Despatriarcalización en el horizonte del Estado Plurinacional

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    Introduccin

    De manera previa, es necesario

    sealar que el debate y la dis-

    cusin sobre la despatriarca-

    lizacin y la descolonizacin

    del Estado y de la sociedad

    se insertan en el proceso de transforma-

    ciones y de construccin del Estado Pluri-

    nacional que se vive en el pas, implican-

    do la discusin sobre referentes tericos,

    polticos y la creacin de nuevos marcos

    normativos e institucionales.

    En ese entendido, la Coordinadora de la

    Mujer y el Proyecto de Fortalecimiento

    Democrtico del PNUD aspiran a promo-

    ver espacios plurales para encarar dilo-

    -

    to a temas de inters para las mujeres y la

    sociedad en su conjunto, a partir de en-

    cuentros de mujeres de diferente visin,

    ideologa y posicionamiento poltico.

    Para este segundo ciclo, el objetivo del

    conversatorio/dilogo propone aproximar-

    nos al debate y problematizacin de visio-

    nes y enfoques respecto a los procesos

    de despatriarcalizacin y descolonizacin

    planteados en el marco de construccin

    del Estado Plurinacional.

    En consideracin a lo sealado, el reco-

    rrido requiere analizar la despatriarcaliza-

    cin que se plantea tanto desde el Estado

    como desde la sociedad civil. En el primer

    caso, abordando proyectos y horizontes

    de las propuestas y modelos normativos

    y diseos institucionales. Y en lo que res-

    pecta a la sociedad civil, se tratara de

    explicitar enfoques, miradas y propuestas,

    a partir de dilogos con y desde la diversi-

    dad de mujeres del pas.

    Un aspecto importante a compartir en la

    presente introduccin tiene que ver con

    explicitar la intencionalidad de provocar

    el dilogo y el debate, al colocar algu-

    Carmen Elena Sanabria

    Despatriarcalizacinen el horizonte del

    Estado Plurinacional

    De-sastres,MarioConde,acuarela35x50cm.

    1999.

    and miosa 99

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    nos temas/problemas intentando situarlosdesde las realidades regionales. En talsentido, se pretende compartir insumos,problematizar temticas y recoger inquie-

    tudes y preguntas.

    Respecto a la exposicin, el documentose encuentra organizado en cuatro par-tes. Una primera, Debates polticos con-ceptuales, est pensada para abordar

    aspectos relevantes implicados en dichosdebates. En la segunda parte, Las reali-

    dades, las prcticas, se busca visibilizar yexaminar algunas situaciones y expresio-nes de las desigualdades de gnero queatraviesan y marcan las vidas de las mu-jeres, para apuntar elementos crti cos alrespecto. En lo que corresponde a la ter-cera seccin, Desde las polticas, la mi-rada propone identicar virtuales tensio-nes en el campo de propuestas y polticaspblicas echadas a andar en el esfuerzode despatriarcalizar y descolonizar elEstado, evidenciando procesos dinmi-cos y contradictorios que tienden a revelarbrechas entre discursos y prcticas.

    Para nalizar, en la ltima parte del docu-mento, De propuestas/apuestas, se pre-tende poner en consideracin algunos de-safos polticos que permitan profundizarintercambios y discusiones entre mujeres,a partir de involucrar y comprometer pers-pectivas, voces e intereses plurales.

    DEBATES POLTICO-CONCEPTUALES:DESPATRIARCALIZACIN Y DESCO-LONIZACIN

    Es pertinente destacar la importancia delpensamiento crtico y de conceptualiza-ciones efectivas para tener mayor cla-ridad sobre lo que estamos hablando ysobre lo que estamos comprendiendo. Eneste marco, se entiende que en el actualcontexto las nociones de Despatriarcali-zacin y Descolonizacin son conceptosen construccin. Por lo tanto, aqu se bus-ca abordar y ampliar su discusin a partirde elementos crticos y propositivos, enperspectiva de ampliar presencias, vocesy discursos en la disputa y generacin desentidos y signicados que se estn sus-citando alrededor de dichas propuestas.

    En principio, cabe manifestar una inicialpreocupacin conceptual y poltica res-pecto a la utilizacin y comprensin de lascategoras patriarcado y despatriarcaliza-cin, que nos remiten a un sistema univer-sal, de dominacin de todos los hombressobre todas las mujeres, quienes apare-

    cen como sujetas sin ninguna capacidadde resistencia y agencia ante poderesabarcadores y totales que las subordinan.En tal sentido, cabe retomar la perspec-tiva planteada por De Barbieri (1996) ensentido que el uso indiscriminado de la ca-tegora patriarcado para analizar las rela-ciones de desigualdad entre los sexos, im-plica el riesgo de negar la historicidad delos fenmenos y la posibilidad de incurriren visiones homogneas sobre hombresy mujeres, desde el reconocimiento de unsolo eje de dominacin (hombre-mujer).De Barbieri puntualiza que esta categora-retomada a Kate Millet desde las teoriza-

    Cabe anotar, de forma sucinta, que ms all de los necesariosdebates sobre gnero, patriarcado y despatriarcalizacin, el

    concepto de gnero es una herramienta analtica fundamental

    para la comprensin de la realidad social, en tanto su utilizacin

    de manera crtica y cuestionadora permite complejizar el an-lisis sobre relaciones de poder entre hombres y mujeres, y su

    interseccin con las desigualdades de clase, tnicas, culturales,

    generacionales, etc.

    Guerrero imperial, Mario Conde, acuarela 31 x 41 cm. 2001.ciones del feminismo radical, a comienzode la dcada de 1970 en Estados Unidos-,fue empleada para explicar la subordina-cin de las mujeres por los varones, en to-das las sociedades, y como adjetivo quelas calica indiscriminadamente de so-ciedades de dominacin masculina. Conello se enfatiza que slo permita observarsituaciones de dominio masculino .

    En ese marco, su manejo de forma acr-tica se expone a aparecer como incon-gruente en el proceso que vivimos, dondese cuestionan posturas universalistas y seapuesta a la valoracin de las diversida-des, particularmente las de carcter t-nico cultural. Al acento casi exclusivo enla diferencia sexual, se agrega la falta devisibilizacin de la situacin especca de

    las mujeres -por ejemplo, segn el ciclo devida, ubicacin econmica, identidad cul-tural y tnica, etc. Es decir, en gran parte

    el uso de la categora patriarcado no haestado acompaado por anlisis de lasconstrucciones de gnero segn socieda-des, culturas y procesos histricos espe-ccos.

    Despatriarcalizacin y gnero

    Ahora bien qu ocurre con el gnero,cmo se produce su desplazamiento?Como categora de anlisis y herramien-ta terico metodolgica, el gnero surgeentre acadmicas feministas del norte,a mediados de la dcada de 1970, paraaludir a la organizacin social de las re-laciones entre los sexos, rechazando eldeterminismo biolgico (Barrig, 2004). Suuso permite una aproximacin al conoci-miento de sistemas sociales de desigual-dad entre hombres y mujeres, a partir delanlisis de las construcciones de gneroen contextos histricos y especcos . Unaporte central, entonces, es evidenciarque las diferencias y desigualdades entrehombres y mujeres no son producto de lanaturaleza. Por el contrario, las relacionesde gnero son reconocidas como una es-pecca expresin de relaciones de poder

    y desigualdad social.

    Ahora bien, es claro que la introduccinde la categora de gnero posibilit mi-radas analticas y explicativas de mayorprofundidad respecto a las construccionesde gnero y las condiciones de desigual-dad de las mujeres, sin embargo tambinimplic problemas. Scott (1996) se ree-re a conictos que surgen a partir de suexpansin, y no slo al debate feministarespecto a las distintas acepciones. Unode los aspectos centrales es la despo-litizacin generada a partir del procesode apropiacin del concepto de gnero,

    acaecido en los aos 80 y 90, donde tien-de a ser reducido en su signicado o a serutilizado en forma indiscriminada e i mpre-cisa. De acuerdo a De Barbieri (1996), lla-ma la atencin particularmente el uso delconcepto para no nombrar y ocultar a lasmujeres y los procesos de subordinacin.

    En el contexto boliviano, el manejo de lacategora de gnero aparece creciente-mente deslegitimada por su vinculacin aprcticas excluyentes de manejo de podery de representacin de las mujeres, deconstruccin de agendas y de desplieguetecnocrtico de institucionalidad y polti-cas de gnero desde el proyecto estatalneoliberal. A ello se suma, desde algunosactores, su descalicacin como instru-mento impuesto por agentes externos y sucarcter de construccin occidental queno reeja valores, prcticas y relacionesentre hombres y mujeres en pueblos y co-

    munidades indgenas. Y, en pocas msrecientes, maniesta Zabala (2010), el g-nero se percibe como nueva forma de re-forzar el colonialismo y el etnocentrismo.

    Con el proceso de cambio, marcado porel arribo del MAS-IPSP al gobierno en2006, se conguran nuevos actores po-lticos y se da curso al reconocimiento yvaloracin de identidades tnico cultu-rales, es as que los discursos apelan alparadigma de la descolonizacin como

    base de construccin del Estado Plurina-cional (Zabala, 2010). En ese marco, lasdesigualdades de gnero y la idea de in-tereses y demandas de mujeres -ms allde las conquistas y avances inscritos en lanueva CPE- no son parte de los debates ylas preocupaciones polticas. En algunoscasos, desde el protagonismo del sujetocolectivo indgena, originario campesino,las lecturas y representaciones de las cul-turas como espacios no atravesados porconictos de poder tienden a idealizar va-lores y prcticas que tienen como referen-te lo comunitario, y, de forma paralela, ainvisibilizar/desconocer las desigualdadesde gnero.

    Cabe anotar, de forma sucinta, que msall de los necesarios debates sobre g-nero, patriarcado y despatriarcalizacin,el concepto de gnero es una herramientaanaltica fundamental para la compren-

    sin de la realidad social, en tanto su utili-zacin de manera crtica y cuestionadorapermite complejizar el anlisis sobre rela-ciones de poder entre hombres y mujeres,y su interseccin con las desigualdadesde clase, tnicas, culturales, generaciona-les, etc.

    Descolonizacin

    Respecto a la Descolonizacin, aportescentrales al respecto (Mignolo, 2002) nos

    Perdiendo la religin, Mario Conde, acuarela 31 x 41 cm. 1991.

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    advierten la necesidad de pensarla a dosniveles; uno, la descolonizacin econmi-co-poltica y el otro la descolonizacin in-telectual y epistmica. Esta ltima, dimen-sin menos atendida, en lneas generalesreere a la consideracin de formas delconocimiento -saber, pensar y ser- alter-nativas a la modernidad que justicaron elcolonialismo y fueron desprestigiadas porla modernidad.

    En el contexto de Bolivia, se rescata elaporte de Silvia Rivera en la actualizacindel concepto de colonialismo interno y elreconocimiento del derecho a la diferen-cia para construir la ciudadana de mododiferente y especco, desde la realidadplural, con cambios que deben compren-der tanto lo normativo e institucional,como las subjetividades y mentalidades,a tiempo de cuestionar nuestro lugar enla cadena colonial (Mignolo, 2002).

    De acuerdo con Chvez (2011) desde es-tas perspectivas, que articulan una com-plejidad y diversidad de voces, proyectosy propuestas, se interpela y protesta la vi-gencia de relaciones de desigualdad, per-mitiendo de manera especial colocar en eldebate pblico temas como el racismo yla jerarquizacin racial de las relacionessociales, entre otros.

    Ahora bien, con el proceso de cambio encurso la perspectiva de Descolonizacines puesta en la discusin trascendiendodebates anteriores, anclados en las pro-puestas de multiculturalismo -traducidasen reformas polticas y jurdicas gestiona-das durante la dcada del 90-, que res-pondan al esquema de reestructuracinneoliberal. Dichas reformas se centranbsicamente en plantear la diversidad cul-tural y el reconocimiento de algunos de-rechos a los pueblos indgenas, en tantominoras.

    Ubicadas/os en los escenarios del proce-so constituyente y postconstituyente, sepuede advertir que el creciente discurso

    de valoracin y respeto a la diversidad t-nico cultural, no incluye en el mismo ran-go las relaciones de gnero ni repara envirtuales tensiones que puedan producirseentre los derechos de los pueblos indge-nas frente a los derechos de las mujeres(que suele presentarse como tensin en-tre derechos colectivos y derechos indivi-duales).

    En ese marco, la tendencia a representara las mujeres indgenas en tanto guar-dianas de la cultura y la ausencia de unaefectiva articulacin del gnero y los dere-chos de las mujeres, con los derechos de

    los pueblos y la diversidad cultural, ponenen alerta respecto a lecturas y posturasque entienden la cultura como un todo,como algo homogneo y esencial, queen muchos casos debe ser preservada orescatada (Sanabria y Nostas, 2009).

    Desde otras lecturas

    A pesar de un panorama crtico respectoa la propuesta de Despatriarcalizacin,que Zabala (2010) resume como expan-sin de una retrica sobre patriarcado sinfeminismo, y de una errtica puesta enmarcha de polticas de descolonizacin,especialmente en el caso de los matrimo-

    nios colectivos -que se analiza con ciertodetenimiento en las siguientes pginas-parece pertinente sostener una aperturade escucha y de habla activa.

    En tal sentido, gana terreno la perspectivade acompaar de manera crtica el deba-te y las propuestas sobre Despatriarcali-zacin y Descolonizacin, reconociendoque tan importante como la conceptua-lizacin y el potencial analtico y expli-cativo de tales categoras, es su sentidopoltico, su signicado para la reexin,la interpelacin y su capacidad de movi-lizacin. Desde ese punto de vista, paralos movimientos de mujeres y feministas

    Sin ttulo, Mario Conde, acuarela 38 x 56 cm. 2005.

    la posibilidad de vincular tales procesosimporta desafos en el orden discursivoy de estrategias. Aqu es pertinente unareferencia especial a la propuesta tericay poltica formulada desde los feminismosposcoloniales que plantean la descoloni-zacin del feminismo (Surez y Hernn-dez, 2008).

    sta demanda de nuevos valores y prcti-cas, como por ejemplo atender historias ytradiciones de exclusin, pobreza y desva-lorizacin de las mujeres, diversas y otras,y abordar reexiones sobre mecanismos

    de estigmatizacin, exclusin y clasica-cin. Dado ese marco, y siguiendo conSurez (2008), la propuesta de descoloni-zacin del feminismo implica trabajar enalianzas hbridas, multiclasistas, transna-cionales, para potenciar un movimientofeminista transformador que enlace lasdiferentes dimensiones de opresin que

    viven las mujeres.

    En otras palabras, se trata de trascenderla idea del sujeto feminista tradicional y elhecho de visualizar la diferencia sexualcomo nico y privilegiado eje de desigual-dad -que marca de la misma manera lasexperiencias y vivencias de todas-, po-sibilitando que las mujeres, mltiples yparticulares en sus prcticas y modos devivir las construcciones de gnero domi-nantes, maniesten por donde les aprie-ta el zapato (la clase social, el gnero,la identidad tnico cultural, orientacionessexuales, etc.). A partir del reconocimien-to de las diferencias, de lo particular y delo compartido, ser posible avanzar en laconstruccin y negociacin de agendasestratgica y/o contingentes.

    Ahora bien, parece i mportante subrayarque este camino tambin supone riesgos,en sentido de reducir el debate a consig-nas que tienden a simplicar visiones y, en

    algunos casos, a descalicar propuestasfeministas en tanto producto occidental.Una cuestin, por ejemplo, es aquella quepretende oponer despatriarcalizacin

    y descolonizacin; maniesta Mamani(2010) la descolonizacin no anda sola,sino que contiene en su seno a la despa-triarcalizacin. De tal suerte, parecieraque las luchas descolonizadoras subsu-men a la segunda, en tanto el patriarcadose conceptualiza como herencia colo-nial.

    Finalmente, en la propuesta de vincularambas perspectivas parece necesario vin-cular las experiencias diversas y espec-cas de opresin de las mujeres. Pilar Urio-na (2010) plantea, a tiempo de interpelary visibilizar diferencias y convergencias

    de lugares y experiencias de lucha entrelas mujeres, evitar la instrumentalizaciny disolucin de las que son reivindicacio-nes especcas. Es decir, a la vez que semira crticamente la construccin homo-gnea de derechos sobre la base de lamujer, impulsar bsquedas que identi-quen opresiones especcas.

    LAS REALIDADES, LAS PRCTICAS

    En perspectiva de analizar realidades,que en muchos casos marchan a con-trapelo de logros y avances normativos,y examinar situaciones especcas que

    maniestan la vigencia de estructuras depoder y dominio patriarcal -articuladasen algunos aspectos, en mayor o menormedida, a jerarquas de origen colonial-,seguidamente se presenta un ncleo detemas/problemas ilustrativos.

    Se puede evidenciar que existen ejes vin-culantes de dominacin que atraviesan lacondicin del conjunto de mujeres, cam-pesinas, urbanas, indgenas, clase media,profesionales, etc. que se deben desmon-tar si se pretende un Estado y una socie-dad democrtica. Esas problemticas,como por ejemplo la violencia de gnero,

    la divisin sexual del trabajo, el cuidado yel trabajo asalariado del hogar, son asun-

    tos que requieren urgentes respuestas yresponsabilidades estatales.

    La participacin y la representacin

    El tema de la participacin poltica y el ac-ceso a espacios de toma de decisiones hasido una de las demandas ms popularesy que ms ha calado, particularmente enel caso de las mujeres campesinas e in-dgenas que no cejaron de enarbolar esaconsigna, concentrando energas para suconcrecin.

    Al momento, existe necesidad de analizarlos cambios producidos y conrmar el ma -nejo y las dinmicas que se estn produ-ciendo en torno a tales propuestas . Desdeuna visin crtica es pertinente mencionaralgunas experiencias y prcticas acaeci-das primero con la ley de cuotas y luegocon la paridad y alternancia. Se han dadocasos de mujeres que ingresan a espa-cios de poder y de toma de decisionesal amparo de una gura masculina, paradar cumplimiento a la normativa pero dis-puestas a ceder su lugar a los hombressuplentes. Frente a esto, se encuentra suopuesto, que es el acoso o la violenciapoltica experimentado por mujeres en el

    ejercicio de la participacin y la represen-tacin, especialmente en el mbito del po-

    Todo esto pone en alerta sobre la necesidad de interpelar y de-

    mandar la responsabilidad estatal pero sin apostar de forma ex-

    clusiva a la estructura jurdica e institucional. Se trata tambin

    de armar y posicionar discursos, debates y estrategias tendien-tes a la visibilizacin del problema y de sus daos, a desatar

    procesos en la subjetividad, la deconstruccin y sensibilizacin

    en torno a lo que se pone en juego con el despliegue de violencia

    hacia las mujeres.

    Sin ttulo, Mario Conde, acuarela 50 x 75 cm. 2001.

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    der local; quienes en muchas situacionesson obligadas a renunciar -mediante ame-nazas y uso de la fuerza- para habilitar asus suplentes hombres.

    El primer caso, de inclusin subordinada,nos convoca a interpelar visiones esencia-listas en torno a prcticas de mujeres encuanto al acceso y manejo del poder enel marco de lealtades partidarias. El se-gundo tipo de conictos da cuenta sobrela vigencia de estructuras y poderes pa-triarcales y la verticalidad en el manejo delpoder, que se imponen a las mujeres porencima de derechos reconocidos, inclusoa nivel constitucional.

    De otro lado, persisten problemas no re-sueltos, que amenazan la permanenciay calidad de su participacin y represen-tacin. Como ejemplo, desde estudiosrealizados en la zona de la provincia Gua-rayos, departamento de Santa Cruz, seexpone el caso de mujeres que al ingresara la arena poltica deben desplegar un de-terminado capital cultural que las valide enel ejercicio de poder, (hablar al pblico,oratoria, conocimiento sobre las leyes y lainstitucionalidad vigente, lecto escritura,

    etc.). En ese contexto, en muchas opor-tunidades enfrentan la descalicacin desus conocimientos y desempeo.

    Otro nudo pendiente en esta problemticaes la adaptacin que deben realizar paramantenerse en espacios que suelen es-tar pautados a partir de cdigos y lgicasmasculinas (tiempos, ritmos de trabajo,etc.).

    La divisin sexual del trabajo y el cui-

    dado

    La invisibilizacin y desvalorizacin deltrabajo asignado a las mujeres desde ladivisin sexual del trabajo, aparece comouna de las principales manifestaciones dela desigualdad de gnero, dado su vnculocon el ejercicio de otros derechos (parti-cipacin, trabajo, educacin, salud, etc.).

    Es as que el abanico de actividades ytareas que realizan las mujeres, especial-mente aquellas en condiciones de mayorpobreza, en la llamada esfera reproducti-va (atencin y cuidado de los hijos/as, pre-paracin de alimentos, lavado y plancha-do de ropa, apoyo educativo, tareas de

    limpieza, cuidado de enfermos/as y per-

    sonas ancianas, etc.), lejos de ser valo-

    radas como aporte a la economa familiar

    y social, suelen ser naturalizadas en tanto

    expresan actos de amor. En ese sentido,persiste la naturalizacin de las capaci-

    dades masculinas, femeninas y la retribu-

    cin material y simblica por actividades y

    tareas asignadas a hombres y a mujeres,que redunda en cargas desequilibradas

    de responsabilidades y tareas de cuidado,

    que suelen recaer sobre estas ltimas.

    Aqu cabe llamar la atencin sobre plan-teamientos que se originan desde la eco-noma del cuidado y desde enfoques ju-rdicos e institucionales . Es de all quese conceptualiza el cuidado como underecho social (Wanderley, 2010), y nocomo una responsabilidad privada de lasfamilias y, dentro de las familias, de lasmujeres. Se establece la corresponsa-

    bilidad del Estado, en coordinacin conotros sectores, para la provisin de bie-nes y servicios.

    La agenda del cuidado es central no slopara que las mujeres puedan participar enel mercado de trabajo en condiciones msequitativas, sino tambin para romper lareproduccin de las desigualdades socia-les intergeneracionales al brindar la aten-cin adecuada y de calidad a los nios, ni-as, adolescentes y jvenes (Wanderley,2010: 30).

    En la misma lnea, otro tema central quedemanda respuestas polticas y socialeses el relativo al trabajo asalariado del ho-gar y la situacin de las trabajadoras asa-lariadas del hogar. De acuerdo con Rivera(2004), el trabajo del hogar caracteriza laestructura del empleo urbano en nuestropas, representando uno de los mayoresespacios de insercin laboral para muje-res indgenas migrantes en las ciudades.Las inequidades se maniestan en bajosniveles salariales, desproteccin social,carga de trabajo, relaciones jerrquicas,entre otros aspectos.

    En este terreno, algunos anlisis (Wan-derley, 2010) dan cuenta sobre la ausen-cia de responsabilidad del Estado paraencarar un problema estructural, que nopasa por su categorizacin como asun-to de y entre mujeres. En ese sentido, estarea pendiente discutir las responsabili-dades estatales en torno a un problemaque expone la existencia de mecanismospatriarcales de sujecin y la vigencia dejerarquas coloniales, en un escenario quetodava no registra esfuerzos consistentestendientes a avanzar en su tratamiento.

    De acuerdo a lo sealado, la tendencia a sobrevalorar actores y

    erigir simbologas representativas de lo indgena puede impli-

    car adems como riesgo, la posibilidad de arribar a tensiones depoder y a un estado de jerarquizacin entre pueblos y culturas

    y a expresiones de discriminacin interna, presentando frenos

    al proceso de cambios y de construccin de un Estado Plurina-cional.

    Sin ttulo, Mario Conde, acuarela 28 x 38 cm. 2005.

    La violencia de gnero

    Con respecto a la violencia de gnero, a

    ms de 15 aos de la agenda nacional de

    lucha contra la violencia hacia las muje-res parece necesario analizar nudos re-

    lativos tanto a los marcos normativos e

    institucionales y a las polticas pblicas,

    como a su tratamiento e impactos socia-les y culturales.

    Los datos de la realidad an nos hablansobre la naturalizacin de la violencia con-tra las mujeres, nos hablan tambin de suinvisibilidad, de la tolerancia social y dela impunidad an vigentes. De hecho, lafrecuencia e incidencia de hechos de vio-lencia sexual apuntala una tendencia aconvertirse en problema endmico.

    Esto no quiere decir que no se haya avan-

    zado, siendo que incluso se trata de una

    demanda apropiada por diferentes secto-res, lo que parece ocurrir es que la realidad

    la est mostrando como uno de los llama-

    dos ncleos duros de dominacin. Desde

    esa perspectiva, Katia Uriona (2010) refe-

    re que el mbito de lo privado, de la vida

    en pareja y las relaciones familiares, ex-

    ponen disputas de poder con un ejercicio

    de violencia y agresiones que tienen comoeje el cuerpo de las mujeres, sus sentidos,

    emociones y subjetividades, echando ba-

    ses para el reforzamiento de mecanismos

    de dependencia y manipulacin.

    En una gran parte de casos parece ope-rar, de acuerdo con Marta Lamas, el temory miedo de muchas mujeres para identi-carse como golpeadas y maltratadas,preriendo minimizar o encubrir las situa-ciones de violencia. De forma particularen casos de violencia sexual se activanprejuicios en cuanto a la vctima, su ves-timenta, comportamientos, lenguaje, etc.,dando lugar a procesos de revictimiza-cin. Situaciones extremas se pueden en-contrar en hechos de feminicidio, que sue-len ser representados y calicados comocrmenes privados o pasionales.

    Desde el entramado institucional, cabehacer mencin particular al grave proble-ma que confrontan las mujeres en el acce-so al sistema judicial para ejercer y hacerreconocer sus derechos. Las evidenciasindican que la exclusin y discriminacinen el acceso a la justicia no es slo eco-nmica sino tambin socio cultural; aquse puede mencionar las ideologas de g-nero de los operadores y la ausencia deservicios y herramientas que garanticen yprotejan los derechos de las mujeres (porejemplo, medidas de auxilio inmediato ycautelares, existencia de personal espe-

    cializado, servicios legales, condenciali-dad y proteccin, etc.).

    Todo esto pone en alerta sobre la necesi-

    dad de interpelar y demandar la responsa-bilidad estatal pero sin apostar de forma

    exclusiva a la estructura jurdica e institu-

    cional. Se trata tambin de armar y posicio-

    nar discursos, debates y estrategias ten-dientes a la visibilizacin del problema y de

    sus daos, a desatar procesos en la subje-

    tividad, la deconstruccin y sensibilizacin

    en torno a lo que se pone en juego con eldespliegue de violencia hacia las mujeres.

    Cuerpos: reproduccin y sexualidades

    Los temas relacionados a las libertades y

    decisiones en las esferas de la sexualidad

    y la reproduccin son otra materia incom-

    pleta y pendiente en cuanto al reconoci-

    miento, garanta y ejercicio de l os derechos

    de las mujeres. Se trata de expresiones

    de dominio patriarcal y de cuestiones que

    no se ven o se quieren ver. Aqu es im-portante subrayar que siendo temas clave

    relacionados con la autonoma, la vida, la

    salud, la integridad, la dignidad, no han ge-

    nerado la misma fuerza y reclamo que, porejemplo, los asuntos de la participacin y

    la representacin poltica.

    Se puede aludir a la construccin socialde diferentes prcticas y escenarios quemuestran ausencia de reconocimiento ala dignidad de las mujeres y consiguienteincapacidad de decisin que subsiste entorno a hechos que atraviesan y marcansus cuerpos -de manera metafrica y lite-ral. A partir de mandatos y prescripcionesque se maniestan en relaciones sexua -les obligatorias, maternidades i mpuestas,

    Sin ttulo, Mario Conde, litografa.

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    embarazos no deseados, abortos clan-destinos, mortalidad materna y de mujeresy, especialmente en los ltimos tiempos,mayor vulnerabilidad ante las I nfeccionesde Transmisin Sexual y VIH Sida.

    La ausencia de libertad y de reconoci-miento a las mujeres como sujetos concapacidad de decidir sobre la sexualidady la reproduccin, redunda tambin en al-tas tasas de fecundidad y en embarazosmuy tempranos. Por otra parte, en el mar-co descrito, se advierte sobre datos duros(encuestas) donde se revela que en elpas la mayora de las mujeres debe sor-

    tear dicultades en el acceso a mtodosde anticoncepcin y de planicacin fami-liar, para negociar desde all su utilizacina nivel de la pareja.

    De otro lado, se puede anotar que partede la legislacin vigente soporta todavaesquemas donde la moral y el derechono estn separados, imponiendo normasrestrictivas para las mujeres tendientes areforzar el control y disciplinamiento haciasus cuerpos y sexualidad. De otro lado,cabe puntualizar que en los casos dondeexisten derechos reconocidos, la realidadregistra brechas alarmantes respecto a su

    implementacin, mostrando la necesidadde impulsar procesos de interpelacin yde exigibilidad desde las mujeres

    DESDE LAS POLTICAS

    A partir del anlisis de algunos datos,discursos y polticas pblicas planteadasdesde las propuestas de despatriarcaliza-cin y descolonizacin, seguidamente sepresentan elementos crticos para el inter-cambio y debate.

    Polticas de descolonizacin y matri-

    monios colectivos

    La lectura y anlisis de la propuesta su-giere un conjunto de temas, que aqu seplantean desde una aproximacin inicial yprovocadora.

    La primera justicacin de los matrimo-nios colectivos con identidad parecaasentarse en la necesidad de consolidarmecanismos para el acceso de los hom-bres a los puestos de autoridad propia,convirtindolos en un medio tendientea favorecer la hegemona masculina ensus sistemas polticos y jurdicos. En estesentido, instituir que el estado de casado

    por este tipo de matrimonio habilita para elejercicio como autoridad indgena podraconsiderarse una forma de discriminaciny en tanto tal una medida inconstitucio-nal. De otro lado, el hecho de casar elmatrimonio con polticas pblicas es otroelemento crtico. El mensaje que se en-va con ello es que el acceso a planes decrdito y vivienda se facilita para las pa-rejas que contraen matrimonio bajo dichamodalidad, discriminando a quienes no lohan hecho as.

    Respecto al carcter ritual de la ceremo-nia propuesta, una pregunta clave es por

    qu un acto civil como el matrimonio se ar-ticula con lo religioso y, en particular, conritos y smbolos de la religiosidad andi-na? Cabe aqu analizar la relacin del Es-tado con la libertad de religin y de creen-cias espirituales establecida en el artculo4 de la Constitucin Poltica del Estado,y preguntar si se trata de independenciaestatal respecto de una sola religin (lacatlica) o de todo tipo de religiosidad.

    A la luz de esta poltica, tambin parecepertinente plantear interrogantes respectoal estatus de otro tipo de instituciones tra-dicionales existentes en el pas, especial-

    Sin ttulo, Mario Conde, acuarela 38 x 56 cm. 2005.mente en zonas rurales y con poblacinindgena, como por ejemplo el sirviacu,tantanacu, reconocidas por la normativavigente, o el caso del llamado robo de no-vias. Existen propuestas para garantizaren este campo, el ejercicio de derechosde las mujeres, a partir del reconocimientode la jurisdiccin indgena y de su articu-lacin con la jurisdiccin ordinaria, dondeambas representan al Estado?

    En lo que se refere al legtimo cuestiona-

    miento planteado desde diferentes secto-res, cabe manifestar que el matrimonio civil

    con toda su carga ideolgica y su funcinen la reproduccin del orden, ha signifcado

    avances y frenos al poder religioso catlico

    cuando se reconoca como nico matrimo-nio vlido el celebrado por la iglesia cat-

    lica, estableciendo la igualdad conyugal y

    derechos sobre los bienes. Por otra parte,

    es pertinente apuntar aqu que la nueva

    CPE sigue reconociendo para las unioneslibres o de hecho , efectos iguales al ma-

    trimonio civil respecto a relaciones perso-

    nales, hijos/as y cuestiones patrimoniales.

    Ahora bien, la lectura cuestionadora alos matrimonios colectivos y a su institu-cionalizacin, no invalida la necesidad deimpulsar polticas y reformas legislativase institucionales tendientes a la transfor-macin del Registro Civil. Asumir ese retopasa, entre otras cosas, por ampliar y re-distribuir los servicios, agilizar los procedi-mientos administrativos, facilitar el accesoy la gratuidad para diversos trmites y do-cumentacin en los idiomas propios, com-batir la corrupcin, eliminar la burocracia,el maltrato y discriminacin en la atencinprestada por sus funcionarios/as, etc.

    Principios y simbologas

    Una cuestin importante al analizar estatemtica es su vnculo con los marcosnormativos y las polticas pblicas. En talsentido, en el contexto de las propuestasde descolonizacin y despatriarcalizacinse puede identicar virtuales tensiones

    cuando las referencias tienden a privile-giar principios y valores del mundo andinocomo representativo de lo indgena, sinvisibilizar a las culturas amaznicas, quetienden a aparecer como minora polticay portadoras de lo muy especco. Estavisin se plasma incluso en herramientasde la poltica pblica, como es el caso delPlan Nacional para la Igualdad de Opor-tunidades, Mujeres Construyendo la Nue-va Bolivia para Vivir Bien (D.S. N 29850de 10/12/08), cuando propone la reelabo-racin y recuperacin del par comple-mentario andino, chacha warmi.

    Esta propuesta se enfrenta a otras cons-trucciones culturales de gnero. En parti-cular, mujeres indgenas de tierras bajasno se identican ni se sienten represen-tadas con los principios y simbologa delchacha warmi como ideal de las relacio-nes de gnero. De hecho, de acuerdo conPrez (s/f), este imaginario carece desentidos para la mayora de los pueblosdel Chaco, Amazona y Oriente Bolivia-no, ms an cuando se busca insertarloscomo principios rectores.

    En el caso especco de los procesos de

    participacin, cabe mencionar que en al-gunos pueblos indgenas los espacios deejercicio de liderazgos y de dirigencia re-gistran valores y prcticas que tienden areconocer la capacidad y trayectoria per-sonal. Se puede mencionar experienciascomo las del pueblo chiquitano, dondeel acceso de las mujeres a espacios de

    poder y de toma de decisiones no estpasando necesariamente por la conside-racin de su estado civil o conyugal, y, deforma creciente, muestra ser hasta hoypor mritos individuales. Y, en esos con-textos -donde tambin se reivindica dere-chos individuales en el marco de la vidacomunitaria-, siguiendo con Prez (s/f), elmodelo de chacha warmi puede resultaren una imposicin.De acuerdo a lo sealado, la tendencia asobrevalorar actores y erigir simbologasrepresentativas de lo indgena puedeimplicar adems como riesgo, la posibili-

    dad de arribar a tensiones de poder y a unestado de jerarquizacin entre pueblos yculturas y a expresiones de discriminacininterna, presentando frenos al proceso decambios y de construccin de un EstadoPlurinacional.

    Miradas centradas

    Otra preocupacin, vinculada de algunamanera a la anterior, es la vigencia de unEstado centralizado y de miradas centra-das al momento de valorar avances y des-empeos de las polticas pblicas y de lainstitucionalidad de gnero. En esa lnea,los anlisis -dentro y fuera de los movi-mientos de mujeres y feministas- parecenenfocarse desde y a partir de una miradaa lo nacional, que tiene como centro aLa Paz.

    As, en general no se toma en cuenta

    dinmicas y acciones en los niveles degobierno departamental-regional y en elplano local. Al momento, se sospechasobre la plena ausencia de articulacin demunicipios y gobernaciones y no se cuen-ta con suciente informacin y anlisis en

    torno al funcionamiento de mecanismos,enfoques y visiones de gnero implemen-tados en esos niveles.

    De otro lado, destaca la necesidad deconstruir con mayor fuerza la descoloni-zacin desde la pluralidad, en particularcon respecto a los pueblos indgenas y

    Sin ttulo, Mario Conde, acuarela 31 x 41 cm. 1993.

    and miosa106 and miosa 10

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    a los procesos que vienen trabajando lasmujeres. Ya en el primer coloquio , enSanta Cruz una de las participantes plan-te el desafo de profundizar la inclusinde regiones y pueblos que existen en elpas, reriendo como paradoja el hechode hablar de la colonialidad sintiendo laausencia de los pueblos del oriente, desus mujeres y de los feminismos que aquse han formado.

    Por tanto, parece pertinente reiterar que elproceso de cambios presente y por venir,requiere dar cuenta de manera ms cabaldel conjunto de la pluralidad de actores/as, no slo de raz tnico cultural sinotambin regionales. Para nosotras signi-ca tambin hacerse cargo de movilizar losparadigmas de pluralidad desde las regio-nes, por ejemplo en el proceso de norma-tiva y creacin de mecanismos e institu-cionalidad autonmica, y en acciones de

    seguimiento y control social.

    DE PROPUESTAS/APUESTAS

    A modo de cierre, en base a lecturas y re-

    exiones compartidas, de manera generaly muy resumidamente sin nimo de dar

    recetas se colocan algunos desafos,

    bsquedas y preguntas en la perspectiva

    de dar luz a un intercambio comprometido.

    Desafos, discursos y decursos

    En primer lugar, parece importante tenerclaridad sobre la complejidad de los de-safos involucrados, reconociendo que losanlisis y acciones se producen dentrode relaciones de poder y resistencia par-ticulares y especcas. Esto quiere decir,recogiendo lo sugerido por Hernndez ySurez (2008), que no existe un marcode anlisis universal del patriarcado y quepor tanto las acciones no tienen un lugaro estructura nica hacia el cual dirigir dis-

    cursos, luchas y resistencias.

    En ese sentido, retomar desafos concep-tuales y polticos implica intervenir, invo-lucrarse y disputar sentidos, signicados

    especcos y nombres para los procesos,las relaciones, las prcticas. De otra parte,si se asume que la re-denicin de despa-triarcalizacin es un asunto poltico con di-ferentes implicaciones, una cuestin cen-tral es pensar estrategias para dotarla decontenidos, signicados y potencial para

    la movilizacin y la trasformacin de dife-rentes estructuras que oprimen a las mu-jeres. Esto quiere decir que es vital partirde las realidades y experiencias diversasde las mujeres para evidenciar las vincu-laciones entre diferentes expresiones depoder, para desde all denunciar sus efec-tos y contextualizar luchas y reivindicacio-nes.

    La perspectiva maniesta por Mara Lour-des Zabala, parece sugerir la necesidad

    de pensar y construir contradiscursos res-pecto a la vinculacin de la descoloniza-

    Sin ttulo, Mario Conde, acuarela 56 x 76 cm. 2006.

    cin del Estado y la despatriarcalizacin,especialmente cuando se postula que lamisma estara conducida por el procesode avance en la descolonizacin.

    Desde y fuera del Estado y la sociedad

    Respecto a esta temtica ya existen avan-ces y debates signicativos. De acuerdoa lo apuntado por Chvez (2011), es per-tinente tomar en cuenta que en una granparte de esos debates se han planteadopropuestas que no se enmarcan nece-sariamente en el horizonte estatal, y quems bien pretenden desestatalizar y lle-var los procesos y discusiones al terrenode la sociedad.

    Cabe mencionar aqu, sin pretender re-solver el debate, que en lo relativo a losdesafos hacia el Estado, estos podranser los de incidencia en las reformas

    institucionales, el seguimiento a los me-canismos estatales y la participacin enlas deniciones de polticas pblicas, pro-gramas y proyectos. De otro l ado, pareceimportante dar continuidad a la llamadaagenda legislativa, mediante un involu-cramiento crtico en las reformas normati-vas, deniendo estrategias propias, comopuntos de partida, y no de llegada, mediosy no n en s mismo.

    Articulaciones y agendas

    En trminos generales aqu emerge unconjunto de desafos en perspectiva deconsolidar espacios y articulaciones en-tre mujeres como protagonistas de ladespatriarcalizacin. Parece importante,como punto de partida, evidenciar ten-siones relacionadas con las diferencias ylas desigualdades entre las propias mu-jeres, para redenir formas y contenidosde las agendas, proyecto que requiereno slo apuntar demandas y reivindica-ciones, sino tambin examinar visiones ycompartir lectura de problemas, causas,prioridades, examinando incluso pasosrecorridos.

    Aqu, de acuerdo a lecturas crticas formu-ladas al proceso de cambios desde las lu-chas de las mujeres , es importante ano-tar que ello implica discutir tambin lasformas en que se construyen las agendas,los modos concretos de participacin, ascomo las relaciones de poder internas yexternas al movimiento.

    Para este cometido, Mara Lourdes Za-bala (2010), al analizar los feminismos en

    Bolivia, sugiere asumir la heterogeneidadque caracteriza actualmente a los movi-

    mientos de mujeres y feministas atrave-sados por distintas historias y prcticasde opresin y diferentes modos de experi-mentar la construccin de sus identidadesde gnero.

    En tal sentido, parece importante proce-sar debates amplios y que den cuenta delos diversos mecanismos y situacionesde desigualdad y dominacin, tomandodistancias de esencialismos y fragmen-taciones, para tender puentes y pactos y

    pensar agendas plurales y estratgicasorientadas a responder a retos y desafos

    provenientes de diversos contextos y es-cenarios.

    Carmen Elena Sanabria Salmn esconsultora y abogada, trabaja

    temticas de gnero.

    Lastrescalaveras,

    MarioConde,acuarela31x41cm.1

    994.

    and miosa108 and miosa 10

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