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Referencia bibliográfica Garrido, A. (2013). Deteniendo el desalojo: estrategias diferenciales en la acción política del Consejo Comunitario y la Junta de Acción Comunal de la comunidad El Hormiguero, Corregimiento El Hormiguero, Valle del Cauca . Bogotá: Universidad de los Andes. Tema principal El tema central de la investigación es el análisis de las formas de resistencia política de los habitantes del territorio de El Hormiguero en un contexto de descampesinización, frente a la amenaza sobre el territorio proveniente de las instancias del poder administrativo de la ciudad de Cali. Concretamente, el tema gira en torno a la explicación de los usos de las estrategias políticas y así mismo de un imaginario de un pasado campesino como argumentos de resistencia territorial, biológica y cultural de cara a las actuales tentativas de desalojo, llevadas a cabo a través de diferentes mecanismos políticos y administrativos (y de enunciados como “Zona de Alto Riesgo por Inundación”). La autora busca, en conclusión, determinar las estrategias elaboradas tanto por la Junta de Acción Comunal como por la Junta del Concejo Comunitario; y los marcos de pensamiento que orientan esas estrategias. Palabras clave El Hormiguero, acción política, marco de pensamiento, Concejo Comunitario y Junta de Acción Comunal de El Hormiguero. Resumen del artículo / Datos encontrados La autora ha dividido la investigación en dos capítulos. En el primero aborda la transición económica de El Hormiguero describiendo las diferentes y sucesivas formas y etapas de producción, deteniéndose en los actores y las unidades productivas vinculadas a dichos procesos. En un segundo momento, Garrido expone la problemática que enfrenta la comunidad en términos territoriales de cara a la concreción de las amenazas de desalojo. A partir de éstas, la autora describe cómo la comunidad, en virtud de una acción política masiva y coordinada a través del Concejo Comunitario y la Junta de Acción Comunal, constituye y desarrolla estrategias de resistencia. El desarrollo de estas cuestiones conforman el capítulo segundo. En este aparte, la autora se apoya en “recursos culturales” como la “contracción de deudas con actores externos al territorio” y “la construcción de utopías”, tomando como referente un marco de pensamiento basado en un pasado campesino. Citas textuales “En el caso de la cabecera y la vereda Cascajal, las casas se encuentran una al lado de la otra, mientras que en las otras veredas con menor densidad poblacional, estas se encuentran más dispersas en el territorio. Un aspecto que llama la atención al visitar por primera vez el corregimiento, es la heterogeneidad del paisaje que se vislumbra, a través del cual se puede llevar un acto de remembranza en el sentido planteado por Tim Ingold

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Historia de la zona rural o periférica de Cali en el siglo XX.

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Referencia bibliográfica

Garrido, A. (2013). Deteniendo el desalojo: estrategias diferenciales en la acción política del Consejo Comunitario y la Junta de Acción Comunal de la comunidad El Hormiguero, Corregimiento El Hormiguero, Valle del Cauca. Bogotá: Universidad de los Andes.

Tema principal El tema central de la investigación es el análisis de las formas de resistencia política de los habitantes del territorio de El Hormiguero en un contexto de descampesinización, frente a la amenaza sobre el territorio proveniente de las instancias del poder administrativo de la ciudad de Cali. Concretamente, el tema gira en torno a la explicación de los usos de las estrategias políticas y así mismo de un imaginario de un pasado campesino como argumentos de resistencia territorial, biológica y cultural de cara a las actuales tentativas de desalojo, llevadas a cabo a través de diferentes mecanismos políticos y administrativos (y de enunciados como “Zona de Alto Riesgo por Inundación”). La autora busca, en conclusión, determinar las estrategias elaboradas tanto por la Junta de Acción Comunal como por la Junta del Concejo Comunitario; y los marcos de pensamiento que orientan esas estrategias.

Palabras clave El Hormiguero, acción política, marco de pensamiento, Concejo Comunitario y Junta de Acción Comunal de El Hormiguero.

Resumen del artículo / Datos encontrados

La autora ha dividido la investigación en dos capítulos. En el primero aborda la transición económica de El Hormiguero describiendo las diferentes y sucesivas formas y etapas de producción, deteniéndose en los actores y las unidades productivas vinculadas a dichos procesos. En un segundo momento, Garrido expone la problemática que enfrenta la comunidad en términos territoriales de cara a la concreción de las amenazas de desalojo. A partir de éstas, la autora describe cómo la comunidad, en virtud de una acción política masiva y coordinada a través del Concejo Comunitario y la Junta de Acción Comunal, constituye y desarrolla estrategias de resistencia. El desarrollo de estas cuestiones conforman el capítulo segundo. En este aparte, la autora se apoya en “recursos culturales” como la “contracción de deudas con actores externos al territorio” y “la construcción de utopías”, tomando como referente un marco de pensamiento basado en un pasado campesino.

Citas textuales

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“En el caso de la cabecera y la vereda Cascajal, las casas se encuentran una al lado de la otra, mientras que en las otras veredas con menor densidad poblacional, estas se encuentran más dispersas en el territorio. Un aspecto que llama la atención al visitar por primera vez el corregimiento, es la heterogeneidad del paisaje que se vislumbra, a través del cual se puede llevar un acto de remembranza en el sentido planteado por Tim Ingold de comprometerse perceptivamente con un ambiente, que a su vez está impregnado con un pasado (Ingold, 2000). Las casas colindando con cañaduzales que cuando son quemados da la impresión de estar en el infierno, el río Cauca con las máquinas de extracción de material, algunas fincas tradicionales campesinas, grandes haciendas con caballos pastando en sus potreros, colegios privados, trilladoras, galpones de pollos y laboratorios farmacéuticos, brindan una composición del paisaje muy particular que condensa el pasado, presente y futuro del corregimiento y de quienes lo habitan”. (p. 5).

“El territorio donde queda localizado el corregimiento El Hormiguero, es el lugar en donde se ubicó durante todo el siglo XVIII la Hacienda Cañas Gordas, propiedad de la familia Caicedo, una de las haciendas más poderosas de la región. Según la novela histórica El Alférez Real, escrita por Eustaquio Palacios, el territorio de la Hacienda abarcaba el amplio espacio entre los ríos Lili al norte, Jamundí al Sur, Cauca al oriente y las estribaciones de la cordillera occidental al oeste (Palacios, 1994). Los esclavos vinculados a las haciendas vivían dentro de los territorios de sus propietarios, en donde tenían sus unidades domésticas y un pequeño terreno adjudicado por sus amos, en donde debían cultivar ciertos productos para su subsistencia; de esta manera, los hacendados se despreocupaban de la alimentación de sus esclavos (Mina, 2011). Tras la abolición de la esclavitud, muchos de estos antiguos esclavos, al ser liberados, quedaron sin tierra y por ende sin vivienda y sin base de sustento. Es por esto, que se vieron obligados a seguir vinculados a las antiguas haciendas esclavistas en donde ‘se sustituye la esclavitud de látigo por la esclavitud del jornal’ (Mina, 2010: 61). Para solucionar el problema de la vivienda, algunos de los antiguos esclavos se apropiaron de terrenos

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baldíos a las orillas del río Cauca, en donde establecieron sus asentamientos. Estos baldíos constituían lo que los hacendados consideraban las peores tierras de la región, debido a las inundaciones constantes producto del desbordamiento del río en épocas de invierno. Otra parte de la población, particularmente la que vive hoy en día en la vereda de Cascajal, fue beneficiada con parcelas de dos plazas cedidas por el Hacendado Caicedo (L. A. Caicedo, comunicación personal, 20 de junio 2013)”. (p. 7).

“Las haciendas localizadas en el actual corregimiento El Hormiguero fueron haciendas ganaderas hasta bien entrado el siglo XX. Los habitantes del corregimiento cumplían con las labores de ordeño y vaquería que estaban directamente relacionadas con el contacto del ganado, o en oficios varios como limpiando zanjones, haciendo cercas o cuidando los potreros. Se sabe que Morga fue la única vereda del corregimiento que no tuvo ganado debido a que cumplía la función de despensa, hospedando los cultivos de subsistencia desde el tiempo de las haciendas esclavistas. A pesar de que muchos de los relatos de las personas coinciden en que las haciendas ganaderas no representaban una fuente de trabajo tan abundante como en etapas posteriores, no se manifiesta la presencia de preocupaciones económicas en los pobladores de este tiempo”. (p. 8).

“La época de los cultivos de pepa (como se les denomina en el corregimiento a los cultivos de gramíneas) en las haciendas, es vista por los habitantes del corregimiento como la época dorada de El Hormiguero. A diferencia de lo que pasa con las haciendas ganaderas, casi todas las personas adultas que viven hoy en día en el corregimiento se acuerdan de esta época debido a que el recuerdo fue corporizado por medio de la experiencia de trabajo en los campos de cultivo. Los primeros cultivos fueron introducidos alrededor de 1940 y hay vestigios de estos hasta casi los años 90”. (p. 8-9).

“Don Luis Antonio Caicedo, un hombre de 85 años, recuerda que el primer cultivo de pepa que llegó al sector de Cabecera fue el de arroz y era propiedad de la familia Sardi. Hubo varias haciendas arroceras en una primera etapa, pero los cultivos que más predominaron y que permanecieron por varias décadas, siendo recordados por los pobladores del corregimiento son: fríjol (Phaseoluos vulgaris), maíz (Zea mays), soya (Glycine max) y millo (Sorghum spp.). Don Luis Antonio relata que él empezó a trabajar en este tipo de cultivos desde que tenía 12 años; iba al campo con su madre, padre y hermanos, donde todos trabajaban de manera pareja y obtenían remuneración, recibiendo más dinero el padre por ser hombre adulto que la madre y los hijos. También mencionó que el trabajo era tan abundante que muchas veces venía gente de Cali, Jamundí o Puerto Tejada y alcanzaba para todos. De la misma manera, el trabajo era constante porque iban rotando por las haciendas dependiendo de las necesidades de fuerza de trabajo de las mismas. Las labores desempeñadas incluían sembrar, cosechar, limpiar, regar y desyerbar, entre otras y al parecer no existía división sexual del trabajo; si el hacendado pedía 50 trabajadores no se discriminaba ni por edad, ni por sexo (L. A. Caicedo, comunicación personal, 20 de junio 2013). A pesar de que las mujeres trabajaban, muchas de ellas resaltan lo importante que era que estos trabajos quedaran localizados en terrenos aledaños a sus casas, porque esto les permitía estar, de cierta forma, pendientes de los niños que no salían a trabajar sino que se quedaban en los hogares (L. Hernández, comunicación personal, 20 de junio de 2013)”. (p. 9).

“Hacia mediados del siglo XX, la clase terrateniente tradicional Valle Caucana se fue entremezclando con una élite extranjera que fue la encargada de traer nuevas tecnologías al sector agrícola, particularmente en traer los ingenios que tecnificaban la producción de azúcar a gran escala (Mina, 2011; Arocha, 1986). Este avance tecnológico coincidió con un momento de inseguridad dentro del corregimiento que se manifestó en el robo del ganado en los hatos y el robo de pepa en los cultivos. Los hacendados aprovecharon esta coyuntura y poco a poco fueron remplazando los cultivos y los potreros por caña. Esta transición fue progresiva. Parece ser que la primera vereda en entrar en este cambio fue Cascajal en donde el monocultivo empezó a establecerse en los años 50. No obstante, en el caso de la Cabecera del corregimiento, este cambio se dio hacia los años 80”. (p. 10).

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“Durante algún tiempo la avanzada del monocultivo se dio únicamente en los terrenos de los hacendados en donde habían quedado las ganaderías y los cultivos. Debido a las cualidades del cultivo de caña, las pequeñas parcelas de los antiguos trabajadores en donde quedaban las fincas tradicionales, permanecieron intactas debido a su posición estratégica en la zona inundable, ya que éste no constituía un terreno deseable para los ingenios (Vélez & Varela,2011). Sin embargo, entre 1956 y 1961, tras la creación de la Corporación Autónoma regional del Valle del Cauca (CVC), se formuló el proyecto Aguablanca, que junto con el proyecto de construcción de la represa La Salvajina en la década de los 80, tenían como fin secar los humedales aledaños a la zona del Hormiguero y habilitar estos parches para el desarrollo agrario. Con estas nuevas condiciones del territorio, los cañicultores iniciaron nuevamente su expansión, esta vez ocupando los espacios antes indeseados por ser inundables, en donde se encontraban las fincas tradicionales de los campesinos negros (Vélez & Varela., 2011; Arocha & Frideman, 1986)”. (p. 10).

“A pesar de que las fincas tradicionales permanecieron como una entidad estable por casi un siglo, el aprovechamiento del suelo tuvo ciertas variaciones en respuesta a cambios medioambientales, debido a ciclos naturales o a la intervención antropogénica, fluctuaciones del mercado y sobre todo, efectos inherentes a las decisiones tomadas por los grandes terratenientes en cuanto al manejo de sus haciendas. A diferencia de lo que pasó en estas, las etapas productivas de las fincas tradicionales no se pueden establecer de manera tan clara; sin embargo, se pueden identificar dos momentos: el auge y la decadencia de las fincas, en los cuales se ve evidenciado el dinamismo en las prácticas productivas de este segmento de la población”. (p. 11).

“La mayoría de los habitantes del Hormiguero mayores de cuarenta años han estado vinculados a alguna finca tradicional. Cuentan que estas parcelas albergaban pequeños cultivos que servían para satisfacer las necesidades de la dieta básica tradicional, de esta manera, los productos provenientes de fuera del corregimiento tales como sal, aceite y carne de res, eran muy pocos. Esta clase de productos eran comprados gracias al ingreso obtenido por el trabajo en las haciendas de los terratenientes o por la venta del excedente de algunos productos cosechados dentro de las mismas fincas tradicionales. La mayoría de los productos cultivados eran de pancoger; estos pueden ser divididos en tres categorías: árboles frutales, cultivos de subsistencia y colinos. De las treinta fincas muestreadas veintinueve de ellas cultivaban árboles frutales […] Los cultivos de subsistencia son aquellos alimentos de consumo frecuente y que hacen parte de la dieta básica de los individuos. De las treinta fincas muestreadas 18 tenían esta clase de cultivos. Es importante mencionar que estos requieren un mayor cuidado que el cultivo de árboles frutales […] Por último están los colinos […] El plátano constituye parte fundamental de la dieta de los hormiguereños, incluso en la actualidad está presente diariamente en las preparaciones de los diferentes hogares. Adicionalmente, este producto nunca ha sido comercializado sin importar la abundancia de la cosecha, sino que es consumido en el mismo hogar donde se produce y algunas veces repartido entre familiares y vecinos. De las treinta fincas muestreadas veintiséis de ellas tenían cultivo de colinos”. (p. 11-12).

“Durante el auge de las fincas tradicionales, muchos habitantes del corregimiento optaron por sembrar cultivos primero de café y después de cacao. Este segundo cultivo fue muy importante porque duró aproximadamente cuarenta años, hasta la década de los 80. Cuenta Hernando Caicedo que un solo palo de cacao alcanzaba a producir de 200 a 300 mazorcas. A partir de este fruto se formaban bolas de cacao que después eran vendidas a la Luker quien compraba todo la cosecha al mismo precio. Durante este auge del cacao, muchos de estos campesinos se pudieron dedicar exclusivamente al trabajo en finca y prescindir del trabajo como contratistas en las haciendas (H. Caicedo, comunicación personal, 21 de junio de 2013)”. (p. 13).

“La disminución de las fincas tradicionales en el corregimiento El Hormiguero ha sido un

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proceso progresivo que responde a la confluencia de una multiplicidad de factores económicos, políticos y medioambientales. En 1950 hubo una creciente del Río Cauca que duró aproximadamente seis meses. Esta creciente es recordada por los hormiguereños como lo última gran creciente de la historia. A pesar de que este tipo de fenómenos medioambientales eran, de cierta forma cotidianos para esta comunidad rivereña, la creciente de ese año fue tan fuerte que el agua inundó todas las parcelas de cultivo dañando la futura cosecha. Cuando bajó el agua, los árboles se habían secado y los cultivos dañado. Ante este evento, mucha gente no aguantó la crisis y decidió vender sus parcelas y migrar hacia Cali. Don Alfonso Holmos cuenta que después de la creciente de 1950 hubo un descenso poblacional en el corregimiento (A. Holmos, comunicación personal 22 de junio de 2013). Este momento se puede identificar como la primera gran venta en masa de los terrenos ocupados por fincas tradicionales”. (p. 13).

“Una nueva oleada de venta de terreno se dio entre los años 1980 y 1990, donde confluyeron varios factores que desataron este proceso. En primer lugar, en 1986 se construyó la represa La Salvajina, lo cual repercutió fuertemente en las condiciones hídricas del corregimiento. La Salvajina causó que las tierras aledañas al río, que eran consideradas como tierras inundables y por ende no deseables para los hacendados, se volvieran tierras secas y fértiles como el resto del territorio, llamando la atención de los terratenientes. Por otro lado, cuenta Don Hernando Caicedo que en 1989 llegó una plaga conocida como la escoba de bruja, que atacaba principalmente el cacao, causando una deformación en el cogollo y disminuyendo la calidad y cantidad de la cosecha. De igual manera, la Luker, que era la única empresa que compraba el cacao en la región, empezó a importar este producto de Ecuador, reduciendo su compra nacional a un tercio. Estos dos eventos hicieron que los agricultores, cuya economía de subsistencia estaba basada en el cultivo del cacao, enfrentaran una grave crisis y se vieran obligados a vender sus parcelas. Paralelamente, el fenómeno del narcotráfico estaba fortaleciéndose en esta región y las cabecillas buscaban comprar terrenos, ofreciendo mucho dinero por las tierras de los campesinos (H. Caicedo, comunicación personal, 21 de junio de 2013)”. (p. 13-14).

“Es importante mencionar que los eventos anteriores estuvieron enmarcados en un contexto donde el cultivo de caña de azúcar se estaba proyectado como un negocio lucrativo en la región por la venta del producto transformado, con alta inversión en capital y tecnología, y baja en fuerza de trabajo. Aprovechando la coyuntura desafortunada que enfrentaban los pequeños agricultores de la región, los terratenientes empezaron a comprar parcelas, ofreciendo cifras de dinero que en ese entonces parecían muy altas. La mayoría de las fincas tradicionales desaparecieron durante este periodo, en el cual la gente vendió y migró hacia Cali o se movilizó hacia la cabecera del corregimiento, razón por la cual se densificó poblacionalmente durante este periodo”. (p. 14).

“Las pocas fincas que quedaron sobrevivieron debido a que habían diversificado los cultivos, no basándose en el cacao como producto principal. No obstante, durante los últimos veinte años, muchas de estas fincas han ido desapareciendo paulatinamente. Por un lado están los efectos inherentes de la caña. Muchas de estas fincas colindan con terrenos cañeros los cuales son fumigados por avioneta o manualmente con pesticidas y madurantes que aseguran la productividad de la caña, pero debido a que la aspersión de los agroquímicos no es precisa, dañan los cultivos de las fincas tradicionales. Doña Carmen Correa, que todavía tiene una finca en Morga, dice que se está cansando de trabajar la finca, porque todos sus vecinos son cañeros y los madurantes hacen que la fruta de los árboles se caiga antes de tiempo, no permitiendo que el tiempo de maduración sea el correcto para el consumo (C. Correa, comunicación personal, 17 de julio de 2013). Por otro lado, muchos se quejan de que no hay garantías para el pequeño productor debido a la cadena de intermediarios por la que hay que pasar para que los productos sean vendidos fuera del corregimiento. Las pocas fincas que aún se mantienen de manera sólida, son aquellas que han logrado que los dueños de supermercados o tiendas, vayan directamente a sus predios a comprarles la cosecha”. (p. 14).

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“Paralelamente al trabajo en las fincas tradicionales y en las haciendas, la extracción de arena es una actividad que ha estado presente desde la mitad el siglo XX y que se ha constituido como una de las principales fuentes de ingreso. Antes de la década de los 80, la extracción de arena se hacía de manera artesanal, es decir, a través de baldes con orificios. Flover Moreno, un hombre que llegó a extraer arena en el año 64 atraído por las grandes playas que formaba el río Cauca en esta región, cuenta que ellos ya conocían muy bien el río, y sabían exactamente donde estaban los depósitos de los diferentes tipos de arena: gruesa, fina y balastro; este conocimiento se ha ido pasando de generación en generación por aquellas familias que continúan con la tradición arenera hasta la actualidad (F. Moreno, comunicación personal, 25 de septiembre de 2013). Los areneros artesanales, debían pagarle al dueño del terreno del predio donde estaban extrayendo la arena por dejar entrar el carro y cargar, no obstante, ellos eran los dueños de la arena que sacaban, la cual vendían por metro cuadrado en Cali. A partir de los años 80 empezaron a llegar las máquinas, es decir, las dragas y malacates que siguen presentes en el río hasta la actualidad. La llegada de estas tecnologías, cambió el sistema laboral de extracción, ya que quienes eran areneros artesanales, se convirtieron en trabajadores asalariados de los dueños de las máquinas que eran personas ajenas al corregimiento. Existen hoy en día varios trabajos relacionados con la arena: paleros, volqueteros, conductores de botes u operarios de las máquinas, sin embargo, todos son empleados de la persona que es dueña de la draga o el malacate. Los pagos son efectuados diariamente y están sujetos al número de viajes de volqueta realizados (L.F. Moreno, comunicación personal, 24 de julio de 2013)”. (p. 15).

“La amenaza del desalojo es un tema que está constantemente en el aire de las conversaciones de los habitantes del territorio. La principal razón que ha expuesto el municipio para efectuar dicha acción, es el hecho de que El Hormiguero se encuentre en zona de “alto riesgo”, rótulo que la misma alcaldía ha adjudicado a través del P.O.T. (Municipio de Santiago de Cali, 2004-2008). Hace aproximadamente tres años hubo una gran inundación producto de las olas invernales que afectaron a todo el territorio nacional. Durante esta época, algunas casas, en especial las que quedan localizadas en el sector de El Oasis, que es un barrio de invasión del corregimiento que se asocia con la población más pobre, quedaron inundadas. A raíz de este suceso, el territorio fue denominado como Zona de Alto Riesgo, prohibiendo la construcción de nuevas viviendas y restringiendo la conexión de servicios básicos como gas y energía a partir de este momento. Este rótulo, además tiene implícita la posibilidad futura de reubicación de los habitantes a una zona que el municipio considere que es más segura para su supervivencia”. (p. 16).

“Aunque el municipio ha expuesto esta razón como la única para efectuar un futuro desalojo, dentro de los habitantes del corregimiento se cree que hay otras razones de carácter económico que subyacen a esta decisión. La ciudad de Cali está llegando a un momento en el que no tiene terreno que posibilite su expansión, excepto por el sur, que es donde queda localizado El Hormiguero. Adicionalmente, el sector de Pance, que antes era territorio del corregimiento, se ha vuelto un sector de la capital Vallecaucana muy apetecible para construir viviendas campestres de estratos altos. Por estas razones, los habitantes del corregimiento creen que lo entes administrativos del municipio, más allá de querer proteger la vida de los habitantes del corregimiento, que han estado adaptados a ciclos de inundación por más de cien años, quieren habilitar esa zona para la construcción de lujosos condominios campestres como se ha empezado a ver desde hace algunos años. Esta amenaza se está materializando a través de la propuesta del POT del 2013, en donde se propone explícitamente la reubicación de las personas de la cabecera del corregimiento y en donde se propone la construcción de una laguna para regular y almacenar las aguas de escorrentía provenientes de la zona sur del municipio (Departamento Administrativo de Planeación Municipal, 2013)”. (p. 16).

“Hay que aclarar, que el deseo por darle otro uso a las tierras del corregimiento El Hormiguero, por parte de los entes que ejercen la planificación en el municipio no es nuevo. Desde hace aproximadamente 10 años, se han venido presentando diferentes proyectos para ser realizados dentro de este territorio entre los que se resaltan: la cárcel de alta seguridad y el

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basurero municipal, proyectos que han sido frenados gracias a las diferentes acciones de los habitantes del corregimiento. Por otro lado, es preciso decir, que esta cuestión del desalojo no se da solo a partir de la declaración del Hormiguero como Zona de Alto Riesgo hace algunos años, sino también por la compra masiva de parcelas campesinas a precios aparentemente muy altos en un momento coyuntural de necesidad de estos pequeños agricultores, por parte de los grandes terratenientes para establecer cultivos de caña; lo anterior, puede ser visto como un primer paso de “limpieza” dirigida de este territorio”. (p. 17).

“Por último, es importante mencionar que la gran mayoría de habitantes del corregimiento, no poseen títulos de las tierras en las que viven, sino que existe una protocolización de derechos de sus viviendas o mejoras; el estatus informal de la propiedad de los predios, vuelve a los habitantes de este corregimiento mucho más vulnerables ante la situación actual”. (p. 17).

“La primera estrategia para procurar la permanencia de los habitantes del Hormiguero en el territorio, es la planteada por la Junta de Acción Comunal de la cabecera municipal del Corregimiento. Las Juntas de Acción Comunal han estado presentes en las veredas del corregimiento desde la década de los 60; inicialmente, estas se constituyeron en compañía de los dueños de las grandes haciendas con el fin de exigir servicios básicos tales como luz y energía para todos los habitantes del territorio (N. Guapacha, comunicación personal, julio 27, 2013). En la actualidad, las Juntas de Acción Comunal de las diferentes veredas de Hormiguero siguen teniendo la función de servir como interlocutores entre la comunidad y el Estado, sin embargo, los hacendados ya no son partícipes de esta comunicación. En este momento, existen seis Juntas de Acción Comunal en el Corregimiento, una por cada vereda, más una adicional correspondiente a Flamencos que es un sector residencial localizado en la vereda de Cascajal, el cual es asociado, usualmente, con un estrato socioeconómico un poco superior al de la mayoría de los habitantes del corregimiento. El hecho de que Flamencos tenga su propia Junta de Acción Comunal puede ser un indicio de cierta distancia entre sus habitantes y el resto de la comunidad”. (p. 18).

“La propuesta concreta plateada por esta colectividad para afrontar la problemática del desalojo, es remover conceptualmente del territorio el rótulo de Zona de Alto Riesgo impuesta por el municipio, ya que como dice el vicepresidente de la Junta, este constituye un “INRI” o un estigma para la comunidad (E. Velasco, comunicación personal, septiembre 25, 2013)”. (p. 19).

“De esta manera, la remoción de este título se ha convertido en el objetivo de la Junta de Acción Comunal, sin embargo, cuando uno pregunta cuáles son los mecanismos legales o pragmáticos para cumplir con este objetivo, las respuestas son difusas. Una parte de ellos, en especial el presidente y vicepresidente de la Junta, exponen que un concejal amigo de ellos les va a colaborar con la problemática mencionada. Sin embargo, a pesar de que tienen sus esperanzas puestas en esta figura, no mencionan cuáles podrían ser los mecanismos legales o los pasos a seguir para que este político logre cumplir con dicho objetivo”. (p. 19).

“La relación que han establecido algunos miembros de la Junta de Acción Comunal con el concejal, podría encasillarse en una forma de clientelismo, dado que la intención de colaboración de este último actor con las problemáticas del Hormiguero, surge debido al gran apoyo que le dio esta comunidad en términos de votos en las elecciones pasadas, gracias a la campaña y colaboración prestada en el corregimiento por estos mismos miembros de la Junta de Acción Comunal. El tipo de relación clientelista que establecen los miembros de la Junta con este actor político, puede ser equiparable con la relación de patronazgo existente entre los dueños de las haciendas y los trabajadores de estas, durante el auge de los cultivos de pepa en el siglo XX. A pesar de que el vínculo laboral entre los hacendados y los trabajadores se establecía a través del pago del jornal, la dependencia de los habitantes del Hormiguero, por las fuentes de trabajo brindadas por esta élite agrícola, estableció una relación social muy particular a través de la deuda. A pesar de que los habitantes del Hormiguero tenían sus fincas tradicionales de las cuales podían obtener la mayoría de productos para el autoconsumo, el

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trabajo en las haciendas constituía la única forma en la región de obtener una fuente de ingreso adicional en forma de moneda corriente. Adicionalmente, con acciones como las requisas aprovechadas por personas de toda la región, o el mecato que les proveían los hacendados a los trabajadores cuando realizaban visitas a las haciendas, se establecieron unas relaciones sociales, en donde a pesar de que el trabajador no necesita estos estímulos o ganancias para su reproducción biológica, en el momento en que estas acciones dejan de estar presentes en la relación, el hacendado es visualizado por los trabajadores como un deudor. Esta noción de deuda marca una jerarquización de las relaciones, privilegiando al actor o a la parte que es capaz de manipular ‘la espera, la esperanza y la lucha por dominar el tiempo’ (Jaramillo,2012, p. 53)”. (p. 19-20).

“Este esquema de deuda está muy relacionado a un asistencialismo enmarcado no solo en una espera de un beneficio material, sino vinculado a la necesidad de adquirir relaciones de dependencia con actores que permean el territorio de manera fluctuante. Los miembros de la Junta de Acción Comunal, por medio de la acumulación de votos a favor de la elección de dicho concejal, lograron establecer un sistema de deuda con él, que podría llegar a su fin a través de su colaboración en la remoción del título de Zona de Alto Riesgo. Sin embargo, la generación de esta deuda tiene unos efectos en el control del tiempo e implicaciones en la agencia de los actores […] De esta manera, se podría decir que a través del establecimiento de la deuda, los habitantes del territorio adquieren la visión de espectadores dando la imagen de ser actores pasivos en la resolución de esta problemática. No obstante, la adquisición de esa deuda constituye en sí misma una acción y estrategia de la Junta de Acción Comunal y por lo tanto, se convierte en la forma en la que esta colectividad se orienta a cumplir con la tarea de enfrentar el desalojo”. (p. 20).

“La segunda estrategia que surge en este contexto de emergencia es la planteada por el Consejo Comunitario del corregimiento El Hormiguero. A pesar del ejercicio de acción política que se ha llevado a cabo desde hace más de cuatro años por parte de este consejo, éste se encuentra todavía en proceso de consolidación debido a que no ha sido reconocido y por ende legalizado por el municipio de Cali y el Ministerio del Interior. No obstante, dentro de los movimientos sociales del Valle del Cauca, en especial al interior de las organizaciones sociales afro descendientes, es un consejo que tiene renombre y se caracteriza por su trayectoria (N. Guapacha, comunicación personal, julio 10, 2013). En el 2009 hubo un intento por obtener dicha legalización, sin embargo, aunque se logró nombrar una junta por medio del voto popular, este intento fue fallido en cuanto a que por disputas al interior de la comunidad no se pudo radicar la constancia de esta elección en los entes administrativos correspondientes del municipio. Aun así, se hace una reunión del Consejo Comunitario cada quince días, donde se tratan temas coyunturales que estén aconteciendo en el corregimiento o que tengan alguna incidencia en el territorio. Un aspecto importante es que a pesar de lo mencionado anteriormente en cuanto a la efectiva elección de una Junta, hoy en día, la gran mayoría de personas que fueron elegidas por voto popular como parte de esta, no asisten a las reuniones quincenales. El quórum actual casi siempre está compuesto por los presidentes de las Juntas de Acción Comunal de las diferentes veredas, la representante legal, miembros de la Junta de Administración Local, y algunos terceros que aunque asisten a todas las reuniones, no tienen ninguna responsabilidad particular dentro de estas. Usualmente, estos últimos, son personas allegadas en términos de amistad, a la representante legal actual y la acompañan en todas las actividades que ella programa”. (p. 21).

“La consolidación y legalización de un Consejo Comunitario es la estrategia que ha sido planteada por esta colectividad como la solución o herramienta jurídica más eficiente para poder acarrear con la presión del desalojo y así asegurar un futuro en el corregimiento. Una de las herramientas para lograr la autonomía territorial a la que se aspira a través de la legalización del Consejo Comunitario, es la Consulta Previa, que constituye una estrategia para la contingencia de los proyectos de modernización que la comunidad asocia con el desalojo. La búsqueda del blindaje y protección del territorio a través de la constitución de esta forma de organización administrativa en el corregimiento, lleva consigo implícito un

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proyecto particular de construcción de futuro idílico, es decir de utopía, entendiendo que ‘no son sueños imposibles, sino objetivos por los que se lucha, a veces a largo plazo’ (Rappaport,2008, p. 26)”. (p. 22). “En el caso particular del Consejo Comunitario del corregimiento El Hormiguero, esta utopía ha sido construida basándose en la nostalgia de las épocas pasadas. La mayoría de los miembros de la Junta del Consejo Comunitario son personas que sobrepasan los cincuenta años de edad; esto significa que casi todos ellos vivieron lo que llaman la época dorada del corregimiento, donde, como se mencionó anteriormente, el trabajo en las fincas y haciendas era un pilar fundamental de la vida social y productiva. Es en esta nostalgia del pasado donde se cimienta la utopía del porvenir, en la búsqueda del retorno a un modo de vida campesino. Esta construcción de futuro basada en un romanticismo de las épocas pasadas, surge a partir de la experiencia corporal de los habitantes del corregimiento en los campos de cultivo, en especial de los mismos miembros de esta colectividad, perpetuada en imaginarios colectivos reforzados con el pasar de los años”. (p. 22-23).

“Es importante mencionar, que esta idealización del pasado, y más aún, la creencia de que estas condiciones puedan ser recreadas y reapropiadas en la actualidad, está reforzada por académicos de la Universidad Nacional e intelectuales orgánicos del PCN, que han reforzado los imaginarios de las propias comunidades, específicamente de su autonomía y sus modos de vida. La mayoría de las veces, tanto en los discursos de estos actores externos que acompañan a la comunidad, como en los de los miembros de la Junta del Consejo Comunitario, no aparece, de manera explícita, el deseo de someterse a un proceso de re-campesinización; no obstante, muchos de los valores asociados al modo de vida campesino y a la época en donde esta era la forma de lidiar, habitar y comprometerse con el mundo (Ingold, 2000) son añorados, expresando este sentimiento a través de discursos políticos contemporáneos, haciendo uso de conceptos como la seguridad y autonomía alimentaria, la protección del medio ambiente (N. Guapacha, comunicación personal, Junio 19, 2013), la identidad, y el vínculo con el territorio (J. Gómez, comunicación personal, julio 25, 2013)”. (p. 23).

“Esta idea plateada por Ingold [de que para las sociedades pre-industriales o tradicionales el ‘tiempo es intrínseco a un arreglo específico de tareas que componen el patrón de la actividad cotidiana de una comunidad’ (Ingold, 2000, p. 323)] se ve reflejada en la forma en la que la Junta de Acción Comunal y la Junta del Consejo Comunitario pautan sus objetivos, y la brecha que existe entre estos y su real cumplimiento. En el caso de la Junta de Acción Comunal, a pesar de que existe un objetivo que es lograr remover el título de Zona de Alto Riesgo del Corregimiento y un medio para lograrlo que es la deuda contraída con el concejal, los pasos o procedimientos legales que debe llevar a cabo este último actor con el fin de ayudar a la comunidad, permanecen inciertos y no parece haber una inquietud por parte de los miembros de la Junta de Acción Comunal por averiguarlos. Lo mismo ocurre con la legalización del Consejo Comunitario. A pesar de que los miembros de la Junta ya se sometieron a este proceso burocrático en una ocasión, no hay certeza de cuáles son los documentos que hacen falta ni de los requisitos legales necesarios para lograr este reconocimiento. Los trámites que se han realizado y los documentos que se han reunido, han sido el producto de exigencias externas de los asesores o de entidades estatales. De esta manera, el Consejo Comunitario adelanta los trámites necesarios para obtener esta legalización, en la medida en que estos son considerados como tareas impuestas por actores externos al territorio”. (p. 24-25).

“Otra forma en la que se evidencia esta noción de temporalidad propia de las sociedades pre-industriales o tradicionales, es en la forma en la que los habitantes del corregimiento dirigen su acción frente a las perturbaciones territoriales ejercidas por agentes externos a lo largo de la historia. El hecho de que sus acciones de resistencia y apoyo estén ligadas a una inmediatez relacionada con la detección de una necesidad a partir de mecanismos perceptivos empíricos, me ha llevado a conceptualizar a esta colectividad como una comunidad de emergencia, debido a que la posibilidad de enfrentar las problemáticas que los atraviesan, es materializada

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en acción, en el momento en el que los riesgos y amenazas son convertidos en tareas de las cuales los hormiguereños se deben encargar en el corto plazo. Solo hasta hace unos pocos meses el desalojo está siendo conceptualizado por la comunidad no como una amenaza, sino como un conjunto de acciones que es perceptible a la experiencia de los habitantes del corregimiento, es decir, en una situación de emergencia de la cual deben hacerse cargo”. (p. 25). “Esta actitud frente a la emergencia que se enmarca dentro de una noción de temporalidad orientada a la tarea, se evidencia en el ejercicio de acción política llevada a cabo por el Consejo Comunitario y la Junta de Acción Comunal frente a la problemática territorial que enfrenta el corregimiento en la actualidad. De esta manera se ve como la acción que están ejerciendo estas organizaciones para hacerse cargo del desalojo, no surgen, sino que se materializan a partir de esta coyuntura particular. En el caso del Consejo Comunitario el deseo por legalizarse está presente desde el 2009 donde efectivamente se llevaron a cabo algunas acciones para lograr este objetivo, a pesar de que este proceso no finalizó con éxito para los miembros de la Junta. Aunque la legalización de esta organización tiene efectos trascendentales en la autonomía y gobernabilidad del corregimiento que puede resultar importantes en cualquier momento, solo hasta hace unos pocos meses, cuando el desalojo se empezó a visualizar como una acción inminente, los miembros de la Junta del Consejo Comunitario han vuelto a preocuparse por esta legalización. De esta manera la consolidación del Consejo Comunitario adquiere un estatus de solución inmediata para hacerse cargo de una tarea en particular que sería el desalojo. Algo parecido pasa con la Junta de Acción Comunal. Al preguntarle al vicepresidente de esta organización por las acciones que han realizado como colectividad durante el año que llevan a cargo de la administración de la vereda, su respuesta indica que hasta que no se logre sacar al corregimiento de Zona de Alto Riesgo no se puede seguir con el cumplimiento de las otras propuestas (E. Velasco, comunicación personal, 25 de septiembre, 2013). Así pues, se van ejecutando las propuestas, a medida que estas se van constituyendo como una solución a eventos coyunturales, es decir, a medida que se percibe la necesidad de su cumplimiento mediante la experiencia empírica de estos mismos actores”. (p. 25).