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SÓLO SON VÁLIDAS LAS PALABRAS PRONUNCIADAS 1
Señoras y señores,
Permítanme, en primer lugar, tener un recuerdo muy afectuoso para Isabel
Carrasco, presidenta de la Diputación de León asesinada el pasado lunes.
Quiero enviar mi condolencia y mi abrazo a su familia, a las personas allegadas
y a toda la ciudad de León, que ha sufrido consternada este acto de violencia
criminal en sus calles.
Descanse en paz Isabel Carrasco.
Autoridades, señoras y señores,
Un año más nos reúne el acto solemne de entrega de las medallas de la ciudad
de Madrid. Nuevamente, la fiesta grande de nuestra ciudad es ocasión de
celebración y de reconocimiento a personas e instituciones que merecen ser
premiadas, honradas y enaltecidas públicamente por su trabajo y por lo que
éste significa para toda la sociedad.
Se ha escrito que la mediocridad consiste en hallarse ante la grandeza sin
darse cuenta de ello. Las medallas que hoy hemos entregado en este acto –
lleno de historia, de oportunidad y de sentido–, muestran el esfuerzo constante
de la ciudad de Madrid por reconocer, aplaudir y promover la grandeza en
todas sus expresiones, como ejemplo y como senda de progreso social
auténtico.
Madrid no se afirma ni se hace contra nadie; Madrid se afirma y se hace para
todos. Se afirma en la búsqueda diaria de un horizonte mejor hacia el que
acercarnos juntos. Y se afirma alumbrando y adoptando ejemplos que merecen
ser imitados y que nos ayudan a aproximarnos a lo que creemos mejor.
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Ése es, sin duda, el caso de quienes hoy reciben esta distinción, a quienes
deseo expresar mi más profundo agradecimiento en nombre de los madrileños
por su presencia y por sus palabras.
Esta es una celebración municipal, pero no es una celebración de ambición
local y menos aún localista, pese al vínculo que todos los premiados mantienen
con nuestra ciudad, como acabamos de ver.
Porque Madrid sólo se entiende en su condición de capital. Capital de España,
ciudad de todos los españoles, por supuesto. Pero también capital europea y
capital de la cultura en español, y por ello capital iberoamericana. No en
abstracto sino en la calle, en su rico, fecundo y mestizo paisaje humano, que es
el que mejor atestigua lo que las ciudades verdaderamente son.
Madrid tiene historia. Antigua y rica. Incluso en términos universales. Pero la
identidad de Madrid no está en ningún episodio remoto. La identidad de Madrid
es la libertad. Lo demás es biografía de quienes la habitamos.
Y, por ello, puede ser vivida como propia por quienes “son” de Madrid, y
también por quienes “se han hecho” o “se están haciendo” de Madrid, y por
quienes simplemente “están” en Madrid.
No hay que renunciar a nada ni hacerse pasar por nada para ser madrileño.
Esta ciudad no reclama portazgo: ni ideológico, ni cultural, ni de ningún otro
tipo.
Esa capacidad de integración –que no es mito sino realidad- soporta
holgadamente la comparación con cualquier gran capital occidental. Debemos
estar orgullosos de ello, porque la función de las ciudades es hacer posible la
convivencia, el progreso, la sociedad de oportunidades. Y eso, Madrid, los
madrileños, lo hacemos muy bien.
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Señoras y señores,
Premiar no es sólo reconocer el mérito y la virtud. Es también adquirir un
compromiso con el mérito y con la virtud.
Hoy no sólo manifestamos nuestra seguridad de que quienes han recogido esta
medalla merecen nuestro aplauso. Además, si solemnizamos este
acontecimiento, si reclamamos la atención de toda la ciudad sobre él, es
porque adquirimos un compromiso con las personas y con las instituciones a
las que distinguimos.
Adquirimos el compromiso de difundir su ejemplo y, en la medida de nuestras
fuerzas, adquirimos también el compromiso de seguirlo. Al hacer entrega de
estas medallas no sólo decimos “sois extraordinarios”, también decimos
“debemos intentar ser como vosotros”.
Porque lo que son estas personas y estas instituciones nace de su talento y de
sus aptitudes, pero nace también de sus decisiones. Cada uno de estos
ejemplos de excelencia encuentra su origen en decisiones personales que
podían haber sido otras. En renuncias y en sacrificios. Son el fruto de una vida
responsable.
Nada estaba garantizado para ellos y nada estaba vedado de antemano.
Precisamente por eso, porque son el resultado de la libertad, son ejemplos que
podemos imitar y, en ese sentido, son ejemplos muy madrileños.
Que sean “de los nuestros” sólo tiene valor social si nos obligamos a
parecernos un poco a ellos. Este es el sentido público del aplauso que
otorgamos con estas medallas.
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Sin duda, atender a esa obligación no resultará fácil, porque los méritos que
concurren en todos ellos son excepcionales. Algunos son comunes, y otros son
propios de cada uno. Permítanme que los mencione brevemente y que
comience por los primeros.
¿Qué tienen en común la Fundación Ortega-Marañón; Cáritas Diocesana de
Madrid; Rafael Matesanz y Vicente del Bosque?
El amor al trabajo. La entrega generosa. La disposición a vencer las
dificultades que siempre aparecen en el camino de cualquier gran obra.
El deseo de ir un poco más allá cada día. La ambición por hacer lo que quizás
parece imposible, lo que nunca se ha hecho. Y por hacerlo bien, por hacerlo de
manera ejemplar.
Y también un claro sentido de la responsabilidad, ante uno mismo y ante los
demás. La vocación de servicio. La alegría por el bien ajeno: en la educación;
en la salud; en el trabajo social; en el campo de juego, en la grada y en las
calles. Todo esto tienen en común.
Y a ello suman sus méritos particulares.
La Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón constituye uno de los
principales pilares de la vida cultural madrileña, pero su trabajo va mucho más
allá de nuestra ciudad, como corresponde a una institución dedicada a la
excelencia docente, investigadora y editorial.
La Fundación custodia y difunde el legado de dos excelsos representantes de
la Generación del 14, dos cimas de la cultura española del siglo XX que le dan
nombre, historia y sentido, en sus sedes españolas y americanas.
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Para los integrantes de la generación del 14, Europa significaba ciencia, razón,
universidad, cultura, investigación, progreso, armonía, futuro: en definitiva,
modernidad. Un sentido que en el siglo XXI sigue vigente.
Un grupo que consiguió aglutinar en torno a la idea de España y su sociedad,
del pensamiento, la política y la cultura a figuras prominentes de muy diversos
ámbitos. Desde la pintura de Zuloaga a la tauromaquia de Belmonte, desde la
música de Falla a la medicina de Pittaluga, la filosofía de María Zambrano o la
poesía de Juan Ramón Jiménez.
De hecho, la valiosa biblioteca de la Fundación y sus archivos guardan una
parte fundamental de la cultura española contemporánea prácticamente en
todas las áreas del saber. Tomar un libro de sus estanterías y encontrarse en él
con las anotaciones manuscritas de Ortega sigue siendo, para un espíritu
atento, una experiencia emocionante que la Fundación Ortega-Marañón hace
posible. La cultura no es allí un legado inerte, sino un saber vivificante y actual.
La Fundación ha expresado siempre un inequívoco compromiso con el
progreso social y político de España; con nuestro sistema de libertades, con su
estudio y con su fortalecimiento.
De su patrocinio han nacido algunas de las mejores obras sobre nuestra
Transición, y sus seminarios de los primeros años ochenta en San Juan de la
Penitencia, en Toledo, siguen siendo una referencia inexcusable para conocer
ese período de nuestra historia sin aderezos oportunistas.
La Fundación ha sabido preservar, poner al día, difundir y ensanchar el valioso
patrimonio intelectual y moral en el que tiene su origen y que ordena su misión.
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Señoras y señores,
Cáritas Española fue fundada en 1947 como confederación de las entidades de
acción social de la Iglesia Católica de España. Tres años antes, nacía Cáritas
Madrid, que está presente en los 21 distritos de Madrid y desarrolla una
actividad insustituible a favor de la integración social.
Insustituible porque Cáritas no se rige por los mandatos ni por las obligaciones
jurídicas que las instituciones públicas deben observar, sino que va mucho más
allá, hasta hacer del amor fraterno y de la entrega a ciegas pero lúcida su
verdadero sello distintivo. Precisamente por eso, Cáritas está donde
habitualmente nadie más llega y ve lo que casi nadie más ve.
El desarrollo del Estado de bienestar ha puesto en pie una sociedad mucho
más cohesionada y mejor atendida que la que existía en 1947. Una sociedad
más justa. Pero persisten zonas oscuras que tenemos que saber iluminar, y la
crisis ha generado un impacto social al que las instituciones van adaptándose
no siempre con la agilidad que se necesita.
Con frecuencia, en situaciones así, Cáritas es la primera en llegar. La primera
en atender y la primera en ayudar a cambiar la vida de las personas.
Lleva a cabo campañas que pretenden hacernos presente una parte de nuestra
sociedad que en ocasiones nos pasa inadvertida. Drogodependencia, personas
sin hogar, mujeres en riesgo social, salud mental, centros penitenciarios… O
todo ello a la vez. Este es el territorio preferente de Cáritas. Está en él con la
vocación de restituir en su plena autonomía a quienes por distintas razones
llegan a necesitar su ayuda.
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Sin ella, sin su conocimiento y sin su generosidad, sin la entrega abnegada y
sin la energía desbordante de quienes la forman, los servicios sociales
municipales perderían una información, una referencia y una ayuda decisivos.
Cáritas cartografía en tiempo real las áreas sociales que se encuentran en
riesgo de quedar al margen de la sociedad de oportunidades que queremos
hacer real para todos.
Atiende a miles de personas, gestiona residencias y viviendas, realiza
intermediación laboral. Mantiene unidas a familias.
La presencia de Cáritas en Madrid, que se ha multiplicado en los últimos años
porque así se lo ha exigido su vocación de servicio, explica en parte la
capacidad de resistencia de la sociedad madrileña ante la durísima crisis que
sufrimos desde el año 2007.
Amigas y amigos,
El doctor Rafael Matesanz Acedos fundó en 1989 la Organización Nacional de
Trasplantes de España. Una Organización que celebra este año sus bodas de
plata y cuyo fundador es reconocido como autor del “modelo español” de
trasplantes, que ha situado a nuestro país como el primero del mundo en
donaciones, con tasas de donación y trasplantes de casi el doble que la Unión
Europea.
Su conocimiento y su experiencia son solicitadas en todo el mundo y su
currículum incluye ya la presidencia del Consejo Iberoamericano de Donación
de Órganos y Trasplantes, la asesoría del Instituto de Medicina en los Estados
Unidos en el ámbito de la donación de órganos y también la de la Organización
Mundial de la Salud para la estrategia mundial sobre trasplantes.
Además, su trabajo editorial y divulgativo incluye su firma en más de 500
artículos y 100 libros especializados.
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La relación del doctor Matesanz con el Ayuntamiento de Madrid, a través del
Servicio SAMUR Protección Civil, da idea de esa admirable actitud profesional
de colaboración y trabajo en equipo que siempre le ha distinguido.
El doctor Matesanz ha recibido entre otros, el premio Rey Jaime I a la
investigación médica; la Gran Cruz de la Orden de la sanidad del Gobierno de
España y el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional.
Gracias a él en España vemos sucederse nuevos hitos en su campo de
especialización. Gracias a él España lidera de forma ininterrumpida desde hace
22 años las donaciones de órganos y trasplantes en todo el mundo. Y gracias a
él, y a todos los profesionales que trabajan para la Organización Nacional de
Trasplantes, se han salvado decenas de miles de vidas en una carrera
contrarreloj de solidaridad, profesionalidad y última tecnología que maravilla al
mundo.
Autoridades, señoras y señores
Vicente del Bosque González es uno de los grandes artífices de la edad de oro
del deporte español, que culminó con la conquista de la Copa del Mundo de
Fútbol en 2010 por la selección española, de la que era y es entrenador y
director técnico.
Su currículum deportivo es excepcional como jugador y como técnico. Como
jugador logró 5 ligas, 4 Copas del Rey y 18 participaciones internacionales.
Como técnico del Real Madrid, dos Ligas de Campeones, dos Ligas, una
Supercopa de España, una Supercopa de Europa y una Copa Intercontinental.
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Como seleccionador nacional –tomando el relevo de Luis Aragonés, cuyo
reciente fallecimiento ha dejado un gran vacío en el deporte español– un
Mundial y una Eurocopa. Vicente del Bosque es el único entrenador que ha
logrado la Copa del Mundo, la Eurocopa y la Liga de Campeones.
Ha recibido numerosos premios y distinciones, entre ellos la Gran Cruz de la
Real Orden del Mérito Deportivo, y como integrante de la selección española
de fútbol, el Premio Príncipe de Asturias del Deporte. En 2011, su Majestad el
Rey le otorgó el título de Marqués de Del Bosque.
Y aunque en su trayectoria hay muchos e importantes méritos deportivos, por
encima de ellos es reconocido mundialmente como un ejemplo de modestia,
humildad, juego limpio, espíritu de superación, sinceridad y respeto al
adversario.
Una persona de éxito, una persona entrañable y querida. Una persona que nos
ha enseñado que ganar no es lo mismo que merecer la victoria, y que lo
segundo vale más que lo primero.
Autoridades, señoras y señores,
Como se puede comprobar al escuchar esta breve relación de méritos, hoy
celebramos muchas cosas importantes. Sobre todo, celebramos la excelencia,
que lejos de lo que en ocasiones se supone, no tiene nada que ver con lo
minoritario, ni con lo cerrado en sí mismo, ni con lo exclusivo.
Al contrario, nada más social, más inclusivo, más mayoritario y abierto a todos
que la excelencia académica de la Fundación Ortega-Marañón; la excelencia
en la atención social de Cáritas de Madrid; la excelencia médica del doctor
Matesanz; la excelencia deportiva de alcance verdaderamente masivo del
equipo que dirige Vicente del Bosque.
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La excelencia es un activo social. Por eso, una institución pública como este
Ayuntamiento la reconoce y la exalta.
Hoy estamos ante una muestra de lo mucho y bueno que tenemos alrededor,
aunque en ocasiones no nos demos cuenta.
Con frecuencia dejamos que pasen ante nosotros ejemplos personales o
institucionales de los que no sabemos lo suficiente.
Estas medallas, además de reconocer con toda justicia los méritos de quienes
las han recibido y de fijarnos una cierta obligación de imitarlos, también
pretenden ayudar a arraigar con más fuerza en la sociedad madrileña la buena
costumbre del aprecio por el trabajo bien hecho.
No hablo de multiplicar actos como este, sino de algo más modesto pero
fundamental. Hablo de ir abandonando la idea de que existe mayor lucidez e
inteligencia en señalar el defecto que en aplaudir el acierto.
Sin duda, hay mucho defecto que criticar en muchas partes, y desde luego en
la política. Y está bien que se haga. Pero también, estoy segura, hay mucho
acierto que aplaudir, muchos buenos ejemplos de los que alegrarnos. Y
debemos prestigiar el acto generoso de hacerlo.
Hoy lo hacemos con toda solemnidad, pero todos podemos encontrar alrededor
razones para el aplauso. Un aplauso discreto, sin mayor ceremonia ni
pretensión que la de aprovechar cada motivo que encontremos para reconocer
y agradecer aquello que lo merezca.
Dicen que San Isidro hizo brotar el agua con su cayado para regar los campos
que estaban secos. No seré yo quien diga lo contrario.
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Creo que la generosidad para reconocer las cosas buenas que tenemos
alrededor puede producir un efecto social tan fertilizante como el que el agua
tuvo sobre esos campos. No dejemos que se pierda. Y sigamos el ejemplo de
quienes hoy, en el día de San Isidro de 2014, han recibido las medallas de la
ciudad de Madrid.
Un ejemplo de lo mejor de nosotros mismos; de todo lo bueno que nos une en
nuestras aspiraciones como madrileños y españoles: Ciencia y Cultura; Pasión
por el deporte y Entrega solidaria.
Su experiencia nos muestra todo lo que España puede llegar a ser, desde la
libertad, cuando nos proponemos cualquier empresa común, por difícil que
parezca. Unos valores que hoy Madrid reconoce, y en los que, como toda
nuestra nación, quiere reconocerse en el futuro.
Muchas gracias.
