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Destrucción de bibliotecas Saltar a: navegación , búsqueda La destrucción de bibliotecas ha sido una práctica habitual a lo largo de la historia, generalmente promovida por exaltados líderes políticos o religiosos; está asociada al fanatismo ideológico y suele acaecer como consecuencia de cambios sociales radicales, enfrentamientos religiosos, y conflictos bélicos. Constituye, junto con la bibliocastia o quema de libros , uno de los capítulos de la Historia de la estulticia, la incultura, el odio y la venganza. Incendio de la Herzogin Anna Amalia Bibliothek, en Weimar , Alemania . En el siglo en que vivió Enrique de Villena apenas habría teólogo, que abriendo un libro donde hubiese algunas figuras geométricas, no las juzgase caracteres mágicos, y sin más examen le entregase al fuego... un francés, llamado Genest, viendo un manuscrito donde estaban explicados los Elementos de Euclides , por las figuras que tenía se imaginó que era de nigromancia , y al momento echó á correr despavorido, pensando que le acometían mil legiones de demonios, y fue tal el susto, que murió de él. Fray Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro, Obras escogidas, 1863, p. 317-8. Contenido 1 Hitos en la historia de la destrucción de bibliotecas 2 Véase también

Destrucción de bibliotecas. CENSURA, QUEMA DE LIBROS

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La destrucción de bibliotecas ha sido una práctica habitual a lo largo de la historia, generalmente promovida por exaltados líderes políticos o religiosos; está asociada al fanatismo ideológico y suele acaecer como consecuencia de cambios sociales radicales, enfrentamientos religiosos, y conflictos bélicos. Constituye, junto con la bibliocastia o quema de libros, uno de los capítulos de la Historia de la estulticia, la incultura, el odio y la venganza.

Incendio de la Herzogin Anna Amalia Bibliothek, en Weimar, Alemania.

En el siglo en que vivió Enrique de Villena apenas habría teólogo, que abriendo un libro donde hubiese algunas figuras geométricas, no las juzgase caracteres mágicos, y sin más examen le entregase al fuego... un francés, llamado Genest, viendo un manuscrito donde estaban explicados los Elementos de Euclides, por las figuras que tenía se imaginó que era de nigromancia, y al momento echó á correr despavorido, pensando que le acometían mil legiones de demonios, y fue tal el susto, que murió de él.

Fray Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro, Obras escogidas, 1863, p. 317-8.

Contenido

1 Hitos en la historia de la destrucción de bibliotecas 2 Véase también 3 Referencias y notas

4 Bibliografía

Hitos en la historia de la destrucción de bibliotecas

La historia de la destrucción de las bibliotecas acompaña a la historia de la humanidad y parece no tener fin. Estos son algunos de los principales hitos documentados:

El Papiro de Ipuur, narrado por "el príncipe Ipu", partidario del viejo orden, describe cómo fueron destruidas, entre otras cosas, muchas bibliotecas de templos durante el primer periodo intermedio de Egipto (ca. 2175 a 2040 a. C.) Posiblemente, se trata de la primera revolución social documentada.

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Las desavenencias entre los clérigos partidarios de Amón y los de Atón provocaron la destrucción de las obras de sus adversarios, que incluso borraron escrupulosamente de todo el país el nombre del principal valedor de Atón, el faraón Ajenatón (ca. 1353 - 1337 a. C.)

Cuando Nínive es arrasada en 612 a. C., se destruyó la biblioteca real de Asurbanipal, que contenía relatos como: la Epopeya de Gilgamesh, el mito de Adapa, o el pobre hombre de Nipur, precedentes de los relatos bíblicos y de Las mil y una noches.1 Afortunadamente, muchos restos de tablillas cerámicas fueron halladas por los arqueólogos.

Heródoto escribió que cuando Cambises invadió Egipto en 525 a. C., arrasó los templos y quemó todo resto de cultura del país, quedándose sólo con el oro, pues este no ofendía su memoria.

En la fortaleza de los espíritus del palacio de Darío I (ca. 549 - 485 a. C.) en Persépolis, se guardaban los archivos de los reyes aqueménidas, grabados en plomo y estaño, en una oscura sala (la 33 del Tesoro). Fue incendiada, pero la leyenda cuenta que se salvaron los dos únicos manuscritos de Zoroastro: «el libro de los libros de Persia», escrito con letras de oro, aunque pocos siglos después fueron destruidos en el incendio de la Biblioteca de Alejandría, donde estaban depositados.

El tirano griego Pisístrato, reunió en su Biblioteca las obras de la época –inicialmente, con el objetivo de componer la Ilíada–, pero fue saqueada por Jerjes en 480 a. C.

La Gran Biblioteca de Alejandría, foco de la cultura helénica, promovida por los Ptolomeos, donde intentaron compilar todo el conocimiento de la época, era «la editorial más grande de la antigüedad» según Vitruvio, y sucumbió el año 48 a. C., en el incendio que devastó la ciudad de Alejandría durante el asedio de César. Aunque los cronistas romanos de la época omiten el acontecimiento y otros lo consideran destrucción parcial o lo posponen, achacándolo a líderes fanáticos, tales como el obispo Teófilo o el califa Omar.

La Biblioteca de Constantinopla (creada en 315, por Constantino con 7.000 vols. en su inicio), que llega a tener más de 100 mil rollos en la época de Teodosio, es quemada este año por León III el Isáurico.

Cuando Teodosio I (379 - 395) declaró religión oficial al cristianismo, comenzó la persecución de lo pagano, y los seguidores del obispo Teófilo, destruyeron todos los libros depositados en el Serapeum de Alejandría, los restos de la Gran Biblioteca y las de los templos. El sacerdote hispano Paulo Orosio, que viajó a Alejandría veinte años después, escribió en su Historias contra los paganos: «Existen hoy templos, que nosotros hemos visitado, cuyos estantes de libros han sido vaciados por los hombres de nuestro tiempo».2

La biblioteca de la residencia de los papas en Letrán, disponía de numerosos libros de diversos autores clásicos griegos y latinos que fueron ordenados quemar por Gregorio I (590) «el cónsul de Dios», perdiéndose ejemplares de Cicerón, Tito Livio y otros muchos autores, alegando que «los jóvenes prefieren esas lecturas al Nuevo Testamento». A partir de este pontífice se consideró que la sola proximidad de un libro pagano puede poner en peligro un alma piadosa.3

Egipto es declarado islámico en 604; los Libros de la sabiduría estaban depositados en los Tesoros reales, pero en 633 Omar proclamó: «...si lo que dice en ellos es conforme al Libro de Dios no permite ignorarlos, pero si hay algo en ellos contra el Libro, son malos, sea como sea, destrúyelos.» Se utilizaron como combustible.

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Por haberle privado de su amor, la esposa del rico príncipe fatimí Mahmud al Dawla bin Fatik, después de su fallecimiento destruyó su biblioteca, una de las cuatro más admirables de El Cairo. El príncipe, gran poeta, adoraba leer y escribir noche tras noche.

Los cruzados sitiaron Trípoli en 1099. Rendida la ciudad sin combate, los vencedores, entre otras tropelías, prendieron fuego a la Biblioteca. Un sacerdote, viendo la multitud de ediciones del Corán depositadas en sus estanterías ordenó su incendio.

La Biblioteca de Constantinopla es de nuevo devastada por los turcos en el 1453. La biblioteca de la Madraza de Granada, la primera Universidad de esta ciudad,

fue asaltada por las tropas del cardenal Cisneros, a finales de 1499, los libros fueron llevados a la plaza de Bib-Rambla donde se quemaron en pública hoguera. El edificio de la Madraza una vez clausurada la Universidad fue donado por el rey Fernando para Cabildo (Ayuntamiento) de la ciudad, en septiembre de 1500.

La Biblioteca Nacional de Sarajevo fue quemada a finales de agosto de 1992. El incendio fue causado por el fuego de artillería del ejército serbio-bosnio. El edificio no tenía valor estratégico ni importancia militar, pero constituía el gran símbolo de identidad de un pueblo; poseía unos dos millones de libros y miles de documentos y manuscritos de gran valor, conservados a lo largo de siglos tanto por musulmanes como por serbios ortodoxos, croatas católicos y judíos.

En 2003, la quema de un millón de libros en la biblioteca Nacional de Irak.

Véase también

Quema de libros Censura Índice de libros prohibidos

AlquimiaSaltar a: navegación, búsqueda

En la historia de la ciencia, la alquimia (del árabe الكيمياء [al-kīmiyā]) es una antigua práctica protocientífica y una disciplina filosófica que combina elementos de la química, la metalurgia, la física, la medicina, la astrología, la semiótica, el misticismo, el espiritualismo y el arte. La alquimia fue practicada en Mesopotamia, el Antiguo Egipto, Persia, la India y China, en la Antigua Grecia y el Imperio romano, en el Imperio islámico y después en Europa hasta el siglo XIX, en una compleja red de escuelas y sistemas filosóficos que abarca al menos 2.500 años.

La alquimia occidental ha estado siempre estrechamente relacionada con el hermetismo, un sistema filosófico y espiritual que tiene sus raíces en Hermes Trimegisto, una deidad sincrética grecoegipcia y legendario alquimista. Estas dos disciplinas influyeron en el nacimiento del rosacrucismo, un importante movimiento esotérico del siglo XVII. En el transcurso de los comienzos de la época moderna, la alquimia dominante evolucionó en la actual química.

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Actualmente es de interés para los historiadores de la ciencia y la filosofía, así como por sus aspectos místicos, esotéricos y artísticos. La alquimia fue una de las principales precursoras de las ciencias modernas, y muchas de las sustancias, herramientas y procesos de la antigua alquimia han servido como pilares fundamentales de las modernas industrias químicas y metalúrgicas.

Aunque la alquimia adopta muchas formas, en la cultura popular es citada con mayor frecuencia en historias, películas, espectáculos y juegos como el proceso usado para transformar plomo (u otros elementos) en oro. Otra forma que adopta la alquimia es la de la búsqueda de la piedra filosofal, con la que se era capaz de lograr la habilidad para transmutar oro o la vida eterna.

En el plano espiritual de la alquimia, los alquimistas debían transmutar su propia alma antes de transmutar los metales. Esto quiere decir que debían purificarse, prepararse mediante la oración y el ayuno.

El alquimista de Pietro Longhi.

Contenido

1 Visión general o 1.1 La alquimia como investigación de la naturaleza o 1.2 La alquimia como disciplina espiritual y filosófica o 1.3 Alquimia y astrología o 1.4 La alquimia en la época científica o 1.5 La alquimia como objeto de investigación histórica

2 Etimología 3 La alquimia en la historia

o 3.1 La alquimia en el Antiguo Egipto o 3.2 La alquimia china o 3.3 La alquimia india o 3.4 La alquimia en el mundo griego o 3.5 La alquimia en el Imperio romano o 3.6 La alquimia en el mundo islámico

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o 3.7 La alquimia en la Europa medieval o 3.8 La alquimia en la era moderna y el Renacimiento o 3.9 El declive de la alquimia occidental

4 Alquimia moderna o 4.1 Transmutación nuclear o 4.2 Afirmaciones de transmutación no verificadas o 4.3 Psicología analítica

5 La alquimia en la cultura o 5.1 Novelas y teatro

6 Obras clásicas de alquimia 7 Véase también

o 7.1 Otros artículos relacionados con la alquimia o 7.2 Filosofías relacionadas o 7.3 Conexiones científicas o 7.4 Sustancias de los alquimistas

8 Notas 9 Bibliografía

10 Enlaces externos

Visión general

La alquimia como investigación de la naturaleza

La percepción popular y de los últimos siglos sobre los alquimistas, es que eran charlatanes que intentaban convertir plomo en oro, y que empleaban la mayor parte de su tiempo elaborando remedios milagrosos, venenos y pociones mágicas.

Fundaban su ciencia en que el universo estaba compuesto de cuatro elementos clásicos a los que llamaban por el nombre vulgar de las sustancias que los representan, a saber: tierra, aire, fuego y agua, y con ellos preparaban un quinto elemento que contenía la potencia de los cuatro en su máxima exaltación y equilibrio.

La mayoría eran investigadores cultos, inteligentes y bien intencionados, e incluso distinguidos científicos, como Isaac Newton y Robert Boyle. Estos innovadores intentaron explorar e investigar la naturaleza misma. La base es un conocimiento del régimen del fuego y de las sustancias elementales del que tras profundas meditaciones se pasa a la práctica, comenzando por construir un horno alquímico. A menudo las carencias debían suplirse con la experimentación, las tradiciones y muchas especulaciones para profundizar en su arte.

Para los alquimistas toda sustancia se componía de tres partes mercurio, azufre y sal siendo estos los nombres vulgares que comúnmente se usaban para designar al espíritu, alma y cuerpo, estas tres partes eran llamadas principios. Por manipulación de las sustancias y a través de diferentes operaciones, separaban cada una de las tres partes que luego debían ser purificadas individualmente, cada una de acuerdo al régimen de fuego que le es propicia, la sal con fuego de fusión y el mercurio y el azufre con destilaciones recurrentes y suaves. Tras ser purificadas las tres partes en una labor que solía conllevar mucho tiempo, y durante el cual debían vigilarse los aspectos planetarios, las tres partes

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debían unirse para formar otra vez la sustancia inicial. Una vez hecho todo esto la sustancia adquiría ciertos poderes.

A lo largo de la historia de esta disciplina, los aprendices de alquimista, se esforzaron en entender la naturaleza de estos principios y encontraron algún orden y sentido en los resultados de sus experimentos alquímicos, si bien a menudo eran socavados por reactivos impuros o mal caracterizados, falta de medidas cuantitativas y nomenclatura hermética. Esto motivaba que, tras años de intensos esfuerzos, muchos acabaran arruinados y maldiciendo la alquimia. Los aprendices por lo general debían empezar por trabajar en el reino vegetal hasta dominar el régimen del fuego, las diversas operaciones y el régimen del tiempo.

Para diferenciar las sustancias vulgares de aquellas fabricadas por su arte, los alquimistas, las designaban por el mismo nombre de acuerdo a alguna de sus propiedades, si bien procedían a añadirle el apelativo de «filosófico» o «nuestro». Así, se hablaba de «nuestra agua» para diferenciarla del agua corriente. No obstante, a lo largo de los textos alquímicos se asume que el aprendiz ya sabe diferenciar una de otra y, en ocasiones, explícitamente no se usa, ya que de acuerdo al arte hermético «no se debe dar perlas a los cerdos», razón por la que muchos fracasaban al seguir al pie de la letra las diferentes recetas. La «iluminación» sólo se alcanzaba tras arduos años de riguroso estudio y experimentación. Una vez que el aprendiz lograba controlar el fuego, el tiempo de los procesos y los procesos mismos en el reino vegetal, estaba listo para acceder a los arcanos mayores, esto es, los mismos trabajos en el reino animal y mineral. Sostenían que la potencia de los remedios era proporcional a cada naturaleza.

Los trabajos de los alquimistas se basaban en las naturalezas, por lo que a cada reino le correspondía una meta: al reino mineral la transmutación de metales vulgares en oro o plata, al reino animal la creación de una «panacea», un remedio que supuestamente curaría todas las enfermedades y prolongaría la vida indefinidamente. Todas ellas eran el resultado de las mismas operaciones. Lo que cambiaba era la materia prima, la duración de los procesos y la vigilancia y fuerza del fuego. Una meta intermedia era crear lo que se conocía como menstruo y que lo que ofrecía era una multiplicación de sí mismo por inmersión de otras substancias semejantes en fusión/disolución (según su naturaleza) con éstas. De modo que se conseguía tanto la generación como la regeneración de las substancias elementales. Estos no son los únicos usos de esta ciencia, aunque sí son los más conocidos y mejor documentados. Desde la Edad Media, los alquimistas europeos invirtieron mucho esfuerzo y dinero en la búsqueda de la piedra filosofal.

La alquimia como disciplina espiritual y filosófica

Los alquimistas sostenían que la piedra filosofal amplificaba místicamente el conocimiento de alquimia de quien la usaba tanto como fuera posible. Muchos aprendices y falsos alquimistas, tenidos por auténticos alquimistas, gozaron de prestigio y apoyo durante siglos, aunque no por su búsqueda de estas metas ni por la especulación mística y filosófica que se desprendía de su literatura, sino por sus contribuciones mundanas a las industrias artesanales de la época: la obtención de pólvora, el análisis y refinamiento de minerales, la metalurgia, la producción de tinta, tintes, pinturas y cosméticos, el curtido del cuero, la fabricación de cerámica y cristal, la preparación de

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extractos y licores, etcétera. La preparación del aqua vitae, el «agua de vida», era un experimento bastante popular entre los alquimistas europeos.

Los alquimistas nunca tuvieron voluntad para separar los aspectos físicos de las interpretaciones metafísicas de su arte. La falta de vocabulario común para procesos y conceptos químicos, así como también la necesidad de secretismo, llevaba a los alquimistas a tomar prestados términos y símbolos de la mitología bíblica y pagana, la astrología, la cábala y otros campos místicos y esotéricos, de forma que incluso la receta química más simple terminaba pareciendo un obtuso conjuro mágico. Más aún, los alquimistas buscaron en esos campos los marcos de referencia teóricos en los que poder encajar su creciente colección de hechos experimentales inconexos.

A partir de la Edad Media, algunos alquimistas empezaron a ver cada vez más estos aspectos metafísicos como los auténticos cimientos de la alquimia y a las sustancias químicas, estados físicos y procesos materiales como meras metáforas de entidades, estados y transformaciones espirituales. De esta forma, tanto la transmutación de metales corrientes en oro como la panacea universal simbolizaban la evolución desde un estado imperfecto, enfermo, corruptible y efímero hacia un estado perfecto, sano, incorruptible y eterno; y la piedra filosofal representaba entonces alguna clave mística que haría esta evolución posible. Aplicadas al propio alquimista, esta meta gemela simbolizaba su evolución desde la ignorancia hasta la iluminación y la piedra representaba alguna verdad o poder espiritual oculto que llevaría hasta esa meta. En los textos escritos según este punto de vista, los crípticos símbolos alquímicos, diagramas e imaginería textual de las obras alquímicas tardías contienen típicamente múltiples capas de significados, alegorías y referencias a otras obras igualmente crípticas; y deben ser laboriosamente «descodificadas» para poder descubrir su auténtico significado.

Alquimia y astrologíaArtículo principal: Astrología y alquimia.

La alquimia en Occidente y otros lugares donde fue ampliamente practicada estaba (y en muchos casos aún está) íntimamente relacionada y entrelazada con la astrología tradicional al estilo griego-babilónico. En muchos sentidos fueron desarrolladas para complementarse una a la otra en la búsqueda del conocimiento oculto. Tradicionalmente, cada uno de los siete cuerpos celestes del sistema solar que conocían los antiguos estaba asociado, ejercía el dominio sobre, y gobernaba un determinado metal. En el hermetismo está relacionada tanto con la astrología como con la teúrgia.

La alquimia en la época científica

De la alquimia occidental surge la ciencia moderna. Los alquimistas utilizaron muchas de las herramientas que se usan hoy. Estas herramientas eran a menudo fabricadas por ellos mismos y podían estar en buen estado, especialmente durante la Alta Edad Media. Muchos intentos de transmutación fallaban cuando los aprendices de alquimia elaboraban sin conocer compuestos inestables, lo que se veía empeorado por las precarias condiciones de seguridad.

Hasta el siglo XVII, la alquimia fue en realidad considerada una ciencia seria en Europa: por ejemplo, Isaac Newton dedicó mucho más tiempo y escritos al estudio de la alquimia que a la óptica o la física, por lo que es célebre. Otros eminentes alquimistas

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del mundo occidental son Roger Bacon, Santo Tomás de Aquino, Tycho Brahe, Thomas Browne, Ramon Llull y Parmigianino. El nacimiento de la química moderna surgió con los aprendices de alquimia desencantados de su nulo progreso alquímico y con los críticos resentidos de la alquimia; tanto unos como otros lograron progresos en varios campos de la naturaleza en el siglo XVIII, con el que proporcionaron un marco más preciso y fiable para las elaboraciones industriales y la medicina, libres del hermetismo propio de la alquimia (pues la alquimia nunca se prodigó como ciencia de multitudes), y entrando en un nuevo diseño general de conocimiento basado en el racionalismo. A partir de entonces, todo personaje que entroncaba con la alquimia o que «oscurecía» sus textos fue despreciado por la naciente corriente científica moderna.

Tal es el caso, por ejemplo, del barón Carl Reichenbach, un conocido químico de la primera mitad del siglo XIX, que trabajó sobre conceptos parecidos a la antigua alquimia, tales como la fuerza ódica, pero su trabajo no entró en la corriente dominante de la discusión científica.

La transmutación de la materia, disfrutó de un momento dulce en el siglo XX, cuando los físicos lograron transformar átomos de plomo en átomos de oro mediante reacciones nucleares. Sin embargo, los nuevos átomos de oro, al ser isótopos muy inestables, resistían menos de cinco segundos antes de desintegrarse. Más recientemente, informes de transmutación de elementos pesados —mediante electrólisis o cavitación sónica— fueron el origen de la controversia sobre fusión fría en 1989. Ninguno de estos hallazgos ha podido ser aún reproducido con fiabilidad.

El simbolismo alquímico ha sido usado ocasionalmente en el siglo XX por psicólogos y filósofos. Carl Jung revisó el simbolismo y teoría alquímicos y empezó a concebir el significado profundo del trabajo alquimista como una senda espiritual. La filosofía, los símbolos y los métodos alquímicos han gozado de un cierto renacimiento en contextos postmodernos tales como el movimiento Nueva Era.

La alquimia como objeto de investigación histórica

La historia de la alquimia se ha convertido en un vigoroso campo académico. A medida que el oscuro lenguaje hermético de los alquimistas va siendo gradualmente «descifrado», los historiadores van haciéndose más conscientes de las conexiones intelectuales entre esa disciplina y otras facetas de la historia cultural occidental, tales como la sociología y la psicología de comunidades intelectuales, el cabalismo, el espiritualismo, el rosacrucismo y otros movimientos místicos, la criptografía, la brujería, y la evolución de la ciencia y la filosofía.

Etimología

La palabra alquimia procede del árabe al-kīmiyaˀ (الكيمياء) o al-khīmiyaˀ (الخيمياء), que podría estar formada por el artículo al- y la palabra griega khumeia (χυμεία), que significa ‘echar juntos’, ‘verter juntos’, ‘soldar’, ‘alear’, etcétera (de khumatos, ‘lo que se vierte’, ‘lingote’, o del persa kimia, ‘oro’). Un decreto de Diocleciano, escrito en griego sobre el año 300, ordenaba quemar «los antiguos escritos de los egipcios, que trataban sobre el arte de fabricar oro y plata»1 la khēmia transmutación. La palabra árabe kīmiyaˀ, sin el artículo, ha dado lugar a ‘química’ en castellano y otras lenguas, y al-kīmiyaˀ significa, en árabe moderno, ‘la química’.

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Se ha sugerido que la palabra árabe al-kīmiyaˀ significaba en realidad, originariamente, ‘la ciencia egipcia’, tomando prestada del copto la palabra kēme, ‘Egipto’, así alquimia era el 'arte de Keme' (o su equivalente en el dialecto medieval bohaírico del copto, khēme). La palabra copta deriva del demótico kmỉ, y éste a su vez del egipcio antiguo kmt. Esta última palabra designaba tanto al país como al color ‘negro’ (Egipto era la ‘tierra negra’, en contraste con la ‘tierra roja’, el desierto circundante), por lo que esta etimología podría también explicar el apodo de ‘magia negra egipcia’. Sin embargo, esta teoría puede ser sólo un ejemplo de etimología popular.

En la Edad Media se solía usar la expresión ars chimica para aludir a la alquimia.

A veces, se considera a la palabra crisopeya sinónimo de alquimia, pero ésta es mucho más que la mera búsqueda del método para fabricar oro. La palabra crisopeya viene del griego χρυσoσ, ‘oro’, y πoιεω, ‘hacer’. El prefijo criso entra en la formación de palabras en que interviene el oro, como crisoterapia (tratamiento de ciertas enfermedades por medio de sales de oro).

La alquimia en la historia

Extracto y clave de símbolos de un libro sobre alquimia del siglo XVII. Los símbolos usados tienen una correspondencia unívoca con los usados en la astrología de la época.

La alquimia comprende varias tradiciones filosóficas abarcando cerca de cuatro milenios y tres continentes. La general predilección de estas tradiciones por el lenguaje críptico y simbólico hace que resulte difícil trazar sus mutuas influencias y relaciones «genéticas».

Pueden distinguirse al menos dos tendencias principales, que parecen ser ampliamente independientes, al menos en sus primeras etapas: la alquimia china, centrada en China y su zona de influencia cultural, y la alquimia occidental, cuyo centro se desplazó a lo largo del tiempo entre Egipto, Grecia y Roma, el mundo islámico, y finalmente de nuevo Europa. La alquimia china estaba íntimamente relacionada con el taoísmo, mientras que la alquimia occidental desarrolló su propio sistema filosófico, con relaciones sólo superficiales con las principales religiones occidentales. Aún está abierta la cuestión de si estas dos ramas comparten un origen común o hasta qué extremo se influyeron una a la otra.

La alquimia en el Antiguo Egipto

El origen de la alquimia occidental puede situarse en el Antiguo Egipto. La metalurgia y el misticismo estaban inexorablemente unidas en el mundo antiguo. La alquimia, la medicina e incluso la magia eran aspectos de la religión en el Antiguo Egipto y, por tanto, del dominio de la clase sacerdotal. Según la tradición egipcia, el faraón Keops fue el más antiguo alquimista y el autor del primer tratado de alquimia.2

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La alquimia egipcia es conocida principalmente a través de los escritos de antiguos filósofos griegos (helénicos), que a su vez han perdurado a menudo sólo en traducciones islámicas. Prácticamente no se ha conservado ningún documento egipcio original sobre la alquimia. Estos escritos, si existieron, probablemente se perdieron cuando el emperador Diocleciano ordenó la quema de libros alquímicos tras sofocar una revuelta en Alejandría (292), que había sido un centro de alquimia egipcia.

No obstante, recientes expediciones arqueológicas han desenterrado evidencias de análisis químico durante los periodos Naqada. Por ejemplo, una herramienta de cobre fechada en esta época tiene rastros de haber sido usada de esta forma.3 Además, el proceso de curtir pieles animales ya se conocía en el Egipto predinástico en tiempos tan antiguos como el VI milenio   a.   C.

Otras evidencias indican claramente que los primitivos alquimistas del Antiguo Egipto habían ideado pastas de yeso ya en el 4000 a. C., morteros cimentantes hacia el 2500 a. C. y el vidrio en el 1500 a. C. La reacción química implicada en la producción del óxido de calcio es una de la más antiguas conocidas: CaCO3 + calor ⇒ CaO + CO2 En el Antiguo Egipto se produjeron cosméticos, fayenza y también pez para la construcción naval. El papiro también había sido inventado hacia el 3000 a. C.

La leyenda cuenta que el fundador de la alquimia egipcia fue el dios Tot, llamado Hermes-Tot o Hermes Trimegisto (‘Tres veces grande’) por los griegos. Según la leyenda, escribió los llamados cuarenta y dos Libros del Saber, abarcando todos los campos del conocimiento, alquimia incluida. El símbolo de Hermes era el caduceo o vara con serpientes, que llegó a ser uno de los muchos símbolos principales de la alquimia. La Tabla de Esmeralda o Hermética de Hermes Trimegisto, conocida sólo por traducciones griegas y árabes, es normalmente considerada[cita requerida] la base de la filosofía y práctica alquímicas occidentales, llamada filosofía hermética por sus primeros seguidores.

El primer punto de la Tabla de Esmeralda cuenta el propósito de la ciencia hermética: «en verdad ciertamente y sin duda, todo lo que está abajo es como lo que está arriba, y todo lo que está arriba es como lo que está abajo, para realizar los milagros de una cosa» (Burckhardt, p. 196-7). Ésta es la creencia macrocosmos-microcosmos principal para la filosofía hermética. En otras palabras, el cuerpo humano (el microcosmos) se ve afectado por el mundo exterior (el macrocosmos), que incluye los cielos a través de la astrología y la tierra a través de los elementos, aunque cuando uno logra el dominio sobre el mundo interior, comienza a ser capaz de controlar el mundo exterior de formas poco convencionales (Burckhardt, p. 34-42).

Se ha especulado[cita requerida] con que un acertijo de la Tabla de Esmeralda («fue llevado en el vientre por el viento») alude a la destilación de oxígeno a partir de salitre, un proceso que era desconocido en Europa hasta su (re) descubrimiento por Sendivogius en el siglo XVII.

En el siglo IV   a.   C. , los macedonios grecoparlantes conquistaron Egipto y fundaron la ciudad de Alejandría en 332. Esto los puso en contacto con las ideas egipcias (véase «La alquimia en el mundo griego» más adelante).

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La alquimia china

La alquimia china está relacionada con el taoísmo, consecuentemente, sus practicantes utilizan conceptos tales como: los Cinco Elementos; el Tao, la relación entre el Yin y el Yang; el Qì; el I Ching; la astrología china; los principios del Feng Shui, la Medicina Tradicional China etc. Mientras la alquimia occidental terminó centrándose en la transmutación de metales corrientes en otros nobles, la alquimia china tuvo una conexión más obvia con la medicina. La piedra filosofal de los alquimistas europeos puede ser comparada con el gran elixir de la inmortalidad perseguido por los alquimistas chinos. Sin embargo, en la visión hermética, estas dos metas no estaban desconectadas y la piedra filosofal era con frecuencia equiparada a la panacea universal. Por tanto, las dos tradiciones pueden haber tenido más en común de lo que inicialmente parece.

La pólvora puede haber sido una importante invención de los alquimistas chinos. Descrita en textos del siglo IX y usada en fuegos artificiales en el siglo X, fue empleada en cañones sobre 1290. Desde China, el uso de la pólvora se extendió a Japón, los mongoles, el mundo árabe y Europa. La pólvora fue usada por los mongoles contra los húngaros en 1241 y en Europa a partir del siglo XIV.

La alquimia china estaba estrechamente relacionada con las formas taoístas de la medicina tradicional china, tales como la acupuntura y la moxibustión, y con artes marciales como el Tai Chi Chuan y el Kung Fu (aunque algunas escuelas de Tai Chi creen que su arte deriva de las ramas filosófica o higiénica del taoísmo, no de la alquímica). De hecho, al principio de la dinastía Song, los seguidores de esta idea taoísta (principalmente la élite y la clase alta) ingerían cinabrio, que, aunque tolerable en bajas dosis, llevó a muchos a la muerte. Creyendo que estas muertes llevaría a la libertad y el acceso a los cielos taoístas, las consiguientes muertes animaron a la gente a evitar esta forma de alquimia en favor de fuentes externas (el antes mencionado Tai Chi Chuan, el dominio del Qi, etcétera).

La alquimia india

Poco se conoce en Occidente sobre el carácter y la historia de la alquimia india. Un alquimista persa del siglo XI llamado al-Biruni informó que «tienen una ciencia parecida a la alquimia que es bastante característica de ellos, a la que llaman Rasayāna, en persa Rasavātam. Significa el arte de obtener y manipular Rasa, néctar, mercurio, zumo. Este arte está restringido a ciertas operaciones, metales, drogas, compuestos y medicinas, la mayoría de los cuales tienen mercurio como ingrediente principal. Sus principios devuelven la salud a aquellos enfermos que estaban desahuciados y la juventud a los marchitos ancianos.» Sin embargo, sí es seguro que la alquimia india, como toda su ciencia, se centra en lograr el mok ṣ a : la perfección, la inmortalidad, la liberación. Así, concentra sus esfuerzos en hacer inmortal el cuerpo humano. Son muchas las historias tradicionales de alquimistas aún vivos desde tiempo inmemorial gracias a los efectos de sus experimentos.

Los textos de medicina y ciencia ayurvédica tienen aspectos relacionados con la alquimia, como tener curas para todas las enfermedades conocidas y métodos para tratar a los enfermos mediante la unción de aceites. El mejor ejemplo de texto basado en esta

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ciencia es el Vaishashik Darshana de Kanada (sobre 600   a.   C. ), quien describía una teoría atómica cerca de un siglo antes que Demócrito.

Dado que la alquimia terminaría integrada en el vasto campo de la erudición india, las influencias de otras doctrinas metafísicas y filosóficas como el Samkhya, el Yoga, el Vaisheshika y el Ayurveda fueron inevitables. Sin embargo, la mayoría de los textos Rasayāna tienen sus raíces en las escuelas tántricas Kaula relacionadas con las enseñanzas de la personalidad de Matsyendranath.

El Rasayāna era entendido por muy poca gente en aquella época. Dos famosos ejemplos eran Nagarjunacharya y Nityanadhiya. El primero era un monje budista que, en tiempos antiguos, dirigía la gran universidad de Nagarjuna Sagar. Su conocido libro, Rasaratanakaram, es un famoso ejemplo de la antigua medicina india.

En la terminología médica tradicional india rasa se traduce como ‘mercurio’, y se decía que Nagarjunacharya había desarrollado un método para convertirlo en oro. La mayoría de sus obras originales se han perdido, pero sus enseñanzas tienen aún una fuerte influencia en la medicina tradicional india (Āyurveda).

La alquimia en el mundo griego

La ciudad griega de Alejandría en Egipto era un centro de saber alquímico que retuvo su preeminencia durante la mayor parte de las eras griega y romana. Los griegos se apropiaron de las creencias herméticas egipcias y las unieron con las filosofías pitagórica, jonista y gnóstica. La filosofía pitagórica es, esencialmente, la creencia en que los números gobiernan el universo, surgida de las observaciones del sonido, las estrellas y formas geométricas como los triángulos o cualquiera de la que pueda derivarse una razón. El pensamiento jonista se basaba en la creencia en que el universo podía ser explicado mediante la concentración en los fenómenos naturales; se cree que esta filosofía fue iniciada por Tales de Mileto y su pupilo Anaximandro y posteriormente desarrollada por Platón y Aristóteles, cuyas obras llegaron a ser una parte integral de la alquimia. Según esta creencia, el universo puede ser descrito por unas pocas leyes unificadas que pueden determinarse sólo mediante cuidadosas, minuciosas y arduas exploraciones filosóficas. El tercer componente introducido a la filosofía hermética por los griegos fue el gnosticismo, una creencia, extendida en el Imperio romano cristiano, en que el mundo es imperfecto porque fue creado de manera imperfecta y que el aprendizaje sobre la naturaleza de la sustancia espiritual llevaría a la salvación. Incluso creían que Dios no «creó» el universo en el sentido clásico, sino que el universo fue creado «de» él pero se corrompió en el proceso (en lugar de corromperse por las transgresiones de Adán y Eva, es decir, por el pecado original). Según las creencias gnósticas, al adorar el cosmos, la naturaleza o las criaturas del mundo, uno adora al Dios Verdadero. Muchas sectas gnósticas sostenían incluso que la deidad bíblica sería mala y debía ser vista como una emanación caída del Elevado Dios a quien buscaban adorar y unirse. Sin embargo, el aspecto del dios abrahámico como ser malvado no jugó en realidad papel alguno en la alquimia, pero el aspecto del ascenso al Elevado Dios probablemente tuvo mucha influencia. Las teorías platónicas y neoplatónicas sobre los universales y la omnipotencia de Dios también fueron absorbidas (sus principales creencias ven el aspecto físico del mundo como imperfecto y creen en Dios como una mente cósmica trascendente).

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Un concepto muy importante introducido en esta época, concebido por Empédocles y desarrollado por Aristóteles, fue que todas las cosas del universo estaban formadas por sólo cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. Según Aristóteles, cada elemento tenía una esfera a la que pertenecía y a la que regresaría si se le dejaba intacto (Lindsay, p. 16).

Los cuatro elementos de los griegos eran aspectos mayoritariamente cualitativos de la materia y no cuantitativos como lo son nuestros elementos modernos. «... La auténtica alquimia nunca trató la tierra, el aire, el agua y el fuego como sustancias corpóreas o químicas en el sentido actual de la palabra. Los cuatro elementos era simplemente las cualidades primarias y más generales por medio de las cuales la sustancia amorfa y puramente cuantitativa de todos los cuerpos se presentaba primero en una forma diferenciada.» (Hitchcock, p. 66) Alquimistas posteriores desarrollaron extensivamente los aspectos místicos de este concepto.

La alquimia en el Imperio romano

Los romanos adoptaron la alquimia y la metafísica griegas, al igual que adoptaron gran parte de su conocimiento y filosofía. Al final del Imperio romano la filosofía alquímica se había unido a las filosofías de los egipcios creando el culto del hermetismo (Lindsay).

Sin embargo, del desarrollo del cristianismo en el Imperio trajo una línea opuesta de pensamiento, proveniente de Agustín de Hipona (354-430), un filósofo cristiano temprano que escribió sobre sus creencias poco antes de la caída del Imperio romano. En esencia, Agustín sentía que la razón y la fe podían ser usadas para entender a Dios, pero que la filosofía experimental era nociva: «Hay también presente en el alma, por los medios de estos mismos sentidos corporales, una especie de vacío anhelo y curiosidad que pretende no conseguir el placer de la carne sino adquirir experiencia a través de ésta, y esta vacía curiosidad se dignifica con los nombres de conocimiento y ciencia.» (Agustín, p. 245)

Las ideas agustinianas eran decididamente antiexperimentales, si bien las técnicas experimentales aristotélicas no fueron rechazadas cuando estuvieron disponibles en Occidente. Aun así, el pensamiento agustiniano tuvo fuerte arraigo en la sociedad medieval y se usó para mostrar la alquimia como contraria a Dios.

Buena parte del saber alquímico romano, como el de los griegos y los egipcios, se ha perdido. En Alejandría, el centro de los estudios alquímicos en el Imperio romano, el arte era principalmente oral y en interés del secreto poco se confiaba al papel. (De ahí el uso de «hermético» para indicar ‘reservado’.) (Lindsay, p. 155) Es posible que alguna obra fuese escrita en Alejandría y que subsecuentemente se perdiese o quemase en los turbulentos periodos siguientes.

La alquimia en el mundo islámicoArtículo principal: Alquimia islámica.

Tras la caída del Imperio romano, el foco de desarrollo alquímico se trasladó al mundo islámico. Se sabe mucho más sobre la alquimia islámica porque fue documentada

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mejor: de hecho, la mayoría de los primeros escritos que han sobrevivido el paso de los años lo han hecho como traducciones islámicas (Burckhardt p. 46).

Destilación en alambique.

El mundo islámico fue un crisol para la alquimia. El pensamiento platónico y aristotélico, que ya había sido en cierta medida incluido en la ciencia hermética, continuó siendo asimilado. Alquimistas islámicos como al-Razi (en latín Rasis) y Jabir ibn Hayyan (en latín Geber) aportaron descubrimientos químicos clave propios, tales como la técnica de la destilación (las palabras alambique y alcohol son de origen árabe), los ácidos muriático (clorhídrico), sulfúrico y nítrico, la sosa, la potasa y más. (De los nombres árabes para estas dos últimas sustancias, al-natrun y al-qalīy, latinizados como Natrium y Kalium, proceden los símbolos modernos del sodio y el potasio.) El descubrimiento de que el agua regia, una mezcla de ácido nítrico y clorhídrico, podía disolver el metal más noble —el oro— habría de avivar la imaginación de alquimistas durante el siguiente milenio.

Los filósofos islámicos también hicieron grandes contribuciones al hermetismo alquímico. El autor más influyente en este aspecto posiblemente fuera Abu Musa Jabir ibn Hayyan (en árabe حيان إبن en latín Geberus, normalmente escrito en ,جابرcastellano como Geber). El objetivo primordial de Jabir era la takwin, la creación artificial de vida en el laboratorio alquímico, hasta e incluyendo la vida humana. Jabir analizó cada elemento aristotélico en términos de las cuatro cualidades básicas de calor, frío, sequedad y humedad (Burkhardt, p. 29). De acuerdo con él, en cada metal dos de estas cualidades eran interiores y dos exteriores. Por ejemplo, el plomo era externamente frío y seco, mientras que el oro era caliente y húmedo. De esta forma, teorizaba Jabir, reordenando las cualidades de un metal, podía obtenerse uno diferente (Burckhardt, p. 29). Con este razonamiento, la búsqueda de la piedra filosofal fue introducida en la alquimia occidental. Jabir desarrolló una elaborada numerología mediante la que las iniciales del nombre de una sustancia en árabe, cuando se les aplicaban varias transformaciones, mantenían correspondencias con las propiedades físicas del elemento.

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La alquimia en la Europa medieval

El alquimista de William Fettes Douglas.

Debido a sus fuertes conexiones con las culturas griega y romana, la alquimia fue bastante fácilmente aceptada por la filosofía cristiana y los alquimistas medievales europeos absorbieron extensivamente el conocimiento alquímico islámico. Gerberto de Aurillac (fallecido en 1003), quien más tarde se convertiría en el Papa Silvestre II, fue uno de los primeros en llevar la ciencia islámica a Europa desde España. Más tarde, hombres como Abelardo de Bath, quien vivió en el siglo XII, trajeron enseñanzas adicionales. Pero hasta el siglo XIII los movimientos fueron principalmente asimilativos (Hollister p. 124, 294).

En este periodo aparecieron algunas desviaciones de los principios agustinianos de los primeros pensadores cristianos. San Anselmo (1033–1109) fue un benedictino que creía que la fe debe preceder a la razón, como Agustín y la mayoría de los teólogos anteriores a él había creído, aunque él añadió la opinión de que la fe y la razón eran compatibles y fomentó este último en un contexto cristiano. Sus puntos de vista sentaron las bases para la explosión filosófica que habría de ocurrir. Pedro Abelardo continuó el trabajo de Anselmo, preparando los cimientos para la aceptación del pensamiento aristotélico antes de que las primeras obras de Aristóteles alcanzasen Occidente. Su principal influencia en la alquimia fue su creencia en que los universales platónicos no tenían una existencia separada fuera de la consciencia del hombre. Abelardo también sistematizó el análisis de las contradicciones filosóficas (Hollister, p. 287-8).

Robert Grosseteste (1170–1253) fue un pionero de la teoría científica que posteriormente sería usada y refinada por los alquimistas. Grosseteste tomó los métodos de análisis de Abelardo y añadió el uso de observaciones, experimentación y conclusiones al realizar evaluaciones científicas. También trabajó mucho para tender en puente entre el pensamiento platónico y el aristotélico (Hollister, p. 294-5).

Alberto Magno (1193–1280) y Tomás de Aquino (1225–1274) fueron dos dominicos que estudiaron a Aristóteles y trabajaron en la reconciliación de las diferencias entre la filosofía y el cristianismo. Tomás de Aquino también trabajó intensamente en

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desarrollar el método científico. Incluso fue tan lejos como para afirmar que los universales podrían ser descubiertos sólo mediante el razonamiento lógico y, como la razón no puede oponerse a Dios, debe por tanto ser compatible con la teología (Hollister p. 290-4, 255). Esto contradecía la comúnmente aceptada creencia platónica en que los universales se encontraban sólo mediante iluminación divina. Ambos estuvieron entre los primeros en emprender el examen de la teoría alquímica y ellos mismos podrían ser considerados alquimistas, excepto por el hecho de que hicieron poco en cuanto a la experimentación.

El primer alquimista auténtico en la Europa medieval fue Roger Bacon. Su obra supuso tanto para la alquimia como la de Robert Boyle para la química y la de Galileo Galilei para la astronomía y la física. Bacon (1214–1294) era un franciscano de Oxford que estudió la óptica y los lenguajes además de la alquimia. Los ideales franciscanos de conquistar el mundo en lugar de rechazarlo le llevaron a su convicción de que la experimentación era más importante que el razonamiento: «De las tres formas en las que los hombres piensan que adquieren conocimiento de las cosas: autoridad, razonamiento y experiencia, sólo la última es efectiva y capaz de llevar de paz al intelecto.» (Bacon p. 367) «La ciencia experimental controla las conclusiones de todas las otras ciencias. Revela verdades que el razonamiento de los principios generales nunca habrían descubierto.» (Hollister p. 294-5) A Roger Bacon también se le ha atribuido el inicio de la búsqueda de la piedra filosofal y del elixir de la vida: «Esa medicina que eliminará todas las impurezas y corrupciones de los metales menores también, en opinión de los sabios, quitará tanto de la corruptibilidad del cuerpo que la vida humana podrá ser prolongada durante muchos siglos.» La idea de la inmortalidad fue reemplazada por la noción de la longevidad: después de todo, el tiempo que el hombre pasa en la Tierra era simplemente para esperar y prepararse para la inmortalidad en el mundo de Dios. La inmortalidad en la Tierra no encajaba con la teología cristiana (Edwards p. 37-8).

Bacon no fue el único alquimista de esta época pero sí el más importante. Sus obras fueron usadas por incontables alquimistas entre los siglos XV y XIX. Otros alquimistas de su misma época compartieron diversos rasgos. Primero, y más obviamente, casi todos fueron miembros del clero. Esto se debía simplemente a que poca gente fuera de las escuelas parroquiales tenía la educación necesaria para examinar las obras derivadas del árabe. Además, la alquimia en esta época era autorizada por la iglesia como un buen método de explorar y desarrollar la teología. La alquimia era interesante para la amplia variedad de clérigos porque ofrecía una visión racionalista del universo donde los hombres apenas estaban empezando a aprender sobre el racionalismo (Edwards p. 24-7).

Así que hacia finales del siglo XIII, la alquimia se había desarrollado hasta un sistema de creencias bastante estructurado. Los adeptos creían en la teorías de Hermes sobre el macrocosmos-microcosmos, es decir, creían que los procesos que afectan a los minerales y otras sustancias podían tener un efecto en el cuerpo humano (por ejemplo, si uno aprendiese el secreto de purificar oro, podría usar la misma técnica para purificar el alma humana). Creían en los cuatro elementos y las cuatro cualidades anteriormente descritas y tenían una fuerte tradición de esconder sus ideas escritas en un laberinto de jerga codificada lleno de trampas para despistar a los no iniciados. Por último, los alquimistas practicaban su arte: experimentaban activamente con sustancias químicas y hacían observaciones y teorías sobre cómo funcionaba el universo. Toda su filosofía

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giraba en torno a su creencia en que el alma del hombre estaba dividida dentro de él tras la caída de Adán. Purificando las dos parte del alma del hombre, éste podría reunirse con Dios (Burckhardt p. 149).

En el siglo XIV, estos puntos de vista sufrieron un cambio importante. Guillermo de Ockham, un franciscano de Oxford que murió en 1349, atacó la visión tomista de la compatibilidad entre la fe y la razón. Su opinión, hoy ampliamente aceptada, era que Dios debe ser aceptado sólo con la fe, pues Él no podía ser limitado por la razón humana. Por supuesto este punto de vista no era incorrecto si uno aceptaba el postulado de un Dios ilimitado frente a la limitada capacidad humana para razonar, pero eliminó virtualmente a la alquimia como práctica aceptada en los siglos XIV y XV (Hollister p. 335). El papa Juan XXII publicó en el año 1317 un edicto contra la alquimia (Spondet quas non exhibent), que efectivamente retiró a todos los miembros de la iglesia de la práctica del arte (Edwards, p.49). No obstante, se cree que este mismo papa estuvo interesado en el estudio alquímico y que también escribió un tratado titulado Ars transmutatoria4 en el que narraba cómo fabricó 200 barras de oro de un quintal. Los cambios climáticos, la peste negra y el incremento de guerras y hambrunas que caracterizaron a este siglo sirvieron también sin duda de obstáculo al ejercicio filosófico en general.

Nicolas Flamel tenía estos misteriosos símbolos alquímicos grabados en su tumba en la iglesia de los Santos Inocentes de París.

La alquimia se mantuvo viva gracias a hombres como Nicolas Flamel, digno de mención sólo porque fue uno de los pocos alquimistas que escribieron en estos tiempos difíciles. Flamel vivió entre 1330 y 1417 y serviría como arquetipo a la siguiente fase de la alquimia. No fue un investigador religioso como muchos de sus predecesores y todo su interés por el arte giraba en torno a la búsqueda de la piedra filosofal, que se dice que halló. Sus obras dedican gran cantidad de espacio a describir procesos y reacciones, pero nunca llegan realmente a dar la fórmula para conseguir las transmutaciones. La mayoría de su obra estaba dedicada a recoger el saber alquímico anterior a él, especialmente en lo relacionado a la piedra filosofal (Burckhardt p. 170-181).

Durante la baja Edad Media (1300–1500) los alquimistas fueron muy parecidos a Flamel: se concentraron en la búsqueda de la piedra filosofal y el elixir de la juventud, que ahora se creía que eran cosas separadas. Sus alusiones crípticas y su simbolismo llevaron a grandes variaciones en la interpretación del arte. Por ejemplo, muchos alquimistas durante este periodo interpretaban que la purificación del alma significaba la transmutación del plomo en oro (en la que creían que el mercurio desempeñaba un

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papel crucial). Estos hombres eran considerados magos y hechiceros por muchos y fueron con frecuencia perseguidos por sus prácticas (Edwards p. 50-75; Norton p. lxiii-lxvii).

Uno de estos hombres que surgió a principios del siglo XVI se llamaba Heinrich Cornelius Agrippa. Este alquimista creía ser un mago y poder invocar espíritus. Su influencia fue insignificante pero, como Flamel, elaboró escritos a los que se refirieron alquimistas de años posteriores. De nuevo como Flamel, hizo bastante por cambiar la alquimia de una filosofía mística a una magia ocultista. Mantuvo vivas las filosofías de alquimistas anteriores, incluyendo la ciencia experimental, la numerología, etcétera, pero añadió la teoría mágica, lo que reforzó la idea de la alquimia como creencia ocultista. A pesar de todo esto, Agrippa se consideraba a sí mismo cristiano, si bien sus opiniones entraron con frecuencia en conflicto con la Iglesia (Edwards p. 56-9; Wilson p. 23-9).

La alquimia en la era moderna y el Renacimiento

La alquimia europea continuó por esta misma senda hasta los albores del Renacimiento. Esta época vio también un florecimiento de los estafadores que usaban trucos químicos y juegos de manos para «demostrar» la transmutación de metales comunes en oro o que afirmaban poseer el conocimiento del secreto que (con una «pequeña» inversión inicial) llevaría con toda seguridad a ello.

El nombre más importante de este periodo es Paracelso (1493–1541), quien dio a la alquimia una nueva forma, rechazando parte del ocultismo que había acumulado a lo largo de los años y promoviendo el uso de observaciones y experimentos para aprender sobre el cuerpo humano. Paracelso rechazó las tradiciones gnósticas pero mantuvo mucho de las filosofías hermética, neoplatónica y pitagórica; sin embargo, la ciencia hermética tenía tanta teoría aristotélica que su rechazo del gnosticismo era prácticamente insignificante. En particular, rechazó las teorías mágicas de Flamel y Agrippa. Paracelso no se veía a sí mismo como un mago y desdeñaba a quienes lo hacían (Williams p.239-45).

Paracelso fue pionero en el uso de compuestos químicos y minerales en medicina. Escribió que «Muchos han dicho que la alquimia es para fabricar oro y plata. Para mí no es tal el propósito, sino considerar sólo la virtud y el poder que puede haber en las medicinas.» (Edwards, p.47) Sus puntos de vista herméticos eran que la enfermedad y la salud del cuerpo dependían de la armonía del hombre (el microcosmos) y la naturaleza (el macrocosmo). Paracelso dio un enfoque diferente al de sus predecesores, usando esta analogía no como referencia a la purificación del alma sino a que los humanos deben mantener ciertos equilibrios de minerales en sus cuerpos y que para ciertas enfermedades de éstos había remedios químicos que podían curarlas (Debus y Multhauf, p. 6-12). Mientras sus intentos de tratar enfermedades con remedios tales como el mercurio podrían parecer contraproducentes desde un punto de vista moderno, su idea básica de medicinas producidas químicamente ha permanecido vigente sorprendentemente bien.

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Alchemik Michał Sędziwój, óleo sobre tabla de Jan Matejko, 73×130 cm, Museo de Artes de Łódź.

En Inglaterra la alquimia en esta época se asocia frecuentemente con John Dee (1527–1608), más conocido por sus facetas de astrólogo, criptógrafo y «consultor científico» general de la reina Isabel I. Dee era considerado una autoridad en la obra de Roger Bacon y estuvo lo suficientemente interesado en la alquimia como para escribir un libro sobre ella (Monas Hieroglyphica, 1564), influenciado por la cábala. El socio de Dee, Edward Kelley —quien afirmaba conversar con ángeles a través de una bola de cristal y poseer un polvo que transformaría el mercurio en oro—, puede haber sido la fuente de la imagen popular del alquimista-charlatán.

Un alquimista menos conocido de esta época es Miguel Sendivogius (1566–1636), filósofo, médico y pionero de la química polaco. Según algunas fuentes, destiló oxígeno en el laboratorio sobre 1600, 170 años antes que Scheele y Priestley, calentando salitre. Pensaba que el gas resultante era «el elixir de la vida». Poco después de descubrir este método, se cree que Sendivogius enseñó su técnica a Cornelius Drebbel, quien en 1621 le daría aplicación práctica en un submarino.

Tycho Brahe (1546–1601), más conocido por sus investigaciones astronómicas y astrológicas, era también un alquimista. Tuvo un laboratorio expresamente construido para este fin en Uraniborg, su observatorio e instituto de investigación.

El declive de la alquimia occidental

La desaparición de la alquimia occidental se debió al auge de la ciencia moderna con su énfasis en la rigurosa experimentación cuantitativa y su desdén hacia la «sabiduría antigua». Aunque las semillas de estos sucesos fueron plantadas ya en el siglo XVII, la alquimia aún prosperó durante unos doscientos años, y de hecho puede que alcanzase su apogeo en el siglo XVIII. Tan tarde como en 1781 James Price afirmó haber producido un polvo que podía transmutar el mercurio en plata u oro. Igualmente otro alquimista conocido era el arzobispo húngaro Jorge Lippay (1600 – 1666), quien realizó varias investigaciones para el emperador germánico Leopoldo I de Habsburgo, entusiasta creyente de la teoría de la creación del oro.

Robert Boyle (1627–1691), más conocido por sus estudios sobre los gases (véase la ley de Boyle), fue uno de los pioneros del método científico en las investigaciones químicas. Boyle no asumía nada en sus experimentos y recopilaba todos los datos relevantes: en un experimento típico anotaba el lugar en el que se efectuaba, las características del viento, las posiciones del sol y la luna y la lectura barométrica, por si

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luego resultasen ser relevantes (Pilkington p. 11). Este enfoque terminó llevando a la fundación de la química moderna en los siglos XVIII y XIX, basada en los revolucionarios descubrimientos de Lavoisier y John Dalton, que finalmente proporcionaron un marco de trabajo lógico, cuantitativo y fiable para entender las transmutaciones de la materia, revelando la futilidad de las tradicionales metas alquímicas tales como la piedra filosofal.

Mientras tanto, la alquimia paracélsica llevó al desarrollo de la medicina moderna. Los experimentalistas descubrieron gradualmente los mecanismos del cuerpo humano, tales como la circulación de la sangre (Harvey, 1616), y finalmente localizaron el origen de muchas enfermedades en las infecciones con gérmenes (Koch y Pasteur, siglo XIX) o la falta de nutrientes y vitaminas naturales (Lind, Eijkman, Funk et al.). Apoyada en el desarrollo paralelo de la química orgánica, la nueva ciencia desplazó fácilmente a la alquimia en sus aplicaciones médicas, interpretativas y prescriptivas, mientras apagaba sus esperanzas en elixires milagrosos y mostraba la inefectividad e incluso toxicidad de sus remedios.

De esta forma, a medida que la ciencia siguió descubriendo y racionalizando continuamente los mecanismos del universo, fundada en su propia metafísica materialista, la alquimia fue quedando despojada de sus conexiones química y médica, pero incurablemente sujeta a ellas. Reducida a un sistema filosófico arcano, pobremente relacionada con el mundo material, la alquimia sufrió el destino común a otras disciplinas esotéricas tales como la astrología y la cábala: excluida de los estudios universitarios, rechazada por sus antiguos mecenas, relegada al ostracismo por los científicos y considerada habitualmente como el epítome de la charlatanería y la superstición. Sin embargo, los rosacruces y francmasones siempre han estado interesados en la alquimia y su simbolismo. Una gran colección de libros sobre alquimia se guarda en la Bibliotheca Philosophica Hermetica de Ámsterdam.

Estos avances podrían ser interpretados como parte de una reacción más amplia del intelectualismo europeo contra el movimiento romántico del siglo anterior.

Alquimia moderna

En la época actual se han realizado progresos para alcanzar las metas de la alquimia usando métodos diferentes a los de la alquimia tradicional. Estos avances pueden en ocasiones ser llamados «alquimia» por razones retóricas.

Podría decirse que el objetivo de la investigación en inteligencia artificial es precisamente crear una vida desde cero, y los filosóficamente opuestos a la posibilidad de la IA la han comparado con la alquimia, como Herbert y Stuart Dreyfus en su ensayo de 1960 Alquimia e IA (Alchemy and AI). Sin embargo, debido a que el objetivo específico de la alquimia es la transmutación humana más que la creación de vida desde cero, la investigación genética, especialmente el ayuste, estaría más cerca de la misma.

Transmutación nuclear

En 1919 Ernest Rutherford usó la desintegración artificial para convertir nitrógeno en oxígeno. Este proceso o transmutación ha sido posteriormente realizado a escala

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comercial mediante el bombardeo de núcleos atómicos con partículas de alta energía en aceleradores de partículas y reactores nucleares.

La idea de convertir plomo en oro no es del todo incorrecta ya que, teóricamente, bastaría extraer 3 protones de un átomo de plomo (82 protones) para obtener otro pero de oro (79 protones).5 De hecho, en 1980 Glenn T. Seaborg transmutó plomo en oro, solo que el oro resultante apenas dura unos segundos por su inestabilidad atómica y la cantidad obtenida es tan microscópica que hace impensable su rentabilidad.

Afirmaciones de transmutación no verificadas

En 1964 George Ohsawa y Michio Kushi, basándose en una de las primeras afirmaciones de Corentin Louis Kervran, informaron haber logrado transmutar sodio en potasio usando un arco eléctrico, y más tarde carbono y oxígeno en hierro[cita requerida]. En 1994, R. Sundaresan y J. Bockris informaron haber observado reacciones de fusión en descargas eléctricas entre barras de carbono sumergidas en agua. Sin embargo, ninguna de estas afirmaciones ha sido reproducida por otros científicos y la idea está en la actualidad ampliamente desacreditada.

Psicología analítica

El psiquiatra suizo Carl Gustav Jung inició su contacto con la alquimia desde un claro desinterés: «La alquimia me parecía una cosa afectada y ridícula». Su opinión cambiaría radicalmente en 1928 a raíz del comentario solicitado por parte del sinólogo Richard Wilhelm sobre la traducción de las ocho primeras secciones de un tratado de alquimia fisiológica china del siglo XIII: El secreto de la Flor de Oro, libro budista con base taoísta. El inicio de su contacto con la alquimia se vio por lo tanto determinado al contemplar en la obra las bases del proceso de individuación, así como un centro procesual al que denominó posteriormente sí-mismo. Necesitó diez años para elaborar un diccionario de referencias cruzadas con el fin de poder entender los significados incluidos en los textos alquímicos, así como quince años para disponer de una biblioteca semejante a las de sus sueños.6

Jung vio la alquimia como una proto-psicología occidental dedicada al logro de la individuación. En su interpretación, la alquimia era el recipiente en el que el gnosticismo sobrevivió sus diversas purgas en el Renacimiento. En este sentido, Jung veía la alquimia como comparable al yoga en occidente. También interpretaba los textos alquímicos chinos en términos de su psicología analítica como medios para la individuación. Jung sostiene en su obra Psicología y alquimia (1944) que los fenómenos observables de lo inconsciente, tales como los sueños, contienen elementos simbólicos que también se pueden hallar en la simbología alquímica. Además, dedica un análisis al paralelismo entre los conceptos de la llamada piedra filosofal, por un lado, y la figura de Cristo, por otro. Ilustró a través de las figuras del Rosarium philosophorum aquellos fenómenos transferenciales acaecidos en el proceso de individuación en su trabajo La psicología de la transferencia (1946). Finalmente, en su obra Mysterium coniunctionis (1955-1956), configura la culminación de la confrontación entre la alquimia y la psicología analítica. Como tercera parte de dicha obra se incluirá editado y comentado por Marie-Louise von Franz el Aurora consurgens.

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A todo ello no hay que olvidar la importancia que revistieron para el acceso de Jung a la esencia de la alquimia diversas figuras históricas relevantes, como son María la Judía, Zósimo de Panópolis o Paracelso.

La alquimia en la cultura

Novelas y teatro

Un laboratorio alquímico, de La historia de la alquimia y los comienzos de la química.

Muchos escritores satirizaron a los alquimistas y los usaron como blanco de ataques satíricos. Dos famosos ejemplos antiguos son:

Geoffrey Chaucer , The Canon's Yeoman's Prologue and Tale (c. 1380). El protagonista, un alquimista de camino a Canterbury, afirma que «lo enlosará entero de plata y oro».

Ben Jonson , El alquimista (c. 1610). En esta obra de cinco actos, los personajes montan un taller de alquimia para estafar a la gente.

En obras más recientes los alquimistas suelen ser presentados bajo una luz más romántica y mística y a menudo se hace poca distinción entre alquimia, magia y brujería:

William Shakespeare , La tempestad (1611). Es su obra más influenciada por la alquimia, plagada de imaginería alquímica y con Próspero como mago arquetípico.

Mary Shelley , Frankenstein (1818). Victor Frankenstein emplea tanto la alquimia como la ciencia moderna para crear el monstruo de Frankenstein.

Vladimir Odoevsky , Salamandra (1828). Goethe , 2ª parte de Fausto (1832). Wagner, el sirviente de Fausto, usa la

alquimia para crear un homúnculo. Antal Szerb , La leyenda de los Pendragon (1934) Gabriel García Márquez , Cien años de soledad (1967). Un alquimista llamado

Melquíades se añade a la atmósfera surrealista de la novela (véase realismo mágico).

Ian Watson , Los Jardines de las Delicias (1980). Un alquimista del futuro, ayudado por un poderoso extraterrestre, crea un planeta basado en la pintura de El Bosco El Jardín de las Delicias.

En algunas de las novelas del Mundodisco de Terry Pratchett (1983-actualidad) aparece un gremio de alquimistas. Son conocidos por volar la sede de su gremio

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regularmente. Juegan un papel particularmente importante en Hombres de Armas (1993).

John Crowley , Ægypt (1987-2007). Tetralogía de novelas de realismo mágico que tratan extensivamente del Dr. Dee, la alquimia, la astrología y la magia.

Paulo Coelho , El alquimista (1988). El protagonista conoce un alquimista y aprende los principios de la alquimia.

Umberto Eco , El péndulo de Foucault (1988). J. K. Rowling , Harry Potter y la piedra filosofal (1997). En ella aparece Nicolas

Flamel como un personaje. Neal Stephenson , Ciclo Barroco (2003–2004). Incluye alquimistas reales e

imaginarios como Isaac Newton, de Duillier y Enoch Root. Hiromu Arakawa , El alquimista de Acero, Full Metal Alchemist

(manga/anime) (2002-2010). La autora recrea un mundo paralelo gobernado por los principios de la alquimia.

Obras clásicas de alquimia

Albertus Magnus , Compositum de Compositis (El compuesto de los compuestos).

Altus, Mutus Liber (El Libro Mudo). Arnau de Villanova , Semita Semitæ (El camino del camino); Rosarium

Philosophorum. Basilius Valentinus, Carrus Triumphalis Antimonii (El Carro Triunfal del

Antimonio); Duodecim Claves. Bernardo de Treviso, El Sueño Verde. Bibliotheca Philosophica Hermetica . Conversación del rey Calid y del filósofo Morien sobre el magisterio de Hermes. Donum Dei. Elias Ashmole, Theatrum Chemicum Brittanicum. Eugenio Filaleteo, El Arte Hermético al Descubierto. Fulcanelli , El Misterio de las Catedrales; Las Moradas Filosofales; Finis

Gloriæ Mundi. Georges Aurach, El Jardín de las Riquezas. Hermes Trismegisto, Tabla de esmeralda. Instrucción de un Padre a su Hijo acerca del Árbol Solar. Jacques Le Tesson, La Obra del León Verde. La Clavícula o La Clave Universal (atribuido a Raimundus Lullus). Turba philosophorum . Le Crom, Tratado de la Sal de los Filósofos. Michael Maier , Atalanta Fugiens; Scrutinium Chymicum; Septimana

Philosophica; Arcana Arcanissima; Viatorum; Lusus Scrius; Symbola Aureæ; Themis Aurea o De Circulo Physico Cuadrato.

Michael Sendivogius , Carta Filosófica; Novum Lumen Chymicum; Dialogus Mercurii; Tractatus de Sulphure; Ænigma Philosphicum.

Nicholas Flamel , El Libro de las Figuras Jeroglíficas; El Deseo Deseado. Libro de Picatrix Roberto Valensis, La Gloria del Mundo o La Tabla del Paraíso. Roger Bacon , Speculum Alchemiæ (El espejo de la alquimia); Alchemia Major;

De Ione Viridi; Breviaram de dono Dei; Secretm secretorum; Epístolæ de secretis operibus artis et naturæ ac mullitate magiæ.

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Speculum veritatis. Splendor Solis . Stolcius von Stolcenberg, Vyridarium Chymicum. Teofrasto Paracelso , Opera Omnia; De Natura Rerum Libri Novem; Thesaurus

Thesaurorum Alchimistorum (El tesoro de los tesoros de los alquimistas). Theatrum chemicum (Teatro químico), recopilación de tratados alquímicos del

Renacimiento. Tomás de Aquino, Aurora Consurgens; Tratado de la Piedra Filosofal; Tratado

sobre el Arte de la Alquimia. Tratado del Secreto del Arte Filosófico: La Arqueta del Pequeño Campesino. Oscar Uzcategui, 33 grabados de Alquimia develados, mutus liber develado,

Arquetipos Gnosticos Eternos. Valentín Andreae, Las Bodas Químicas de Christian Rosenkreutz.

Véase también

El alquimista , una obra de teatro del renacimiento inglés escrita por Ben Jonson. El alquimista , un libro alegórico escrito por Paulo Coelho. Oscar Uzcategui, 33 grabados de Alquimia develados, Mutus Liber

develado,Arquetipos Gnosticos Eternos

Otros artículos relacionados con la alquimia Alambique Alkahest , arcanum, berith, elixir de la vida, quintaesencia Alquimia operativa Círculo con un punto en el centro Cuatro humores Dualismo Espagiria Goldwasser Hermetismo Piedra filosofal Símbolo alquímico Transmutación Vulcano de los alquimistas Transmutación biológica Corentin Louis Kervran

Filosofías relacionadas Acupuntura , moxibustión, Āyurveda, homeopatía Antroposofía Astrología Escritura asémica Esoterismo , rosacrucismo, Iluminados de Baviera Kayakujutsu Nigromancia , magia, magick Nueva Era Psicología Taoísmo y los cinco elementos

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Tay al-Ard Tradición esotérica occidental

Conexiones científicas Química • Física Método científico • Protociencia Historicismo Pseudociencia • Anticiencia Teorías científicas obsoletas

Sustancias de los alquimistas Metales: oro • plata • plomo • cobre • estaño • hierro • mercurio • zinc •

magnesio No metales: fósforo • azufre • arsénico • antimonio Ácidos: sulfúrico • muriático • nítrico • acético • fórmico • cítrico Compuestos: agua regia • amoníaco • alcohol • pólvora • vitriolo

Quema de librosSaltar a: navegación, búsqueda

En 1933, los nazis quemaron muchos libros de autores judíos y otros considerados antigermanos en la biblioteca del Institut für Sexualwissenschaft de Berlín.

La quema de libros es la práctica, generalmente promovida por autoridades políticas o religiosas, de destruir libros u otro material escrito; está vinculada al fanatismo ideológico y suele acompañar a muchos conflictos bélicos. La práctica es generalmente pública y está motivada por objeciones morales, políticas o religiosas, al material publicado. En tiempos modernos, otras formas de almacenamiento de información, como grabaciones, discos de vinilo, CD, videocasetes y páginas de internet, se han incluido dentro de esta práctica.

Contenido

1 Introducción 2 Hitos en la historia de la quema de libros 3 En la literatura

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4 Citas 5 Curiosidades 6 Véase también 7 Referencias

8 Bibliografía

Introducción

Chile. Quema de libros durante los primeros días de la dictadura de Pinochet.

Mucha gente considera la práctica de quema de libros como algo ofensivo por diferentes razones: para algunos, es una forma de censura que los líderes políticos o religiosos aplican contra aquellos que se oponen a sus ideas. El ejemplo más famoso fue el de la quema de libros durante el régimen Nazi en la Alemania de Hitler acaecido en el Bebelplatz en Berlín, el 10 de mayo de 1933. Aquellos que se oponen a la quema de libros generalmente comparan este hecho con lo ocurrido durante el gobierno de los nazis.

Para otros, la quema pública de libros significa una publicidad gratuita cuyo efecto es atraer la atención sobre libros que de otra manera quizá no habrían llegado a conocerse ampliamente. Por eso algunas autoridades prefieren la destrucción privada de los libros.

La acitual tendencia de las comunicaciones y archivos digitales ha dado como resultado catálogos de trabajos escritos sean almacenados en medios digitales. Cuando estos trabajos son borrados a propósito para purgarlos se puede pensar en una forma de quema de libros digital. En la actualidad la expresión quema de libros se asocia con la censura masiva de una publicación, ante la imposibilidad de sistemáticamente eliminar información en la era digital.

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Hitos en la historia de la quema de libros

Detalle de Santo Domingo y los albigenses, de Pedro Berruguete, en el que se muestra el milagro según el cual los escritos del santo saltan de la hoguera salvándose de las llamas de la ordalía, mientras se consumen los escritos de los albigenses.

La quema de libros y la destrucción de bibliotecas tiene una larga historia y pertenece a los lamentables capítulos de la censura, el fanatismo, la guerra y la estulticia. Estos son algunos de los sucesos documentados:

La quema de libros y asesinato de académicos en la China de Qin Shi Huang en el año 212 a. C.; muchos intelectuales que desobedecieron la orden fueron enterrados vivos.

Los libros de alquimia de la enciclopedia de Alejandría fueron quemados en 292 por el emperador Diocleciano.

En el año 367, Atanasio, el obispo rebelde de Alejandría, emitió una carta de pascua en la cual exigía que los monjes egipcios destruyeran todos aquellos escritos inaceptables, excepto aquellos que él particularmente etiquetó como aceptables y canónicos. Esa lista es lo que actualmente constituye el Nuevo Testamento. Los textos heréticos no aparecieron como palimpsestos, borrados o sobrescritos como los textos paganos; de esta manera muchos textos de principios de la era cristiana se perdieron como si estos hubieran sido públicamente quemados. El Evangelio de Judas recientemente redescubierto en Egipto, fue un libro que se perdió mediante esta práctica de destrucción privada de información.[cita requerida]

A finales del siglo XV se produjo en Florencia una importante quema de libros y obras artísticas de considerable valor, considerados todos ellos inmorales, en la llamada "Hoguera de las vanidades", promovida por Girolamo Savonarola.

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Quema de los ídolos y códices mayas por Fray Diego de Landa. Mural del pintor yucateco Fernando Castro Pacheco.

La quema de los manuscritos o códices mayas por el sacerdote Diego de Landa en la localidad de Maní (Yucatán) el 12 de julio de 1562.

"Hallámosles gran número de libros de estas sus letras, y porque no tenían cosa en que no hubiese superstición y falsedades del demonio, se los quemamos todos, (...)"

Diego de Landa A comienzos del siglo XVI, los andalusíes de la península ibérica tenían la

obligación de entregar a las autoridades castellanas los libros escritos en árabe, siéndoles devueltos los que versaran sobre medicina, filosofía o historia, y quemados los demás.1

La quema de libros de autores judíos durante la época nazi, desde 1930 hasta 1945 en Alemania.

Declaraciones hechas por John Lennon en 1966 acerca de que los Beatles "eran más populares que Jesucristo" ("We're more popular than Jesus now") fueron mal interpretadas, lo que ocasionó que muchas personas que residían en el "Cinturón Bíblico" o "Bible Belt" en Estados Unidos se dieran a la tarea de quemar sus discos en señal de protesta a la declaración antes citada.

En Chile después del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 los militares chilenos requisaron y quemaron miles de libros de política, aunque en febrero de 1987 el Ministerio del Interior chileno solo admitió haber quemado 15.000 copias de Las aventuras de Miguel Littín clandestino en Chile el 28 de noviembre de 1986 en Valparaíso bajo órdenes del dictador Augusto Pinochet.

El 29 de abril de 1976, Luciano Benjamín Menéndez, jefe del III Cuerpo de Ejército a cargo del proceso de reorganizacion Nacional (Golpe de Estado Argentino) con asiento en Córdoba, ordenó una quema colectiva de libros, entre los que se hallaban obras de Proust, García Márquez, Cortázar, Neruda, Vargas Llosa, Saint-Exupéry, Galeano... Dijo que lo hacía "a fin de que no quede ninguna parte de estos libros, folletos, revistas... para que con este material no se siga engañando a nuestros hijos". Y agregó: "De la misma manera que destruimos por el fuego la documentación perniciosa que afecta al intelecto y nuestra manera de ser cristiana, serán destruidos los enemigos del alma argentina". (Diario La Opinión, 30 de abril de 1976).[cita requerida]

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En la literatura

En el campo de la ficción, Miguel de Cervantes, en el capítulo VI de la novela El Quijote, muestra la selección de libros de caballería y su posterior quema, en el episodio conocido como donoso escrutinio.

Las quemas de libros han inspirado la novela distópica de Ray Bradbury, Fahrenheit 451, en la cual se presenta una sociedad donde los bomberos tienen la misión de localizar y quemar libros.

Citas

El escritor Heinrich Heine escribió en 1821 “Ahí donde se queman libros se acaba quemando también seres humanos”.."— Dort, wo man Bücher verbrennt, verbrennt man am Ende auch Menschen (en su tragedia Almansor).

Sigmund Freud, al enterarse que libros suyos habían sido quemados exclamó: «¡Cuanto ha avanzado el mundo: en la edad media me habrían quemado a mí!»

Curiosidades

Se repite en Chile una anécdota no comprobable acerca militares pinochetistas, que buscando libros de carácter marxista y por error encontraron en una biblioteca de Arte Pictórico libros sobre cubismo y creyéndo que estaban relacionados con la Cuba castrista los quemaron todos.2

Index librorum prohibitorum(Redirigido desde Index Librorum Prohibitorum)Saltar a: navegación, búsqueda Para el personaje ficticio, véase Index (personaje).

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Index Librorum Prohibitorum.

El Index librorum prohibitorum et expurgatorum, en español "Índice de libros prohibidos", también llamado Index expurgatorius, es una lista de aquellas publicaciones que la Iglesia Católica catalogó como libros perniciosos para la fe; además establecía, en su primera parte, las normas de la iglesia con respecto a la censura de los libros. La última edición data de 1948 y, aunque se siguieron incorporando títulos hasta 1961, una provisión de 1966 decretó que no se siguiera renovando.

Contenido

1 Historia 2 Final del Index 3 Autores u obras prohibidas 4 Véase también 5 Notas

6 Enlaces externos

Historia

Fue creado en 1559 por la Sagrada Congregación de la Inquisición[cita requerida] de la Iglesia Católica Romana (posteriormente llamada la Congregación para la Doctrina de la Fe). El Index contenía nombres de autores cuyas obras estaban prohibidas en su totalidad, obras aisladas de otros autores o anónimas y también un detallado repertorio de los capítulos, páginas o líneas que debían ser cortados o tachados. Esta labor correspondía a los bibliotecarios, que debían ocuparse de ellas antes de dejar los libros en manos de los lectores. Por ejemplo, en la edición de 1632 (página 63) se indica que en el Dioscórides de Andrés Laguna, un libro de Materia medica, debe tacharse la frase «siémbranse con maldiciones las Albahacas y, según Plinio, crecen muy viciosas con ellas» («viciosas» alude aquí a vigorosas). En la misma página se explica que frases como la anterior deben borrarse por encontrarse en lengua vulgar, accesible pues al vulgo, pero que no lo necesitarían si estuvieran en latín o griego. Los autores contemporáneos a la decisión censora podían elegir omitir ellos mismos en sucesivas ediciones los párrafos censurados. Así Cervantes tuvo que suprimir del Quijote, entre otras la frase «…las obras de caridad que se hacen tibia y flojamente no tienen mérito ni valen nada» (2.ª parte, capítulo 36). El Index fomentaba así la autocensura por los propios autores.

Para el mantenimiento del Index después de la primera edición, de Pío V, se instituyó en 1571 la Sagrada Congregación del Índice. El Índice fue actualizado regularmente hasta su suspensión, en 1966, con materiales que se fueron agregando tanto por la Congregación como por el Papa. Otras congregaciones, como el Santo Oficio, pasaban a la anterior sus propias correcciones, para que las incorporara. Al final la lista debía ser aprobada por el Papa, que podía indultar a algún autor o añadir otro, como ocurrió en el caso de Lamennais.

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La lista incluyó a autores literarios como Rabelais (obra completa) o La Fontaine (Contes et nouvelles), pensadores como Descartes o Montesquieu y científicos o protocientíficos como Conrad Gessner o Copérnico. Este último entró en la lista como consecuencia del proceso de la Inquisición contra Galileo, por un decreto de la Congregación General del Índice de 5 de marzo de 1616, que obligaba expurgar ciertos pasajes, incompatibles con la fe, que mostraban como seguro que la Tierra se mueve en torno a un Sol inmóvil (teoría heliocéntrica).1 Las enmiendas fueron publicadas en 1620, pero la obra de Copérnico (De revolutionibus orbis coelestium) no salió del Index hasta 1758. Johannes Kepler, que defendió en 1618 el heliocentrismo de Copérnico, fue a su vez incluido en el Índice.

La trigésima segunda edición, de 1948, última publicada, contenía aproximadamente 4 000 títulos censurados por varias razones: herejía, deficiencia moral, sexo explícito, inexactitudes políticas, entre otras. La lista incluía junto a una parte de la lista histórica, buena parte de los novelistas del siglo XIX, como Zola o Balzac, cuyas obras estaban prohibidas completas, o Victor Hugo, del que Los miserables no fueron retirados hasta 1959. Entre los pensadores se encuentran Michel de Montaigne (los Ensayos), Descartes (varias obras, incluidas las Meditaciones metafísicas), Pascal (Pensées), Montesquieu (Lettres persannes), Spinoza (Opera Posthuma publicada en 1677, que contenía no sólo su Tratado teológico-político, sino también su Ética y su Tratado político, entre otros), David Hume, Kant (Crítica de la razón pura), Beccaria (De los delitos y las penas), Berkeley, Condorcet (Esquisse d'un tableau historique des progrès de l'esprit humain), o Bentham. Algunos autores modernos llegaron a tiempo de ser incluidos en la lista antes de su abolición, por ejemplo, Maurice Maeterlinck, cuyas obras fueron prohibidas íntegras, lo mismo que las de los autores siguientes: Anatole France (incluido en 1922),2

André Gide (1952)2 o Jean Paul Sartre (1959).2 Otra inclusión significativa es la del sexólogo holandés Theodoor Hendrik van de Velde, autor del manual de sexo El matrimonio perfecto, en el que se animaba a los matrimonios a disfrutar del sexo.

Los autores notables por su ateísmo, como Schopenhauer, Marx o Nietzsche, o por su hostilidad a la Iglesia Católica, no suelen figurar en el Índice, puesto que tales lecturas están prohibidas ipso facto. Se incluye, más bien, a aquellos autores y obras de los que los fieles pueden no ser inmediatamente conscientes de que sus posiciones son gravemente contrarias a la doctrina de la Iglesia, como Erasmo de Rotterdam, Michel de Montaigne, La evolución creadora, de Henri Bergson o, por ejemplo, las actas del Congrès d'histoire du christianisme (Congreso de historia del cristianismo) de 1933.

Algunos de los títulos integraron este índice por tener un contenido político definido: en 1926, la revista "Acción francesa", que defendía causas de extrema derecha, fue puesta en la lista.

Los efectos de este índice se sintieron por todos lados, más allá del mundo católico. Durante muchos años, en lugares como Quebec, España, Italia y Polonia (países católicos), fue muy difícil encontrar copias de estos libros, especialmente fuera de las grandes ciudades.

Final del Index

Como lista oficial y la excomunión que implicaba su lectura, fue abandonada en el 14 de junio de 1966, bajo el papado de Pablo VI, seguidamente del final del Concilio

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Vaticano II y en gran parte debido a consideraciones prácticas. No obstante puede ser considerado un pecado venial para los católicos el hecho de leer libros que eran injuriosos contra la fe o la moral católica.

El Vaticano, sin embargo, hizo públicas nuevas regulaciones acerca de libros, escritura y medios de difusión, que incluyó en dos artículos del actual Código de Derecho Canónico:

831 1-Sin causa justa y razonable, no escriban nada los fieles en periódicos, folletos o revistas que de modo manifiesto suelen atacar a la religión católica o las buenas costumbres; los clérigos y los miembros de institutos religiosos sólo pueden hacerlo con licencia del Ordinario del lugar2-Compete a la Conferencia Episcopal dar normas acerca de los requisitos necesarios para que clérigos o miembros de institutos religiosos puedan tomar parte en emisiones de radio o de televisión en las que se trate de cuestiones referentes a la doctrina católica o a las costumbres.832 Los miembros de institutos religiosos necesitan también licencia de su Superior mayor, conforme a la norma de las constituciones, para publicar escritos que se refieran a cuestiones de religión o de costumbres.

Autores u obras prohibidas

En la primera edición (1559) aparecían tres listas que agrupaban:

Todas las obras y escritos de un autor prohibido. Libros específicos de un autor prohibido. Escritos específicos de un autor incierto.

Algunos autores notables cuya obra completa integraba la lista son los siguientes:

1. Erasmo de Rotterdam (1500)2. François Rabelais 3. Giordano Bruno 4. René Descartes (1633)5. Thomas Hobbes (1649-1703)6. David Hume (1761-1872)7. Denis Diderot 8. Honoré de Balzac 9. Émile Zola (1894-1898)10. Anatole France (1922)11. Henri Bergson (en 1914)12. Maurice Maeterlinck 13. André Gide (1952)14. Jean-Paul Sartre (1959)

Entre los libros específicos se encontraban:

1. De revolutionibus orbium coelestium de Nicolás Copérnico (1616)

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2. In Job Commentaria de Diego de Zuñiga (1616)3. Ensayos de Michel de Montaigne (1676)4. The arrangment de Francis Bacon (1668)5. Los libros filosóficos de René Descartes (en 1663)6. Pensées, avec les notes de Voltaire de Blaise Pascal (1789)7. Pamela o la virtud recompensada de Samuel Richardson (1740)8. El contrato social y Emilio, o De la educación de Jean-Jacques Rousseau9. Crítica de la razón pura de Immanuel Kant (1827)10. Historia de la decadencia y caída del Imperio romano de Edward Gibbon

(1873)11. Justine y Juliette del Marqués de Sade12. Science de l'homme de Claude Henri Saint-Simon13. De l'Allemagne de Heine (1836)14. Los Papas romanos, su Iglesia y su Estado en los siglos XVI y XVII de Leopold

von Ranke (1837)15. Rojo y negro de Stendhal (1848)16. Cours de philosophie positive de Auguste Comte (1864)17. Los miserables y Nuestra Señora de París de Victor Hugo (1834-1869)18. Algunas obras de Alexandre Dumas (padre) (1863)19. Las novelas de George Sand (1840)20. Principios de economía política de John Stuart Mill (1856)21. Gran Diccionario Universal de Pierre Athanase Larousse22. Madame Bovary de Gustave Flaubert (1864)23. Varias obras de Alexandre Dumas (hijo) (en 1963)24. Prólogo de Emilio Castelar a la Historia general de la masonería de G. Danton25. Las novelas de Gabriele D'Annunzio (en 1911)26. Lazarillo de Tormes , anonimo.

Sagrada Congregación del Índice(Redirigido desde Congregación del Índice)Saltar a: navegación, búsqueda

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Ilustración publicada por la Congregación del Índice en el Index Librorum Prohibitorum (edición de 1711), en la que se representa al Espiritu Santo quemando libros prohibidos mediante la emanación de un haz sobrenatural que se refleja en el cuerpo de dos santos católicos.

La Sagrada Congregación del Índice (en latín; Sacra Congregatio Indicis), fue la institución oficial de la Iglesia Católica dedicada a la revisión y censura de libros u otras publicaciones impresas, entre los siglos XVI y XX. Su nombre se debe a que su principal acto público era la difusión regular y actualizada del Índice de Libros Prohibidos, listado de obras escritas repudiadas por el catolicismo. Organizada eclesiastícamente como una congregación de la curia romana (instancia equivalente a un ministerio en un estado laico), en la práctica era una junta de cardenales y otros altos prelados de la jerarquía central vaticana, que evacuaba decretos autorizando o prohibiendo la publicación y/o lectura de de diferentes impresos, que normalmente eran denunciados a la congregación por jerarcas locales, como obispos y arzobispos. Las resoluciones iban de la prohibición absoluta de lectura y difusión (donec expurgetur), a la prohibición acompañada de una orden de modificación de los textos originales, denominada en lenguaje de la institución "corrección" (donec corrigatur).

Contenido 1 Historia 2 Antecedentes 3 Prefectos 4 Obras prohibidas de y sobre Latinoamérica

o 4.1 Siglo XVIII o 4.2 Siglo XIX o 4.3 Siglo XX

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5 Referencias

Historia

El papado comenzó a preocuparse recurrentemente en el tema de la censura desde que surgiera la imprenta en Alemania (1450 aprox.). Así, los papas Inocencio VIII y Alejandro VI comenzaron enviaron instrucciones a los obispos de Maguncia para que controlaran los contenidos impresos. El Concilio de Letrán V (mayo de 1512 a marzo de 1517) estableció formalmente la censura eclesiástica, entregando la potestad a las autoridades diocesanas.1 Pero las autoridades católicas sobre todo comenzaron a elaborar numerosos listados de obras prohibidas desde que surgiera el movimiento de reforma (a partir de octubre de 1517). En 1542 el papa Paulo III creó la Inquisición romana ("Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición"), que desde un principio tenía entre sus atribuciones oficiales la prohibición de libros.2

El Grand Dictionnaire universel du XIX siècle (1864-90, 15 volúmenes) de Larousse, fue una de las numerosas obras prohibidas por la Congregación del Índice.

Estos esfuerzos de censura comenzaron pronto a ser secundados por autoridades civiles católicas y la jerarquía religiosa local. Así, por ejemplo, en 1558 Felipe II de España, a imitación de un encargo similar que había hecho su padre (Carlos V) a la Universidad de Lovaina, había mandado a Inquisición Española elaborar un "memorial" o "expurgatorio"3 de obras repudiables desde el punto de vista católico, con el fin de prohibirlas en su reino.

Practicamente al mismo tiempo, el papa Paulo IV (antes el primer inquisidor general, Gian Pietro Carafa) publicó el primer índice pontificio (llamado comúnmente Index Paulino) en el último año de su reinado (1559). Su indice establecía tres categorías: obras completas de determinados autores (principalmente protestantes, pero también católicos como Erasmo de Rotterdam), obras determinadas de algunos autores, y obras anónimas. Y además condenó a 59 impresores con cualquier obra que saliera de sus instalaciones.4

Su sucesor, Pio IV, junto con publicar el llamado Index Tridentino (que revisaba el anterior), estableció una norma para la prohibición de obras escritas en la constitución Divini Gregis, del 24 de marzo de 1564,5 que originalmente debía ser aplicado por la Inquisición romana, que venía centralizando el ejercicio de la censura y persecusión de opiniones heterodoxas, en el marco de la lucha ideológica y teológica relanzada por el papado con el Concilio de Trento.

El siguiente papa, Pio V (cuya carrera eclesiástica también había consistido primordialmente en labores de inquisidor), estableció la repartición especial dedicada a la censura: la Congregación del Índice (1571), encargada de la publicación sucesiva del listado de textos "prohibidos y expurgados". Con todo, en los siglos siguientes la congregación de la Inquisición romana siguió conservando atribuciones respecto de la censura de obras escritas, anexando sus propias prohibiciones a las decretadas por la Congregación del Índice.

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Esta congregación finalmente, en tiempos de Clemente VIII (1596), publicó un índice que duplicaba el número previo de libros prohibidos, agregando 1.100 nuevos títulos a la lista. En total, solo durante el siglo XVI las autoridad pontificias condenaron 2.200 obras.6

El novelistas Honoré de Balzac, uno de los numerosos autores cuya obra completa fue prohibida por la Congregación del Índice.7

Entre fines del siglo XVI (1590) y mediados del siglo XX (1948) se publicaron 30 índices de libros prohibidos: 3 en el siglo XVI, 3 en el XVII, 7 en el XVIII, 6 en el XIX y 11 en el XX.8 De este índice romano se imprimieron alrededor de 300 ediciones, hasta su eliminación en 1966. En ellos se prohibió la lectura de las obras completas de autores como Balzac, D'Annunzio, Anatole France, David Hume, Emile Zola, Stendhal y Voltaire; además de obras capitales de Nicolás Copérnico, Galileo Galilei, Blas Pascal, Rabelais, Montaigne, Maquiavelo, Samuel Richardson (Pamela o la virtud recompensada), Jean-Jacques Rousseau (El contrato social), Immanuel Kant, John Stuart Mill (Principios de Economía Política) y Victor Hugo (Los miserables).9 También se prohibió libros anónimos como El Lazarillo de Tormes y obras colectivas de consulta como la Enciclopedia Larousse 10 11 Además, se prohibió la lectura de la Biblia traducida del latín a las lenguas maternas de los fieles ("lenguas vernáculas" en los documentos vaticanos), salvo en casos excepcionales en que hubiese una autorización especial.

En 1917, continuando el proceso iniciado por Pío X de reunir y eliminar dependencias de la compleja administración vaticana, Benedicto XV disolvió la Congregación del Índice y entregó (o devolvió) sus funciones de censura a la Inquisición romana,12 que había sido rebautizada como "Congregación del Santo Oficio" en 1908. Esta congregación vaticana cambió de nombre en 1965, ocasión en que Paulo VI le conservó su función de "prohibir libros",13 llamándose hasta la actualidad Congregación para la Doctrina de la Fe.14 Pero al año siguiente, 1966, se consideró poco práctico seguir con la elaboración de la lista y -frente al creciente caudal de publicaciones- fue eliminado el Índice de Libros Prohibidos, a contrapelo de la opinión del cardenal Ottaviani (prefecto de la Doctrina de la Fe y principal voz del bando conservador en el Concilio Vaticano II), quien en una entrevista poco antes de se adoptara la extinción del Index descartaba cualquier cambio futuro sobre el particular.15

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Antecedentes

La tradición cristiana de la "expurgación" de libros es más antigua. Como resultado del primer Concilio de Nicea, el emperador Constantino I decretó en 325 que los escritos de Arrio (por ejemplo la Thalia, hoy desaparecida) fuera quemados y quienes encubrieran el texto fueran sentenciados a muerte.16 En el año 400, Teófilo de Alejandría promulgó ya un decreto emanado como autoridad religiosa, ordenando que nadie en Egipto conservara los escritos de Orígenes "o los leyera". En el año 446 el papa León Magno ordenó quemar los escritos de los maniqueos. El primer sínodo que ordenó directamente la quema de textos, en 681, fue el Concilio de Constantinopla III.

Antes de todo eso, de acuerdo al texto Hechos de los Apóstoles en el siglo I se habría producido la primera quema de libros cristiana en Éfeso, durante una visita de Pablo de Tarso. En esa ocasión, según el relato, algunos habitantes "que practicaban la magia", impresionados por los exorcismos cristianos, habrían incendiado una pila con sus libros, equivalentes a un valor que el autor estima en "cincuenta mil monedas de plata". A diferencia de los ejemplos anteriores, en esta narración los libros habrían sido quemados voluntariamente por sus dueños.17

Prefectos

Pío VIII antes de llegar a papa fue prefecto de la Congregación del Índice. Durante su período como prefecto se prohibió la lectura de la Crítica de la Razón Pura de Immanuel Kant (decreto del 8 de julio de 1827), entre muchas otras obras.18

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L'Encyclopédie editada entre los años 1751 y 1772 bajo la dirección de Diderot y D’Alembert, otra obra prohibida por la congregación.19

La congregación era dirigida por un cardenal-prefecto, quien muchas veces coincidía (aunque no necesariamente) también en el rol de Penitenciario mayor del Vaticano.

Archangelo de' Bianchi 1572-1575?

Marco Antonio Colonna, seniore 1585-1590 Philippe de Lénoncourt 1588-1592

Bonifazio Bevilacqua Aldobrandini 1601-1602?

Agostino Valier 1579?-1607

Robert Bellarmin 1621

Girolamo Casanate 1693-1700? Tommaso Maria Ferrari 1696-

Carlo Agostino Fabroni 1716-1726 Gianantonio Davia 1726-1740 Leandro di Porzia 1740 Angelo Maria Quirini 1740-1755

o Giuseppe Spinelli , pro-prefecto durante la ausencia del cardenal Quirini Francesco Landi Pietra 1755-1757 Antonio Andrea Galli 1757-1767 Benedetto Veterani 1767-1776

Leonardo Antonelli 1795-1801 Hyacinthe-Sigismond Gerdil 1801-1802 Michelangelo Luchi 1802 Stefano Borgia 1802-1803

Page 39: Destrucción de bibliotecas. CENSURA, QUEMA DE LIBROS

Lorenzo Litta 1803-1816 Francesco Fontana 1816-1818 Michele Di Pietro 1818-1821 Francesco Saverio Castiglioni 1821-1829, más tarde papa Pío VIII Pietro Caprano 1829-1834 Giuseppe Antonio Sala 1834 Giacomo Giustiniani 1834-1843 Angelo Mai 1843-1849 Giacomo Luigi Brignole 1849-1853 Girolamo D'Andrea 1853-1861, résigne Lodovico Altieri 1861-1863 Antonio Saverio De Luca 1863-1878 Tommaso Maria Martinelli 1878-1888?

Placido Maria Schiaffino 1888-1889 Camillo Mazzella 1889-1893 Serafino Vannutelli 1893-1896 Andreas Steinhuber 1896-1907? Francesco Segna 1908-1911 Francesco Salesio Della Volpe 1911-1916

Obras prohibidas de y sobre Latinoamérica

Lettres d'une péruvienne ("Cartas de una peruana"), novela de Françoise de Graffigny, celebre en su tiempo, también prohibida por el Índice.

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sobre tratados diplomáticos entre los Estados Pontificios y las nuevas naciones latinoamericanas fue censurado por la Congregación del Índice.

En Latinoamérica, durante el período colonial, además de regir las prohibiciones de la Congregación del Índice, estuba vigente la censura adicional de la Inquisición Española y la Inquisición Portuguesa, que era las instancias a la que habitualmente elevaban sus denuncias las autoridades católicas locales en ese período.

Pero aunque Congregación del Índice, en la inmensa mayoría de los casos, centró su atención en obras europeas y de tema europeo (sobre todo escritas en italiano y francés) hubo textos relativos a Latinoamerica o escritos por autores latinoamericanos que fueron prohibidos por la institución, permaneciendo muchos de ellos en Index Librorum Prohibitorum hasta su extinción en 1966. La mayoría de estas obras, antes de la independencia de los países latinoamericanos, solo concitaron la atención de la Congregación del Índice al ser publicadas en Europa.

Las siguientes son algunas obras latinoamericanas20 o relativas a Latinoamerica que se pueden encontrar en el Index, ordenadas cronológicamente de acuerdo a su fecha de prohibición:21

Siglo XVIII

Françoise de Graffigny , escritora francesa: Lettres d'une péruvienne. O en español "Cartas de una peruana", prohibida en 1765. Novela epistolar que narra las desventuras de una princesa inca, secuestrada por los españoles durante la Conquista.

Raimondo di Sangro , científico y masón italiano: Lettera apologetica dell'esercitato accademico della Crusca, contenente la difesa del libro intitolato: Lettera d'una peruana, per rispetto alla supposizione de' Quipu. Libro que argumenta a favor de la anterior novela de Françoise de Graffigny, "Cartas de una peruana". El libro de Di Sangro fue prohibido en 1752.

Samuel Engel : Essai sur cette question: Quand et comment l'Amérique a-t-elle été peuplée d'hommes et d'animaux? par E.B. d'E. Obra sobre el poblamiento de América y el origen de los indígenas americanos. Publicada en Amsterdam en 1767 y prohibida en 1772.22

Cornelius de Pauw , filósofo y geógrafo holandés, y Antoine-Joseph Pernety, escritor francés: Recherches philosophiques sur les Américains, ou mémoires intéressants pour servir à l'histoire de l'espèce humaine par mr. De P***, avec une dissertation sur l'Amérique et les Américain par Dom Pernety. Esta "Investigaciones filosóficas sobre los americanos...", planteaba varias teorías científicas que se discutieron académicamente en su época, entre ellas una acerca de la influencia del medio físico americano en la supuesta degeneración de personas y especies animales. Fue prohibida en 1777.23

Diego José Fuensalida , jesuita exiliado desde Chile a Italia: Analisi del concilio diocesano di Pistoja celebrato nel mese di settembre dell'anno 1786, o sia saggio de' molti errori contro la fede contenuti nello stesso concilio. Obra

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adversa al jansenismo, publicada bajo el pseudónimo Giuseppe Antonio Rasier y prohibida en 1797).

Andrés Febrés , jesuita exiliado desde Chile a Italia: "Seconda memoria cattolica..." A Febres se le acusó, supuestamente de manera errada de ser el autor de una primer "memoria cattolica". Tras ser procesado por esa razón publicó esta segunda memoria, denunciando un hipotético complot de los reyes europeos en contra los jesuitas y la Iglesia Católica y anunciando la futura independencia de las colonias americanas, si el rey de España se privaba de la ayuda de los jesuitas para evitarla. Obra prohibida en 1788.24 25

Siglo XIX

Manuel Queipo (¿Manuel Quiepo Abbot?): Exposicion (Breve) sobre el real patronato y sobre los derechos de los obispos electos de America, que en virtud de los reales despachos de presentacion y gobierno administran sus iglesias antes de la confirmacion pontificia. Obra prohibida en 1820.

Anónimo (Juan Antonio Llorente, eclesiástico y apóstata español). Discursos sobre una constitución religiosa considerada como parte de la civil nacional. Su autor, un americano. La da a luz Don Juan Antonio Llorente, Doctor en Sagrados Cánones, Imp. Stahl, 1820. Prohibida en 1822. En ella Llorente, que formó parte de la Inquisición y luego se volvió apóstata, asume la identidad de un "americano" para teorizar sobre la relación entre Iglesia y Estado.

Manuel Lacunza , jesuita chileno exiliado en Italia: La venida del Mesias en gloria y magestad, observaciones dirigidas al sacerdote cristófilo. Obra milenarista publicada bajo el pseudónimo de Juan Josaphat Ben-Ezra, prohibida en 1824. Influenció al predicador inglés William Miller, y a través de éste a los movimientos herederos de su ideas: Adventistas del Séptimo Día y Testigos de Jehová.

Dominique Dufour de Pradt , diplomático francés: Concordat de l'Amérique avec Rome y Congrès de Panama. Obras sobre temas diplomáticos, prohibidas en 1827 y 1828 respectivamente.

Francisco de Paula González Vigil , clérigo e intelectual peruano liberal, quizá el autor latinoamericano más prohibido en el Index: Defensa de la autoridad de los gobiernos y de los obispos contra las pretensiones de la curia romana. (prohibida en 1851), Carta al papa y analisis del breve de 10 de iunio (prohibida en 1852), Compendio de la defensa de la autoridade los gobiernos contra las pretensiones de la curia romana, Adiciones a la defensa de la autoridad de los gobiernos contra las pretensiones de la curia romana (ambas prohibida en 1853), Dialogos sobre la existencia de Dios y de la vida futura y Manual de derecho publico eclesiastico para el uso de la juventud americana (ambas prohibida en 1864).

Juan Gualberto Valdivia , clerigo peruano: Disertacion sobre el celibato leida en la academia de ciencias y artes de Arequipa en la sesion ordinaria del lunes 14 de mayo del 1827 (prohibida en 1857).

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Francisco Javier Mariátegui , abogado peruano: Reseña historica de los principales concordatos celebrados con Roma y breves reflexiones sobre el ultimo habido entre Pio IX y el gobierno de Bolivia (prohibida en 1857).

Anónimo (publicado en Perú, anónimo identificado por algunos contemporaneos como González Vigil):26 Defensa de la yglesia católica contra la bula dogmática de Pio IX en 8 de diciembre de 1854, por un americano, al congreso de la alianza evangélica (prohibida en 1859).

Louis Testory , abate y capellán del ejercito expedicionario francés en México:L'empire et le clergé mexicain ("El imperio y el clero mexicano", prohibida en 1865).

Manuel do Monte Rodrigues de Araújo , obispo de Rio de Janeiro: Elementos do direito ecclesiastico publico e particular em relação à disciplina general da igreja e com applicação aos usus de igreja do Brasil y Compendio de theologia moral, segunda edição portugueza, correcta e annotada (ambas prohibidas bajo el régimen donec corrigitur en 1869).

Siglo XX

Francisco Regis Planchet : La enseñanza religiosa en la arquidiocesis de México, y suplemento á la obra "El derecho canónico", El derecho canónico y el clero mexicano, ó sea anotaciones al concilio V mexicano (ambas prohibidas en 1901) y El absolutismo episcopal en la república mexicana; apuntes para la historia (prohibida en 1908).

Rafael Uribe Uribe , abogado, diplomático y polemista colombiano: Del cómo el liberalismo político colombiano no es pecado (prohibida en 1914).

Juan de Guernica : La perla de la Habana; sor Maria Ana de Jesus Castro, religiosa capuchina del convento de Plasencia (prohibida en 1916).