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- 1 Aproximarse a un enclave del medio rural español, como Cerezales del Condado, im- plica tomar consciencia de lo que significa participar de una idea de vecindario. El tra- bajo a través de la cultura de la Fundación Cerezales Antonino y Cinia (FCAYC) trata de asimilar lo que suponen dichas formas de relación y sus distintas escalas. Dentro del campo de investigación de disciplinas como la filosofía y la sociología surgen posibilida- des para pensar nuevas actitudes mediante las cuales abordar la configuración de ese espacio colectivo. La crisis demográfica, su relación con la pérdida de consistencia de la condición ciudadana y algunos de los fenóme- nos que hacen emerger la misma constituyen una materia de investigación y acción diaria para el equipo de la Fundación. Multitud de matices, que particularizan una constelación de posibles escenarios y a una “ciudadanía Golem” en estado embrionario en unos casos, deslumbrante en otros, e incluso en pleno ejercicio de contracción y enfriamiento en numerosas situaciones. Este texto supone, por lo tanto, una aproximación a esa mez- cla fluida de vecindarios, tiempos, sistemas informales de relación, así como a algunas otras de las fibras que irrigan una parte del medio rural, entre las cuales el equipo de FCAYC busca injertarse. ABSTRACT Approaching a Spanish rural enclave, such as Cerezales del Condado, implies becoming aware of what it means to partake in an idea of neighbourhood. Foundation Cerezales Ato- nino and Cinia’s (FCAYC) work through culture, attempts to assimilate the implications of these forms of relating and their differing scales. Disciplines such as philosophy and sociology offer possibilities to rethink novel attitudes through which the configuration of this collective space might be addressed. The demographic crisis, its relation to the loss of consistency within citizenship and the resulting emergent phenomena, cons- titute a daily matter for investigation and direct action for the team at the Foundation. A multitude of nuances which particularise SOBRE VECINDARIOS, CIUDADANÍA GOLEM Y OTROS INJERTOS EN EL MEDIO RURAL No es nada sencillo asimilar las escalas y reconocer las formas de relación que articulan, hoy en día, el denominado medio rural. Enfrentarse a una extensión forestal, agrícola o ganadera y hacer de ella un medio de subsistencia. Asentarse en un pueblo y participar de su vida pública –saludarse, prestar ayuda o formar parte de un conflicto– y privada. Sostener en minoría y al margen de la atención de los medios servicios públicos y privados: de la junta vecinal, la escuela y el centro de salud al veterinario, el taller de maquinaria agrícola o la cantina. Todas estas son experiencias que han abandonado el marco de lo cotidiano para la inmensa mayoría de la población española y europea. En concreto de casi el 80 por ciento de la población, la urbana, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística acerca de la dispersión de los habitantes en el territorio español. Para «quien ha tenido pueblo» es posible vivir, en el mejor de los casos, el recuerdo de esas experiencias, su imagen idealizada o desenfocada. Lo más frecuente es aproximarse a ellas desde perspectivas transeúntes, turísticas y efímeras, unas aproximaciones parciales y empaquetadas en forma de ocio como formato más habitual. Tras la amalgama indefinida que representa ese contenedor indiscriminado, en el cual las claves que dan sentido a la relación entre significante y significado emergen, brillan por un instante y se desmoronan al momento, se encierran multitud de matices que particularizan una constelación de posibles medios rurales, en estado embrionario en unos casos, deslumbrantes en otros, e incluso en pleno ejercicio de contracción y enfriamiento en numerosas situaciones. Esta introducción no es pues un alegato por la «salvación» global del o de los posibles medios rurales, ni por su redención. Ni siquiera trataremos de valernos o de ampararnos en claves de un pretendido «activismo cultural» para abordar las siguientes líneas. Parapetarnos en el lenguaje y las imágenes del activismo es una tentación frecuente y legítima en un contexto de fragilidad, como suele llevar aparejado la aparición en casi cualquier escenario del término rural. Es útil a la hora de describir algunas de las estrategias, filtros o recetas que empleamos para tratar de mezclarnos con sus flujos e implicarnos en sus lógicas por parte de quienes proponemos prácticas en este contexto pero, por contra, conlleva con frecuencia la construcción de numerosos clichés. De esa mezcla fluida sí hablaremos y de vecindarios, tiempo, derechos consuetudinarios, sistemas informales de relación y algunas otras de las fibras que irrigan una parte del medio rural, entre las cuales el equipo del que formo parte busca injertarse. DEL EMBRIoN A LA SUPERNOVA ALFREDO PUENTE ALONSO Huerta Abierta. FCAYC. Otoño 2016. Cerezales del Condado. CC BY SA FCAYC.org

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Aproximarse a un enclave del medio rural español, como Cerezales del Condado, im-plica tomar consciencia de lo que significa participar de una idea de vecindario. El tra-bajo a través de la cultura de la Fundación Cerezales Antonino y Cinia (FCAYC) trata de asimilar lo que suponen dichas formas de relación y sus distintas escalas. Dentro del campo de investigación de disciplinas como la filosofía y la sociología surgen posibilida-des para pensar nuevas actitudes mediante las cuales abordar la configuración de ese espacio colectivo. La crisis demográfica, su relación con la pérdida de consistencia de la condición ciudadana y algunos de los fenóme-nos que hacen emerger la misma constituyen una materia de investigación y acción diaria para el equipo de la Fundación. Multitud de matices, que particularizan una constelación de posibles escenarios y a una “ciudadanía Golem” en estado embrionario en unos casos, deslumbrante en otros, e incluso en pleno ejercicio de contracción y enfriamiento en numerosas situaciones. Este texto supone, por lo tanto, una aproximación a esa mez-cla fluida de vecindarios, tiempos, sistemas informales de relación, así como a algunas otras de las fibras que irrigan una parte del medio rural, entre las cuales el equipo de FCAYC busca injertarse.

ABSTRACTApproaching a Spanish rural enclave, such as Cerezales del Condado, implies becoming aware of what it means to partake in an idea of neighbourhood. Foundation Cerezales Ato-nino and Cinia’s (FCAYC) work through culture, attempts to assimilate the implications of these forms of relating and their differing scales. Disciplines such as philosophy and sociology offer possibilities to rethink novel attitudes through which the configuration of this collective space might be addressed. The demographic crisis, its relation to the loss of consistency within citizenship and the resulting emergent phenomena, cons-titute a daily matter for investigation and direct action for the team at the Foundation. A multitude of nuances which particularise

SOBRE VECINDARIOS, CIUDADANÍA GOLEM Y OTROS INJERTOS EN EL MEDIO RURAL No es nada sencillo asimilar las escalas y reconocer las formas de relación que articulan, hoy en día, el denominado medio rural. Enfrentarse a una extensión forestal, agrícola o ganadera y hacer de ella un medio de subsistencia. Asentarse en un pueblo y participar de su vida pública –saludarse, prestar ayuda o formar parte de un conflicto– y privada. Sostener en minoría y al margen de la atención de los medios servicios públicos y privados: de la junta vecinal, la escuela y el centro de salud al veterinario, el taller de maquinaria agrícola o la cantina. Todas estas son experiencias que han abandonado el marco de lo cotidiano para la inmensa mayoría de la población española y europea. En concreto de casi el 80 por ciento de la población, la urbana, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística acerca de la dispersión de los habitantes en el territorio español. Para «quien ha tenido pueblo» es posible vivir, en el mejor de los casos, el recuerdo de esas experiencias, su imagen idealizada o desenfocada. Lo más frecuente es aproximarse a ellas desde perspectivas transeúntes, turísticas y efímeras, unas aproximaciones parciales y empaquetadas en forma de ocio como formato más habitual. Tras la amalgama indefinida que representa ese contenedor indiscriminado, en el cual las claves que dan sentido a la relación entre significante y significado emergen, brillan por un instante y se desmoronan al momento, se encierran multitud de matices que particularizan una constelación de posibles medios rurales, en estado embrionario en unos casos, deslumbrantes en otros, e incluso en pleno ejercicio de contracción y enfriamiento en numerosas situaciones.

Esta introducción no es pues un alegato por la «salvación» global del o de los posibles medios rurales, ni por su redención. Ni siquiera trataremos de valernos o de ampararnos en claves de un pretendido «activismo cultural» para abordar las siguientes líneas. Parapetarnos en el lenguaje y las imágenes del activismo es una tentación frecuente y legítima en un contexto de fragilidad, como suele llevar aparejado la aparición en casi cualquier escenario del término rural. Es útil a la hora de describir algunas de las estrategias, filtros o recetas que empleamos para tratar de mezclarnos con sus flujos e implicarnos en sus lógicas por parte de quienes proponemos prácticas en este contexto pero, por contra, conlleva con frecuencia la construcción de numerosos clichés. De esa mezcla fluida sí hablaremos y de vecindarios, tiempo, derechos consuetudinarios, sistemas informales de relación y algunas otras de las fibras que irrigan una parte del medio rural, entre las cuales el equipo del que formo parte busca injertarse.

DEL EMBRIoN A LA SUPERNOVAALFREDO PUENTE ALONSO

Huerta Abierta. FCAYC. Otoño 2016. Cerezales del Condado. CC BY SA FCAYC.org

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«No es la desesperación, puedo tolerar la desesperación. Es la esperanza lo que no tolero» dice John Cleese en Clockwise1 . Sigamos esa pauta y dejemos la esperanza aparte, también la fe -aunque nos asomaremos a lo que significa, en nuestro caso, ser llamados a formar parte de una comunidad-. Consideremos la posibilidad de que el largo plazo, necesario para hacer las transformaciones estructurales precisas respecto a un modo de vida tan agresivo como el actual, en especial en lo que afecta al campo y a sus recursos, implique otorgar valor al presente en lugar de dejarlo ir y mirar hacia otro lado; y, por qué no, implique también cambiar de percepción respecto a lo que supone vivir apresados por un tiempo mesiánico, como ha suscrito Giorgio Agamben. En su lugar, nos aproximaremos a distintos márgenes para pensar, hacer, reunirse y alejarse con libertad, una vez que esta esperanza en un futuro redentor no forma parte de la ecuación. Un aspecto, el de lo marginal que, al referirnos al marco rural que somos capaces de abarcar y del que nos gustaría hablar en las próximas líneas, hemos logrado identificar durante la última década «a punto de» en unos casos, mientras que en otros, deslumbrados ante su intensidad en un primer momento y su inmediata fugacidad posterior, aún intentamos enfocar con nuestra capacidad para comprenderlos.

El éxodo del campo a la ciudad se apoya en numerosos factores que superan el ámbito local español. A partir de la Segunda Guerra Mundial hemos asistido a un cuadro de transformación del medio rural en toda Europa derivado de la pérdida de importancia de la agricultura, la gana-dería y la minería como sectores de empleo en directa competencia con el mercado económico global. El empleo en la agricultura ha mermado radicalmente en España en los últimos 25 años. En el año 1969, el 30,45 por ciento de la población activa trabajaba en este sector frente al 4,22 por ciento en el año 2017 según los datos del Banco Mundial.

El convulso ámbito empresarial contiene, como es sabido, el potencial de desplazar población y fijarla en nuevos lugares. La deslocalización de muchas empresas y su centralización en torno a las grandes ciudades en pos de mejores condiciones competitivas deja «fuera de campo» a la mayor parte de poblaciones de los contextos rurales, incluso en aquellos casos de empresas cuya producción se encuentra estrechamente ligada a la explotación los recursos del sector primario. Mantener niveles de presión como los actuales sobre el sector primario, destruir los ecosistemas que lo integran al amparo de una idea monolítica de «progreso» enraizada en la modernidad y vaciar el campo de población, fruto de muchas de las campañas, medidas y políticas asociadas a todo ello, tiene drásticas repercusiones sobre el conjunto del territorio y su sustrato ciudadano.

La Declaración de Cork2 , elaborada durante la Cumbre Europea de Desarrollo Rural celebrada en esta ciudad irlandesa en septiembre de 2016, incide en promover «un medio rural vivo» a partir de las consideraciones previas establecidas en el embrión de este mismo foro en 1996.

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Banco de germoplasma FCAYC. CC BY SA FCAYC.org

1 Citado en Anónimo, Desierto. Barcelona: Ed. Melusina, 2017. Pag. 14

2 Luxemburgo. Declaración de Cork, de los días 5 y 6 de septiembre de 2016. Consultado el 12 de noviembre de 2017. Disponible en <https://enrd.ec.europa.eu/sites/enrd/files/cork-declaration_es.pdf>

VecindarioCiudadanía GolemRuralTiempoTerritorio

KEYWORDS NeighborhoodGolem citizenshipRuralTimeTerritory

a constellation of possible scenarios and a “Golem citizenship”. In some cases in an em-bryonic state, in others blinding, yet also in the midst of contracting and cooling within numerous situations. This text is thus an ap-proximation to the fluid blend of neighbou-rhoods, temporalities, informal systems of relation and other fibres that irrigate parts of the rural environment, in which the team at FCAYC attempts to graft itself.

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Apela a la imposibilidad de deslocalizar millones de puestos de trabajo asociados a la agri-cultura y la silvicultura, así como a la función de custodia del territorio vinculada a quienes desempeñan esas tareas «como guardianes del campo y principales proveedores de bienes y servicios públicos medioambientales relacionados con la biodiversidad, el suelo, el agua y la acción por el clima.». A grandes rasgos, la apuesta de la Unión Europea que se lee entre líneas de la Declaración de Cork es pues la de una «terciarización» del medio rural, en la que el sector público resuena como un eco lejano. El peligro que encierra esta perspectiva es que pone en jaque, precisamente, el concepto de raíz pública de ciudadanía. Como la propia Declaración reconoce, jóvenes y mujeres –ellas son agentes protagonistas en la mediación con nuestro vecindario–, son grupos de especial fragilidad en medio de todo esto.

Este texto nace acogido por un foro y su plataforma de Internet asociada que abordan las relaciones entre cultura y ciudadanía en el Estado Español en pleno siglo XXI. Conviene tenerlo presente, no en vano hemos sido invitados como portavoces del trabajo de una institución cul-tural, la Fundación Cerezales Antonino y Cinia [FCAYC.org], que mantiene activos su investigación y sus distintas líneas de trabajo desde hace nueve años en un pueblo de aproximadamente dos docenas de habitantes en la provincia de León llamado Cerezales del Condado. No dedicamos demasiadas energías a quejarnos por la ausencia de habitantes, sabemos que el vacío puede ser mayor. De los más de 1.400 pueblos que forman parte de la provincia de León 59 de ellos tienen menos de 6 habitantes, 25 tienen 3 o menos y 6 solo tienen 1. En este contexto hemos comprobado que la condición ciudadanía adquiere un carácter cuando menos ambiguo. Mu-chos pueblos del Estado español tienen la escala de Cerezales del Condado y, al igual que este, carecen de escuela pública, el consultorio médico atiende una vez a la semana, las frecuencias del transporte público son insuficientes para ofrecer un servicio normalizado y fiable a la po-blación y la acción cultural pública es un ámbito difuso. No es difícil concluir que aceptar las responsabilidades y disfrutar de los derechos de la condición ciudadana se convierte a la fuerza en algo muy distinto en una pedanía como Cerezales del Condado (21 habitantes, 1 menor de cinco años), Lantz (151 habitantes y 20 menores de cinco años) o un ayuntamiento como San Lorenzo de El Escorial (18.038 habitantes, 2.488 menores de 16 años).

A Cerezales del Condado llega, en noviembre de 2017, una conexión de 512kb de subida de datos por lo que nos hemos visto empujados a escribir y remitir este texto a su editor entre el pueblo y la ciudad de León. Muchos de nuestros vecinos y vecinas ni siquiera podrán descargarlo, ya que la tasa de conexiones a Internet entre un vecindario que ronda los 65 años de edad media y con una economía basada en pensiones de jubilación nos consta que es baja. En los pueblos que nos rodean y en los que también trabajamos junto a sus vecinos ocurre algo similar. La infraestructura cultural que les ofrecemos cuenta con accesos abiertos a Internet, para que en caso de necesidad por parte de todos al menos podamos asomarnos a la sociedad del conoci-miento que promete la Red –otra de las facetas constitutivas hoy de una condición avanzada de ciudadanía–. Sin embargo, la ausencia de implicación pública por parte de las Administraciones que se encargan de dar curso a esta condición ciudadana y de implicación privada por parte de las compañías que proveen de servicios de fibra óptica para la distribución y acceso a Internet por parte de la población provoca que nuestro ancho de banda se sature, en la actualidad, en cuanto unos pocos usuarios acceden al mismo tiempo.

Es frecuente que nuestros vecinos propongan que mediemos con esas Administraciones –parece evidente que les asignan un rol antagonista– y con diversas compañías privadas para mejorar servicios en la región. Para ello dedicamos tiempo a entender la complejidad de los problemas que nos afectan y qué repercusiones pueden tener en un espectro amplio las alternativas que planteamos. Local no significa necesariamente pequeño, como uno de los clichés más extendidos da a entender. Lo aprendimos durante Territorio Archivo, un trabajo que por su calado social y los niveles de complicidad alcanzados con la población se ha convertido, 6 años después de su inicio, en ADN de nuestra presencia en este entorno. Sin ir más lejos, nos tiene bastante ocupados la relación que queremos construir con una empresa de base tecnológica, surgida de otra de las líneas de investigación que tienen lugar en FCAYC y que lleva en curso los últimos tres años llamada Hacendera Abierta. El objetivo de este programa es reconocernos como iguales en el vecindario –una hacendera3 incluye esa base política– y detectar problemas o situaciones de diverso carácter que afectan al medio rural –usos del agua, monitorización de animales o nuevos modelos industriales basados en la fabricación digital en la actualidad– para

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3 Una hacendera es un trabajo al que debe acudir todo el vecindario, por ser de utilidad común.

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abordarlos mediante la suma de conocimientos que aporta el colectivo –la comunidad– que lo integra. Queremos que esa relación con la empresa surgida en Hacendera Abierta tenga en cuenta la posibilidad de injertar empleo digno asentado en el medio rural del cual extrae una base importante de su materia de trabajo, es decir de nuestro vecindario.

Con arreglo a todo ello tratamos de transformar el inevitable tiempo de frustración que depara la esperanza de soluciones mesiánicas en oportunidades para escuchar y buscar complicidades mediante estrategias de todo orden, en obrar como si no en lugar de como si. Juntos, en distin-tas situaciones formales e informales, tratamos de imaginar y poner en juego posibilidades de mediación de distinto tipo, muchas de ellas abocadas sin remedio al fracaso, que nos permitan desencadenar la inteligencia colectiva. Fernando Broncano reflexiona en un texto reciente acerca de la mediación y la sitúa en el eje de un espacio de conflicto, como la instancia que negocia la relación entre dos antagonistas4. Si nos vemos en la necesidad de buscar una mediación relacionada con el ejercicio de la condición ciudadana en un vecindario como este, ¿dónde se hallaría nuestro antagonista? La búsqueda comienza en lugares más cercanos que Cork.

Quizá debamos ampliar la perspectiva histórica para afrontar la complejidad actual de este escenario. País proviene de pagus, y de ahí se derivan paisanaje, paisaje, o incluso payés. Un origen etimológico común para definir una condición de partida. Esta señalaba a los habi-tantes de zonas rurales, los paganos, próximos a territorios agrícolas y ganaderos y alejados de los centros administrativos de poder. Detectamos un rastro de paganismo, posiblemente inconsciente en múltiples casos, entre quienes habitamos el vecindario al que nos referimos. La multiplicación de capas administrativas en paralelo a la disminución de protección social y servicios ha empujado a los habitantes de regiones tan despobladas como la que describimos a buscar «nuevos viejos marcos de relación» y de subsistencia en casi todos los ámbitos. Sobrevivir en estas condiciones implica sobreponerse a la psicología –lo cual no siempre es fácil– para dejar lugar a la política. En ocasiones, la presión individual que implica soportar las cargas que suponen Juntas Vecinales, Ayuntamientos, Administraciones Regionales, Gobiernos Autonómicos, Comisión Europea, Consejo Europeo y Parlamento Europeo no se ve reflejada, desde la óptica de un medio rural como en el que nos hallamos ubicados, en una cualidad ciudadana equiparable e identificable como tal para los habitantes de las regiones urbanas. Esto suele dar lugar a la creación de imaginarios en los que el campo y sus habitantes son descritos y tratados en términos suburbanos, como un gueto. Es posible que el antagonista de esta causa pueda vislumbrarse desde ahí, entre ese magma. La Declaración de Cork incluye en el punto octavo de sus conclusiones la necesidad de mejorar los modelos de gobernanza y sitúa esta mejora con relación a la complementariedad y coherencia con otras políticas. La (micro) política cultural contiene, como hemos podido experimentar a lo largo de nuestro trabajo estos nueve años, la capacidad de ser una agencia conectada con la estructura social implicada en estas mejoras.

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Cielo de Verano en FCAYC. CC BY SA Delfín Muñoz

4 Véase: BRONCANO, F. Dialéctica y mediación. El laberinto de la identidad [en línea] 15 de octubre de 2017 [fecha de consulta 2 de noviembre de 2017]. Disponible en: <https://laberintodelaidentidad.blogspot.com.es/2017/10/dialectica-y-mediacion.html>

5 Cristóbal Gómez Benito es profesor titular de Sociología Rural y de Ecología Humana del Departamento de Sociología II (Estructura Social) de la UNED.

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A lo largo de este periodo de investigación hemos aprendido a valorarnos como parte del paisa-naje -«paganos» alejados de centros de poder– ante quienes se empeñan en señalarnos como ciudadanía en aparente igualdad de condiciones. Esta percepción de fragilidad y desigualdad que caracteriza la vida en muchas áreas de este entorno en el Estado español se instala de manera imparable entre la población, aumenta los vacíos y empobrece un amplio radio del medio rural de modo imparable.

Entre los fenómenos más refulgentes en el campo español por su carácter de actuación integral -implicó a instituciones, pobladores, pueblos, pantanos, canales de riego y cultivos– se encuentra el programa de colonización emprendido por el Instituto Nacional de Colonización y su sucesor a partir de 1971, el Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario (IRYDA). En él, tras un primer momento de extrañeza, se gestó un embrión de ciudadanía como señala Cristóbal Gómez Beni-to5. Este sociólogo investiga hoy acerca de la evolución de colonos a ciudadanos que se operó en el Estado español en el periodo comprendido entre 1939 y 1975. Un cambio que tuvo lugar dentro de las segundas generaciones de habitantes de los núcleos diseñados y creados por el Instituto Nacional de Colonización durante el régimen franquista para llevar a cabo la trans-formación agraria del secano al regadío en el ámbito rural. El legado de esta agresiva política agraria es muy desigual en función del territorio del Estado al que nos refiramos y presenta luces y sombras. Frente a la población que fue desarraigada, presentada como convidada de piedra y redimida de su (mala) suerte en primera instancia a través del proceso colonizador por el nacional-catolicismo surgieron segundas y terceras generaciones, descendientes de la anterior, que se sintieron llamadas a «tomar posesión» tanto de su identidad colectiva, como de tierras, instituciones y memoria. Hijos, nietas y sucesores de los primeros colonos conscientes de su protagonismo en este proceso y en menor medida subalternos. Llamados, asimismo, a apoderarse de una condición ciudadana desde la que defender su nuevo modo de vida, revestida de un aparato jurídico acorde. No fue un cambio menor, afectó a unas 57.000 familias de toda España. Tal y como describe Gómez Benito: «[…] las familias instaladas en las nuevas zonas regables, en los nuevos pueblos, a las que se les entregó casa, lote de tierras, animales de labor y aperos básicos. Procedentes de muy diversas zonas, próximas o lejanas, estas familias tuvieron que reiniciar sus vidas en un nuevo escenario que, además, estaba sin terminar, pues su acabado final lo tendrían que hacer ellos mismos. Y tuvieron que empezar casi desde la nada, y no sólo ellos, como familias individuales, sino como nuevas comunidades.»

Algunos de los proyectos que afrontamos en la actualidad en FCAYC nos han permitido fijarnos y aprender acerca de cómo han tenido lugar en nuestra historia reciente procesos de reapropia-ción de los imaginarios y de restitución de la condición de ciudadanía para la población, nos han mostrado la necesidad de que generaciones de nuevos pobladores, como los que ha estudiado Gómez Benito, llamen la atención sobre aquello que se ha dado por hecho, que subyace entre generaciones previas de nuevo como si.

Frente a la sensación cotidiana de que el tiempo se nos acaba, de que somos prisioneros del

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Habitantes. Cerezales del Condado. CC BY SA FCAYC.org

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futuro y de lo definitivo que este pueda depararnos, Giorgio Agamben nos ha ofrecido algunas vías de pensamiento a partir de su interpretación del concepto del tiempo mesiánico, de la redención como destino anhelado y de la constitución de una nueva klesis (la comunidad de los llamados) en la obra de Pablo para sobrevivir al margen de cualquier esperanza6. Es posible que derribar los plazos y hacer saltar cualquier plazo implique obrar como si no en lugar de como si, tal y como venimos señalando. Suena quizá apocalíptico y alejado del pragmatismo de una declaración de la Unión Europea, pero es un pensamiento que, convenientemente hackeado y adaptado a nuestras modestas formas de relacionarnos y de compartir tiempo en pueblos como los protagonistas de estas líneas, constituye todo un ejercicio de libertad y de auto-reconocimiento colectivo en forma de presente irredento, un embrión de gobernanza. «Zum Ende», «Para Concluir», sentencia Adorno al final de sus Minima moralia7 , donde la filosofía queda descrita del siguiente modo:

La filosofía, que solo podría justificarse por la desesperación, sería la tentativa de considerar todas las cosas como si se presentaran a sí mismas desde el punto de vista de la redención.

Hos me (como no, como si no), esta es la interpretación, por el contrario, que propone Agamben. Obrar al margen de la redención y del tiempo por venir. La llamada hacia la nada, hacia ningún lugar, invocada por Pablo una vez cumplido el tiempo mesiánico de la esperanza, puede ser una invitación a transformar los cánones y liberarnos de ataduras. Cómo reconocernos, llegados a este punto, en tanto que colectivo ante las condiciones jurídicas y administrativas que nos impone la vida en el medio rural, cómo superar la fractura «de clase» entre ciudadanías de primera y de segunda que se percibe de facto en esta situación. Qué ocurriría si obrásemos como si no hubiésemos perdido un 60% de la población en los últimos 20 años en nuestro pueblo, como si no viviese menos del 17% de la población en más del 80% de la superficie del Estado español, como si no hubiésemos dejado de ver a diario en multitud de pueblos a médico, maestra, cantinero, conductora de autobús o cartero. Incidiendo, por el contrario, en que los saberes de estas profesiones continúen formando parte de nuestro día a día, bajo nuevas fórmulas, más allá del terrible destino de la desaparición o la esperanza del advenimiento redentor de la Ad-ministración. Nuestra presencia como grupo de pensamiento y trabajo en este escenario desde un ángulo cultural trata de detectar fisuras antes pues que redenciones e intuir, investigar y prototipar desde este vecindario, llegado el caso, qué ejercicios de libertad, y qué distinciones entre lo aceptable y lo inaceptable, cabe construir y buscar a partir de ese como no.

Al llegar a este vecindario, hace nueve años, tratamos de no extraer conclusiones. La funda-ción a cuyo equipo pertenezco en la actualidad y a la que ya nos hemos referido –la Fundación Cerezales Antonino y Cinia– comenzó a pensar sobre su estructura y su función con relación al lugar en el que se encontraba. Existían demasiados vocabularios alrededor de la institución que colisionaban a cada instante: arte contemporáneo, educación, medio rural, público, comu-nidad... Durante los dos primeros años nos esforzamos en "hacer" la menor cantidad de cosas posibles. No "hacer" supuso apostar por el silencio antes que por el bullicio (cultural) y comenzar a escuchar antes de interpelar a nadie desde discurso alguno. Menos aún, en explicar al resto del vecindario en qué consiste el arte ni aturdirle con lo que este puede hacer por su vida o qué posibilidades existen de pensar en otros modelos de gobernanza mediante un programa cultural. La apuesta, fuera de los focos y en silencio, empezó a contemplar la idea del largo plazo, a obrar una vez más como si no. Cuando vienes de una práctica de la cultura en España como la que ha tenido lugar en las últimas décadas, la idea del largo plazo genera ansiedad. Cualquier equipo la anhela en la distancia tanto como la rechaza si se materializa de pronto, produce vértigo. A FCAYC le sucedió esto de un modo más o menos explícito. Si sobrevives a ese vértigo –FCAYC está en ello– comienzan a decantarse las ideas y es entonces cuando de verdad da comienzo la escucha.

Cultura y arte contemporáneo; música y sonido; y, finalmente, etnoeducación fueron las tres ideas claras que percibimos tras ese periodo y a las que actualmente se circunscriben los programas y ciclos en que está organizada FCAYC. De todas ellas, la que más nos ha exigido a todos los niveles, hasta el momento, ha sido la última: etnoeducación. Durante los últimos cinco años la presión, principalmente interna, sobre cómo concretar en qué se traducía esa idea en relación a nuestra práctica ha sido alta. De nuevo, no es sencillo definir con precisión

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6 AGAMBEN, G.; El tiempo que resta. Comentario a la carta a los romanos. Madrid: Ed. Trotta. 2006. Pp. 29-50

7 ADORNO, Th. W.; Minima moralia. Reflexiones desde la vida dañada. Madrid: Ed. Taurus, 2001. Pag. 153

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y hacer formar parte de los diálogos en los cuales nos inscribimos algo que sólo constituye una intuición en un primer momento. A lo largo de este periodo, mientras poníamos un ojo y un oído en proximidad a todo aquello que entendemos que es posible asociar a una idea seme-jante, no dejábamos de buscar con el resto otras lecturas, otras vías de investigación u otras intuiciones en la distancia que orbitasen en torno a aquella palabra que hibernaba al fondo de un documento de la UNESCO cuando nos tropezamos con ella, y en el que quedaba retratada con un cierto aire de exotismo.

Los años de impasse que hemos señalado nos mostraron que FCAYC era, en todo caso, la última en llegar a un colectivo en el que ya existían un vocabulario útil y diversas reglas de las que nos tocaba aprender a participar. Otras, nos correspondería asumir la responsabilidad de pro-ponerlas más adelante. Sin caer una vez más en el purismo, constatamos que existía un etno, que se reconocía a sí mismo en multitud de situaciones y relaciones a las cuales nosotros aún no pertenecíamos y que necesitábamos identificarlo con mayor precisión. Un entorno micro en lugar de macro, con niveles inusuales de permeabilidad, resiliente en muchos aspectos, y más sencillo de imaginar como vecindario que como cualquier otra clasificación más rígida. Así, en la actualidad, comenzamos a tener una perspectiva mejor situada acerca de cómo se materializan los criterios en torno a la etnoeducación en FCAYC y podemos asegurar que el trabajo desarrollado en proyectos como Territorio Archivo o Hacendera Abierta ha sido y es crucial para comprenderlo, para acercarnos a esa precisión señalada.

Compartimos con otras líneas de investigación que la etnoeducación es un concepto que identi-fica una educación destinada a todo el mundo8 –y eso empieza por nosotros, dentro de FCAYC–; y que nos incluye junto a otras comunidades en diversos contextos de aprendizaje. Nuestra apuesta más radical en este sentido ha sido la de reconocer y destinar el tiempo necesario para que cualquier proceso de transformación con las raíces que estamos describiendo pudiese operar sobre nosotros y el resto en igualdad de condiciones. Está contrastado que la educación no puede reducirse a un periodo concreto de la vida y que ha de ser compartida y sostenida por el conjunto de la sociedad. No es tarea de una institución aislada ni de un conjunto de notables. No educamos a nadie, nos educamos juntos. Tras esa manera naif por lo vehemente de señalarlo, se encierra una situación intensamente política: cada hora de nuestro trabajo se describe en relación con este proceso. Así, la práctica que tiene lugar en nuestro vecindario alrededor de la etnoeducación no está filtrada o constreñida por un horario ni parcelada en un calendario en forma de taller o saber reglado, sino que es parte de la actitud con la que el equipo que formamos se encuentra cada día en el lugar de trabajo con una comunidad, se ha nutrido de la capacidad colectiva para llegar a acuerdos y construir valores en torno a las disensiones; y, por ello, es una embrionaria razón de ser.

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8 Véase: GED/Pedagogías Invisibles. Espacio visible: each one teach one. Laboratorio de educación social. #Microondas3: Laboratorio de Educación Disruptiva. Fecha de consulta 6 de noviembre de 2017. Disponible en <https://grupoeducaciondisruptiva.wordpress.com/2013/04/22/microondas-3-laboratorio-de-educacion-disruptiva/>

Líneas de trabajo en FCAYC: etnoeducación. CC BY SA FCAYC.org

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Mientras escribo este texto tengo aún fresco el trabajo con Hilario, Maxi, Sandro, Pablo, Carlos y Almudena entre otros, construyendo y recuperando algunas sebes –un tipo de muro vegetal propio de este territorio– que sirven para mejorar la polinización de las huertas, entre otras funciones. Entre todos sumamos un etnos poderosamente extendido si nos fijamos en nuestra procedencia geográfica: Santo Domingo (República Dominicana), León (España), Barrillos de Curueño (España), Cerezales del Condado (España)… Hemos logrado reunirlo y afectar al terri-torio al acordar juntos que el ciclo de construcción de esta infraestructura no está sujeto al horario de apertura y cierre de FCAYC, sino al horario del campo en este entorno. Un calendario y un horario agrícola con valor propio, que ya regía sobre ese etnos con anterioridad a nuestra llegada. También sobre muchas de las situaciones que afianzan esta política y los intercambios de conocimiento a los que da lugar, que se mantienen al finalizar la jornada, cuando compar-timos algo de comer y beber tras la labor. Hay multitud de casos más y menos evidentes que este, transversales, en todas las áreas a las que atendemos. Supongo que aquí gana sentido y relevancia la descripción previa sobre los mecanismos de escucha que hemos asumido, que han pasado a formar parte del núcleo metodológico de FCAYC con naturalidad y de los que hemos disfrutado en este tiempo.

En nuestras negociaciones, aceptamos que la etnoeducación se aplica a procesos que incluyen investigación conjunta, discusión de ideas, léxico compartido y prácticas situadas, y que habremos de comportarnos en ellos buscando un equilibrio sano entre humildad y rigor al servicio de la convivencia, ya que ese es un objetivo educativo común y al que deseamos atender. Esto nos ha conducido a reconocernos como huéspedes del vecindario antes que como sus anfitriones, y ha sido y es un factor clave para poder hablar de la formación de esta comunidad.

No nos asusta el papel que la heterodoxia, lo raro o lo imprevisto puedan jugar en ese escenario. En los últimos años nos hemos hecho conscientes del impacto y las tensiones que supondrá todo esto sobre FCAYC. Son dinámicas presentes en nuestro día a día y contribuyen con fre-cuencia a desarticular la tendencia de la institución cultural a sistematizar procesos en favor de la producción. Aceptamos, a medida que conocemos más, que los recorridos incluirán por igual laberintos y autopistas; afectos y pérdidas de confianza; tiempos ganados, pasos en falso y todo tipo de intuiciones.

«Existir no es asunto para solitarios» le dice el pastor a la vagabunda en la película Sin Techo ni Ley (Sans toit ni loi, 1985) de Agnès Varda. Con la actitud de reconocernos como parte de un vecindario hemos tenido la oportunidad de dar continuidad a esa llamada al colectivo y con-frontarla con lo que significa aislarse en este entorno. Agamben retoma textos clásicos y nos muestra cómo Pablo logra hacer del concepto de klesis –de donde se deriva, recordamos, una comunidad, la de los llamados– un término técnico esencial para materializar una transforma-ción jurídica y dotarse de entidad propia.

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DEL EMBRIÓN A LA SUPERNOVA / ALFREDO PUENTE ALONSO

9 En palabras del geólogo asturiano y analista del medio rural para la Administración pública, Jaime Izquierdo, el término "andecha" deriva del vocablo latino indicere (anunciar) –se “llama a andecha”- y consiste en un trabajo personal, voluntario y gratuito que se ajusta al esquema de la reciprocidad equilibrada de la comunicad campesina: “Hoy por ti, mañana por mí”. La «andecha» se inscribe por ello dentro de los trabajos que el derecho laboral denomina amistosos, benévolos y de buena vecindad. La mano de obra de la «andecha» es reclutada atendiendo a lazos familiares, de amistad o vecindad, para hacer frente a los habituales trabajos del ciclo agrícola que resultan más acuciantes y a aquellas tareas que son particularmente gravosas para las familias del pueblo.

Programas de trabajo en el vecindario desde FCAYC: Hacendera Abierta. CC BY SA FCAYC.org

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Qué caracteriza nuestro vecindario rural y quienes constituyen así pues su klesis. Llamadas a concejo, hacendera, filandón, calecho, andecha9, auzolan, tornaxeira, tornallom, entre muchas otras, están en la base de su condición jurídica. Términos que, de norte a sur y de este a oeste del Estado español recogen formas políticas, modos de relación, prácticas comunales entre iguales y derechos consuetudinarios basados en usos del tiempo y del espacio propios, encaminados a hacer posible la existencia de una comunidad, de un vecindario, y a soportar su «aquí y ahora». Llamadas a pensar y a hacer en presente que, con frecuencia, articulan grandes extensiones del territorio y un buen número de las relaciones de gobernanza que se producen entre los habitantes y las instituciones que lo pueblan, preexistentes a las que engloba la actual condición de ciudadanía, y que en un amplio sentido lo dotan de estructuras culturales.

El derecho consuetudinario, el que dota de reglas a aquello establecido como costumbres, y el derecho romano se hallan estrechamente ligados. Buena parte de esos vínculos se extienden a lo largo de la Biblia y también en el Talmud, una obra que recoge principalmente las discu-siones rabínicas sobre leyes judías, tradiciones, costumbres, narraciones y dichos, parábolas, historias y leyendas. A él acude Agamben como fuente para investigar la relación de Pablo entre el derecho romano y la ley judía a la hora determinar qué estatuto caracteriza a la klesis, es decir a los «llamados», que es lo que significa este vocablo, y qué transformaciones jurídicas les afectan e identifican como comunidad. En la literatura talmúdica encontramos también el relato medieval acerca de la gestación del Golem, que además de referirse a la creación de un ser animado fabricado a partir de una sustancia inanimada, alude también a una sustancia embrionaria e incompleta. No es descartable imaginar esta condición ciudadana que se viene intentando ejercer a lo largo de amplias franjas del medio rural español como una «ciudadanía Golem», todavía embrionaria, fabricada de una sustancia administrativa poco sensible con la diversidad de matices y saltos de escala de magnitud europea, cuando no mundial, que afectan a la multiplicidad de territorios, inanimada y con frecuencia cargada de centralismo.

Nuevas colonizaciones del territorio rural e injertos asociados a la instalación de comunidades de jóvenes procedentes de áreas urbanas en áreas despobladas de toda Europa, como las que engloba la etiqueta de neorrurales10, estudiadas en las últimas décadas por geógrafos y sociólo-gos como Chevalier, suponen una actualización de estos enunciados11. Una etiqueta, lo neorrural, que alude a quienes han perdido, en cierto aspecto, la esperanza en un determinado modelo de sociedad urbana, de economía y de formas de vida para desplazarse de la ciudad al campo, de la ciudadanía urbanita tradicionalmente entendida al vecindario. Pensar en los neorrurales como nuevos mesías del medio rural más despoblado sería depositar de nuevo nuestro destino en la esperanza. La ausencia de datos y estudios demuestra que la permanencia de este tipo de habitantes en los pueblos está por contrastar. Necesitamos más tiempo para descubrir si estos cuerpos destinados a revitalizar tejidos agotados son capaces de aportar nuevas ramas

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ESPACIOS INTERMEDIOS / FERNANDO BRONCANO

Filandón y trabajo de equipo en las antiguas escuelas de Cerezales del Condado. Vecindario. CC BY SA FCAYC.org

10 Véase: Ibargüen Ripollés, J.M., Ibargüen Ripollés, S., Kerkhoff, R., López Lafuente, J.A. Neorrurales: dificultades durante el proceso de asentamiento en el medio rural aragonés. Una visión a través de sus experiencias. En Informes 5 (2004-3) de CEDDAR Centro de Estudios sobre la Despoblación y Desarrollo de Áreas Rurales. Consultado 6 de noviembre de 2017. Disponible en: <http://www.ceddar.org/content/files/articulof_264_01_Informes-2004-3.pdf>

11 Véase: Nogué i Font, J. El fenómeno neorrural. Consultado el 2 de noviembre de 2017. Disponible en: <http://www.mapama.gob.es/ministerio/pags/biblioteca/revistas/pdf_ays%2Fa047_06.pdf>

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DEL EMBRIÓN A LA SUPERNOVA / ALFREDO PUENTE ALONSO

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y hacer circular savia en su anfitrión. Esto debe ayudarnos a contemplar la posibilidad de que sean otro tipo de temporalidades las que caractericen a una nueva comunidad comprometida con las escalas más frágiles del medio rural. Soy un posible exponente de ello, la institución a cuyo equipo pertenezco lo posibilita y facilita que gran parte de mi periodo laboral actual se sitúe en este terreno. No está sola en este empeño, hay más diseminadas a lo largo de todo el Estado español. Parte de su fortaleza se encuentra en ser conscientes de lo que implica pertenecer a esos vecindarios, en investigar y trabajar para que la condición de «ciudadanía Golem» que observamos en el día a día de nuestro entorno evolucione y supere su fase em-brionaria, y en idear junto a nuestros vecinos –a partir de ese como no, y de los catalizadores que logremos identificar– los motores para ello, aunque nos impulsen a contemplar de cerca más de una supernova.

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Historiador del arte e investigador. En la actualidad forma parte, como curador, del equipo de la Fundación Cerezales Antonino y Cinia [FCAYC.org]. Hasta la fecha, ha desarrollado su actividad tanto en solitario como integrante de diferentes equipos curatoriales, entre los que se pueden destacar: Laboratorio987_MUSAC, La Colaborativa, MediaLab Madrid o MECAD_Media Center Art and Design, entre otros. Su trabajo, tanto teórico como práctico, investiga distintos aspectos cuyos ejes se sitúan en las conexiones que se producen entre la cultura, el arte, el territorio, la ciencia, la tecnología y la sociedad.

ALFREDO PUENTE ALONSO FUNDACIÓN CEREZALES ANTONINO Y CINIA [FCAYC.ORG][email protected]