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Anales del Museo de América, 4 (1996): 39-54 LA MONARQUIA INDIANA DE FRAY JUAN DE TORQUEMADA Y LA HISTORIA PRE-AZTECA DEL VALLE DE MEXICO Félix Jiménez Vilialba Museo de América 1. LA MONARQUIA INDIANA El franciscano fray Juan de Torquemada fue discípulo de fray Juan Bautista. Nombrado Provincial de su Orden, recibiá el encargo de componer una obra que, tras veinti ŭ n años de elaboracián, fue publicada en Sevilla, en 1615, bajo el título "Los veinte i un libros rituales i monar- quía indiana, con el origen i guerras de los indios occidentales, de sus poblaciones, del descubrimiento, conquista, etcétera." La extensián del tí- tulo original ha hecho que sea conocida familiarmente como "La Monar- quía Indiana". La obra de Torquemada no fue fruto de un contacto directo con la cultura indígena poco después de la Conquista, pero re ŭ ne una serie de factores que la hacen muy adecuada para el trabajo que estamos planteando. En primer lugar se trata de una obra humanista y erudita cu- yo afán principal es "entroncar con la Historia Universal la exótica histo- ria del Nuevo Mundo, y aunque no pueda Ilevar a cabo su empeño con la precisián con que un historiador moderno lo haría, se esfuerza deno- dadamente en trazar comparaciones entre aztecas, judíos y grecorroma- nos" (Esteve Barba, 1964: 180). Su intento puede resultar pueril pero muestra un gran interés por integrar la historia prehispánica mexicana dentro de la Historia Universal y, lo que es más importante, abre un ca- mino que posteriores investigadores como Clavijero utilizarán con exce- lentes resultados. La Monarquía Indiana aparece cuando la euforia de los años pos- teriores a la Conquista ha ido declinando y es concebida desde una pers- pectiva ecléctica inspirada en numerosos trabajos anteriores. La visión que nos proporciona de las culturas pre-aztecas es más reposada que las rea- lizadas inmediatamente después del Contacto, quizá porque la idea que los españoles se habían ido formando sobre el mundo indígena estaba más elaborada y ya comenzaba a existir un cierto interés por presentar una visián global de los acontecimientos del pasado. El interés del autor por la historia anterior a los aztecas queda perfectamente atestiguado cuando afirma: "ya tengo dicho en muchas partes de estos libros, córno los que han escrito sobre el origen de estas gentes no se han preocupado de más que de dar noticia de cámo estos mexicanos vinieron. Y porque los unos autores toman de los otros, por eso dicen todos una misma cosa y no hacen mencián de otras gentes que antes haya habido." (1975, vol. I: 75). Utiliza todos los trabajos anteriores de Olmos, Motolinia y Men- dieta, y gracias a ser el ŭ ltimo de su generacián dispuso también de los 39

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  • Anales del Museo de Amrica, 4 (1996): 39-54

    LA MONARQUIA INDIANA DE FRAY JUAN DETORQUEMADA Y LA HISTORIA PRE-AZTECA

    DEL VALLE DE MEXICO

    Flix Jimnez VilialbaMuseo de Amrica

    1. LA MONARQUIA INDIANAEl franciscano fray Juan de Torquemada fue discpulo de fray

    Juan Bautista. Nombrado Provincial de su Orden, recibi el encargo decomponer una obra que, tras veinti n aos de elaboracin, fue publicadaen Sevilla, en 1615, bajo el ttulo "Los veinte i un libros rituales i monar-qua indiana, con el origen i guerras de los indios occidentales, de suspoblaciones, del descubrimiento, conquista, etctera." La extensin del t-tulo original ha hecho que sea conocida familiarmente como "La Monar-qua Indiana".

    La obra de Torquemada no fue fruto de un contacto directo conla cultura indgena poco despus de la Conquista, pero re ne una seriede factores que la hacen muy adecuada para el trabajo que estamosplanteando. En primer lugar se trata de una obra humanista y erudita cu-yo afn principal es "entroncar con la Historia Universal la extica histo-ria del Nuevo Mundo, y aunque no pueda Ilevar a cabo su empeo conla precisin con que un historiador moderno lo hara, se esfuerza deno-dadamente en trazar comparaciones entre aztecas, judos y grecorroma-nos" (Esteve Barba, 1964: 180). Su intento puede resultar pueril peromuestra un gran inters por integrar la historia prehispnica mexicanadentro de la Historia Universal y, lo que es ms importante, abre un ca-mino que posteriores investigadores como Clavijero utilizarn con exce-lentes resultados.

    La Monarqua Indiana aparece cuando la euforia de los aos pos-teriores a la Conquista ha ido declinando y es concebida desde una pers-pectiva eclctica inspirada en numerosos trabajos anteriores. La visin quenos proporciona de las culturas pre-aztecas es ms reposada que las rea-lizadas inmediatamente despus del Contacto, quiz porque la idea quelos espaoles se haban ido formando sobre el mundo indgena estabams elaborada y ya comenzaba a existir un cierto inters por presentaruna visin global de los acontecimientos del pasado. El inters del autorpor la historia anterior a los aztecas queda perfectamente atestiguadocuando afirma: "ya tengo dicho en muchas partes de estos libros, crnolos que han escrito sobre el origen de estas gentes no se han preocupadode ms que de dar noticia de cmo estos mexicanos vinieron. Y porque losunos autores toman de los otros, por eso dicen todos una misma cosa y nohacen mencin de otras gentes que antes haya habido." (1975, vol. I: 75).

    Utiliza todos los trabajos anteriores de Olmos, Motolinia y Men-dieta, y gracias a ser el ltimo de su generacin dispuso tambin de los

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  • Flix Jimnez Villalba

    escritos de algunos compaeros de Orden como Muoz Camargo y An-tonio Pimentel Ixtlilxochitl. El mismo reconoce haber manejado "La vidade fray Martn de Valencia" y hace referencias a Sahag n y Mendieta. Asimple vista se puede apreciar que torn gran cantidad de material de la"Historia Eclesistica de Mendieta", pero como slo afecta al perodo dela evangelizacin no atae a este trabajo. Se inspira tambin en Herreray por tanto, de una forma indirecta, en Cervantes de Salazar y Lpez deGmara. Adems recurre continuamente a las propias fuentes indgenas:"se debe comenzar la historia de ellos, lo cual hago yo, habiendo busca-do su origen, en libros que los naturales tenan guardados y escondidos,por el grande miedo que a los principios de su conversin cobraron a losministros evanglicos." (1975, Vol. I: 75). Miguel Len Portilla (1978: XII-XIII) nos relata cmo Torquemada, Ilevado por su inters hacia el pasadoindgena, Ilev a cabo una "inspeccin arqueolgica" de lo que el Ilama-ba "principal asiento y poblacin de los hulmecas" cerca de Tlaxcala ycrno hizo tomar varias medidas del mismo. La obra de fray Juan de Tor-quemada es quiz la que proporciona una imagen ms reposada sobrela idea que tenan los espaoles acerca de la historia pre-azteca del vallede Mxico, aunque nunca debemos olvidar que esa visin era la de lospropios aztecas de quienes recogieron la informacin. En Mxico, comoen todas partes, la historia era reinterpretada por los vencedores.

    Torquemada participa de un concepto de historia muy al gustode las corrientes humansticas de su poca y engloba su narracin sobrelos antiguos mexicanos dentro de una concepcin general donde incluyefactores geogrficos, climticos, etc. Las coordenadas de su pensamientopodran definirse atenindonos a los conceptos de universalismo y orden.Citndonos a Aristteles nos dice que "el mundo es un orden y conciertode todas las cosas, es una disposicin muy agradable, la cual de los dio-ses y por los dioses se conserva y guarda." (1975, vol. I: 7).

    La importancia de la obra de Torquemada no ha sido debida-mente reconocida por parte de los especialistas, pero aquellos que la hanestudiado en profundidad coinciden en hacer una valoracin muy positi-va. Alfredo Lpez Austin considera que "el mrito de su obra consiste enque es un gran intento de integracin de la historia del Viejo Mundo y elNuevo en una sola y Universal, haciendo a la segunda complemento dela ya conocida." (1973: 19).

    La intencin de este breve trabajo es reunir la gran cantidad deinformacin que proporciona Torquemada sobre la historia del valle deMxico antes de la Ilegada de los aztecas, contrastndola con las eviden-cias arqueolgicas de ese pasado y las opiniones vertidas sobre ese temapor antroplogos y etnohistoriadores.

    2. LOS PRIMEROS POBLADORES: GIGANTES Y TEOTIHUACANOS

    El problema inicial que se plantea Torquemada es el del origendel hombre americano. Desde el principio se opone a la idea -muy difun-dida en su poca. de que la poblacin indgena americana descendade una de las tribus de Israel: " ...y as me parece que debieron de ser al-guna gente antiqusima, de quella que se reparti y dividi, luego des-pus del Diluvio; porque a ser de tiempos ms modernos pienso que Fue-

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    ra muy posible que hubiera quien tratara de ella." (1975, vol. I: 36).Piensa que la poblacin es autctona, y lo que es ms importante, que

    " ...los ms de los primeros pobladores de este Nuevo Mundo vi-nieron a l por tierra, y que sus partes, as las del norte como las del sur,deben estar tan cerca de las otras tierras que se comunican y que los es-trechos y brazos de mar que hay de por medio son de poco trecho y demanera que se pueden pasar fcilmente." (1975, vol. I: 45).

    Hoy tenemos la certeza de que esta hiptesis de Torquemada es-t muy cerca de la realidad y que las primeras corrientes del poblamientoamericano proceden, sin duda alguna, de Asia. Pedro Bosch Gimpera(1975: 45) piensa que hubo tres posibles rutas de penetracin en el Con-tinente. La ms conocida es el Bering seco; corredor libre de aguas porefecto de las glaciaciones que comunicara Asia y Amrica sin necesidadde recurrir a la navegacin. La segunda posibilidad se refiere a otro co-rredor, pero esta vez situado entre el casquete glacial y los glaciares delas Montaas Rocosas, que debi abrirse en el interestadial Tazewell-Cary, permitiendo el paso hacia la regin de las grandes praderas y elnorte de Canad. La tercera posibilidad es la hipottica mayor anchurade las costas americanas del Pacfico, lo que permitira la Ilegada de po-bladores hasta Vancouver, y de all, la penetracin hacia la gran Cuencay el Sudoeste de los Estados Unidos.

    Los primeros habitantes de aquella tierra fueron los quinametin(gigantes) "cuyos cuerpos han aparecido en muchas partes de la tierracavando por diversos lugares de ella." (Torquemada, 1975, vol. I: 52).En uno de los cuatro soles anteriores a los aztecas, sobre el que las fuen-tes no parecen ponerse de acuerdo, vivieron los quinametin. Su existen-cia est atestiguada por los huesos encontrados en los terrenos sedimen-tarios de la Cuenca de Mxico, y su estatura fue estimada en el siglo XVIpor el doctor Francisco Hernndez en unos cinco metros (Armillas, 1950:38). Estos huesos de gigante han sido estudiados por paleontlogos eidentificados como pertenecientes a elefantes (Archidiscodon Imperator),Bison Antiquus y otros mamferos del Pleistoceno. Torquemada consideraverosmil la existencia de estos gigantes e incluso lo adorna con citas deOlastro, San Agustn y Amiano. la tradicin indgena atribuye a los qui-nametin gran cantidad de prodigios y, sobre todo, los relaciona con laconstruccin de los grandes edificios de Teotihuacn. "Dicen que aquellosgigantes vinieron por mar y que hicieron guerra a los de la tierra y queedificaron edificios soberbios" (Torquemada, 1975, vol III: 381). Xelhu,uno de los pocos gigantes teotihuacanos que escaparon a la hecatombe,march a Cholula, donde dice la tradicin que edific el Tzacualli, lagran pirmide, que segn han probado las excavaciones (Armillas,1950: 40) corresponde a la poca ms floreciente de la cultura teotihua-cana.

    La gran ciudad clsica ejerci una gran fascinacin para los az-tecas (all situaron la creacin del Quinto Sol), pero parece que el Postcl-sico Tardo haba sido relegada a un lugar secundario por la mtica To-Iln de los toltecas. Cuando los aztecas Ilegaron al valle de Mxicoteotihuacn era un montn de ruinas desde hacia muchos siglos, por lomuy posiblemente nunca Ilegaron a conocer las denominaciones origina-les: "los nombres que dieron a la ciudad muerta y a los principales monu-

  • Flix Jimnez Villalba

    mentos representan conceptos puramente mexicanos, reflejo de sus mitos,cuya correspondencia con las denominaciones originales no puede ase-gurarse." (Armillas, 1950: 37). Aunque pueda parecer un contrasentidola ciudad ms grande de la Amrica precolombina es tambin la que tie-ne una historia ms insegura y confusa. La arqueologa ha sido indispen-sable para Ilevar a cabo una evaluacin objetiva de la gran metrpoliclsica.

    Jimnez Moreno (1974: 3) basndose en crnicas indgenasidentifica a los habitantes de Teotihuacn con los quinametin y a los no-noalcas con los teotihuacananos epigonales, pero sabemos muy poco so-bre su origen tnico y su lengua. Lo que si ha podido constatar la arque-ologa (Sanders, 1976) es el vertiginoso crecimiento de la ciudad. Apartir del siglo II a.C., la poblacin del valle de Teotihuacn comienza acrecer rpidamente y en los siglos IV y V d.C., puede ser estimada enunos ciento cincuenta mil habitantes. En el siglo VII comienza a disminuiry a finales del IX ha quedado reducida a una tercera parte. Segn la cro-nologa establecida por Ren Millon (1976) Teotihuacn abarca un per-odo de unos novecientos aos y comprende seis etapas: Patlaquiche,Tzacualli, Miccaotli, Tlamilolpa, Xolalpan y Metepec. La ciudad est pla-nificada de acuerdo con un patrn previo y esto puede obedecer al es-tricto control de los sacerdotes que dirigieron los trabajos de construc-cin. Se distribuye en torno a una gran avenida, Miccaotli que cruza elcentro ceremonial de sur a norte, y a las grandiosas pirmides del Sol yla Luna. Edificios religiosos, polticos y administrativos aparecen a amboslados de la avenida y todos ellos estn orientados unos 15 grados al estedel norte. En el perodo clsico teotihuacano (300-650 d.C.) la ciudad seextiende rpidamente y son construidos nuevos barrios (Atetelco, Ya-yahuala, Xolalpan, Tlamilolpa, etc.) y centros residenciales. Del anlisisde estas construcciones se deduce que la organizacin social de los teo-tihuacanos era muy compleja. Posiblemente las castas constituan la basede la organizacin y podemos detectar la existencia de nobles y plebe-yos, e incluso de guerreros, comerciantes y artesanos. Sin lugar a dudasla religin ocupaba un lugar preponderante en su escala de valores y erala expresin ideolgica del Estado. Que Teotihuacn era una ciudad y noun centro ceremonial es una afirmacin que cuenta con el respaldo de 32kilmetros cuadrados de urbanizacin. La divisin del trabajo y la impor-tancia del comercio estn atestiguadas por la existencia de zonas habita-das por artesanos e incluso por individuos procedentes de reas muy ale-jadas.

    En cuanto a la organizacin poltica de la ciudad no contamoscon pruebas definitivas. En teotihuacn existen muy pocos indicios mate-riales que nos permitan afirmar que se trataba de un estado militarista.No existen fortificaciones ni escenas de batallas, y las pocas pinturas enlas que se representan guerreros son muy tardas. Por el contrario hayuna gran abundancia de templos y representaciones de sacerdotes, sien-do muy corrientes las escenas religiosas, de dioses y de objetos de culto.Estas consideraciones hicieron pensar en un principio que nos encontr-bamos frente a una ciudad teocrtica cuyo influjo se haba extendido "es-piritualmente" por todos los confines de Mesoamrica. Esta interpretacindel podero teotihuacano fue perdiendo adeptos poco a poco a medidaque se comprob la existencia de algunos indicios (estela 31 de Tikal)que permitieron pensar lo inexacto de esa suposicin. Ignacio Bernal

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    (1965: 35) opina que el militarismo teotihuacano bien pudo ser latente,que los militares eran los propios sacerdotes y que esta funcin sacerdo-tal, al menos desde el punto de vista de la representacin artstica, era laque predominaba. Sea como Fuere, lo cierto es que " ...si Teotihuacn sehubiera mantenido cuanto menos ochocientos aos como ciudad predo-minante sin ning n podero militar, esta Pax Augusta sera un caso de talmanera nico en la historia, que es difcil creer que haya sucedido." (Ber-nal, 1966: 108). Es muy posible que la fuerza implcita en la propia ciu-dad hicieran innecesario cualquier alarde belicista. Las cosas debieroncambiar cuando en los ltimos aos de decadencia la situacin fue vol-vindose cada vez ms incierta. Como en otras muchas civilizaciones elguerrero se hizo indispensable y Teotihuacn dej de exportar la imagenreposada de sus sacerdotes para sustituirla por la ms inquietante, peroefectiva, de sus soldados.

    Las excavaciones efectuadas en Teotihuacn han mostrado lagran impor-tancia que esa inmensa ciudad tuvo para el posterior desarro-Ilo cultural mesoamericano. "As por ejemplo en la arquitectura, sus pir-mides con su orientacin especfica, sus plazas y palacios, son como elparadigma implcito de ulteriores creaciones." (Len-Portilla, 1972: 27).Esta influencia se hace notoria en otras muchas manifestaciones artsticas,sus trabajos en obsidiana, su cermica de gran calidad, o sus magnficaspinturas murales. Las huellas de la presencia teotihuacana se extienden atodo lo largo y ancho de Mesoamrica. En Oaxaca (Monte Albn 111a) sereproducen los canones artsticos de la gran Metrpoli. Al este, en Cerrolas Mesas y Tres Zapotes y, al noroeste, el Taln. En el Are Maya encon-tramos pruebas de esta influencia en Kaminaljuy (fase Esperanza), Ua-xactn (fases Tzakol y Holmul) donde lo ms significativo es quiz la Es-tructura E-VII-sub. En Tikal (Estela 31). En Belice (San Jos II) y en lapoca antigua de la Acrpolis de Copn.

    Torquemada sita el nacimiento del Quinto Sol en la ciudad deTeotihucn (1976, vol. III: 122) y con ello reproduce fielmente las tradi-ciones mexicanas recogidas en otras muchas crnicas indgenas. No esde extraar que los aztecas se refirieran a la gran ciudad sagrada comoel lugar donde comenz su mundo, pues sin lugar a dudas, en ella se en-cuentra la base ms antigua del arte, el pensamiento religiosos y la formade vida que ms tarde caracterizaran las culturas postclsicas del vallede Mxico.

    3. TULA Y LOS TOLTECAS

    Entre los siglos VII y VIII de nuestra Era, y encontrndose en ple-no apogeo de su expansin, la ciudad de Teotihuacn desaparece parasiempre de las pginas de la historia. La arqueologa ha podido compro-bar la existencia de signos inequvocos de incendio y destruccin asocia-dos con cermica coyotlatelco. las causas de la destruccin no han sidodebidamente aclaradas. Probablemente su desaparicin no se debe a unsolo motivo, sino que es el resultado de combinar varios factores distintos.La paulatina deforestacin del valle pudo acarrear cambios climticos,con el consecuente empobrecimiento de los recursos agrcolas y agrava-miento de la crisis. Las incursiones cada vez ms frecuentes de los pue-blos del norte dieron a los guerreros un papel preeminente que debi en-

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    trar en contradiccin con los postulados bsicos de los teotihuacanos.Abandonada la ciudad se inicia una dispora y parte de la poblacin seinstala en Azcapotzalco y Xochicalco, que se convierten en el refugio delas lites, de la tradicin religiosa y, a la postre, de la cultura teotihuaca-na.

    "los tultecas (segn historias antiguas) fueron segundos poblado-res de estas tierras despus de los gigantes ...en especiaf en este rincn yparte que se Ilama Nueva Espaa." (Torquemada, 1975, vol. I: 55). Deesta forma tan escueta el cronista nos da la noticia de un acontecimientohistrico que transform Mesoamrica: la invasin de los pueblos chichi-mecas. Eric Wolf (1980: 111) piensa que los acontecimientos que tuvie-ron lugar despus de su Ilegada modificaron sustancialmente la organi-zacin poltica, religiosa y social de toda Mesoamrica. La teocracia y elcomercio dejaron de ser fa base de la cohesin social, y la guerra, la ex-pansian militar, Ia agricultura intensiva y Ia apropiacian de excedentes entorma de tributos, se convirtieron en los rasgos ms caractersticos de esteperodo. Las nuevas potencias aglutinaron varios grupos lingijsticos yculturales diferentes. Las leyendas mesoamericanas nos hablan de los tol-tecas, los chichimecas y los tolteca-chichimeca, multietnicidad que en laactualidad parece reforzarse.

    Torquemada nos dice que "fueron los tultecas gente crecida decuerpo y dispuesta (como las historias de los aculhuas cuentan). Andabanvestidos de unas tnicas blancas largas. Eran poco guerreros y ms da-dos al arte de labrar piedras (que esto quiere decir tulteca como ya he-mos dicho) que a otro arte alguno." (1975, vol I: 56). Como veremos msadelante la informacin recogida por Torquemada sobre los toltecas en-tra en contradiccin con los datos que nos proporciona la arqueologa.

    Parece increble que una ciudad como teotihuacn, que tanta im-portancia alcanzara en los siglos anteriores, sea tan poco mencionada enlas crnicas espaolas e indgenas. Tula, sin embargo, aparece como laciudad origen de todo y cuna de la civilizacin, cuando en realidad esmucho ms modesta y solo reproduce a pequea escala los grandesavances teotihuacanos. Llevados por este desconcierto Manuel Gamio(1922) sita en Teotihuacn la mtica Tula de las tradiciones indgenas.Piensa que sus habitantes abandonaron la ciudad por causas todavadesconocidas y, conservando sus rasgos caractersticos, deambularon al-g n tiempo por diversas regiones. Despus de varios siglos se establecie-ron en alg n lugar del estado de Hidalgo al que pusieron el nombre deTula en recuerdo de su antigua metrpoli.

    En 1 941 los antroplogos mexicanos votaron una resolucin, me-diante la cual, la mtica capital de Quetzalthatl dejaba de ser teotihua-cn. La nueva candidata a tal honor era Tula-Xicotitln, a unos 70 kil-metros al noroeste de Ciudad de Mxico. Este cambio de ubicacin de lacapital de los toltecas se ajustaba ms a la informacin proporcionadapor las crOnicas. EI propio Torquemada nos dice que " ...la primera ciu-dad que fundaron fue Tula, doce leguas de esta de Mxico, a la parte delnorte." (1975, vol. I: 55).

    EI principal artfice del traslado fue Wigberto Jimnez Moreno(1941) que argument este cambio basndose en la correspondencia

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    existente entre los datos (fundamentalmente topogrficos) que proporcio-nan las crnicas incligenas y los topnimos de los alrededores de Tula-Xi-cotitln. Aunque al parecer los resultados de esta mesa redonda, organi-zada por la Sociedad Mexicana de Antropologa, fueron bien acogidospor la mayor parte de los especialistas, algunos mantuvieron sus dudas.A medida que las excavaciones fueron sacando a la luz la flamante capi-tal de los toltecas se comprob que se trataba de un sitio arqueolgico desegunda categora que no justificaba, de ninguna manera, la gloria ygrandeza que las crnicas indgenas atribuan a la esplndida capital deQuetzalthati. Esta es la razn de que algunos arquelogos como LoretteSjourn (1957) mantuvieran sus reservas sobre la oportunidad del tras-lado. Para el mundo nahuati que conocieron los espaoles decir toltecaequivala a decir perfeccin tcnica e intelectual, y es inconcebible queTula-Xicotitln pudiera suscitar tanta admiracin. "Tulteca quiere decirartfice, porque los de esta nacin fueron grandes artfices, como hoy dase ve en muchas partes de esta Nueva Espaa." (Torquemada, 1975, vol.I: 55). Eran arquitectos, escultores, orfebres y pintores de primersima ca-lidad y, sin embargo, lo que ha quedado de la ciudad de Tula no es fielreflejo de estas afirmaciones. Algunos rasgos son innovadores, sobre to-do en lo que respecta a los temas y a la ordenacin del espacio arquitec-tnico, pero en los aspectos tcnicos Teotihuacn es, sin duda, la ciudadde los artistas.

    A pesar de todo Tula-Xicotitln se ha impuesto como capital delos toltecas. Pedro Armillas (1950: 66) considera que las excavaciones enTula han permitido identificar las ruinas del Cerro del Tesoro con los pa-lacios y templos del seoro de Ce Acatl Topiltzin Quetzalcati, el perso-naje ms importante y controvertido de este perodo.

    Quetzalcati, hijo de Mixthati y Chimalman, "seg n historiasverdaderas, fue gran sacerdote de la ciudad de Tula" (Torquemada,1975, vol. III: 81). Adems de sacerdote y seor de los toltecas es un im-portante dios creador (uno de los cuatro Tezcatlipocas) y el gran hroemesoamericano por excelencia. Aparece mencionado en todas las crni-cas, pero desgraciadamente "las fuentes indgenas ...parecen haber sidoelaboradas con una delectacin malvola para confundir a los futuroshistoriadores: no slo son muchas las que nos hablan de Ce Acatl, sinodetalladas; no slo detalladas, sino contradictorias" (Lpez Austin, 1973:9). Torquemada, recogiendo la tradicin indgena se refiere a l como aun gran hombre, maestro de toda sabidura y arte. Es, sin duda, el hroecultural por antonomasia, sabio entre los sabios, inventor de las artes yde las ms elevadas doctrinas religiosas. Seg n Len-Portilla (1968: 13)rene en s todas las connotaciones positivas del trmino "Toltecayotl", elconjunto de las grandes manifestaciones de los toltecas.

    Torquemada (1975, vol. III: 83) da una versin del mito muy si-milar a la que aparece en los "Anales de Cuauhtitln", Quetzalthati, sa-cerdote virtuoso, es tentado por el nigromntico Tezcatlipoca que "le en-sea su rostro" y consigue que cometa incesto con su hermana.Derrotado inicia una larga marcha hacia Tliln Tlapalan (la tierra del ro-jo y el negro), donde, despus de pronosticar su vuelta, se sacrifica, con-virtindose el planeta Venus. El anlisis histrico del mito nos muestra laexistencia en Tula de dos grupos tnicos distintos: los nonoalcas y lospropiamente toltecas (chichimecas). Quetzalcatl simboliza la ideologa

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  • Flix Jimnez Villalba

    de las culturas clsicas mesoamericanas (oposicin a los sacrificios huma-nos) y Tezcatlipoca es el exponente del pensamiento militarista de lospueblos del norte. Se establece una oposicin nonoalcas/toltecas-chichi-mecas, e incluso se puede Ilegar a pensar que compartieron un poder or-ganizado de forma dual. El mismo Torquemada nos dice "y as Fue, queaunque en lo temporal era el que gobernaba un seor Ilamado Huemac,en lo espiritual y eclesistico este Quetzalcohuatl era supremo y comopontfice mximo" (1975, vol. 3: 81). Sobre lo que no parece haber du-das es que Quetzalthati fue derrotado y con l las antiguas concepcionesreligiosas del perodo clsico. La arqueologa nos muestra la importanciade los cambios habidos desde la cada de Teotihuacn. En Tula el espritumilitarista y el culto astral haban destronado al antiguo poder teocrtico.La mejor prueba de esta afirmacin la tenemos en el Tlahuizcalpantecuh-tli o Edificio B. En l observamos cmo en la parte ms importante y sig-nificativa del complejo (el templo superior) aparecen cuatro colosales fi-guras de piedra representando guerreros. Hasta Tula los militares sehaban mantenido en las sombras, pero en el Postclsico se convertirnen los autnticos protagonistas. La guerra tendr sentido en s misma.

    En la interpretacin histrica del nnito de Quetzalthati hay mu-chas piezas que no encajan. Si Tezcatlipoca venci a Quetzalthatt porqu un cambio de orientacin ideolgica de esa magnitud no dej hue-Ilas en Tula? Con un simple anlisis superficial de las ruinas comproba-mos que Quetzalthati sigui siendo el alma de Tula hasta su destruccin.Las Fuentes histricas nos refieren crno el gran sacerdote, representantea ultranza de los valores teocrticos clsicos, se dirigi hacia Tabasco yYucatn y, sin embargo, a su paso, slo encontramos exaltacin del mili-tarismo, tzompantlis y un notable incremento de los sacrificios humanos.

    Quiz una de las cuestiones ms espinosas en este perodo es lade los nonoalcas. Jimnez Moreno (1974: 5), guindose por algunasFuentes indgenas piensa que se trataba de un grupo de estirpe teotihua-cana y, por lo tanto, originarios del altiplano. Romn Pia Chan (1980),por el contrario, piensa que procedan de las tierras bajas, con lo que Tu-la pasara a ser una colonia y Chichn Itz la capital de los toltecas. Eneste caso es posible que lo ms sensato sea una solucin intermedia. Da-do que los teotihuacanos haban mantenido colonias en la regin sur deCampeche desde muy antiguo, los nonoalcas podan ser el resultado dela fusin de rasgos caractersticos del Altiplano Central con elementos cul-turales de los mayas de las Tierras Bajas. Esta hiptesis es muy atractivapero debemos reconocer que, si bien aclara algunos interrogantes de vi-tal importancia, da lugar a otros de difcil solucin. De ser as habra unazona en el Golfo de Mxico, entre Tabasco y Campeche, donde los nono-alcas desarrollaron una cultura que luego exportaron al Altiplano y a Yu-catn, pero hasta la fecha no han aparecido restos materiales que permi-tan mantener esa hiptesis.

    En el siglo X se produce la escisin en Tula y el grupo perdedores expulsado dirigindose primero al Golfo de Mxico y luego a Yucatn,donde las pruebas de la presencia tolteca son evidentes. Chichn Itz esel lugar donde podemos apreciar el cambio con ms claridad. Los edifi-cios de la primera poca -Akab Dzib, la Iglesia, el Templo de los TresDinteles, etc. se ajustan perfectamente a los estilos Chenes y Puuc utiliza-dos por los mayas, pero con la supuesta Ilegada de los Itzes en el siglo

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    X el panorama sufre un cambio radical. Seg n Pia Chan (1980: 33)eran gentes de habla maya-chontal asentadas en la regin comprendidaentre Xicalango y Champotn (tierras de Zuya) que tenan una culturahbrida, mezda de rasgos maya-chontales, veracruzanos y del AltiplanoCentral. Thompson (1977: 43) piensa que provienen de la misma zonageogrfica y los Ilama putunes. Esta regin de Zuya pudo ser el hogary punto de partida de los iztes, xiues, quichs, y cakchiqueles, lo queexplicara las continuas referencias a Quetzalcati (Gugumatz, Tohil) y lainsistencia con que algunos grupos tan alejados entre s dicen descenderde la mtica Tolln.

    Torquemada recoge noticias de que "los de Yucatn veneraron yreverenciaron a este dios Quetzalcohualt y le Ilamaron Kukulkn; y decanhaber Ilegado all de las partes del poniente" (1975, vol. III: 87). La nuevareligin Ileg acompaada del militarismo, la guerra y las conquistas. Hu-bo muchos cambios en Chichn Itz que avalan el triunfo de una nuevaforma de pensar, de organizar la sociedad y de concebir nuevos espaciosarquitectnicos. En el Juego de Pelota, El Caracol, el Templo del HombreBarbado, etc., aparecen elementos muy significativos: el Chac Mool, lascolumnas serpentiformes, los frisos con jaguares y las representaciones deKukulcn. Las similitudes con la ciudad de Tula son muy claras. En el Tem-plo de los Atlantes de Chichn Itz aparecen dos figuras de guerreros sos-teniendo el dintel sobre el que descansa la techumbre. El Templo de losGuerreros tiene cuerpos escalonados formados por talud y tablero-corni-sa, decorados estos ltimos con bajorrelieves en los que aparecen guerre-ros, guilas y jaguares devorando corazones. Hay grandes espacios cu-biertos -Columnata del Templo de los Guerreros, grupo de las MilColumnas. donde la techumbre descansa sobre columnas formando gran-des salas hipstilas, lo que supone un cambio sustancial en la concepcinde los espacios civiles y religiosos. En estas salas cubiertas hay banquetascorridas decoradas con relieves de serpientes y guerreros donde, posible-mente, se celebraban las asambleas. Aparecen los Tzompantli, platafor-mas rectangulares compuestas por un tafud bajo y un tablero formado pordos molduras y una faja central decorada por cafaveras que corren en treshileras horizontales. Todos estos elementos son tpicamente "toltecas" y losencontramos tanto en Tula como en Chichn Itz, pero la arquitectura tol-teca de Tula es de " ...una concepcin majestuosa pero de realizacin me-diocre. Esto se debe, en parte, a la prisa con que fueron levantados losmonumentos y, en parte, a la defectuosa tcnica de construccin utiliza-da." (Acosta, 1956: 76). El sistema empleado era el de n cleos de piedrasin tierra y se iban alternando capas de piedras grandes y pequeas. Lonico construido en barro son los muros externos de contencin.

    Las contradicciones que antes observbamos en el mito de Quet-zalcati se deben a que tratamos de unificar dos figuras muy distintas eincluso irreconciliables: el hroe mtico y el personaje histrico. La derrotaespiritual del virtuoso sacerdote se refiere, sin duda, a la confrontacin dedos tendencias ideolgicas contrapuestas y al triunfo de la orientacin se-cular y militarista sobre la teocrtica, mientras que las huellas materialesque dej el Quetzalcati histrico a su paso son, precisamente, un fiel ex-ponente del triunfo del militarismo. Aunque se trata de una evidente con-tradiccin "hemos de reconocer que el mundo de las ideas y creenciascuyo smbolo fue la serpiente emplumada contin a siendo evocacin deespiritualismo y creacin cultural" (Len-Portilla, 1968: 36).

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    Fuera cual fuese la poblacin de Tula no podemos negar su im-portancia en el desarrollo posterior de la politica del Valle de Mxico. Eltener alguna relacin -aunque fuera mitica- con los legendarios toltecas"vino a ser la condicin sine quanon de la legitimidad politica; al carecerde ella, la pretensin a una descendencia real era falsa, y el ejercicio delpoder poltico, ilegitimo" (Wolf, 1980: 112).

    4. LA FRONTERA NORTE DE MESOAMRICA Y LOS PUEBLOS CHICHI-MECAS.

    Parece ser que entre los siglos VI al X de nuestra Era la fronteraagrcola, al norte del altiplano central de Mxico, avanz a lo largo dela Sierra Madre Occidental hasta el Estado de Durango. Esta expansincivilizadora hacia el norte termin por colapsarse y entre los siglos XIIal XV un xodo masivo de pueblos irrumpi en el Valle de Mxico. Se-g n Torquemada estos grupos venan con la sana intencin de "vengarinjurias antiguas que su padre, abuelos y antepasados habian recibidode las naciones que habitaban la tierra hacia las partes del sur y me-diodia (en contra de las que hasta entonces los chichimecas habitabany posean) los cuales se les ponan de ordinario en fronteras y los in-quietaban y molestaban, con continuas guerras" (1975, vol. I: 59). Lasfricciones entre pueblos civilizados (agrcolas) y las tribus nmadas(ca-zadoras y recolectoras) debieron originarse desde los inicios del pero-do Clsico. La existencia de sitios-fortaleza en Quertaro, las Ranas yToluquilla "pudieron ser interpretadas como corolario de invasin vio-lenta, de conquista de nuevos territorios por pueblos civilizados, conso-lidadas mediante asentamientos en los confines de grupos de colonosorganizados militarmente" (Armillas, 1964: 69). El establecimiento deestas avanzadillas norteas por parte de teotihuacanos y toltecas cubri-an un doble objetivo; por un lado poner en explotacin nuevas tierrastratando de solucionar los problemas originados por el crecimiento de-mogrfico, y por otro, frenar las incursiones de las tribus del norte que,en ocasiones, hacan peligrar las cosechas y la economa de las pobla-ciones sedentarias.

    La frontera norte mesoamericana es una zona de gran fluctua-cin climtica con precipitaciones muy irregulares y, por tanto, el margende garanta para los agricultores sedentarios siempre fue muy precario.Los avances y retrocesos en la frontera estaban condicionados por lacuanta de las precipitaciones. A periodos de alta pluviosidad correspon-deran los avances colonizadores y a los de baja los retrocesos. Esta fron-tera no era una lnea simple e invariable que separaba de un lado loscampos cultivados y del otro los secos matorrales, sino ms bien "una zo-na grande y cambiante dominada unas veces por los recolectores y otraspor los cazadores" (Wolf, 1980: 108). Hay indicios de que en determi-nadas pocas los cultivos se extendieron muy al norte y una estrechafranja agrcola atravesaba Zacatecas y Durango hasta los lmites actualesdel Estado de Chihuahua. El eje de esta rea parece que era el centrofortificado de La Quemada, al suroeste de la ciudad de Zacatecas. Alli seha podido constatar la existencia de un templo fortificado con pirmides,un juego de pelota y un patio rodeado por muros. Seg n Eric Wolf en Lo-ma de San Gabriel (en la frontera entre Chihuahua e Hidalgo) encontra-mos una rplica de La Quemada.

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    El lmite de la agricultura seclentaria marcaba los lmites de Mesoa-mrica. La zona rida perteneca a los grupos de cazadores recolectores yla que gozaba de precipitaciones suficientes para la prctica agrcola esta-ba ocupada por poblaciones sedentarias. La disparidad cultural entre losgrupos de un lado y otro de la divisoria se corresponda con las diferenciasambientales. Seg n Armillas estos establecimientos agrcolas en la parteseptentrional se debieron iniciar en la poca de Teotihuacn. La organiza-cin pudo parecerse, salvando las distancias, a los asentamientos flonteri-zos de la antigua Roma. Como hemos visto en la Quemada, se reproduc-an modestamente y a pequea escala los patrones arquitectnicos de loscentros ceremoniales originarios y los colonos instalados deban caracteri-zarse por su doble faceta de militar-agricultor. En la poca anterior al sigloXIII la existencia de sitios arqueolgicos en toda la comarca del Bajo, enlas sierras del norte de Guanajuato y de Quertaro y en el sur del Estadode San Luis Potos, nos inda que los pueblos agrcolas se extendieron portodo el Altiplano Central de Mxico, muy al norte del rio Lerma, hasta terri-torios que hoy en da constituyen grandes extensiones desoladas y estriles.

    Parece que entre el 900 y el 1350 los asentamientos norteos re-cibieron influencias toltecas, aunque "sin excluir un origen mucho msantiguo, hasta la poca en que floreci Teotihuacn" (Wolf, 1980: 108).No cabe duda que Tula desempe un papel fundamental en la consoli-dacin y mantenimiento de estos centros fronterizos. Su propia situacinen los linderos de la civilizacin haca preciso un control efectivo sobrelas poblaciones situadas al norte de su capital. Muy posiblemente cuandoTula cay estos asentamientos se perdieron para siempre.

    Armillas piensa que los cambios climticos y la paulatina deserti-zacin de la zona septentrional del Valle de Mxico fueron factores deci-sivos en la cada del Imperio Tolteca. La crisis de Tula trajo consigo laruptura del equilibrio en la frontera. Despus se inici un xodo generalde pueblos chichimecas situados al norte del "limes", que irrumpieronviolentamente provocando un repliegue hacia el sur de las comunidadessedentarias.

    En el siglo XIII varias tribus chichimecas descendieron hacia el sur.Eran "gente desnuda de ropa de lana, algodn, ni otra cosa que sea depao o lienzo, pero vestida de pieles de animales; su sustento ordinario esla caza, que siempre siguen y matan; y su habitacin en lugares caverno-sos, porque como el principal ejercicio de su vida es montear, no les que-da tiempo para edificar casas" (Torquemada, 1975, vol. I: 58). Esta des-cripcin es buena muestra de la versin oficial que recogieron losespaoles, seg n la cual, la confrontacin entre chichimecas y toltecas fueun enfrentamiento entre dos formas opuestas de vivir. Sin embargo, es evi-dente que los chichimecas, aun siendo pueblos ms atrasados -sobre todosi los comparamos con otros de tradicin clsica. no desconocan las for-mas de vida complejas y refinadas. Su proceso de aculturacin debi serbastante rpido y su presencia en la cuenca central de Mxico, no slo noacab con las altas culturas en decadencia, sino que gracias a ellos tuvolugar un renacimiento cultural que supuso el ltimo gran episodio de lasgrandes civilizaciones prehispnicas. La imagen del chichimeca salvaje,Rechador, errante y vestido con pieles de animales la tenemos muy biendescrita, con todo lujo de detalles, en las pinturas de la "Historia Tolteca-Chichimeca", pero se trata, sin duda, de la versin histrica oficial.

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    A juzgar por la informacin indgena que poseemos estos gruposchichimecas, que Armillas considera de filiacin Pame, contaban, a suIlegada a la Cuenca de Mxico, con muchos rasgos caractersticos de lospueblos mesoamericanos: estratificacin social, templos, dioses, sacerdo-tes, etc. "Cuando estas gentes Ilegaron a las arruinadas provincias cen-trales del Imperio, cinco aos despus de la destruccin de Tolln, ya ha-ba entre ellos seores y vasayos, nobles y plebeyos" (Armillas, 1964:74). Cuando irrumpieron en la Cuenca Central al mando del caudillo X6-loti es muy posible que ya estuvieran bastante aculturados, e incluso quepracticaran la agricultura. Su Ilegada en los siglos XIII y XIV supuso unretroceso en la frontera norte, donde numerosas tierras fueron abandona-das. Esto hace pensar que al ir empeorando las condiciones favorablespara la agricultura, los pueblos del norte cayeron sobre la zona central.Es muy posible que estos grupos chichimecas hubieran ido aculturndosepoco a poco en su contacto con las avanzadillas de la civilizacin en lafrontera septentrional y que sus movimientos migratorios obedecieran a lanecesidad de buscar nuevas tierras ms productivas.

    Torquemada nos cuenta cmo Xlotl, preocupado por la inactivi-dad de los toltecas, envi mensajeros a averiguar lo ocurrido. Sus espasencontraron abandonada y despoblada la tierra antes dominada por lostoltecas, y el caudillo, una vez informado de ello, decidi entrar con sugente para repoblar aquella zona. "De all pasaron al sitio (donde ahoraes el pueblo de Tula, doce leguas desta ciudad de Mxico) en el cual lu-gar y sitio hallaron muchas ruinas de edificios y casas antiguas, que da-ban a entender haber sido habitadas de otras gentes antecesoras"(1975, vol. I: 62). Considera que los chichimecas no fueron los causantesde la ruina de Tula ya que sus habitantes, presionados por sus dioses,haban abandonado voluntariamente las tierras. Pero la arqueologa nosmuestra que la ciudad de Tula "fue arrasada por un gran incendio y lue-go sufri un saqueo desenfrenado. Por todas partes se encontraron restosde carbn, ceniza y madera a medio quemar" (Acosta, 1956: 75). Losadobes de los muros, debido al intenso calor del fuego, se convirtieron enladrillos. Todo parece indicar que Tula fue destruida de forma intenciona-da y es muy posible que las gentes que fabricaban la cermicaTenayuca, o Azteca II tuvieran alguna relacin con el hecho.

    No cabe duda que Xlotl no era tan brbaro como los aztecas ytezcocanos le han hecho aparecer. Quizs "sabiendo a Xlotl chichime-ca, le adjudicaban el gnero de vida y el aspecto que tenan los cazado-res nmadas que todava recorran las estepas del norte." (caso, 1966:148). De hecho, estaba casado con una seora huasteca (Tomi Yauh) loque nos indica que antes de la conquista de Tula ya estaba familiarizadocon las altas culturas y, desde luego, su hijo Nopaltzin debe ser conside-rado como un principe de cultura mesoamericana.

    Despus de explorar el Valle de Mxico y "habiendo dicho unosy otros las condiciones de los sitios y tierras que haban andado y visto,qued entre todos decretado que la de Tenayucan era por entonces mejory ms acomodada" (Torquemada, 1975, vol. I: 64). Bajo el Reinado deXloti se instalaron en Tenayuca "donde existan ya diversas edificacio-nes, entre ellas una clebre pirmide, que en tiempos posteriores seraampliada con nuevas estructuras superpuestas" (Len-Portilla, 1967: 69),y se dispusieron a reconocer el Valle de Mxico. En Culhuacn y Cholula

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    entraron en contacto con los restos de la Toltecayotl y fueron adaptndo-se a las condiciones del lugar donde se haban asentado.

    La pirmide de Tenayuca es el nico vestigio que tenemos de lapresencia de los chichimecas de Xlotl. Fue excavada y restaurada porIgnacio Marquina entre 1925 y 1928. Se encontraron cinco subestructu-ras en buen estado de conservacin y se obtuvo cermica suficiente pararealizar un buen trabajo comparativo de cada una de las fases constructi-vas, pero el material se mezcl y el anlisis result imposible. En 1963Jorge Acosta Ilev a cabo nuevos trabajos en el interior de la pirmide ybasndose en un total de 5.179 tepalcates (1965: 126) Ileg a las si-guientes conclusiones:

    La estructura I fue construida por un grupo de toltecas (coyo-tlatelco) entre los siglos X y Xl d.C.

    Las estructuras II, ilI y IV fueron levantadas por gentes que fa-bricaban la cermica Azteca II, muy posiblemente la de los chichimecasque conquistaron el Valle de Mxico a mediados del siglo XII.

    La estructura IV sigue en la lnea de Azteca II, aunque algunosejemplares muestran una evolucin hacia Azteca III, pudiendo tratarse deun perodo de transicin.

    Estas investigaciones pusieron de manifiesto que en un principioTenayuca fue poblada por los teotihuacanos. Los toltecas dejaron abun-dantes restos cermicos y existen vestigios de una pirmide en la Estructu-ra I. Aos ms tarde Ilegaron otros "toltecas" (Mazapn), se mezclaron ysiguieron utilizando la Estructura I hasta la Ilegada de los chichimecas,que fueron los constructores de las Estructuras II, III y IV. Hay algunos ele-mentos chichimecas en Tenayuca que luego fueron utilizados por los az-tecas, como las dos escalinatas que dan acceso a los templos gemelos, enun intento de vincular tradiciones antiguas y nuevas que culminar mstarde con Tlloc y Huitzilopochtli en el Templo Mayor de Tenochtitln.

    Estos grupos chichimecas no eran de filiacin ling stica nahuatiy el aprendizaje de este idioma, el ms prestigioso de la zona, aceler suproceso de aculturacin. los intereses estratgicos de Xlotl le Ilevaron aestablecer un nuevo asentamiento en Tezcoco, ciudad que tendra unagran relevancia en los aos venideros.

    Las tribus del norte seguan Ilegando al Valle de Mxico y el granXloti decidi repartir sus tierras y delegar su autoridad del siguiente mo-do: "Acolhua, que era el mayor de los tres hermanos le dio la poblacinde Azcaputzalco; y el segundo Ilamado Chiconcuahutli le hizo seor deXaltocan, que era otro seoro que cae delante de Azcaputzalco ...y altercero Ilamado Tzontecomatl le sealo el seoro de Cohuatlichn" (Tor-quemada, 1975, Vol. I: 79). A partir de ese momento el territorio quedodividido en varias "ciudades-estado" que disputaban el control absolutoentre s. Torquemada da fe, al menos, de tres guerras: El rey culhua deAzcapotzalco contra Chalchiuhcua de Tepotzotin; Huetzin de Coatlin-chn contra Yacazozoloti de Tepetlaoztoc, y Nopaltzin contra los de To-lantzingo. Al margen de algunas imprecisiones -los acolhuas estaban enCoatlinchn y los tepanecas en Azcapotzalco. Torquemada refleja muy

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    bien la inseguridad poltica que caracteriz este momento. Tratando decontrarrestar este caos se inici una poltica de alianzas entre diversasciudades, pero los continuos enfrentamientos impidieron Ilegar a unacuerdo definitivo, haciendo que cualquier pacto resultara efmero y tran-sitorio. Muerto Xdoti, los "caciques" comenzaron a rivalizar entre s y"este cuerpo mistico de la repblica estaba tan Ileno de ronchas de ambi-cin y tan hinchado que a cualquier ocasin por leve que fuese, mostra-ban el deseo y bullicio grande que tena de reventar y salir manchado laobediencia que a su monarca deban" (Torquemada, 1975, vol. I: 89).Hacia el ao 1399 Xaltocan es conquistada por los tepanecas y estomarca el ocaso de los prncipes herederos de Xlotl. El nuevo reino deAzcapotzalco, con Tezcoco al frente, se extiende fuera del valle, por elnorte a Meztitln, por el sur a Guerrero, por el poniente a Toluca y por eloriente hasta Tlaxcala y Huejotzingo.

    En esta poca los aztecas, un insignificante grupo de recien Ile-gados, pugnaban por hacerse un lugar bajo el sol. Pronto comprendieronque en un medio tan hostil lo ms importante era permanecer unidos yaprovechar las pocas oportunidades que surgieran. Aprendieron todo loque les pudiera ser de utilidad trabajando como mercenarios para variaspotencias del valle y comenzaron una vertiginosa carrera que, en pocoms de cien aos, les situ en la cumbre del poder.

    5. CONCLUSIONES

    Hemos ido viendo como la comparacin entre las crnicas -Tor-quemada en este caso- y las evidencias arqueolgicas es muy difcil derealizar. No debemos olvidar que la mayor parte de la informacin querecoge en su obra se deriva, en ltima instancia, de los datos proporcio-nados por los propios indgenas, ya sea a travs de sus fuentes escritasoriginales (cdices) o mediante la transcripcin en nahuatl (con alfabetolatino) de sus viejos relatos de tradicin oral. Len-Portilla piensa que "laimagen de Mxico Antiguo que ofrecen los documentos indgenas nosiempre coincidir con la versin oficial de la arqueologa. En muchoscasos ser ms bien una especie de narracin maravillosa, fusin de mi-tos y realidades" (1972: 13). Esto es evidente, sobre todo, en las referen-cias a teotihuacanos y toltecas. La historia del Valle de Mxico es larga yazarosa. Los pueblos que fueron Ilegando sucesivamente hicieron su pro-pia interpretacin de las culturas que les haban precedido. No era tanimportante lo que encontraban como las distintas significaciones que leatribuan. Los aztecas no podan ignorar la existencia de unas ruinas dela magnitud de Teotihuacn pero, sin embargo, como no tenan la menoridea sobre su historia, desarrollaron una interpretacin mitolgica que seajustara a sus necesidades. El caso de Tula es diferente. No cabe dudaque parte de los acontecimientos que han Ilegado hasta nosotros tienenuna base histrica, aunque fue alterada posteriormente de tal forma quecualquier intento de anlisis ob etivo choca con una lgica indgena que,muy a pesar nuestro, sigue resultndonos bastante ilgica.

    La arqueologa nos muestra que Teotihuacn y Tula fueron dosciudades distintas capaces de imponer su hegemona poltica, militar yeconmica sobre sus vecinos. La tradicin indgena considera Teotihua-cn como el lugar donde se origin su mundo y a Tula como el punto de

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    referencia de todos sus logros en la ciencia, la religin, la cultura y lasartes. De hecho estas dos visiones de una misma realidad son bastantedistintas, como si se tratara de dos lneas paralelas que corren por unmismo camino sin posibilidad alguna de comunicacin. Afortunadamenteno es as y en muchas ocasiones la arqueologa y la informacin histricase complementan mutuamente.

    A partir del siglo XIII la calidad de la informacin mejora nota-blemente y, al margen de la imprecisin de las fechas, los hechos se co-rresponden mucho mejor con el registro arqueolgico. Mientras que mu-chos especialistas han puesto en duda la existencia real de Mixthati oQuetzalthatl, nadie ha osado hacerlo con personajes como Tezozomoc,Nezahualcyoti o Itzcati.

    La historia del valle de Mxico durante el postclsico medio y tar-do se ha ido configurando como una de corte occidental. Antes de la Ile-gada de los aztecas las ciudades-estado se dividan en dos bloques: porun lado aquellas que haban sobrevivido al ocaso de Tula (Xochicalco,Culhuacn) y seguan conservando parte de los rasgos de esta cultura y,por otro, las fundadas por tribus venidas del norte (Azcapotzalco, Tezco-co). Para Jacques Soustelle (1982: 32) los primeros hacan descender susmonarquas de los propios toltecas y los segundos trataban de entroncar,por todos los medios, con esta tradicin. Quiz el triunfo de los aztecasse encuentre, precisamente, en su capacidad para hacer compatibles am-bas tradiciones, unificando por las armas algo que, de otra manera, nohubiera sido posible.

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