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Debate en torno a Los Rostros de la Plebe
COMENTARIOS
Steve J. Stem University of Wisconsin, Madison
Wisconsin 53 706 U.S.A.
Lo novedoso de este artículo -y del texto mayor del cual es una parte- es que el autor invita al lector a "sentir" el clima social de Lima antigua. Alberto Flores Galindo nos lleva al interior de Lima, nos lleva detrás de las apariencias, nos permite no sólo observar, sino más bien respirar el aire compuesto por violencia, por movimiento y asalto que no llegan a amenazar a la aristocracia, por pobreza y tensión interétnica En este aire gris, nublado y deprimen te, figura prominentemente la misteriosa "plebe", objeto de fábulas aristocráticas exageradas, objeto de investigación histórica por su importancia numérica y social y,
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también, concepto sumamente vago Y- difícil de precisar.
¿Cómo precisar qué es la plebe? El aporte fundamental de Flores Galindo no es la precisión falsa de definiciones rígidas, sino más bien la aproximación multi-dimensional de los rostros y del mundo cotidiano de la plebe limeña. Hace esta aproximación con tanto éxito precisamente por manejar los documentos históricos con sutileza e imaginación formidables. De hecho el afán de dibujar la vida cotidiana llega al punto de mantener medio oculto qué quiere decir, para el autor, "la plebe".
No obstante esta discreción, quizás un poco exagerada, Flores Galindo nos da los elementos para aclarar las características fundamentales de la plebe. A mi parecer, hay tres aspectos sobresalientes. En primer lugar, hay la particularidad de su pobreza. La plebe limeña se gana la vida mediante
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múltiples estrategias, poco rentables y poco estables, cuya multiplicidad y cuya calidad transitoria borran las fronteras tradicionales entre las categorías ocupacionales, entre la legalidad y la criminalidad, entre el hogar doméstico y el mundo no-familiar. A mediano plazo, la persona plebeya puede ser pequeño artesano, comerciante ambulante o trabajador eventual; puede robar, mendigar o hacerse pícaro ; puede desarrollar una relación más o menos monógama y estable o una red de múltiples relaciones sexuales y familiares. Esta multiplicidad y falta de base material estable hace fácil llamar a los plebeyos "vagabundos", aunque no lo sean. En segundo lugar, la plebe es sumamente fragmentada entre sí. Casi todos son gente de color, ni esclavos negros ni campesinos indios ni amos españoles, pero al interior de esta realidad compartida se nota la rivalidad y la violencia, a veces en tomo a distinciones inter-étnicas que mantiene la estructura de "dividir para reinar". En tercer lugar, hay su tendencia globalizan te. Es decir, la sociedad y la cultura de la plebe tienden a absorber ·fracciones importantes de las otras capas sociales. Los negros esclavos buscando el jornal que deben entregar a sus amos, los pequeños artesanos buscando liberar sus ingresos del control de sus maestros, los pequeños comerciantes buscando desarrollar circuitos mercantiles no controlados por los comerciantes medianos y grandes -en alguna forma u otra, todos encuentran en la cultura de la plebe un acceso a las relaciones económicas y sociales que les permite sobrevivir. Hay que tener en cuenta el carácter de la economía limeña en el siglo XVIII: la estagnación secular y la fluctuación estacional de los mercados de trabajo, la creciente población buscando trabajo, la dominación de la aristocracia y de los "señoríos mercantiles" en la vida económica. Esta estructura ofrece muy limitado espacio económico a las "capas medias", "cuyas fracciones pauperizadas y subempleadas se encuentran, de vez en cuando, más o menos absorbidas por la ple be. Como dice Flores Galindo, "ple be y limeño se volvieron casi sinónimos".
Este conjunto de elementos -una pobreza urbana que implica una multiplicidad de estrategias socioeconómicas transitorias, la frag!!lentación . y la competencia dentro de
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un mundo de "colores" plurales y mixtos, y su tendencia mayoritaria y globalizante que horrorizó a la "gente decente" - define las particularidades de esta masa vaga y aparentemente flotante. Es penoso e importante recordar hasta qué punto este perfil histórico no pertenece a ,m pasado claramente "istingidrlo del presente. La crisis económica contemporánea parece haber impulsado la expansión enorme de una plebe urbana "mestiza" que comparte la precariedad económica, la tendencia mayoritaria y los estereotipos despectivos sufridos por sus antepasados coloniales.
Uno de los aportes de Flores Galindo es que, al escribir la historia popular, evita la tentación del romanticismo. Lima no produce un alzamiento, los bandidos de la costa no son héroes, la plebe urbana no llega a canalizar su violencia y su energía para plantear .una alternativa coherente; más bien, la violencia y la "sevicia" producen confrontaciones plebeyas que sirven a los intereses de la aristocracia. Rodeados por la miseria y la inseguridad económica, oprimidos por y participantes en la cultura de violencia, hacinados en callejones angostos sin privacidad, sujetos a un menosprecio feroz , los rostros de la plebe son los rostros de sufrimiento y de desorganización, no de resistencia ni de organización estable(" ... carece de lazos con las asociaciones corporativas y se resiste a reproducir la célula familiar"). Como dije antes, el aire de la plebe es como el de Lima: gris, nublado y deprimente.
Sin embargo, aun en Lima sale el sol, y quisiera sugerir que vale la pena pensar si la visión de la plebe planteada en este artículo no oscurece algunos aspectos más fijos y estables, algunos lazos sociales y logros de organización que hicieron a la plebe más resistente y capaz frente a la miseria y la inseguridad. Tengo dudas por tres razones. En primer lugar, las fuentes usadas para reproducir el ambiente plebeyo, aunque heterogéneas, enfatizan las causas criminales y los conflictos judiciales, es decir, se trata precisamente de las fuentes que nos permiten ver los conflictos internos. Me pregunto cuál sería nuestra visión si tuviéramos acceso a los tipos de datos que nos permiten analizar con mayor minuciosidad, en espacios específicos y por tiempos de
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mediana duración, los lazos familiares y extra-familiares, la estabilidad o la n<H!stabilidad residencial, las relaciones económicas, la cultura de las pulperías. Estos fenómenos nos permitirían concluir mejor hasta qué punto la ple be desarrolló una especie de "sub-cultura" dentro de la cual se conformó una serie de valores, reglas de juego y lazos sociales más o menos confiables, y hasta qué punto esta "sub-cultura" dio a la vida de la plebe más estabilidad y más capacidad de ayuda mutua y de defensa de intereses del barrio de lo que aparece en las fuentes enfatizadas. En segundo lugar, hay el problema de los estereotipos. ¿Hasta qué punto ha podido el autor neutralizar su impacto en la elaboración de los rostros de la plebe? La aristocracia andina colonial también planteó los estereotipos de los forasteros indios, viles y flotantes, pero la investigación histórica pone en duda el valor de estos estereotipos( I ). La aristocracia mexicana colonial vio a la ple be urbana mexicana en términos no muy diferentes de los estereotipos limeños, pero en el caso mexicano, la tesis doctoral de M. Scardaville, sin caer en el romanticismo, pone en duda la idea de una masa flotante y desorganizada(2). Fi.Qalmente, tengo dudas porque algunos estudios contemporáneos de los "marginados" urbanos en América Latina señalan claramente la estabilidad, la integración social y la capacidad organizativa de gente antes considerada como pobres desorganizados viviendo en una cultura violenta y medio "lumpen". Para el caso de los favelados de Río de Janeiro, el libro magistral de Janice Perlman muestra precisamente la falsedad de estos estereotipos compartidos por la derecha y la izquierda, por los comentariastas de la televisión por los comentaristas de la televisión y por los científicos sociales de las universidades. Parece que el ambiente de los favelados ha sido muy mal entendido. Vistas desde adentro, las favelas muestran niveles de coherencia social, organización interna, estabilidad económica y presencia política no previsibles dentro de la literatura general sobre las masas "marginadas" o " lumpen" de las ciudades(3).
Estos comentarios y críticas no deben desviarnos de los aportes importantes del artículo. Flores Galindo plantea una visión
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de mucha seriedad, hasta ahora la única, de la vida de la plebe en la Lima colonial. En vez de caer en definiciones mecánicas y modelos abstractos sin mucho contenido social, dibuja con agudeza e imaginación admirables el mundo de la plebe: sus barrios y trabajos, sus preocupaciones y aventuras, sus conflictos y su violencia. En vez de caer en el romanticismo, nos hace ver abiertamente su miseria, su precariedad, su violencia fratricida. Frente a estos logros, planteo dos críticas modestas. Primero, hay que definir mejor en qué consiste la plebe, hay que aclarar las particularidades que dan a la ple be su carácter social y que la distinguen de los otros grupos sociales. Y segundo, hay que tomar su aparente calidad vagabunda, indefinida y desorganizada, con un escepticismo sumamente fuerte. Faltan , pues, algunos tintes y delineaciones menores pero significativos en los rostros de la plebe. l. LARSON, Brooke. "Caciques, Class
Structure and the Colonial State in Bolivia". En Nova Americana"" 2 (Torino, 1979). pp. 197-202 ; WIGH 1 MAN, Ann M. "F'rom Caste to Class in the Andean Sierra : The Seventeenth-Centu_ry Forasteros of Cuzco" (Ph.D. diss., Yale University 1983).
2. SCARDA VILLE, Michael C. "Crime and the Urban Poor: Mexico City in the Late Colonial Period" ~Ph.D. diss., University of Florida, 1977 .
3. PERLMAN , Janice E. he Myth of Marginality: Urban Poverty and Politics in Rio de Janeiro. Berkeley: University of California Press, 1976. Ver también LEWIS, Osear. " Urbanization without Breakdown : A Case Study". En Scientific Monthly , 75 (1952), pp. 31-41 ; BUTTERWORTH) Douglas and CHANCE, John K. Latm American Urbanization. Cambridge : Cambridge University Press, I 981 .
Miquel Jzard Departamento de Historia de América
Facultad de Geografía e Historia Universidad de Barcelona
Barcelona-28-España
Es evidente que este artículo forma parte de una tesis que, de haberse podido ma-
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nejar, habría facilitado enjuiciar este trabajo compuesto por un amasijo : el bandolerismo costeño y la plebe, las cárceles y las diversiones, el trabajo en las panaderías, las procesiones y las animadversiones étnicas; temas que aparentemente guardan más relación con otros capítulos de la tesis (a juzgar por las repetidas referencias) que entre sí.
Mis escasos conocimientos sobre el área andina me impiden calibrar el trabajo de Flores Galindo, pero me han interesado algunas de sus aportaciones en las primeras páginas dada mi dedicación a la temática de los llaneros del Apure, a pesar de que, cualitativa y cuantitativamente, existen bien pocas similitudes. Aquéllos controlaron repetidamente un tercio de la actual república de Venezuela, constituyeron una nación o pueblo con una cultura y ética peculiares y tuvieron una participación determinante en el devenir de la región por su intervención, por ejemplo, en las guerras de la independencia y federal.
Al parecer, el bandolerismo costeño peruano fue, por el contrario, un fenómeno marginal, cuantitativamente poco relevante y activo durante un lapso de tiempo relativamente breve.
Por lo que he señalado, me siento más inclinado a plantear en estas líneas cuestiones de tipo general, que a discutir pormenorizadamente cuestiones puntuales. Comenzaré, pues, por el final: en el último apartado se afirma que la "palabra marginado evoca de inmediato la imagen de una minoría" y que, por lo mismo, no se quiere utilizar el calificativo para un conjunto que era la mayoría de la población limeña.
Evidentemente, marginados puede equivaler a minorías y, en este caso, el análisis de los calificados de tales no tendría excesiva relevancia y se correría el riesgo de caer en la mera curiosidad del coleccionista de rarezas. Pero si llamamos marginados a grupos humanos sojuzgados, oprimidos y explotados materialmente por los que controlan el poder, quienes por añadidura tergiversan su papel en el pasado, el presente o el futuro, los marginados pueden representar un elevado porcentaje de la humanidad.
Según este artículo, el bandolerismo peruano se nutría de las múltiples variantes
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de las mezclas étnicas, vinculadas a oficios manufactureros o artesanales, y de esclavos fugitivos. Curiosamente, no sólo eran muy escasos los indígenas, sino que además solían ser víctimas de un bandolerismo que se presentaba con algún cariz social. De lo poco que se dice al respecto parecería desprenderse que lo engrosaban miembros de la sociedad que optaban por una alternativa centrífuga, posiblemente acusados de infringir la normativa sobre propiedad, moral o relaciones humanas. El caso especificado de Ignacio de Rojas es paradigmático.
Aparentemente, como en el resto de las Indias, el fenómeno se acentuó a finales del período colonial, quizás por el rechazo de quienes se oponían a una modernización material que sólo les perjudicaba y por un exacerbado incremento del racismo que perjudicó especialmente a los pardos y dio muestras de una total falta de originalidad, pues en todas partes se repetían machaconamen te las mismas sandeces y se les tachaba de inmorales, incultos, indómitos, vagos, etc. Ello quizás obedecía a que habían proliferado de tal manera que representaban ya un elevado porcentaje de la población.
Los grupos dominantes habían impuesto una moral en la que no creían y que no cumplían;los indígenas o los esclavos no la aceptaban, pero eran obligados compulsivamente a acatarla, como mínimo formalmente, y en apariencia las etnias mezcladas tenían más posibilidades de sortear esta coerción. La poca trascendencia del bandolerismo peruano explicaría su escaso rol en la guerra de la independencia, pero no, lo que sorprende al autor, la desproporción entre los "delitos" y las penas impuestas: no se trataba de castigar unas infracciones concretas, sino de provocar un pánico sin el cual no se podía sostener la minoría dominante en el goce de sus privilegios.
En otro orden de cosas, el autor coteja en más i.le una ocasión su tema con casos europeos. Pero a finales del período colonial, las Indias eran, por el grado de desarrollo material, por el peso desorbitado de la minería, por los antagonismos étnicos, bien diferentes del mundo mediterráneo en la época de Felipe II estudiado por Braudel. También me parece arriesgado comparar el bandolerismo peruano con los casos analizados por Hobsbawm. Si los llamados
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"bandoleros" por las autoridades lo son porque han adoptado una salida centrífuga, no debe ni siquiera calificárseles de "reformistas", ya l¡ue obviamente no se planteaban la problemática de toda su sociedad sino exclusivamente la suya particular. Pero creo que tampoco eran "reformistas" los "bandoleros" calificados de tales porque colectivamente se negaban a aceptar la normativa de quienes controlaban el poder en beneficio propio, ya que lo que se proponían era seguir ejerciendo unas actividades que les satisfacían económica y culturalmente. El progreso puede basarse, como ya señaló en su día tvlariátegui, en recuperar relaciones justas y libres.
Christine Hunefeldt Pasaje Santa Elena 144
Lima, 25
En un bien documentado trabajo, AFG describe "desde adentro" el funcionamiento y la vida cotidiana de Lima urbana en las últimas décadas del dominio colonial. Es un período caracterizado por una profunda debacle económica y el deterioro de las relaciones sociales. En este contexto, el autor se pregunta acerca de cómo fue posible en estas circunstancias asegurar el dominio colonial: ¿Por qué las capas populares urbanas no se movilizaron en contra de sus dominadores o, acaso, contra la opresión colonial? La respuesta que sugiere es doble. Por un lado, estarían las divisiones y los antagonismos étnicos existentes entre las capas populares y, por otro lado, la utilización y el fomento de estos antagonismos por una aristocracia, con miedo, pero hábil en el manejo de sus subordinados. La violencia y la sevicia serían las pruebas visibles del enfrentamiento y documentarían la incapacidad de una asociación de intereses con miras a una acción conjunta.
Si bien es innegable que en Lima efectivamente no se registran revueltas ni protestas significativas que apunten a cambiar las relaciones socioeconómicas vigentes, sería la primera sociedad de la que tenemos conocimiento en la' que la perdurabilidad y estabilidad de sus instituciones estén basadas en el enfrentamiento cotidiano a todo
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nivel. La violencia elevada a criterio analítico soslaya un conjunto de interpretaciones alternativas de la sociedad li.meria, que no cambiarán el hecho de su inercia, pero que sí nos ayudarían a entender más en profundidad la riqueza de esta sociedad y de sus modalidades de sobrevivencia. Si de lo que se trata es de "dibujar el perfil" de las capas populares, creo que es necesario también descubrir otras facetas del comportamiento popular. Algunos ejemplos comparativos ayudarán a esclarecer lo que se _propone .
Los nacimientos de hijos ilegítimos, tomados por AFG para documentar la oposición a la moral vigente entre las capas subordinadas, no fueron patrimonio de las capas bajas.
AFG señala, para documentar el aumento y la presencia de los hijos naturales (que jurídicamente representaban una categoría distinta e los ilegítimos, espúreos y bastardos), a la parroquia de San Lázaro, que albergaba gran parte de la población negra. Indica que un recuento de negros e indios nacidos en 1768 y 1769 acusa un porcentaje de ilcgitinlidad del 28 y del 200/0 respectivamente, 130/0 en 1810. Un conteo para el mismo período en la parroquia de Santa Ana( 1) (por definición más española que de "castas") indica, sin embargo, que -por ejemplo para 1803 - en el libro de bautizos de españoles figuran 39.So/o de nacintlentos ilegítimos; en el de espaiioles, cuarterones y mestizos en 1801, 45.So/o y en el de indios en 1800, un 48.1 o/o.
Es decir, grosso modo, un porcentaje dos veces mayor y la constatación de que la ilegitimidad se da a nivel de todos los grupos étnicos. Es probable que la explicación sea más simple: Lima albergaba más mujeres que hombres. Al descomponer los matrimonios por pertenencia étnica de los contrayentes, se descubre que en Santa Ana, sobre 129 hombres españoles, sólo habían 26 españolas casadas. La proliferación de hijos naturales es así la prolongación de lo que sucedía desde el inicio de la Colonia: la reticencia del español a oficializar una relación con una mujer de castas. Lo que -al igual que en el siglo XVI- no necesariamente excluía relaciones duraderas (y no prostibularias) como la barragania.
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Traducido en cifras, el factor hacinamiento también parece relativo. En Sta. Ana, para el mismo período, contamos 16 callejones con 6 a 16 cuartos; pero el promedio de habitantes de estas habitaciones es de 1.6. Ello significa que la gran parte de estos cuartos era ocupada por una sola persona. En la misma parroquia contamos 74 casitas,. 162 casas y 262 tiendas, con un promedio de habitantes por unidad. doméstica/habitacional de 4.0 (incluyendo a la población esclava). La enorme cantidad de tiendas (básicamente artesanales) en Santa Ana, revelará, asimismo, más una inclusión en el sistema productivo que una exclusión o, en todo caso, la ''masificación" del suministro al ambulante. Lo que es posible, pero significaría la victoria de una o varias actividades económicas impulsadas por la plebe ( ¿la victoria frente a la discriminación "oficial" a nivel de los gremios?). De corroborarse ello, tendríamos probablemente una explicación más convincente de por qué lo plebeyo pudo convertirse en lo limeño.
Más adelante, AFG nos presenta una imagen original para interpretar aspectos de la sociedad en cuestión: la organización carcelaria como puerta de entendimiento de la mecánica de dominación. Más allá de las tres cárceles oficiales, describe los centros de trabajo como castigo alternativo y eficiente en función de los cometidos de las élites coloniales. Se inscriben en esta forma de castigo las zapaterías, las panaderías y las obras públicas, que junto a la plaza se convirtieron en entidades en las que el castigo era visible para todos: "el castigo no tenía espacio definido y reservado". Efectivamente no lo tenía, los gritos por los latigazos prodigados en las panaderías se oían en todo el barrio. Sin embargo, no fue sólo el castigo el que no tenía límites precisos; también fue así en el caso del afecto, la vida sexual, la convivencia. Al igual que en Europa Occidental, escasamente se diferenció entre vida de trabajo y vida familiar. Si bien el criado o el esclavo artesano no compartían la mesa con el amo, sí había otros niveles en los que no sólo se compartía, sino que la presencia del esclavo o el criado en la unidad doméstica fue causa de enconadas rencillas: Viene a la memoria -en el contexto de la documentación
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revisada por AFG, pero no citada- aquel caso de la marquesa de Santa María que, en una carta reservada al Obispo Las Heras, aducía como razón de la separación de su marido la afición de éste por las esclavas y criadas d~ la ClllJa, que, por lo demás, según sus propias palabras, eran las que llevaban la voz y la hacían sentirse como un estropaj o(2). .
Como uno de los niveles en que se presenta la violencia, AFG señala la relación entre hombre y mujer, las relaciones fami- · liares y matrimoniales. Ademés, la carga del enfrentamiento étnico se trasladaría a esta esfera. Pero, ¿qué sucede cuando se constata que la mayoría de los .matrimonios (en Sta. Ana más del 50o/o) se realizan entre personas que pertenecen al mismo grupo étnico? Es probable que la violencia registrada a este nivel poco tenga que ver con el carácter de los grupos étnicos subordinados.
Un sondeo sobre la composición de las familias en Sta. Ana indica que en una abrumadora mayoría de casos estamos ante la versión clásica de la familia nuclear (padre, madre, uno a dos hijos). Los litigios matrimoniales y las caus¡¡s de divorcio (separación temporal) están destinados a mantener esta unidad, lo que en la mayoría de los casos -con intervención de la curia eclesiástica- se logra. ¿Dónde, pues, estaría la inestabilidad y la reticencia a conformarse con un supuesto ideal burgués? Para
· Inglaterra, Alemania y Francia hace algún tiempo atrás se descubrió que la familia nuclear era la respuesta más racional que partía de las capas proletarizadas frente a una creciente paupe~aci6n, y no una invención burguesa (o acaso aristocrática).
En medio de la pobreza de las capas bajas urbanas, la esclavitud aparece como una alternativa de sobrevivencia con -al menos- algunas ventajas . . Las manifestaciones más obvias son la lealtad de esclavos frente a los amos y -entre las capas propietarias de esclavos más bajas- la dependencia de los ingresos Uomales) producidos por el esclavo. En esta última relación lo que diariamente se manifiesta es la impotencia del amo para lograr la sujeción y obediencia del esclavo()). Es probable que la connotación totalmente distinta de lo que fue la esclavitud urbana haya impuesto límites muy propios a la expansión del ban-
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dolerismo "social" dentro de portadas y tal vez sea la razón de por qué -en las condiciones descritas- la libertad no era una meta deseable. Considerando las experiencias de los esclavos norteamericanos, Lima no sería una excepción.
De manera general, parecería que más estamos ante una sociedad que dirige su destino de manera inmediatista, en la que no sólo vale aquello de "divide y gobierna", sino también con mucha fuerza estamos ante un "aprovecho y dejo gobernar". La dependencia mutua, junto a una obvia tergiversación de criterios de la escala étnica y de clases y los conflictos que ello genera, más allá de la violencia y el castigo, son indicadores y sustento de una muy peculiar integración de esta sociedad. De muchas maneras, la plebe impuso su sello a la sociedad limeña, pero no sólo a nivel de una identificacion cultural entre lo plebeyo y lo limeño, sino también con actitudes más concretas que, por un lado, hacen innecesaria una sublevación en masa y, por otra parte, tambi,n explican la permanencia del dominio colonial.
En conclusión: en nuestro medio, el trabajo de AFG representa un ensayo innovador que de lejos trasciende las versiones romanticonas de la "Lima de Antaiiu". Sin embargo, creo que parte del objetivo de esta innovación debe ser no sólo calificar la desesperación de quienes en "última instancia paradójicamente sostienen esta sociedad", sino, asin1ismo, resulta necesario rescatar y deslindar la originalidad que reviste la sobrevivencia de esta sociedad. Tal vez la paradoja se resuelva al reconocer que en el contexto de las relaciones sociales también hay· actitudes con antesignos positivos y que existen muchas formas de dominio y de supeditación o supremacía: unas silenciosas y tal vez con resultados a largo alcance, otras más brutales e inmediatas.
1. Los datos que se citan son resultados parciales de una investigación en curso con Marcela Calisto.
2. AA (Archivo Arzobispal). Comunicaciones Oficiales de Curas. L 1. Carta reservada de la Marquesa de Sta. María al Arzobispo de Lima. Lima, 22-11-1816.
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3. Esta cuestión está detallada en un trabajo mío: "Los negros de Lima: 1800-1830", Histórica: IIl : l: 17-51, Lima, 1979.
Luis Pásara Pachacútec 1155
Lima 11
Textos tan bien escritos, como éste, tientan al lector con el riesgo de una adhesión total. El entretejido del dato signüicativo, la interpretación inteligente y la anécdota sabrosa convocan la sensación de estar siendo persuadido por la argumentación del autor. Además, hay resonancias especiales que provoca esta lectura de la Lima de los años previos a la independencia. De un lado -y por más discreto que sea el tono empleado-, el contenido del discurso resulta contradecir a la historia de una ciudad dulzona y apacible, con la cual se nos amamantó. De otra parte, en esta Lima agitada y violenta, plagada de "vagabundos", recone>cemos el antecedente histórico de la horrible Lima donde hoy vivimos. Recuperamos así nuestra continuidad, al descubrir aquí la "Lima de veras". Mayor razón para que el autor alcance nuestra incondicionalidad.
Declaradas mis tentaciones como lector -y reconocida, por esta vía, la indiscutible calidad del texto-, recurro a mis reservas hipercríticas y ensayo mis dudas e interrogantes. Que son básicamente tres.
La primera tiene que ver con el papel del bandolerismo en la Lima bajo estudio, que Alberto Flores considera "funcional a la sociedad colonial". Para apoyar su conclusión,"echa mano a una expresión de emodonales resonancias contemporáneas y califica el fenómeno como "reformista", en tanto no perseguía la "abolición como clase" de los dominantes. Me temo que Flores Galindo incurre aquí en una precipitación, que le impide luego explicar satisfactoriamente por qué este bandolerismo -que "desembalsaba las tensiones sociales"- era draconianamente sancionado con la pena de muerte. El error inicial consiste en haber presumido una lucidez total en la clase dominante, respecto a sus "intereses históricos", que la harían despreocuparse de este
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fenómeno desviante que incluso les resulta conveniente. Este error -consistente en asignar a los actores sociales la comprensión del hecho social que asume el analista- es sumamente frecuentado entre nosotros por los científicos sociales y conduce a ciertos hechos ''rnexplicables". Para citar sólo un ejemplo, reciente y de gran significación: al análisis prevaleciente en la sociología de los últimos años le resultó incomprensible que la burguesía se alineara contra el régimen de Velasco, que procuraba realizar sus "intereses históricos".
Hay que situar el análisis en el punto de vista del actor social, a fin de entender su comportamiento, en lugar de pretender colocarle el sentido que hubiera tenido el nuestro de estar en su circunstancia. En esta perspectiva, es más que un abuso del lenguaje denominar ''reformista" al bandolerismo. Estoy seguro que la aristocracia colonial percibía el hecho como una amenaza que tenía -al lado de una plebe numerosa, sin ingresos fijos, violenta y carente de control sobre ella, como nos enseña Flores- la fluidez suficiente como para que nadie pudiera verla con indolencia. De allí que considerar funcionales a los bandoleros es, en rigor, un abuso histórico: conociendo el desenlace de la trama, se pretende afirmar que las cosas tenían que ser así y no pudieron ser de otra forma; la posibilidad alternativa fue temida por los dominantes, que se valieron de la pena de muerte para exorcizarla.
Flores pretende reforzar su interpretación con las distintas percepciones sociales sobre los bandoleros, pero el que fuesen considerados "bandoleros sociales" por unos y "criminales" por otros, no autoriza a sostener que se trató de "un movimiento impreciso". ¿Estaría de acuerdo Flores Galindo con el historiador del futuro que, al estudiar nuestros at'ios, constatara similares versiones encontradas acerca de Sendero Luminoso y, siguiendo su inferencia, concluyera que, respecto a la sociedad peruana, era ''un movimiento impreciso"?
Mi segunda observación proviene de la curiosidad: ¿qué delitos eran los que purgaban los condenados de la época? Coinci· do enteramente con el peso informativo que les asigna el autor a las prisiones, pero los delitos efectivamente sancionados cons-
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tituyen un dato clave para entender la sociedad, cualquier sociedad. No sé si el autor tuvo acceso a la información requerida, pero ¿alguien podría dudar que, para entender el Perú de hoy, es revelador que más de dos terceras partes de la población penal femenina esté procesada por tráfico de drogas y buena parte del resto se halle encausada por delito de aborto?
Tercera y última observación. Me parece que su conexión final entre la existencia de la plebe y las características de la economía limeña paga un injusto tributo al economicismo como ingrediente de la interpretación histórica. Se intuye detrás la noción de ejército marginal de reserva, cuando Flores dice de la ple be numerosa que "su existencia era indispensable para el funcionamiento de una economía con un mercado de trabajo ... sumamente fluctuante". De nuevo, estamos enfrentados a la necesidad de que el rompecabezas arme perfectamente, como si alguien hubiese escrito la historia de antemano y los sectores sociales y sus personajes tuvieran que limitarse a seguir el libreto. Una especie de funcionalismo de izquierda desarrollado sobre los hechos consumados.
Esta interpretación, que cae sobrepuesta, forzada y sin elaboración, le quita fuerza a un texto verdaderamente iluminador de nuestra historia.
Paul Gootenberg Universidad de Chicago
Prof1•sor visitante de la Pontificia Universidad Católica del Perú
Apartado 1761 - Lima 1
El sello de un artesano hábil y maduro es que su obra, debida a una visión final lúcida, permite que la audiencia sienta la ilusión de que fue fácil realizarla. Apartadas de la vista están las semanas de lucha creadora con una materia prima dura. Vale la pena enfatizar para quienes no son historiadores, que las fuentes disponibles para estudiar los estratos populares en esta época son notablemente escasas, fragmentarias y difíciles en términos de la interpretación. Exigen un trabajo de estilo detectivesco que no siempre garantiza una narración
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completa ni menos aún conclusiones firmes. Realizar una investigación empír1ca sobre la "plebe" en Llma colonial constituye una contribución en sí, porque antes no sabíamos nada sobre el tema. El talento de Flores Galindo al hacer uso de las fuentes es aún más impresionante por su modestia, que cubre las dificultades intrínsecas con un estilo de escribir y pensar muy agradable.
Lo que quiero enfatizar en este comentario es que aun cuando las "alternativas" históricas en el Perú no sean perfiladas nítidamente como en otras regiones, los historiadores deben definirlas. Esta propuesta es sencilla: proponer la existencia de una alternativa es el primer paso para estudiarla. Puede usarse como una hipótesis, en estilo heurístico, que por ser "exagerado" demuestra las alternativas implícitas de cualquier explicación de cambio histórico. Después de resucitar el interés en el tema, pue-. de empezarse a atacar el problema con la evidencia empírica. Al fin se tiene una respuesta más analítica de cosas que antes eran ignoradas por ser obvias. Flores Galindo ha seguido, creo, este método tanto en su elección del tema (la plebe) como en su enfoque geográfico (como él dice, la región de estabilidad). Es decir , es el analizar lo que no ocurrió la tarea más perentoria, peligrosa y fecunda de la imaginación histórica. En realidad, toda la obra de Flores Galindo ha sido netamente sensible a las alternativas políticas o momentos escondidos de cambio potencial, y por eso ha contribuido tanto a nuestra comprensión de la cultura política peruana en distintas épocas.
Dada la excelencia del trabajo, debe provocar debate. Yo, en este momento, voy a comentar tres áreas dd ensayo: la economía limei'ia y su relación con la in migración, la noción de la plebe en su sentido amplio y el análisis de la violencia como forma de con trol social.
Merece más atención el contexto económico para aclarar la condición de la plebe limeña, particularmente dadas las referencias frecuentes en el trabajo a una crisis económica en Llma a lo largo de este período. Quizá Flores Galindo nos proporcione datos nuevos sobre la crisis en los otros capítulos de su tesis. Las fuentes tradicio-
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nales acerca del tema parecen deficientes. En muchos casos derivan de las quejas (lógicamente exageradas) del Consulado de · Comercio de Llma, cuando vio que perdía sus privilegios monopolísticos a fines del período colonial (y esto no constituye una prueba de que el comercio realmente declinó), o de los informes literarios de los burócratas españoles (quienes siempre soñaban con la expansión del Perú como emporio colonial). Investigaciones nuevas (como la de Fisher) sugieren una realidad económica más equilibrada. Flores Galindo enfatiza la llegada de miles de inmigrantes a Lima, quienes por falta de trabajo regular o de remuneración alta venían a formar la plebe. Pero ¿por qué, en primer lugar, dejaron su tierra y por qué se fueron a Llma cuando las oportunidades allá eran evidentemente tan estrechas? Si habían inmigrado a Lima como resultado de su "reputación" anterior de centro de lujo (como sostiene Flores Galindo), ¿por qué no regresaron a sus hogares después de su dura experiencia con la realidad económica? ¿Qué evidencia hay sobre un reflujo posible de inmigrantes? Esto cobra importancia aparte de la significación económica: Flores Galindo no nos ha dicho si la plebe limeña era una clase relativamente permanente o una muy transitoria. Si era pasajera, como sería lógico dada su descripción de la crisis, ¿no podría la falta de intereses fijos explicar en parte el conservadurismo atribuido a la plebe?
Posiblemente la economía limeria de entonces tuvo rasgos complejos . parecidos a la contemporánea, con un mercado de mano de obra "dualístico"; salarios nominales relativamente altos en algunos puestos al lado de un sector ''informal" de baja remuneración léste último esbozado brillantemente por Flores Galindo). Es probable. Las descripciones clásicas de la Lima colonial (como la de Haencke) siempre hablan de una "escasez de brazos" y de los altos jornales -y costos de subsistencia- de quienes trabajan. ¿Cuál era la causa de esta discrepancia entre la demanda de mano de obra y una oferta obviamente grande? ¿Sería una política exclusionista de los gremios, una falta de capacitación para empleos especializados por parte de los inmigrantes o qué sería? Esta segmentación en
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el mercado de trabajo podría influir en un flujo migratorio si los recién llegados hubieran pensado en jornales más prometedores. Pero tal vez explica algo más. Con una tasa de éxito (o movilidad hacia arriba) aún reducida, las ciudades tradicionalmente han atraído a numerosos aspirantes urbanos, difundiendo un mito de oportunidad. ¿Ha encontrado Flores Galindo alguna evidencia de plebeyos que sí mejoraron su posición entrando en el sector de jornales subidos? Si los pocos exitosos se quedaban (y probablemente no requerían mucho para tener ventaja sobre sus vidas anteriores) y una gran parte de los fracasados refluían, este patrón contribuiría a una situación estable en términos sociales. Y las expectativas no tienen que ser medidas solamente en categorías materialistas. La vida urbana puede prometer otras atracciones como formas de libertad imposibles en la vida provincial o rural: escape de relaciones sociales opresivas, rígidas o personales, escape de la condición de ser "indio" o aun (como el autor menciona) más libertad sexual. Lo que omite describir Flores Galindo son las aspiraciones de la plebe, si sentían o no la esperanza de mejoramiento en Lima, aun confrontados con las bajas condiciones de vida descritas. Por supuesto, es difícil encontrar datos sobre estas actitudes (era la época anterior a las encuestas sociológicas), pero parecen imprescindibles para entender la estabilidad de la plebe.
La noción adelantada por Flores Galindo de una plebe en Lima es clave, particularmente cuando con tanta destreza la relaciona con el desarrollo del trabajo informal brotando en contra de las instituciones económicas anteriores y cuando es analizada como un fenómeno temible (para la aristocracia) por estar fuera de los mecanismos vigentes de control social. La argumentación de Flores Galindo sobre el empleo de la categoría "plebe" y sus características es convincente. Pero permanecen todavía algunas dudas sobre la manera como se generaliza el concepto (al final del ensayo) para incluir la existencia de "la mayoría" de Lima. Si entiendo correctamente el argumento, se apoya en un nivel cultural, nivel que deS&llQllaba una división tajante entre los valores de las capas altas y una cultura popular emergente, hasta el punto
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de que realmente quedaron en Lima dos culturas distintas o dos grupos sociales diferentes.
A pesar de lo interesante de esta observación, la misma adolece de algunas debilidades. Parece basada fundamentalmente en ,una fuente: las. opiniones de los miembros de la aristocra4ia y de los viajeros. Flores Galindo normalmente toma mucho cuidado al interpretar fuentes, distinguiendo el casco verosímil de un observador de sus prejuicios ideológicos. Pero las élites de toda ciudad preindustrial casi siempre difunden una imagen generalizada de todos los grupos populares como "bárbaros", "brutos" u "ociosos". Es una manera de interponer distancia entre sí mismo y la mayoría pobre y de justificar el control sobre el aparato político. Flores Galindo ciertamente es conciente de este prejuicio, calificándolo como tal, pero sigue usándolo como aporte primario a su interpretación.
Las dudas sobre la plebe como fenómeno mayoritario vienen de tres consideraciones. Primero, carecemos aquí de evidencias desde el punto de vista de las clases populares; es decir, que ellas mismas hagan igual distinción. ¿Cuáles eran sus concepciones propias del honor, por ejemplo, o de su lugar social? Flores Galindo cita varios casos de pensamiento popular que reflejan valores "aristocráticos" como cualidades positivas, aunque en formas invertidas como en los mitos sobre bandidos. ¿No implica eso una serie de rasgos culturales compartidos con la clase que manda? ¿No puede esto sugerir la posibilidad de un proceso de "hegemonía" cultural de la élite sobre las masas (en el sentido gramsciano), las cuales habrían podido aceptar muchos de los valores aristocráticos y aun su "derecho" a dirigir? Esta puede constituir una hipótesis alternativa (o una tensión complementaria) a la noción de Flores Galindo de la distancia social entre la plebe y la "gente decente" como una causa de la tranquilidad social de la ciudad. Segundo, sí existe evidencia de un proceso de asimilación de valores en desarrollo. Algunas de las quejas comunes de la aristocracia limeña durante esta época eran precisamente que las clases populares no "sabían su lugar". Por ejemplo, es bien sabido el escándalo provocado por los esfuerzos de las mujeres pobres
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(especialmente las mulatas) por vestir en un estilo lujoso, imitando a las damas, y también eran famosos los gastos suntuarios de las cofradías populares. En tercer lugar, creo que Flores Galindo no enfatiza bastante el papel desempeñado en Lima por los grupos sociales que no eran de la aristocracia ni del "populacho": los artesanos, tenderos, medianos propietarios y chacareros. Estos sí eran grupos relativamente estrechos en comparación con la plebe (como lo nota), pero no debe descartarse que su influencia quizá era mayor. Eran ''intermediarios" entre la aristocracia y la plebe (y hay evidencias de que ellos se identificaban con la élite de la que dependían) y probablemente eran también el modelo para los sin oficio fijo. ¿Dónde influyó, por ejemplo, la ideología común en Lima del "artesano honrado"? La evidencia presentada aquí sugiere que algunos individuos de la plebe, por lo menos, tenían estas ambiciones. Esto se ve, por ejemplo, en los esfuerzos de los mercachifles para lograr un comercio pequeño estable o en las luchas de las castas para establecerse dentro de los gremios. Mi propia investigación sobre Lima en la época republicana temprana muestra una influencia desmedida de los sectores "medios" y su papel para controlar a la plebe. Creo que Lima era una ciudad bastante heterogénea y móvil como para hablar únicamente de dos tendencias sociales, y hay que tener en cuenta la posibilidad de influencia "desde arriba" (aun cuando uno quiere escribir la historia "desde abajo") dentro de este complejo social.
El análisis del clima de violencia vigente en Lima constituye uno de los logros más informativos del ensayo. Flores Galindo tiene razón al enfatizar la violencia popular como un factor decisivo y como ''válvula de escape" que raramente amenazaba a la aristocracia, y además la tolerancia para el castigo privado respaldado por las manifestaciones de violencia oficial. Estas son estrategias netamente coloniales. Sería mejor si el autor demostrara la incidencia de estas formas de violencia y los castigos respectivos. Por ejemplo, ¿cuál era la pena para un plebeyo que mataba a un aristócrata y viceversa? También hubiera sido interesante mostrar si la sanción de la violencia tenía
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efecto: ¿había un descenso en algunos crímenes después de una muerte en la horca? ¿Cuál era la percepción de las clases populares: la sanción era realmente considerada como amenaza personal o como otra forma de diversión? Y aparte de la violencia o coerción directa, ¿cuáles fueron las medidas tomadas para "disciplinar" a las capas populares? ¿No habían casas de pobres o "fábricas" para emplearlas ''útilmente"? (Sí, habían).
La relación entre violencia "privada" y "pública" en cuanto a la esclavitud merece algunos comentarios. Como justamente señala Flores Galindo, la existencia de relaciones serviles forma el escenario de fondo de la violencia . Pero a partir de su énfasis, Flores Galindo está sugiriendo que la coerción era la medida primordial para el mantenimiento de la esclavitud urbana, y sin la evidencia apropiada. Falta en el ensayo una discusión de las sanciones impuestas contra amos que mataban o dañaban a sus esclavos. Si la autoridad apoyaba completamente el' castigo privado, estas sanciones no existirían o serían ignoradas en la práctica. En el mundo moderno, cada sociedad con esclavitud ha vivido dentro de una interacción compleja que regulaba la relación amo-esclavo . Hay prerrogativas "feudales" o derechos tradicionales sobre el excedente y fa vida del esclavo. Se encuentran, además, prerrogativas "burguesas", en formas realmente confusas. El esclavo es una pieza de propiedad móvil, y el propietario disfruta de la libertad natural de uso o de deshacerse del esclavo. Estos dos rasgos contribuyen a la tendencia del control particular. Pero, por otro lado, el esclavo forma parte de la reserva del capital social en el ambiente capitalista, y ningún Estado puede ver con indiferencia su desgaste irresponsable por particulares. El Estado tiene más interés que el empresario individual en proteger el capital y la existencia misma de la clase que manda, evitando condiciones que provoquen la rebelión; ambos intereses a veces contradicen los "derechos" del amo. También (regresando a las prerrogativas de matices precapitalistas), una de las formas reconocidas para controlar a los esclavos es el "paternalismo"; el amo o el Estado asumen el papel de "protectores" o "padres" del esclavo. El historiador Eugene Geno-
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vese enfatiza este aspecto de la vinculación en su formidable interpretación de la estabilidad interna de la esclavitud norteamericana, relacionándolo con la idea de hegemonía cultural. Para operar de esta manera la violencia no puede ser manifiesta: tiene que convencer al esclavo de que su condición no libre es esencialmente benéfica. La esclavitud urbana peruana tradicionalmente es interpretada como una forma "ligera" en términos de tratamiento; y no hay 11_ue olvidar que con sus peculiaridades (de jornalero-esclavo) el esclavo posiblemente pensaba que su suerte era superior a la de la plebe, con su vida sumamente inestable. Probablemente todas estas fuerzas estaban en juego en el ambiente esclavista limeño, cada factor contradictorio llevando un peso distinto. ¿Cómo podemos sostener, entonces, que la violencia real y privada era el factor resaltante dentro de este complejo?
En suma, el ensayo de Flores Galindo es un ejemplo destacado y provocativo de la historia social actual y merece gran atención de parte de cualquier persona interesada en la historia.
Julio Cotler Instituto de Estudios Peruanos
Horocio Urteaga 694 Lima 11 - Perú
Se ha dicho muchas veces, tantas como para convertir estas afirmaciones en un lugar común, que la historia es ( o debe ser) la disciplina que estudia las estructuras, comportamientos y valores sociales, pero que, a diferencia de la sociología, la historia focaliza su atención en un momento del "pasado" -que muchas veces no es tal, puesto que puede prolongarse en el "presente"condicionando el tipo de fuentes y técnicas a las que recurre. Y, sin embargo, pareciera necesario recordar constantemente que estas diferencias no son suficientes para que no compartan problemas metodológicos y teóricos respecto al estudio de las condiciones del orden y del cambio, de la continuidad y las rupturas sociales. (Ver, por ejemplo, de Theda Skocpol y Margaret Somers, ''The Uses of Comparative History in Macro-50cial lnquiry"; asimismo, de Victoria
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E. Bonnell, ''The Uses ofTheory, Concepts· and Comparison in Historical Sociology", artículos en Comparative Studies in Sociology and History, vol. 22, No. 2, abril, 1980). En este sentido, el trabajo de Flores Galindo es un excelente motivo para hacer una lectura "sociológica", en tanto que en sus distintos escritos, y el que comentamos es una muestra más, procura un diálogo entre ambas disciplinas.
¿Cuáles son los factores de la estabilidad colonial en Lima? Para responder a este interrogante, el autor hace un rodeo y, llevando de la mano al lector, le hace ver las fuentes de intranquilidad existentes en esa sociedad para descubrirnos, indirectamente las pautas del orden. Flores Galindo nos p~senta a un sector social, las castas, como el agente y la expresión misma de la inestabilidad social. Las castas, nos dice, eran esos sectores populares "que no pertenecen a ninguno de los grupos definidos• (blancos negros e indios) ... Estos hombres excluidos y menospreciados, edificaron sus vidas en contestación cotidiana a la legalidad y religiosidad- vigentes". Pero e~te sector "marginal" a la norma estableada (los grupos establecidos) proyectó su frustración hacia otros sectores populares, los indios y no hacia los responsables de su situación de "exclusión". De ahí que el desahogo de las castas fuese funcional al sistema de dominación. Así el autor nos pone en la pista para la solución del problema, concluyendo que "la violencia contamina al conjunto de la sociedad, se introduce y propala en la vida cotidiana y agudiza las tensiones entre los grupos o sectores populares: escinde y fragmenta. Aquí radica precisamente su efectividad". Pero esta conclusión puede ser equívoca: ¿la violencia es responsable de la escisión y fragmentación, o al revés? Además, ¿cuál es la relación entre una y otra, cuáles son las mediaciones entre ellas? Estas relaciones tampoco se aclaran cuando el autor afirrna que "esta permanente tensión étnica que recorre y atraviesa a toda la sociedad colorual acentúa• la fragmentación de intereses". En efecto, una cosa es que haya divisiones
(*) Subrayado nuestro, J.C.
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étnicas y otra cosa es que ellas fragmenten los intereses populares; para llegar a esta conclusión debe explicarse cómo se produce esta derivación.
Así llegamos a comprender algunas proposiciones del autor para explicar la estabilidad del orden colonial. Nos encontramos ante una sociedad jerarquizada étnicamente, definida por una instancia "externa", donde los sectores populares se encuentran segmentados étnicamente, sus intereses fragmentados y en pugna. Pero Flores Galindo deja sin responder preguntas claves: ¿quién y cómo se definen los grupos, se segmentan los sectores populares, se fragmentan sus intereses y resultan en conflicto? Por último, ¿cómo se articulan jerárquicamente estos grupos?
Cuando escribimos "La Mecánica de la Dominación Interna", procuramos responder a una pregunta similar a la de Flores Galindo y explicar la dinámica de una sociedad colonizada, la sierra sur. Para ello propusimos un modelo explicativo que se conoció como el ''triángulo sin base", en el que' los segmentos étnicos se encontraban fragmentados (y opuestos) a nivel horizontal y vertical, articulándose clientelisticamente con un patrón. Luego, en "Clases,
RESPUESTA Alberto Flores Galindo
Universidad Católica Apartado 1761
Lima - Perú
Todos los comentarios me han parecido pertinentes. Podría proceder a discutir, uno a uno, los argumentos vertidos por sus autores, pero este procedimiento, a más de largo, me parece que sería poco leal con mi propio texto : se defiende solo o no se defiende. De manera tal que opto por referirme al cuadro general de preocupaciones en las que se inscribe el articulo "Los rostros .de la plebe" y únicamente en ciertos casos me referiré de manera directa a las criticas que he recibido.
Mi preocupación original es el problema del cambio y la permanencia en la sociedad
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Estado y Nación en el Perú", al tratar de comprender la persistencia de la sociedad colonial, nos referimos a sus orígenes patrimoniales, de acuerdo a las proposiciones teóricas de Max Weber. En este sentido, propusimos que la sociedad colonial estaba definida burocráticamente por un señor patrimonial (el Rey), quien organizaba la explotación colonial en estamentos (segmentación étnica) y corporaciones (fragmentación de intereses), articulados clientelísticamente con el Estado metropolitano. De ahí que la característica típica de esta situación derivara en los conflictos entre las distintas instancias estamentales y corporativas, en tanto que cada una perseguía lograr el favor del patronazgo estatal. Por lo demás, pareciera que los distintos modelos coloniales siguieron pautas semejantes.
La comprensión del fenómeno de la "desagregación" social característico de la dominación colonial no sólo es un problema que interesa a los historiadores en tanto constituye un problema contemporáneo, a pesar de los indudables avances en la integración social y política de los sectores populares.
colonial peruana. Aquí la independencia no fue producto de una revolución social y endógena, sino más bien se trató de un proceso importado y casi confinado a las transformaciones políticas. Una explicación verosímil es que en el Perú de 1820 no existía una voluntad (nacional o de clase) interesada en emanciparse de España. Pero si uno recorre la experiencia del país desde 1760 hasta la proclamación de su independencia, puede constatar que existieron diversos intentos en favor de una ruptura con la metrópoli, intentos que sin embargo acabaron en sucesivas frustraciones. La mayoría de ellos tuvieron como escenario el sur andino. En las antípodas -geográfica y socialmente hablando-, se encuentra el caso de Lima y los valles de la costa central. En este escenario, aparentemente, no hubo ningún movimiento a favor de la
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independencia. Decidí empezar mi indagación por estos territorios. Desde el inicio esbocé la posibilidad de encontrar una respuesta descomponiendo la estructura social de la capital virreinal.
Mi ensayo sobre la plebe forma parte de un trabajo mayor destinado a dibujar los diversos "grupos" o "clases" que componían la sociedad limeña de la época. Esta tarea fue guiada por el interés de comprender tanto los mecanismos de dominación y estabilidad de ese orden como aquellos que podían ponerlo en crisis cuando no cambiarlo y transformarlo. Estos mecanismos deberían manifestarse en la vida de todos los días, en la práctica entendida no sólo como los momentos excepcionales en · que emergen motines y rebeliones. Los tres primeros capítulos, de un texto que ahora se ha convertido en libro y que próximamente publicará la editorial Mosca Azul, se refieren a la clase alta. Sigue una segunda : parte, donde los capítulos se dedican respectivamente a los esclavos, la plebe (parte del texto publicado en Revista Andina) y la población indígena. Los personajes de estas dos partes se encuentran en la tercera, dedicada a revisar sus respuestas ante la crisis de la independencia. En este desarrollo, el capítulo sobre la plebe ocupa un lugar central no sólo en la economía del texto, sino además en su razonamiento.
En efecto. Quienes se habían ocup.ado.. de Lima a fines del siglo XVIII , casi siempre confundian a las " clases populares" (en el texto completo discuto la pertinencia de estos conceptos) exclusivamente con los esclavos. Trato de dar un giro sustancial a esta perspectiva llamando la atención sobre unos personajes que componían la mayoría de la población urbana y cuyas pautas y normas de comportamiento contagiaron a otros sectores sociales : ese conjunto de individuos y familias semiempleadas que conformaban la plebe de la ciudad. La inestabilidad ocupacional y la fragmentación de la plebe imposibilitaban organizar con eficacia y de manera constante las relaciones paternalistas que regían la vida, por ejemplo en las haciendas. No creo que en este casb estemos ante el modelo del triángulo sin base. Precisamente la imposibilidad de ejercerlo, junto con la rebeldía de los de abajo, condujo a una sociedad en la que el
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elemento predominante en las relaciones sociales fue la violencia. No se trata de cualquier violencia. Aunque hago breves comparaciones con otras realidades, me interesa siempre subrayar la particularidad del caso que estudio. La violencia de Lima es una violencia que corresponde a su estructuración social : es privada, particular y cotidiana. Logra alcanzar un relativo éxito para los dominadores porque no sólo se ejerce de arriba hacia abajo, sino también en dirección horizontal. Los enfrentamientos étnicos son un camino en esta especie de lucha de "todos contra todos", pero ponen también su cuota las disputas por el mercado de trabajo, por ejemplo. Todo esto trae a la memoria términos como "anomia" o '°disgre¡;ación".
Admito, siguiendo a Stern, que haría falta trabajar bastante más la organización (si la había) de la plebe y su universo cultural, pero lo que me parece cierto es que, a pesar de ser diversas, sus manifestaciones de malestar social (una de las cuales fue el bandolerismo) no derivaron en un movimiento social, no alcanzaron ese aliento necesario (mezcla· de continuidad y tradición) que reclama una noción como lucha de clases. Se ha podido hablar de un "movimiento de liberación indígena" ; alguien, incluso, se ha referido a un paralelo " movimiento de liberación negro". no se podría decir lo mismo para la plebe; pero no porque sus miembros compartieran la aceptación del orden colonial, sino porque esa violencia cotidiana terminaba abortando cualquier proyecto colectivo.
No quiero decir que esta sociedad se explicase sólo a partir de la violencia privada. Resumir de esa manera mi artículo sería el resultado de una lectura demasiado apresurada. He considerado en el artículo, además, a . la violencia organizada desde el Estado cólonial, a la acción de la iglesia y el cristianismo como mecanismo de consenso y ciertos espacios urbanos de encuentro entre grupos contrapuestos (ver páginas 326, 337 y 343). En otro lugar me he ocupado de las posibilidades que el sistema colonial podía ofrecer a los esclavos. Respondo así a Ch. Hunefeld. No · quisiera extenderme en los comentarios sobre violencia y familia. Este tema me parece central para aproximarse a la reproducción co-
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tidiana de una sociedad, pero en este mismo número de Revista Andina, en un artículo escrito en colaboración con Magdalena Chocano, me ocupo de los conflictos familiares de esa época. En este nuevo articulo se reitera la imagen de una sociedad enclaustrada y frustrante.
En función de esta última afirmación, sigo meditando en la objeción de Luis Pásara sobre mi supuesto "funcionalismo de izquierda". En la perspectiva del eventual cambio de esa sociedad . ni el bandolerismo ni la criminalidad urbana representaban alguna alternativa probable. Para expresar esto he calificado al bandolerismo de "reformista". pero, al igual que ahora, poniendo la palabra entre comillas y conciente de su carga anacrónica. El análisis histórico o el sociológico, a mi entender, deben combinar tanto el enfoque macro social (tendencias que podemos percibir desde afuera o a partir de los resultados) con el acercamiento más directo a los propios actores sociales y a sus objetivos. Esto último a veces se ve dificultado por la escasez de fuentes. Para la plebe, si bien abundan las menciones en los documentos (y no me explico cómo otros historiadores que han tratado de Lima colonial no advirtieron el tema•), no existe un fondo documental específico o una información continua. Quizá reflejando su condición a través de los años, las fuentes son tan dispersas, fragmentadas y heterogéneas, como lo era la propia plebe en la colonia. De manera que he debido reunir la información contenida en distintos archivos y en legajos que en apariencia sólo eran pertinentes para otros temas. Por eso, no todas las preguntas han encontradQ respuesta.
Quisiera insistir en que plebe no es sólo sinónimo de pobre; marginado tampoco lo es. Este último término, demasiado difundido en la sociología latinoamericana de hace algunos años, se inscribía en un razonamiento dualista de la sociedad y pretendía definir a un sector popular excluido del sistema en su conjunto. Estoy seguro que
• Entre las excepciones debemos mencionar a Mendiburu, Vargas Ugarte y Macera.
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no podría entenderse así a esas "clases populares" de Lima, aunque concuerdo en que haría falta buscar nuevas fuentes y repensar el tema. para precisar, ampliar o modificar la definición sobre la plebe , siguiendo en esto los atinados comentarios de Stern y Gootenberg. Me parece, además, que resta por trabajar todo lo referente al mercado de trabajo, los precios y los salarios en Lima. En otras palabras: al sustento material de la ple be.
Cotejando el artículo con sus comentarios, vamos percibiendo algunos derroteros posibles para nuevas investigaciones. Quisiera llamar la atención sobre otro tema : la historia del castigo y las prisiones. A pesar de la presencia casi obsesiva de este tema en la imaginación peruana (se habla hasta de un subgénero: "la literatura carcelaria"), es hasta ahora una página olvidada tanto por historiadores como por sociólogos. Quizá la brutalidad de algunos acontecimientos recientes (fugas de inculpados en Lurigancho y El Sexto, dos prisiones limeñas) ayude a reparar en la necesidad de entender esos espacios, donde se desnudan los mecanismos de dominación. Entendido así, el tema de las cárceles y las prisiones no aparece como una cuestión excepcional. En esa Lima del siglo XVIII, donde la cárcel casi se confundía con la misma ciudad, es una vía de aproximación a lo cotidiano.
La plebe no es un sujeto social fácilmente delimitable. A Jo dicho sobre las fuentes, quisiera añadir otras dos explicaciones : su heterogeneidad ocupacional y las fronteras poco precisas con otros sectores sociales. Para referirme a este último aspecto : pienso por ejemplo, hacia abajo, en el mundo lumpen de la ciudad y hacia arri.ba de la pirámide social, en los artesanos e incluso los pequeños comerciantes (tenderos, dueños de chinganas, etc.). Es igualmente difícil distinguir con claridad entre un esclavo y un plebeyo cualquiera. La esclavitud tenía en Lima un fuerte componente urbano. En el interior de las murallas, los esclavos vivían dispersos, trabajando para amos (la mayoría de los cuales no parecían ser muy ricos) que les exigían salir a las calles para "buscar jornal", y al terminar el día sólo una parte de lo que ganaban quedaba para ellos y un porcentaje para sus amos. En las calles y plazas, estos esclavos termi-
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naban disputando con la plebe el acceso al mercado de trabajo.
Plebeyo y limeño se convirtieron en s>nónimos por esos motivos, pero además porque entre 1760 y 1820, mi~ntras la plebe se incrementa, el número de esclavos, en términos relativos, no sigue ese mismo curso. Mientras la esclavitud estaba en un evidente proceso de disgregación, ese mundo de la plebe se cohesiona compartiendo
_(:oncepciones y comportamientos similares. a los que podríamos denominar como "cul~.
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tura urbana colonial". Este proceso culmi-1 na, en cierta manera, con la independencia. ;En 1821 , el ingreso de las tropas pa.triotas precipita el derrumbe de la aristocracia colonial. La clase dominante casi desaparece del escenario urbano. De otro lado, muchos esclavos huyen o consiguen su manumisión, pero esto no significa variar su condición económica y terminan claramente incorporados a la plebe. Los plebeyos que hemos visto en las calles limeñas del siglo XVIII, persistirán en la ciudad republicana.
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