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Psicología popular: una cuestión de fundamentación epistemológica TOMÁS R. FERNÁNDEZ Universidad de Oviedo López Cerezo plantea en su artículo las condiciones de un virtual en- frentamiento entre la Psicología Popular y la Psicología Científica (en dos versiones posibles: Neurología y Psicología Cognitiva). Frente a la amenaza de que la primera pueda, en tal enfrentamiento, ser barrida por la segunda, López Cerezo desarrolla un argumento (inspirado en Dennett) que salvaguardaría a la Psicología Popular. Este argumento se cifra en las probadas virtudes instrumentales de esta ŭ ltima, virtudes que no podrían ser superadas por una Psicología Científica, por cuanto esta ŭ l- tima (la que sea) se movería en un plano epistemiológico diferente: podría ser más verdadera, pero sin igualar o superar nunca el valor pragmático que ostenta la Psicología Popular. Pues bien, creo, como evaluación global, que muchas de las implicacio- nes e incluso contenidos explícitos del desarrollo del argumento anularían su propia estructura, Veámoslo: Se plantea, al final del artículo, un problema de adecuación de cualquier teoría empírica a las condiciones de la vida cotidiana que son las que fun- cionan como referencia para medir el valor instrumental de una teoría. Aho- ra bien, no se excluye, sino que, por el contrario, se acepta (difícilmente podría negarse), la posibilidad de adecuación de los desarrollos científicos a esas condiciones. Se afirma, por ejemplo, que las concepciones populares no son siempre rígidas o anquilosadas, sino que han demostrado ser capa- ces de absorber los avances de la ciencia. En suma, el sentido comŭ n o la Psicología Popular cambian, entre otras cosas, porque son permeables a la ciencia. Puede afirmarse, pues, que esa ambigua entidad denominada «Psi- cología Popular» está, continua e históricamente, contrastándose con la ciencia y virtualmente sometiéndose a ella, y eso tanto en una dimensión semántica como pragmática. Por supuesto, vistas así las cosas, nadie puede predecir a dónde podrá llegar nuestra Psicología Popular, con lo cual creo que se ha perdido toda la fuerza de la prueba en aquello que se trataba de defender. Y .4tié es lo que se trataba de defender? Sin duda, la inexpugnabilidad de la mente. Veamos más de cerca la cuestión: El interes del artículo de López Cerezo estriba, ante todo, en plantear un problema, a mi juicio, crucial, que, de hecho, puede ser usado como cla- ro sintoma de la eterna crisis de fundamentos en la Psicología en su más reciente episodio. Se trata del recurso acrítico al plano del sentido com ŭ n para simular que se resuelven desde él los problemas más básicos de fun- damentación epistemológica de la Psicología, no demostrando con tal re- curso otra cosa sino que dichos problemas están sin resolver. Con este pro- Cognitiva, 1989, 2 (3), 245-247

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Psicología Científica y psicología Popular

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  • Psicologa popular: una cuestinde fundamentacin epistemolgica

    TOMS R. FERNNDEZUniversidad de Oviedo

    Lpez Cerezo plantea en su artculo las condiciones de un virtual en-frentamiento entre la Psicologa Popular y la Psicologa Cientfica (en dosversiones posibles: Neurologa y Psicologa Cognitiva).

    Frente a la amenaza de que la primera pueda, en tal enfrentamiento, serbarrida por la segunda, Lpez Cerezo desarrolla un argumento (inspiradoen Dennett) que salvaguardara a la Psicologa Popular. Este argumento secifra en las probadas virtudes instrumentales de esta ltima, virtudes queno podran ser superadas por una Psicologa Cientfica, por cuanto esta l-tima (la que sea) se movera en un plano epistemiolgico diferente: podraser ms verdadera, pero sin igualar o superar nunca el valor pragmtico queostenta la Psicologa Popular.

    Pues bien, creo, como evaluacin global, que muchas de las implicacio-nes e incluso contenidos explcitos del desarrollo del argumento anularansu propia estructura, Vemoslo:

    Se plantea, al final del artculo, un problema de adecuacin de cualquierteora emprica a las condiciones de la vida cotidiana que son las que fun-cionan como referencia para medir el valor instrumental de una teora. Aho-ra bien, no se excluye, sino que, por el contrario, se acepta (difcilmentepodra negarse), la posibilidad de adecuacin de los desarrollos cientficosa esas condiciones. Se afirma, por ejemplo, que las concepciones popularesno son siempre rgidas o anquilosadas, sino que han demostrado ser capa-ces de absorber los avances de la ciencia. En suma, el sentido comn o laPsicologa Popular cambian, entre otras cosas, porque son permeables a laciencia. Puede afirmarse, pues, que esa ambigua entidad denominada Psi-cologa Popular est, continua e histricamente, contrastndose con laciencia y virtualmente sometindose a ella, y eso tanto en una dimensinsemntica como pragmtica. Por supuesto, vistas as las cosas, nadie puedepredecir a dnde podr llegar nuestra Psicologa Popular, con lo cual creoque se ha perdido toda la fuerza de la prueba en aquello que se trataba dedefender.

    Y .4ti es lo que se trataba de defender? Sin duda, la inexpugnabilidadde la mente.

    Veamos ms de cerca la cuestin:El interes del artculo de Lpez Cerezo estriba, ante todo, en plantear

    un problema, a mi juicio, crucial, que, de hecho, puede ser usado como cla-ro sintoma de la eterna crisis de fundamentos en la Psicologa en su msreciente episodio. Se trata del recurso acrtico al plano del sentido comnpara simular que se resuelven desde l los problemas ms bsicos de fun-damentacin epistemolgica de la Psicologa, no demostrando con tal re-curso otra cosa sino que dichos problemas estn sin resolver. Con este pro-

    Cognitiva, 1989, 2 (3), 245-247

  • 246cedimiento, la Psicologa no hara, pues, sino mostrar su debilidad, su des-nudez epistemolgica, inventado como aquel rey ropajes imaginarioscuya visin, al parecer, deberamos acatar. El recurso frecuente al sentidocomn parece ser hoy la ms fuerte y ltima baza a favor de la mente yencierra una actitud tan acrtica como el recurso correlativo a la validez eco-lgica para juzgar las condiciones de la experimentacin cientfica. Todossabemos que la experimentacin puede ser mala, y difcilmente puede con-vencer ya la fundamentacin conductista, pero acudir en socorro al sentidocomn es confesar que, en lo fundamental, no podemos ir ms all de l,es decir, simplemente tirar la toalla.

    El recurso a esa entidad llamada Psicologa Popular tiene en aparien-cia un referente claro, pero su sentido es absolutamente oscuro. Es un con-cepto que, de hecho, est sin construir y por eso tambin su uso, casi sinremedio, es ad hoc. La claridad de la referencia estriba tan slo en consti-tuirse como el complementario de la Psicologa Cientfica (C). Es, simple-mente, todo lo que es no-C. Pero la claridad de C es, poco ms o menos,del mismo nivel. Una definicin institucional en el sentido sociolgico-de C proporciona, a su vez, una aparente claridad. De hecho, su uso no seatiene despus a ese nivel sociolgico, entre otras cosas porque, a los finesde la argumentacin, tanto en el presente artculo como en su utilizacinepistemolgica habitual, no servira para nada.

    Cabe mostrar, de acuerdo con todo ello, que aun atenindose a esa vagaestructura C/no-C, el recurso a la prueba del sentido com n para defenderla mente es vaco, pues cualquier fundamentacin epistemolgica, cuandoquiere precisamente establecer una demarcacin fundada (cientfica), ten-dr que hacerlo internamente y no buscando su apoyo en aquello mismoque trata de excluir. 0 hay un criterio cientfico interno o no lo hay, y sino lo hay, entonces ni siquiera cabe hablar de una Psicologa Popular,es decir, no cientfica. Estos procedimientos hacen un flaco servicio a la Psi-cologa. (E1 ltimo caso que conozco, el del Fodor en su Psychoseman-tics (1987), es paradigmtico).

    Creo que todo el artculo se resiente de esta forma de construccin delos conceptos. Afortunadamente la alternativa es a mi juicio-- menos pe-simista de lo que cabra concluir a partir de las inconsistencias de estos plan-teamientos. Dicha alternativa se puede resumir en la exigencia de factorizarlas cuestiones. Hay muchas direcciones que pelean por la cientificidad dela Psicologa, y hay muchos mbitos diferentes dentro de la vida cotidiana.Eri cada uno de ambos planos existen tendencias irreductibles, contradic-torias. Pero adems, y dado que ambos planos no son claramente demar-cables, puede afirmarse que no hay una sola concepcin del sentido com nque no aparezca elaborada o sistematizada por una corriente que se pre-tende cientfica, mxime reconociendo las continuas interacciones histri-cas de doble sentido entre lo que es prctica cotidiana y lo que aspiraa ser teora cientfica. Por eso las discusiones de fundamentacin pueden ydeben establecerse en el nico terreno que es productivo: una teora queaspira a la cientificidad deber enfrentarse con aquellas otras que han sis-tematizado mejor ciertas dimensiones de lo cotidiano, porque ambas aspi-ran a superar el sentido com n re-interpretndolo y, de este modo, demar-cndolo como tal demarcndose a s mismas en el mismo acto, si lo consi-guen.

  • 247Esta misma estrategia, necesaria, es aplicable a los falaces argumentos

    sobre la probada utilidad biolgica de las prcticas y creencias cotidia-nas. Los argumentos selectivos de raigambre darwinista exigen ante todola factorizacin o, en este caso, la definicin precisa del rasgo que se pre-sume adaptativo. No es adaptativo todo lo que existe por el mero hechode existir. Si esto fuese cierto, la Teora de la Evolucin sera una enormetautologa. Las prcticas o creencias cotidianas pueden considerarse tantola condicin de toda funcionalidad como de toda (evidente) disfuncionali-dad. Englobadas en un saco, dejan oculto el factor ms pertinente: su in-terna contradiccin, es decir, el factor crucial de la competencia, que es loque hace a un rasgo ser adaptativo frente a otro.