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Por Javier Armenta Mejía Psicólogo clínico, México. Introducción Persona y diálogo. Encuentro, rela- cion genuina. Comunicación mas allá de los roles, las apariencias y las más- caras sociales. Contacto con el «otro». Congruencia y expresión de la viven- cia que surge en el presente entre dos personas. Ir mas allá de uno mismo, trascender y dirigirse al otro, a lo no similar, a la diferencia y alteridad amenazante, pero enriquecedora e in- evitablemente necesaria. Valoración sin condiciones. Crecimiento en y con las diferencias. Abrirse a la experiencia de uno mismo, abismal y profunda, pero inquietante y reconfortadora. Permitir y comprender la riqueza del «otro», integrarla, crecer. Ser «perso- na» y encontrar al «otro» de la misma manera. Ser un proceso continuo, precariamente integrado o inacabado, por definición inconcluso y cambian- te. Todos aquellos que trabajamos en el campo de la salud mental, y especí- ficamente en la promoción del creci- miento o el desarrollo personal tene- mos como uno de los recursos mas afortunados al lenguaje. Hablamos, conversamos, intercambiamos opi- niones, ideas o vivencias. Experimen- tamos continuamente los avatares y las vicisitudes de la comunicación. Pero mas allá de este recurso funda- mental que utilizamos a diario, pro- bablemente se encuentre la forma o la calidad de nuestra manera de dirigir- nos al «otro». En este sentido el presente trabajo se aproxima tentativamente a una dis- tinción fundamental en la manera de responder al llamado del «otro». De ahí, que podríamos dar una respuesta básicamente desde dos posturas: pri- mero estaría aquella en donde perci- bimos lo que la otra persona expresa a través del filtro de valores, pensa- mientos o sentimientos personales. Si logramos esto, el encuentro con la otra persona no se dio, permanecimos en una suerte de monólogo, donde el otro me sirve como un objeto mas que añado, comparo o utilizo en mi discurso cerrado, probablemente bien estructurado, pero a la vez estático y atorado. Podemos responder también desde una postura que privilegia el encuen- tro y el llamado o interpelación que el otro me hace, y en donde la respuesta surge de un proceso que podemos en- tender como «diálogo» o «comunica- ción dialógica»(Anderson y Cissna, 2002). De ahí la importancia que ad- quiere para los que facilitan procesos de desarrollo personal, tanto a nivel individual en la psicoterapia, como a nivel de las relaciones interpersonales que tenemos en la escuela, en las ins- tituciones a las que pertenecemos o simplemente en el cotidiano devenir (Bugental, Schneider y Pierson, 2001). Narciso: entre la alienación y el monólogo sin sentido La metáfora de Narciso, mas que en la perspectiva psicoanalítica (Kristeva, 1988) la podríamos entender en este contexto de las relaciones con los de- más y la forma de comunicarnos con ellos, como representativa de una for- ma particular de dirigirnos hacia y con los demás. Es decir, que esta suer- te de postura se caracteriza por no es- cuchar al otro, de tal forma que todo lo que la otra persona expresa me re- mite siempre y de manera forzada a mi mismo. Es un forma de seguir con nuestra conversación sin incluir en ningún momento al «otro». Lo pode- mos hacer de manera consciente re- sistiéndonos a lo que el otro me ofre- ce, o puede que sea capaz de autoen- gañarme pensando que me comunico efectivamente con los demás, sin dar- me cuenta de mi cerrazón a entrar en un diálogo con la otra persona. En los procesos de facilitación o psicoterapia puede ser que mas que establecer un contacto genuino y abierto a la realidad del otro, tenga ya a priori una agenda encubierta que de manera astuta y sutil trato de impo- ner. No es de extrañar que el tipo de personas y el sentido de quiénes so- mos se vea afectado de manera im- portante por nuestros contactos su- perficiales, en donde la otra persona aparece como un individuo que nece- sito para ubicarlo en una categoría, como un objeto al cual muevo o des- hago, o simplemente como una inter- ferencia en mi visión de la vida, que valga decirlo, es la que creo como la unica «correcta», o peor aún, la única saludable o funcional (Gergen, 2001). En esta visión individualista y narci- sista suceden una serie de eventos mas o menos predecibles: al pensar que lo primero y mas importante es el indivi- duo y sus deseos, las demás personas quedan ubicadas en el mejor de los ca- sos como secundarias y con un valor cuestionable; en el peor de los escena- rios los «otros» pueden aparecer como representativos de la «diferencia», de lo «extraño», pero a la vez de la maldad y de la imposibilidad de entender el mundo de la manera «verdadera o real». Curiosamente, no es poco co- mún que esta situación se polarice de ambos lados generando relaciones hu- manas estancadas en un diálogo trun- co y en una ausencia de un mínimo de respeto hacia la otra persona o grupo. Desde una perspectiva buberiana (Friedman, 1992) la relacion Yo-Ello sería similar a lo que venimos expli- cando como «conversación monoló- gica». En este tipo de relacion, a la otra persona la puedo cosificar, obje- tivar y hacer uso de ella (Buber, 1970). Entre la otra persona y yo puede exis- tir una mediación de las ideas, o de la misma experiencia que impide que se lleve a cabo el encuentro. ACONTECIMIENTO 67 EDUCACIÓN 18 Del monólogo obstinado al diálogo genuino: una aproximación centrada en la persona

Del monólogo obstinado al diálogo genuino: una aproximación centrada en la persona · 2003. 11. 18. · otra persona la puedo cosificar, obje-tivar y hacer uso de ella (Buber,

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Page 1: Del monólogo obstinado al diálogo genuino: una aproximación centrada en la persona · 2003. 11. 18. · otra persona la puedo cosificar, obje-tivar y hacer uso de ella (Buber,

Por Javier Armenta MejíaPsicólogo clínico, México.

Introducción

Persona y diálogo. Encuentro, rela-cion genuina. Comunicación mas alláde los roles, las apariencias y las más-caras sociales. Contacto con el «otro».Congruencia y expresión de la viven-cia que surge en el presente entre dospersonas. Ir mas allá de uno mismo,trascender y dirigirse al otro, a lo nosimilar, a la diferencia y alteridadamenazante, pero enriquecedora e in-evitablemente necesaria. Valoraciónsin condiciones. Crecimiento en y conlas diferencias. Abrirse a la experienciade uno mismo, abismal y profunda,pero inquietante y reconfortadora.Permitir y comprender la riqueza del«otro», integrarla, crecer. Ser «perso-na» y encontrar al «otro» de la mismamanera. Ser un proceso continuo,precariamente integrado o inacabado,por definición inconcluso y cambian-te.

Todos aquellos que trabajamos enel campo de la salud mental, y especí-ficamente en la promoción del creci-miento o el desarrollo personal tene-mos como uno de los recursos masafortunados al lenguaje. Hablamos,conversamos, intercambiamos opi-niones, ideas o vivencias. Experimen-tamos continuamente los avatares ylas vicisitudes de la comunicación.Pero mas allá de este recurso funda-mental que utilizamos a diario, pro-bablemente se encuentre la forma o lacalidad de nuestra manera de dirigir-nos al «otro».

En este sentido el presente trabajose aproxima tentativamente a una dis-tinción fundamental en la manera deresponder al llamado del «otro». Deahí, que podríamos dar una respuestabásicamente desde dos posturas: pri-mero estaría aquella en donde perci-

bimos lo que la otra persona expresa através del filtro de valores, pensa-mientos o sentimientos personales. Silogramos esto, el encuentro con laotra persona no se dio, permanecimosen una suerte de monólogo, donde elotro me sirve como un objeto masque añado, comparo o utilizo en midiscurso cerrado, probablemente bienestructurado, pero a la vez estático yatorado.

Podemos responder también desdeuna postura que privilegia el encuen-tro y el llamado o interpelación que elotro me hace, y en donde la respuestasurge de un proceso que podemos en-tender como «diálogo» o «comunica-ción dialógica»(Anderson y Cissna,2002). De ahí la importancia que ad-quiere para los que facilitan procesosde desarrollo personal, tanto a nivelindividual en la psicoterapia, como anivel de las relaciones interpersonalesque tenemos en la escuela, en las ins-tituciones a las que pertenecemos osimplemente en el cotidiano devenir(Bugental, Schneider y Pierson, 2001).

Narciso: entre la alienación y elmonólogo sin sentido

La metáfora de Narciso, mas que en laperspectiva psicoanalítica (Kristeva,1988) la podríamos entender en estecontexto de las relaciones con los de-más y la forma de comunicarnos conellos, como representativa de una for-ma particular de dirigirnos hacia ycon los demás. Es decir, que esta suer-te de postura se caracteriza por no es-cuchar al otro, de tal forma que todolo que la otra persona expresa me re-mite siempre y de manera forzada ami mismo. Es un forma de seguir connuestra conversación sin incluir enningún momento al «otro». Lo pode-mos hacer de manera consciente re-sistiéndonos a lo que el otro me ofre-ce, o puede que sea capaz de autoen-gañarme pensando que me comunicoefectivamente con los demás, sin dar-

me cuenta de mi cerrazón a entrar enun diálogo con la otra persona.

En los procesos de facilitación opsicoterapia puede ser que mas queestablecer un contacto genuino yabierto a la realidad del otro, tenga yaa priori una agenda encubierta que demanera astuta y sutil trato de impo-ner. No es de extrañar que el tipo depersonas y el sentido de quiénes so-mos se vea afectado de manera im-portante por nuestros contactos su-perficiales, en donde la otra personaaparece como un individuo que nece-sito para ubicarlo en una categoría,como un objeto al cual muevo o des-hago, o simplemente como una inter-ferencia en mi visión de la vida, quevalga decirlo, es la que creo como launica «correcta», o peor aún, la únicasaludable o funcional (Gergen, 2001).

En esta visión individualista y narci-sista suceden una serie de eventos maso menos predecibles: al pensar que loprimero y mas importante es el indivi-duo y sus deseos, las demás personasquedan ubicadas en el mejor de los ca-sos como secundarias y con un valorcuestionable; en el peor de los escena-rios los «otros» pueden aparecer comorepresentativos de la «diferencia», de lo«extraño», pero a la vez de la maldad yde la imposibilidad de entender elmundo de la manera «verdadera oreal». Curiosamente, no es poco co-mún que esta situación se polarice deambos lados generando relaciones hu-manas estancadas en un diálogo trun-co y en una ausencia de un mínimo derespeto hacia la otra persona o grupo.

Desde una perspectiva buberiana(Friedman, 1992) la relacion Yo-Ellosería similar a lo que venimos expli-cando como «conversación monoló-gica». En este tipo de relacion, a laotra persona la puedo cosificar, obje-tivar y hacer uso de ella (Buber, 1970).Entre la otra persona y yo puede exis-tir una mediación de las ideas, o de lamisma experiencia que impide que selleve a cabo el encuentro.

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Del monólogo obstinado al diálogo genuino:una aproximación centrada en la persona

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En el monólogo la otra persona nome afecta de ninguna manera. Entro ala relación y salgo igual de la misma.No existe un compromiso y muchomenos una apertura a mi propia capa-cidad de cambio generada por la rela-cion con la otra persona. El monólogocomo actitud ante la vida genera uncierto tipo de alienación en donde lapersona permanece ensimismada ensu propio discurso. Los otros van yvienen, pero el discurso monológicosigue siendo el de la persona: intacto,probablemente bien estructurado,con algún tipo de certeza; pero tam-bién con profundos sentimientos desoledad y vacío, de pérdida del sentido

de las relaciones con los demás y deun profundo sentimiento de desper-sonalización. El riesgo que implicaentrar en una relación de «persona apersona» es cambiado por la seguri-dad anquilosada de mantener un se-guridad estéril y vacía.

A lo anterior podríamos agregar laperspectiva de Frankl (1988), cuyaconcepción de la autotrascendencianos daria algunas pistas adicionalessobre lo que estamos considerando.En esta corriente terapéutica la bús-queda del sentido es el motor mas im-portante en la conducta del ser huma-no. De ahí que la «intencionalidad»del hombre, o su capacidad de dirigir-

se hacia fuera de él mismo, sea un in-dicador de la madurez que éste puedealcanzar. Podríamos pensar que un«egoismo miope» es trascendidocuando salimos de nosotros mismospara encontrarnos con algo que nosespera en el mundo. Es a este llamadoal que respondemos cuando nos diri-gimos hacia una causa importante,hacia el servicio a los demás o hacia elamor de otro ser humano. No pode-mos aspirar a la plenitud humana en-cerrados en la estrechez de nuestra vi-sión. El «otro» es con quien puedo as-pirar a crecer y madurar. Sin el «otro»,sin el diálogo genuino, sin este am-biente relacional, prácticamente es

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imposible el desarrollo y la plenitudhumana. (Hycner, 1991) La felicidado la autorrealización no se consiguendirigiéndonos directamente a ellas,sino que son producto de nuestro en-cuentro y enriquecimiento con lo queel «otro» me aporta y gracias a lo cualme puedo «dar» a los demás, entre-garme a una causa o salir al «encuen-tro» de la otra persona y de mi propiavida.

El Diálogo: de la persona al encuentro

Desde el enfoque centrado en la per-sona, ¿qué elementos y actitudes per-miten que la comunicación dialógicase pueda dar? ¿De qué manera CarlRogers en su vida tanto académicacomo profesional pudo ser un facilita-dor del crecimiento del «otro»? Las«condiciones necesarias y suficientes»del cambio terapéutico ¿cómo se pue-den aplicar para facilitar el diálogo ge-nuino? (Cain, 2002). Y aun podría-mos preguntarnos si algunos de loselementos de la filosofía dialógica deMartin Buber(1970) pueden integrar-se en esta aproximacion centrada en lapersona.

Partiendo de lo anterior, a conti-nuación se presentan algunas de lascaracterísticas del diálogo genuino, enuna visión que trata de enriquecer elenfoque centrado en la persona conalgunos conceptos buberianos. Cabeaclarar que probablemente existandistintas formas de entender o de in-tegrar lo que el «diálogo genuino» sig-nifica para los muchos facilitadores ypersonas dedicadas a procesos de cre-cimiento o facilitación (Cain, 2002;Friedman,1992).

A continuación se describen muybrevemente algunas de las caracterís-ticas que esta comunicación dialógicapudiera tener:

a) Creación de un espacio psicológi-camente seguro: el diálogo con el otroes posible en la medida en que las per-sonas involucradas no se sientan ame-

nazadas, mucho menos invalidadas ensu concepción de una realidad cual-quiera. Las condiciones de la empatía,el aprecio positivo incondicional y lacongruencia se destacan como el cli-ma psicólogicamente favorable paraque pueda darse un intercambio sig-nificativo entre dos personas o gruposdistintos.

b) Presencia: el proceso de la comu-nicación dialógica implica el «estarahí», significa que la persona expe-riencialmente se encuentra con todosu ser dispuesta a dar respuesta a loque el otro dice. Intrapersonalmentesignificaría que la persona en ese mo-mento concreto vive un estado decongruencia o de integración, y no dedisociación, ya que esto último afecta-ría el nivel de involucramiento realcon el «otro» (Watson, Goldman, yWarner, 2002).

c) Comprensión empática: se pre-senta como una actitud que busca elentendimiento del «otro» desde supostura o su marco de referencia, sinperder nunca el propio o identificarseemocionalmente. Es un intento de en-trar en el mundo interno o subjetivode la otra persona para entender «des-de ahí» lo que la persona expresa. Ad-quiere diversas formas, pero en todasy cada una de ellas el objetivo es prác-ticamente el mismo: comprender al«otro» en sus propios términos (Ar-menta, 2001; Bohart and Greenberg,1997).

d) Contacto significativo: el diálogogenuino por definición no puede gene-rarse en un ambiente de superficiali-dad o de manipulación. Generalmenteuno de los elementos claves es el hechode que los participantes en este proce-so realizan un «contacto» psicológicoque de alguna manera tiene un efectoen sus propias vidas. Este tipo de con-tacto implica de una manera holística ala persona dentro de este proceso gra-dual (Sanders y Wyatt, 2002).

d) Mutualidad: este elemento im-plica que si la relación es asimétrica en

cuanto a la jerarquía o al grado de po-der de los participantes, en la medidaen que se genere realmente el diálogo,también se generará un proceso deigualdad o donde una persona, al ex-presar algo, necesariamente «incluye otoma en cuenta» al otro. La mutuali-dad en la terapia centrada en la perso-na es definida por Dave Mearns yBrian Thorne (1999) como un proce-so en donde tanto «el facilitador comoel cliente experimentan el trabajo te-rapéutico como una situación com-partida, donde pueden confiar en elcompromiso del otro para lograr ymantener la autenticidad en relacióncon el otro». De ahí la importancia deentrar al diálogo como «personas» yde igual forma entender y aceptar al«otro». Si me ubico como experto,como autoridad, como más listo ymás experimentado que la otra perso-na, en algún momento el diálogo inci-piente se detiene o simple y sencilla-mente no se genera.

e) Participación colaborativa: serparte de una comunicación dialógicanecesariamente requiere que ambosparticipantes contribuyan de manerafacilitadora a un proceso nuevo, endonde no se conoce el rumbo o desti-nación, y mucho menos los resultadosfinales. Es la «confianza en el propioorganismo» y en el «otro» lo que per-mite abrirnos a la realidad de lo dife-rente y de lo que se encuentra emer-giendo. Solo en la mutua colabora-ción, no enjuiciante, descalificadora oinvalidante, puede generarse y rea-brirse el proceso de una comunica-ción dialógica (Cain, 2002).

f) Vulnerabilidad: el diálogo genui-no tal como lo entendemos no impli-ca una postura de neutralidad. Al con-trario, la posibilidad de que se dé eldiálogo necesariamente trae apareja-do que ambos participantes puedanverse transformados por la misma ex-periencia (Hycner, 1991). Visto deotra manera implicaría que la ausen-cia de las defensas permiten una aper-

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tura a la experiencia del «otro» endonde terminamos enriquecidos o enun proceso de revisión, reconstruc-ción o reconfiguración de nuestras ex-periencias.

g) Construcción de significados: enel diálogo existe una serie de significa-dos que ambas personas llevan consi-go a este proceso. Mas que una impo-sición, convencimiento o persuasiónde que algunos significados son loscorrectos y otros no, la comunicacióndialógica permite que en este procesotentativo e incierto, ambas personasempiecen a construir «nuevos signifi-cados» o algún tipo de sentido pro-ducto no de uno o del otro, sino masbien de una actitud de colaboración yde inclusión de la realidad del «otro»(Gergen, 2001).

h) La dignidad del «otro»: esta acti-tud implica un respeto y una valora-ción no condicionada del otro partici-pante. Es entender que mas allá de lasideas, concepciones o posturas que elotro pueda tener, se encuentra por en-cima de todo esto su calidad de «per-sona» y de ser único y distinto (Wat-son, Goldman, y Warner, 2002).

Probablemente uno de los recursosmas usados en los diálogos rotos oatorados sea el ataque a la dignidad de

la persona o grupo. Categorizar, ridi-culizar, humillar, ser condescendienteo paternalista, sobreponer significa-dos ajenos a la experiencia de la per-sona o grupo, todo esto, sin duda, ge-nera monólogos recalcitrantes y mascerrados a la experiencia del «otro».

i) Autenticidad: para que se puedagenerar un encuentro significativoentre dos personas, cada una de ellasnecesita responder al llamado del«otro» desde una postura de con-gruencia o genuinidad, entendiendoesto como el permitirse ser y experi-mentar lo que uno realmente es. Ni lasuperficilidad o la estrategia manipu-lativa o encubierta pueden sustituirel encuentro auténtico de dos perso-nas.

j) La co-construccion de una reali-dad emergente: finalmente cada perso-na aporta a un diálogo una parte deun proceso que se está construyendoen la mutualidad y en la emergenciade nuevos significados. No de uno nide otro, sino mas bien, de la colabora-ción de ambos. Después del diálogogenuino podemos revisar, constatar,reestructurar o revalorar los significa-dos mas atesorados y dar la bienveni-da a aquellos que nacen de este en-cuentro significativo.

A modo de conclusión que invita aposteriores diálogos

Si nuestra historia está plagada de fra-casos en la comunicación con el«otro», sea éste una persona o un gru-po, en la realidad concreta y personalde cada uno de nosotros, ¿qué pode-mos hacer desde la trinchera o la vo-cación de cada uno para generar am-bientes psicológicamente seguros odonde se puedan generar nuevas con-versaciones o prácticas dialógicas?¿Será nuestro destino implacable elvivir en una cerrazón a la realidad delo «otro»? ¿Cómo podemos experi-mentar o encarnar muchos de los ele-mentos generadores de diálogo cons-tructivo? ¿Podremos arriesgarnos aldiálogo con nosotros mismos, sobretodo con aquellas partes rechazadas ono asumidas como propias?

Todos los cuestionamientos ante-riores, más que marcar una dirección,probablemente puedan ser los deto-nadores de nuevas conversaciones, derenovados diálogos. Probablemente lacuestión quede como un dilema exis-tencial en donde puedo escoger entrela incertidumbre y riqueza de la cerca-nía del «otro» o la seguridad y certezaestéril de mis propias paredes.

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Notas bibliográficas