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Del pensamiento de la diferencia a la disolución de la jerarquía: lo masculino/femenino en Françoise Héritier Márgara Millán En este capítulo exploraré una de las aportaciones más interesantes al análisis de lo masculino-femenino como elemento fundante del pensamiento y la praxis humana, la que nos ofrece la antropóloga Françoise Heritier. 1 El alcance de su obra sobrepasa las fronteras antropológicas incidiendo en los fundamentos del orden epistémico, en la matriz de la representación simbólica que ocurre entre nuestros ancestros arcaicos pero que domina hasta el presente. Antropología, feminismo y estudios de género. 1 Francoise Heritier es etnóloga africanista y antropóloga francesa, profesora honoraria del Colegio de Francia y de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Discípula de Claude Levi-Strauss, realiza sus trabajos de investigación etnográfica más fecundos entre 1973 y 1994. Su trabajo directo lo realiza con el grupo Samo en Burkina Faso. Considerada la continuadora del maestro en la investigación sobre el parentesco y sus reglas simbólicas las publicaciones de Héritier focalizan la diferencia masculino-femenino, su constitución jerárquica, su reproducción en la historia, y los posibles caminos de su disolución en la época contemporánea. Héritier conjunta estas reflexiones en los dos volúmenes a los que haremos referencia en este ensayo: Masculino/Femenino: el pensamiento de la diferencia , y Masculino/Femenino II : Disolver la jerarquía , editados ambos por Odile Jacob en 1996 y 2002 respectivamente.

Del Pensamiento de La Diferencia a La Disolución de La Jerarquía

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COMENTARIOS AL IMPORTANTE TRABAJO DE FRANCOISE HERITIER

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Del pensamiento de la diferencia a la disolución de la jerarquía: lo masculino/femenino en Françoise

Héritier

Márgara Millán

En este capítulo exploraré una de las aportaciones más interesantes al análisis de lo masculino-

femenino como elemento fundante del pensamiento y la praxis humana, la que nos ofrece la

antropóloga Françoise Heritier.1 El alcance de su obra sobrepasa las fronteras antropológicas

incidiendo en los fundamentos del orden epistémico, en la matriz de la representación simbólica que

ocurre entre nuestros ancestros arcaicos pero que domina hasta el presente.

Antropología, feminismo y estudios de género.

Henri Lévi-Strauss es un referente para el pensamiento crítico feminista, ya sea aquel que adhiere y

desarrolla el concepto de género, como el feminismo que reivindica, por el contrario, el estudio de las

mujeres o los estudios feministas. Simone de Beauvoir, figura canónica del feminismo ilustrado

moderno, se afirma en Las Estructuras Elementales del Parentesco, para desarrollar parte importante de

su tesis sobre las diferencias entre hombres y mujeres debido al hecho de la maternidad femenina.

1 Francoise Heritier es etnóloga africanista y antropóloga francesa, profesora honoraria del Colegio de Francia y de la Escuela de Altos

Estudios en Ciencias Sociales. Discípula de Claude Levi-Strauss, realiza sus trabajos de investigación etnográfica más fecundos entre 1973 y 1994. Su trabajo directo lo realiza con el grupo Samo en Burkina Faso. Considerada la continuadora del maestro en la investigación sobre el parentesco y sus reglas simbólicas las publicaciones de Héritier focalizan la diferencia masculino-femenino, su constitución jerárquica, su reproducción en la historia, y los posibles caminos de su disolución en la época contemporánea. Héritier conjunta estas reflexiones en los dos volúmenes a los que haremos referencia en este ensayo: Masculino/Femenino: el pensamiento de la diferencia, y Masculino/Femenino II : Disolver la jerarquía, editados ambos por Odile Jacob en 1996 y 2002 respectivamente.

La antropología estructuralista es una de las disciplinas que interesan a la pesquisa feminista, ya que se

pregunta sobre el diferente devenir del ser sexuado, en palabras de Gayle Rubin.2 Otras disciplinas

serán ciegas al género, afirmando y reproduciendo de esta manera la valencia abstracta/masculina de lo

humano universal. Por el contrario, la antropología levistraussiana encuentra en el origen de las

estructuras sociales el intercambio de mujeres como base del “lazo social”.

Lévi-Strauss en Las Estructuras Elementales del Parentesco da cuenta de la diferencia de los sexos

como una construcción significativa que se encuentra en el origen y basamento del orden social. Para

Lévi-Strauss, el lenguaje y la exogamia contienen lo que podríamos denominar el “hecho” cultural.

Así, “[…] El surgimiento del pensamiento simbólico debía exigir que las mujeres, así como las

palabras, fuesen cosas intercambiables.” 3

Dos cuestiones de suma importancia se desprenden de este descubrimiento realizado en los archivos

míticos y confirmado por los imaginarios recolectados en la etnografía: la regla que ordena el caos lo

hace a través de las mujeres, regulando su intercambio entre los hombres (padres o hermanos). El

desorden es así contenido: naturaleza y cultura, la dicotomía esencial que encontramos en el origen de

los tiempos, necesita de una mediación. La Mujer es esa mediación, el ‘objeto de intercambio cultural’.

Ya en Lévi-Strauss es clara la ambivalencia que conlleva esta conversión de la mujer en signo: el hecho

de que la mujer es siempre más que un signo, en todo caso, es un signo capaz de producir signos.4 Es

más que un signo porque prevalece su valor particular, su singularidad como persona aun en un mundo

de hombres (ver rf 4). Podemos sugerir desde ahí que es en esta dimensión de lo simbólico donde se 2 Véase Gayle Rubin, “El tráfico de mujeres:notas sobre la “economía política” del sexo”, en Lamas, Marta comp. El género: La construcción cultural de la diferencia sexual. PUEG-M.A. Porrúa, 19963 Henri Lévi-Strauss, Las Estructuras Elementales del Parentesco p.574, Paidos, Buenos Aires

4 “[…] De todos modos la mujer jamás podía transformarse en un signo y nada más que en eso, ya que aun en un mundo de hombres es una persona y que, en la medida en que se la define como signo, uno se obliga a reconocer en ella un productor de signos. En el dialogo matrimonial de los hombres, la mujer nunca es puramente aquello de lo cual se habla, ya que si las mujeres, en general, representan una cierta categoría de signos, destinados a un cierto tipo de comunicación, cada mujer conserva un valor particular que corresponde a su talento, antes y después del matrimonio, para obtener su parte en una pareja. Al revés de la palabra, que se transformó integralmente en signo, la mujer permaneció, al mismo tiempo, como signo y como valor. Así se explica que las relaciones entre los sexos hayan preservado esa riqueza afectiva, ese fervor y ese misterio, que sin duda impregnaron en su origen a todo el universo de las comunicaciones humanas” H. Levi-Strauss, Las Estructuras Elementales del Parentesco, p. 575.

preserva la irresoluble contradicción del mundo de lo humano, la dualidad esencial que marca el inicio

de la cultura. Dualidad que tiende a convertirse en un antagonismo entre los sexos5.

Esta dualidad será comprendida por F. Héritier como el pensamiento de la diferencia, es decir, “[…] la

manera en que la diferencia entre los sexos, que no implica absolutamente ninguna jerarquía, ha sido

pensada en diversas sociedades del mundo desde los comienzos de los tiempos…ir en busca de las

condiciones necesarias que llevaron a los hombres de todas partes a conceptuar y traducir esta simple

diferencia como jerarquía, siempre orientada en el mismo sentido”.6

F. Héritier continúa las indagaciones en torno al parentesco y a las representaciones del cuerpo bajo un

nuevo horizonte que quiere develar no sólo como se construye el pensamiento dicotómico a partir de la

simbolización de la diferencia (sexual), sino porqué se realiza la instauración de una jerarquía en las

principales categorías que sirven para hablar de lo idéntico y de lo diferente, una jerarquía que valora

más lo masculino.

Héritier pondrá en acto lo que según Rubin queda simplemente constatado en Lévi-Strauss: la

indagación crítica feminista. La construcción social del género será pensada como una parte de un

orden más general de representaciones, donde Masculino/Femenino se desdobla de múltiples maneras

(caliente/frío, arriba/abajo, cerrado/abierto, activo/pasivo) haciendo significativo el cosmos al tiempo

que equilibrando sus elementos contrarios. Sin embargo, al realizar esta obra de sentido y equilibrio,

intercambio y reciprocidad, se produce una invalencia que da sustento a lo que Bourdieu denomina la

dominación masculina.7

5 Utilizo la lectura de la obra levistraussiana del extraordinario libro de Catherine Backés-Clement, Lévi-Strauss, Ed. Anagrama, Barcelona, 1974.6 Ver Masculino/Femenino II. Disolver la Jerarquía, Introducción: Lo femenino vivo. Pag 11.7 Ver Pierre Bourdieu. La dominación masculina. Anagrama. Barcelona. 2000

Idéntico/diferente: las raíces perceptuales de la simbólica humana

Héritier constata que el primer objeto de reflexión del hombre emergiendo de la animalidad es el propio

cuerpo y su lugar en relación a lo otro: especies animales y vegetales. Reconocer estas fronteras de lo

idéntico y lo diferente constituye el núcleo de todo pensamiento humano:

En lo idéntico y lo diferente veo la base objetiva e indiscutible de un sistema global de

clasificación desde el punto de vista del sujeto hablante. Esta categorización de base dualista es

en mi opinión el resultado de la observación preliminar de la diferencia sexuada sobre la cuál la

voluntad humana no tiene influencia. Está en el núcleo de todos los sistemas de pensamiento, en

todas las sociedades…La aprehensión intelectual de la diferencia sexuada sería así

concomitante con la expresión misma de todo pensamiento. 8

La categorización binaria se remonta a los orígenes de la humanidad. Es de hecho una de las primeras

operaciones mentales en las cuáles se manifiesta el pensamiento, una oposición princeps entre idéntico

y diferente (el día y la noche, cuerpos con y sin). La jerarquía es un efecto suplementario. Debe haber

un superior y un inferior pero no está en el orden natural que las categorías asociadas a lo masculino

sean sistemáticamente consideradas como superiores. Y sin embargo esta es una representación

universal que se repite. El enigma a resolver es entonces ¿porqué en el reconocimiento de la alteridad,

de la diferencia, se articula la jerarquía, signo de la desigualdad? ¿El reconocimiento de la alteridad

conlleva siempre entonces la desigualdad? ¿Y por qué esa jerarquía sistemáticamente valora como

superior a las categorías señaladas como propias de lo masculino?

Lo que F. Héritier denomina el núcleo duro de observaciones primordiales contiene otros elementos

centrales y que se vinculan con la dupla masculino/femenino, de alguna manera desdoblándose en su

sentido significativo y valorativo:

8 F. Héritier. Masculino/Femenino II, Disolver la jerarquía, FCE, México, 2007, p.16

La vida va acompañada de la muerte; el calor de la sangre connota la vida, y la sangre perdida

por las mujeres señala que su temperatura es menor en relación con la de los hombres; es

necesaria la copulación para que haya nacimientos; no todos los actos sexuales son

necesariamente fecundos; los padres preceden a los hijos y los mayores a los menores; las

mujeres se reproducen de manera idéntica, [dan vida a seres idénticos a ellas] pero tienen

también la exorbitante capacidad de producir cuerpos diferentes a los suyos … 9

Este núcleo primordial de observaciones sobre la naturaleza humana se traducirá en una serie abierta y

compleja de ordenamientos simbólicos cuya característica será dual. La clasificación dualista es así uno

de los primeros anclajes del pensamiento simbólico, es decir, del pensamiento humano.”No hay

sociedad alguna que haya sido capaz de constituir un discurso coherente sin haber recurrido a las

clasificaciones dualistas”.10 Pero de la clasificación dualista no se deviene naturalmente en la

jerarquización, y menos aún, en la jerarquización positiva sistemática de lo masculino.

Para tratar con la alteridad, clasificarla y contenerla, ocurrirá una operación de jerarquización. ¿Por

qué?

Una respuesta parcial pero fundamental que ofrece Héritier es el hecho de que la noción de equilibrio

(y por tanto, la de complementariedad simétrica) es una noción abstracta que no aparece en la

naturaleza. Por tanto, es objeto de búsquedas constantes. Ello vuelve comprensible el hecho de que las

categorías dualistas tengan un valor desigual, pero no deja ver el por qué se repite siempre la

valorización sistemática de lo masculino.

9 F. Héritier, Masculino/Femenino II. Pag. 18 y 19

10 F. Héritier, Masculino/Femenino II, p 130

La inscripción de la desigualdad entre los sexos en el proceso de hominización y su constante

reinserción

La hipótesis de nuestra autora para explicar el hecho del imparidad universal entre los sexos radica

menos en una especie de in/capacidad femenina: fragilidad del cuerpo femenino, menos talla y peso, la

procreación y el amamantamiento. Tampoco radica en un momento histórico en los orígenes (el

neolítico) donde el matriarcado hubiese sido derrotado de una vez por todas por el patriarcado,

manteniendo una diferencia con la interpretación de De Beauvoir a este respecto. Tampoco coincide

con la idea difusionista (una cultura patriarcal que se expande a todas las demás). No. Su idea es que

todas las culturas llegan al mismo devenir. ¿Por qué?

Nuestros ancestros de las sociedades arcaicas sabían que sin relaciones sexuales no era posible que los

hijos vinieran a las mujeres. Héritier desacredita la suposición del desconocimiento del origen de la

procreación que supone Malinowski.11 El papel fisiológico del hombre en la procreación era conocido

por nuestros ancestros. Incluso los Trobriands, al asentar que las mujeres vírgenes no podían tener

hijos, o que los hijos se parecían al padre que los había hecho en el vientre de la madre mostraban la

consciencia de su implicación en el hecho de la procreación, aunque sus explicaciones del

acontecimiento sean diversas.

Una conclusión inicial de la antropóloga sugiere que la jerarquía “se encontraba implícita en la

observación de ciertas características de la diferencia”12, notoriamente en el hecho de que la mujer

pierde su sangre de manera involuntaria mientras que el varón puede hacerse sangrar, o hacer sangrar a

otro. Ello se traducía en una pasividad femenina, apegada al ciclo de la naturaleza y la biología,

mientras que el varón (y lo masculino) se despegaba de este orden e influía en él de manera activa.13

11 La autora se refiere a la obra La vie sexuelle des sauvages du nord-ouest de la Mélanésie. 12 F. Héritier. Masculino/Femenino II.p. 1913 Ver F. Héritier. Masculino/Femenino I. El pensamiento de la diferencia.. Ariel, España.

Sin embargo, para que esta interpretación ocurriera la jerarquía ya se encontraba establecida. Héritier

encuentra necesario ir más allá de sus propias elaboraciones, las cuáles se fundamentan en datos

relevantes de las etnografías de diferentes grupos sobre todo de África Occidental. Siguiendo el estudio

de las líneas del parentesco, por ejemplo, Héritier sustenta la idea de que no hay una transcripción o

traducción única de los hechos biológicos a una forma canónica de relación entre los sexos. En

realidad, lo que encontramos en la historia de la humanidad, es una descomposición de los caracteres

naturales o biológicos, atomizados en unidades conceptuales, y recompuestos en asociaciones

sintagmáticas que varían según las sociedades. No hay un paradigma único, hay un paisaje de

diversidad cultural.

El parentesco y la filiación no son hechos “naturales”, salidos enteramente de los lazos biológicos. En

los grupos humanos la consanguinidad es una cuestión de elección, manipulación y reconocimiento

social.14 La filiación es la regla social que define la pertenencia a un grupo. Como antropóloga del

parentesco Héritier indaga en los sistemas terminológicos que son la manera en que un individuo

nombra a sus parientes definiendo así el círculo consanguíneo y de aliados. La procreación nos adentra

al ordenamiento generacional, un orden de sucesión de los nacimientos que hacen que dentro de una

fratria se reconozca la dupla mayor/menor.

Explorando las diferentes posibilidades lógicas de lo social y las que han sido observadas en las

sociedades humanas resulta la evidencia no del todo visibilizada de la asimetría en la relación de los

hermanos de sexo diferente: la relación entre hermano/hermana es diferente a la relación entre

hermana/hermano. De las formas lógicas posibles hay una que no ocurre nunca en la regularidad social:

14 Las formas de la filiación son seis: patrilineal, matrilineal, bilineal, cognatica, paralela y cruzada, siendo estas dos últimas muy raras. En la sociedad occidental se dice que es bilateral o cognática porque pertenecemos de la misma manera a padre/madre, abuelos/abuelas. En los sistemas unilineales la filiación pasa por un solo sexo, patrilineal cuando pasa por los hombres y matrilineal cuando pasa por las mujeres. Al pasar la filiación por las mujeres lo hace dando el poder a los hermanos de la madre, que ejercen su autoridad sobre sus hermanas y sus sobrinos, aunque no transmitan la filiación. En la regla de filiación materna, el poder de decisión sobre los hijos (determinar su matrimonio o el uso de su fuerza de trabajo) y la autoridad paternal no se encuentra en el padre sino en el tío materno. En un sistema bilineal se privilegia las dos líneas y hay una doble filiación. Se trata de sociedades muy complejas a analizar (por ejemplo en ciertas sociedades africanas la herencia de la tierra es patrilineal y la transferencia de orden místico es matrilineal).

la que observa la regla de mayor/menor entre los hermanos concerniente a la hermana (mayor) versus

el hermano (menor). Las lógicas (posibles) de lo social dejan fuera esta forma: “No se encuentra

ningún sistema de parentesco que en su lógica interna y en los detalles de sus reglas de derivaciones

pudiera ser establecido como una relación que va de mujeres a hombres, de hermanas a hermanos, que

fuese traducible en relaciones donde las mujeres serían las mayores o pertenecieran estructuralmente a

la generación superior.”15 Y es esta ausencia la que reafirma la constatación de que todo sistema de

parentesco es una manipulación simbólica, una lógica de lo social. La lógica de lo social que aparece

reafirmada es la de la invalencia de los sexos, la dominancia masculina dentro de las dualidades.

Del cuerpo y el espíritu

La posesión que los hermanos ejercen sobre las hermanas y el hecho de que nunca se permita lo

contrario, que significa la desposesión de las mujeres de ese derecho, tiene su motor en la necesidad del

hombre de hacer depender de ellos el material o el vehículo de su idéntica reproducción, de trascender

en lo idéntico, en los hijos. Queda claro el motor que hace caminar la articulación ideológica, el vínculo

entre la dominación masculina y la fecundidad femenina.

Esta desposesión ocurre como una apropiación simultáneamente conceptual, simbólica y social de un

hecho esencial: el hecho mismo de la procreación. Ello significa que en lo simbólico de diversas

sociedades la procreación no aparece como un fenómeno donde el hombre y la mujer intervienen de

igual manera, sino un fenómeno que emana de la voluntad masculina, donde la mujer es sólo un medio,

un vehículo, un contenedor.

Esta desposesión de lo que Héritier denomina “el privilegio de la maternidad” aparece en los sistemas

de representación de diferentes sociedades, sean patrilineales o matrilineales, que explican los aportes

15 Traducción mía del texto en francés Masculin/Féminin. La pensé de la différence. Editions Odile Jacob. Paris. 1996.pag. 67. Héritier se interesa en los sistemas matrilineales Crow que deberían de mostrar la figura inversa al sistema patrilineal Omaha (ambos de los indios de Norteamérica), donde hermano/hermana se vuelve padre/hermana. La lógica de la apelación inversa que traduciría hermana/hermano como madre/hijo no llega a formularse plenamente. Interviene el orden generacional. Un hermano mayor no puede ser considerado como hijo de la hermana. En los Iroqueses el derecho matrilineal le da a las matronas, mujeres maduras ya en la menopausia, poderes considerables sobre todo ante las mujeres jóvenes. Pero ello no las lleva al ejercicio de la igualdad en los procesos de decisión.

del padre y de la madre en la procreación haciendo de las mujeres un lugar de pasaje, un simple

material. 16 La sangre y el esperma, lo caliente y lo frio, los fluidos del sexo y de la concepción operan

en la construcción de la explicación de mundo, del género y del acto mismo de la procreación como

acto esencial de la cadena reproductiva, de la trascendencia de la especie. Es en ese escenario donde las

cosas se invierten, la armonía y la reciprocidad se convierten en jerarquía y dominancia.

El corpus de la etnología ofrece sustento a la constatación de la valencia diferencial de los sexos no

sólo en el estudio de las regularidades de las lógicas del parentesco. Las cosmovisiones antiguas y

contemporáneas y sus maneras de explicar las diferencias de los cuerpos y sus relaciones con la

reproducción del mundo socio-natural refieren esta misma desposesión de la centralidad y

protagonismo de lo femenino. Las literaturas tradicionales y la filosofía antigua trabajan en ese sentido:

despojar a las mujeres conceptualmente, en el orden de las ideas, de la “exorbitante” capacidad de

procrear niños y niñas, de reproducir lo mismo y lo diferente. “[…] incluso en las sociedades de

derecho matrilineal, la mujer suele quedar reducida al rol del continente (una matriz) o de vehículo –

lugar de pasaje. A veces luminoso, como es el caso de Jesús concebido por la oreja y eyectado

simultáneamente por el costado de María-[…] 17

Caso paradigmático en este trabajo de las ideologías es Aristóteles, en cuya teorización Héritier resalta

el paso de la caracterización y regulación de los fluidos a su jerarquización. Nos detendremos un poco

en ello. En su tratado Historia de los Animales la mujer es materia que si no es dominada y contenida

por el pneuma del esperma masculino proliferaría de manera anárquica (remitiéndonos de nuevo al

desorden y al caos) y monstruosa. El esperma no aporta materia al feto, sino pneuma, que es aliento y

potencia. El varón puede hacer por la fuerza de su calor, la cocción de la sangre y transformarla en

16 Ver F. Héritier, Masculino/Femenino II, pags.134 y siguientes17

F. Héritier, Masculino/Femenino II pag. 20.

esperma. El esperma contiene el principio de la forma. La mujer es materia y receptáculo. El hombre

tiene más calor que la mujer, y ella, porque es fría, pierde sangre. Si no fuese fría, haría de su sangre

esperma como el varón. Pero, si el hombre que es caliente domina, porqué a veces engendra niñas? Y

más aún, niñas que se parecen a la madre? Cuando el principio masculino no domina, cuando es

incapaz de producir la cocción, no impone su propia forma. La procreación de niñas es así el resultado

de una impotencia parcial en la cual interviene la edad de los padres, la naturaleza de los alimentos, las

condiciones atmosféricas.

Si sólo estuviese en acción la potencia del hombre sólo habría procreación de varones, lo que es

pensado como un mundo ideal. El esperma masculino aporta la vida, el aliento, la forma humana, el

espíritu, los valores nobles y opuestos a la materia femenina que es opaca e indiferenciada. 18 Cuando la

materia no es dominada lo que queda es “el carácter general, es decir, animal”, la materia animal de la

feminidad. El monstruo híbrido ocurre en la forma de clonaje de lo femenino, en la reproducción de lo

idéntico de la materia no dominada por el aliento (lo masculino). La reproducción femenina de lo

femenino es una suerte de exceso que en sí es monstruoso. La monstruosidad ocurre sólo como exceso

de femenino ya que no puede haber exceso de masculino. Si la primera monstruosidad es dar a luz lo

idéntico la segunda es dar a luz gemelos. El exceso de semen no produce monstruos, porque la

superabundancia de este líquido conduciría a la evaporación (secamiento o evaporación) figura

contraria a la monstruosidad que viene sólo del exceso de frío en la materia femenina. 19

Pero ¿de qué monstruosidad se habla realmente aquí? Lo monstruoso es el hecho de que la mujer

resulta indispensable pero peligrosa, sustento y amenaza al mismo tiempo. Capaz de producir lo

idéntico pero sobre todo de producir lo diferente, lo masculino. Lo monstruoso es la desposesión que el

18 Ver F. Héritier. Masculino/Femenino II, p.20 y ss.

19 Ver F. Héritier. Masculino7 Femenino I, pags 191 y ss. Acá Héritier señala como en la teorización de Aristóteles, elaborada hacia los años 330-322 al fin de su carrera encontramos un modelo filosófico complejo que retoma los sustentos de la “genética salvaje” de las poblaciones llamadas “primitivas”.

varón experimenta al tener que pasar por el cuerpo de la mujer para reproducir a su igual. Es esa

capacidad “exorbitante” del cuerpo de la mujer la que debe ser dominada y el proceso de dominación

inicia con el de la expropiación: la intervención de lo masculino se magnifica y se enaltece mientras la

participación femenina se vuelve instrumental.

La observación del cuerpo humano produce en diferentes lugares y épocas teorías explicativas

sorprendentemente cercanas. Los dos tomos de Masculino/Femenino conjuntan un vasto espectro de

ejemplos que vinculan lo masculino con el hueso/esperma/sangre 20 a través de lo cual lo masculino

participa de la “cocción” o formación del cuerpo en gestación interviniendo de esta forma en el proceso

que ocurre solo en el cuerpo femenino.

La “ideología del desposeimiento” del acto procreador femenino no es un hecho singular de la teoría

aristotélica, sino un discurso repetitivo de las sociedades tradicionales articulada a través de

teorizaciones sofisticadas y complejas de los humores del cuerpo, su relación con lo frío y lo caliente y

su intervención en el acto de la procreación.21

¿No podemos sugerir que esta desposesión del acto procreador está aún presente en las sociedades

contemporáneas en el discurso de los “derechos del feto”, el “derecho de la vida” contenido en el

vientre materno? El vientre materno se sustantibiza como mero vehículo de la vida. El acto de la

procreación entonces articula un nodo central del ordenamiento social que identifica orden con poder

masculino de determinar la ley. La ley contiene (conjura) el peligro del caos representado por lo

20 Articulación presente entre los egipcios, el mundo hindú, los sumerios y teorizada por Aristóteles.

21 Por ejemplo entre los Samo según refiere Héritier toda mujer fértil posee un saco (matriz) donde se cocina al infante. Hacen falta “las aguas del sexo” paterna y materna, la intervención de una fuerza extrahumana y el “querer” del destino individual. El destino individual es uno de los nueve componentes de la persona. Se trata del deseo de vida/deseo de muerte. Del agua de sexo de la madre y de la nuez uterina se forma el cuerpo, el esqueleto, los órganos del niño. El padre da la sangre, el esperma se transforma en sangre en el cuerpo de la madre. Sangre del padre que ya no perderá la madre en sus reglas. Las relaciones sexuales completarán al bebé sobre todo hasta el sexto mes, cuando el niño ya posee la sangre necesaria para la vida. El “agua” del sexo se llama también agua pegamento o filante y proviene sobre todo de las articulaciones, la columna vertebral, crestas iliacas…Ver Masculino/Femenino I, p.80 y ss

femenino. Desde este ángulo, “[…]el motor de la jerarquía se hallaba allí: en la apropiación de la

fecundidad y en su reparto entre los hombres” 22

Las mujeres son convertidas en “recursos humanos”, botín de guerra o de definición jurídica, un signo

sin posibilidad de intervenir en el significado último del intercambio, en las leyes mismas del

intercambio: “[…]La raptada – el botín, el objeto de intercambio y manipulación – jamás fue

considerada como una socia que tiene los mismos derechos del que la posee o del que puede disponer

de ella según su voluntad […] el gran recurso de esta apropiación, para que resulte totalmente eficaz, es

la negación de la capacidad femenina de la procreación”. 23

Porque capacidad de procreación es al mismo tiempo poder de decisión sobre la procreación. Para

anular este poder de decisión la interpretación del cuerpo y el espíritu se articulan en una explicación

donde la predominancia masculina se asienta de manera irreductible a partir de la lógica de lo idéntico

y lo diferente. Inversión de las causas, jerarquización de los componentes, construcción de un

protagonismo siempre masculino fueron y son operaciones necesarias para seguir negándole a las

mujeres esa consideración de socias en vez de subalternas, en el orden ético político social, a pesar de

los espacios simbólicos y culturales donde lo femenino se exalta y venera.24

Evolución, estructura, historia.

Masculino/Femenino refiere también a la relación entre estructura e historia. Parecería haber una

elección teórica al hablar de valencia diferencial de los sexos antes que de la dominación masculina,

como lo pone Pierre Bourdieu.25 Ambos conceptos subrayan el carácter « inconsciente » y de larga data

de la valorización de lo masculino y ambos trabajos se afianzan en la etnografía para mostrar como lo

masculino/femeino se despliega como atributo de un todo orgánico de contrapartes. Bourdieu pone el

22 F. Héritier. Masculino/Femenino II p.20.23 F. Héritier. Masculino/Femenino II P.2124 Así, incluso en las sociedades con una fuerte veneración a la Diosa y a la fecundidad, la operación de apropiación del acto procreativo por lo masculino aún opera.25 Ver La dominación masculina de Pierre Bourdieu

acento en la interiorizacion que las mujeres hacen de la dominación masculina. Señala la importancia

de la violencia física y simbólica en su reproducción, así como el papel de las instituciones, la familia,

la escuela, el estado. ¿Podemos plantear que en su visión predomina la historia mientras que en Héritier

lo hace la estructura ?26 Héritier es consciente de que los resultados a los que la lleva su investigación

señalan un núcleo duro, estructural, difícil pero no imposible de transformar en la historia humana.

No adhiere, sin embargo, a la perspectiva evolucionista que a su parecer contiene el acercamiento que

Simone de Beauvoir elige en El Segundo Sexo.27 De manera un tanto acrítica de Beauvoir acepta la

idea ampliamente expandida por Malinowski de que las sociedades llamadas primitivas desconocían la

relación entre copulación y concepción. La acepta a los sojos de Héritier porque «[…] remite

confusamente a la concepción elitista global de una humanidad primitiva, ignorante y salvaje, cuya

ingenuidad debida a la falta de observación y espíritu de correlación no puede sorprender pues sólo

demuestra el débil « bagaje de conocimientos de una sociedad atrasada »[cita de Malinowski].28 De

Beauvoir pensaría la historia como la progresión de formas inferiores a superiores y paradójicamente

utilizaría a Lévi-Strauss para apoyar sus argumentos. La idea de historia presente en la teoría

levistraussiana y conservada en Héritier es una en la que: “considerar la historia o cualquier noción,

como un progreso del pensamiento, es no reconocer la esencia del pensamiento salvaje; lejos de

constituir una etapa infantil y alejada en la infancia de la humanidad, es contemporánea, permanente,

necesaria” 29

La historia en el estructuralismo no es progresiva y unilineal. Ello compromete una ambivalencia frente

a la noción de dialéctica, un alejamiento a toda idea de sentido ineluctable de la historia. Y justamente

26 Ver el trabajo de Agnés Fine, .”Françoise HÉRITIER, Masculin, Féminin. La pensée de la différence. Paris, O. Jacob, 1996”, Clio, numéro 8/1998, Georges Duby et l'histoire des femmes, [En ligne], mis en ligne le 21 mars 2003. URL : http://clio.revues.org/document326.html. Consultado el 26 de noviembre 2007.27 Capítulo titulado “El punto ciego de Simone de Beauvoir”, en Masculino y Femenino II, pag. 89-10828 F. Héritier, Masculino/Femennino II. Pag. 91.

29 C. Backes-Clement, Lévi-Strauss, Ed. Anagrama. Barcelona. 1974. pag.173

esto es lo que se asoma en la manera de entender la articulación de la subordinación femenina en El

Segundo Sexo.

De Beauvoir piensa al contrario que Héritier que la dualidad cognitiva en el inicio no tiene referencia

sexual, y que sólo posteriormente la adquiere. La revolución neolítica será desde esta perspectiva

central en esta contraposición de la trascendencia del varón y la inmanencia y falta de proyecto creativo

de la mujer presente en la argumentación de de Beauvoir. Por ejemplo, adhiere sin ambages a la idea

de que los hombres hicieron la revolución neolítica al domesticar las plantas, cuando existía ya

suficiente evidencia de que las mujeres están presentes en el origen de la domesticación de los

vegetales.

Un punto ciego más y de singular relevancia, es la caracterización de la fecundidad como un obstáculo,

una incapacidad o inferioridad que le impide a la mujer ser como el varón, trabajar junto a él en la

“conquista de la naturaleza”. Engendrar y amamantar son funciones naturales, dice, no actividades.30

En el fondo de Beauvoir afirma un cierto privilegio biológico que permite al varón instalarse como

sujeto soberano, mientras que la mujer se encuentra impedida por la fecundidad.

Quisiera señalar como en la crítica que establece Héritier a De Beauvoir, aunque se cuida de precisar

que “[…]Y sin embargo, al final de cuantas, hay una verdad allí, esclarecedora, planteada con

obstinación…sin duda los caminos que ella siguió en ese capítulo no eran los más apropiados, pero que

el cuadro que expone es sin embargo apropiado y exacto”,31 para coincidir con el análisis de las

mujeres como “el segundo sexo”, se toca un punto central que divide los feminismos contemporáneos,

y este es el de la consideración de la maternidad. Existe la tendencia a considerarla como un yugo que

no debe reproducirse mientras otros posicionamientos consideran el hecho mismo de la maternidad y la

crianza como un elemento central del ser en el mundo de las mujeres.

30 Héritier subraya que de Beauvoir sintomáticamente utiliza el término engendrar, que es la función masculina, mientras que la femenina es parir. Masculino/Femenino II, pag. 10231 F. Héritier, Masculino/Femenino II, pag. 108

Héritier resalta el vinculo entre lo que denomina “el privilegio de la maternidad” y la dominación

masculina. Su deconstrucción lleva al reconocimiento de que el hecho de la procreación femenina es

problemático y central para el varón, que de alguna manera se siente desposeído. Esta dependencia del

varón hacia la mujer (el hecho de tener que pasar por el cuerpo femenino para reproducir lo idéntico)

sería el pivote universal que empuja al trabajo simbólico y normativo a generar la dependencia

contraria, la que va de la mujer al hombre. Desde esta perspectiva, la emancipación de la mujer no

radica en asemejarse al hombre y sus privilegios, sino en hacer valer su derecho a la procreación, que

también es sobre la decisión de cuándo, cómo y con quién procrear. El origen de la humillación de la

mujer procede de algo muy diferente al temor de la castración, y a la envidia del pene por parte d elas

mujeres, porque en esta deriva, ¿quién tiene algo que al otro le falta? ¿La envidia del pene no podría ser

sino la racionalización (masculina) de la envidia de la capacidad de parir lo idéntico?

La primera asimetría, fundante de la dominación masculina, es entonces el hecho contundente de que

“ellas” hacen a sus hijas, mientras que “ellos” no pueden hacer a sus hijos más que pasando por el

cuerpo femenino. Mitos numerosos en diferentes latitudes del mundo parecerían confirmar esto al

imaginar un “paraíso sin alteridad”, la armonía de un origen de una humanidad anterior a la que

conocemos.

La distancia entre esos mitos fundacionales y los fantasmas contemporáneos sobre la clonación humana

que simplemente se salte el acto reproductivo no es mucha. La resonancia es evidente. La

biotecnología, el genoma humano y la posibilidad de reproducirlo en el laboratorio, la manipulación

genética abren el viejo sueño de inmortalidad así como el camino totalitario de la selección tendientes a

construir una utopía de un modelo estándar. F. Héritier compara la interdicción de la clonación humana

con la prohibición del incesto en el origen de nuestra historia. Ambas aseguran cierto tipo de

alteridades sin las cuáles la sociedad humana es imposible. Sin embargo, ¿es acaso posible la alteridad

sin la jerarquización valorativa que lleva a la subordinación e incluso a la discriminación?

Dilemas Contemporáneos

Para F. Héritier la clave de la dominación masculina es el control sobre la vida. El control sobre la vida

ocurre por medio de la alteridad. En esa relación de poder la alteridad es construida. Podemos señalar

que en la tensión que se desata en el control sobre la vida está ya el principio ambivalente de la

biopolítica como lo señala Foucault.32 En el acto de dominio sobre el otro en tanto cuerpo como medio

para la reproducción de lo idéntico es donde se construye el principio masculino/femenino como

posibilidad en germen de la biopolítica. Esto es así porque es la primera experiencia de la desposesión.

Desposesión de sí, del propio cuerpo. También desposesión del cuerpo de los otros (hijo/as y

hermano/as). Como lo anota Gayle Rubin33 la experiencia de las mujeres en el tejido social denominado

parentesco implica ya la experiencia de una subjetividad otra, desposeída, sujeta al tráfico del

intercambio decidido entre varones. Es en esta relación necesaria para la especie donde ocurre el primer

desdoblamiento entre cuerpo como signo y cuerpo real, concreto, único de cada mujer. Entre mujer

hablada por los otros y la experiencia de no hablarse por sí misma.

Como hemos visto, el acto de desposesión ocurre simultáneamente en el orden simbólico, en las

relaciones sociales y en las instituciones sociales. El parentesco no sólo es el intercambio de las

mujeres entre los hombres, también lo es de los bienes, de la tierra, y de los hijos. Atañe al cuerpo y al

espíritu. El cómo se piensa y se construye la relación idéntico-diferente está en el principio de la

política y también de la filosofía. Es así como, y por ello mismo, a pesar de los granes cambios que “la

revolución de las mujeres” ha puesto en marcha, lo masculino/femenino es un problema de la

contemporaneidad. Como afirma Lipovetsky 34el siglo XX puede ser denominado el siglo de las

mujeres trayendo a cuenta una especie de “lógica de la indeterminación” tendiente a una mayor libertad

32 Michel Foucault. Naissance de la biopolitique. Cours au Collége de France. 1978-1979. Gallimard. Paris.2004

33 Ver “El tráfico de mujeres: notas sobre la “economía política” del sexo”, en Marta Lamas Compiladora: El género: la construcción cultural de la diferencia sexual, PUEG-M.A. Porrúa, México, 199634 Gilles Lipovetsky. La tercera mujer. Ed Anagrama. Barcelona. 1999

e igualdad. Sin embargo, igualmente es cierta la persistencia de las desigualdades y más aún, de la

violencia en torno a las mujeres.

Héritier plantea una serie de figuras de las cuales elijo dos: una, la que se desata tras la posibilidad de la

anticoncepción. Resultado de la investigación científica, el control de la natalidad al alcance de las

mujeres hace periclitar el entramado arcaico de la desposesión. Al poder incidir en la fecundidad

femenina (piedra de toque de la dominación masculina) da el acceso a la “libre disposición de sí”. Sin

duda se trata de un hecho de la mayor importancia que se articula con una serie de demandas que

atacan el corazón mismo de la desposesión: decidir cuántos hijos y en qué momento se desean, al

tiempo que decidir sobre el momento del matrimonio y la elección del cónyuge. La separación de la

sexualidad y la procreación se posibilita dentro de las relaciones heterosexuales.

La otra imagen es la de la clonación genética como horizonte donde el mito de la reproducción sin

relación sexual se actualiza. Uno de los “fantasmas” que la posibilidad de la clonación desata es la

desaparición a la referencia obligada del otro. La clonación reduce al mínimo la alteridad. Las fantasías

de la selección que remite a la eugenesia y a ideales totalitarios aparecen, al igual que la posibilidad de

la fabricación de seres para el trabajo y la explotación. Tras las experiencias del siglo XX es totalmente

imaginable un uso de la biotecnología y la manipulación genética en este sentido. Y más aún, se podría

pensar en las utopías unisexuales:

“[…]En la utopía feminista de la clonación reproductiva …los hombres ya no son necesarios, pues una

célula extraída de un organismo femenino juega el rol fecundador…resulta suficiente con una trilogía

puramente femenina –célula no germinativa, óvulo despojado de su núcleo, útero portador –para que se

constituya una sociedad aparentemente viable sin hombres en el horizonte”35 mientras que en la utopía

masculina absolutista a la que correspondería prescindir de las mujeres, presenta algunas dificultades.

Harían falta mujeres ya que se necesitan óvulos que pueden ser fecundados y contenidos incluso en

35 F. Héritier. Masculino/Femenino II. Disolver la jerarquía. Pag. 200

úteros de cerdos o vacas. Esta utopía se dibuja no hacia la desaparición de las mujeres sino hacia su

total esclavitud como donadoras de óvulos y portadoras de embriones.

Lo que estas derivas reproducen es el “gran sueño del entre-sí”. Cómo vivir sin el otro. El entre sí de la

consanguinidad se ve reinventado en el entre-sí de género.

“Este entre-sí es concebido como el lugar ideal de paz y seguridad. Sin embargo, es un lugar falaz. El

sueño del entre-sí de la consanguinidad debió ser roto por el establecimiento de la alianza para crear

una sociedad viable por intermedio de la prohibición del incesto - regla universalmente aceptada – y de

la exogamia”. 36

Para F. Héritier aunque estos escenarios arriba descritos son pensables, es muy difícil su viabilidad. Y

ello es así no tanto por ser imposibles, sino porque posicionan problemas muy difíciles de resolver y de

gran pertinencia antropológica:

“De algún modo, volveríamos a encontrarnos en la situación previa al origen de la humanidad, es decir,

cuando coexistían de manera no pacífica grupos de consanguinidad que se reproducían utilizando sus

propias fuerzas, encerrados en sus temores y en su propia identidad, antes de que la prohibición del

incesto y la ley de la exogamia obligaran a estos grupos a intercambiar entre ellos a través de la alianza

matrimonial, instaurando así simultáneamente la paz, la cooperación la sociedad…las exigencias

biológicas de la procreación les permitieron acabar con la situación mortífera del entre-sí perpetuo de la

consanguinidad, haciendo pasar a las mujeres de un grupo a otro, como portadoras de alianza y de

vidas por venir. ¿Cuál podría ser la moneda de intercambio capaz de circular de un linaje de

descendencia clonada a otro para restablecer el vínculo social?” 37

La problematización que antepone Héritier se debate entre la necesidad ineludible de salir del entre-sí,

históricamente a través de las mujeres que se intercambian entre varones –como condición de

36 F. Héritier. Masculino/Femenino II. Pag. 205-20637 F. Héritier. Masculino/Femenino II. Pag. 200

existencia de la sociedad-, y simultáneamente deshacer la desposesión imbricada en ese acto, el valor

diferencial de los sexos, la dominación masculina. Identidad/alteridad son el núcleo del dilema. La

positividad del mestizaje aparece desde esta perspectiva así como una especie de dar por sentado la

dominancia de la heteronormatividad.

Sin embargo el derecho que hoy reclaman las parejas lésbico-gay y transgénero para formar familias y

adoptar hijos o tenerlos y que sean reconocidos en el caso de las parejas mujeres es parte de la

revolución del siglo XX. El engranaje social que mayor muestra da de desplazarse es el de la

heteronormatividad. Y con él, el de la procreación. Escenario que restituye al horizonte de la

biopolítica su ambigüedad en términos de sujeción y resistencia de los cuerpos. Héritier es escéptica de

que la posibilidad del lazo social se construya sin recurrir a las estructuras elementales del parentesco,

al intercambio de mujeres. Ello conlleva la idea de la dominancia de la heteronormatividad. Pero ¿qué

sucede cuando la heteronormatividad colapsa? Es posible imaginar un mundo donde lo

masculino/femenino sea actuado por cualquiera de los dos sexos, y material etnográfico lo confirma.

Donde la prohibición del incesto, la división sexual del trabajo, el reconocimiento legal de una unión

estable y la valencia diferencial de los sexos subsista incluso en parejas del mismo sexo donde uno es

masculino y el otro femenino. El problema central de la extensión de la homosexualidad es sin duda el

de la procreación.

El balance final con que concluye Héritier es que a pesar del reconocimiento de las mujeres como

personas y sujetos de pleno derecho, de una serie de promulgación de leyes tendiendo a garantizar la

igualdad, poco se tiene en la transformación de las mentalidades y en la esfera doméstica. La

denigración de lo femenino pasa por la educación, el lenguaje, la violencia, las imágenes. Un terreno

que de manera más visible aporta a la disolución de la jerarquía es la del cambio en el ámbito público e

intimo de la paternidad. La revaloración de la crianza, la mayor participación del padre en la

experiencia vital del cuidado del niño, la extensión por este medio de una revalorización de lo hasta

ahora sujeto – y que sujeta - a lo femenino son un principio “[…] Pues se necesita creer en la eficacia

de los gestos, de los actos y de los símbolos para lograr un cambio profundo de los espíritus, aún

cuando tomará algunos miles de años para que ese cambio sea universal”. 38

Backes-Clement, Catherine. Lévi-Strauss, Ed. Anagrama. Barcelona. 1974.

Bourdieu, Pierre La dominación masculina. Anagrama. Barcelona. 2000

Fine, Agnés .”Françoise HÉRITIER, Masculin, Féminin. La pensée de la différence. Paris, O. Jacob, 1996”, Clio, numéro 8/1998, Georges Duby et l'histoire des femmes, [En ligne], mis en ligne le 21 mars 2003. URL : http://clio.revues.org/document326.html. Consultado el 26 de noviembre 2007.

Foucault, Michel. Naissance de la biopolitique. Cours au Collége de France. 1978-1979. Gallimard. Paris.2004

Héritier, Francoise Masculine/Fémenine. La pensé de la différence. Odile Jacob. Paris, 1996.

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Lévi-Strauss, Henri Las Estructuras Elementales del Parentesco, Paidos, Buenos Aires

Lipovetsky, Gilles. La tercera mujer. Ed Anagrama. Barcelona. 1999

Rubin, Gayle. “El tráfico de mujeres:notas sobre la “economía política” del sexo”, en Lamas, Marta comp. El género: La construcción cultural de la diferencia sexual. PUEG-M.A. Porrúa, 1996

38 F. Héritier. Masculino/Femenino II. Pag. 341