerpecito muerto, lleno de cariño…”

JOSÉ REVUELTAS. El luto humano, 1943.

–Y también pintó niños en un cuadro fundamental, El

luto humano, 1953, con la pequeñita muerta en el medio

rural con sus padres velándola…

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El luto humano, 1953 es un cuadro que hice después

de leer la novela del mismo nombre de José Revueltas y lo

hice completamente apegada a la novela, donde los per-

sonajes están envueltos en el agua e incluso terminan lle-

vándose el cadáver de la niñita a la azotea porque ya la

casa está inundada por el río que se desborda y en medio

de todo esto giran las ideas y la trama de la novela. Ese

cuadro lo conoció Revueltas y no intenté decir otra cosa

más que esa idea de la novela me impactó mucho, como

centro esa niñita que está en medio, donde le está dando

la luz de los cirios…

“La tercera etapa de la obra de Fanny corresponde

a la década de los 70 y está ocupada por nuevas

formas de opresión y catástrofe: el hacinamiento

humano de las megalópolis y, en especial,

el proceso de destrucción de la ciudad de México.”

JOSÉ DE SANTIAGO SILVA

–El tema de la ciudad es otra constante en su obra como

El naufragio, 1983, donde plasma una gran soledad….

El tema de la ciudad fue de lo primero que hice porque

vivir en una ciudad, verla y pintarla es la trayectoria lógica de

un artista, pinta lo que ve y después pinta lo que imagina, lo

que es subjetivo y lo que uno trata de decir a través de perso-

najes que aparentemente son imágenes comunes como en El

naufragio, el caso de una mujer que está sentada en su cama

mientras el mar entra por su ventana y se lleva los objetos de

su habitación y la vemos apacible, envejeciendo solitariamente,

sí, es un cuadro de soledad, donde uno comienza a pintar lo

que está detrás de los objetos, yo soy una pintora figurativa, la

abstracción me puede seducir un momento por ver los colores

pero realmente no me prende.

La pintura abstracta ha sido una gran aportación para

liberar la pintura de estar encajonada en determinados ob-

jetos, en determinadas composiciones, es un gran grito de

libertad pero ya pasó, ahora los pintores abstractos son un

paso más dentro de todas las tendencias, pero a mí me se-

ducen los seres vivos.

Yo no pinto muchos objetos como Olga Costa quien

tenía el talento, la vocación y la pasión por los objetos y

en sus cuadros los pintaba maravillosamente, eran parte de

su temática y era importante la plasticidad de hacer una com-

posición con los objetos, hacía un cuadro maravilloso pinta-

do con cosas insignificantes; pero yo necesito el drama, la

gente, el grito, necesito el teatro, necesito decir cosas.

–Otra obra es La ciudad en marcha, 1980, con una serie

de infinidad de automóviles y luego dos troncos caídos y bajo

ellos niños y adultos, todos amontonados por la crisis urba-

na y existencial…

Se exponen cuadros de la serie Réquiem por una ciu-

dad, temática que empecé a desarrollar en los 70, donde

expuse una serie de 40 obras sobre el tema de la ciudad co-

mo presión, como problemática, la ciudad invivible, la ciu-

dad donde no cabemos, donde no nos comunicamos, donde

no convivimos. Plasmé lo que me preocupa de la ciudad, fue

un capítulo más sobre el tema que siempre traté: la vida de la

gente en la ciudad.

Sus recuerdos de Alaide Foppa

–Alaide Foppa escribió en 1960 sobre su trabajo lo siguien-

te: “…formada dentro del realismo mexicano y vinculada al

Taller de Gráfica Popular, ha logrado escapar casi siempre a

las expresiones demasiado dogmáticas de la escuela a través

de la vena lírica que alimenta su pintura…” ¿Cómo surge su

obra Homenaje a Alaide Foppa, 1982, donde el manto de flo-

res, la espesura y el follaje vibran sobre el cuerpo de Alaide.

Yo dedico mi actual retrospectiva a Alaide con esa dedicato-

ria que lo dice todo: “… A esa extraordinaria mujer, tan suave y

fuerte: Alaide Foppa, en agradecimiento por todo lo que aprendí

de ella y por haber sido lo que fue…”, Fanny Rabel, 1993.

La admiré mucho y me pareció un sacrificio tremendo

que se perdiera cuando estaba en plena productividad, una

mujer talentosa, hermosa, inteligente, trabajadora, activa, lle-

na de cualidades y quise expresar esa pena, ese dolor y lo

único que se me ocurrió fue ponerla debajo de ese man-

to de flores, en medio de la destrucción de su país de origen,

de una gran tristeza, de un yermo desolado y su cuerpo total-

mente cubierto por las flores tendido en ese suelo, fue una

forma de rendirle un homenaje.

Las monjas y el mar

–En su etapa formativa de los años 40, un cuadro im- pre-

sionante es Las monjas y el mar, 1945, donde las monjas se

van perdiendo en los límites del mar y la arena…

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Las monjas y el mar es una obra que pinté todavía es-

tando en la escuela y surge de un suceso que vi en la playa

de Tecolutla: se levantaba una gran tormenta y estaban unas

monjas en la playa quitándose sus hábitos negros para po-

nerse unos camisones blancos y detenían entre ellas mis-

mas unas sábanas para taparse unas a otras mientras se

cambiaban, pero el viento levantaba las sábanas y mientras

unas se metían en el mar con sus camisones blancos, otras

se estaban cuidando en la playa.

Había unas nubes negras, tremendos rayos y se inició

una gran tormenta, todos nos empapamos y había curiosa-

mente un tronco que estaba en primer término, yo veía esta

escena como estamos acostumbramos a ver las cosas, pe-

ro el cuadro ya tenía esa composición que vi en la playa: con

esas monjas, el viento, la tormenta, el cielo negro y en un

primer término, un hermoso tronco seco tirado que el mar

va puliendo.

Recuerdo que también venía por la playa un jinete ca-

balgando que se perdía de vista y luego regresaba, pero

como nunca he pintado bien un caballo no metí el jinete al

cuadro como un elemento más para que hubiera sido más

literaria la historia, pero Las monjas y el mar es un cuadro

sumamente plástico de la realidad.

50 años de producción artística

–¿Qué significa para Fanny Rabel esta retrospectiva en Bellas

Artes?

La oportunidad de ver mi obra, de analizar, de criticar

y de revisar etapas. Una retrospectiva debe ser en vida del

artista para realmente aquilatar dónde se logró, dónde se

repitió o dónde se fue más auténtico. Es interesante ver la

trayectoria, ver que hay épocas imaginativas u obsesivas y

ver realmente qué es lo que a uno le importa y lo carac-

teriza.

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Alberto Calzada

–¿Cómo ve su propia trayectoria?

Tengo la obsesión de la figura humana, es la que más

me interesa con todas las limitantes que uno tiene, técni-

cas o de oficio. Soy afecta a la naturaleza, paso horas entre

mis plantas, sembrando, podando, pero la naturaleza me

gusta para disfrutarla y no para pintar un paisaje, así como

hay pintores que pintan el desnudo y a otros no se les anto-

ja para nada… Me gusta la naturaleza como fondo, me fas-

cina el paisaje para disfrutarlo y hago apuntes y dibujos de

paisajes, calles, ciudades y lugares donde he estado, pero

cuando pinto quiero decir algo concreto y lo digo a través

de la gente, el ser humano es mi tema.

Para mí es importante la comunicación, no pinto para

que un señor con mucho dinero compre mis cuadros y estar

en una gran colección, o que gente importante visite mi

exposición y sea mi mecenas. No vivimos en el Renacimien-

to, vivimos en una época en la que el arte debe ser público

y debe llegar a todo el mundo para que vivamos mejor,

como debe llegar la medicina, la ciencia y la tecnología. Es

horrible vivir bien y saber que en la calle hay gente que tiene

que recoger desperdicios y vivir de eso, ¿cómo puede uno

vivir feliz con esa visión del mundo?

Me importa que la gente vea la exposición, que haya un

intercambio y que las obras públicas, los murales, sean del

dominio público. Fernando Gamboa, el creador de la museo-

grafía en México, cuando hacía una exposición ponía gran-

des letreros anunciándola, todavía el Museo de Arte Moder-

no conserva la costumbre de poner en la barda el nombre

de la exposición y del artista en turno, así como textos que

hacen que las exposiciones sean didácticas, que la gen-

te sepa qué esta viendo, qué motiva al artista para hacer

una forma.

–¿Tiene algún tipo de obsesión en su pintura?

Soy igual que todos los artistas obsesivos, son deter-

minadas cosas las que nos atrapan y uno se obsesiona, se

deja devorar por situaciones que llegan a ser más fuertes

que tú mismo y no las puedes dominar, quieres expresar

algo y no tienes la fuerza para hacerlo. Esa impotencia es

detestable porque se siente uno como la última piltrafa y

muchos cuadros que pinto los vuelvo a repintar hasta que

los hecho a perder, era algo que Arnold Belkin siempre me

decía: “Fanny, pero si iba muy bien este cuadro, ¿por qué lo

echaste a perder? si, ya estaba terminado…” y ya mi obra

quedaba debajo de una capa de errores…

–¿Y su cuadro sobre los Emigrantes?

Esta obra la tiene un coleccionista en Nueva York.

También está la serie Los atrapados en el 68, y eran niños

metidos en unas redes, era una interpretación personal de

los sucesos del 68 que fue la generación de mis hijos, en-

tonces yo los sentí como madre, si uno cuida a los hijos

cuando no hay nada fuera de lo común, imagínate cuando

hay una persecución contra los estudiantes, todas las ma-

dres nos sentimos aterrorizadas e indignadas.

–¿Fanny Rabel sí ha tenido una posición política con su

obra?

Siempre la tuve porque me tocó desde chica, desde

aquella caricatura que vi, ya tenía una posición como los

niños de los refugiados, los niños de los emigrantes o

los niños de los perseguidos y no porque en mi casa se

hablara de política, sino porque éramos niños que no vivi-

mos infancia, vivimos integrados a los adultos.

Un niño que vive su infancia, es un niño inconscien-

te de lo que viven los mayores, él está en sus juegos, los

niños de la pobreza viven más cerca de sus padres por-

que conviven todas sus privaciones. Los niños de los

actores no tienen infancia porque sobre todo de ese tipo

de compañías que iban de un teatro a otro, de una ciudad

a otra, de un país a otro, los hijos tenían que vivir eso por-

que sino tendrían que haber vivido lejos de sus padres,

por suerte, en alguna época pudimos terminar la escuela

en un internado mientras nuestros padres viajaban por

otros países…

–Arnold Belkin recordaba con nostalgia su infancia en

Canadá, una vida errante como las viñas de la ira…

¿Con nostalgia?, pero si Arnold Belkin tuvo una infan-

cia de lo más apacible, nació en una familia decente, con

casa, con escuela, con todo, vivió la vida normal de un niño,

cosa que nosotros, no sabíamos ni siquiera que existía.

Recuerdo que en la última casa donde vivimos antes de salir

para Francia, habitaba una señora que nos alquilaba la úni-

ca recámara que tenía en su casa y ella dormía en la coci-

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na, y era una casa situada en los bajos de un edificio de dos

pisos donde había un gran patio en el cual jugaban los cha-

macos del barrio. Era un patio cuadrado que yo veía enor-

me y recuerdo que un día estábamos varios niños y niñas

sentados sobre un montón de madera, seguramente leña

para quemar, viendo jugar con una pelota a unos chamacos,

y había una niña junto a mí, estábamos jugando a colum-

piar las piernas y le dice uno de los niños: “¡Mira nomás,

ella es hija de actores y mira cómo trae los zapatos, toda

arregladita y tú tienes las calcetas y los zapatos rotos…!”, es

decir, un niño del barrio le decía a la niña que porqué ella

que no era hija de actores, sino que sus papás tenían una

tiendita, tenía los zapatos y las calcetas rotas, ¡siendo que

los actores sí somos así, los de sin patria y sin hogar! Mi

sueño era tener muñecas, recuerdo que todas las niñas

tenían muñecas aunque fueran de trapo, pero los actores no

pueden andar paseando con juguetes en la utilería del tea-

tro, o sea, los niños no tienen infancia y eso queda marca-

do, por ejemplo, eso de estar siempre entre adultos y quizá

por eso los niños me llamaban tanto la atención cuando ya

no era hija de actores, sino madre pintora y los niños me

importaban mucho y sobre todo que tuvieran infancia,

juguetes, un hogar.

–Y el autorretrato que está hecho en 1984, Despedida a

mi cuerpo.

Está como flotando entre la tierra seca, ese autorretra-

to lo hice porque tuve problemas en la columna vertebral y

sentía que ya no iba a poder ser activa porque yo camino,

corro, bailo y brinco, por ejemplo, mira este patio que aca-

bamos de podar por primera vez en 30 años, todo este patio

lo sembré yo e hice que las enredaderas de los vecinos que

tenían jardín, pasaran a este patio. Todo esto lo sembré tre-

pándome a los muros y cuando sentí que todo esto lo iba a

perder, pinté ese retrato con mucho sentimiento, era una

despedida a mi cuerpo y me llené de terrones, que era el ini-

cio para emprender el camino hacia la verdadera despedi-

da, pero gracias a tres años de rehabilitación, volví a la nor-

malidad.

Tengo este último retrato, el Autorretrato, 1993, pero

hay otro que pinté en La Esmeralda, porque a mi me tocó

esa escuela cuando tenía un sólo salón y había un estudio

pequeño en medio de una casita de madera, donde se supo-

nía que eran las clases de grabado, pero no había tórculos

ni maquinaria para hacer grabado, de modo que sólo se

dibujaba, era un salón relativamente grande con dos venta-

nas, entonces había que llegar corriendo en la mañana y

acaparar la ventana para tener buena luz…

“Fanny pinta como vive, con enorme valor,

inteligencia y sensibilidad agudas…

Pero lo que yo juzgo más interesante en su pintura es

la raíz profunda que la liga a la tradición

y a la fuerza de su pueblo…”

FRIDA KAHLO, 1945

–¿Cómo eran las clases con maestros como Diego

Rivera?

Diego Rivera nos daba clases de composición, llegó

cuando ya tenía dos años la escuela y era director Antonio

Ruiz, que fue quien realmente construyó la escuela y sus

salones. Llegó Diego con Frida Khalo y con otra pintora

muy conocida entonces, María Izquierdo quien no tenía la

menor idea de cómo se daba una clase, además de varios

pintores destacadísimos, pero no éramos tantos alumnos

como para tantos maestros y tuvieron que pasar años para

que realmente se formaran los grupos, pero los mejores

pintores de México estaban en esa escuela donde no había

ni salones…

–Finalmente, ¿cómo ve Fanny Rabel la plástica Mexica-

na actual?

México está inmerso en lo internacional, las fronte-

ras nacionales desaparecen porque es parte de la política

económica y del proceso mundial, pero es más entraña-

ble pensar en términos de que cada nación tiene su pro-

pia fisonomía la cual debe persistir a través de su litera-

tura, de su arte. Si tú te paseas por las calles, todos saben

que no naciste en Berdini, tienes una fisonomía, un color,

un aire tuyo muy mexicano y te admiran por eso, porque

eres diferente y es bonito ser diferente, a mí me encantan

los niños japoneses, me parecen maravillosamente trans-

parentes, con sus ojitos como de cristal negro, de obsi-

diana…

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JORGE BRAVO

o es que lo haya dicho Maquiavelo, pero él

nos advirtió que la moral y la política no

tienen relación. Al menos no en la época

que le tocó vivir, pero parece que en la actualidad

tampoco. También lo dijo un cacique mexicano,

Gonzalo N. Santos, con su famosa frase “la moral es

un árbol que da moras”. ¿Qué diría el pensador flo-

rentino de los escándalos que brotan en un México

de por sí agredido por la mediocridad, la criminali-

dad, la crisis económica y el virus A (H1N1)? Con cer-

teza no emitiría juicios morales, tan racional como

era Maquiavelo, pero sí señalaría la causa de todos

esos males: la corrupción.

México demostró tener las defensas bajas. Su

sistema inmunológico ha sido severamente agredido

por patógenos de todo tipo que han evolucionado

hacia formas desconocidas, de las que poco o nada

se sabe o se informa. No hablo de virus, sino de cier-

tos problemas (narcotráfico, delincuencia organiza-

da) y personajes cuyas acciones y discurso son inmu-

nes a la legalidad.

Después del brote de influenza, y luego de que

iniciaran formalmente las campañas electorales el 3

de mayo, casi simultáneamente ocurrieron la apari-

ción del libro de Carlos Ahumada, Derecho de réplica,

que revela complejas tramas de corrupción política;

las declaraciones de Fidel Castro que responsabilizan

al gobierno calderonista de la propagación de la

influenza por haber “ocultado” información de la epi-

demia; las confesiones del ex presidente Miguel de la

Madrid que le atribuye vínculos a la familia Salinas de

Gortari con el narcotráfico; el periodicazo que involu-

cra a los hermanos del senador perredista Ricardo

Monreal con el trasiego de enervantes en Zacatecas;

la publicación de otro libro, El despojo de Roberto

Madrazo, que dice pestes de Ernesto Zedillo, Vicente

Fox y la transición fallida. Y lo que falta…

No termina un escándalo cuando otro se le enca-

rama para hacer aún más confusa la lucha por el

poder de cara a las elecciones del 5 de julio. Porque

sin duda los escándalos están enmarcados en la con-

tienda electoral, de lo contrario no saldrían a la luz

con tanta profusión.

Como la violencia, los escándalos generan más

escándalos. El sociólogo inglés John B. Thompson,

quien mejor ha estudiado el fenómeno, define los

escándalos políticos como “aquellas acciones o

acontecimientos que implican ciertos tipos de trans-

gresión que son puestos en conocimiento de terceros

y que resultan lo suficientemente serios para provo-

car una respuesta pública”.

Los escándalos son puestos en conocimiento por

los medios de comunicación, que se benefician del

N

desvelamiento de conductas ignominiosas de políti-

cos y empresarios. Pero antes de que lo hicieran los

medios, fueron revelados por alguien quien filtra la

información y que tiene intereses particulares. Los

escándalos no necesariamente son el resultado de

una investigación periodística, sino de filtraciones

efectistas cuyos tiempos están medidos políticamen-

te. Las campañas electorales son un espacio “ideal”

para destapar el estercolero.

Porque a diferencia de los virus naturales, los

escándalos no surgen, sino que son traídos al mundo.

Según la definición de Thompson, ¿qué entendemos

por respuesta pública? En México se refiere a la reac-

ción de comentaristas mediáticos y opinadores políti-

cos, porque la sociedad sigue carente de respuesta, de

reacción. ¿Transgresiones? En nuestro país los escán-

dalos no siempre vienen acompañados de denuncias,

lo que sería deseable. Recientemente, en Reino

Unido, el presidente de la Cámara de los Comunes,

Michael Martin, tuvo que dimitir por haber permitido

abusos en el gasto parlamentario. Al parecer él no los

cometió, pero los toleró y además obstruyó el acceso

a la información. En México ese tipo de dispendios y

de opacidad son cotidianos, sin que nadie sea res-

ponsable; suponer la renuncia de algún funcionario

por algo tan “nimio” es impensable. Pero tampoco por

asuntos graves.

Podemos tener la percepción de que Ahumada es

un vivales, que Calderón ocultó la información de la

influenza, que la familia Salinas de Gortari está colu-

dida con el narco, que De la Madrid tuvo un estertor

de lucidez y que los hermanos Monreal son unos

caciques que también comercian con mariguana. El

problema es que nada de eso está comprobado. No

hay pruebas, ni documentos. Con gran facilidad pue-

den emitirse las más graves acusaciones, y reprodu-

cirse en los medios, sin consecuencia alguna. Sin

seguimiento periodístico. Sin una autoridad que pre-

sente la denuncia. Sin que se modifique el estado de

cosas. Sin que nadie renuncie.

Si Luis Téllez dijo que Carlos Salinas se robó la

mitad de la partida secreta, sólo corrobora nuestras

certezas infundadas de que los presidentes acostum-

bran llevarse a sus cuentas personales los recursos

públicos. Salinas pudo hurtar la partida completa y

tampoco hay pruebas, porque están ocultas, desapa-

recidas o las complicidades están amarradas para

garantizar la impunidad. Los escándalos no sólo ocu-

rren por la disputa del poder; estrujan y a veces indig-

nan porque a la sociedad mexicana se le sigue esca-

moteando la información. Primero fueron 71 años de

priísmo y después nueve de panismo que siguen sin

proporcionar la debida información a la sociedad,

creyendo que es menor de edad. Los institutos y

comités de transparencia, que tantos recursos absor-

ben y que debieran ser los garantes del derecho de

acceso a la información, no cumplen con su cometi-

do a cabalidad; mucho menos las instituciones y sus

funcionarios, que invariablemente demoran, ocultan

o niegan la información. No existe una auténtica

vocación de transparencia del Estado mexicano, aun-

que sería injusto afirmar que no se han producido

avances.

Sobra decir que esos escándalos exhiben la des-

composición de la élite política, pero en México care-

cen de un poder transformador. En Inglaterra, el primer

ministro Gordon Brown habla de modificar los regla-

mentos del Parlamento; no basta con la renuncia del

legislador Martin, sino que hace falta cambiar la ley

que permite los dispendios.

Desde el punto de vista ético (que tal vez no exis-

ta en la política pero “sí” en el periodismo), lo critica-

ble de los escándalos es la forma y los conductos

como se dan a conocer a la sociedad. Por ello,

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Carmen Aristegui pudo incurrir en una sutil falta ética

al revelar fragmentos de una entrevista que le realiza-

ra al ex presidente Miguel de la Madrid, prevista para

un libro. El 13 de mayo Aristegui adelantó fragmentos

en los cuales De la Madrid ofrece declaraciones que

revelan, entre otras cosas, los nexos de la familia

Salinas con el narcotráfico. No ofrece pruebas, pero

fue una bomba mediática.

La mayor parte del contenido de esa entrevista ya

se conoce y no es necesario repetirlo. De la Madrid

accedió porque era para un libro, pero Aristegui trans-

mitió fragmentos en su emisión radiofónica de

Noticias MVS. Parece lo mismo pero no lo es. No es lo

mismo un testimonio para un libro, que vendrá acom-

pañado del contexto y explicación de las frases que

pronuncie el entrevistado; que además será leído por

un número reducido de personas (un best seller polí-

tico tira hasta diez mil ejemplares, algo extraordina-

rio) y saldrá publicado en otro momento. El ex presi-

dente que gobernó entre 1982 y 1988 se “abrió”

(claro, también dijo lo que quiso y respondió lo que le

interesaba a Aristegui), ofreció su testimonio para un

libro; a lo mejor pensó en su epitafio, en una “confe-

sión” que pasaría a la historia por su aparente fran-

queza y honestidad. Las condiciones en las que se

emitieron las declaraciones fueron para un libro que

estaría acompañado de otros testimonios, también

proporcionados con un objetivo preciso. Ésas eran las

reglas del juego.

Como lo dijo la propia Aristegui en su programa

de radio, ella le avisó (“como un acto de deferencia”)

al ex mandatario que difundiría la entrevista, pero no

le pidió autorización, que es muy diferente. Con sus

revelaciones, Aristegui ganó audiencia, desató un

escándalo, todo mundo la mencionó y no pocos la

aclamaron. Es una periodista célebre. Pero no sólo

Carlos Salinas, ella también forzó la retractación de

Miguel de la Madrid. Le quitó a la historia el testimo-

nio de un ex presidente. Le escamoteó a México un

ajuste de cuentas entre quienes han gobernado este

país, hundiéndolo. Impidió que la corrupción fuera

reconocida por alguien que supo de su existencia y

que no pudo combatirla. Aunque edulcorada, obstru-

yó una autocrítica a sí mismo, al sistema, a la clase

política, al PRI, a México. Y seguramente cuando

salga el libro que estaba preparado, también produci-

rá un escándalo efímero… sin el testimonio validado

de uno de los cuatro ex presidentes vivos. Aristegui

vendió la trascendencia por un plato de lentejas y de

paso les hizo un favor.

[email protected]

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Morten Keller

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MARIO CASASÚS*

éxico, DF.- El escritor Alberto Vital (1958) des-

cubrió una recóndita perspectiva biográfica

de Juan Rulfo; alejado del lugar común, docu-

mentó los pormenores creativos e intelectuales: Rulfo tra-

ductor de Rilke, lector de poesía afroamericana y literatura

nórdica, autor de Retales y editor de 70 volúmenes de an-

tropología. Alberto Vital es el único filólogo e investigador

con acceso total al archivo personal de Rulfo y en entrevis-

ta con El Búho habla de La cordillera y Ozumacín las dos

novelas inconclusas del creador de Pedro Páramo.

Autor de las biografías: Juan Rulfo (1998); Victoriano

Salado Álvarez. Un porfirista de siempre (UNAM, 2002) y No-

ticias sobre Juan Rulfo (RM/FCE, 2004); además publicó los

libros de ensayos: Lenguaje y poder en Pedro Páramo (1993);

El arriero en el Danubio (UNAM, 1994); La cama de Procusto

(1996) y El canon intangible (Terracota, 2008); simultánea-

mente escribió las novelas: Teatro de ángeles (1984); El

banquete del más allá (1996); Jardín errante (1998); Head-

hunters (2003); 1970-2002 (2004) y Escenas no incluidas

(Editorial Terracota, 2008), entre otras antologías de cuen-

to y poesía.

El 16 de mayo de 1917 nacía Juan Rulfo en Sayula,

Jalisco. A punto de cumplirse el primer siglo del más impor-

tante escritor mexicano de todos los tiempos, todavía

queda mucho por decir, Alberto Vital comparte con los lec-

tores de El Búho algunos hallazgos: “Rulfo se entregó a

otros proyectos de novela; dos son susceptibles de susten-

tarse en fragmentos conservados: La cordillera, situada

en el siglo XVIII, y Ozumacín o La Chinantla (títulos mera-

mente indicativos), situada en el siglo XX (se mencionan

helicópteros, al Presidente de la República, la UNESCO y la

ONU); el tema de esta última, basado en un hecho real, era

el despojo de tierras ejidales a la orilla del mar para el le-

vantamiento de un faraónico complejo turístico. En aquel

mismo 1955, Rulfo dio a las prensas ‘La presencia [sic] de

Matilde Arcángel’ y ‘El día del derrumbe’” (revista Mexicaní-

simo, número 16).

MC.- En 1998 publicaste una breve biografía de Juan

Rulfo (editada por Conaculta); en 2001, por invitación de la

señora Clara Aparicio iniciaste la investigación de Noticias

sobre Juan Rulfo (RM/FCE, 2004) y este año reeditarás tu bio-

grafía en un formato pequeño. ¿Qué nuevos elementos bi-

bliográficos incluirás?, ¿las versiones de Rulfo sobre las Ele-

gías de Rilke?, ¿los retales?

AV.- Efectivamente, es buen momento para actualizar

la información bibliográfica y biográfica en torno a Juan

Rulfo. Ha pasado justo un lustro de la aparición de Noticias

sobre Juan Rulfo, y la investigación sobre vida y sobre todo

la obra de Rulfo avanza en diversos puntos del planeta. En

cuanto se refiere a quienes trabajamos en la Universidad

Nacional Autónoma de México y en la Fundación Juan Rul-

fo, los rescates más importantes en los últimos cinco años

tienen que ver, sí, con la recepción íntima, esto es, no pú-

blica, de Rainer Maria Rilke a cargo de Rulfo en los años

cuarenta, así como con la columna “Retales” que Juan Rul-

fo dirigió en la ya legendaria revista El Cuento entre 1964

y 1966.

MC.- Con la publicación de Retales (Terracota, 2008)

nos recordaste la dimensión intelectual y universal de Rulfo.

¿Abordarías de la misma forma un estudio sobre la colec-

ción de antropología que dirigió Rulfo en el Instituto Nacio-

nal Indigenista?

AV.- Me parece que para que se realice una investiga-

ción profunda del Rulfo editor de libros de antropología y

de historia (desde 1962 hasta su muerte trabajó primero

como editor y luego como director editorial en el Instituto

Nacional Indigenista y dio a la luz más de 70 títulos) se re-

querirá del trabajo interdisciplinario de especialistas en

literatura y antropología. Tal vez a la próxima generación le

quedará la fascinante tarea de detectar cuáles prólogos,

contraportadas, solapas, etcétera, escribió Rulfo de su pu-

M

ño y letra para esos más de 70 títulos en que fungió como

editor.

MC.- El arquitecto Víctor Jiménez organizó la exposición

Homenaje a Rulfo durante el Congreso Internacional de Ame-

ricanistas, ¿participarás en el libro con las fotografías oaxa-

queñas de Rulfo?, ¿cuántos negativos componen la creación

fotográfica de Rulfo?

AV.- No participaré en el libro. Con respecto al acervo

fotográfico, te comento que en 2001 dirigí dos seminarios

de investigación sobre la fotografía de Juan Rulfo en el pos-

grado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad

Nacional Autónoma de México y que apenas nos dimos abas-

to con tantos temas dignos de mención. Analizamos un cor-

pus de 30 fotos, que, aunque significativo en términos de

calidad y de temas, apenas representa alrededor de un 0.5

por ciento del total de unos 6,000 negativos (o más) que

se conservan en la Fundación Juan Rulfo. En los semina-

rios había una fotógrafa, y fue muy interesante contrastar

puntos de vista.

MC.- A pesar de ser coautor de una versión fílmica,

Carlos Fuentes dijo: “Pedro Páramo no se puede adaptar al

cine porque es un evento puramente verbal” ¿Qué sucedió

con lo que sí estaba escrito en formato cinematográfico?

Eres autor del ensayo “El gallo de oro, hoy” ¿Por qué la única

nouvelle de Rulfo no es valorada en México? ¿Has conversa-

do estos temas con el cineasta Juan Carlos Rulfo?

AV.- La capacidad de comprensión de los seres huma-

nos tiene sus inevitables límites, y con respecto a Rulfo la

inmensa mayoría de la gente ya se da por satisfecha si mide

la magnitud de El Llano en llamas y de Pedro Páramo. El sis-

tema literario mexicano no dio para más: sin proponérselo,

Rulfo amenazó con hacerlo saltar en pedazos con sus cuen-

tos y su novela. Rulfo además era un outsider, un margina-

do en los medios locales pese a sus dimensiones universa-

les. Para ser más claro: no era para nada un político dentro

de las letras, político en el sentido de que transigiera y se

sometiera a las nuevas leyes del poder cultural y del merca-

do que se consolidaron justo en esos años cincuenta y

sesenta en que Rulfo publicó sus cuentos y su novela y tuvo

lista su nouvelle, El gallo de oro. Esta última representaba

para él la posibilidad de seguir escribiendo con cierta perio-

dicidad. Contra esta periodicidad se confabularon dos fac-

tores: uno intrínseco y otro sistémico. El intrínseco era que

el propio Rulfo traía consigo una formación de artista en

extremo exigente, rilkeano en parte, mallarmeano en parte,

y el artista con esas características abjura de una produc-

ción más o menos periódica; la prueba está en que él mismo

trató con cierto desdén El gallo de oro. El sistémico es el que

ya sugerí: al consolidarse el medio literario local como una

“república de las letras” (una república a la mexicana, por

cierto, con un dictador más o menos filantrópico a la cabe-

za), Rulfo no se habría avenido (y no se avino nunca) a vivir

la literatura como un sistema de relaciones públicas perfec-

tamente aceitado. Este esquema tuvo y tiene desde luego

muchos matices, pero en esencia El gallo de oro represen-

taba un Rulfo de transición hacia otras cumbres, que ya

nunca llegaron por desgracia para la literatura. No he con-

versado sobre el tema con Juan Carlos Rulfo. De hecho, hay

que empezar por decir que El gallo de oro merecería otra

edición en el propio México, por completo libre de la falacia

de que era un “texto para cine”.

MC.- En entrevista con Clarín.cl Jorge Zepeda declaró que

tú investigas “la novela de Rulfo que muchos juzgaron inexis-

tente” ¿Encontraste capítulos inéditos de la novela póstuma?

¿O La cordillera seguirá siendo una novela nonata?

AV.- Por el momento no he avanzado más allá de parti-

cipar en el deslinde de las dos posibles novelas en que Rulfo

trabajó durante el segundo lustro de los cincuenta, después

de Pedro Páramo: La cordillera una novela situada en el

siglo XVIII y Ozumacín o La Chinantla situada en el siglo XX.

Lo que sí se puede reconstruir con toda certeza es la preo-

cupación en él por seguir trabajando sus grandes temas

sociales (la explotación, los despojos, la continuidad lamen-

table de los peores defectos de los sistemas de vida econó-

mica y política en América latina) sin hacer ni una sola con-

cesión a la literatura panfletaria.

MC.- En el citado diálogo, Jorge Zepeda destacó: “Lo

mejor del archivo personal de Rulfo está por venir” ¿A qué se

refería?, ¿cartas inéditas?, ¿apuntes fotográficos?, ¿ensayos li-

terarios?, ¿hojas dispersas sobre El cacicazgo en el siglo XX?

AV.- Sigue habiendo un poco de todo en el archivo per-

sonal. Ahora bien, las nuevas generaciones de investigado-

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res ya podrían trabajar con todo lo que se ha descubierto y

entregado a la opinión pública en los más de diez años que

tiene la Fundación Juan Rulfo de estar ordenando y presen-

tando los documentos del escritor y fotógrafo. Hay por

ejemplo un texto, “Castillo de Teayo”, que merecería un aná-

lisis por su posible imbricación de ficción y hecho realmen-

te sucedido. El propio Retales proporciona mucho material

para que nos metamos subrepticiamente en el taller íntimo

del narrador. Igual pasa con Tríptico para Juan Rulfo. Ya hay

materiales disponibles para comparar la fotografía y la na-

rrativa de Rulfo, sin caer en el simplismo de que aquélla

sólo ilustra a ésta: hay diferencias tan notorias como la po-

sibilidad de descubrir vasos comunicantes.

MC.- Entre 1969 y 1982 Rulfo colaboró en el Centro

Mexicano de Escritores. ¿Qué tipo de asesorías impartía a los

becarios del CME?

AV.- Daniel Sada ya dejó su testimonio al respecto en

una entrevista que se incluye en Tríptico… Rulfo no pensa-

ba en discípulos, concepto que remite a escuela, y escuela

remite a república de las letras en el sentido sugerido: control

piramidal (las pirámides son muy influyentes en México).

Rulfo quería que los jóvenes narradores fueran narradores

plenos, no experimentadores por la pura experimentación

ni autores de panfletos. Sus observaciones y consejos apun-

taban a cuestiones muy concretas. Una anécdota: un joven

narrador se atrevió a discutir con Rulfo insistiendo en que

los gallos sólo cantan al amanecer. Rulfo le insistió en

que no escribiera semejante mentira, la cual sólo ponía

en evidencia que el joven no conocía de qué estaba hablan-

do. Un lema de Rulfo para los jóvenes: documentarse muy a

fondo; sólo escribir de aquello que se conoce bien. Otro

lema: seguir al personaje, no para escribir todo lo que se

sabe sobre el personaje, sino para tener de dónde elegir lo

esencial, lo representativo. Otro: una vida tiene largos años

sin que le pase nada, y de repente la vida entera se resume

y dramatiza en unos minutos, en una tarde, en una noche:

eso es lo que hay que narrar.

MC.- Con el Bicentenario en la puerta, ¿qué revisión

literaria se podría hacer del fracaso de la Revolución mexi-

cana en torno a Pedro Páramo y El Llano en llamas?

AV.- Leamos El Llano en llamas y desde luego Pedro

Páramo como una crítica punto por punto del fracaso de la

Revolución en cada una de sus promesas: la falta de buenas

tierras en “Nos han dado la tierra”, la falta de médicos en

“No oyes ladrar los perros”, la falta de un buen sistema de

justicia en “El hombre”, etcétera. Ahora bien, en este 2009

y en 2010 me gustaría preguntarle a don Juan lo siguiente:

“¿No será que muchos marginados se cansaron no sólo de

los gobernantes sino de los teóricos de las revoluciones y

hasta de las revoluciones clásicas (a la manera de la de

1910) y ahora regresan al primitivismo de la justicia por

propia mano y la riqueza por propia mano mediante el nar-

cotráfico, los secuestros y demás violencias terribles del

México actual?” Me encantaría escuchar su respuesta y

luego preguntarle cómo se le ocurriría afrontar la cambian-

te correlación de fuerzas entre sus distintos personajes, hoy

más variados y móviles que hace cincuenta años: hay más

caciques, hay más fluidez y movilidad social que entonces,

hay más riqueza distribuida y paradójicamente hay más

mexicanos y latinoamericanos y seres humanos pobres, hay

más desigualdad, hay más frustración ante actos de barba-

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Javier Gomesoto

rie como la represión en Atenco hace justos tres años. Pon-

gamos un solo ejemplo: Bartolomé San Juan hoy no depen-

dería de la muy improbable buena fe de Pedro Páramo para

iniciar un negocio al alimón (una de las poquísimas alter-

nativas de Bartolomé, padre de Susana, en el afán de capi-

talizarse por medios legítimos). Bartolomé podría pedir di-

nero a bancos, incluso al banco oficial. Tal vez a la larga

quedaría tan arrinconado como quedó bajo el cacicazgo

totalitario de Pedro Páramo, pero su dinámica sería diferen-

te. Digamos que hoy muchos viven el destino de Bartolomé

como lo vivió el personaje de Rulfo, muchos lo viven con

matices de diferencia y con final igualmente trágico y mu-

chos salen adelante. En todo caso, las noticias en los perió-

dicos nos revelan tragedias que Rulfo captó en su dimen-

sión arquetípica: ese mundo sigue vivo. De hecho, los dos

polos climáticos del mundo rulfiano, la sequía extrema y la

inundación devastadora, se yerguen como amenazas para

regiones enteras del planeta.

MC.- En 2004 titulaste una novela: 1970-2002 ¿Por qué

los capítulos de Noticias sobre Rulfo van de 1784-2003? ¿Por

qué tu fijación con las fechas en los subtítulos?

AV.- Los números en los títulos se multiplicaron a par-

tir de las vanguardias de los años diez y veinte del XX. Allí

están los Veinte poemas de amor y una canción desespera-

da, título a la vez romántico y con un cierto toque vanguar-

dista. Cien años de soledad es un título muy del siglo XX.

Desde luego tenemos 1984. A mí siempre me han gustado

las fechas alfa y omega: la primera y la última. Por algo soy

biógrafo y novelista. Un título como 1970-2002, viéndo-

lo bien, era inevitable en mí. Con respecto a 1784-2003,

tomé la fecha más antigua y la fecha más reciente para

aquel momento en cuanto se refería a “noticias” en torno a

Juan Rulfo, a sus antepasados, a su vida y su obra.

MC.- Todo inició en la UNAM, con tu tesis de doctorado El

arriero en el Danubio (1994), en realidad mucho tiempo

atrás, desde la educación básica y la lectura de El Llano

en llamas, a los 13 años. ¿Cómo irrumpió Rulfo tu canon

intangible?

AV.- Rulfo fue mi influencia más importante. Recuerdo

la casona adaptada en la colonia Narvarte de la ciudad de

México donde hice la secundaria: era la secundaria 62, con

nombre más que significativo: Miguel de Cervantes Saa-

vedra. Allí leímos a Rulfo esos muchachos y muchachas de

unos 12, 13 años. Me aferré a él. Lo sentí mi espacio propio.

Hasta ese momento la buena literatura juvenil que leía

(Verne, Dumas) no me hablaba de mí. De pronto nada juve-

nil y todo hablando de lo más cercano: las narraciones de

ánimas en pena que todos oíamos en el centro del país

como asuntos verdaderamente vividos (lo eran, desde la

percepción de quien los juraba como hechos reales). El des-

cubrimiento de la lectura se volvió algo más personal, más

mío, más de todo lo que mis hermanos y yo vivíamos. Ade-

más, era la primera vez que estaba en escuela mixta, y com-

partir lecturas y comentarios con mujeres era también una

experiencia única, que en mí quedó íntimamente ligada. Mi

canon intangible nació con Rulfo: yo pondría sus libros y

desde luego El Quijote en cualquier lista y en cualquier ba-

gaje para isla desierta (la vida cotidiana puede ser ya de por

sí una isla desierta, sobre todo ahora que en México nos

recomiendan que no salgamos de casa para no encontrar-

nos con el ángel exterminador… o con el ejército persi-

guiendo secuestradores).

MC.- Finalmente, ¿la narrativa de Rulfo ha vivido altiba-

jos dentro del canon oficial? ¿O el desprestigio que tratan de

hacer en su contra sólo atañe a los biógrafos no autorizados?

AV.- Más de once lustros después de El Llano en llamas

y casi once lustros después de Pedro Páramo la asimilación

de Rulfo dista mucho de ser completa para el canon oficial

mexicano. Fuera del país es otra cosa: el reconocimiento es

absoluto. Acá mismo en México, fuera del canon oficial, hay

un respeto inmenso. Mi hipótesis con respecto a cuales-

quiera biografías “no autorizadas” es que la única autoriza-

ción para una biografía la da el autor (auctoritas), no la fa-

milia: la proporcionan el rigor, la humildad, la seriedad,

el empeño en ser objetivo, la buena prosa. No hay biogra-

fías autorizadas y no autorizadas: hay biografías buenas y

malas. El concepto “biografía no autorizada” es pura-

mente comercial: deja buenos dividendos a quienes lo

usan (redactor y editor) porque contribuye a atrapar a

lectores poco avezados.

*Periodista de El Clarín de Chile

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HERNÁN BECERRA PINO

uadalupe Loaeza nace en el Distrito Federal un

12 de agosto de 1946. Hija del abogado Enri-

que Loaeza Garay y hermana de Soledad y En-

rique Loaeza Tovar. Participó en el taller literario de Elena

Poniatowska en Tlacopac, donde recibió enseñanzas de la

propia Poniatowska, de Edmundo Valadés, Mempo Giardi-

nelli y Agustín Monsreal.

Guadalupe Loaeza Tovar, es periodista y escritora. A

continuación me permito enviarles algunos datos de ella a

mis lectores sobre los aspectos más relevantes de su tra-

yectoria periodística y literaria, iniciadas respectivamente

en 1982, en el periódico Unomásuno, y en 1985 con el li-

bro: Las niñas bien. Casada con el Doctor Enrique Gold-

bard. Sus hijos son: Diego, Federico y Lolita.

Recibe la Orden de la Legión de Honor en grado de

Caballero, conferida por el Gobierno de la República Fran-

cesa. Semanalmente se publican tres textos suyos en el

periódico Reforma y diez periódicos más de la República

Mexicana. Escribe en las siguientes Revistas: El Huevo, Es-

cala, Polanco para Polanco, The Billionaire, Caras, y Recom-

pensa de American Express.

Ha participado en más de cien pláticas, mesas redon-

das, debates, simposios, etcétera. Su más reciente publica-

ción es: ¿Hombres, maravillosos? y su primera novela Las

Yeguas Finas lo cual sumaría a una lista de más de 20 títulos

entre recopilación de textos, ensayo narrativo y cuento.

Guadalupe Loaeza tiene los siguientes libros publica-

dos: Las niña bien (1985) (más de 100 mil ejemplares ven-

didos), Las reinas de Polanco (1986), Primero las damas

(1988), Los grillos y otras grillas (1990), Sin cuenta (1997),

Manual de la gente bien I (1995), Manual de la gente bien II

(1996), Compro, luego existo (1992), El ángel de nuestras

nostalgias (1998), Obsesiones (1994), Las obsesiones de So-

fía (1999), Mujeres maravillosas (1997), Ellas y nosotras

(1998), Miroslava (1992), Detrás del espejo (1999) (entrevis-

tas con grandes intelectuales), La factura (1999), Debo, lue-

go sufro (2000), Los de arriba (2002), Los de abajo, Siempre

estará París, Por medio de la presente, Las yeguas finas.

Confieso que he leído… ¡Hola!

Guadalupe Loaeza es el glamour andando. Al lugar

donde llega le da el toque de elegancia y alegría y sus actos

los convierte en carcajada a tambor batiente. Lo único que

puedo decir es que la señora Loaeza es una mujer espectá-

culo. Ella gesticula, cierra un ojo, lo abre y luego cierra los

dos. Sonríe, manotea para alcanzar la atención del público.

En fin, Guadalupe Loaeza es una fiesta.

Esta entrevista de semblanza fue hecha en el mes de

noviembre del 2008, después de la presentación de su libro

Buenos días tristeza en el Centro Cultural Jaime Sabines, en

medio de un festival de poesía. Nos encontramos en el res-

torán de un lujoso hotel de Tuxtla Gutiérrez.

–Doña Guadalupe Loaeza Tovar. ¿Es usted familiar de

los Tovar y de Teresa?

–Primos hermanos, porque su papá y mi mamá eran

hermanos.

–Por lo que he leído de usted, sus padres se esmeraron

mucho en su educación.

–Cómo no, porque fuimos muy numerosos. Fíjese, fui-

mos nueve. Yo era la séptima y mis papás se sacrificaron

mucho, por supuesto. Porque éramos una familia numero-

sa y mi padre era abogado, fundador del PAN, en el 48, junto

con Gómez Morín. Una mamá obsesionada porque tenía

que enviar a sus hijas al extranjero a estudiar inglés y fran-

cés. Y todo eso cuesta mucho dinero. Nos educamos en

colegios de monjas. Éramos una familia muy unida, muy

mexicana, pero mi padre no tenía una gran fortuna ni

mucho menos, pero eso sí, crecimos en medio de mucha

cultura, todo lo que tenía que ver con la cultura: la música,

los libros…

–Usted representa a una clase social alta.

–Pues sí, del lado de mi madre los Gordoa y los López

Portillo. Era una familia de mucha tradición, porque mi bis-

G

abuelo o tatarabuelo fue don José López Portillo, quien fue-

ra el gobernador de Jalisco y escritor: los Gordoa. Eso es

por el lado de mi madre, por el lado de mi padre eran una

familia de Oaxaca. Pero por ejemplo ellos lucharon contra

los franceses con Juárez y también con Porfirio Díaz. Por los

dos lados tengo orígenes interesantísimos y mucha tradi-

ción. Mi mamá siempre procuró llevarnos a buenos cole-

gios, como eran las mamás de antes. Que nos casáramos

muy bien. Que lo que es hoy quién sabe qué significa, pero

así ha sido siempre. Se decía: “Hay que casarlas muy bien a

estas niñas”. Y bueno, era un México mucho más chiquito.

La movilidad social estaba presente de muchas maneras y a

mí me tocó la colita. Yo soy una baby boomer, nací en el 46,

y entonces ya hacia el final de aquel México de “Los tres-

cientos y algunos más”, que era el nombre de la columna

del duque de Otranto, en los años cuarenta.

–Considero, como maestro de literatura, que usted no

inventa nada porque sus novelas Las niñas bien es de algu-

na manera su autobiografía.

–Claro.

–Las buenas conciencias de la que hablaba Carlos

Fuentes.

–Claro.

–Usted lo expresa de manera directa en su literatura, no

lo imagina.

–Sí, cuento lo que veo, lo que vi, lo que escuché. Lo

hago como una crónica de sociales de un México que ya

prácticamente está desdibujado. Ya ese México de la alta

burguesía prácticamente no existe, nadie lo conoce.

–Veo que la sigue todo mundo. A la gente pobre no le

gusta ver pobreza en las telenovelas ni tampoco leer libros

que hablen de pobreza.

–Es algo aspiracional, más bien.

–Los daikiris a la orilla de las piscinas. Las mansardas

de Guadalajara. Porque he visto a todas las clases sociales

leer su literatura. Nadie pudiera pensar que sólo las ricas la

leen. A usted la leen más los pobres que los ricos.

–Quizá porque además es un México que prácticamen-

te desapareció. Soy muy nostálgica. Tengo la nostalgia de

mis hermanas, de mi madre, de mis tías. Todavía hablo de ese

México de los 50’s, del Jockey Club, del baile del blanco y

negro, del México de Polanco, cuando era Polanco. Todas

esas zonas residenciales. Tal vez es una añoranza de ese

México que prácticamente se fue. Pero qué bueno que las

cosas han cambiado, porque era un México provinciano,

reprimido; no había libertad de expresión, era un México

ignorante, un México no participativo, las mujeres no esta-

ban politizadas. Creo que hemos ganado muchas cosas.

Hemos adquirido más conciencia, más derechos. Somos

una sociedad mucho más participativa, más democrática.

Antes era un México de “Los trescientos y algunos más”.

Claro que ahora me van a decir que los 300 capitales: Slim

y los que siguen. Claro, con la globalización nos hemos in-

tegrado más al boom. Era un México asfixiante, donde todo

se criticaba, lleno de prejuicios; era un México donde la

iglesia contaba mucho. Ese México, que qué bueno por un

lado, que ya se fue. Era un México muy injusto, sigue lo

mismo pero con más posibilidades de protesta, hay más

partidos de oposición, hay credenciales de elector, todas

esas cosas no existían antes.

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Javier Anzures

–Le hago una pregunta muy tímida. ¿Por expresar una

visión de clase ha sido atacada?

–Bueno, al principio sí porque exhibía a esta clase y eso

no les gustaba. Me veían como traidora y descastada.

¡Cómo era posible! y además como lo hacía en periódicos

de oposición. Primero en el Unomásuno y luego en La Jor-

nada. No era el Novedades o la crónica de sociales. Había

una intención en mis crónicas y eso no les gustaba porque

estaba...

–Balconeando.

–Sí.

–Perdón, iba a decir otra palabra.

–No, es exactamente esa la palabra. Por eso no les gus-

taba y por eso decían: “Ay que traidora, por qué nos hace

eso, si ella es una de nosotras. Pero es justamente porque

yo no quería ser una de ellas. Creo que me vi como una con-

ciencia, una rebelde y eso fue lo que pasó.

–Doña Guadalupe, usted es un fenómeno de la comuni-

cación.

–Llevo muchos años tratando de comunicarme. Tender

puentes –como decía Cortazar– con los lectores para comu-

nicarnos. Creo que ya son muchos años. Empecé en el 82.

–De niña…

–Era muy extrovertida y venía de una familia tan nume-

rosa. Mi casa era un recreo constante. Mi mamá muy tapa-

tía, muy extrovertida, muy conversadora. Creo que yo obser-

vaba mucho a mis hermanas. Como soy de las menores, tiene

uno más oportunidad de ver más todo lo que sucede en su

casa. Ahora es cierto que la comunicación es algo que se me

da naturalmente, porque estoy tres veces a la semana en el

periódico Reforma, en el periódico tengo un blog que lee

muchísima gente. El otro día le hablé a mi ex-cuñada que no

había visto en años, que vive en París y me dice, “estoy leyen-

do en estos momentos tu blog”. Pues dije, “qué raro, París

está a 10,000 kilómetros de distancia”. Ahora sí que es la

modernidad, tengo dos programas de televisión, uno para

la televisión veracruzana y otro para T.V. Educación de Mé-

xico. Tengo una participación con Ricardo Rocha y escribo en

otras revistas. Esto es comunicar. Y escribo mis libros, voy a

presentaciones y a mesas redondas.

–Usted, con mucha facilidad se comunica con las masas.

–A mí me gusta estar en contacto con el público, cuan-

do me piden sus autógrafos. Estar platicándoles, ahorita yo

me di cuenta que estaban muy divertidos cuando les conta-

ba todas esas anécdotas. La gente quiere saber lo de la otra

gente. Y ahora creo estamos atravesando los mexicanos un

momento muy difícil, una crisis terrible que tiene que ver

con la productividad, con los valores, con el miedo, con la

seguridad y de pronto llegan y les platican, los distraen. Aho-

ra, por ejemplo disfruté mucho la poesía. ¡Ay!, es otro dis-

curso, es otro lenguaje (jala las palabras con sensualidad).

Es desconectarse de otras cosas, con los noticieros, con los

periódicos, es terrible.

–Qué interesante.

–Se pueden decir las cosas de otra manera. Ahora ya

nadie habla del sol ni de ver la luna, ya no hay tiempo de

verla, ni de disfrutar una fruta. Es terrible, vivimos en una

ciudad muy enajenante.

–De pronto veo a la gente. Por ejemplo, ese muchacho

que se le acercó para decirle que era usted fresa.

–Con la edad una se vuelve más clásica.

Llevan la cena y Guadalupe exclama:

“¡Hay crepas!: tacos a la francesa”.

–Imagínese cómo estoy temblando en este momento

en que estoy comiendo con usted, doña Guadalupe. Cuando

usted tiene un libro sobre los buenos modales: El manual de

la gente bien. No vaya yo a cometer un error.

–No, si usted comete un error yo se lo voy a decir.

–Hace tiempo, platicando con el dueño de una edito-

rial él me decía que mandaba los libros de usted a la feria de

Francfort. Habían tres escritoras que partían el queso en

ventas en la famosa feria del libro en Francfort, que dicho

sea de paso es la más grande del mundo. Después le sigue la

de Guadalajara.

–Claro.

–Y habían tres libros que se vendían mucho. Uno era el

libro de Ángeles Mastretta, Arráncame la vida; la novela Co-

mo agua para chocolate de Laura Esquivel y los libros de

usted. Esto pasó hace diez años.

Es que empezamos a escribir simultáneamente las tres.

Ángeles empezó a escribir quizá antes, Laura era guionista

y yo casi en los ochenta. Se acuerda.

–Sí.

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–Nos denominaban literatura light.

–Y usted qué piensa de esa etiqueta que le ponían a su

literatura, de light.

–Fue una época en que la mujer empezó a hablar de sí

misma. Y comenzó a contar sus cosas, a hablar de su sexua-

lidad, de sus miedos, de sus traumas, de sus tristezas. Cla-

ro, las mujeres somos más autobiográficas que los hom-

bres, que tendemos a hablar más de lo que nos sucede.

Y luego hay algo así como mucha protección, pero fue un

estilo que se dio porque fue cierto, yo recuerdo a Emmanuel

Carballo, ese crítico literario, como nos criticó. Decía que

era una literatura fodonga.

En Arráncame la vida, Catalina contaba lo que le pasa-

ba, yo hablaba de las mujeres de Polanco que se quejaban.

Hablaba de su crisis existencial, y Laura Esquivel con su

novela Como agua para chocolate. Pues creo que fue muy

interesante ese periodo. Viendo a la distancia eso fue bien

importante porque animó a muchas mujeres.

–Fueron como parteaguas, como catalizadoras.

–Creo que sí, porque se nombraba a las cosas por lo

que son, porque Elenita Poniatowska y Rosario Castellanos,

ya lo habían dicho de alguna manera, pero en nuestro caso

fue una especie de necesidad, como que había muchas inje-

rencias.

–Sí, de hacer escapar de la realidad a la gente pobre.

–Ándale.

–Lograr este escape a través de la riqueza aunque fuera

ajena, y ustedes les regalaban sus sueños a la pobreza.

–Claro.

–Y llegamos a su literatura. Usted escribió un cuento que

a mí en lo particular me encanta de la niña bien que termi-

na debajo de la barriga de un borracho, diciéndole a ella:

“Paty Chula…” Todo mundo piensa que esto le pasó a usted,

que es autobiográfico. Yo hasta lloré porque pensé que usted

había sufrido todo esto.

–Esto le sucedió a alguna de mis amigas –dice titubean-

te y no muy convencida. Y cambia la conversación. Pero yo

sí creo que fue bien interesante lo que pasó con Ángeles

Mastretta, Laura Esquivel. ¿Quién más será? Bárbara Jacob,

Rosita Nissan. ¿Leyó usted a Rosita?

–Claro que sí, Novia que te vea.

–¡Ay!, oiga que bonito. Hay muchas: María Luisa Puga,

Sara Sefchovich, Ethel Krauze. Somos muchas. Ésa es como

la misma generación.

–Y además todas ustedes son muy guapas.

–Gracias. Le sigo contando. Rosa Botero. Quién más,

esta chica que es buenísima: Mónica Lavín. Somos como

una camada, como una corriente.

–Se feminizó la literatura porque antes era sólo Carlos

Fuentes.

–Y la hizo como más accesible, más cercana a muchas

mujeres.

–Muy concientizadora. Es una literatura light si usted

quiere, pero eso permitía el acceso a ella.

–Y muchas mujeres que antes no leían comenzaron a

leer mucho con nuestras novelas. Eso es muy importante.

Ahora vea usted a periodistas como Carmen Aristegui,

Dennis Dresser, Sabina Berman. Son mujeres que tienen

otros enfoques. Eso fue muy interesante para los hombres,

porque leyéndolas entendían mejor a las mujeres.

–Se rompe el prejuicio.

–Es bien importante, pero claro que nos abrió el ca-

mino. Elena Poniatowska, Rosario Castellanos, Inés Arre-

dondo, Josefina Vicens.

–Ikram Antaki.

–Sí, como no. Fue una generación muy importante de

los años 80’s, Margo Glantz. Periodistas mexicanas como

Margarita Michelena.

“Ahora sí –le dice al mesero–: Lo puedo molestar con

una coca”.

La escritora Guadalupe Loaeza Toma aire y continúa:

–Antes era Rosario Castellanos, pero sus ediciones eran

de 1000 ejemplares –dice sorprendida. Ahora los editores

han hecho grandes esfuerzos para tener más lectores. Los

libros más baratos, antologías. La Ethel no entraba a las li-

brerías, le daba pena. Sabe, cambió mucho. Las tiendas de

autoservicio, que se pudiera tomar el libro, hojearlo, leerlo,

leer la contraportada. Eso cambió mucho. Antes a la gente

le daba pena entrar a una librería.

–¡Qué interesante!

–No sabían qué pedir, no sabían qué comprar. Compra-

ban los clásicos, pero no tenían ni idea, no había criterio.

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Los que consumen libros son las mujeres, no son los hom-

bres.

–En Europa se leen 52 libros al año por persona y aquí

medio libro, ahora ya la estadística bajó, quizás, a un cuar-

to de libro al año.

–En la crisis es luego luego lo que se reciente.

–Eso pasa porque prefieren comer a comprar un libro.

–Hay que tomar en cuenta los tirajes. Ahora no se pue-

de comparar con Estados Unidos ni con Francia. Estamos

todavía muy atrás.

–¿Cuántos libros suyos se han traducido?

–Van a empezar.

–Entonces los alemanes que compraban sus libros en

Francfort. Miren que preparación tienen, leen en español.

Recuerdo un artículo de Fuentes que escribió. “A Laura

Esquivel la leen más que a mí”. Porque era una García Már-

quez mujer; una versión femenina. Era cosa del realismo

mágico.

–Como agua para chocolate.

–Eso pegó, en Alemania fue durante semanas y meses

número uno en best-seller.

–Y usted pudo haber escrito de esa manera también y

sin embargo no lo hizo.

–Sí claro que sí, finalmente todos estamos influencia-

dos. La literatura del boom fue muy importante. Imagínese,

Vargas Llosa, Cortazar, Fuentes, Borges, García Márquez,

Cabrera Infante, Brice Echenique ¿no? El boom fue impor-

tantísimo. A todos nos marcó.

–A usted se le clasificaría como cronista urbana.

–Sí y como observadora de una sociedad mexicana, de

una época también. Híjole, porque la otra vez estaba yo

viendo mis textos. Si uno considera que he escrito en la

Revista Mira. En El Financiero desde el 82. Entonces cuento

lo que veo y lo que escucho.

Guadalupe le pregunta al mesero ¿Qué tiene de pos-

tre?. El galopino le contesta: “Pastel de tres leches, pastel de

chocolate y pay de fresa”. “Yo quiero pastel de chocolate” —

responde la escritora.

–Mario Vargas Llosa, cuando lo entrevisté, me dijo que

la felicidad es lo más estéril para la literatura. Que a nadie le

interesa quien esté tomando un daikirí a la orilla de una

alberca. Sin embargo lo que verdaderamente emociona es la

tragedia, es la miseria humana, es el dolor, es el problema.

Sin embargo, usted habla de los ricos y la leen.

–Sí, porque detrás de esa apariencia hay unos dramas

humanos, unos dolores, unos vacíos que no se llenan ni

con todo el oro del mundo.

A mí me resulta más seductor escribir el drama de los

millonarios que lo que le sucede a los pobres. No quiero ser

grosera, pero sabemos que la gente del pueblo tiene una

vida llena de luchas.

Como la familia Kennedy, estas familias como dinas-

tías. No, yo al contrario se acuerda usted de la película El

gran Gatsby, es lacerante. Ese hombre que había llegado de

la nada a ser millonario. Y esa obsesión por escalar y ser

alguien en la sociedad. No creo en la gente rica de México…

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José Alfredo Ramírez

No, yo le estoy hablando de familias que tienen dinero

desde hace mucho tiempo.

–De abolengo.

–Familias viajadas. Leyó El exilio de Carlos Tello que

son estas familias que se fueron junto con Porfirio Díaz en

1911, después de la Revolución. Es fascinante, los Casasús,

los Romero de Terreros, los De la torre, esa gente muy civi-

lizada, muy educada que leía. No les importaba el país tal

vez. Eran unos buenos para nada. Muchos no trabajaban.

Era gente que era interesante.

–Usted habla de gente que siempre ha tenido dinero, los

aristócratas, que tienen cultura, que está informada y a pe-

sar de eso tienen grandes dramas. Ahora, háblenos usted de

los nuevos ricos.

–Los nuevos ricos son gente desubicada, no se hayan.

Por más dinero que tengan tienen la cultura de la pobreza.

Son familias que vivirán en una casa muy bonita en Las Lo-

mas, pero siguen con unas contradicciones tremendas. Son

típicos quiero y no puedo.

Ahí sí no hay educación. Viajan y no entienden nada,

están americanizados, no quieren a México. No conocen la

Historia de México, no hay identificación. Yo por ejemplo,

la gente que conozco de abolengo es porque hablan de otro

México. Hablan de oligarquías, y hablan de cuando iban a co-

nocer a sus abuelos a Europa. Ahora, de esta gente que hace

dinero muy fácilmente, tienen un departamento y un día es-

tán en un lugar y otro día están en otro. No les importa, no

hay raíces, no hay arraigo. Entonces, creo que es gente que

no quiere ser mexicano, que no sabe quién es Vasconcelos,

que no entienden. Es la generación de Televisa. Son los que

ven los domingos “Bailando por un sueño”. Son los que es-

tán enajenados, es un producto de todo eso.

–Son los que más sufren.

–Son los que dicen, “México va a ser una estrellita más

de los estados Unidos. Órale, ya”. Eso es horrible. Yo escri-

bí un texto que se llama “Las nuevas mexicanas”. Son las

que se operan la nariz. Se parecen todas a Silvia Pinal. Se

ponen bubis. (Reímos todos)

“¡Ay!, voy a comer mi chocolate” –dice Loaeza.

Ese México es terrible. Como dice Monsiváis, es la nue-

va generación de norteamericanos nacidos en México.

–Usted analiza a la sociedad mexicana con una bata y

un bisturí.

–Son los que no educan a los niños, no tienen idea

quienes son. Se van a San Diego, a San Antonio a hacer com-

pras. Comen hamburguesas, no tienen paladar. Ya se les

empolvó el gusto.

El dinero se hace cada seis años, la corrupción, las mor-

didas. Son sociedades muy jóvenes, pero es terrible, ésas

son las nuevas generaciones, que su máximo ideal es pare-

cerse a Azcárraga Jean.

–Pero ahora que habla usted de esos dramones. Mire

usted, las clases que usted conoce. Estamos hablando de las

auténticas ricas.

–De eso habla Carlos Tello en El exilio. Como Elena

Poniatowska. Ahí viene otro problema. Son pretenciosos y

están siempre llorando. Viven como en un palacio.

–Usted decía de Elena Poniatowska.

–Elena Poniatowska es princesa. Es la neta del planeta.

(Risas de todos).

Elena Poniatowska le puede hablar del exilio. Elena Po-

niatowska desciende de una familia porfirista. Ella es Amor

y su abuela se fue con Porfirio Díaz a París en 1911.

–Era de las buenas conciencias de México.

–Claro. Pero también era gente que vivía en otro mun-

do. Eran 300 familias que tenían haciendas, y que tenían

hectáreas y hectáreas.

Traiga tres cafés –le dice al mesero.

Me gusta más, por ejemplo, la clase ilustrada. Los maes-

tros, los medios, no las grandes familias, aristócratas. Por

ellos estaría Porfirio Díaz todavía gobernando. Gente ilus-

trada como por ejemplo Gómez Morín. La gente que ha

luchado, que le importa el país. Que ha estudiado. Gómez

Morín es un buen ejemplo.

–Ejemplo de ejemplos. Fue el creador del PAN, nada me-

nos. En la Facultad de Derecho, una de las aulas lleva su nom-

bre porque fue un gran abogado. En realidad fue un hombre

que luchó toda su vida.

Fue rector de La Universidad de jovencito.

–Entonces, pudiéramos decir que hay dos mujeres, una

que representa al pueblo y otra que representa a los ricos,

como usted.

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–La que representa a los pobres es Cristina Pacheco.

Ella tiene mucha influencia.

Lo que pasa es que Elenita no se convirtió en cronis-

ta de su medio. Sí, tomó distancia de su medio social con

el 68. Nunca criticó realmente a su medio. Ella no lo hi-

zo porque adoraba a su madre. Ella se comprometió más

políticamente, se fue del lado de la izquierda muy rápida-

mente.

–Se pasó al otro bando.

–Eso. Elenita jamás criticó a su medio. Estaba su papá

de por medio a quien adoraba. Fue rebelde a su manera.

Tuvo miedo, no sé. Escribe La noche de Tlatelolco pero no

crítica a su medio.

–Y ella no la ha criticado a usted.

–No, Elenita y yo somos muy amigas.

Elenita nunca balconeó a su medio como yo, pero sin

embargo Elena fue contundente. Cuando escribió Hasta no

verte Jesús mío, tomó posición luego luego pero nunca cri-

ticó a su padre o a su hermana. Siempre se sentía como

muy parte de esto. Se sentía como muy orgullosa.

–Pero hay algo interesante que es el dolor. Vargas Llosa

dice que la felicidad es lo más estéril. Creo que la señora

Loaeza tiene sus grandes dolores.

–Mi mamá porque se llama Dolores (ríe).

Hay momentos en que las cosas se vuelven más cla-

ras. Hubo dolor cuando me divorcié, precisamente cuando

empecé a ver otro México. Cuando renuncié a todo ese

mundo, ahí sí hubo dolor. Además hubo dolor por mis

hijos. Todo me costó mucho trabajo. Yo estaba muy bien

casada con un señor muy rico. Todo era así como tricolor.

Yo no me podía divorciar y él salía conmigo. Esto fue en

los 80’s.

Él era un francés y yo no sabía quien era y me decía,

pero yo quién soy. Era la señora casada con un francés. Mi

mamá así me presentaba, “la casada con el francés”. “La

de las telas”. Porque mi marido hacía terciopelos. Luego

mi mamá se equivocaba y le decía a la gente: “Yo soy la

mamá de la que escribió Que pasen las niñas” (risas).

Y era Las niñas bien.

–Y luego Primero las damas.

La otra era la de los chocolates.

–Su hermana Soledad.

–Soledad es la del Colegio de México.

Cuando me preguntaban: “¿Quién eres?” Pues la sépti-

ma hija de Lola. “No, ¿pero quién eres?” No, pues la de los

terciopelos. “No, ¿pero quién eres?” La mamá de Diego y

Federico. “No, ¿pero quién eres?” No, pues no sé, la herma-

na de mis hermanas.

La de Samuel del Villar –mi mamá me decía. Me va a

vaciar la pistola porque tiene un carácter muy fuerte.

–Era un amor la señora.

–No, mi mamá muy luchona, muy simpática, muy chis-

tosa. El otro día le conté a Adriana Landeros lo de mi mamá

y se echó tres carcajadas. Me dijo que se iba a ahogar. Le

dije cálmate. Le conté algunas anécdotas de mi mamá. Y se

moría de la risa. La había visto reírse pero no a carcajadas,

aquí eran car-ca-ja-das.

Le voy a contar. Una vez mi mamá se encontró a una

amiga en El Palacio de Hierro de Durango. Saluda a una amiga

y le dice: “¡Ay!, ¿cómo estás?” Y ella muy sería le contestó

con indiferencia. “Quiubo Lola. Cómo estás. ¿Bien?” Y la

saludó con mucha indiferencia y se despidieron. Yo vi que

mi mamá caminaba así muy seria, con un gran coraje. Y mi

mamá que se da la media vuelta y se regresa. Y le dice:

“Óyeme, si te saludé con tanta euforia es porque me di-

jeron que ya te habías muerto. Por eso me dio tanto gusto

verte, porque pensé que ya estabas muerta”. Y ella: “No,

Lola, yo entiendo”. Y se lo platiqué a Adriana y se moría

de risa.

El tener una mamá así es un privilegio porque es otro

tipo de mamá. Mi mamá ni se pintó el pelo, ni se restiró la

cara, era la autenticidad misma, muy simpática, muy tapa-

tía, muy conversadora.

–Le hacía un culto a la conversación.

–A la inteligencia. Era francófona. Las adoraba. Decía:

“Si es francesa es inteligente”. Mi papá le decía “no exage-

res Lola”.

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