Descolonizar, la descolonización desde los feminismos

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  • 7/31/2019 Descolonizar, la descolonizacin desde los feminismos

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    DESCOLONIZARDESCOLONIZARDESCOLONIZARDESCOLONIZAR

    INTRODUCCIN

    Bolivia atraviesa un proceso detransformaciones estatalesorientadas a la construccindel Estado Plurinacional, dan-do lugar a un campo de posi-

    bilidades de reestructuracin democrticade las relaciones entre Estado y sociedadcivil. Uno de los ejes fundacionales de estareforma est vinculada al tema de l a des-colonizacin del Estado y de las relacio-nes sociales. Sin embargo, una dimensinque queda pendiente del debate sobre laconsolidacin de este nuevo Estado, es larelacin entre el discurso anticolonial y laherencia patriarcal de la sociedad y susinstituciones, cuyo horizonte, si bien se

    eslabona con el hecho colonial, tambinlo trasciende.

    1. DFICITS, VACOS Y SILENCIOS

    En este perodo histrico, un desafo paralos movimientos de mujeres y feministas,es disputar los sentidos de este procesoporque no se trata de sumarse -para noparecer descarriadas- desde ningn lu-gar, a los cambios y t ransformaciones delproyecto estatal en curso, sino de identi-car sus dcits, los vacios, los silencios

    de la reexin intelectual y poltica quetranscurre como si las mujeres no estuvi-ramos. Al respecto merece mencionarse,cmo muchas de las reexiones tericasy polticas sobre el proceso de cambio, enla voz de sus ms preclaros exponentesmasculinos, en el poder o fuera de l, acu-

    san de una neutralidad valorativa en tor-no al gnero que sus anlisis reproducensesgos sexistas y androcntricos. Aunqueen algunos escritos y alocuciones pbli-cas, dirigentes polticos, expertos y te-ricos del proceso incluyan como un otroregistro de la descolonizacin, la despa-triarcalizacin.

    Ma. Lourdes Zabala

    la descolonizacin desde los Feminismos

    El conquistador, Diego Morale

    and mioa

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    Un hecho vericable en la realidad, lacoexistencia de patriarcado ycolonialismo, no se replica sin embargoen las reexiones y propuestasacerca de la descolonizacin, que esuna nocin que sigue siendo usadapara remitirnos centralmente a la ideade cmo desmontar los mecanismosde dominacin de una cultura sobreotra, ms que de un gnero sobre otro.(Chvez, 2011a: 34)

    Constatar el silencio patriarcal o la neu-tralidad de gnero en las reexiones del

    vicepresidente, el ms prolco y activointelectual, en su intento por dar cuentade los avances y logros de la revolucindemocrtica en Bolivia, en su texto Lastensiones creativas de la Revolucin.La quinta fase del Proceso de Cambio

    (Garca Linera, 2011) en el que analiza laprimera gestin del gobierno del EstadoPlurinacional; es una muestra pattica decmo se escribe la historia y se retratana los actores de este proceso, todos consignos masculinos.

    Como gobierno de movimientos socia-les intentamos en todo momento some-ter a debate pblico estas tensiones yresolverlas por vas democrticas impul-sando a que la vanguardia: indgenas,campesinos, trabajadores, obreros, ve-cinos y estudiantes siempre lleven pordelante la bandera del comn, el intersdel comn, de la comunidad que es todoBolivia. (Garca Linera 2011: 61)

    Nos enfrentamos a un silencio concep-tual que seguramente, en su pretensin

    de pasar como un pensamiento objetivo yriguroso, no contaminado con la experien-cia de sujetos inescenciales (inmanentes)que sera lo(s) femenino(s) del proceso,termina escribiendo una historia parcial enla que falta la mitad de la realidad (dndeestn las Bartolinas como movimiento, lasfeministas, las vecinas, etc). En este texto,como se puede constatar el subtexto degnero es invisible. Los intereses comu-nes de la comunidad, nos recuerdan a losintereses de la nacin monotnica y conun sujeto mestizo homogneo que termi-na siendo sospechosamente masculina.

    La crtica terica feminista a esta episte-mologa, se esfuerza por mostrar que elconocimiento si tiene historia y que susresultados no son neutros o imparciales,ni est por encima de las conictividades,ni del gnero de quienes le dan forma. Esdecir, no existe un no lugar desde don-de se piensa la realidad. El conocimien-to, cualquiera que sea, es siempre unconocimiento situado, que se anca enlas necesidades, intereses, experiencias,representaciones, olvidos, prohibiciones ypasiones de los sujetos o grupos que loproducen. De hecho esto lo saben quie-nes han trabajado el concepto de la co-lonialidad del poder, que hace referenciaa la colonialidad del ser y del saber, do-minaciones que abarcan la descalicacinsistemtica de la cultura del otro, de sulengua, de sus categoras, de sus smbo-los, de sus conocimientos. De este modo,la colonialidad del poder se expresa noslo en el racismo que opera como unaforma de clasicacin social, establecidacon la llegada de l os espaoles, segn lacual la raza como el fenotipo de los indivi-duos determina la concentracin de rique-za, privilegios, jerarquas entre lo blanco ylo indgena, pero tambin el sometimien-to colonial de los saberes-otros y de lasexperiencias-otras del mundo. Asumir queexiste un nico modelo vlido de produc-cin de conocimientos, dejando por fueraotras epistemes, formas de conocimientotradicionales o ancestrales. Su pretensinparte de la idea de que conocer equivalea distanciarse del mundo mirarlo desapa-sionadamente, desde un locus o lugar deobservacin incontaminado y por tantocon rango de universalidad.

    Ir al rescate y a l a teorizacin de las expe-riencias, las miradas, los protagonismos,las historias y trayectorias de las mujeresen la construccin de un nuevo Estado de-mocrtico, incluyente y plural (que cierta-mente no es una tarea solo de las mujereso intelectuales feministas) constituye unaporte impostergable por despatriarcali-zar y descolonizar la memoria y renovar

    Resistencia a la sumisin, Marizol Soliz, leo sobre lienzo 30 x 40 cm.

    el conocimiento histrico sociolgico y po-ltico que tenemos del pas (Tapia, 2007).Se trata de escribir o reescribir la historiacomo una construccin colectiva de cono-cimiento para transformar nuestra socie-dad, como a su turno lo vienen haciendolos movimientos indgenas, en estos tiem-pos de transformaciones no solo socialessino tambin subjetivas. Cambiar la formade ver el mundo es ya empezar a modi-car la realidad, cuestionar sus relacionessociales y reconocer el poder discursivode nuevos actores portadores de proyec-tos alternativos de sociedad.

    Basta recordar la cita de Hegel sobreque frica no tiene historia. Hasta muyrecientemente, tampoco las mujereshan tenido su propia historia, su propianarracin con distintas categoras deperiodizacin y con diferentes regulari-dades estructurales (Benhabib, 1995:24).

    Descolonizar pero tambin despatriarca-lizar los modos de producir conocimien-to, a travs de las acciones colectivas ysu teorizacin desde distintos lugares deenunciacin, supone generar una rupturaepistemolgica y contribuir a desarrollarnuevos sentidos comunes de cmo sedene el pas y, por lo tanto, de cmo se

    piensan sus problemas y las tareas pol-ticas a resolver (Tapia, 2007: 144); es elreto al que estamos invitadas las mujeresdesde nuestras distintas prcticas, luga-res de enunciacin, culturas, visiones yprioridades.

    De lo que se trata es de habilitar laigualdad discursiva y desactivar el silen-cio de las implicadas. No podemos olvi-dar que las discusiones reales siempreestn impregnadas de poder: el prejarlos asuntos pertinentes, la decisin dequin puede hablar y quin no, de quinest excluido, de cunto tiempo puedenhablar unos y otros, la determinacin dequin debe dedicarse exclusivamente aescuchar o de lo qu se da por supuesto,etc. Esta suma de restricciones mues-tra su pertinencia para ser analizada. Aveces, la participacin aparentementeinclusiva y la agenda abierta puedenimpedir ms que promover la discusinajena a coacciones. El caso es que encondiciones de desigualdad de poder esindispensable, incluso epistemolgica-mente, el propiciar comunidades cerra-das para que las subalternas puedantomar la palabra sin coerciones (GuerraPalmero, 2000:4).

    En otras palabras, se t rata de apropiarnosdel debate poltico y acadmico y ponerle

    nombre a los procesos que vive el pas,explicitar los contrasentidos en sus cam-pos discursivos, dar cuenta de la inexpre-sividad de gnero de sus metarrelatos, delas categoras de Estado Integral, vivirbien, sujeto plural indgena, movimien-tos sociales, democracia. Desde la mi-rada crtica y autnoma de los movimien-tos de mujeres indgenas, campesinas,urbanas, originarias, interculturales, cons-tituidas como sujetos de conocimiento atravs de sus mltiples prcticas, constitu-ye una tarea colectiva irrenunciable releery reescribir la historia, revisar las tramasdiscursivas, las categoras y teoras quenombran y explican el proceso de cambioque est viviendo el pas. Denunciar loshbitus sexistas, los gestos y los lapsus(que son ms que eso, representan un in-consciente colectivo) sobre todo de nues-tros gobernantes, contribuir a su vez aidenticar los pendientes de este procesorevolucionario. Si yo tuviera tiempo, iraa enamorar a las compaeras yuracarsy convencerlas de que no se opongan;as que, jvenes, tienen instrucciones delPresidente de conquistar a las compae-ras yuracars trinitarias (para que no seopongan a la construccin del camino)Aprobado? fueron las expresiones delPresidente del Estado Plurinacional, paralograr que las mujeres de este pueblodesistan en su empeo de cuestionar laconstruccin de un camino que pasarpor su territorio y que el gobierno se hapropuesto realizar, ms all de cualquierconsideracin sobre los derechos de lospueblos a la consulta previa, al consenti-miento libre, a la libre determinacin, a laautonoma y al control sobre su territorio.

    Qu decir frente a ello. En el imaginario

    sexista es un lugar comn identicar a la

    razn como un atributo masculino en el que

    los argumentos son los que con/vencen.

    En el caso de las mujeres, es lo contra-rio. Es el lenguaje de los afectos (asumidocomo lo no racional), de las subjetividadesmediadas por las intimidades del cuerpo ylos sentimientos, lo que vence. De hechoel gobierno ha llamado al dilogo con loscompaeros indgenas, sujetos autoriza-dos para deliberar, (aunque sta sea unasuerte de impostura, porque la decisinest tomada de antemano). Como es depresumir las dirigentas no estn contem-pladas, salvo, como objetos de moviliza-cin, en su horizonte no est considerar elimpacto de esta decisin sobre la vida delas mujeres indgenas.

    Asumiendo que todo Estado se dene

    como un campo en disputa y lucha polti-ca que se despliega fuera y dentro de l

    (Garca Linera, 2010a) y en ese sentidEstado Plurinacional boliviano es tambun espacio en construccin y de corrcin de fuerzas, es preciso que las mres desde nuestras diversas identidaden un dilogo colectivo y plural, lo reperemos para nombrar nuestras historpara denunciar las prcticas y violende gnero que se anudan en el EstPlurinacional y en todos los mbitos dvida social.

    Aunque en la agenda del debate poltiideolgico nacional, el eje discursivo en torno a la descolonizacin del Estaa la inclusin de indgenas y campesien las estructuras de poder, a la ampcin de la democracia, al reconocimto de nuevas identidades culturales econstruccin de la nacin; el debate tbin se va decantando con el impronde las organizaciones y movimientosmujeres. Las complicidades de mujedistintas en sus trayectorias de vida,jidas en foros, en encuentros y talleretenacidad de sus luchas y rebeldas pinscribir sus derechos en la CPE; sonantecedentes para que las desigualdade gnero, como otras coordenadaspoder, se abren paso en la discusin yliberacin pblica.

    En este contexto las preguntas que rondan apuestan a problematizar vatemas. La relacin que existe entredos ejes de dominacin: Patriarcad

    Reclamo silencioso, Marizol Soliz, leo sobre lienzo 30

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    descolonizacin. Cmo se implican am-bos, dnde se encuentran? Es sucienteluchar contra el colonialismo para des-montar las opresiones de gnero? Cu-les son las posibilidades de articulacinentre la discriminacin tnica y de clase ylas luchas contra el sexismo y las relacio-nes de opresin de gnero.

    Cmo estas dimensiones se tornan o noconvergentes?. Quin es el sujeto delproyecto de emancipacin? Sin preten-der dar respuestas concluyentes a estosinterrogantes, este es el horizonte que acontinuacin retomamos para la reexin.

    2. RUTAS PARALELAS: DESPATRIAR-CALIZACIN Y DESCOLONIZACIN

    Si bien, el proceso de descolonizacin del

    Estado en Bolivia, fruto de una nueva corre-

    lacin de fuerzas sociales, tiene como co-rrelato la creacin del Estado Plurinacional

    basado en el reconocimiento de las diver-

    sas matrices culturales, lingsticas, histri-

    cas y la inclusin de un nuevo bloque en el

    poder hegemonizado por lo indgena; qudecir del proceso de despatriarcalizacin.

    Ese entramado de relaciones de poder que

    naturaliza y normaliza las jerarquas entre

    los sexos y cuyo espesor histrico se re-monta ms all del improntus de la colonia.

    Desde la perspectiva de algunos intelec-tuales como Idn Chivi- la descoloniza-cin, como un proyecto de emancipacin,es asumida como una matriz de poderque abarca todas las luchas y formas deexclusin social, cultural y econmica, in-

    cluidas las desigualdades entre hombresy mujeres. Sin embargo, no queda clarodonde reside su capacidad de incorpo-rar otras opresiones, cuando se constatacomo en el caso concreto del que mien-tras que los discursos de legitimacin de ladesigualdad de clase o de raza suelen serrpidamente detectados y neutralizadospor la crtica, los discursos de legitimacinde la desigualdad entre los sexos pasantodava, por lo comn, desapercibidos ycontinan, por lo tanto, activos. (Puleo,2000). O en su caso se convierte en unaapelacin retrica con escasa traduccin

    en las polticas pblicas, donde suelen pri-mar enfoques maternalistas (bono JuanaAzurduy de Padilla) o visiones instrumen-tales en las que se exalta la presencia delas mujeres indgenas y campesinas ennumerosos ministerios, o en el Parlamen-to; pero paralelamente se ignora cmose implican las mujeres en el nuevo Esta-do Plurinacional?, (ms all de una polti-ca de la presencia de efectos simblicosimportantes). Tienen las mujeres indge-nas un proyecto plurinacional que dieradel de sus homlogos varones?

    Cuando el Vicepresidente lvaro GarcaLinera (2006) arma que los movimientossociales han tomado el poder, que no eslo mismo que el gobierno, o son la basesocial movilizada que pone el programa,se estar tambin reriendo a los sujetos

    polticos femeninos/feministas?.Qu or-denes simblicos de gnero se escondendetrs del reconocimiento de las nacionesy sus instituciones?. Existe algn litigioque nombrar entre el sujeto sociolgico

    pueblo y las identidades feministas?Puede la crtica feminista, convertirse enotra matriz civilizatoria en la construccindel Estado Plurinacional?

    Se arma, no sin cierto optimismo, quedespatriarcalizar el Estado Plurinacionales equivalente a democratizar los rga-nos de representacin poltica del nuevoEstado Plurinacional, con la presenciaindita de mujeres indgenas en el poder.Sin embargo, es esto suciente? Ya enla dcada de los noventa se impulsaronprocesos de ampliacin de ciudadana y

    profundizacin de la democracia, cuandolas cuotas interpelaron el monopolio mas-culino de la representacin. Hoy comoayer, el que existan ms mujeres, en estecaso indgenas, sector tradicionalmenteexcluido del aparato estatal, no quiere de-cir que se haya avanzado en desmontarlas desigualdades que enfrentan las mu-jeres respecto a su acceso y permanenciaen el poder (menor tiempo libre, desigualredistribucin del trabajo domstico, este-reotipos respecto a su desempeo pbli-co, insucientes niveles de escolaridad).Por otro lado, tampoco quiere decir que supresencia se traduzca en una nueva co-rrelacin de fuerzas o que al igual que sushomlogos hayan tomado el poder. Por-que, de acuerdo a la teora poltica, estacualidad se dene como la capacidad de

    inuir, en cada momento, en cada palabra,

    en cada decisin, en cada poltica. Si enel Estado se est jugando el posiciona-miento, el avance, la victoria, el retrocesoo el benecio de un grupo en detrimentodel otro (Garca Linera, 2008), estn lasmujeres habilitadas y reconocidas paraesta batalla?

    El Estado ms all de ser un conjunto deinstituciones, procedimientos y normasque dicen de la presencia no solo del po-der ejecutivo y legislativo, sino de otrasinstancias (sistema judicial, polica, uni-versidades, etc.) es tambin un lugar queproduce y monopoliza ideas y creencias,genera sentidos comunes y representa-ciones, legitima las decisiones guberna-mentales (Garca Linera, 2010). Si desdeall, se normalizan comportamientos y re-presentaciones sexistas, se invisibilizanlas necesidades de los actores y actorassociales, se producen leyes que expre-san prejuicios y usos que naturalizan lasupremaca y la racionalidad masculina;la conquista de puestos jerrquicos porlas mujeres indgenas o de clase mediao populares, no habr desmontado lossentidos comunes que sustentan, no sololas desigualdades de gnero, sino otras,como las clase, la orientacin sexual.

    Tonadas musicales, Marizol Soliz, leo sobre lienzo 30 x 60 cm.

    En paralelo podemos decir lo propio de loindgena. Histricamente se ha reclama-do por la ausencia de representacin delos pueblos indgenas en las estructurasde gobierno, y ahora que existe una pre-sencia importante de los mismos, se tieneque plantear el problema de cmo se ocu-pan esos espacios, de cmo y para qu seest en ellos(Chvez, 2011b: 23).

    En el caso de las mujeres, este hechodebe venir acompaado por una reexin

    sobre su signicacin y los alcances y li -mitaciones de esta representacin. Cmo

    viven las mujeres sus experiencias en supaso por las estructuras gubernamentalesy los espacios de toma de decisiones. Deah que una de las preguntas centralesconsista en plantearse con qu nocin depoder poltico o proyecto despatriarcaliza-dor se llega o se quiere construir en unespacio que tradicionalmente se ha repro-ducido a s mismo sobre la base de la ex-clusin de las mujeres con mayor motivosi sta se anuda a desigualdades cultura-les, econmicas y raciales.

    La realidad social muestra con contun-dencia que los espacios de exclusin es-tn vinculados al poder, a la autoridad, ala inuencia, al dinero, a los recursos y,en general a la autonoma personal. Lospoderes fcticos, el poder poltico y, engeneral todos los poderes de decisinson casi impermeables a las mujeres(Cobo, 1999:6).

    Basta una mayor presencia cuantitativa

    de mujeres de distintas culturas y trayec-torias, en los poderes pblicos, para pro-

    ducir una forma distinta de hacer poltica?

    Se tratar de una inclusin subordinada

    de las mujeres indgenas, respecto a sushomlogos indgenas? Cmo disputar

    el sentido mismo de lo poltico, cuando lo

    simblico de ello se asocia a lo masculino?

    En Bolivia no son pocos los casos de fun-

    cionarios del gobierno actual, cuyo dis-curso y prcticas respecto a las mujeres

    no dejan de reejar una mentalidad colo-

    nial y de reproducir jerarquas patriarcales.

    En ese sentido Roberto Choque seala laslimitaciones que enfrenta el proceso polti-

    co que se ha inaugurado en el pas.

    La maquinaria estatal tiende a reprodu-

    cir los principios coloniales de toma de

    decisiones, administracin del poder, je-rarquizacin y estratifcacin, y divisin

    de funciones segn principios segrega-

    cionistas y arbitrarios (Chvez, 2011a:

    27).Si bien, la despatriarcalizacin del Estado,a instancias de la movilizacin e interepe-

    lacin de los movimientos de mujeres, haavanzado con la elaboracin de un marconormativo tan importante como la NCPEque amplia los derechos de las mujeres,no pasa desapercibida la falta de cohe-rencia de este proceso de reformas pol-ticas, cuando se constata la ausencia devoluntad poltica para traducir estos logrosen polticas pblicas o cuando la institu-cionalidad estatal se resiste a contar con

    un mecanismo de avance de las mujerescon suciente jerarqua que pueda contra-rrestar con polticas pblicas la dramticaincidencia de la pobreza, la violencia y lasdiversas formas opresin que enfrentanlas mujeres.

    Tampoco podemos ignorar, las formas po-lticamente mediadas por las que las mu-jeres siguen accediendo a los espacios depoder institucional. El tutelaje masculino,sigue siendo, igual que en el pasado, unaprctica de poder que hipoteca o refuncio-naliza la voz de las mujeres, impone suspropias estrategias, temporalidades, len-guajes y prioridades.

    Cuando las mujeres acceden a espaciosde poder y representacin (Poder Legisla-tivo), muchas veces como una concesin

    negociada con los lderes varones del par-tido, ellas son objeto de representacionesambiguas, que no contribuyen a politizarsu presencia, o a construir liderazgos au-tnomos. Por un lado, cuando intentan po-sicionar agendas que se vinculan con lasjerarquas de opresin de gnero, stasaparecen representando lo particular, esdecir lo accesorio, aquello que no calica

    para convertirse en temas de Estado. Bajoeste imaginario, se instala y reproduce el

    prejuicio del ejercicio masculino del poorientado por un n trascedente e incvo: ellos legislan para toda la nacin(Tapia, 2007).

    La otra alternativa, es subsumirse evoz hegemnica del partido y negarsparticipar en la denicin de los trm

    de la interaccin, esto es en la denicde lo que se debe decir y de lo que

    debe callar. En este contexto, cuandorepresentantes mujeres entran en laliberacin, lo hacen desde una posisemejante a la que tiene el individuolonizado con respecto al colonizadohace reproduciendo al otro devaluadminorizado, precondicin necesaria pla creacin del sujeto racional trascendtal, ahora representado por el sujeto igena masculino. Paradjica situacintiempos de descolonizacin. Mientras la cuestin de la opresin colonial no pde ya soslayarse en los debates polty tericos, la desigualdad entre los sey la dominacin patriarcal como otra trade poder, que se eslabona con lo colopermanece inexpresiva.

    3. DESDE DNDE DESPATRIARCZAR

    Si el Estado, no es una mquina de tituciones neutrales y su pretensinrepresentar al todo social y tener unarada universal ciega a las opresionesgnero y a otros clivajes que la interstan, no es ms que una forma de reeuna mirada patriarcal, cmo actuar dde dentro de l, sin rendirnos al pesosus estructuras y sus hbitus?

    Buscando la felicidad, Marizol Soliz, leo sobre lienzo

    30 x 40 cm.

    Maternidad dolorosa, Marizol Soliz, leo sobre lienzo

    30 x 40 cm.

    and miosa84 and mioa

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    El Estado, es tambin producto de una co-rrelacin de fuerzas, resultado de las lu-chas polticas y en esa medida carece deatributos jos. En ese sentido es un con-junto de espacios que ocupan muchossujetos que pueden moverse internamen-te y algunas veces acceder a mayores omenores centros de decisin (Zemelman,2011:158). En ese sentido el Estado apa-rece como un espacio donde se disputanvarios proyectos y no se lo identica conuno solo. Esto no quiere decir que todoslos niveles burocrticos sean igualmentepermeables. En niveles ms jerrquicos

    se encuentra el equipo estatal que estconformado por cargos de conanza queotorgan estabilidad al funcionamiento delas instituciones, es all desde donde se

    denen las polticas del Estado (Zemel-man, 2011). Este trmino hace referenciaa polticas que no comprometen al gobier-no de turno, como rgimen poltico, sinoque lo rebasan.

    Este hecho debe tomarse en cuenta por-que determina los mrgenes de maniobray juegos de actores cuando se accedea los espacios jerrquicos de decisin.Cuando se entra al espacio del Estado,desde las luchas sociales como el de lasmujeres, los movimientos que llegan alpoder necesitan llenar los espacios de las

    instituciones estatales y sus representan-tes se transforman en funcionarios pbli-cos y creen que ser f uncionarios pblicoses lo mismo que ser activistas sociales,

    el Estado no funciona tan simple comoeso ( Zemelman, 2011: 161). Desde estaperspectiva podra decirse que cuando lasmujeres desde sus demandas de paridadintentan ocupar un cargo en la burocracia,lo hacen perdiendo la lgica y el discursoque las llev al poder. Lo que se debe en-tender en consecuencia es que el espaciode las instituciones estatales se mide porotros criterios ms prcticos de eciencia

    o capacidad de gestin.

    El discurso movilizador y crtico contra lasrelaciones de jerarqua entre hombres y

    mujeres que permean el desempeo delos funcionarios(as) y el funcionamientode sus instituciones, resulta insustanciala la hora de ejercer el poder y buscarresultados. Raticando este criterio, Ze-melman (2011: 161) anota que el discur-so resuelve los problemas cuando no setiene el poder, cuando se quiere movilizara la gente y alcanzar el poder, pero ya eldiscurso movilizador es insuciente en elejercicio del poder.

    No obstante de la complejidad de trasla-dar mecnicamente los proyectos o es-trategias de cambios sociales y reformaspolticas al propio Estado, es preciso reco-nocer que el Estado ms all de su capa-cidad de gestin debe estar acompaadode un discurso y valores que lo legitimen.En este marco, y pensando en el proce-

    so de transicin estatal que vive Bolivia,simultneamente al eje hegemnico dela descolonizacin que ordena las polti-cas y emisiones discursivas estatales, espreciso que el Estado Plurinacional emitaseales inequvocas respecto a combatirel patriarcado, dentro y fuera de l. Estoexige interpelar la propia historia del Esta-do, basada en la nocin de i mparcialidad yneutralidad de sus instituciones, en la ob-jetividad de sus marcos normativos, queen el fondo remiten a una visin y lgicapreponderantemente androcntrica, auto-ritaria y jerrquica.

    Transformar el Estado, ocupando el Es-tado, no debe constituirse en la nica vapara consolidar las conquistas y garanti-zar los derechos de las mujeres. Privile-giar este escenario dotndolo de un ex-cepcional protagonismo, es renunciar atener como espacio alternativo a la socie-dad y a los sujetos que emergen dentrode ella construyendo desde la autonomade sus luchas, sus propias estrategias yespacios de deliberacin. La existencia deese espacio est ntimamente vinculadacon la construccin de un sujeto polticofeminista.

    Alegra y llanto, Marizol Soliz, leo sobre lienzo 30 x 40 cm.

    4. EL SUJETO PLURAL FEMENINO YLOS FEMINISMOS A CONSTRUIR

    Cualquier proyecto de cambio social, po-ltico o cultural que se postule, no pue-de prescindir de un sujeto social capazde llevarlo a cabo. Esa es la experiencia

    del contexto actual en Bolivia. Es el sujetoindgena quien articula las luchas por ladescolonizacin, que emerge reordenan-do el campo de fuerzas y articulando otrasluchas. Debe entenderse pues que lapuesta en prctica del proyecto descoloni-zador esta dado por la fuerza social capazde sostenerlo y reproducirlo. Si esto es ascon qu otros sujetos cuenta la revolu-cin democrtica en Bolivia para profun-dizarse y ser tal?

    Es aqu donde el tema del sujeto polticofemenino cobra relevancia. Con qu suje-tos despatriarcalizar el Estado y la socie-dad, o mejor con qu articulacin de suje-tas refundar el Estado Plurinacional.

    Una de las objeciones centrales al trmi-no pueblo o nacin producto cultural del

    52 fue por sus connotaciones homoge-neizadoras de sujeto nico en el que sesubsumen otras tradiciones culturales ysujetos. Lo propio sucedi con la centrali-dad obrera que fue desplazada a medidaque la democracia fue amplindose en elpas con la emergencia de otros actoressociales. Con el surgimiento de lo indge-na originario, campesino, articulando laheterogeneidad de las luchas y opresio-nes de una sociedad abigarrada como la

    boliviana, no estaremos ante otra clsicaoperacin discursiva, por la que se vuelvea erigir un nuevo sujeto universal masculi-no, como actor privilegiado de vanguardiay de sntesis de otras diversidades?

    Si bien las pretensiones de universalismo

    y hegemona del sujeto indgena pluraldesde donde se intenta leer y construir elproceso de reformas en el pas, es motivode duda y sospecha, lo es tambin repro-ducir el universalismo y el esencialismo enel que se tradujo el discurso de gnero y lahermandad entre mujeres. Poner en telade juicio tanto la nocin de una perspec-tiva de la mujer como el punto de vistafeminista o la causa fundamental de laopresin de la mujer (Barret, 2002), noslleva a repensar el sujeto poltico femeni-no desde el feminismo y en clave plural,como sujetos contextualizados por otroscruces de opresin tnica, de clase, diver-sidades sexuales, historias y lenguajes,deseos y subjetividades.

    Probablemente, la experiencia de las mu-jeres bolivianas, al transitar desde diver-

    sas perspectivas y trayectorias y conuiren la elaboracin de la NCPE, fue un hitofundamental para crear las precondicio-nes necesarias para el cuestionamientode la existencia de sujetos universales odiscursos hegemnicos dentro de las or-ganizaciones y movimientos feministas yde mujeres.

    Un desafo para nuestros feminismos esdisolver el falso nosotras y entenderlo en

    su verdadera multiplicidad y pluralidadsujetos y opresiones. Parecer y difeciarse, es un juego que permite consun sujeto complejo que tiene la posibilide posicionar la descolonizacin y la dpatriarcalizacin en sus prcticas y cursos emancipadores.

    Si el reconocer las similitudes de exriencias de dominacin entre las mres es un punto central para fortalealianzas, no es menos signicativoconocer las desigualdades que atraviesan. La pluralizacin del su

    feminista es una de las transformanes ms interesante y desaante deltimos aos, y habilita a dilogos hzontales que hace una dcada eranpensables(Celiberti, 2010: 15).

    Es importante apuntar aqu, que si eltriarcado como una estructura radicaopresin se anuda y teje en la vida demujeres rearmando simultneamenteopresiones tnicas, de clase y sexuacrtica feminista requiere crear complicdes para denunciar el orden patriarcamismo tiempo que cuestionar las formen que el capital se apropia de los cpos y tiempos de las mujeres. Dar cuea su vez de cmo operan las desiguades tnicas y culturales entre las mujees ir ms all del gnero y complejizpara descubrir relaciones jerarquizada

    coloniales entre mujeres. Se trata asresignicar las relaciones de gneroel marco de una sociedad clasista y cnial y comprender que estos sistemasopresin se empalman y eslabonan.

    Una vez que las cuestiones estratg

    que enfrenta la construccin de los

    minismos contemporneos en Boliviainspiran en un conocimiento mucho

    rico de la heterogeneidad y la diversid

    ponernos en dilogo signica un esfue

    terico, poltico y personal que sigue gi

    do en torno a impulsar alianzas, coalnes y a la capacidad autocrtica de m

    nos a nosotras mismas en el mismo a

    de mirar a otros/as (Celiberti, 2010: 3)

    La posibilidad de pensar en pactos pticos entre mujeres cuando median eellas clivajes coloniales y de clase, eotros, radica en pensar las diferenciascomo lmites o f ronteras infranqueablcomo diferencias irreconciliables.

    Qu se privilegia y qu constituye diferencia signicativa o marca de op

    sin no es un atributo jo, estable y pdenido, sino una relacin continge

    y situada que se moviliza en cada ptica (). Es decir, que las priorida

    Madre mltiple, Marizol Soliz, leo sobre lienzo 40 x 60 cm.

    and mioa

  • 7/31/2019 Descolonizar, la descolonizacin desde los feminismos

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    polticas y las estrategias a seguir delos movimientos de mujeres, depende-rn del momento y de la coyuntura o delas posiciones de sujeto, cul identidadde una combinacin de pertenenciaso posiciones de sujeto (mujer casada,trabajadora, heterosexual, vecina (ind-gena) se privilegia. Lo cual supone re-nunciar a jerarquizar diferencias o jara priori cuales son ms importantes queotras(Zabala, 2010: 115).

    Aqu vale l a pena no dejar pasar la re-exin sobre las relaciones coloniales

    entre mujeres e insistir en el reto de cons-truir un lenguaje nuevo que no lleve en smismo la colonialidad del saber/poder ennuestros feminismos. Para ello recojo lasiguiente perspectiva:

    Parte de descolonizarlos implicara un

    dilogo transmoderno en el interior delmovimiento para que en lugar de que

    un grupo particular de mujeres defna

    el proyecto de liberacin de la mujer

    desde una sola epistemologa (en este

    caso casi siempre es la epistemologablanca occidental), el proyecto se abra a

    la diversalidad epistmica y se construya

    un pluri-verso epistmico como proyecto

    universal de liberacin de la mujer. Esteya no sera un universal abstracto donde

    un grupo particular defne por las dems,

    sino un universal concreto, es decir, el re-

    sultado de un dilogo crtico entre diver-sos epistemes que articulen un proyectopluri-versal de liberacin de la mujer.

    Habrn demandas particulares propiasde mujeres indgenas y otras propiasde mujeres blancas en ciudades, entreotras, pero lo importante son dos cosas:

    1) la solidaridad entre las mujeres enla diversalidad de sus demandas; y 2)el programa universal concreto de de-mandas que logren articular en conjuntoque ya sera comn a todas las mujeres(como universal concreto, jams comouniversal abstracto). En n, qu las

    une inicialmente? () las une un univer-sal abstracto negativo, que sera el anti-patriarcado (occidental y no-occidental),pero las formas de li beracin no seraniguales para todas las mujeres. Si lofueran, entonces (se) estara reprodu-ciendo otro diseo global/imperial, des-de el feminismo. Esto es lo que le pasaal feminismo blanco (liberal o radical)que termina reproduciendo los diseosglobales/imperiales occidentales. El fe-minismo blanco intenta medir los femi-nismos otros a partir de las posturas,estrategias de lucha y concepciones delfeminismo occidental. De ah que des-

    carten o sospechen de cualquier femi-nismo que no venga de epistemologasoccidentales(Lamus, 2007: 334).

    A MODO DE REFLEXIN FINAL

    Un desafo para el movimiento de mujeresindgenas, campesinas, urbanas, clasesmedias y feministas en la ruta por despa-triarcalizar el proceso de cambio consisteen disputar las categoras que desde elpoder y desde miradas androcentrcas sepretende dar cuenta de los avances deeste periodo revolucionario. Se trata de

    inventar un lenguaje que desde los mr-genes y fuera de la centralidad del poderdiscursivo de algunos acadmicos y te-ricos, las miradas y luchas de las muje-res aporten una versin ms complejay plural que interpele las concepcioneshegemnicas y las representaciones queacompaan la lectura de este proceso.Poner, fundamentalmente en evidencia,desde otras epistemologas vinculadas alas experiencias de las mujeres, la ret-rica de un discurso poltico y acadmiconeutro en trminos de gnero y la preten-sin de construir un sujeto privilegiado, loindgena, como la alteridad ms radicalque pretende hablar a nombre de todaslas opresiones.

    Leer este proceso de cambio poltico des-de otros lugares y coordenadas supone a

    su vez articular la perspectiva de una co-munidad discursiva feminista que desdela posibilidad de un dilogo interculturalrecupere las voces y la acumulacin delas luchas de mujeres indgenas, campe-sinas, clase media, urbanas, intelectuales,de manera que nadie usurpe el protago-nismo de otras presencias. M. Lugonesnos pone sobre aviso de las dicultadesdel dilogo intercultural asimtrico cuandolas desigualdades materiales y simblicasobstruyen la propia expresin de las dife-rencias. Gloria Anzalda, otra destacadaactivista, ha acuado el trmino de iden-tidades fronterizas para hacer referenciaa la situacin en la que se encuentranmuchas mujeres que viven en el cruce defronteras culturales y sociales: de gnero,raciales, tnicas, de clase, sexuales. Laimportancia de esta categora, en trmi-nos tericos y polticos, es que adviertesobre la imposibilidad de articular un femi-nismo que prescinda del sexismo, del ra-cismo, el heterosexismo, o las diferenciasde clase, puesto que todo ello interactaen la realidad concreta de mujeres con-cretas (Montero, 2010).

    Descolonizar nuestros feminismos, es eldesafo que se plantea como condicinpara deshacerse de visiones etnocntri-

    cas y coloniales de muchos de nuestrosplanteamientos y propuestas. Para empe-zar, esto supone prescindir de esa repre-sentacin victimizante de las otras, comosujetas pasivas de un frreo dominio pa-triarcal, para que sus voces se expresenen un dilogo feminista e intercultural quepermita las alianzas en las luchas de re-sistencia (Montero, 2010).

    Recuperar las categoras de clase, etnia,sexualidad para el anlisis y poltica resul-ta imprescindible para un feminismo inclu-yente. Sin embargo, y al mismo ti empo es

    dable preguntarse dnde queda el gne-ro y la dominacin patriarcal?

    Si bien el gnero no es el nico eje de di-ferenciacin para las mujeres, constituyeun elemento central de su identidad. Esun punto de partida fundamental pero noalgo natural, a-histrico y universal. Partirde que la pertenencia al gnero femeninoes lo nico realmente signicativo para lasmujeres, es caer en un tratamiento abs-tracto de las mujeres que diculta la com-prensin de su compleja realidad y de lasrelaciones que la intersectan. Reconocerel valor de las experiencias de cada mujeres imprescindible para entender sus iti-nerarios de vida y realizar un tratamientoms complejo de las subjetividades y delas historias particulares. Esto permite po-ner resguardos a la tentacin de esencia-

    lizar lo femenino. Aunque, por otro lado,est el peligro de caer en relativismosque impidan establecer algunas genera-lizaciones y posibles elementos de iden-

    Maternidad latina, Marizol Soliz, leo sobre lienzo 40 x 60 cm.

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    niales. Construir un feminismo incluyentey descolonizador como un reto para des-patriarcalizar al Estado y la sociedad noes ninguna frmula, ni una suma aritm-tica de grupos feministas o un listado deagravios, es un complejo camino que nosqueda por recorrer (Montero, 2010).

    Ma. Lourdes Zabala C. essociloga y activista feminista.

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