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DERROTEROS DEL VIAJE EN LA CULTURA

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Derroteros del viaje en la cultura: mito, historia y discurso, de Sandra Fernández, Patricio Geli y Margarita Pierini (compiladores), 366 pp.Lucio Mansilla decía en su Excursión a los indios ranqueles que “viajando sucede lo mismo que leyendo”. Buena comparación a la hora de inaugurar un texto que tiene como leit motiv el viaje, los viajeros y la obra del viaje. De alguna manera este libro es un viaje, viaje que al fin tuvo varias etapas. Quizás trayectos encontrados para fortalecer el encuentro, la escritura y la lectura. El encuentro propuesto desde un par de jornadas académicas que abrieron la puerta a la sistematización de la reunión de colegas de distintas disciplinas con un norte común corporizado en la literatura que rodea al itinerario del viaje y los viajeros. La escritura materializada en los trabajos de esos mismos colegas en busca de interlocutores, igualmente cautivados por el mismo objeto. La lectura compuesta como un ancho mapa de artículos que abiertos sobre las páginas se transforma paradójicamente en un nuevo viaje. El viaje conocido de todos los lectores cuando enfrentan al libro, cuando abordan las palabras, cuando atacan el texto para discernir, olvidar o glosar las voces de otros.La reunión y la escritura se encontraron dos veces, en sendos encuentros titulados “Las metáforas del viaje y sus imágenes. La Literatura de Viajeros como Problema”. La segunda reunión tuvo como objetivo principal consolidar un espacio académico inaugurado en el año 2002. En agosto de ese año, y a pesar de las dificultades de la coyuntura que nos tocaba atravesar, fue posible organizar el Primer Encuentro sobre el tema. El Grupo de Investigación sobre la problemática del Viaje y los Viajeros, conjuntamente con las Escuelas de Historia y Filosofía de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario llevaron adelante la reunión. Los resultados fueron tan positivos que en poco menos de tres años pudo volver a realizarse el encuentro. En esa oportunidad el evento coordinado nuevamente por el grupo de investigación rosarino y por la Escuela de Historia de la citada universidad, contó con la inapreciable colaboración de colegas de las universidades nacionales de Quilmes y Tres de Febrero respectivamente. La organización conjunta por parte de las tres universidades no sólo permitió que en mayo de 2005 se pudiera realizar este encuentro internacional sino que finalmente ha hecho posible que parte de la producción volcada en sus mesas, simposios y talleres pueda ver la luz hoy como libro.La excusa de tales encuentros fue el viaje; la provocación fue puesta en juego por los organizadores pero fue respondida por los numerosos participantes de nuestro país y del extranjero que desde distintas disciplinas, desde diferentes aproximaciones encontraron en la literatura de viajes un área fértil de diálogos interdisciplinarios. Como el viaje mismo, o mejor aún como la narración del viaje, el encuentro significó una experiencia que implicó un desplazamiento desde un espacio conocido hacia un espacio ajeno –de los otros–; el resultado de este camino emprendido es este libro, que refleja la transposición de una escritura que articula el relato de esa experiencia con la obra de los colegas convocados en este texto.Los objetivos de esa propuesta original fueron el estímulo de esta publicación.Así el reforzamiento de los vínculos de investigación y discusión en torno a las preguntas derivadas de los diferentes marcos conceptuales que sostienen la escritura individual y colectiva sobre el viaje, así como la construcción de un espacio que posibilitara la difusión de las producciones teóricas vinculadas al tema, pasando por la ampliación de las perspectivas teóricas de análisis y abordaje interdisciplinar de este objeto de estudio, se constituyeron como una de las aspiraciones centrales de esta compilación.

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Sandra FernándezPatricio Geli

Margarita Pierinieditores

prohistoriaediciones

Derroteros del viaje en la cultura:mito, historia y discurso

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CONICETAgencia Nacional de

Promoción Científica,Tecnológica y de

Innovación

Agencia Españolade CooperaciónInternacionalpara el Desarrollo

UniversidadNacionalde Quilmes

UniversidadNacional

de Rosario

Universidad Nacionalde Tres de Febrero

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Rosario, 2008

Sandra FernándezPatricio Geli

Margarita Pierinieditores

prohistoriaediciones

Derroteros del viaje en la cultura:mito, historia y discurso

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colección actas – 6ISSN 1668-5369dirigida por Elisa Caselli

Composición y diseño: Liliana AguilarEdición: Prohistoria EdicionesIlustración de Tapa: Mariana NemitzDiseño de Tapa: Te pido perdón por el color de mi sangre

TODOS LOS DERECHOS REGISTRADOSHECHO EL DEPÓSTIO QUE MARCA LA LEY 11723

© Sandra R. Fernández, Patricio Geli, Margarita Pierini –Tucumán 2253 (S2002JVA) – ROSARIO, Argentina

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, incluido su diseño tipográfico y de portada, encualquier formato y por cualquier medio, mecánico o electrónico, sin expresa autorización del editor.

Este libro se terminó de imprimir en los talleres de Cromográfica, Rosario, en el mes de abril de 2008.Se tiraron 500 ejemplares.

Impreso en la Argentina

ISBN 978-987-1304-16-5

Fernández, SandraDerroteros del viaje en la cultura : mito, historia y discurso / Sandra Fernández ; Patricio Andrés Geli ;

Margarita Pierini ; compilado por Sandra Fernández ; Patricio Andrés Geli ; Margarita Pierini - 1a ed. -Rosario : Prohistoria Ediciones, 2008.

366 p. ; 23x16 cm. (Actas; 6 dirigida por Elisa Caselli)

ISBN 978-987-1304-16-5

1. Ensayo Argentino. I. Geli, Patricio Andrés II. Pierini, Margarita III. Fernandez, Sandra, comp. IV.Geli, Patricio Andrés, comp. V. Pierini, Margarita, comp. VI. Título

CDD A864

Fecha de catalogación: 28/02/2008

prohistoriaediciones

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Índice

INTRODUCCIÓN .................................................................................................. 13Sandra Fernández, Patricio Geli y Margarita Pierini

PRIMERA PARTE: Pensar el viaje ........................................................................ 19

Sobre fuentes históricas y relatos de viaje ........................................................ 21Alejandro De Oto y Jimena Rodríguez

La literatura de viajes en perspectiva, una comprensión del mundo ............... 33Sandra Fernández y Fernando Navarro

Los relatos de viajes como intertextos.Aportes de una escritura con códigos inéditos a la formaciónde la novela moderna y al discurso postmodernode la disolución del sujeto ................................................................................. 47Sofía M. Carrizo Rueda

Los volúmenes del tránsito.Antiguos y modernos en el camino del pensar ................................................. 61Carina Mengo

Las máscaras del movimiento(Hacia una moral del viaje o itinerarios por la inmensidad íntima) ............... 73Christian Kupchik

SEGUNDA PARTE: La tradición clásica en la literatura de viajes ..................... 81

El pensamiento utópico y la metáfora de viaje en la literaturagriega clásica .................................................................................................... 83A. M. González de Tobia

Caminos peligrosos. El didactismo del episodio de Dédalo e Ícaro ................ 97Gustavo Daujotas

El viaje a Beocia que Calímaco soñó: el poeta y las Musasen el monte Helicón. Comentario sobre el fr. 2 de los Aitia ........................... 111Daniela Antúnez

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El crucero del amor: pasión, viaje y escritura en la didácticaerótica de Ovidio ............................................................................................ 119Alicia Schniebs

Los caminos del desierto: extranjería y anakhôresisen el monaquismo antiguo ............................................................................. 131Flavia Dezzutto

TERCERA PARTE: El relato y la fuente: su encrucijada en la historia ............. 151

Viajes occidentales. Crítica ilustrada y literatura orientalen Francia, Inglaterra y España (1721-1789) ............................................... 153Rogelio C. Paredes

Imágenes de una frontera en el corazón de la América del Sur.De las Partidas Demarcadoras hispanoportuguesasa las vísperas de la Guerra del Paraguay ...................................................... 165Nidia R. Areces

Viajeros afincados. Tadeo Haenke y Pedro Cerviñoen los primeros periódicos rioplatenses ......................................................... 183Nancy Calvo y Rodolfo Pastore

América a través de sus viajes. El expansionismo como empresade civilización. Los relatos de viajeros en el siglo XIX .................................. 195Andrea Reguera

Razones para un exilio.Los viajes de Fray Boisdron, un camino interior ........................................... 205Cynthia Folquer

La roja Moscú desde la negra Roma:un fascista en el país de los soviets ................................................................. 221Patricio Geli

La experiencia y la búsqueda: Benjamin en Moscú ....................................... 235Rut Pellerano

CUARTA PARTE: Itinerarios y representaciones ................................................ 247

Mirando otros mundos para comprender el propio.Una lectura filosófica de las Cartas Marruecas .............................................. 249Amanda Susana Mabellini

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El juego entre El gaucho Martín Fierro y La vuelta de Martín Fierrode José Hernández: deixis y adversación en función de una frontera ........... 261Laura Lifschitz

Un viajero del siglo XIX: Ignacio Manuel Altamirano.Las crónicas de ferrocarriles .......................................................................... 269Edith Negrín

Miguel Cané y Paul Groussac tras las huellasde los viajes de Sarmiento ............................................................................... 281Paula Bruno

Un mago inglés de paso por el México porfirista .......................................... 291José Ricardo Chaves

Los imprevistos caminos que la literatura le abre al campo:viaje y extravío en el novecientos ................................................................... 297Laura Cilento

Viajeros europeos en el Buenos Aires del Centenario .................................... 307Margarita Pierini

Desde los balcones. La crónica de Amado Nervo en Madrid ........................ 319Yólotl Cruz Mendoza

“Bella sin estética”: Amado Nervo frente a los Estados Unidos .................. 327Eliff Lara Astorga

El periplo de una viajera incómoda:1937. Memorias de España de Elena Garro .................................................. 337Margarita León Vega

Un viaje por las tinieblas. De Joseph Conrada Francis Ford Coppola .................................................................................. 351Lilian Diodati

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Introducción

I

Lucio Mansilla decía en su Excursión a los indios ranqueles que “viajando suce-de lo mismo que leyendo”. Buena comparación a la hora de inaugurar un textoque tiene como leit motiv el viaje, los viajeros y la obra del viaje. De alguna

manera este libro es un viaje, viaje que al fin tuvo varias etapas. Quizás trayectosencontrados para fortalecer el encuentro, la escritura y la lectura. El encuentro pro-puesto desde un par de jornadas académicas que abrieron la puerta a la sistematiza-ción de la reunión de colegas de distintas disciplinas con un norte común corporizadoen la literatura que rodea al itinerario del viaje y los viajeros. La escritura materializa-da en los trabajos de esos mismos colegas en busca de interlocutores, igualmentecautivados por el mismo objeto. La lectura compuesta como un ancho mapa de artícu-los que abiertos sobre las páginas se transforma paradójicamente en un nuevo viaje.El viaje conocido de todos los lectores cuando enfrentan el libro, cuando abordan laspalabras, cuando atacan el texto para discernir, olvidar o glosar las voces de otros.

La reunión y la escritura se encontraron dos veces, en sendos encuentros titula-dos “Las metáforas del viaje y sus imágenes. La Literatura de Viajeros como Proble-ma”. La segunda reunión tuvo como objetivo principal consolidar un espacio acadé-mico inaugurado en el año 2002. En agosto de ese año, y a pesar de las dificultades dela coyuntura que nos tocaba atravesar, fue posible organizar el Primer Encuentro so-bre el tema. El Grupo de Investigación sobre la problemática del Viaje y los Viajeros,conjuntamente con las Escuelas de Historia y Filosofía de la Facultad de Humanida-des y Artes de la Universidad Nacional de Rosario llevaron adelante la reunión. Losresultados fueron tan positivos que en poco menos de tres años pudo volver a realizar-se el encuentro. En esa oportunidad el evento coordinado nuevamente por el grupo deinvestigación rosarino y por la Escuela de Historia de la citada universidad contó conla inapreciable colaboración de colegas de las universidades nacionales de Quilmes yTres de Febrero respectivamente. La organización conjunta por parte de las tres uni-versidades no sólo permitió que en mayo de 2005 se pudiera realizar este encuentrointernacional sino que finalmente ha hecho posible que parte de la producción volca-da en sus mesas, simposios y talleres pueda ver la luz hoy como libro.

La excusa de tales encuentros fue el viaje; la provocación fue puesta en juegopor los organizadores pero fue respondida por los numerosos participantes de nuestropaís y del extranjero que desde distintas disciplinas, desde diferentes aproximacionesencontraron en la literatura de viajes un área fértil de diálogos interdisciplinarios.Como el viaje mismo, o mejor aún como la narración del viaje, el encuentro significóuna experiencia que implicó un desplazamiento desde un espacio conocido hacia un

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espacio ajeno –de los otros–; el resultado de este camino emprendido es este libro,que refleja la transposición de una escritura que articula el relato de esa experienciacon la obra de los colegas convocados en este texto.

Los objetivos de esa propuesta original fueron el estímulo de esta publicación.Así el reforzamiento de los vínculos de investigación y discusión en torno a las

preguntas derivadas de los diferentes marcos conceptuales que sostienen la escrituraindividual y colectiva sobre el viaje, así como la construcción de un espacio que po-sibilitara la difusión de las producciones teóricas vinculadas al tema, pasando por laampliación de las perspectivas teóricas de análisis y abordaje interdisciplinar de esteobjeto de estudio, se constituyeron como una de las aspiraciones centrales de estacompilación.

II

“Se narra un crimen o se narra un viaje.¿Qué otra cosa se puede narrar?”

“El relato de viaje –sostienen Sandra Fernández y Fernando Navarro glosando la afor-tunada cita de Piglia– es el relato por antonomasia, y por lo tanto el viajero, el arque-tipo del narrador”. Un recorrido por los trabajos que integran este volumen confirmaesta perspectiva.

Espacio y tiempo, trayecto y discurso, identidad y alteridad, son algunos de loshilos de la trama que entretejen estos textos que pueden abordarse y recorrerse desdediferentes enfoques disciplinares pero cuya lectura, en el diálogo entre las distintasvoces, nos lleva a la percepción de la unidad que subyace a las variantes.

Así, los trabajos teóricos que abren el volumen, a la vez que revisan la bibliogra-fía más reciente, ofrecen un campo conceptual que otorga nuevas dimensiones y enri-quece con nuevos enfoques los estudios puntuales que se presentan a continuaciónsobre los viajes clásicos, los itinerarios de la Ilustración, los constructores de naciona-lidades del XIX o los testigos de las revoluciones del siglo XX.

Siguiendo a Ana M. Tobia, en el principio está la Odisea: paradigma del viaje,paradigma del discurso narrativo, cabal metáfora de la trayectoria existencial de losseres humanos. Desde ese periplo convertido en mito fundador hasta el viaje a lastinieblas conradianas, a las que Coppola da una nueva y definitiva vuelta de tuercahacia el horror (Diodati), nuestros viajeros atraviesan treinta siglos, en los cuales pue-den modificarse los objetivos del traslado, los medios de transporte, la percepción delmundo recorrido, la retórica de la narración.

Pero permanecen como tópicos constitutivos “el camino a recorrer, las meta-morfosis ineludibles, los riesgos del desconocimiento, la necesidad de cartografiar elterritorio avizorado y el límite exacto que demarca lo propio respecto de lo abismal”

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15Introducción

(Mengo). Especialmente, para el lector de hoy, interesa un elemento que marca con unsigno u otro la condición del viajero: la tensión entre la conciencia del Yo y el enfren-tamiento con la alteridad. De ese enfrentamiento, como ha señalado Todorov en untexto clásico, se desprenden objetivos y conductas, que los estudios aquí presentadosexponen en diversas circunstancias: el viaje como dominación, el viaje en aras de lacuriosidad científica y afán “civilizador”, el viaje que analiza y enjuicia –ya sea desdela ironía ilustrada, ya sea desde la pregunta contemporánea por la ética del viajero-turista. Si el viaje por el espacio exterior es un cronotopo privilegiado, como atestiguala literatura del género, que se revela casi infinita –parafreasando a Piglia podría de-cirse que el viaje y la batalla son los temas que condensan toda la literatura occidental,desde sus orígenes clásicos, la Iliada y la Odisea– el viaje interior es también unmotivo recurrente en esta literatura. La ascesis monacal como camino de purificación,en la Edad Media (Dezzutto) tiene su correlato en los textos de viajeros más cercanosa nuestro tiempo, donde el Yo entabla un diálogo entre la realidad exterior vivida enperiodos especialmente cruciales de la historia del siglo XX y la pregunta por su ser-en-el mundo. Frente al escepticismo que resuena en la afirmación de un clásico–“Cambian los cielos, pero no las almas de los que surcan los mares”– los testimoniosque se adentran en la autobiografía (Folquer, León) revelan la función transformadoraque tiene todo camino para quien lo recorre con los ojos y los oídos abiertos.

Ya se trate de los viajeros europeos que recorren el mundo conocido a lo largode cinco siglos, los viajeros americanos que trasponen fronteras –las de su propioterritorio para asomarse al “desierto”, como Martín Fierro, o al campo atravesado pornuevos caminos y extravíos– cuando no se trata del Viaje Mayor, el que inviste alviajero como hombre civilizado: el más allá siempre habrá de asumir el carácter de loexótico, en su sentido etimológico, ya se trate del Madrid de Alfonso XIII, el BuenosAires del Centenario, el México porfiriano o los Estados Unidos que irrumpen en lamodernidad.

“Navegar es necesario, vivir no es necesario”. Frente al paradigma del hombresabio –que para Catón se encarna en el campesino arraigado en su terruño (Schniebs)–el aforismo clásico habla por quienes encarnan el otro paradigma. En torno a ellos y asus discursos caben nuevos viajes, nuevos trayectos. Este volumen propone recorreralgunos de ellos.

III

Si el armado de toda compilación supone indefectiblemente el ejercicio de un princi-pio de arbitrariedad a la hora de establecer un cierto orden en el interior de un conjun-to de textos dispares, la disposición de artículos aquí ofrecida, aun cuando asume lafragilidad propia de una tentativa de organización, no deja de ofrecer sesgos que po-

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drían ser cuestionables. Pero es justamente esta índole provisoria controvertible laque constituye el revés de un problema, dado que cualquier intento de poner ordenconlleva la necesidad de encontrar, si no criterios analíticos comunes, al menos unespectro de ideas consensuado entre las diferentes disciplinas interesadas en el campodel viaje y los viajeros. En continuidad con los congresos realizados que han procura-do una reflexión plural sobre la materia, este libro se propone aportar a ese diálogointerdisciplinario, sugiriendo, entre otras cosas, diversas vías de aproximación capa-ces de problematizar el objeto en cuestión, la existencia de subgéneros en el relato deviajes que poseen sus propias reglas de estructuración y aperturas temáticas a profun-dizar.

Los primeros intercambios en este espacio que se va paulatinamente configuran-do nos invitan a repensar y enriquecer los enfoques tradicionales. En ese sentido,nuevos desplazamientos son advertibles en la materia. La reducción de la obra de losviajeros a la mera condición de fuente, la perspectiva estrictamente etnográfica y elconfinamiento de la dimensión ficcional a un status de autonomía absoluta han idodejando paso a nuevas producciones que se han hecho eco del impacto del giro lin-güístico, la irrupción de los estudios culturales, los aportes de la renovada historiaintelectual, las nuevas orientaciones de la crítica literaria y la inclusión del enfoque dela antropología simbólica. No se trata sólo de la convergencia de diversas disciplinasen un área compartida de interés, sino también de una tendencia a entrecruzar en elinterior de los mismos textos abordajes y nociones provenientes de diferentes territo-rios del saber. De este modo, hoy en día asistimos a una progresiva erosión de lasapropiaciones parcelarias en pos de aproximaciones que, sin dejar de ponderar unaóptica portadora de las peculiaridades de cada disciplina, resultan permeables a lasexploraciones emprendidas por las demás. En tanto experiencia in fieri, los instrumen-tos analíticos se van construyendo al tiempo que se va delineando el objeto de estudio,de allí que todavía no haya terminado de constituirse un “léxico” común que permitiríaganar en precisión conceptual y tornar todavía más productivo el intercambio.

Finalmente dos últimas observaciones generales merecerían ser apuntadas. Enprimer lugar, tal como se prefigura en ciertas líneas de indagación presentes en variasde las contribuciones promovidas por esta compilación, los artículos aquí reunidoshacen un elogio de la complejidad al recuperar desde una perspectiva renovada unconjunto de obras –varias incluso bien conocidas– que muchas veces fueron relega-das al desván de lo meramente anecdótico. Si en cierta manera conocer es comparar,en el caso de los viajeros esa comparación suele derivar en una traducción que serealiza, ya sea al descodificarse una cultura extraña en términos de la propia, o bien, aldescifrarse los estados del yo profundo a través de un abordaje impresionista del pai-saje natural o social. Leemos, entonces, lecturas, es decir interpretaciones, inevitable-mente mediadas por estrategias discursivas que siempre conllevan un ecoautorreferencial. Por consiguiente, como advierte LaCapra, para evitar incurrir entesituras ingenuas es necesario distinguir entre los aspectos documentarios y el “ser-

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17Introducción

obra” de los textos. Para decirlo con engañosa simplicidad: lo documentario nos remi-te a dimensiones fácticas o literales que refieren a la realidad empírica y transmiteninformación sobre ella, mientras que el “ser obra” alude a una transformación críticadel texto que desconstruye y reconstruye lo dado. Obviamente ambos términos guar-dan una relación de tensión. La excesiva ponderación del primero en detrimento delsegundo es un desequilibrio que las nuevas investigaciones se proponen reparar.

En segundo lugar, y en conexión con lo dicho anteriormente, no habría que sos-layar que frecuentemente el relato de viajes es un acto de memoria donde el narradorsuele adoptar la forma de testigo para validar su relato. La memoria supone operacio-nes de inclusión y exclusión pero también la articulación de procesos autobiográficosy sociales poblados por sentidos. Los recuerdos personales, entonces, sumidos ennarraciones colectivas habitualmente normalizadas y fortalecidas por rituales, cobranopacidad al metamorfosearse en representaciones que deben ser develadas por víainterpretativa. “Como todos los grandes viajeros, –decía Disraeli– yo he visto máscosas de las que recuerdo y recuerdo más cosas de las que he visto”. Este libro intenta,en definitiva, adentrarse en los mundos que los viajeros han avistado pero, más aún,en aquellos que han imaginado.

Sandra Fernández - Patricio Geli - Margarita Pierini

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Pensar el viaje

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Sobre fuentes históricas y relatos de viaje

ALEJANDRO DE OTO

JIMENA RODRÍGUEZ

I

La pregunta inicial sobre el estatuto de la literatura de viajes como fuente histó-rica debe volver las cosas a un lugar diferente del que partieron. Es decir, debevolver las cosas diferentes en el orden de la fuente histórica y no tanto en la

literatura de viajes en sí. Con esto queremos decir que una fuente histórica se vuelvepensable cuando es capaz de constituirse en documento, por un lado en la dimensiónmorfológica de los mismos –en la huella que ellos producen en el espacio de la cultu-ra de una época– y por otro en la práctica que lo acuña como actividad intelectual ysocial.

Entonces, lo que importa es el estatuto de la práctica que produce el relato deviajes,1 y cuál es el uso del mismo cuando se lo considera como fuente histórica. Elrelato de viajes moderno es una forma textual comúnmente aceptada comohistoriográfica, es decir, es una forma que presenta narrativamente sucesos o eventos,y que por su carácter empírico se la considera una narratio vera (Ette, 2001: 32). Estose apoya en la figura del viajero, sujeto fuertemente centrado, que pone en movimien-to lo pre-sabido, sus interpretaciones y sus sistemas semánticos para la presentación einterpretación del mundo que describe en su relato.

En este sentido, al esbozar una definición genérica, una de las características delrelato de viajes es el uso de la primera persona, es decir, la identificación del autor delviaje, el viajero, con el narrador del relato, y éste con el autor del texto. El viajero sepresenta como narrador, personaje y autor, y esta característica es clave para la pre-gunta sobre cómo se da la aprehensión de lo real en términos historiográficos en elrelato de viajes, y es clave porque el texto se compone con una retórica de testigopresencial: digo porque vi, vi porque ahí estuve, y porque estuve ahí soy la voz auto-

1 Usamos la noción de relato de viajes –frente a la de escritura de viaje o literatura de viaje– porque nosparece que resulta más adecuada con relación al concepto de fuente histórica. En primer lugar, porqueparece sostener mejor cierta materialidad de la fuente, es decir, como material de investigación (aunquesomos conscientes de que esto implica una suspensión de otras significaciones sobre el relato) y porqueparece también sostener mejor la posibilidad de imaginar que un relato es una fuente histórica que sevuelve pensable como tal cuando puede constituirse en los rastros de los documentos que parece ateso-rar. Uno de esos rastros es la figura del viajero, ya que ella permite delimitar todo lo que entra en elcampo de la mirada y que se traduce en el texto.

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22 Derroteros del viaje en la cultura

rizada para hacerlo. Es el caso, por ejemplo, de los expedicionarios al Nuevo Mundoen el siglo XVI, cuya conciencia del “estuve ahí y doy cuenta de ese mundo” es cons-titutiva de sus textos, y tan es así, que es uno de los elementos que permitieron leer lascrónicas del descubrimiento y conquista como relatos de viajes. Da cuenta de ello laantología que realizó el geógrafo italiano Giovanni Battista Ramusio hacia mediadosdel siglo XVI (1556), titulada: “Delle Navigazioni e Viaggi al Mondo Novo”.2 Estelibro incluye todo un conjunto nutrido y diverso de textos referentes al descubrimien-to y la conquista de América, presentándolos, por primera vez en la historia, comorelatos de viajes en una época en la que el género no había llegado aún a su plenadefinición. Esto es posible porque, aunque las crónicas de la conquista no fueronconcebidas como relatos de viajes, son textos que reconstruyen un itinerario y narranuna experiencia que implica un desplazamiento geográfico (espacial-temporal) paradar cuenta de geografías, naturaleza, gente y costumbres ajenas para la sociedad re-ceptora del texto.

Ahora, si bien en el relato de viajes se construye y presenta una realidad, no sepuede afirmar que se presente y describa tal cual el viajero la vio; de hecho, no sepuede afirmar que el viajero hable sólo de lo que ha visto, ya que los relatos de viajescompendian diversidad de temas y, muchas veces, esa realidad desconocida es sólo unmotivo para hablar de lo consabido. Esta es otra de las características del género, quesiempre tiene dos vertientes: una producida por la observación –la empírica– y otrarecibida de la tradición –lo “ya sabido” o lo supuesto. Estas dos vertientes son clave ala hora de pensar en la formas de aprehensión de lo real en el relato de viajes y su usocomo fuente histórica.

La vertiente empírica se compone de una retórica de testigo presencial, de estaforma, aunque todo relato de viajes gire en torno a las descripciones y conceptuacionesde las regiones que el viajero visita –regiones transitadas y transcriptas, traducidas alrelato, traducidas en el texto al lenguaje de lo propio– “el protagonista es el viajero”3

(Gotta y Dávilo, 2000: 13), ya que se presenta como un testigo y observador privile-giado. El testigo observador es el que legitima la realidad presentada en el texto y paraello se narra la experiencia del viaje, se reconstruye un itinerario y se hace la crónicacotidiana de sucesos y escenarios para dar a entender la experiencia del viaje en sutotalidad y, al mismo tiempo, esta crónica de sucesos valida la información que pre-

2 Una edición de este texto se encuentra en formato electrónico gracias a la asociación cultural LiberLiber que publica y difunde obras literarias. Un estudio reciente sobre la antología de Ramusio es el deBlanca López de Mariscal (2004), que considera la reagrupación que hace la antología y la resignificaciónque les confiere a los textos bajo la categoría de navigazioni e viaggi.

3 Susan Stewart en Crimes of Writing. Problems in the Containment of Representation señala que: “…elviaje como la transversal de un espacio, evoca nociones impulsadas por el deseo y el movimiento de uncuerpo a través de un paisaje que es convocado para significar” (1991: 175). El cuerpo y la escritura enel relato de viaje no son dos dimensiones que se disocien. El cuerpo evoca el yo del narrador y laescritura es la certidumbre de su existencia por sobre lo que es convocado para significar. Con respectoal viajero como protagonista véase también De Oto (1996).

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23

senta el texto gracias a que la experiencia es percibida como una forma de conoci-miento confiable. Por ello, en el relato de viajes, el narrador se presenta como el queha sufrido fatigas y peligros y como aquel que tiene información de primera mano. Asíautoriza su palabra y ello implica una dimensión meta-textual de la escritura, ya quepara legitimar el relato se explican las condiciones de su producción textual: el textonarra las dificultades y los sufrimientos del viaje para dar cuenta de la veracidad de lainformación que se presenta.

Ahora bien, si una de las vertientes del relato de viajes es la empírica, productode un conjunto de saberes derivados de la observación; la otra vertiente es la recibidade la tradición, producto de todo el conjunto de saberes y prácticas sociales recibidosde la herencia en la que se inserta cada relato de viajes. Esta vertiente afirma y seafirma en la matriz cultural que se configura en el ojo del viajero y en el peso de latradición. Ésta se dispone en el relato de viajes en el orden de lo ya sabido, de lo yadicho, pero también en el orden de lo que va a ser dicho. Es decir, es la vertiente queproporciona las relaciones que se van a dar dentro del texto.

Así, si por un lado el viajero es un sujeto de la experiencia sensible, también esun sujeto de la lectura. En otras palabras, la tradición es, en un sentido amplio, unconjunto de saberes trasmitidos por diversos medios que cruza y conforma el imagi-nario del viajero. Ese imaginario puede ser pensado como un conjunto de lecturas decualquier tipo o naturaleza que el viajero haya realizado –se entiende “lectura” no enel sentido restringido de descodificar signos gráficos sobre la página, sino como unaforma de ver, aprehender e interpretar el mundo. En otras palabras, la vertiente tradi-cional presente en todo relato de viajes es la que da cuenta de las relaciones discursivasque componen la matriz o cuadrícula desde donde el viajero ve el mundo por el quetransita y es, a la vez, la que le confiere un conjunto de certezas para explicarlo yevaluarlo. Dichas relaciones discursivas se conforman, al menos en la modernidad, enlo que Edward Said llamó “estructura de actitudes y referencia”. Con estas palabrasSaid implicaba el carácter sistemático de la cultura imperial que se desarrolló desde lasegunda mitad del siglo XIX con Inglaterra y Francia y luego con Estados Unidos(1996: 27). La noción se vuelve útil para pensar el modo en que la tradición se con-vierte en un marco sistematizado de discursos y opciones culturales, que están dis-puestas tanto a la hora de evocar el territorio recorrido para producir equivalentesculturales pensables para la audiencia del texto como a la hora de disponer a dichosterritorios en el contexto de una episteme que le es anterior y exterior.

En casi todo relato de viajes hay una oscilación entre un sujeto de la experienciaque se enfrenta a “lo real” y un sujeto de la lectura que se enfrenta a un espaciopresupuesto o pre-sabido. Esa oscilación abre un intersticio en el relato de viajes:entre “lo que se ve” y lo que “se presupone” hay muchas veces una zona “no dicha”que necesita de un esfuerzo de la palabra; ya que “lo que se ve” durante el viaje noencuentra en la tradición, en el conjunto de herramientas que proporciona la tradición,su lugar. En tal caso, es allí donde se asiste a un desplazamiento de fronteras de cono-

Sobre fuentes históricas y relatos de viaje

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cimiento o una ruptura de límites. En el relato de viajes, el viajero describe lugares,gente y costumbres y, aunque el universo con el que se entra en contacto es caracteri-zado y evaluado con sus parámetros, siempre se puede leer una dialéctica, un movi-miento pendular entre lo desconocido y lo conocido que muestra un grado de aperturaen el horizonte de posibilidades.

Al respecto resulta útil referir el relato del viaje de exploración de Richard FrancisBurton en el libro Primeros pasos en el Este de África. Burton escribe desde la “es-tructura de actitudes y referencias” que constituyen el suelo positivo desde el cual searticula su mirada sobre el este africano y el mundo musulmán, es decir, desde elconocimiento producido en el contexto de la expansión imperial británica. Sin embar-go, el texto está en permanente tensión entre el “hogar” de esa estructura de actitudesy referencia –mayoritariamente definido en términos de colonialismo, de la supuestasuperioridad cultural y militar británica que hace que se representen los espacios arecorrer en el viaje de exploración como espacios dispuestos al ojo de Burton– y loque podríamos llamar un referente minoritario en el texto, articulado también por unanoción de hogar que ya no se dispone en las tramas del discurso colonial sino que sedesplaza hacia el espacio cultural del este de África en la segunda mitad del sigloXIX. Burton explícitamente anuncia en un pasaje que se siente en casa cuando escu-cha el canto del muecín en el atardecer, la hora de la oración:

“Los familiares ecos del Islam surgieron de nuevo en mi recuerdo.Una vez más el melodioso canto del muecín –ninguna campanavespertina puede comparársele en solemnidad y belleza y, en lacercana mezquita, las llamadas a la oración […]. El cañón de loscampamentos militares […] lanzó su toque de queda a las siete dela tarde… [T]ras espiar la escena a través de la ventana abierta mesumí en un profundo sueño, sintiéndome como en casa una vezmás”.4

De este tipo de situaciones se puede suponer que se trata de fenómenos no centralesen cuanto a la dirección que los relatos asumen, pero también es cierto que más allá delas consideraciones sobre el peso relativo que tengan en el discurso que delimita alrelato, son un aviso de que el conocimiento que los relatos despliegan está en tensiónen la figura doble del viajero como escritor y como sujeto de la lectura. Porque si bienAdén, la ciudad a la que Burton alude, es inscripta en el relato en concordancia con la“estructura de actitudes y referencias” mencionada, también es cierto que una dimen-sión de la experiencia sensible abre un espacio insospechado de constitución del rela-to y de sus fundamentos.

4 BURTON, R. F. Primeros pasos en el Este de África, introducción de Alberto Cardín, traducción deMarta Pérez, Editorial Lerna, Barcelona, 1987, p. 52.

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Para decirlo de otro modo, la geopolítica del texto de Burton no parece sostener-se todo el tiempo en una situación central. Un hiato se abre, el cual, si lo miramos concuidado, es el que permite producir una política de lectura desde la historiografía quediscuta no sólo el problema empírico –si los datos son relevantes, si confirman algunahipótesis producida con otros materiales– o el problema del discurso cultural y políti-co mayoritario en el texto –como lo hacen muchos trabajos sobre el discurso colonial,por ejemplo– sino que también muestre el momento en el que esos relatos se convier-ten en testimonio de una tensión histórica no resuelta que no debería cerrarse en lafuente sino precisamente avanzar sobre el espacio escriturario de la historiografía y,claro está, en un debate sobre los fundamentos de nuestra organización de los materia-les y de nuestras preguntas político-teóricas, en tanto también sujetos de la lectura.

Hay muchos ejemplos posibles de esta tensión en el relato de viajes, pero sepodría agregar que la experiencia de lugares extraños y diferentes culturas genera enel viajero mucha información y estímulos que se proyectan en la descripción de nue-vas opciones. De ello hablan no sólo las “suposiciones” que todo relato de viajespresenta, sino también las explicaciones de lo maravilloso y las alternativas inespera-das. La exposición y divulgación de nuevos conocimientos es el resultado de unaruptura de límites aceptados como inamovibles y, también, es el resultado de la am-pliación de información que en el imaginario produce el viaje. Los casos abundanpero es posible que los viajes americanos y africanos5 de muchos europeos tambiénhayan aportado –además de contribuir a la formación de una profunda red discursivasobre la otredad cultural– una inestabilidad a las asunciones corrientes del imaginariode sus sociedades de origen y de los saberes que fungieron el papel de organizar laslecturas disponibles en términos de tradición.

II

En este contexto, es necesario señalar algunos problemas. Uno de ellos tiene que vercon el estatuto que se le asigna al viajero. En cierto sentido el “viajero” es un indica-dor teórico desde el cual se pueden rastrear los distintos modos de constitución de lafuente. Si tomamos el ejemplo de una utilización del relato de viajes como indicación

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5 No se trata sólo de viajeros europeos. Habría que agregar a este mismo proceso a los viajeros explorado-res de los estados nacionales en sus propios territorios y a los viajeros latinoamericanos que hicieronviajes a África o Asia y que describieron el mundo desde el mismo complejo de actitudes y referencia delos europeos que les eran contemporáneos. Tal vez, el caso emblemático sea el de Domingo FaustinoSarmiento o el de Francisco Pascasio Moreno a la Patagonia, claro que en la clave del colonialismointerno. Con esta perspectiva ver Jimena Rodríguez (2002); Beatriz Colombi (2004), en particular elcapítulo número 1: “Las escenas norteamericanas (entre otras escenas)” y el apartado “Sarmiento, Martíy la polémica por el relato”, (2004: 32-51); Hernán Taboada (1998: 285-306).

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concreta de una realidad pasada (un uso extremadamente extendido aunque no demanera explícita en numerosos trabajos contemporáneos), en el sentido señalado en laprimera vertiente, es muy probable que la fuente que se constituye ya esté definida deentrada: el relato de viajes es testimonio de una realidad pasada dispuesta para el ojodel viajero. La operación es simple pero los resultados complejos. A la par que seatenúan los riesgos de que lo real pasado sea representado en el texto como verdadhasta un grado imperceptible, se habilita un procedimiento que homologa casi sintransición la dimensión escrituraria del relato, en tanto verdad, con la dimensión polí-tica y cultural de la escritura de la historia. Digamos que para un caso de esta natura-leza se refuerzan a sí mismas las dos puntas de la escritura de la historia: el relato deviajes devenido en fuente, con la escritura de la historia que utiliza ese relato de viajescomo fuente. Lo que esto asegura es que no se traslada al espacio escriturario presenteuna cuestión epistemológica sobre su estatuto, sino que se la define y concibe deposi-tada en el relato y en la centralidad del viajero con su ojo observador. No se discuteepistemología alguna en tanto ya está afirmada en el relato de viajes. De otra manera,la operación historiográfica clausura cualquier significación discordante al proponerque la estabilidad de la fuente en lo que hace a las verdades contenidas en ella no es elresultado de una operación propia sino una condición externa a ella situada en elpasado –ya sea en el momento de la notación en pleno viaje, ya sea en el momento dela integración de recuerdos y notas por parte del viajero. La noción de clausura, no esmás ni menos que una cesura de la significación de manera tal que ella no se disperse.La clausura opera tanto en la figura del viajero como testigo clave, como en la opera-ción historiográfica que convierte al relato de viaje en fuente que contiene su propiajustificación.6

Ahora bien, el problema no es que exista tal clausura, el problema es analizar losmodos en que ella se produce, ya que el desafío es dar cuenta de cuáles son las clausu-ras que están en juego. En este sentido, se puede iniciar el análisis desde un punto devista que describa y explique cuáles pueden ser las clausuras en determinada escuelahistoriográfica o, desde el punto de vista más técnico, de la investigación concreta ysus materiales. Esta diferencia es importante porque con frecuencia podemos conser-var el marco general que define un campo intelectual, el de una escuela historiográfica,

6 Nos referimos a un procedimiento que se ve con frecuencia aunque se admite menos en la historiografía.A saber, al hecho de creer que porque hay un relato de un testigo, entonces la verdad (vía el procedimien-to empírico que la avala) está más cerca. En general, el problema está vinculado a las nociones de fuentehistórica que se usan, por ejemplo, a una noción de fuente histórica como documento o como resto delpasado. Nosotros tratamos de pensar a la fuente histórica como un lugar marcado por la historicidad ytambién por la operación intelectual presente que la vuelve fuente. No somos novedosos en esto perovale la pena recordarlo. Es el pasaje de la fuente como algo dado a la fuente como algo construido que sepuede leer tanto en el Foucault de La arqueología del saber como en Historia y Psicoanálisis de MichelDe Certeau. En ese sentido, entonces, las vertientes que presentamos en el texto principal deben sertomadas como grandes indicadores y no como espacios que resuelven todas las prácticas de la historiografíaa la hora de concebir el relato de viaje como fuente histórica.

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pero con frecuencia también nos enfrentamos a problemas concretos con los materia-les de investigación que poco responden a esta filiación general. Un ejemplo queilustra esto se puede leer en Orientalismo de Edward Said con respecto a los relatosde viaje de Richard Francis Burton y su figura histórica y literaria. Said entiende queen Burton hay prácticas y textos que son discordantes con el discurso y las prácticasdel orientalismo pero no puede resolver esa diferencia en términos teóricos o políti-cos, entonces la subsume en una cuestión de peculiaridad personal de Burton, a saber,él era más abierto, más comprensivo, etc. (1990: 238-239). En ese sentido se ha pro-ducido una clausura de la significación en cualquier otro orden que no sea el de laspeculiaridades de una persona. Pues bien, las lecturas literarias, historiográficas, nues-tras lecturas, no hacen sino procedimientos muy parecidos. Lo que creemos que estáen juego en la reflexión sobre los modos de constitución de la clausura es, precisa-mente, una política o teoría.

III

Ahora bien, considerando nuevamente el tema de las vertientes se puede decir queambas parecen acuñarse en dos tiempos distintos y aludir a dos universos discursivosque no necesariamente coinciden en la figura del viajero y en la consideración delrelato de viajes como fuente histórica. Coinciden en el momento en que se despliegasobre ellos el ojo historiográfico. El tiempo de la vertiente empírica alude entonces ala inmediatez con la que el viajero se presenta en el relato, como el viajero real de lahistoria y como el personaje central de la misma, pero elude las mediaciones en juegoentre el ojo inmediato y la realidad relatada. Por otra parte, esta vertiente por lo gene-ral no hace explícitos los tiempos concretos de la escritura, es decir, si se escribiódurante el viaje o después de él. La diferencia está en la base de todas las discusionesde algunas corrientes, por ejemplo, de la etnografía contemporánea.7

La escritura durante el viaje es una escritura asediada y al asedio. Es una escritu-ra asediada en tanto ella deviene posible en relación con una audiencia que oficia deespacio cultural legitimado para su ocurrencia que limita la representación.8 Se podríatambién decir que la nota tomada en el viaje, el libro de bitácora, el cuaderno resultanescritos asediados por el contexto cultural en el que físicamente se produce la nota-ción porque siempre se instituyen como diferencia con lo que es descrito. El referentees exterior de manera radical a la escritura. No se trata de dar cuenta del lugar desde

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7 Un buen ejemplo de este debate se puede leer en Clifford y Marcus (1986).8 Para un argumento similar ver de Sofía Carrizo Rueda (1997: 1-15). Según esta autora los rasgos que

definen al relato de viajes son la actividad descriptiva del relato y las referencias a las inquietudespropias de la sociedad receptora del mismo. Ver en especial el capítulo: “Cuestiones teóricas: la defini-ción del género”.

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parámetros que el lugar concibe como propios sino de anotarlo desde su extrañeza.Esto funciona tanto para el viajero del siglo XIX en alguna región no europea delmundo como para el relato del viaje urbano actual. Siempre hay una interioridad delrelato que se diferencia de la exterioridad del referente. En ese sentido se puede pen-sar entonces que la escritura es fundamentalmente asediada por una audiencia que sepresupone constituida y estable. Digamos que el asedio es producido por una visiónsobre integrada de la audiencia que en el caso de los viajeros es la sociedad de origende su tiempo (con todas las caracterizaciones necesarias que esta noción implica, seansociedades científicas o público de un sector social específico que lee sus relatos, etc.)y en el nuestro, específicamente, el de la historiografía.

No obstante estas figuras del asedio, es posible pensar que la escritura de viajees, ante todo, una escritura al asedio de las personas, eventos y objetos que describe.Ellas están definidas desde una exterioridad que es radical. Tal exterioridad es en símisma una forma de la articulación social que no se vincula sino de manera jerárquicacon las personas, eventos y objetos que describe. Ella es, después de todo, la queproduce la perspectiva, la función del ojo del viajero como un fenómeno en el queconvergen las dimensiones de clase, de género, étnicas, lingüísticas, etc.9 En estemovimiento la escritura de viaje asedia desde la fortaleza cultural en la que enuncia.Sin embargo, la imagen del asedio contiene una fuerte inestabilidad, en sí mismo elasedio es un lugar no marcado sino por prácticas fugaces porque por más que suduración sea extensa no se ofrece como espacio para identificación alguna. No obs-tante, allí, en la figura de esa fugacidad, se cuelan imágenes que no siempre respetanel orden y la jerarquía cultural. En la medida que el tiempo entre el viaje realizado y laescritura se amplía dicha inestabilidad se reduce y se restituye toda distancia.

En ese sentido de lo que se habla es de la diferencia entre el relato de viajecuando éste es llevado a cabo ex post facto y las notaciones en terreno. Otra vez es útilel ejemplo de Burton. Él tomaba notas en cada ocasión que se hacía posible. Aunquedichas notas se inscribían en un contexto de prejuicio sobre las sociedades, gruposhumanos y eventos descritos por las mismas, ellas tenían un doble valor en el relatoposterior. Aseguraban el lugar prominente del viajero para dar a conocer lo descono-cido y afirmaban el carácter de verdad de lo dicho en tanto hubo para poder decirlo unriesgo de vida. Dicho riesgo era asumido como la función heroica del viajero. Peroéste es el efecto homogeneizador que produce el relato escrito después del viaje don-de la segunda forma de asedio se diluye. Con todo, es posible pensar que en las ano-taciones marginales de los textos de viaje o en ciertos argumentos sobreviven lascondiciones para imaginar el mundo que reconstruyen esas notas antes de su integra-ción en el relato.

La escritura post viaje es de otro orden. Por lo general nos encontramos con estasituación en la inmensa mayoría de los casos. El viaje y todas sus figuras son la mayo-

9 Aludimos a la metáfora del ojo en razón del libro de Mary Louis Pratt, Ojos Imperiales.

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ría de las veces mundos evocados que inevitablemente se mezclan con los elementosde la tradición. Ahora bien, este cruce no ocurre en el mismo nivel ni es de la mismanaturaleza del que produce el ojo historiográfico, en tanto este último es operaciónconciente sobre todas las dimensiones en juego. En otras palabras, la historiografíapor defecto restituye el contexto pero dicha restitución implica que a la dos vertientesse le suman otras instancias performativas, como por ejemplo, el lugar de produccióndel discurso historiográfico, la técnica que lo ordena (su metodología) y la audiencia(en términos sociales) a la que está dirigido.

Sin embargo, más allá de la distinción que podamos establecer con la historiografíacomo saber técnico, lo que irrumpe en uno y otro escenario (relato de viajes ehistoriografía) es la relación entre la nota como registro parcial y la escritura comototalidad. Del mismo modo que la historiografía reordena el texto ordenado por elviajero escritor y produce una poética y una política concretas de la escritura de lahistoria, el relato de viajes es el resultado de una operación sobre los recuerdos y lasnotas del viajero. En suma, es una integración similar pero en otro registro. Por ejem-plo, en el prefacio que hace Humboldt a la primera edición de Vistas de la Naturalezase puede leer:

“[C]on cierta modestia, presento al público una serie de trabajosque se originaron ante la presencia de los más nobles objetos de lanaturaleza [...] Algunos fragmentos separados, escritos en esosprecisos lugares, han sido desde entonces elaborados en un todo”.10

En la cita se plantea el problema de la nota y la escritura. Esto es, el fragmento y eltodo, o el tema de “la escritura durante el viaje” y la escritura post viaje. También lacita muestra dos momentos, el in situ, donde habría una simultaneidad entre la percep-ción y la escritura (momento de la notación) y el momento de darle forma al relato deviaje. Es aquí donde opera una praxis de tipo historiográfica,11 si la historiografíareordena el texto del viajero produciendo un tipo de escritura de la historia; el relatode viajes es el resultado de una operación organizadora de los fragmentos del viaje.Por fragmentos entendemos todo tipo de notas y apuntes de datos, el diario o el librode bitácora, las referencias científicas, las anotaciones geográficas y el materialcartográfico, los registros de tradiciones populares o leyendas, los dibujos o cualquiertipo de material gráfico, la recuperación de discursos ajenos, etc. El relato de viajes esuna integración de todos estos materiales y fragmentos a un tipo de registro que lesconfiere unidad y sentido. Esta es una operación historiográfica –si se entiende

Sobre fuentes históricas y relatos de viaje

10 VON HUMBOLDT, A. Views of nature: or contemplations on the sublime phenomena of creation,George Bell and Sons, Londres, 1985.

11 La diferencia con la historiografía es que el viajero es quien anota y quien relata. Una ocasión raramenteencontrada en la historiografía salvo si aceptamos que la construcción de la fuente tiene el mismocarácter.

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historiografía como la tarea de articular estos materiales en un discurso coherentetanto temporal como culturalmente– ya que, entre otras cosas, se restituye el contexto,es decir, se da una argumentación al viaje. El viaje real se recupera en el texto median-te un dispositivo de escritura que tiene una poética y una retórica, es decir, medianteun relato del viaje, el cual tiene un argumento que normalmente conlleva una tesis, unconjunto de supuestos y su demostración expandidos a lo largo del texto.

La operación historiográfica estaría entonces en la constitución de la fuente yestaría amarrada más al momento de la totalidad, al momento de la escritura del rela-to, que al momento del viaje y de la notación de impresiones y datos. Así, lo que sepodría decir es que el relato de viajes es ya una historia en sí, que la historiografía,dependiendo de la escuela o epistemología en juego, hace hablar por sí misma. Eneste sentido, el uso que la historia puede hacer de un relato de viajes es producto antesque nada de la concepción que se tiene de fuente. Pero también es necesario tener encuenta que el relato de viaje antes que “algo dado” o “algo atemporal” ha sido acuña-do en una producción, en tanto que como relato nada indica que de manera inherentesea una fuente histórica. Así, considerar un relato de viajes como fuente es imprimirleun sentido –más allá o más acá de que sea un tipo de relato ligado íntimamente a loreal. En otras palabras, aquí opera nuevamente la noción de clausura antes expuesta,pero ahora no sólo en el sentido de una cesura de la significación de manera tal queella no se disperse, sino como una mediación que desde la disciplina transforma elsentido comunicativo originario del texto en cuestión. Se podría pensar en un textocomo el de Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la NuevaEspaña, y cómo fue utilizado por la historiografía de Indias. Aunque la crítica coinci-de en que fue su germen, la Historia verdadera... no es una “probanza de méritos” –eltipo de documento jurídico que comúnmente la Corona, a través del Consejo de In-dias, solicitaba a los soldados que habían participado en las expediciones de conquis-ta. La Historia verdadera... está atravesada por toda una serie de codificaciones lite-rarias que ciertamente ponen en jaque las nociones de verdad o realidad que la inten-tan constituir como fuente despejada de la poética y la política del texto. La restitu-ción del texto al escenario de la noción de fuente por parte de la historiografía esposible a partir de la mediación que transforme, como dijimos arriba, su sentido co-municativo y su eficacia performativa a partir de su ingreso a regímenes discursivosdiferentes a los que le dieron marco.

IV

Para terminar unas últimas anotaciones sobre el problema de la fuente y el relato deviaje. Aquí hemos afirmado la similitud del relato de viaje con la operaciónhistoriográfica. En ese sentido entonces el aprendizaje principal, a pesar de su obviedad

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es que cuando consideramos al relato de viajes como fuente éste casi nunca es elrepositorio de datos que trascienden la esfera de la escritura, de la poética o de lascodificaciones literarias que se despliegan en los textos. Así entonces, más que inten-tar evitar el relato en función de los datos es necesario comprenderlo desde esos regis-tros. Comprender la naturaleza de la mediación es clave para entender qué es lo que seestá mediando. Al mismo tiempo, estar atentos a estas claves en la lectura de losrelatos de viaje implica revisar los modos en que opera el saber historiográfico. Mu-cho menos desde la perspectiva de sus escuelas y mucho más desde sus prácticasdébilmente formalizadas, no dichas o, a veces, rutinarias.

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