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Actas XV Congreso AIH (Vol. IV). COLUMBA C. GALVÁN GAYTÁN. Plaza Pública: Conversaciones del Pa... - PLAZA PÚBLICA: CONVERSACIONES DEL PAYO Y EL SACRISTÁN(UN PERIÓDICO DE JOSÉ JOAQUÍN FERNÁNDEZ DE LIZARDI) La extensa obra de folletos y periódicos de José Joaquín Fernández de Lizardi nos ofrece un amplio panorama del tiempo que le tocó vivir. Fueron momentos de cambios profundos en la nación mexicana al constituirse en un país independiente y elegir sus formas de gobierno. En este proceso estuvo inmersa la pluma de Lizardi para decir y dejarse decir. Desde la historia cultural se ha señalado un nuevo enfoque de estudio que pone atención a las sociabilidades culturales que implican las prácticas de la lectura, la circulación de lo escrito y la producción de un discurso 1 Apenas un atisbo a esas sociabilidades culturales quiero hacer aquí, al ocuparme de una muestra de la producción periodística de Fernández de Lizardi con el fin de explorar las condiciones de produc- ción de su discurso, así como la lectura del mismo por sus contemporá- neos; situando, además, estas premisas en la perspectiva de construcción de los espacios públicos de una sociedad que se abría paso a la moderni- dad, y entre cuyas tareas urgentes estaba, por ejemplo, la consolidación de su Independencia nacional. Recurro a la noción de espacios públicos sugerida por Franc;ois-Xavier Guerra y Annick Lemperiére -a partir de la noción de esfera pública establecida por Habermas. Ambos apuntan las peculiaridades que deben observarse en las sociedades hispanoameri- canas: La mayor parte de los espacios que encontramos aquí son muy concretos: la calle y la plaza, el Congreso y el palacio, el café y la imprenta. Y sobre todo, la ciudad, lugar por excelencia de la política. El público es aquí, ante todo, el pueblo concreto con toda su diversi- dad. Los encuentros y modalidades más intelectuales y etéreas de la comunicación y del intercambio de opiniones se producen en el 1 DANIEL ROCHE, "Una declinación de las luces", en Jean Pierre Rioux y Jean Frani,:ois Sirinelli, Para una historia cultural, Taurus, México, 1999, p. 42. -11- Centro Virtual Cervantes

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PLAZA PÚBLICA: CONVERSACIONES DEL PAYO Y EL SACRISTÁN(UN PERIÓDICO DE

JOSÉ JOAQUÍN FERNÁNDEZ DE LIZARDI)

La extensa obra de folletos y periódicos de José Joaquín Fernández de Lizardi nos ofrece un amplio panorama del tiempo que le tocó vivir. Fueron momentos de cambios profundos en la nación mexicana al constituirse en un país independiente y elegir sus formas de gobierno. En este proceso estuvo inmersa la pluma de Lizardi para decir y dejarse decir.

Desde la historia cultural se ha señalado un nuevo enfoque de estudio que pone atención a las sociabilidades culturales que implican las prácticas de la lectura, la circulación de lo escrito y la producción de un discurso 1

• Apenas un atisbo a esas sociabilidades culturales quiero hacer aquí, al ocuparme de una muestra de la producción periodística de Fernández de Lizardi con el fin de explorar las condiciones de produc-ción de su discurso, así como la lectura del mismo por sus contemporá-neos; situando, además, estas premisas en la perspectiva de construcción de los espacios públicos de una sociedad que se abría paso a la moderni-dad, y entre cuyas tareas urgentes estaba, por ejemplo, la consolidación de su Independencia nacional. Recurro a la noción de espacios públicos sugerida por Franc;ois-Xavier Guerra y Annick Lemperiére -a partir de la noción de esfera pública establecida por Habermas. Ambos apuntan las peculiaridades que deben observarse en las sociedades hispanoameri-canas:

La mayor parte de los espacios que encontramos aquí son muy concretos: la calle y la plaza, el Congreso y el palacio, el café y la imprenta. Y sobre todo, la ciudad, lugar por excelencia de la política. El público es aquí, ante todo, el pueblo concreto con toda su diversi-dad. Los encuentros y modalidades más intelectuales y etéreas de la comunicación y del intercambio de opiniones se producen en el

1 DANIEL ROCHE, "Una declinación de las luces", en Jean Pierre Rioux y Jean Frani,:ois Sirinelli, Para una historia cultural, Taurus, México, 1999, p. 42.

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espacio compartido de las relaciones personales, del vecindario, del parentesco y de la pertenencia a las mismas instituciones2

El período que cubre la obra de Lizardi ( 1808-1827) es justamente esa etapa en la que están construyéndose los espacios públicos. El estableci-miento de la libertad de imprenta por la Constitución de Cádiz a partir de 1812 significó una amplia y nueva irrupción de voces en portales y cafés, acostumbrados ya al voceo de periódicos y comentarios sobre ellos entre los parroquianos. El discurso periodístico de nuestro autor es una excelente muestra del universo del impreso en el conjunto de elementos que definen a éste: autores, editores, venta, lectura, ideas, polémicas, diálogo, representaciones colectivas, lectores-escuchas, espacios públicos y opinión pública. Nos interesa destacar ahora los dos últimos elementos para la prensa lizardiana, pues resulta sin duda muestra ejemplar en la estructuración de ambos.

Un hecho es claro y definitorio para iniciar la exposición: la intención de nuestro autor de influir en su realidad social. Su discurso, por tanto, es abierto y sencillo, con propuestas y polémicas. Siempre dispuestos al diálogo, el autor y su discurso se presentan a la lectura con toda la intencionalidad de comunicación, de dar a conocer hechos y situaciones para formarse una opinión y, en consecuencia, proceder a la acción. Paul Ricoeur ha planteado la conveniencia de acercarnos a las teorías de la lectura desde el polo del autor hacia el del lector, el cual es el mediador entre configuración y refiguración del relato (histórico o de ficción). La configuración es el cómo construye el autor su discurso, cómo se explica él mismo o cómo quiere explicarnos un mundo. La refiguración es el campo del lector, cómo recibe la explicación, el relato del autor. Es en este momento de la lectura donde el discurso adquiere pleno sentido:1•

Chartier señala que "gracias a la mediación de esta lectura (o de esta escucha), construyen los individuos una representación de ellos mismos, una comprensión de lo social, una interpretación de su relación con el mundo natural y con lo sagrado"4

Lizardi mismo es lector de su discurso cuando polemiza con sus críticos y revisa lo escrito por él y lo "leído" o comprendido por sus

2 FRAN<:,;OIS-XAVIER GUERRA y ANNICK LEMPÉRIÉRE, Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII-XIX, Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos-F.C.E., México, 1998, p. 10.

:i PAUL RICOEUR, Tiempo y narración, Siglo XXI, México, 1996, t. 3, p. 868. 4 ROGER CHARTIER, El mundo como representación. Estudios sobre historia cultural,

Ge clisa, B arce lo na, 1 992, p. i.

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críticos. El objetivo de todos era llegar de manera clara y puntual a un público lector-escucha que se pretendió abarcase más allá del pequeño grupo letrado con posibilidades de escribir y publicar. Recordemos que Lizardi es ejemplo del autor que "escribió para comer" -como le fue espetado una y otra vez-; que dependió de los suscriptores para dar al público sus papeles.

Fernández de Lizardi señaló en sus escritos la necesidad de publicar oportunamente periódicos y folletos. En un texto irónico titulado "Pragmática, bando o quién sabe qué, mandado publicar por la Razón, el Tiempo y la Experiencia", escribe:

Rogamos y encargamos a los señores censores: no dilaten mucho las obras de los autores que se someten a su revisión, así por excusar a éstos los atrasos que se les siguen de la dilación, como por estar mandada la más posible prontitud en su despacho por decreto de marzo último, dado por el señor don Fernando VII (que Dios guarde). Teniendo dichos señores presente que hay papeles que son como los arbolillos de pólvora que hacen los coheteros, que en no estando para el día y la hora de la fiesta, se quedan con ellos y pierden su trabajo, y hay otros que en no saliendo a la luz del día que el público los espera, según los autores les previenen, pierden el crédito, y ya después, aunque salgan, tienen poca aceptación y compradores".

Lizardi escribe con clara conciencia de autor de ideas, se responsabili-za de sus críticas y responde a quienes lo increpan. Sabe que

el que se dedica a escribir al público, y más si trata de rebatir errores añejos, está expuesto a ser aplaudido o silbado lo mismo que el cómico en las tablas, el toreador en la plaza o el volantín en la maroma, y como sucede a estos pobres, tal vez por el mirón más zonzo y para nada';.

5 JosÉjOAQUÍN FERNÁNDEZ DE LIZARDI, Alacena de Frioleras [núm. 27], en Obras. T. 4: Periódicos. Alacena de Frioleras. Cajoncitos de Úl Alacena. Las Sombras de Heráclito y Demócrito. El Conductor Eléctrico, ed. M. R. Palazón Mayoral, UNAM, México, 1970, p. 166.

¡¡ JosÉjOAQUÍN FERNÁNDEZ DE LIZARDI, Obras. T. 3: Periódicos. El Pensador Mexicano, eds. María Rosa Palazón Mayoral y Jacobo Chencinsky, UNAM, México, 1968, p. 82.

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De 1812 a 1827 publicó nueve periódicos, todos ellos de corta vida. El primero, de mayor duración y el más accidentado fue El Pensador Mexicano, publicado entre 1812 y 1813. En la introducción a su segundo periódico, Alacena de Frioleras (mayo de 1815), Lizardi describe el panorama de las publicaciones periódicas al decir que presenta su periódico: "a ver si por casualidad logra alguna buena acogida ... Dije que por casualidad, porque juzgo que correrá la misma suerte que algunos de sus compañeros: esto es, que puede ser su duración tan efímera, que hoy vea la luz pública y mañana se le canten las exequias"7

A tan poco prometedor futuro para sus empresas periodísticas, Lizardi dio como respuesta un nuevo título y un nuevo empeño en hacer oír su voz. El 21 de agosto de 1824 publica el primer número de las Conversaciones del Payo y el Sacristán. Durante ese año salen al público un total de 25 números que forman el tomo 1, la mayoría publicados regularmente cada tres o cuatro días, el último está fechado el 16 de diciembre. En 1825 saldrán 25 números más que forman el tomo 2, más dos alcances a los números 19 y 25, este año la publicación es irregular, el primero está fechado el 12 de enero y el último el 12 de julio. Los dos tomos de las Conversaciones hacen un total de 523 páginas (en 4°, común en la época); ambos fueron impresos en la Oficina de Ontiveros, a donde remitirá Lizardi para su adquisición. En una nota que cierra el número 25 del tomo 2 apunta: "Desde el 18 de éste se hallará esta obra en la librería de Ontiveros. No hay más que sesenta ejemplares; lo que puede servir de gobierno"ª. Publicar 50 números de un periódico con 523 páginas en total no es poca cosa, y nos permite apreciar el espíritu de un autor que pretendió contribuir a la educación y bienestar de su patria -como repitiera en múltiples ocasiones.

"EN QUE SE TRATAN ASUNTOS MUY INTERESANTES A LA PÚBLICA ILUSTRACIÓN" Las palabras de este apartado completan el título de las Conversaciones del Payo y el Sacristán, con el cual apreciamos fielmente la intención de su autor: No se trata de hablar sobre cualquier cosa, sino de temas elegidos que caen dentro del interés y competencia del bien público. N átese como

7 J. J. FERNÁNDEZ DE LIZARDI, Obras, t. 4, p. 23. 8 FERNÁNDEZ DE LIZARDI, Obras T. 5: Periódicos. El Amigo de la Paz y de la

Patria. El Payaso de los Periódicos. El Hermano del Perico que cantaba la Victoria. Conversaciones del Payo y el Sacristán, ed. M. R. Palazón Mayoral, UNAM, México, 1973, p. 549.

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aún se refiere Lizardi a la "pública ilustración"; en los diferentes números de los periódicos alternará el uso de este concepto con el de bienestar público.

En los años de publicación de las Conversaciones ( 1824-1825) la patria de Lizardi era una república federal y a su defensa dedicó este periódico. Se había inaugurado el tiempo de los ciudadanos libres que podían opinar sobre cualquier asunto de Estado y crear con ello los espacios públicos de exposición de planes e ideas que apelaban a una naciente opinión pública. La opinión pública será vista como la voz del pueblo, aun cuando los escritos y opiniones procediesen de la clase letrada: sobre este punto es necesario rescatar la novedad y significación de que "empieza a fabricarse una sociedad de opinión y de libre examen"9

• Esta construc-ción de la opinión pública como voz del pueblo, permite franquear el umbral de la política moderna10

• Desde sus primeros periódicos, Lizardi se asoma a esa puerta y luego la cruza firmemente para dirigirse constantemente a sus compatriotas o conciudadanos. Estas Conversaciones nos dan muestra de ello. Los personajes son representativos del pueblo, los podemos encontrar en cualquier lugar del país; resulta significativo que sus opiniones se hagan escuchar frente a las de interlocutores pertenecientes a los grupos ilustrados. Además, son voces que opinan sobre política. Desde su lugar de origen, alejados de la capital del país, preguntan y cuestionan sobre el desarrollo de la vida política; luego, pasarán largas estancias en la ciudad, observando aquí y allá. En el número uno de las Conversaciones el Payo afirma:

... me dicen que todo México está volteado de arriba abajo; que el Palacio está que ni quien lo entienda; que de una secretaría se han hecho cuatro; que son los negocios tantos, que ni esas cuatro pueden dar a basto; que hay negocios que se están en los acuerdos meses y meses, que los cuerpos de guardias se han vuelto pasadizos, y las cocinas oficinas; que la Inquisición se ha vuelto escuela, cárcel y Congreso; que la Cruz de los Talabarteros la llevaron quién sabe dónde; que la Universidad se ha hecho caballeriza real; que Mixcalco

9 RENÁN SILVA, "Prácticas de lectura, ámbitos privados y formación de un espacio público moderno. Nueva Granada a finales del Antiguo Régimen", en F.-X. Guerra y A. Lempériére, op. cit., p. 81.

10 FRANC::OIS-XA VIER GUERRA, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, 3• ed., Mapfre-F.C.E., México, 2000, p. 303.

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se ha pasado a la Plazuela de la Paja; que los muladares de San Lázaro los han puesto en la Plaza Mayor ... 11

La lista sigue; la respuesta del Sacristán señala: "todo está como siempre, aunque se han variado algunas cosas; pero es preciso, porque cuando se varían las cosas esenciales de un sistema de gobierno, es fuerza que se varíen las accesorias" (p. 31 ).

Frente a la nueva república, Fernández de Lizardi revisará en sus Conversaciones asuntos que importan a su conservación y buen funciona-miento institucional. La elección del diálogo como género literario implica no sólo el deseo de facilitar la lectura y atraer a los lectores-escucha, sino el de ser incluido en otras conversaciones y provocar "opinión". El mismo autor, Lizardi, es invitado a participar por sus personajes en varias conversaciones.

"COMO YO ME LO PENSÉ"

Así titula Lizardi la Undécima Conversación del tomo 2; en ésta, el tema tratado es pilar del pensamiento lizardiano: la tolerancia religiosa. La conversación se desarrolla a propósito de un artículo inserto en el Águila Mexicana y publicado originalmente en el Times de Londres sobre la Constitución mexicana: se ocupa del artículo 3°, que estableció la religión católica como la de la nación mexicana, con prohibición de ejercicio de cualquiera otra12

• Para nuestro autor, este artículo constitucional fue un grave error que señaló siempre; se manifestó reiteradamente a favor de la tolerancia religiosa.

En esta Undécima Conversación la voz misma del Pensador se agrega a la de los otros dos personajes, como un actor más en la escena, y sostiene: "Sólo las leyes de la naturaleza son invariables; pero las humanas siempre son susceptibles de derogaciones y reformas: luego que la experiencia hace ver que una ley es perniciosa, se puede y se debe derogar"u. Abunda Lizardi diciendo que trabajó cuanto pudo para que no se sancionara esta intolerancia; el Payo, díce recordar "varios escritos de usted sobre esto, y especialmente de los titulados: La herejía justificada y desengaño de viejas, donde probó usted que la tolerancia era conforme al

11 FERNÁNDEZ DE LIZARDI, Obras, t. 5, PP· 29-31. 12 !bid., p. 374. 13 !bid., p. 375.

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espíritu del Evangelio y de necesidad política en nuestras circunstancias" 14

Esta Conversación nos da margen a varios comentarios. Primero, queremos destacar la presencia del autor para reforzar el mensaje que por sí mismo ofrece su periódico al llevar su firma -recordemos la batalla lizardiana con sus polemistas que publican en forma anónima. En un número anterior, el Sacristán había señalado: "Ésa es la ensayada de los enemigos de El Pensador, decirle mil injurias, amontonar disparates, y no tener valor para sacar la cara en el público" 15

• La publicación de esta Undécima Conversación dio motivo a réplicas en varios papeles, entre ellos uno firmado por El Inválido: Por más que hable El Pensador no hemos de ser tolerantes, sino cristianos como antes, del que se ocupará Lizardi en su Décimatercia Conversación del tomo 211

'.

Segundo, la lectura de noticias de otros periódicos por parte de los personajes es recurrente, sobre todo de las que aparecen en las páginas de El Sol y el Águila Mexicana, que a su vez las toman de otras publicacio-nes nacionales o del extranjero, con lo cual apreciamos además la circulación de periódicos e informaciones de varios lugares en el centro político del país.

Tercero, las referencias a otros escritos del mismo Pensador, en esta ocasión sobre el tema de la tolerancia religiosa; en otras Conversaciones aparecen anuncios de venta o suscripciones a varios papeles de nuestro autor.

Por último, pero no en último lugar y quizá en primero por la importancia del tema en la obra del Pensador Mexicano, está el hecho de que la tolerancia religiosa "era conforme al espíritu del Evangelio y de necesidad política en nuestras circunstancias".¿ Y cuál era esa "necesidad política en nuestras circunstancias"?: la necesidad de reconocimiento de la Independencia nacional por países extranjeros, en particular de Inglaterra, para atraer inversiones al desarrollo económico de una nación en crisis. Porque si bien Lizardi fue consciente de esta necesidad, también quiso garantizar la soberanía nacional frente a las potencias extranjeras. Su batalla fue de largo alcance; alertó a sus conciudadanos

ll !bid., p. 374. L\ !bid., p. 153. Esto se asienta en la Undécima Conversación del tomo 1, de fecha

2 de octubre de 1824. En los números 19, 20 y 21 del mismo tomo, polemizará con La Pretendienta, quien por supuesto no es "una mujercilla fanática y sin letras" (ibid., p. 21ti), sino un "medio clérigo, antiguo enemigo de El Pensador" (ibid., p. 217 ).

tli Véase ibid., pp. 386-395.

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sobre las amenazas de la Santa Alianza para reconquistar el país y sobre la conveniencia de permitir la tolerancia religiosa por el bien de todos. Su 13° Conversación del tomo 2 lleva por título "Todos los buenos cristianos toleran a sus hermanos". Desde la Tercera Conversación del tomo 1 había dicho por boca del Sacristán:

Lo que ciertamente les conviene a las casas fuertes de Londres es llevarse nuestras monedas por vía de lícita negociación y, reconozca su pabellón o no reconozca nuestra Independencia, nunca perderán un peso en sus negociaciones; porque fijándose éstas en el crédito de la nación, ella pagará si la España sucumbe; y si nos reconquista, ésta pagará de buena gana: de suerte que de cualquier modo nosotros vamos a jugar al gana pierde (p. 294).

En otra Conversación, el mismo Sacristán da a conocer la receta que le dio "un político para que las naciones reconozcan nuestra Independencia y hagan con nosotros tratados de amistad, sin que tengamos mucho que agradecerles" (p. 363):

Recipe: de fusiles listos con bayonetas bien afiladas y sus respectivos soldados, doscientos mil; de artillería, obuses, morteros, bombas, granadas, pólvora y balas, lo que baste; quintaesencia de unión y amor patrio destilado por alambique, dos arrobas; todo esto se mezcla y se guarda para el uso, bien tapado para que no se evapore (id.).

"QUE SE DÉ A Dros LO QUE ES DE Dios Y A LA REPÚBLICA LO QUE LE PERTENECE" 17

Haber sido excomulgado en 1822 y padecido público rechazo no hizo retroceder a Fernández de Lizardi en sus críticas al alto clero mexicano. En estas Conversaciones sostuvo nuevamente la necesidad de prescindir de esa "parte descansante de la Iglesia" que formaban los prebendados de los cabildos eclesiásticos -tal como les llamó el Compadre de la Tapatía en uno de los folletos citados por el Payo y el Sacristán. Quizá el primero entre sus contemporáneos, y tal vez el único, nuestro autor se detiene a señalar y criticar la riqueza de la Iglesia en su alta jerarquía, se dirige a los canónigos diciendo: "en los cofres de ustedes hay muchas amarillas que fuera bueno les diera el sol"; esas amarillas eran doblones de oro que hacía falta circularan en beneficio de la economía nacional, e incluso del propio clero, refiriéndose al clero bajo formado por los sacerdotes que

17 !bid., p. 132.

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asistían al pueblo en ciudades, pequeñas poblaciones y rancherías. Para ellos pide un salario justo que les permita vivir de su ministerio y que libere a la población del injusto pago de diezmos y derechos parroquiales.

Señala nuestro autor la conveniencia de que el gobierno federal y los Congresos de los Estados fueran los responsables de administrar la riqueza eclesiástica, a la cual debía recurrirse para la defensa del país si fuese necesario. No propone la nacionalización de los bienes eclesiásticos, pero sí señala los beneficios que al país traería disponer de esa riqueza; sin olvidar a los propios clérigos y, sobre todo, en caso de necesitarse, por la posibilidad de organizar un ejército disciplinado y bien pagado para la defensa del país. En la Séptima Conversadón del tomo I escribe: "maliciosos de portales y cafés [ ... dicen que si se] arreglaran las escandalo-sas rentas de obispos y canónigos se hallaría el gobierno con un fondo muy abundante para sostener un ejército de cincuenta mil hombres sin necesidad de gravar a los pueblos" (p. 123). En otro lugar dirá Lizardi que para pagar un ejército, "nada, nada debe respetarse, ni sueldos, ni alhajas, ni diezmos, ni la plata de los templos, ni las custodias mismas" (p. 119). En voz del Payo dice abiertamente: "Por eso yo, en el supuesto dicho de ser gobierno, no les quitara las canonjías que les dio el rey, sino la plata que les da la nación" (p. 136). No escapa a la observación de nuestro autor el hecho de no querer tocar a la Iglesia por miedo a una guerra interna: "se cree que el clero tiene un influjo sobre el pueblo capaz de moverlo a su opinión, sea la que fuere; y por evitar una guerra religiosa, el gobierno disimula ... " (p. 380). Aunque no se declara abiertamente por la nacionalización de los bienes de la Iglesia, sí nos da a conocer el hecho de que en la república de Chile se llevó a la práctica: "El gobierno de Chile ha hecho una reforma importante en el clero. Ha confiscado los bienes de la Iglesia para uso del Estado, dando a los clérigos una compensación de cierto estipendio anual" (p. 376). Por otro lado, esta noticia se comenta al haber sido incluida en las páginas del Águila Mexicana, como un artículo procedente de Nueva York.

Otro asunto de gran importancia en la crítica a la Iglesia, presente en estas Conversaciones, es el voto de las monjas a la corta edad de 15 o 16 años; Lizardi abogará porque no se tomen hábitos antes de los 25 años, y aún así debía permitirse renunciar a ellos. Continúa sosteniendo que la condición ideal de las mujeres es la de madres de familia, cuidando de sus hijos y esposo, y guiadas por este último.

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CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE UNA REPÚBLICA IMAGINARIA Uno de los temas de mayor importancia que ocupan la pluma lizardiana en las Conversaciones del Payo y el Sacristán, por la "circunstancia política que se vive", es el de la publicación de la "Constitución política de una república imaginaria" que abarca los números 16 a 24 del segundo tomo. En ocho títulos y 116 artículos, el Payo y el Sacristán, como cualquier hijo de vecino a quien no se hace caso pero quiere expresarse, acometen la tarea de organizar la vida republicana. El Payo reconviene al Sacristán diciendo: "Advierta usted que no somos literatos, que usted no pasa de Sacristán, ni yo de un ranchero" (p. 416). La respuesta no se deja esperar:

Eso no me espanta; rancheros he visto yo, que parecen literatos y literatos que parecen rancheros; conque ¡zas!, manos a la obra, y vamos a organizar la República a nuestro modo. Usted se llama Cámara de Senadores y yo, Cámara de Diputados. Entre los dos discutimos nuestras proposiciones y luego que estemos acordes, fijamos los artículos respectivos (id.).

Los ocho títulos de su Constitución imaginaria son: De los ciudada-nos, sus derechos y privilegios; De la forma de gobierno de la nación; De la administración de justicia en lo criminal; De las fuentes de la riqueza nacional y del modo de hacerlas comunicables entre todos los ciudada-nos; Del fomento de la industria o de las artes; Reforma Eclesiástica; De la libertad de imprenta y De la Ensalada. El nombre jocoso de este último título es de la mayor seriedad pues se refiere al arreglo del ejército y policía militar interior.

Enumero tan sólo los títulos que integran esta Constitución para dar idea de los asuntos sobre los que opina Fernández de Lizardi, y que da a las prensas con el objetivo de ser leído, escuchado y criticado. Todos estos aspectos son "asuntos del día" que se ventilaban y discutían en un espacio público en construcción. Una vez más, con estas Conversaciones, Lizardi llevó a la plaza pública su voz; quería revisar lo ocurrido con su nación, la cual, dice, aún siendo República, "tiene muchos picos que es necesario recortarle, y mientras no, bien podrá llamarse república-monárquica, aristo-democrática-moderada" (p. 149).

Un último detalle nos ofrece un aspecto del carácter de nuestro escritor: a lo largo de los 50 números de las Conversaciones, de manera reiterada trae a colación el hecho de que el cabildo eclesiástico de la ciudad de México no había puesto las armas de la República en sustitución de las del rey en la puerta de la Catedral. Se pregunta Lizardi: "¿no habrá quien pinte allí un aguilita, aunque sea con carbón?" (p. 122);

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para mayor agravio nacional -recordemos que la nación somos todos-, en ocasión de la conmemoración del 15 de septiembre, la Catedral lució un adorno en que el león hispano devoraba un carcaj indígena. Los símbolos hablan de los sujetos, los unen. Por eso Fernández de Lizardi no deja de señalar este hecho, porque el lugar señalado como espacio de poder debía ser ocupado por el águila de la República. Desde estos pequeños detalles con gran significado, hasta los temas de mayor envergadura en la configuración de la nueva República, se ocupa Fernández de Lizardi en las Conversaciones del Payo y el Sacristán, en una etapa de cambio de las formas de organización y participación política nacionales que dará vida a un nuevo país. Para comprender su devenir y comprendernos, escuchemos las voces de estas Conversaciones y hagamos opinión.

COLU MBA C. GALVÁN GAYTÁN

Universidad Nacional Autónoma de México

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