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714 VARIA TH. XXXVII, 1982 Afortunado destinatario de tales publicaciones, quiero consignarle el testimonio de mi admiración por el Instituto y expresarle mis con- gratulaciones por tan señalada efemérides, así como mi reconocimiento por la deferencia que siempre me ha dispensado. Con sentimientos de mi más alta consideración y aprecio me suscribo, atentamente, HUMBERTO MESA GONZÁLEZ. DESCUBRIMIENTO DE LA ESTATUA DE BELLO EN YERBABUENA APOTEÓSICO ENCUENTRO DE COLOMBIA Y VENEZUELA El domingo 28 de noviembre de 1982 el Dr. Rafael Caldera, expresidente de Venezuela y actual candidato a la primera magistratura de su país, hizo viaje expreso de Caracas a Yerbabuena, al frente de una representación de ilustres venezolanos, para descubrir una gigantesca estatua en bronce de Andrés Bello donada a Colombia, en nombre de nuestro hermano país, por el mismo Dr. Caldera y un gran número de generosos bellistas de Venezuela. Bajo un sol esplendoroso, ante el Presidente de la República, Dr. Belisario Betancur, y de muchísimas personalidades del gobierno y la cultura de Colombia y Venezuela, escuchados los acordes marciales de los himnos patrios y ondeantes las dos banderas —amarillo, azul y rojo—, el expresidente Caldera, en medio de un nutrido aplauso, descubrió la monumental efigie del gran maestro de América. Inmediatamente monseñor Mario Germán Romero, capellán del Instituto, revestido con los ornamentos sagrados de rigor, bendijo el monumento, previas las oraciones rituales en latín. Luego el Director del Instituto, Dr. Rafael Torres Quintero, pronunció las siguientes palabras: SALUDO DE BIENVENIDA AL DOCTOR RAFAEL CALDERA Y A SU COMITIVA Con este acto culmina la antigua aspiración del Gobierno colom- biano, y en especial del Instituto Caro y Cuervo, de que en la patria de Rufino José Cuervo, Miguel Antonio Caro y Marco Fidel Suárez

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714 V A R I A T H . XXXVII, 1982

Afortunado destinatario de tales publicaciones, quiero consignarleel testimonio de mi admiración por el Instituto y expresarle mis con-gratulaciones por tan señalada efemérides, así como mi reconocimientopor la deferencia que siempre me ha dispensado.

Con sentimientos de mi más alta consideración y aprecio mesuscribo, atentamente,

HUMBERTO MESA GONZÁLEZ.

DESCUBRIMIENTO DE LA ESTATUA DE BELLO

E N Y E R B A B U E N A

APOTEÓSICO ENCUENTRO DE COLOMBIA Y VENEZUELA

El domingo 28 de noviembre de 1982 el Dr. Rafael Caldera, expresidentede Venezuela y actual candidato a la primera magistratura de su país, hizoviaje expreso de Caracas a Yerbabuena, al frente de una representación de ilustresvenezolanos, para descubrir una gigantesca estatua en bronce de Andrés Bellodonada a Colombia, en nombre de nuestro hermano país, por el mismo Dr. Calderay un gran número de generosos bellistas de Venezuela.

Bajo un sol esplendoroso, ante el Presidente de la República, Dr. BelisarioBetancur, y de muchísimas personalidades del gobierno y la cultura de Colombiay Venezuela, escuchados los acordes marciales de los himnos patrios y ondeanteslas dos banderas —amarillo, azul y rojo—, el expresidente Caldera, en mediode un nutrido aplauso, descubrió la monumental efigie del gran maestro de América.

Inmediatamente monseñor Mario Germán Romero, capellán del Instituto, revestidocon los ornamentos sagrados de rigor, bendijo el monumento, previas las oracionesrituales en latín.

Luego el Director del Instituto, Dr. Rafael Torres Quintero, pronunció lassiguientes palabras:

SALUDO DE BIENVENIDA AL DOCTOR RAFAEL CALDERA

Y A SU COMITIVA

Con este acto culmina la antigua aspiración del Gobierno colom-biano, y en especial del Instituto Caro y Cuervo, de que en la patriade Rufino José Cuervo, Miguel Antonio Caro y Marco Fidel Suárez

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se erigiera algún día un monumento a D. Andrés Bello, el Maestro aquien ellos veneraron y con el que rivalizaron en su celo por la guardade la cultura hispánica y la defensa de la lengua española.

La realización de este propósito nacional ha sido posible graciasal empeño coincidente de letrados y bellistas de la hermana Repúblicade Venezuela representados hoy aquí por la lujosa delegación que nosvisita.

La historia de este monumento comienza en el' año de 1958, cuandoel entonces Presidente de la Junta de Gobierno de Venezuela, Dr.Edgar Sanabria, ofreció donar a Colombia una estatua del gran huma-nista caraqueño. Las circunstancias de aquel momento no permitieronllevar a la práctica la promesa del Dr. Sanabria; mas es justo dejarconstancia de su amistoso gesto hacia Colombia y hacia este Institutoque lo cuenta entre sus más nobles y eminentes amigos y lamenta suausencia.

La iniciativa de aquella época siguió viva en la mente y en elcorazón de los amigos venezolanos y tomó cuerpo nuevamente cuando,en 1977, el señor expresidente de Venzuela, Dr. Rafael Caldera, ofrecióal Director del Instituto, doctor José Manuel Rivas Sacconi, una réplicaen bronce de la estatua de Bello levantada en la ciudad de La Laguna,en el Archipiélago canario.

La noticia produjo alborozo en los medios culturales colombianosy fue especial motivo de alegría para todos los miembros del InstitutoCaro y Cuervo. Esta vez la oferta se hacía realidad, en nombre de Ve-nezuela, y por un numeroso grupo de generosos donantes, muchosde los cuales no alcanzaron a ver la luz de este día jubiloso.

El escultor de la estatua, don Emilio Laiz Campos, y el arquitectodel monumento, doctor Manuel Silveira Blanco, lograron este magníficoconjunto que adornará de hoy en adelante los jardines de esta casa enla que habitará simbólicamente el señor Bello, como siempre ha vividoen la historia colombiana, desde que Caro y Cuervo nos descubrieronsu grandeza. La forma del rostro del Maestro fue inspiradamentecaptada por el artista; el traje está tomado de un retrato de la épocay lleva la medalla de la Real Academia Española de la Lengua; la edaddel procer debe ser la que tenía en la plenitud de sus sesenta años,cuando vio la luz su célebre Gramática castellana, libro que sosáeneen su mano izquierda.

El acto que estamos realizando solemniza, mejor que ningún otro,los cuarenta años de fundación de nuestro Instituto y es un eco de lacelebración del bicentenario del natalicio del grande hombre que haceprecisamente un año se conmemoraba en todo el mundo culto. Pero nohay que entenderlo como una accidental ceremonia protocolaria, nicomo la satisfacción egoísta de ver realzada con el bronce imponentela belleza del paisaje. A esta feliz culminación hay que darle una sig-nificación mucho más honda; es, en último término, la afirmación de

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que en la imagen del maestro venezolano se aunan las tradiciones de Co-lombia y Venezuela y se cifran las aspiraciones de progreso de dos pue-blos hermanos. Porque Andrés Bello fue "el salvador de la integridaddel1 castellano en América y al mismo tiempo enseñó, y no poco, a losespañoles peninsulares", como lo reconoció otro gran polígrafo denuestra lengua, D. Marcelino Menéndez y Pelayo.

En verdad lo que une a una gran masa de habitantes de esteContinente no es la raza — híbrida conjunción de inmigrantes — nilas ideologías políticas, contradictorias con frecuencia y tornadizas, nila geografía que nos distancia con leguas de mares y montañas, nisiquiera la fe religiosa de nuestros mayores, asaeteada por espuriascreencias o sustituida por primitivas supersticiones. Sólo hay un indu-dable y sólido vínculo de unión que mantiene la esperanza de confra-ternidad de nuestros pueblos: la lengua castellana hablada por másde doscientos millones de hispanoamericanos, desde las fronteras delnorte hasta los hielos de la Patagonia. La intuición de lo que sería enel futuro esta inmensa fuerza espiritual la tuvo D. Andrés Bello desdesus meditaciones londinenses, y su voluntad de acción se puso en marchaal llegar a Santiago de Chile e impedir, desde allí, que el caos idiomáticoamenazante detuviera el desarrollo y el intercambio económico y culturalde nuestras naciones. En eso consiste precisamente la grandeza de estehombre a quien rendimos homenaje.

Bien puede comprenderse, con esta perspectiva, por qué el InstitutoCaro y Cuervo no vaciló en el empeño de llegar a este día en el quepor fin vemos eternizada en el bronce la heroica imagen de AndrésBello, cuyo nombre está ya de hecho unido a los que honrosamentelleva nuestra Institución y lo estará aún más de hoy en adelante.

Se entiende también por qué el señor expresidente Dr. RafaelCaldera aceptó venir con tan brillante delegación a ser testigo de esteacto con el cual él, como nosotros, soñó largamente en medio de susagobiantes tareas cuotidianas.

El bellismo colombiano y el bellismo venezolano están de plácemes.El culto de Bello en nuestra patria es tradición viviente desde los díasmismos en que se recibían de viva voz sus lecciones, y ese mismoculto en Venezuela se renueva todos los días por la voz del Dr. RafaelCaldera, a quien yo llamaría el primer bellista de América.

Sean Uds. bienvenidos, señoras y señores de la hermana Repú-blica de Venezuela, a esta casa de studios. Sea bienvenido el Excmo.Sr. Presidente de Colombia, Dr. Belisario Betancur, a quien debemosque se pudiera llegar a este feliz momento después de larga espera,y reciban los eminentes escritores y amigos que nos acompañan elcordial saludo que me es grato presentarles en nombre de mis com-pañeros de trabajo.

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En seguida el Dr. Rafael Caldera destacó el espíritu bellista de Colombia conlas siguientes palabras:

LA TRADICIÓN DEL BELLISMO EN COLOMBIA

Ha dado nuevamente muestras el Presidente de Colombia, doctorBelisario Betancur, de su constante aprecio por los grandes valores dela cultura y de su permanente interés por un fraternal acercamientocon Venezuela, al disponer que en este día, último del año bicentenariodel nacimiento de don Andrés Bello, se inaugure en esta estupendamansión de la cultura colombiana, que es el Instituto Caro-Cuervo,la estatua en bronce de don Andrés Bello que me fue grato y honrosoobsequiarle en nombre del' pueblo venezolano.

Este bronce de Bello que hoy inauguramos en Yerbabuena no essino un reconocimiento más de lo que ha sido por tantos años la tra-dición bellista colombiana, iniciada en vida de don Andrés Bello ycontinuada después de su muerte por los grandes hombres que hanpuesto tan alto el prestigio de Colombia en el mundo de las letras deeste Continente. Será la noble señal física fijada para siempre, en elmás alto observatorio del pensamiento de este fraterno país, de unadevoción que enaltece los anales de la cultura y de la ciencia, en elpaís de Caro, de Cuervo, Suárez, Uricoechea, Lorenzo y José ManuelMarroquín, Carlos Martínez Silva y tantos más, que siguieron elejemplo de Torres Caicedo, Manuel Ancízar, Rafael Pombo, que sedesvivieron por ensalzar las virtudes y valores y el magisterio impon-derable del1 sabio caraqueño.

"Maestro de los maestros", lo llamó don Miguel Antonio Caroal celebrarse el primer centenario de su nacimiento. Y, al conmemorarseaquí el primer centenario de su muerte, José Manuel Rivas Sacconidestacó

« los homenajes que en todas las latitudes y por gentes de distintascondiciones y edades se han venido ofreciendo a quien se yergue sobreun pedestal' indestructible, más perenne que el bronce, porque creyóen los valores espirituales de su estirpe —la lengua ante todo—, con-sagró su vida al progreso cultural de Hispanoamérica y, con su obra,dio la mayor contribución de este Hemisferio a la cultura universal».

Cuando la producción de Bello trascendió a los distintos paíseslatinoamericanos, fue en Colombia donde se acogió con mayor entu-siasmo el mensaje del humanista. Los nombres extraordinarios de losmás sobresalientes — Caro, Cuervo, Suárez — encabezan un verdaderoejército de bellistas, en el cultivo del lenguaje, en la educación y en el'Derecho. Aquí se dio la más amplia recepción al llamado de Bello haciala integración cultural de nuestro Continente.

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Si la aldea de Hatoviejo, en Antioquia, cuna del insigne humanistay repúblico don Marco Fidel Suárez, tomó el nombre de Bello poriniciativa de aquél en gesto de extraordinario simbolismo, dentro deaquella misma significativa tradición está la erección en Yerbabuenade un monumento que entraña admiración y afecto por la figura delprimer humanista de América. Es la continuidad de los cultores delbellismo colombiano, la prosecución de la senda de esa cultura superiora la que dedicaron su existencia conducidos por el1 magisterio de An-drés Bello.

Según el Director de este Instituto, el gran amigo y pensador donRafael Torres Quintero,

«la influencia de don Andrés Bello en Colombia se ha hecho sensibleen cuatro direcciones distintas, pero convergentes, que llegan a produ-cir un mismo resultado: primera, la de las reimpresiones de sus obras;segunda, la de las notas y comentarios a las mismas; tercera, la de losextractos y compendios; y cuarta, la de los estudios críticos y biográficos.La huella que esta cuádruple expansión ha dejado en la vida culturalde la nación es profunda y persiste aún, sin que hayan sido parte adestruirla otras corrientes paralelas o antogónicas, hasta el punto deque puede afirmarse que tanto por obra de la producción directade Bello reeditada entre nosotros, como por el influjo de sus anotadores,comentadores, críticos y compendiadores colombianos, las doctrinas delcaraqueño forman aún el soporte de nuestra cultura idiomática. Lasnuevas y amplias corrientes científicas que, especialmente en el1 útlimodecenio, han venido a revitalizar nuestros estudios de lenguaje, encuen-tran el caudal bellista lo suficientemente vasto y fuerte como para quelas absorba y las encauce, sobre todo y naturalmente, en punto agramática, terreno en el cual seguramente ni Salvat, ni MartínezLópez, ni la misma Academia Española logran competir con Bello».

Los cuarenta años de intensa actividad del Instituto Caro y Cuervohan dado pruebas suficientes de que las enseñanzas de Bello y de susadmiradores de Colombia cayeron en suelo propicio, como semilla entierra fecunda. En esta institución se tributa culto diario a los temasque ocuparon la atención del Maestro caraqueño, en el esfuerzo admi-rable de poner a valer, con plena potencia, las raíces más legítimasde la formación de nuestros pueblos en todos los niveles, desde elmás modesto ciudadano hasta los más altos logros de la cultura superior.No es el supersticioso respeto a lo que Bello rechazó como "venerablesantiguallas" lo que ha sido su guía, sino la aplicación perseverantedel talento para definir, desentrañar y darle forma viva y actuante a

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los fundamentos de una civilización para los Estados americanos quehablan español.

Esta estatua, que con tanta emoción hoy contemplamos, consti-tuirá testimonio perenne para las actuales generaciones y las que noshan de suceder. Es natural que como venezolanos, y como fervorososbellistas, sintamos una satisfacción profunda en este instante, porquela perennidad del bronce constituirá un nuevo y permanente motivode fortalecimiento de los lazos de fraternidad que unen a nuestrospueblos en los más elevados planos del espíritu. Al contemplar laobra llevada a término por el Instituto Caro y Cuervo, es fácil per-suadirse de que si en todos los aspectos de la cooperación culturalexistieran instituciones de la calidad y perfección que ésta ha logrado,podríamos ver el porvenir de un modo aún más halagüeño y promisor.Propicio es el momento para rendir fervoroso testimonio de gratituda sus fundadores, al Padre Félix Restrepo y a don Pedro Urbano Gon-zález de la Calle, que a plena conciencia supieron señalar las líneasmaestras del Instituto, seguidas bajo la iluminada dirección de JoséManuel Rivas Sacconi y Rafael Torres Quintero, que han producidofrutos de incomparable valor, no sólo para la cultura colombiana sinopara la de todo el Continente. Este mismo espíritu guía al ConvenioCultural Andrés Bello, instrumento de cooperación de significaciónextraordinaria, ideado para afianzar las bases de la colaboración entrelos países andinos, que tiene su sede en Bogotá. Sus años de exis-tencia han demostrado que sus alcances pueden dar al pensamientoeducador y a la divulgación científica la sólida base que requieren; ysi su programa es ambicioso, su realización puede y debe elevarse cadavez a mayores horizontes y expresarse en más amplias realidades através del esfuerzo mancomunado y armónico de los miembros sig-natarios del Convenio.

La presencia de Andrés Bello en Colombia comenzó desde muchoantes de que su muerte lo elevara a rangos de veneración. Bello quisovenir a este país en los días mismos de la gran epopeya, como lo mani-festó en 1815, oportunidad en la que no pudo realizarse su súplica.Como no pudo realizarse cuando, angustiado para que su familia tuvierauna formación latinoamericana, después de su larga permanencia enLondres, quiso venirse a Colombia la Grande, aun cuando los ayeslastimeros del gran colombiano y noble amigo de Bello, el insignepoeta José Fernández Madrid, le transmitían el profundo pesar deuna disolución que veía venirse irremediablemente. Pero sus ideas,sus producciones, sus estudios, iban llegando velozmente a esta nobletierra, sin que fueran óbice las dificultades de comunicación, que geo-gráficamente aislaban a esta capital. Bello en Colombia es el nombrede una producción antológica que, dirigida por Torres Quintero, cons-tituye un acervo invalorable. En la ocasión del primer centenario de lamuerte de Bello, otra obra, intitulada Vigencia de Andrés Bello en

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Colombia, promovida y presentada por Miguel Ángel Burelli Rivas,entonces Embajador en Bogotá, da fe de la renovada actualidad delbellismo colombiano. Podemos afirmar que el pedestal del bronce queinauguramos hoy ha sido aglutinado por ios bloque graníticos cons-tituidos sin solución de continuidad a través de los años. Hay que ponera la cabeza las Notas a la Gramática de Bello de don Rufino JoséCuervo, continuamente renovadas hasta la definitiva edición. ¿Habríamejores materiales para soldar ese pedestal que los escritos de Carosobre Bello o las sentencias de don Marco Fidel, o los testimonios deAncízar o de Torres Caicedo, o los de Marroquín, o los de MartínezSilva? ¿O la continua serie de reediciones de las obras de Bello, desdelos mismos días de Chile hasta los actuales? Es digno de señalarse,por ejemplo, lo que Torres Quintero nos dice de que de las treinta ytantas ediciones de la Gramática de Bello, cinco son bogotanas (laprimera, de 1860, a los trece años de la primera edición de Santiago),que la Ortología fue publicada en esta ciudad a los quince años de supresentación en Chile; que el Análisis ideológico fue reimpreso dosveces en Bogotá en el año de 1861; que los Principios del Derecho deGentes, publicados en 1832, se reimprimen en Bogotá "por unos neogra-nadinos" en 1839 y que el Discurso pronunciado por Bello en la insta-lación de la Universidad de Chile, el 17 de septiembre de 1843, fuereproducido por el periódico El Día de Bogotá, el I9 de enero de1864, con la calificación para su autor de "el primer literato de Amé-rica" y con la exhortación para la juventud granadina de leer y me-ditar las doctrinas y opiniones de Bello, llamándolo "el americano-español más distinguido por sus talentos, por su saber y por su mo-destia". Bello adquirió título legítimo como uno de los fundadoresde la brillante escuela colombiana de Filología y Gramática; pero nopodemos olvidar tampoco la producción jurídica, que tuvo en estepaís amplia repercusión. Ya hemos dicho que los Principios del Derechode Gentes fueron reeditados en Bogotá a los pocos años de apareceren Santiago de Chile; pero, además, es imposible subestimar el hechode la adopción de su Código Civil en Colombia, como base de sulegislación civil. Un valioso trabajo universitario de seminario, pro-movido por la Embajada de Venezuela y publicado en el libro Vigenciade Bello en Colombia, recuerda, con don Fernando Vélez: "El Estadode Cundinamarca adoptó el Código chileno en 1859; en ese mismoaño lo adoptó el Estado del Cauca; en 1860 el de Panamá; el de Boyacáadoptó el de Cundinamarca en 1864; y el de Antioquia definitivamenteen ese mismo año para que comenzase a regir el 1' de enero de 1865.Por último, los demás Estados reemplazaron la antigua legislacióncivil española con el Código Chileno, haciéndole las modificacionesque consideraron oportunas, las cuales fueron generalmente pocas".(Fernando Vélez, Estudio de Derecho Civil Colombiano, Medellín,1899, cit. en el trabajo de Nidia Carrero de Navarro, Julián Pineda

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M., Gabriel Sarria O., Héctor Tavares V. y Carlos Trujiilo B., AndrésBello. Obra jurídica y evolución de la misma en Colombia, y enVigencia de Andrés Bello en Colombia, págs. 322-323).

La República de Colombia, por último, lo adoptó el 26 de mayode 1883. Según lo observa un buen trabajo universitario:

«El Código así acogido, siguió rindiendo hasta cuando en 1886se presentó un cambio político que vino a determinar un nuevo ordenconstitucional al derogarse la Carta de 1863; esto motivó el que seconsiderara en igual forma tratado el Código, lo que fue desvirtuadoen 1887 al ratificársele su vigencia. El Código empezó a regir legal-mente en Colombia en 1873, pero adoptado sólo hasta 1887 por laLey 57 de 15 de abril y empezando su plena vigencia el 22 de juliode ese mismo año y con las modificaciones que le introdujo la Ley 57 >.

Todo ello, con Germán Arciniegas, podíamos llamarlo El pensa-miento vivo de Andrés Bello. Ese pensamiento está vivo, muy vivo,en Colombia, como en toda la América. La estatua que hoy se inau-gura, con la honrosa participación del Excmo. Presidente de la Repú-blica de Colombia, viene a recoger el hilo de una íntima y creativa fra-ternidad. La amistad solidaria de nuestros países, afincada en el pen-samiento y en ia acción incomparables de Bolívar, el Padre de la Pa-tria, tiene en el magisterio de Bello una de sus fuentes más genuinas.Es agua pura del manantial la que brota del espíritu de ese gran ca-raqueño, que si no tuvo en vida la fortuna de visitar esta urbe ni depisar este glorioso suelo, se sintió íntimamente vinculado a su existenciay a su porvenir.

Versos llenos de afecto dedicó desde las lejanías inglesas en años deconstante meditación sobre América, en la Alocución a la Poesía:

« Mas oye do tronando se abre pasoentre murallas de peinada roca,y envuelto en blanca nube de vapores,de vacilantes iris matizada,los valles va a buscar del Magdalenacon salto audaz el Bogotá espumoso».

Soñaba el poeta en venir a este bellísimo país. No suena a figuraliteraria sino a expansión legítima del corazón, aquella estrofa enque dice:

« ¡Oh quién contigo, amable Poesía,del Cauca a las orillas me llevara,y el blando aliento respirar me viera

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de la siempre lozana primaveraque allí su reino estableció y su corte! >.

Y en sus Borradores de poesías encontramos cosas como ésta:

« Despierta, oh musa, tiempo es ya, despierta

algún sublime ingenio que levante

et vuelo a tan espléndido sujeto;

y que de Popayán la fama cante

y de cuantas Provincias Cauca baña,

Orinoco, Esmeralda, Magdalena;

y cuantas bajó el nombre colombiano

con fraternal unión se dan la mano ».

Bello no podría estar mejor en ningún otro sitio que en la casa dedon Miguel Antonio Caro, cuyo recuerdo será siempre para todos losvenezolanos motivo de entrañable afecto. Porque no podemos olvidarsu memorable documento al Congreso, en ejercicio de la jefatura delEstado, en 1897. Venezuela y Colombia han demostrado, a través desiglo y medio de vida independiente, una relación de vecindad ejemplar.Es justo pensar que no pueda haber entre ellas problemas que no sedeban resolver, con imaginación y buena voluntad, siguiendo aquellaluminosa idea del señor Caro: "un arreglo amigable de convenienciamutua", con lo cual

« la demarcación de límites separará sencillamente jurisdicciones y nodividirá los ánimos, antes bien, señalando la cesación voluntaria yamistosa, no forzada, de una disputa, extinguirá las rivalidades funes-tas que pudieron alimentarla y reanudará vínculos de fraternidad ».

Grandes fueron aquellos hombres, noble su ejemplo y fecun-do su magisterio. Su recuerdo nos estimula y nos hace concebir, másque esperanza, la seguridad de que nuestros pueblos encontrarán siem-pre los más justos y limpios caminos, para recoger el mandato de laHistoria y cumplirlo a plenitud.

Este acto, Excmo. Señor Presidente Betancur, no es una simpleceremonia de recordación histórica, ni queda confinado a las esferasde la filología y la gramática. Tiene un contenido mucho más pro-fundo y obligante. El de renovar el mensaje imperativo de quienes nosseñalaron inexorablemente el camino del entendimiento, y la coope-ración surgida de un común origen, de un pensaminto común y de lavoluntad común de conquistar un indivisible destino.

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Por eso, Presidente Betancur, siento especial satisfacción al ofreceral pensamiento colombiano, en esta insuperable sede y a través de lasmanos de Ud., que representa al pueblo todo de Colombia, y de To-rres Quintero y Gómez Hoyos, mandatarios de su cultura, esta estatuade don Andrés Bello que me empeñé en que llegara hasta aquí yque fue resultado de la cooperación de un grupo de venezolanos. Elpueblo todo de Venezuela debe agradecerle a Ud. la solemnidad deeste homenaje, cuyo sentido no se confina a los círculos del humanis-mo, sino que tiene una proyección mucho mayor aún: es prenda deamistad, renovación de un compromiso, fortalecimiento de la concien-cia de un común deber. Considero, sin riesgo a equivocarme, que estaceremonia constituye uno de los hechos más trascendentales de laconmemoración del segundo centenario del nacimiento de don AndrésBello, a las puertas mismas de otro trascendental suceso, de amplitudy trascendencia universal, que debe constituir para todos los pueblosde América, pero especialmente para Venezuela y para Colombia ypara los demás países bolivarianos, un momento singular para la re-flexión sobre lo que somos y lo que estamos obligados a ser: elsegundo centenario del1 nacimiento del que fue y seguirá siendo através de los siglos, el padre y guía fundamental de nuestras patrias,el Libertador Simón Bolívar.

Finalmente el Presidente Bclisario Betancur intervino, para completar elperfil de don Andrés Bello, con el siguiente discurso en el que hizo resaltar "lafuerza integradora de la lengua castellana" en la naturaleza de América:

D O N A N D R É S B E L L OINTEGRACIÓN E INDEPENDENCIA LITERARIA

Todo acontecer nos prolonga y nos completa, y nos constriñe y nosamengua, en el sentido de aquel ser hacia la muerte y al tiempo ser enplenitud. Pues bien, el acto de este día tiene más aquel acento de pleni-tud, en cuanto nos sitúa frente a frente de una sombra ilustre que simul-táneamente es común voz excelsa, cuya intuición de la fuerza integradorade la lengua castellana plasmara en sus meditaciones londinenses.

Quiero recalcar ante todo que este monumento a don AndrésBello, que bellistas venezolanos con idéntica visión integracionista hanhecho posible que desde hoy quede incorporado al recinto de "Yerba-buena", es tan sólo la expresión plástica de un homenaje implícitodesde su concepción en la naturaleza del Instituto Caro y Cuervo, puessus mentores proseguían a sabiendas el rumbo que Bello señaló, asíCaro discrepara a veces, así Cuervo serenamente perfeccionara unaparte sustancial de su legado. Caro, ideólogo y poeta, lo exaltaba y

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lo censuraba alternativamente en ambos campos; Cuervo, filólogo ylingüista, fue más allá de él en ambas disciplinas. Pero es difícil ima-ginar al uno y al otro si en 1847 Bello no hubiera publicado suGramática.

Otro hombre, también perteneciente a la razón de ser de esteInstituto, don Marco Fidel Suárez, expresó una sentencia irónica to-mada a menudo por presuntuosa: "Don Andrés —dijo— nació enVenezuela, enseñó en Chile y lo aprendieron en Colombia".

Ojalá fuese cierto; la verdad es que sí hemos tratado de aprenderlo,como lo atestigua esta Institución, los nombres que la identifican, lalabor que ha desempeñado en los cuarenta años silenciosamente lumi-nosos de su existencia.

Asimismo fue el señor Suárez quien hizo la mención acerca delotro venezolano, del otro héroe nuestro por excelencia, de Simón Bolí-var. Como él, era don Andrés inextinguible, polifacético, universal yamericano; la cuna magnánima "donde emboza su doble cima el Ávilaentre nubes", irradia su fecundidad en la severa labor de este Institutoy también en el marco distinto de la iniciativa más concreta y másambiciosa para plasmar la urgencia de nuestros afanes comunes, comoes el Convenio Andrés Bello.

L A GRAMÁTICA « DESTINADA AL USO DE LOS AMERICANOS ».

No me corresponde, para mi suerte, evaluar o mencionar siquieralas vastas ramificaciones de la enseñanza de Bello, sus labores depedagogo, de investigador, de jurista, de científico y, sobre todo,de patriota de América. Otro "Don" admirable, Don Pedro HenríquezUreña, dice de Bello que "desde Londres lanzó la declaración denuestra independencia literaria".

Yo ahora quiero mencionar no el significado que tuvo y quetendrá ese título modesto pero de alcances definitivos de la gramáticaaquella "destinada al uso de los americanos", sino referirme a un as-pecto de la poesía de Bello.

Líbreme Dios de pretender ahora constituirme en crítico o enexegeta de ese oficio tan arriscado. Es tan sólo una consideración mar-ginal la que quiero proponer, derivada también de recuerdos del poemade Bello que Henríquez Ureña —una vez más— comentaba; decíaentonces de él que "la forma es clásica; la intención, revolucionaria".

Es, por supuesto, la Oda a la agricultura de la zona tórrida. De laproducción poética de Don Andrés, era el más unánimemente celebradopoema, junto con alguna de sus traducciones; me temo que hoy estéen el purgatorio del olvido, pues ya en mi infancia petulantemente loteníamos por anacrónico y passé. No corro el' riesgo de reivindicarlo,

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pero sí la aventura de recordar aquella lección sobre América comonaturaleza, que esos versos contienen.

LOS OLORES, LOS COLORES Y LOS NOMBRES.

Hay un elemento de injusticia al referirse a la generación de laExpedición Botánica como a los descubridores de la naturaleza america-na, pues es fuerza recordar la forma como abundante y deleitosamentese refirieron a ella los cronistas del Descubrimiento y la Conquista. Lalabor de Mutis y de sus colaboradores tuvo el propósito iluminado dedarle contextura científica a esa expresión de interminables maravillas,y Mutis, igual; que Humboldt, encuentra inesperada prolongación enlos versos de Bello, pues para él esa creación es, además de admirable,nuestra.

Somos, decía Bello, nuestro entorno; somos los colores y los oloresy los nombres de las cosas en que nacimos, como lo dirían más tardeJosé Eustasio Rivera y Pablo Neruda.

Después, como todos los hombres, pecamos una vez más, y durantelargas generaciones tratamos de consagrarnos a decirnos y a decirles alos demás, que no éramos naturaleza, que éramos solamente historiao que éramos solamente cultura, y, años más tarde, que éramos tansólo dinero o meramente tecnología.

Hoy vemos con terror y con pesadumbre que también, esencial-mente, éramos nuestra naturaleza; y lo verificamos por lo general antesus ruinas, y vemos con pasmo cómo casi todo de lo que Bello noshablara, lo hemos sacrificado en obsequio de otros ídolos.

«¿Qué morada te aguarda? ¿qué alta cumbre,qué prado ameno, qué repuesto bosqueharás tu domicilio? [...]»

Ya en tiempos de Bello esa materia era nostálgica, horaciana,idílica; mas lo que no sabían sus contemporáneos, lo que nosotrosmismos hemos aprendido muy a las malas, es que nuestro patrimonionatural resalta tan excelso como nuestro patrimonio cultural o, mejordicho, que son una sola y misma cosa; y que, en alguna forma, debemosdisipar "el ocio pestilente ciudadano".

Bello se refería a una dimensión moral; nosotros lo toleramos enforma abrumadoramente material y tangible.

Por eso, cuando rememoramos su obra, cuando tratamos de reu-nimos — qué digo, "unirnos"— para empresas políticas y sociales exi-gentes y difíciles, de inmediato se suscita la reminiscencia de versossuyos en los cuales expresaba que nuestra originalidad yacía no sólo ennuestros designios, sino en la fértil desmesura original de que la na-turaleza nos rodeó.

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LA NATURALEZA INTEGRACIONISTA.

Cual si fuera proyección del sentido integracionista que la existenciamisma de Bello significa, como testimonio venezolano cuyo vuelo esesencialmente americano y cuya inspiración lo es más aún; chileno,cuyo lenguaje tiene la amplitud castellana y cuyo fulgor jurídico irradiadondequiera del Continente, el patrimonio fragante de la agriculturade la zona tórrida que él exaltara, nos aproxima, nos destituye deasperezas, nos convoca estremecedoramente. Nos suscita líricamente,agregaría, a recordar aquel perfecto alejandrino que repetíamos soñadora-mente en los bancos de la Facultad de Derecho, inclinados sobre elCódigo Civil para hablar de una de las formas de la accesión: "ellento e imperceptible retiro de las aguas"; o discurriendo sobre unaforma heterodoxa de aproximación al derecho de propiedad, cuandohablaba del "aquerenciamiento de las palomas".

He querido recoger, por eso, la huella dispersa de don Andrés, yestablecer el beneficio de su agreste inspiración como común denomi-nador latinoamericano en el levantamiento de la Carta Ecológica de laregión. Y he querido, al mismo tiempo, poner en acción una SegundaExpedición Botánica que recoja la impronta de Bello y la del' curaMutis y la de Humboldt y Bonpland y Spruce.

• Y todo aquello, como una invitación a integrarse — es mejordecir a reintegrarse—; como un cántico no tanto a la reunión cuantoa la unión de todos los latinoamericanos, que es como decir a laidentidad de sueños y de propósitos.

Me es honroso y placentero hablar este lenguaje en torno de lamemoria pedagógica de Bello. Me entusiasma hacerlo en el escenariode "Yerbabuena", que recoge el recuerdo memorioso de Caro y Cuervo.Y me exalta de orgullo el hacerlo ante compatriotas egregios y antevisitantes ilustres de hermandad preclara, presididos por el resonantenombre y hombre latinoamericano que es Rafael Caldera.

Tenemos que reconquistar nuestro espíritu; tenemos que inventarnuestro destino; pero tenemos también que preservar nuestra morada,nuestra casa, esa "zona tórrida" que vive en García Márquez y enlos versos de don Andrés Bello.

Con los anteriores honores y alabanzas por parte de Colombia y Venezuelase realizó la fervorosa y afectuosa exaltación de Andrés Bello en los predios deYerbabuena.

Al monumento se integran, en frases lapidarías, los dos mentores del Instituto:Miguel Antonio Caro y Rufino José Cuervo. En ambos lados del pétreo pedestalse patentiza en caracteres indelebles, en placas también de bronce, con las siguientespalabras de Caro y de Cuervo, el sentimiento de aprecio, admiración y gratitudde los colombianos hacia don Andrés Bello:

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T H . XXXVII, 1982 V A R I A 727

ANDRÉS BELLO, PADRE DE LAS LETRAS EN LAS ANOTACIONES A LA GRAMÁTICA

AMERICANAS. ESTAMOS ACOSTUMBRADOS A SOLO ME PROPONGO DAR UN TESTIMONIO

ACATAR A BELLO COMO A MAESTRO POR D E L RESPETO QUE SIEMPRE HE PROFESADO

EXCELENCIA. A BELLO. A L PROPIO TIEMPO QUE DE

ADMIRAMOS EN BELLO LA UNIVERSALIDAD A D M I R A C I Ó N A S U C I E N C I A Y D E C R A T I T O T

DE SUS FACULTADES, LA AMPLITUD DE p 0 R L A U T I L m A D D E Q U E M E ^ s w o

SUS ESTUDIOS Y LA MULTIPLICIDAD DE SUS , _ _ _ , , . . . _ .

INVESTIGACIONES.

"EL SOLO NOMBRE DE BELLO OSCURECE L A GRAMÁTICA CASTELLANA DE BELLO

CONSTELACIONES DE NOMBRES « "N MONUMENTO IMPERECEDERO DE LA

CLORIOSOS". CIENCIA MODERNA.

MIGUEL ANTONIO CARO. RUFINO JOSÉ CUERVO.

Las placas que contienen estas dos leyendas se encuentran a los lados iz-quierdo y derecho respectivamente. Al frente del pedestal están colocadas otras

dos placas en las que se lee:

A N D R É S B E L L O

NACIÓ EN CARACAS EL 29 DE NOVIEMBRE DE 1781.

MURIÓ EN SANTIAGO DE CHILE

EL 1 5 DE OCTUBRE DE 1 8 6 5 .

FUE UN CONSTANTE AMIGO DE COLOMBIA.

OFRENDA DE VENEZUELA AL

INSTITUTO CARO Y CUERVO.

BOGOTÁ. 1977.

Andrés Bello, de pie, con su famosa gramática en la mano, desde su magnificopedestal colocado en el centro de una plazoleta de piedra, domina las instalacionesdel Instituto en Yerbabuena.

Un sendero empedrado y bordeado a ambos lados por hermosos jardines,cultivados por expertos japoneses, conduce en vía recta y ascendente al monumentoy un grupo de árboles sombrea y embellece la armónica visión del conjunto.

Terminada la ceremonia, los concurrentes fueron invitados a un coctel enel aula máxima del Instituto en Yerbabuena. Allí tuvieron oportunidad de departir,familiar y animadamente, los doctores Belisario Betancur, Presidente de Colombia,y señora Rosa Elena Álvarez de Betancur; Rafael Caldera, expresidente de Vene-zuela, y señora; Alvaro Gómez Hurtado, Designado a la Presidencia de Colombia;Misael Pastrana Borrcro, expresidente de Colombia; José Manuel Rivas Sacconi,Presidente Honorario del Instituto y Embajador Extraordinario y Plenipotenciariode Colombia ante la Santa Sede; Rafael Torres Quintero, Director del Instituto, yseñora; Luis Flórez, Subdirector del Instituto, y señora; Francisco Sánchez Arévalo,Secretario General del Instituto, y señora; Pedro Ignacio Sánchez, Decano delSeminario Andrés Bello, y señora; los jefes de Departamento y demás perso-nal del Instituto; Pedro Contreras Pulido, Embajador de Venezuela en Colombia,

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y señora; Miguel Ángel Burelli Rivas, exembajador de Venezuela en Colombia; J. L.Salcedo Bastardo, escritor venezolano; María Eugenia Correa de Serrano, Viceminis-tra de Educación; Jorge Eliécer Ruiz, Asesor Cultural de la Presidencia; AffánBuitrago, Asesor Cultural de la Presidencia; Eduardo Guzmán Esponda, Directorde la Academia Colombiana; Germán Arciniegas, Presidente de la Academia Co-lombiana de Historia; Roberto García-Peña, Director Emérito de El Tiempo;Roberto Posada Garda-Peña, director de Lecturas Dominicales, suplemento literariode El Tiempo; monseñor Rafael Gómez Hoyos, Presidente del Tribunal EclesiásticoRegional de Bogotá; los poetas Gerardo Valencia y Eduardo Carranza; BenjamínArdila Duarte, Representante a la Cámara, y señora; los exministros de EstadoJaime Posada, Octavio Arizmendi Posada, Aurelio Caiccdo Ayerbe, Otto MoralesBenítez, Gonzalo Vargas Rubiano, Carlos Albán Holguín y Juan Jacobo Muñoz;Guillermo Hernández de Alba, Director del Museo del 20 de Julio; y muchos otrosamigos del Instituto.

OTRA PUBLICACIÓN DEL CARO Y CUERVOEN EL BICENTENARIO DE DON ANDRÉS BELLO

En una entrega anterior de Thesaurus (XXXVII, 1982, págs. 190-202) se publicó bajo el título de El bicentenario de don Andrés Belloen Colombia un amplio informe que cubría todos los acontecimientosde interés cultural que esa celebración provocó. Desde luego la parteque correspondió al Instituto, en el campo de publicaciones alusivas,no fue la menor.

Sucedió, con todo, que se incurrió en un olvido involuntario alno incluir entre los libros publicados con ese motivo el tomo de Escritossobre don Andrés Bello de Miguel Antonio Caro, edición, introducción ynotas de Carlos Valderrama Andrade (Biblioteca Colombiana, XX, 1981),donde se reunieron por primera vez todos los trabajos bellistas de Caro.

Como complemento de esta aclaración damos el sumario de estosescritos:

Estudio biográfico y crítico.

Centenario de Bello.

Ojeada a las opiniones políticas y religiosas de don Andrés Bello.

Apuntes bibliográficos relativos a don Andrés Bello.Advertencia y noticia bibliográfica a propósito de los "Estudios

gramaticales" de Marco Fidel Suárez sobre Bello.Breves notas de crítica textual relativas a las poesías de don Andrés

Bello publicadas en "Los Lunes".

Don Andrés Bello.Bello era católico.