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POR FEDERICO BIANCHINI Uno. Cuando era chico, durante las clases, esperaba el recreo para salir al patio y jugar a la mancha cadena con mis amigas. Crecí. Para los grandes, hay pocas formas de jugar. Los sueños, el sexo, la ficción. También está la crónica. Dos. En el patio de la escuela, las paredes no se atravesaban. En la crónica no se miente. Tres. Divertirse con la realidad. Si uno no se divierte al leer algo que escribió, difícilmente otro lo haga. Cuatro. No creo en la verdad, más que como algo que uno puede decir. Lo difícil es cómo decirlo. Cinco. Cada uno juega como quiere. No hay ética profesional. Hay ética personal. Seis. Si pensamos que una crónica que escribimos es demasiado buena, la estamos comparando mal. Siete. Aprovechar el azar. Ocho. Hacer archivo, armar preguntas, reportear, sufrir mientras se desgraba: odiar el periodismo, la crónica y todo lo demás, imprimir el texto, ir a un bar, pedir un café con leche con más leche que café, escuchar música, y recién ahí armar la estructura de la crónica. Y sólo entonces, escribir. Nueve. Leer la crónica en voz alta. Una vez, dos veces, tres veces. Diez. La crónica es una chica rápida. Voy atrás: sólo algunas veces la alcanzo y entonces sí, durante unos metros, corremos juntos de la mano.

Decálogo sobre la crónica

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Por Federico Bianchini

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Page 1: Decálogo sobre la crónica

POR FEDERICO BIANCHINI Uno. Cuando era chico, durante las clases, esperaba el recreo para salir al patio y jugar a la mancha cadena con mis amigas. Crecí. Para los grandes, hay pocas formas de jugar. Los sueños, el sexo, la ficción. También está la crónica. Dos. En el patio de la escuela, las paredes no se atravesaban. En la crónica no se miente. Tres. Divertirse con la realidad. Si uno no se divierte al leer algo que escribió, difícilmente otro lo haga. Cuatro. No creo en la verdad, más que como algo que uno puede decir. Lo difícil es cómo decirlo. Cinco. Cada uno juega como quiere. No hay ética profesional. Hay ética personal. Seis. Si pensamos que una crónica que escribimos es demasiado buena, la estamos comparando mal. Siete. Aprovechar el azar. Ocho. Hacer archivo, armar preguntas, reportear, sufrir mientras se desgraba: odiar el periodismo, la crónica y todo lo demás, imprimir el texto, ir a un bar, pedir un café con leche con más leche que café, escuchar música, y recién ahí armar la estructura de la crónica. Y sólo entonces, escribir. Nueve. Leer la crónica en voz alta. Una vez, dos veces, tres veces. Diez. La crónica es una chica rápida. Voy atrás: sólo algunas veces la alcanzo y entonces sí, durante unos metros, corremos juntos de la mano.